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Las fotos de mamá (14)

en Amor filial

Yolanda fue a abrir la puerta vestida con el habitual batín hasta las rodillas, sin nada debajo. Antes de abrir echó un vistazo por la mirilla y al ver quien acababa de llamar a su puerta sonrió complacida.

  • ¡Que agradable sorpresa…! — dijo cordialmente al abrir, aunque ante si no tenía a nadie con una actitud cordial —
  • No puedo decir lo mismo — dijo Mónica hosca —
  • Hola Marta — saludó con una sonrisa Yolanda a la joven Marta, que se encontraba agazapada tras su madre —
  • Hola…
  • Pero ¿Por qué no entráis? Si estoy encantada de que estéis aquí…
  • No vamos a estar tanto rato — escupió Mónica —
  • ¡Tonterías! — concluyó Yolanda adentrándose en la casa — Ya que habéis venido que menos que entrar ¿o es que hay algo que te da miedo?

Mónica y su hija entraron entonces cerrando la puerta tras de si. Siguiendo la trayectoria de la propia Yolanda llegaron al salón. Como de costumbre la decoración estaba salpicada de películas pornográficas y juguetes sexuales colocados despreocupadamente. También había unas bragas azules en el suelo.

Yolanda se sentó en el sofá con un espectacular cruce de piernas que mostraba sus muslos en todo su esplendor. Salvo por un insignificante trozo de tela Mónica y Marta podrían haber contemplado su entrepierna sin dificultad, después de todo, sus bragas estaban en el suelo.

  • Estás muy guapa — dijo Yolanda dirigiéndose a Mónica — esos pantalones ajustados te sientan muy bien…
  • Ya está bien de falsa cortesía…
  • ¿Falsa yo? ¿por quien me tomas?
  • Primero hiciste daño a mi hijo Iván, luego te llevaste a mi marido ¿Y ahora me quieres quitar a mi hija? No se que clase de persona eres, pero no vas a volver a acercarte a Marta o a cualquier miembro de mi familia nunca mas ¿te ha quedado claro?
  • Cuando dices "miembros de tu familia" — comenzó Yolanda — ¿te refieres a las pollas de tus hijos, tal vez?
  • ¡Eres una ordinaria!
  • ¿Yo? — protestó Yolanda — eres tu la que ha venido a mi casa a insultarme…
  • Yo no quería pasar — se defendió Mónica — lo que tengo que decirte te lo podría haber dicho en la puerta…
  • Muy bien, pues ya lo has dicho ¿puedo hablar yo ahora?
  • No me interesan tus excusas…
  • No son excusas y si te interesan ¿O tienes miedo de lo que te pueda decir?

Mónica guardó silencio. Marta miraba a su madre y a Yolanda simultáneamente y trataba de no ponerse a llorar. Se abrazaba a si misma y sentía un gran desconsuelo. Desde donde estaba podía contemplar a placer el trasero de su madre enfundado en vaqueros negros ajustados y los muslos sabrosos de Yolanda. Lo que le apetecía era estar con la lengua entre las piernas de cualquiera de las dos, no en esa tesitura.

  • En primer lugar, yo a tu hijo Iván lo quiero más que a nadie y nunca le dije que se marchara…
  • ¡Pero si le fuiste infiel nada menos que con su padre!
  • ¡Yo la era infiel con montones de hombres y mujeres y el lo sabía! ¡Y le gustaba! Los dos lo teníamos otros amantes con los que vivíamos todo tipo de experiencias ¿Por qué su padre iba a ser diferente?
  • Y si no era diferente — dijo Mónica gritando — ¿Por qué no se lo dijisteis? ¿Por qué ocultarlo?
  • ¡Por que era su padre! — dijo Yolanda levantándose del sofá — había que preparar el terreno ¿sabes lo que tu marido deseaba realmente?

Yolanda se acercó a Mónica hasta que su rostro estuvo a pocos centímetros de los de ésta.

  • Quería follarse a tu hijo, anda loco por metérsela por el culo a Iván, él quería estar conmigo y con Iván al mismo tiempo…

Mónica acababa de mojar las bragas. Las palabras de Yolanda le habían llevado a imaginarse a su marido con su hijo mayor y a recordar la experiencia de ver a su hijo menor en la misma situación. Muy a menudo se masturbaba recordando la lujuriosa entrega entre padre e hijo, ver algo así con Iván…

  • Pero luego está lo que yo quiero — dijo Yolanda sin alejar la cara de la cara de Mónica —
  • ¿lo que tú quieres? — quiso saber Mónica con un susurro —
  • A ti… — zanjó Yolanda acercando su boca a la de Mónica todo cuanto pudo sin llegar al contacto — desde la primera vez que te vi que he deseado estar contigo, lamerte entera y hacerte las cosas mas sucias que se me ocurran, y sobre todo estar al mismo tiempo contigo y tu marido…
  • Esa también es mi fantasía, mamá — dijo Marta acercándose por detrás y sujetando a su madre por la cintura — estar contigo y con papá al mismo tiempo…
  • ¿Qué dices, Mónica? — preguntó Yolanda — ¿No quieres adoptarme como hija? — y seguidamente dejó que el batín cayera al suelo.

Mónica se sintió verdaderamente atraída por aquella escultural mujer desnuda. Sus pechos y sus caderas generosas eran únicamente comparables a su delicioso olor y a la belleza de su rostro.

  • ¿En serio crees que vas a seducirme después de todo el daño que le has hecho a mi familia? — escupió sin embargo Mónica —
  • No seas así, Mamá — dijo Marta sujetando a su madre por detrás — vamos a hacérnoslo las tres…

Yolanda aprovechó que Marta inmovilizaba a su madre para lanzarse a desvestirla. Consiguió remangarle el suéter y llegar hasta el cierre delantero del sujetador, pero Mónica se zafaba con mucha fuerza y Marta no era capaz de contenerla.

  • ¡Marta! — gritó severa — ¿Qué estás haciendo?
  • Quiero tenerte, Mamá… — contestó Marta con voz jadeante —
  • Marta ¿realmente vas a colaborar en una violación? ¿y a tu propia madre?

Marta recapacitó un segundo y relajó su presa, seguidamente las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas y salió corriendo hacia el interior de la casa.

Yolanda se había hecho ya con el sujetador y le acariciaba los pechos a Mónica. Ésta la apartó de un manotazo y se fue a buscar a su hija.

Su búsqueda la llevó hasta el dormitorio de Yolanda. Al entrar quedó unos instantes estupefacta: la habitación estaba completamente decorada con fotos suyas, pero no fotos cualquiera: Yolanda debía haber impreso las fotos que Mónica y su marido habían mandado a la Web pornográfica y había casi empapelado la habitación con ellas, en todos los tamaños: primeros planos de su rostro o de su trasero, de su vagina y sus pechos; de cuerpo entero también; sola o con su hija Marta. Había en las paredes y enganchadas en los muebles, algunas en el techo y otras en la puerta.

Pero enseguida Mónica se fijó en algo que le preocupaba más. Su hija Marta se había acurrucado a llorar en la cama que se encontraba junto a una ventana, en una esquina de la estancia. Mónica se acercó y se sentó al filo de la cama, acarició el cabello de su hija con dulzura.

  • No llores, Marta, no ha pasado nada…
  • Es que… — dijo entre sollozos — cuando me pongo así… no se lo que hago…
  • No te preocupes, hija, no ha pasado nada, y estoy segura de que, de haber continuado la cosa, tampoco hubiera pasado.
  • Yo te estaba sujetando muy fuerte — contestó levantando la cabeza — realmente quería violarte…
  • Nunca vas a necesitar forzarme para hacerlo conmigo, hija — dijo Mónica mirando a su hija a los ojos — soy toda tuya.

Madre e hija se besaron. Comenzó como un beso tierno en la comisura de los labios, pero poco a poco se convirtió en un lascivo intercambio de saliva. El suéter de Mónica desapareció por fin, y pronto su hija estuvo saboreando sus pechos a placer.

Yolanda se encontraba en la puerta, tocándose entre las piernas mientras contemplaba el hermoso incesto.

  • Esto si que me gusta — dijo advirtiendo así de su presencia — Una mamá dándole la teta a su niña…

Mónica, que trataba de desnudar a su hija, se giró hacia Yolanda con desdén.

  • ¿Qué es esto? — quiso saber — ¿una especie de museo en mi honor?
  • Cuando dije que te deseaba ¿no me creíste? Estoy obsesionada contigo…

Yolanda se acercó hasta el filo de la cama.

  • Mira como me pone el solo hecho de verte…

Mónica estiró los brazos para palpar entre las piernas de la amante de su marido y comprobar que, realmente, estaba muy mojada.

  • Es verdad — concluyó a la vez que se llevaba a la boca los dedos que acababa de utilizar — estás muy excitada…
  • Mi sueño de follarte — continuó hablando Yolanda y también tocándose — será doblemente maravilloso si lo hago aquí, en esta habitación, rodeada de tus fotos…

Marta había terminado de lamer los pezones de su madre y se dedicaba a quitarle los pantalones. Mientras lo hacía, Yolanda bajó la cabeza para besar a Mónica. Sorprendentemente Mónica no la rechazó, por el contrario dejó que su lengua jugueteara con la suya y que sus manos buscaran los pechos nada escasos de aquella mujer.

  • Besas igual de bien que tu hija — comentó Yolanda muy excitada —
  • ¿Yo beso bien? — preguntó Marta levantando la cabeza. Como toda respuesta Yolanda se agachó y también la besó —

Los pantalones y las bragas de Mónica ya se encontraban en el suelo, hechos un barullo. Yolanda se recostó a su lado y la rodeó con el brazo por encima de los hombros, la volvió a besar, y utilizó la mano que le quedaba para hurgar entre sus piernas. Mientras, Marta aprovechó para desnudarse también, apresuradamente, presa de la mayor excitación. Enseguida se colocó al otro lado de su madre, capturando con sus muslos una pierna y con sus labios un pezón, toqueteando todo cuanto podía.

Mónica dejó un instante la boca de Yolanda para besar la de su hija. Ésta ocupó la boca entonces con sus propios dedos, empapados de todo cuanto pudiera manar de entre las piernas de Mónica. Debió saberle bien, por que lo siguiente que hizo fue bajarse de la cama para arrodillarse y, separando con los dedos los labios de la vagina de Mónica, dejar en ella suelta la lengua para que correteara como el mas desbocado de los caballos salvajes. Marta forzó que su madre se colocara de lado (sin que en ningún momento la lengua de Yolanda se separara de su clítoris), separó a conciencia las mejillas de su culo se lanzó a lamer el agujero como la propia Yolanda le había enseñado.

Mónica lanzaba la vista a las paredes de la habitación, salpicadas de fotos suyas desnuda e incluso de fotos de su hija y ella misma entregadas a las mas sucias prácticas. Eso la excitaba aún mas.

Tanto Yolanda como Marta sentían la urgencia de, mientras saboreaban las interioridades de los orificios mas sabrosos de Mónica, frotar sus propios clítoris al mismo tiempo. Mas cuando lo estaban haciendo Marta fue la que se topó con una mano extraña en su camino. Una mano que sujetó la suya y la condujo hasta otra vagina distinta de la suya. Marta correspondió a la cortesía de Yolanda haciendo lo mismo, conduciendo la mano de ésta hasta su propia entrepierna, y los dedos de la una quedaron incrustados en el orificio de la otra.

  • Hija — suspiró Mónica — nunca antes me habías chupado el culo… es delicioso…

Por respuesta Marta solamente introdujo aún mas (todo lo que pudo) la lengua en el interior del ano de su madre.

  • Se lo he enseñado yo — intervino Yolanda — se ha comido mi culo y el de su padre casi cada vez que se ha dejado caer por aquí…
  • Entonces — replicó Mónica — no eres tan mala como pensaba…

Yolanda y Marta estuvieron un largo rato en silencio lamiendo entre las piernas de Mónica, cada una en su parcela particular y tocándose (la una a la otra). Disfrutando como dos niños en un parque de atracciones. Entonces, de pronto, Yolanda abandonó su tarea para cambiar de posición. Tumbada en la cama colocó su vagina a la altura del rostro de Mónica.

  • Ahora quiero que pruebes el mío — dijo acercando su entrepierna a los labios de Mónica —
  • Si sabe tan bien como huele — Mencionó la dueña de aquellos labios — debe ser delicioso…

Mónica puso su lengua por primera vez en su vida en la vulva de Yolanda. Se llevó todos los viscosos caldos que pudo encontrar y los trago lentamente, saboreándolos con calma, luego se dedicó al clítoris: a acariciarlo con la lengua, besarlo y mordisquearlo un poco.

Mientras, Marta amplió el radio de acción de su revoltosa lengua desde el ano que estaba lamiendo hasta llegar al clítoris de su madre, pasando por el orificio por el que había venido al mundo y el perineo.

Mónica tuvo un orgasmo en el rostro de su hija, poniendo perdidas sus gafas y regando su boca, pero la muchacha continuó chupando sin parar.

  • Tienes una lengua maravillosa — comentó Yolanda — tu hija y tu tenéis unas lenguas…

Con el tiempo Mónica también tuvo un orgasmo, el suyo en la boca de Yolanda. Marta acabó por el suelo, masturbándose furiosamente.

  • ¿Quieres ver lo que le gusta a tu hija? — preguntó Yolanda —

Luego se colocó de pie, con las piernas abiertas, encima de Marta. Enseguida un chorro de orina comenzó a caer de entre sus piernas en los pechos de la muchacha. Yolanda se movió un poco, quería orinarle mas bien en la cara.

Mónica contempló todo muy excitada. Luego, cuando Yolanda terminó, la sustituyó y también comenzó a orinar apuntando en el rostro de su hija, que abría la boca y cerraba los ojos todo lo que podía.

  • Creo que te he juzgado mal — expresó Mónica mientras, dirigiéndose a Yolanda —
  • Gracias — contestó Yolanda plantándole un beso en los labios a Mónica — eres muy amable…
  • Me gustaría mucho que fueras parte de esta familia…

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