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Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 11.

en Lésbicos

La venganza

 

Al terminar la jornada laboral, Rocío pasó cerca del mostrador de recepción y se dio cuenta que Eva estaba llorando.

Lo cierto es que nunca antes se había dirigido a aquella chica más que los habituales “buenos días”  o “buenas tardes”. No eran amigas, nunca habían tenido antes una conversación.

—    No vale la pena que llores por ella — le dijo muy seria —

Eva la contempló secándose las lágrimas con un pañuelo de papel, un poco atónita de que se dirigiera a ella.

—    ¿Y tú que sabes por que lloro? Déjame en paz, tú y la otra lo habéis estropeado todo...

Rocío  no se lo pensó un momento y rodeó el mostrador para ponerse del lado en el que estaba Eva. Se le acercó cuanto pudo para que nadie más oyera sus palabras.

—    No vale la pena, en serio, nos la ha pegado a las tres... yo no te he hecho nada, ha sido ella...

—    ¡La echo tanto de menos! — exclamó entonces Eva abrazándose a su compañera de improviso —

Rocío también echaba de menos a Cristina. Echaba de menos su olor y su sabor. Echaba de menos tocarla entre las piernas, su enorme culo, estar arrodillada entre sus muslos de cerda...

—    ¿Qué te has pasado? ¿el día llorando?

—    Bueno...

—    Estás hecha un desastre, ve a lavarte la cara, anda, y no te preocupes. Yo me encargo de todo.

Lo siguiente que sucedió fue que Rocío acompañó a Eva a una cafetería cercana al trabajo. Para entonces la  muchacha ya había conseguido  dejar de llorar.

—    No te echo la culpa a ti — le dijo a Rocío — la culpa es mía, por ser tan tonta...

—    ¿No deberías echársela a Cristina? Es ella la que nos la ha pegado a las dos...

—    No parecía el tipo de persona que puede hacer una cosa así...

—    Ya, pero está tan buena...

De pronto las dos chicas recordaron el culo de Cristina mientras caminaba y se mojaron  simultáneamente.

Las dos pidieron al camarero. Vodca con tónica para Eva y una cerveza con limón para Rocío.

—    Y no se, con nosotras aún — comentó Eva — pero ¿Con Magda?

—    Yo me lo haría con Magda — contestó Rocío — tiene algo...

—    No se...

—    Fíjate en los ojos que tiene ¡Son precioso! Y además la muy guarra no lleva nunca sujetador, siempre va por ahí marcando pezones...

—    Nunca me he fijado mucho, supongo, con Cristina en la oficina ¿en que otra te vas a fijar?

—    Pues hay chicas que están muy buenas en  nuestra oficina...

—    ¿Cómo cual?

—    Águeda, la de los archivos...

—    Está un poco gorda ¿no?

—    Tiene muy buen culo y muy buenas tetas...

—    ¿Y cual más? — preguntó Eva que empezaba a notar un ardor entre las piernas —

—    Coral, la secretaria de contabilidad...

—    ¿La de los escotes? Un poco chabacana ¿no?

—    Viste un poco hortera, pero me gusta su boca... le daría un buen uso yo, a esa boca...

Rocío empezaba a  excitarse con sus propias palabras y, ahora que la miraba, no tenía ninguna duda de añadir a Eva en su lista de mujeres atractivas de la oficina.  Nunca se había fijado en ella antes, pero ahora la miraba a la cara y a las tetas y le gustaba lo que veía.

—    Nunca me hubiera imaginado que fueras  lesbiana — dijo Eva —

—    Yo tampoco lo hubiera dicho de ti...

—    Pues lo soy desde bien pequeñita...

Rocío sólo hizo una mueca inquisitiva.

—    A eso de los diez años ya sentía cositas al ver mujeres. Me gustaba una profesora...

—    ¿Ah si?  — preguntó Rocío sonriendo maliciosamente — ¿Y como era esa profesora?

—    Era más bien grandota. Me gustaban sus rodillas y sus tobillos, sus piernas eran gruesas y musculosas, me imaginaba a mi misma abrazándoselas y besándoselas...

—    Y te tocabas, supongo... — contestó Rocío con malicia —

—    Bueno... — se ruborizó Eva —  aprendí a hacerlo. Me gustaba abrazar la almohada entre las piernas y frotarme...

—    Buena dejarías la almohada...

—    En realidad, no era mi almohada...

—    ¿No lo era?

—    Verás — continuó Eva un poco cohibida — mi hermano mayor tenía un póster de Samantha Fox en su cuarto. Estaba en top less, con un bañador azul... me fascinaba...

—    ¿Samantha  Fox? — exclamó Rocío un poco sorprendida —

—    Si, ya lo se, pero entonces me excitaba mucho. Era una mujer enseñando los pechos...

—    No me digas más ¿te masturbabas con la almohada de la cama de tu hermano?

Eva se ruborizó e intentó reprimir una sonrisa, aún así los recuerdos del cuerpo de la modelo británica y las piernas de la profesora  así como aquellas primeras masturbaciones tan placenteras le hizo mojarse mientras lo contaba.

—    Si. Lo confieso. Lo hacía con la almohada de mi hermano, en su cuarto, mirando el póster de Samantha Fox y hasta plantándole algún beso en los labios o en los pechos.

—    Seguramente tu hermano se iría a dormir con unos aromas  muy agradables en esa almohada.

—    ¡Ay! ¡Calla! — explotó Eva ruborizada –

—    Seguro que le provocarías unos sueños de lo más interesantes...

—    Para, por favor... — Eva no podía contener la risa —

Rocío tomó un sorbo de su bebida mientras observaba a Eva reírse con ganas. Unos minutos antes estaba llorando. Observó lo guapa que estaba cuando  se reía. Toda la cara le cambiaba. También observó como le subía y bajaba el pecho al hacerlo y como los pezones se le transparentaban a través de la blusa.

—    Gracias por hacerme reír

Y diciendo esto Eva aproximó su mano hasta Rocío. Ésta se la aceptó y se la acarició con dulzura.

Una corriente eléctrica sacudió a ambas, desde la mano al resto del cuerpo pasando por el brazo extendido. Las dos se mojaron abundantemente y sus pezones se pusieron como piedras.

Eva propuso marcharse, no quería llegar demasiado tarde a su casa. Rocío decidió acompañarla hasta donde tenía aparcado el coche.

—    Es raro que tu y yo estemos aquí, así, hablando amigablemente — comentó Eva —

—    ¿Raro?

—    Claro, por que somos rivales, las dos queremos a la misma mujer...

—    No, no lo somos. A las dos nos ha traicionado la misma mujer, que es distinto. Magda debería estar aquí con nosotras.

—    Magda no me cae bien...

—    Pero tenemos algo en común con ella...

—    Que le gusta comerse el mismo chocho que nosotras...

Cuando llegaron al auto Eva se ofreció a acercar a Rocío a donde quisiera. Ésta aceptó.

—    La echo mucho de menos — mencionó Eva cuando ya se habían puesto en marcha — me gustaba mirarle el culo cuando caminaba...

—    A mí me gustaba meterle mano de forma grosera... — contestó Rocío — se ponía a tono enseguida...

—    Con nada que le hacías ya se mojaba...

—    Con esa carita tan inocente que tiene... y luego como folla...

—    Le vibra todo el cuerpo...

Por un instante se hizo un silencio incomodo en el coche.

—    No sé si será por la bebida — dijo Rocío de pronto — pero me estoy poniendo caliente...

—     Yo también — contestó Eva tragando saliva —

Sin mediar palabra y aprovechando un semáforo Rocío se le aproximó y le beso en los labios. Luego hizo que durara y también hizo avanzar su lengua y su mano, que fue a agarrar uno de los pechos de Eva. Luego, al cambiar el disco del semáforo, recuperó su sitio y postura.

—    Podríamos ir a mi casa — dijo Eva —

—    Pues venga.

Al entrar en casa de Eva ésta tuvo una sensación de deja vu. Se acordó del momento en el que Cristina, igualmente presa de un importante desconsuelo, le había permitido conducirla hasta ese mismo piso.

Ese mismo recuerdo la empujó a hacer las cosas de un modo diferente y, en lugar de simplemente desplomarse sobre el sofá, condujo a Rocío hasta el dormitorio.

—    ¿Un póster de Samantha  Fox? — preguntó Rocío al encenderse la luz y contemplar el mencionado que adornaba  la pared más grande del cuarto —

—    Me temo que si... — se ruborizó Eva — Se que es infantil, pero...

—    Las tiene un poco caídas...

—    No está mal... — dijo Eva sentándose en el borde de la cama y quitándose los zapatos —

—    Le faltan caderas...

—    ¡No la critiques tanto! Era mi fantasía en la niñez...

Rocío, directamente, se desabrochó la blusa dejando libres sus pequeños pechos. Eva se aproximó hasta ella y la besó.

—    Llevo toda la tarde soñando con ellas — dijo Rocío apoderándose de los pechos de Eva por encima de la ropa —

—    Pues disfrútalas...

Rocío se dejó caer contra Eva y conquistó su cuello con la lengua. Eva cerró los ojos. Su vagina se humedeció otra vez y sus manos buscaron los pequeños pechos de su compañera.

Rocío  se encargó de la blusa  de Eva, como quien pela una fruta, con la misma avidez de llegar a la pulpa. Luego le robó el sujetador para seguidamente deshacerse de él.

—    Me gustan más que las de Samantha Fox — le dijo Rocío a Eva al mismo tiempo que le sujetaba los pechos desnudos con ambas manos —

—    Deberías chupármelos...

Rocío se dispuso pues a dar cuenta con la boca de los suculentos pezones de su compañera, pero no tardó en cansarse.

—    Ya se me ha abierto el apetito ¿dónde está el plato principal?

—    ¿Qué te apetece? — preguntó Eva coqueta, con el coño cada vez más mojado y caliente —

—    Déjame abrir la nevera — contestó separándole las piernas — a ver que hay por aquí...

—    ¿La nevera? Con lo caliente que está... — rió Eva —

—    Chica, es lo primero que se me ha ocurrido...

Rocío alcanzó por entre la falda de Eva hasta sujetar sus bragas y tirar de ellas.

—    ¡Mías! — dijo cuando las tuvo en su poder. Luego las olfateó — Vas un poquito caliente ¿no, cariño?

—    ¿Cuántos dedos me vas a meter por aquí? — dijo Eva abriendo bien las piernas y mostrando su coño —

—    No sé... ¿todos?

Rocío se aproximó a devorar la caliente almejita de Eva, pero la falda le molestaba para meter la cabeza. Eva se bajó de la cama para desabrochársela.

—    Oye... — dijo mientras lo hacía —

—    ¿Qué pasa?

—    Esto... ¿no estaremos haciendo esto para vengarnos de Cristina? ¿Verdad?

—    No lo sé... puede. ¿Por qué?

—    No, por nada.

Seguidamente regresó a la cama donde abrió las piernas todo lo que pudo. El olor a coño dominaba la habitación como si un ambientador nuevo, con delicioso aroma a vagina, se hubiese derramado sobre las sábanas.

Rocío puso la cabeza entre los muslos de su compañera para dar cuenta con la lengua de tan aromático manjar y no pudo evitar recordar ciertos momentos, en los lavabos de señoras, arrodillada en el suelo y haciendo exactamente lo mismo pero con otro coño diferente. Los zumos del chocho de Eva se esparcieron por su boca y su cara y se juntaron con una lágrima furtiva procedente de uno de sus ojos.

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