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Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 10

en Lésbicos

La puerta de la habitación en la que dormía Cristina se abrió muy despacio. Desde la cama esperaba impaciente a la misma persona que acudía todas las noches.

—    Si que has tardado esta noche... — refunfuñó Cristina —

—    ¡No hables tan alto! — le regañó su tía —

—    Estaba a punto ya de dormirme...

—    Rosita ha tardado mucho en acostarse, había luz por debajo de la puerta de su cuarto...

La tía  se cerró la puerta tras de si y se acostó justo al lado de su sobrina. La rodeó con el brazo por detrás del cuello y la besó en los labios.

—    ¿Cómo te vas a ir tú a dormir  sin tu ración de coño?

Cristina no perdió el tiempo en contestar y fue a por el escote de su tía. Le bajó el camisón y descubrió los enormes pechos que disfrutaba cada noche. Los amasó con ganas y luego se metió un pezón en la boca.

—    Que glotona que eres...

La tía dejó que su mano se fuera a buscar lo que le apeteciera bajo el pijama y las bragas de Cristina y allí encontró algo mojado y caliente donde incrustar los dedos.

—    ¿Me comerás el coño esta noche? — preguntó Cristina haciendo una pausa en su festín — te prometo que hoy no gritaré...

—    Hoy te toca comérmelo tú a mí...

—    Pues méteme bien los dedos, entonces...

Como respuesta la tía dejó que su dedo medio se perdiera en las profundidades de cierto coño cavernario arrancando una mueca de placer en las facciones de Cristina.

—    ¡Oh! ¡Muy bien, tía!

—    ¡No grites! — susurró la tía — ¿quieres despertar a tu prima o que?

—    Lo siento...

—    Me parece que sólo hay una manera de que mantengas la boca cerrada...

La tía se sacó entonces el camisón  por la cabeza  quedando completamente desnuda. Se sentó luego en la cama, con las piernas muy separadas, y empujó la cabeza de su sobrina hasta su coño.

—    Mientras me lo estés comiendo no armarás ningún escándalo...

Efectivamente Cristina se mantuvo en silencio salvo por el ligero rumor de su lengua chupeteando el clítoris de su tía.

Igual que ella, su tía  se mojaba de forma muy abundante  llenándole toda la boca de deliciosos zumos. Para Cristina esto era muy especial por que le volvía loca el sabor de un buen chocho.

—    ¡Anda que si llego a saber antes que tengo una sobrina tan cochina!

—    Pues anda que si a mí me llega alguien a decir que me pasaría las noches comiéndote el coño...

—    ¡Come y calla! — le dijo la tía empujándole de nuevo la cabeza hacia abajo —

Cristina continuó lamiendo entre las piernas de su tía. Todo estaba en silencio en la noche salvo los apagados sorbitos y lamidas que le profesaba en el coño.

—    Me voy a correr en tu boca, sobrina ¿no te importa verdad?

Cristina dijo que no con la cabeza sin separar los labios de los labios vaginales de su tía. Pronto, un chorro de líquido caliente se estrelló contra su cara y se le introdujo en la boca, pero Cristina no retiró la cara, no quería dejar una gota sin tragar.

—    Muy bien, sobrina, muy bien ¿qué guarrada te podría hacer para agradecerte lo que me has hecho?

—    Podrías comérmelo tú ahora a mí...

La tía se acercó a conquistar el culo de su sobrina.  Todavía llevaba las bragas puestas, unas bragas blancas de punto algo grandes a causa del tamaño poco convencional de su culo. La tía le sobó el culo por encima de las bragas todo lo que quiso y luego la palpó por delante para comprobar lo mojadas que las tenía.

—    Me gustan tus bragas ¿me las regalas?

—    No sé que tienen mis bragas que tienen tanto éxito... — refunfuñó Cristina —

—    Pues que las mojas...

Seguidamente la tía se las bajó utilizando las dos manos y continuó mordiéndole el culo tan pronto como las tuvo a la altura de las rodillas.

—    ¡Déjate ya de juegos y ve a chuparmelo!

—    ¡No grites, que despertarás a tu prima!

Y seguidamente sumergió la cara entre sus piernas. Tenía el coño muy baboso y olía muy fuerte. A la tía se le volvió a mojar el suyo.

Su lengua experta se entretuvo en recoger todo el zumo que pudiera del interior del chocho mientras con el dedo pulgar se dedicaba a acariciar el clítoris. Cristina ya no pudo aguantar más y se corrió en la cara de su tía, igual que hacía escasos momentos su tía se había corrido en la suya.

—    ¡Caray! No me has avisado...

—    Perdona...

—    No, si ha sido una sorpresa de lo más agradable...

Satisfechas, tía y sobrina se dijeron buenas noches. Primero la tía fue a lavarse al cuarto de baño para después ir la sobrina. La tía se quedó con sus bragas así que Cristina se acostó con el culo y el coño al aire. No se puso ni el pijama, se tapó y ya está.

Estaba cansada y cómoda, enseguida concilió el sueño y se durmió profundamente.

Cristina soñaba.

Estaba en el despacho de Magda. Ésta se introducía un descomunal consolador por el coño. Eva y Rocío miraban, entretenidas, y mientras, ella dejaba que su tía le comiese el coño sentada en una butaca. “¿Has visto como me has puesto?” Decía Magda.

Eva y Rocío se masturbaban viendo el espectáculo. Magda introducía el consolador en su coño seguido de la mano y el antebrazo, hasta el codo. De su chocho manaba un jugo cristalino con la misma abundancia que si se hubiese roto una cañería. Lo mismo sucedía con los coños de Rocío y Eva, les chorreaba piernas abajo como si tuvieran una manguera escondida en la vagina.

—    Cristina... — dijo su tía, deteniendo un momento la comida —

—    No te pares, tía...

—    ¡Cristina!

—    ¿Qué pasa?

—    ¡Cristina!

Cristina se despertó entonces. Alguien la zarandeaba. La luz de la mesilla de noche estaba encendida.

—    Cristina, despierta...

—    ¿Qué pasa?

—    Cristina, soy yo, Rosa, tu prima.

Cristina se incorporó enseguida, abriendo los ojos como platos.

—    ¿Qué estás haciendo aquí?

—    Es que...

—    ¿Qué?

—    He tenido una pesadilla ¿puedo dormir contigo?

A Cristina se le mojó el coño repentinamente.

—    ¿No eres un poco mayor para eso? ¿Qué pesadilla has tenido?

—    Pues... una pesadilla  muy mala...

—    Una mala. No una buena.

—    Es que no me acuerdo mucho, pero estoy temblando ¿ves?

—     

Rosita vestía apenas una camiseta de tirantes que le marcaba los pezones con absoluta claridad. Cristina se quedó unos segundos hipnotizada ante ellos. La niña se abrazaba a sí misma y miraba con ojitos de cordero degollado. Tenía unos ojos marrones preciosos y una boca carnosa y suculenta. El coño de Cristina ya palpitaba y ardía.

—    No creo que debas dormir aquí — sentenció Cristina —

—    Pero... podemos hablar un poco  ¿No? — dijo Rosita tumbándose al lado de su prima de un salto — para que se me pase el miedo y eso...

—    ¿Qué hora es?

—    Las tres...

—    ¿Y no te apetece más hablar mañana por la mañana?

—    No.

Diciendo esto Rosa puso su cara a la altura de la de Cristina, a escasos centímetros de ella, muy seria y clavando sus pupilas en las de ella.

—    ¿Y de que quieres hablar? — dijo Cristina retirándose hacia el extremo opuesto de la almohada —

—    Pues... no se...

Repentinamente Rosa dio un brinco para colocarse encima de su prima, sentada en su barriga, con las manos en el pecho, muy cerca de sus tetas.

—    ¡Podemos hablar de chicas!

—    ¿De chicas? — preguntó Cristina muy nerviosa —

—    Si, de chicas... ¿no te gustan las chicas?

—    Pues...

Rosa agachó su cuerpo hasta ponerse justo encima de su prima, con la cara a escasos centímetros de la suya y sujetándole los brazos con las manos.

—    ¿Quieres que te cuente las cosas que hago con las chicas de mi clase?

—    Si — dijo Cristina tragando saliva —

—    ¿Sí?

—    Pues...

—    Pues las cojo así... — dijo Rosita sujetando la cabeza de suprima por la nuca — les acaricio así... — dijo mientras pasaba su mano por la mejilla de Cristina — y luego...

A estas alturas eran milímetros los que separaban las bocas de ambas primas. Cristina respiraba muy fuerte y había cerrado los ojos.

Rosa se separó de pronto y de otro brinco se colocó al lado de su prima.

Cristina abrió los ojos y miró aturdida a su alrededor. Tenía la seguridad de haber mojado las sábanas.

—    Déjame dormir contigo, anda... — y diciendo esto abrió las sábanas para meterse dentro.

Cristina, sabiendo que las sábanas era lo único que ocultaba que no llevaba ni pantalón del pijama ni bragas, le impidió bruscamente a su prima que las retirara.

—    ¡No! Vete a tu cama, por favor...

—    No quiero.

Rosa puso cara de enfado y miró a su prima con desdén. Luego, sin previo aviso, se quitó la camiseta. No llevaba sujetador. Sus pechos quedaron libres para que Cristina los contemplara. Estaban aún por formar, pero eran grandes y firmes.

—    ¿Se puede saber lo que estás haciendo? — preguntó Cristina en un tono de voz muy bajito —

—    ¿Es que no te gusto?

Rosa se acurrucó junto a su prima pero esta se zafó enseguida, como si quemara.

—    Como se entere tu madre te va a matar...

—    ¿Y por que se tiene que enterar?

Eso, y por que se tiene que enterar, pensó Cristina. La boca se le hacía agua metafóricamente y el coño literalmente.

—    Mira, Rosa, eres una chica muy guapa...

—    ¿Ah, sí? — dijo la niña volviendo a sentarse encima de su prima — ¿y que más?

—    Pero eres menor de edad y además somos primas...

—    ¿Y que?

—    Que entre primas está mal...

—    ¿Y con mi madre está bien?

Cristina se quedó completamente helada. El calor de su coño se extinguió en un segundo, por la espalda le recorrió un escalofrió, los pelos se le pusieron de punta. Todos: los de la cabeza, el vello de los brazos, de las piernas y también el del pubis. Sobre todo esos.

—    ¿Qué?

—    Os oigo todas las noches ¿a eso has venido aquí? ¿A folllarte a mi madre?

—    Lo siento de veras... yo no pretendía...

—    No, si no pasa nada... — dijo la niña preocupada al ver los rasgos desencajados de su prima — Acuéstate con ella si quieres, pero yo también quiero...

Seguidamente bajó las manos hasta los pechos de Cristina. Le arremangó el pijama  y se los acarició.

—    ¿Mi madre te los toca así?

—    Rosa... por favor, esto no está bien...

—    Tócamelos tu a mi también — dijo la niña conduciéndole una mano hasta su pecho izquierdo — no me importa...

—    Rosa, eres menor de edad y además tu madre está dos habitaciones más allá...

Cristina retiró las manos de su prima y se tapó los pechos con el pijama otra vez.

—    Pero a mi madre no pasa nada si te la follas ¿no?

—    Pues no, tu madre y yo somos mayores de edad y si...

—    ¡Ay! ¡Cállate!

Y diciendo esto le tapó la boca con la suya propia. Le introdujo la lengua en la boca y las dos intercambiaron saliva un buen rato. La mano de Rosa se apoderó otra vez de uno de los pechos de su prima y ésta a su vez se hizo con un pezón.

—    ¿Quieres que te cuente lo que les hago a mis amiguitas de la escuela? Les hago así...

Rosa se puso a lamer el cuello de su prima todo lo lascivamente que sabía. Arrimó su cuerpecito al de Cristina y ésta aprovechó para agarrarse a su culo.

—    ¡Muy bien! Ahí quiero que me toques, prima...

Cristina le sobó el culo a conciencia a su prima. Tenía una sensación familiar cuando lo hacía pero no podía adivinar por que. No se daba cuenta de que su culo no era demasiado diferente del de su prima. Ligeramente más pequeño que el suyo, el culo de Rosita era el comienzo de dos enormes jamones. Cristina empezó a buscar por debajo del calzón del pijama, dejando libres los dedos a la búsqueda de cierto coñito.

Rosita introdujo su lengua bien adentro en la boca de Cristina. Se puso muy cerquita de ella, notando como el pecho le subía y le bajaba al respirar.

—    Estoy muy caliente, prima — le susurró Rosita a su Cristina al oído —

Rosa hizo ademán de retirar las sábanas de la cama para descubrir el cuerpo de Cristina. Ésta le ayudó y enseguida  estuvieron a un lado de la cama.

—    Pero... ¡Que zorra eres! — exclamó de pronto  Rosa — ¡Si no llevas bragas!

Inmediatamente Cristina saltó para tapar la boca de su prima con la mano. Lamentablemente  ésta se apartó y continuó chillando.

—    ¡Llevas el chocho al aire!

—    ¿Quieres hacer el favor de callarte? ¿Es que quieres que venga tu madre?

Ahora fue Rosa la que se tapó la boca, intentando ahogar la risa que le producía la situación.

—    Lo siento...

—    Vete a tu cama, que como venga tu madre...

—    ¿Y que más? Ahora que por fin tengo tu  coño delante... — y mientras decía esto sacudía rítmicamente la lengua —

—    Pero date prisa... — se resignó Cristina separando las piernas y poniéndose en posición —

—    ¡Sí! — dijo Rosa poniendo la cabeza entre las piernas de su prima —

Un olor penetrante asaltó la nariz de la adolescente en cuanto separó los labios menores y mayores de la vagina de Cristina. No tardó un segundo en arrojar su lengua a sus  interioridades. Dos veces en una noche, pensó Cristina, sorprendida de que la chica se lo hiciese tan bien siendo tan joven.

—    ¿Te has comido muchos coños, Rosa?

—    Como el tuyo, ninguno — contestó levantando la mirada y mostrando una cara perdida de caldos pegajosos —

Al rato Cristina anunció que se iba a correr.

—    Pues no — dijo Rosa levantándose y limpiándose la boca con el dorso de la mano — que entonces no querrás hacerme cosas a mí —

—    Pero ¿qué haces? ¿Cómo se te ocurre dejarme así?

—    Ahora te toca comerme tu a mi... — y mientras se iba quitando el calzón del pijama y las bragas —

Con toda la resignación del mundo Cristina bajó la cabeza hasta encontrar el chocho de su prima. Era una almeja jugosa y de olor penetrante. A Cristina se le empapó el coño y los pezones se le pusieron como piedras sólo con olfatearlo. Necesitaba tocarse un poco mientras lamía, sobre todo por como le había dejado su prima en plena acción.

—    ¡Que bien! Seguro que también se lo has chupado a mi madre esta noche...

—    ¿Quieres hacer el favor de dejar ese tema?

—    ¡No te pares! — dijo Rosa  secamente mientras empujaba la cabeza de su prima para forzar el reencuentro con su mojado chocho —

—    Así — insistió Rosita — chupa como se lo chupas a mi madre...

Cristina intentó levantar la cabeza pero Rosa se lo impidió sujetándosela con fuerza  con ambas manos y diciendo “¡Que no te pares!”

Durante un rato largo tan solo se escucharon en la noche los gemidos apagados de placer de Rosita mientras su prima se lo comía sin ni siquiera parar a respirar. Finalmente la niña tuvo un orgasmo (esta vez sin avisar) y tampoco dejó a su prima levantar la cabeza entonces. No hasta que se hubiera tragado todo.

—    Muy bien, prima, traga...

Cuando por fin liberó la presa, Cristina levantó la cabeza y pudo respirar.

—    Dame un beso, a ver a que sabe — dijo Rosa besando a su prima en los labios —

—    Podrías haberme avisado...

—    Bueno, me voy a dormir a mi habitación — dijo Rosa recogiendo su ropa en un barullo y saltando de la cama—

Seguidamente la niña salió disparada por la puerta como si tuviera prisa. “Ahora no voy a poder conciliar el sueño” pensó Cristina.

                                            *           *             *

Una semana después, la tía y Rosita acompañaron a Cristina a la estación, de regreso a su casa. Se despidió de las dos en el andén con cálidos besos y abrazos.

—    No seas una extraña — le dijo la tía — ven más a menudo.

—    Lo haré — contestó Cristina dándole un apretado abrazo y frotándose contra sus pechos al hacerlo —

—    Adiós prima ¿me escribirás? ¿Tienes mi mail?

—    Te escribiré — dijo Cristina abrazando el pequeño y tórrido cuerpo de su prima — no te preocupes.

Cristina subió al tren dejando a madre e hija en el andén, saludándola con la mano. Cuando por fin el tren se puso en marcha las dos volvieron sobre sus pasos para subir a su automóvil.

—    ¡Que buena que está! — dijo Rosa a su madre — ¡Que lástima que se haya ido tan pronto!

—    Seguro que vuelve... ¡Que culo que tiene!

—    ¡Me tendrías que haber dejado que me la follara desde el primer día!

—    Esas cosas llevan su tiempo, hija, tu prima no estaba preparada, había que trabajarla poco a poco.

—    Ya la echo de menos...

—    Cuando vuelva — dijo la tía subiendo al coche — nos lo haremos las tres juntas.

Y seguidamente besó en la boca a su hija.

 

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