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La Familia Addams X: El aniversario.

en Parodias

LA FAMILIA ADDAMS X: El aniversario.

 

(Quiero pedir disculpas por adelantado por algunas escenas de sexo con niños que aparecen en el relato. He intentado reducirlas al mínimo y no recrearme en ellas pero lo que no quería era perder la oportunidad de mostrar el comportamiento de dos personajes como los niños de la Familia Addams. Wednesday es una sádica, Pugsley es la víctima, y eso es lo que quería mostrar en el relato, no hacer apología de ninguna conducta reprobable).

 

Tío Fester, eres un pervertido, un degenerado y un sucio pedófilo — dijo Wednesday—

Pero... no le dirás nada a Gómez y a Morticia ¿verdad? — Contestó el tío Fester que tenía los pantalones bajados y lucía una descomunal verga, gorda y larga como la trompa de un elefante, morada como un brazo cangrenado y maloliente como un gato muerto desde hace semanas.

Mis labios están sellados.

El Tío Fester procedió entonces a introducir su trompa de elefante por el estrecho culo de su sobrino Pugsley, que le aguardaba a cuatro patas vestido únicamente con su camiseta a rayas. El Tío Fester se puso a empujar sin ninguna delicadeza y con el ansia que define a un pervertido.

¿Duele? — preguntó Wednesday a su hermano—

Si — contestó este con su habitual e inexpresiva sonrisa.

Bien — concluyó Wednesday.

 

 

Cosa se acercó a la bragueta de Gómez, bajó la cremallera, se aventuró a su interior y sacó afuera la no precisamente pequeña polla de Gómez Addams y se puso a masturbársela con brío.

Oh, Cosa, que amable, pero es inútil — dijo Gómez que se encontraba desplomado sobre su sillón — estoy demasiado deprimido.

Cosa no paró ni por asomo de manosear arriba y abajo el falo de Gómez.

Se acerca el cumpleaños de Morticia y todavía no sé que regalo voy a hacerle...

Cosa salió disparado hacía la cómoda. Abrió el primer cajón y sacó algo.

¿Joyas? No, a Morticia no le gustan demasiado, dice que son muy brillantes.

Cosa abrió el segundo cajón y extrajo su contenido también. Unas bragas negras.

¿Lencería? Ya le regalé el año pasado, pero no le hace ilusión. Ella disfruta más cuando se la quito a mordiscos.

Cosa abrió el último cajón y sacó de él un descomunal consolador.

¿Juguetes? Ni se los mira, no acabo de entender por que... — dijo Gómez cogiéndose el monstruoso artefacto que le salía de las piernas.

Cosa regresó raudo a la entrepierna de Gómez a terminar lo que había empezado. Tras unos manoseos expertos, del glande de Gómez surgió un espeso y blanco surtidor que se fue a estrellar contra la cómoda y el espejo que había encima suyo.

Bueno — dijo Gómez entonces — por lo menos la cómoda y el espejo están ahora al gusto de Morticia.

 

 

Morticia y Lurch se encontraban en el jardín. Lurch llevaba un delantal blanco con manchurrones amarillentos para no ensuciarse.

La estatura de Lurch le daba una perspectiva ideal para observar el escote de Morticia desde arriba y no se perdía detalle.

Querido Lurch, has descuidado el jardín. Mira como tienes las rosas...

Lurch emitió un gruñido ronco y apartó por un momento la mirada de las tetas de Morticia. Miró el rosal y con las tijeras de podar cortó las cuatro rosas que todavía quedaban.

Eso está mucho mejor — celebró Morticia—

Lurch dejó ver algo parecido a una sonrisa.

Un jardín es como un clítoris, Lurch, hay que cuidarlo, mimarlo, acariciarlo, lamerlo...

El ceño fruncido de Lurch quería decir que no acababa de entender.

Son cosas de mujeres, mi querido Lurch, no lo entenderías. Hoy estoy algo deprimida. Me entran ganas de sonreír. Quizá te pida luego que me toques el clavicordio... pero ahora quiero descansar. No te olvides de regar bien los rosales.

Cuando Morticia se fue Lurch se arremangó el delantal y se bajó la cremallera. Del interior de los pantalones emergió una tranca digna de la familia, sólo que la suya, a juzgar por la cicatriz, debía su tamaño a haber sido confeccionada con dos enormes vergas cosidas una a continuación de la otra.

Lurch recordó el escote de su ama y el clítoris que hay que mimar y comenzó a meneársela. Al rato de su monstruoso rabo empezó a manar leche. Chorros intermitentes que no paraban, uno tras otro, como la teta de una vaca. Los rosales estuvieron regados en un santiamén.

 

 

¡Querido Fester! Suerte que te pillo — dijo Gómez rodeando los hombros de su hermano al encontrarlo saliendo del cuarto de los niños—

¿Haciendo que?

Mi querido hermano, tu puedes ayudarme ¿quién sino tu puede hacerlo? Una persona de tan buen gusto, tan apuesto y tan sensato...

Y también soy divertido, no te olvides...

¿Cómo podría olvidarme, mi querido hermano?

¿Cuál es el problema Gómez?

Es Morticia.

¿Morticia? ¿Quieres que te libre de ella? Puedo decapitarla con un hacha si quieres...

No, no, no, mi querido hermano, te lo agradezco pero no es eso... Es su cumpleaños ¿me entiendes? Todavía no he decidido lo que voy a regalarle.

Podrías llevarla a alta mar y tirarla por la borda...

¿Un crucero? No, mi querido hermano, es verano. Demasiado sol, demasiado calor...

Pues podrías desenterrar los animales de un cementerio de mascotas y ponerlos sobre su cama...

¿Peluches? Algo vulgar para un aniversario ¿no crees?

Pues podrías comprarle un coche con el que atropellar a las ancianas que intentan cruzar la calle...

Espera, no, tengo una idea mejor. Podría comprarle un coche. Así podría atropellar a las ancianas que tratan de cruzar la calle...

¡Que buena idea, Gómez!

¿Recuerdas nuestros escarceos amorosos en los coches cuando éramos jóvenes, Fester?

Tú si que te acuerdas, por lo que veo — Fester señaló el pantalón de su hermano que se había hinchado igual que si dentro llevase un tótem indio.

Es mi pequeñín — añadió Gómez modesto sobándose la entrepierna por encima del pantalón — él recuerda muy bien la lengua de Morticia de aquellos días. Morticia siempre ha querido engullirlo, ya fuera por la boca o por otro lado...

En uno de esos coches fue donde yo probé por primera vez el culo de un muchachito — añadió Fester —

¿Muchachito?

¿He dicho muchachito? Me he equivocado, querido hermano. Que tonto soy. Te pido perdón. Quería decir muchachita, me refería a aquella tal Lilith ¿la recuerdas?

¿Lilith? ¡Claro! Los cuatro elementos. Fuego en la mirada, piedra en los pechos, agua en la almejita...

¿Y el aire, Gómez?

Bueno, si, se tiraba algunos pedos pero nadie es perfecto...

En su deambular por el pasillo, Gómez y Fester se encontraron con Morticia que regresaba del jardín. Gómez reaccionó acercándose a su mujer a besuquearle la mano.

¡ Oh, cara mía, bella, bellisima...

Morticia, inexpresiva, tan solo levanto un poco la barbilla. Luego un líquido translucido y espeso cayó a sus pies desde el recóndito interior de su falda tal y como si se le hubiera reventado de pronto un globo lleno de agua.

Gómez, querido. Esta mañana estoy de mal humor. Me duele un poco la cabeza.

Los pezones de Morticia apuntaban a Gómez a través del vestido como los cuernecitos de un cervatillo. Este continuó besuqueando su mano.

¡Oh! Que pálida estás esta mañana, pareces enferma realmente. Ni el más reciente cadáver tendría una belleza comparable a la tuya...

A los pies de Morticia volvió a caer otro chorro de liquido caliente y viscoso.

¿Gómez?

El tío Fester hizo volver a Gómez a la realidad, recuperó la compostura como pudo y se disculpó ante su esposa.

Lo siento mucho, Morticia, pero el tío Fester y yo tenemos que irnos a la ciudad... por... motivos de negocios.

¿A estas horas? — Preguntó Morticia extrañada — Son las doce del mediodía, Gómez. ¿Qué clase de gente esperas encontrar ahora en la ciudad? No puedo imaginarme a nadie decente que salga a la calle tan pronto...

Son cosas de los negocios, querida... — exclamó Gómez mientras se alejaba, siendo jalado por el brazo por su hermano Fester.

Gómez y Fester salieron por la puerta principal, pero un minuto más tarde Gómez regresó corriendo, besó nuevamente la mano y el brazo a su amada, le dedicó algunas expresiones en italiano y volvió a irse corriendo otra vez.

Morticia suspiró y, teniendo cuidado de no resbalar con el charco que tenía a sus pies continuó avanzando por el pasillo. Entonces del cuarto de los niños salieron Wednesday y Pugsley. Este último caminaba raro, como si hubiese estado mucho tiempo montando a caballo.

¿Te sucede algo, hijo? Caminas de una forma peculiar...

No te preocupes, mamá — contestó Wednesday — lo está pasando muy mal.

¡Cómo me alegro! Pero ahora salid a jugar al jardín, hoy hace un precioso día nublado, yo voy a echarme un rato. Pero no molestéis a Lurch, está regando los rosales.

Una excelente idea, mamá. — Contestó Wednesday — ¿puedo cavar una tumba para Pugsley?

Claro que si, pequeña, haber si esta vez se asfixia antes de desenterrarlo.

 

 

 

Morticia dejó que sus hijos se fueran y se marchó a su habitación. Entró distraídamente, como dominada por la melancolía, Se acercó a la cómoda y se miró al espejo. Recogió un poco de semen de su marido del que se estrellara contra el espejo hacía pocos minutos y se lo llevó a la boca.

Oh... Gómez...

Aún contemplándose en el espejo Morticia tiró de su vestido para sacar fuera sus pechos y admirarlos. Repentinamente, Cosa apareció por detrás y se sujeto a uno de ellos, pellizcando uno de los duros pezones de Morticia con el pulgar y el índice.

Oh, Cosa, que amable eres...

Morticia se dirigió a la cama todavía con Cosa sujeto a uno de sus pechos. Se tumbó, se arremangó el vestido y abrió los muslos todo lo que pudo.

Cosa se apresuró a abalanzarse hacia la entrepierna de Morticia. Primero le bajó las bragas, unas bragas negras de encaje con arañas como motivos decorativos y que estaban totalmente empapadas. Eso dejó al descubierto el peludo y caliente coño de Morticia que chorreaba una miel viscosa. Cosa no se demoró ni un segundo en introducirse por completo en su interior, con un sonido parecido al que hubiera producido de zambullirse en un balde de agua.

Cosa, eres adorable ¿lo sabias?

Convertido en un puño Cosa no paraba de moverse en las entrañas de Morticia.

Entonces cambió de posición, se puso boca abajo sobre la cama, con las rodillas hincadas en ella y enarbolando sus nalgas.

Cosa, por favor ¿podrías seguir siendo un cielo?

Cosa entendió la indirecta y poco a poco fue saliendo de la vagina de Morticia, pero no se fue demasiado lejos, tan pronto estuvo fuera volvió a entrar dentro de su ama, pero esta vez eligió el ano como vía y no paró hasta estar completamente metido en su recto.

Cosa no paraba de moverse y las sabanas se encontraban empapadas de los jugos que manaban a borbotones de entre las piernas de Morticia.

— Cosa, querido, podría pasarme el día entero contigo ahí metido.

 

 

La funeraria a la que Gómez y el tío Fester habían ido a comprar el coche para Morticia se encontraba muy alejada de la ciudad. Era necesario recorrer una larga autopista para llegar hasta ella. De ida habían conseguido que un taxi les llevara, pero a la vuelta utilizaron el coche de muertos que habían comprado para el cumpleaños. Tenía un ataúd y todo en la parte de atrás, pero por mucho que Gómez había insistido, no le habían querido incluir un cadáver en él.

Mira, Gómez, en esta autopista hay autoestopistas...

Eso parece, hermano, quizá esa chica necesite que le acerquemos a algún sitio...

Gómez detuvo su auto al lado de una joven señorita que vestía de un modo del todo peculiar. Sus pantalones vaqueros eran tan cortos que por detrás dejaban ver las bragas de la muchacha y por delante se ajustaban en su almeja dibujándola perfectamente. Su camiseta no existía de tetas para abajo ni de la mitad de estas para arriba, estaba toda plegada en un nudo por debajo de dos descomunales globos aerostáticos.

Es una broma ¿verdad? — Preguntó la muchacha tan pronto como Gómez detuvo el auto.

No lo creo — explicó Gómez — hemos pensado que quizá te gustaría que te lleváramos a algún lado...

Siete pavos — concluyó la muchacha al mismo tiempo que entraba en el coche en la parte de atrás, donde estaba el tío Fester.

¡Hola! Me alegro de conocerte — dijo el tío Fester.

Enseguida la chica le arremangó la pelliza a Fester para buscar entre sus piernas algo que echarse a la boca.

—¡Dios mío! ¿Qué es esto? — dijo la muchacha asustada por el tamaño de caballo de los Addams—

¿Lo ves hermano? Es el coche, en cuanto una chica entra en un auto tan elegante... — dijo Gómez mirando por el retrovisor —

No deberías hacer eso — dijo Fester a la chica—

Pero esta, con una expresión de resignación, hizo lo que pudo para introducirse en la boca el convoy de mercancías que a Fester le salía de entre las piernas.

Pronto se dio cuenta de que no podría respirar con toda esa carne maloliente en la boca, pero ya era tarde.

Dime una cosa, querido hermano ¿Tu crees que Morticia sufriría mucho si yo cometiera una infidelidad, pongamos con esta jovencita, ahora mismo?

Creo que le partirías el corazón, Gómez.

Es lo que pensaba. Pues hazme sitio. No quiero perder la oportunidad de hacerle daño a mi querida y pálida esposa.

Gómez salió del coche para volver a entrar por la puerta por la que había entrado la muchacha. Se bajó los pantalones y mostró que era un Addams. Su pene, ya duro como la roca, se abrió camino perforando pantalón y bragas y se clavó en el culo de la muchacha todo entero, hasta los testículos. La chica hubiera gritado de dolor pero tenía la boca llena.

Creo que tienes razón, querido hermano — Dijo el tío Fester mientras sujetaba la cabeza de la chica para evitar que dejara de tragarse su polla — las chicas se vuelven locas en cuanto ven un coche como este...

 

 

Al cabo de algunas horas Gómez y el tío Fester regresaron a la mansión de los Addams. Aparcaron en la parte de atrás, junto a la nueva tumba de Pugsley, con la intención de que Morticia no les viese llegar pero fue inútil. De hecho les estaba esperando, de pie, junto a la puerta de servicio y con Wednesday a su lado.

¿Se puede saber que horas son estas de llegar? — preguntó Morticia

¿Estabas preocupada, amor mío?

Bueno, si... he pasado un rato muy agradable, pero eso no te excusa de llegar tan tarde...

Cara mía, no puedo ocultártelo más. Aquí tienes — dijo señalando el coche fúnebre del que estaba saliendo el tío Fester — es tu regalo de cumpleaños ¿te gusta?

Pero Gómez... Si ya tenemos coche...

Gómez quedó perplejo un instante.

Es cierto, lo había olvidado.

Y además es exactamente igual que el que me has traído.

Pero, pero... — Gómez se acercó al coche de muertos para mostrar a su esposa sus prestaciones — tiene un ataúd y todo...

Igual que el que tenemos.

Pero este es distinto...

El ataúd se abrió y de él salió la chica que encontraran en la autopista.

Quiero carne... — dijo la chica — necesito más carne...

¡Oh! Y me has comprado una mascota, que dulce...

Mamá — Dijo Wednesday — ¿puedo jugar con la mascota?

Claro que si hija, llévatela a la mazmorra, pero no te entretengas mucho que no tardaremos en cenar.

En ese momento Pugsley comenzó a emerger de su tumba. Primero salieron las manos de entre la tierra y, poco a poco, el niño fue saliendo a la superficie.

Creo... que no ha sido el mejor regalo de cumpleaños que te he hecho, Morticia — dijo Gómez afectado

No te preocupes, cariño. Claro que me gusta, sobre todo la mascota...

La chica salió del ataúd. Estaba completamente desnuda y llevaba una cadena al cuello, como un perro. Wednesday se la llevó con ella tirando de la cadena.

Voy a entrar dentro, Gómez, la luz de las estrellas es demasiado brillante esta noche...

Abatido, Gómez colocó el ataúd en su sitio y cerró las puertas del auto. Pugsley, que ya había salido de su tumba saludó a su tío.

¡Hola tío Fester!

Hola, querido sobrino. ¿Quieres jugar a un juego que he aprendido esta tarde?

Vale.

 

 

¿Por qué había fallado? ¿Qué podía hacerle feliz a Morticia? ¿Cuál era el regalo ideal? Aunque estar mortificado por la culpa era una sensación muy placentera Gómez no podía evitar pensar que si se hubiera esforzado más ahora Morticia sería la mujer más feliz de la tierra.

Estuvo estrujándose los sesos un buen rato pero no era capaz. " Fester" pensó, él era el inteligente de la familia, él sabría que hacer.

Al entrar en casa se encontró con su hija Wednesday que llevaba consigo unas tenazas y un atizador de chimeneas.

Wednesday, cariño ¿has visto a tu tío?

Estará jugando con Pugsley, seguramente.

Gracias, hija. Por cierto, excelente elección, esas tenazas son ideales para arrancar uñas.

Lo sé.

Gómez fue entonces hasta la habitación de sus hijos y allí se encontró con Pugsley y con su hermano Fester. Pugsley estaba arrodillado frente a su tío, demostrando que su garganta tenía mucha más capacidad que la de la chica que encontraran en la autopista.

¡Gómez! ¡Puedo explicártelo!

¡Fester! ¡Eres un pervertido, un degenerado y un sucio pedófilo!

No es lo que parece, Pugsley sólo me estaba ayudando a colocarme bien el braguero...

¡Querido hermano, que buena idea me has dado! Morticia no necesita un coche, no necesita joyas ni lencería!

¿Entonces, que necesita?

Eso, mi querido hermano, pronto lo sabrás.

 

 

Morticia se presentó en el comedor a la hora de cenar. Pero ni Lurch había servido la cena ni miembro alguno de la familia había aparecido por allí.

Mientras se preguntaba lo que sucedía, Lurch surgió por detrás, la agarró en brazos y la depositó con violencia encima de la mesa.

Lurch, querido ¿Se puede saber que estás haciendo?

Pero, como de costumbre, el mayordomo de los Addams no dijo una palabra. Entre él y Cosa llenaron a Morticia de grilletes y cadenas y quedó fuertemente sujeta a la mesa.

No es que no sea agradable, Lurch, pero ¿A qué viene esto?

Viene a que es tu cumpleaños, cara mía — dijo Gómez apareciendo de pronto, junto a su hermano Fester. Los dos iban desnudos a excepción de cinturones cruzados de cuero, y los dos mostraban pollas muy duras y tiesas.

He comprendido — continuó Gómez mientras Cosa le rasgaba el vestido a Morticia dejándola completamente desnuda — que no necesitas un coche ni nada material para tu cumpleaños. Por eso este va a ser tu regalo: te vamos a violar toda la familia.

Oh, Gómez, estoy tan emocionada ¿Cómo supiste lo que quería?

Sin mediar una palabra más el tío Fester deslizó su maloliente rabo por la boca de Morticia hasta que sus testículos golpearon los ojos de esta. Por su parte Gómez enchufó la suya en el peludo coño de su amada, Cosa se introdujo como de costumbre en el nada estrecho ano de su ama y Lurch, tras unos instantes que utilizó para desvestirse, se puso como pudo encima de su señora y consiguió meter también su descomunal polla por el coño de Morticia al mismo tiempo que Gómez.

El tío Fester fue el primero en correrse y lo hizo sin sacársela de la boca. Mucho semen fue a parar garganta abajo pero la mayoría le salió a Morticia por la nariz. Luego, cuando Fester hubo sacado el rabo de su boca Lurch Y Gómez se acercaron para correrse también en su cara. Gómez fue el primero, expulsando una generosa cantidad de esperma, parte del cual entró en su boca y parte se quedó en el pelo, los ojos... Lurch fue el siguiente. Como siempre eyaculó litros y litros de espesa y caliente leche. Morticia llegó a atragantarse intentando tragarse todo aquel caldo maravilloso. Llegó un momento en el que Morticia era blanca y grumosa de cuello para arriba y casi no se distinguían sus rasgos. Y Cosa, por su parte, no podía eyacular, pero eso no le impidió estar en el lugar justo en el momento justo cuando Morticia se corrió como una trucha, poniéndolo perdido de un agradable y viscoso zumo de coño.

 

¿Por qué no nos han invitado a participar? — Preguntó Pugsley a su hermana, con la que estaba viendo toda la escena por una rendija de la puerta del comedor—

Por que todavía somos muy pequeños, estas cosas son cosas de adultos.

Pero no son muy diferentes de las cosas que me hace el tío Fester.

Yo no he dicho que nadie tenga que enterarse. ¿Quieres venir a la mazmorra conmigo? Se me acaba de ocurrir un juego que tu, yo y la nueva mascota podemos jugar hasta que los adultos acaben.

Vale — contestó Pugsley con su habitual sonrisa inexpresiva.

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