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Las fotos de mamá. capitulo 11.

en Amor filial

Iván apareció en la casa de Yolanda a la hora que habían convenido por teléfono.

Ella iba vestida con una minifalda de cuero negro que mostraba sus inacabables piernas y una blusa blanca que apenas podía contener sus pechos. Por entre los botones se podía vislumbrar que no llevaba sujetador.

Iván se lanzó a besarla sin esperar una sola palabra. Mientras se juntaban sus bocas sus manos fueron a explorar la tela de cuero por encima del trasero de la chica.

—    ¡Caray! — exclamó Yolanda — yo también me alegro de verte…

—    Desde que me fui a recorrer Europa que no he pensado en otra cosa — reconoció Iván con tristeza en la voz — no sirve de nada negarlo…

Yolanda, sonriente, cerró la puerta de una patada y dejó que Iván entrara en la casa.

—    A ver como vienes… — dijo Yolanda palpando al mismo tiempo entre las piernas de Iván — ¡Caray! A eso lo llamo yo ir empalmado…

—    Ya sabes el efecto que tú causas en mí…

El salón de Yolanda era todavía un muestrario de pornografía esparcida por el mobiliario, juguetes eróticos en lugares insospechados y alguna prenda íntima tirada en el sofá.

—    Te he llamado para hablar — dijo Yolanda sentándose en el sofá y mostrando en el proceso una hectárea de muslo —

—    Pues yo he venido a follar — concluyó Iván —

—    Bueno ¿alguna vez te he dicho que no?

Yolanda se desabrochó uno de los botones de su blusa. Uno de sus pechos salió a saludar al recién llegado en todo su esplendor.

Iván se desabrochó también el botón de su pantalón. Sus calzoncillos de color azul salieron hacia fuera empujados por la tremenda erección que en vano pretendían esconder. Yolanda terminó entonces de desabrocharse la camisa. Sus pechos estaban libres por fin, para deleite de los ojos lascivos de Iván.

—    Las he echado mucho de menos — reconoció Iván —

—    Ellas a ti también — contestó Yolanda acariciándose los pezones —

Yolanda separó los muslos cuanto pudo asegurándose que Iván podía contemplar lo que la falda escondía.

—    ¿Tampoco te has puesto bragas?

—    Estoy mojando el sofá — dijo ella simplemente —

Iván entonces se acercó hasta esconder su mano por debajo de la falda.

—    Es cierto — dijo sacando la mano — estás muy mojada…

—    Ya sabes el efecto que tú causas en mí…

Iván se volvió a acercar a Yolanda, le acarició los muslos pos debajo de la falda y luego subió sus manos para abarcar ambos pechos. Pronto se dejó ayudar por boca y labios.

—    Te deseo, Yolanda, eres la mujer perfecta…

—    No digas nada — articuló Yolanda a la vez que palpaba la bragueta de Iván — que no son palabras lo que quiero…

Pronto el miembro viril de Iván estuvo también libre, al menos de la ropa, para pasar a estar prisionero de las manos de Yolanda primero y de sus labios después. Iván se dejó acostar en el sofá y chupar  con energía. La boca de Yolanda le quitaba toda la fuerza para resistirse, sentía un placer infinito en su pene, un placer que tan solo podía terminar en una explosión.

—    Yo también quiero chuparte a ti… — dijo Iván no sin cierta dificultad —

—    No. Antes te quiero dentro de mí.

Yolanda abandonó el sofá por un momento para deshacerse de la engorrosa falda. Ahora estaba completamente desnuda. A Iván se le antojaba una Venus recién nacida de la espuma del mar.

Yolanda se montó encima de Iván hasta que su miembro estuvo entero dentro de ella.

Al sentir el calor de su vagina apresando su miembro como la vaina de una espada a ésta Iván se echó a llorar. No sentía pena ninguna, lloraba de alegría, era completamente feliz, y en cuanto a Yolanda, se movía de tal forma que parecía cabalgar un toro mecánico. Con un grito irreprimible Iván tuvo un orgasmo eyaculando en las entrañas de Yolanda.

—    Ahora — dijo Yolanda dándose prisa por cambiar de posición — ahora me lo vas a chupar…

Yolanda colocó su vagina en la boca de Iván. Estaba caliente y húmeda. A los propios jugos de Yolanda había que sumar la polución del propio Iván que se vertía en su boca a cada lamida. Lejos de asquearse Iván lo disfrutaba, no era la primera vez que engullía el semen de un hombre, ni tampoco la primera que tragaba el suyo propio servido en el cuerpo de Yolanda, ya fuera en su vagina, en su boca o directamente de su ano.

Pero por si eso no fuera suficiente, las lamidas de Iván acabaron provocando otra polución directamente a su boca. Ésta vez fue Yolanda la autora, aunque la suya fue bastante mas abundante y violenta y empapó, no solo la boca de Iván, sino también su rostro y buena parte del sofá.

—    Que bueno… — sentenció Yolanda desplomándose en el sofá por encima del cuerpo de Iván —

—    Yo todavía tengo ganas — dijo él — ¿Por qué no me metes uno de esos consoladores que tienes por ahí en el culo?

—    ¿No quieres ver mi colección de pornografía?

—    No — contestó Iván — pudiendo verte a ti, no hay pornografía que se pueda comparar…

—    ¿Apuestas algo? Tengo algo especialmente bueno que seguramente no has visto…

—    Lo dudo mucho…

Yolanda se incorporó y se encaminó a otro lugar de su apartamento. Unos segundos después Iván se decidió a seguirla.

La persecución terminó frente a un ordenador.

—    Quiero que veas unas fotos geniales — comenzó Yolanda — son de una puta sensacional…

Iván esperó a que Yolanda abriera el archivo. Conocía muy bien esas fotos por que las había contemplado  antes y se había masturbado con ellas, eran las fotos de su madre que su hermano Sergio le había enseñado.

—    Son fotos de mi madre — dijo algo contrariado — ¿Por qué las tienes tú?

—    ¿Te molesta? ¿no te gustan?

—    No… si… claro que me gustan, tú sabes lo que me gustaría hacerle a mi madre — decía Iván — pero ¿Qué haces tú con ellas? ¿Cómo las has conseguido?

—    Tu padre — reconoció Yolanda — él me las enseñó…

—    ¿Mi padre?

—    Esto es lo que tenía que decirte, Iván, por eso te llamé.

Media hora más tarde, Iván irrumpía en la habitación de su hermana, furioso. Su padre estaba penetrando  a su hermana, su madre y su hermano miraban y se masturbaban con sendos consoladores.

      — ¡Cerdo hijo de puta!

—    Pero hijo ¿Qué estás diciendo? — dijo Mónica dirigiéndose a Iván muy sorprendida —

—    Cállate, mamá — contestó Sergio ceñudo — no sabes de lo que estás hablando…

El padre de Iván, sin decir una palabra, sacó el miembro de entre las piernas de su hija. Su erección disminuía por momentos. Sergio, confuso, aprovechó para quitarse el juguete que llevaba encajado detrás. Su madre apenas notaba  que tenía el suyo todavía puesto.

—    Iván — continuó Mónica — tu padre está haciendo lo mismo que tú y Sergio con Marta… con su pleno consentimiento ¿a que vienen esas palabras?

—    No lo estoy diciendo por lo que estáis haciendo aquí y ahora — contestó Iván — hay algo que tú no sabes…

—     Hijo — replicó su padre con un nudo en la garganta — ¿seguro que quieres hacer esto?

—    Lo que tu no sabes, Mamá, es que tu marido te ha estado siendo infiel durante esté último año y medio.

Mónica contempló a su marido llena de sorpresa. Quería averiguar que había de verdad en aquellas palabras.

—    Pero nunca dirías con quien ha estado siéndote infiel — continuó Sergio — ¿te suena de algo el nombre de Yolanda?

Mónica tuvo un espasmo al oír el nombre de la ex novia de su hijo mayor. Marta no tuvo una reacción diferente y Sergio no fue la excepción. Con la boca abierta y unos ojos desencajados por la sorpresa los tres miraron fijamente al cabeza de familia intentando encontrar una respuesta.

—    He pasado buena parte de la noche con ella — continuó Iván — no me la podía quitar de la cabeza y fui a verla, quería hacerle el amor mas que ninguna otra cosa en el mundo. Ella me ha contado por fin quien era su amante. El hombre por el cual  he estado viajando sin rumbo por Europa este último año y medio. Mi propio padre.

—    Hijo — consiguió decir el acusado — no es lo que piensas, no es algo que planeara…

—    ¿No? Eso no es lo mismo que me ha contado Yolanda…

—    Dime que tu hijo está mintiendo — dijo Mónica muy severa — que a la hora de ponerme cuernos no elegiste, nada menos, que a la mujer que mas daño le iba a hacer a tu hijo que te tiraras…

—    ¡Yo no quiero escuchar esto! — gritó Marta y salió corriendo de la habitación —

—    ¡Marta! — dijo Sergio saliendo tras ella —

Por toda respuesta el cabeza de familia también abandonó la habitación, dejando a Iván y a su madre a solas.

Mónica contempló un instante a su hijo y luego se acercó a él para dejarse abrazar. El abrazo era una muestra de cariño maternal, pero Mónica estaba desnuda y con un vibrador conectado entre las piernas.

—    Mamá, no tenía ni idea de que Sergio, Marta y tu…

—    Sergio me contó lo vuestro y lo de Marta y una cosa llevó a la otra…

—    Mamá, tenemos que hablar, todavía hay mas cosas que contar …

—    Ahora no hijo — contestó Mónica — ahora no.

—    Mamá — interrumpió Iván — llevas algo metido ahí…

Mónica se separó de su hijo y abrió las piernas para sacarse de dentro el juguete que no cesaba de vibrar y de girar sobre si mismo.

—    ¿Cómo ha podido tu padre hacer una cosa así? — dijo Mónica con el vibrador en la mano —

—    No lo se Mamá — contestó Iván apenado — siempre quise saber con quien me la había jugado Yolanda. Ahora que lo se me gustaría no haberlo averiguado.

Mientras tanto, Sergio había interceptado a Marta en el salón. Tumbada en el sofá, con la cara entre las manos, lloraba desconsolada. Sergio le acarició el cabello y le dio un beso en el hombro.

—    Esto no está pasando — dijo Marta muy afectada — todo era perfecto, la familia estaba unida, todos me deseabais, estaba haciéndolo con Papá, como siempre había deseado… Papá… ¿Cómo ha podido ocurrir?

—    Tiene que ser un error… — contestó Sergio — Papá no le haría algo así a Iván ¿no?

Marta silenció a su hermano enseguida dándole un beso en los labios. Los dos se quedaron mirando el uno al otro, como si se hubieran acabado de conocer.

—    Fóllame Sergio — dijo Marta de pronto — necesito que me eches un buen polvo…

—    Te quiero, Marta…

Seguidamente Marta separó bien los muslos. Sergio se masajeó el pene, que ya tenía semirígido y cuando consiguió la firmeza deseada lo introdujo de un golpe en la vagina de su hermana. Los dos lloraban a la vez que se entregaban al incesto.

Ese fue el día en el que el padre de Iván se fue para no volver.

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Iván apareció en la casa de Yolanda a la hora que habían convenido por teléfono.

Ella iba vestida con una minifalda de cuero negro que mostraba sus inacabables piernas y una blusa blanca que apenas podía contener sus pechos. Por entre los botones se podía vislumbrar que no llevaba sujetador.

Iván se lanzó a besarla sin esperar una sola palabra. Mientras se juntaban sus bocas sus manos fueron a explorar la tela de cuero por encima del trasero de la chica.

—    ¡Caray! — exclamó Yolanda — yo también me alegro de verte…

—    Desde que me fui a recorrer Europa que no he pensado en otra cosa — reconoció Iván con tristeza en la voz — no sirve de nada negarlo…

Yolanda, sonriente, cerró la puerta de una patada y dejó que Iván entrara en la casa.

—    A ver como vienes… — dijo Yolanda palpando al mismo tiempo entre las piernas de Iván — ¡Caray! A eso lo llamo yo ir empalmado…

—    Ya sabes el efecto que tú causas en mí…

El salón de Yolanda era todavía un muestrario de pornografía esparcida por el mobiliario, juguetes eróticos en lugares insospechados y alguna prenda íntima tirada en el sofá.

—    Te he llamado para hablar — dijo Yolanda sentándose en el sofá y mostrando en el proceso una hectárea de muslo —

—    Pues yo he venido a follar — concluyó Iván —

—    Bueno ¿alguna vez te he dicho que no?

Yolanda se desabrochó uno de los botones de su blusa. Uno de sus pechos salió a saludar al recién llegado en todo su esplendor.

Iván se desabrochó también el botón de su pantalón. Sus calzoncillos de color azul salieron hacia fuera empujados por la tremenda erección que en vano pretendían esconder. Yolanda terminó entonces de desabrocharse la camisa. Sus pechos estaban libres por fin, para deleite de los ojos lascivos de Iván.

—    Las he echado mucho de menos — reconoció Iván —

—    Ellas a ti también — contestó Yolanda acariciándose los pezones —

Yolanda separó los muslos cuanto pudo asegurándose que Iván podía contemplar lo que la falda escondía.

—    ¿Tampoco te has puesto bragas?

—    Estoy mojando el sofá — dijo ella simplemente —

Iván entonces se acercó hasta esconder su mano por debajo de la falda.

—    Es cierto — dijo sacando la mano — estás muy mojada…

—    Ya sabes el efecto que tú causas en mí…

Iván se volvió a acercar a Yolanda, le acarició los muslos pos debajo de la falda y luego subió sus manos para abarcar ambos pechos. Pronto se dejó ayudar por boca y labios.

—    Te deseo, Yolanda, eres la mujer perfecta…

—    No digas nada — articuló Yolanda a la vez que palpaba la bragueta de Iván — que no son palabras lo que quiero…

Pronto el miembro viril de Iván estuvo también libre, al menos de la ropa, para pasar a estar prisionero de las manos de Yolanda primero y de sus labios después. Iván se dejó acostar en el sofá y chupar  con energía. La boca de Yolanda le quitaba toda la fuerza para resistirse, sentía un placer infinito en su pene, un placer que tan solo podía terminar en una explosión.

—    Yo también quiero chuparte a ti… — dijo Iván no sin cierta dificultad —

—    No. Antes te quiero dentro de mí.

Yolanda abandonó el sofá por un momento para deshacerse de la engorrosa falda. Ahora estaba completamente desnuda. A Iván se le antojaba una Venus recién nacida de la espuma del mar.

Yolanda se montó encima de Iván hasta que su miembro estuvo entero dentro de ella.

Al sentir el calor de su vagina apresando su miembro como la vaina de una espada a ésta Iván se echó a llorar. No sentía pena ninguna, lloraba de alegría, era completamente feliz, y en cuanto a Yolanda, se movía de tal forma que parecía cabalgar un toro mecánico. Con un grito irreprimible Iván tuvo un orgasmo eyaculando en las entrañas de Yolanda.

—    Ahora — dijo Yolanda dándose prisa por cambiar de posición — ahora me lo vas a chupar…

Yolanda colocó su vagina en la boca de Iván. Estaba caliente y húmeda. A los propios jugos de Yolanda había que sumar la polución del propio Iván que se vertía en su boca a cada lamida. Lejos de asquearse Iván lo disfrutaba, no era la primera vez que engullía el semen de un hombre, ni tampoco la primera que tragaba el suyo propio servido en el cuerpo de Yolanda, ya fuera en su vagina, en su boca o directamente de su ano.

Pero por si eso no fuera suficiente, las lamidas de Iván acabaron provocando otra polución directamente a su boca. Ésta vez fue Yolanda la autora, aunque la suya fue bastante mas abundante y violenta y empapó, no solo la boca de Iván, sino también su rostro y buena parte del sofá.

—    Que bueno… — sentenció Yolanda desplomándose en el sofá por encima del cuerpo de Iván —

—    Yo todavía tengo ganas — dijo él — ¿Por qué no me metes uno de esos consoladores que tienes por ahí en el culo?

—    ¿No quieres ver mi colección de pornografía?

—    No — contestó Iván — pudiendo verte a ti, no hay pornografía que se pueda comparar…

—    ¿Apuestas algo? Tengo algo especialmente bueno que seguramente no has visto…

—    Lo dudo mucho…

Yolanda se incorporó y se encaminó a otro lugar de su apartamento. Unos segundos después Iván se decidió a seguirla.

La persecución terminó frente a un ordenador.

—    Quiero que veas unas fotos geniales — comenzó Yolanda — son de una puta sensacional…

Iván esperó a que Yolanda abriera el archivo. Conocía muy bien esas fotos por que las había contemplado  antes y se había masturbado con ellas, eran las fotos de su madre que su hermano Sergio le había enseñado.

—    Son fotos de mi madre — dijo algo contrariado — ¿Por qué las tienes tú?

—    ¿Te molesta? ¿no te gustan?

—    No… si… claro que me gustan, tú sabes lo que me gustaría hacerle a mi madre — decía Iván — pero ¿Qué haces tú con ellas? ¿Cómo las has conseguido?

—    Tu padre — reconoció Yolanda — él me las enseñó…

—    ¿Mi padre?

—    Esto es lo que tenía que decirte, Iván, por eso te llamé.

Media hora más tarde, Iván irrumpía en la habitación de su hermana, furioso. Su padre estaba penetrando  a su hermana, su madre y su hermano miraban y se masturbaban con sendos consoladores.

      — ¡Cerdo hijo de puta!

—    Pero hijo ¿Qué estás diciendo? — dijo Mónica dirigiéndose a Iván muy sorprendida —

—    Cállate, mamá — contestó Sergio ceñudo — no sabes de lo que estás hablando…

El padre de Iván, sin decir una palabra, sacó el miembro de entre las piernas de su hija. Su erección disminuía por momentos. Sergio, confuso, aprovechó para quitarse el juguete que llevaba encajado detrás. Su madre apenas notaba  que tenía el suyo todavía puesto.

—    Iván — continuó Mónica — tu padre está haciendo lo mismo que tú y Sergio con Marta… con su pleno consentimiento ¿a que vienen esas palabras?

—    No lo estoy diciendo por lo que estáis haciendo aquí y ahora — contestó Iván — hay algo que tú no sabes…

—     Hijo — replicó su padre con un nudo en la garganta — ¿seguro que quieres hacer esto?

—    Lo que tu no sabes, Mamá, es que tu marido te ha estado siendo infiel durante esté último año y medio.

Mónica contempló a su marido llena de sorpresa. Quería averiguar que había de verdad en aquellas palabras.

—    Pero nunca dirías con quien ha estado siéndote infiel — continuó Sergio — ¿te suena de algo el nombre de Yolanda?

Mónica tuvo un espasmo al oír el nombre de la ex novia de su hijo mayor. Marta no tuvo una reacción diferente y Sergio no fue la excepción. Con la boca abierta y unos ojos desencajados por la sorpresa los tres miraron fijamente al cabeza de familia intentando encontrar una respuesta.

—    He pasado buena parte de la noche con ella — continuó Iván — no me la podía quitar de la cabeza y fui a verla, quería hacerle el amor mas que ninguna otra cosa en el mundo. Ella me ha contado por fin quien era su amante. El hombre por el cual  he estado viajando sin rumbo por Europa este último año y medio. Mi propio padre.

—    Hijo — consiguió decir el acusado — no es lo que piensas, no es algo que planeara…

—    ¿No? Eso no es lo mismo que me ha contado Yolanda…

—    Dime que tu hijo está mintiendo — dijo Mónica muy severa — que a la hora de ponerme cuernos no elegiste, nada menos, que a la mujer que mas daño le iba a hacer a tu hijo que te tiraras…

—    ¡Yo no quiero escuchar esto! — gritó Marta y salió corriendo de la habitación —

—    ¡Marta! — dijo Sergio saliendo tras ella —

Por toda respuesta el cabeza de familia también abandonó la habitación, dejando a Iván y a su madre a solas.

Mónica contempló un instante a su hijo y luego se acercó a él para dejarse abrazar. El abrazo era una muestra de cariño maternal, pero Mónica estaba desnuda y con un vibrador conectado entre las piernas.

—    Mamá, no tenía ni idea de que Sergio, Marta y tu…

—    Sergio me contó lo vuestro y lo de Marta y una cosa llevó a la otra…

—    Mamá, tenemos que hablar, todavía hay mas cosas que contar …

—    Ahora no hijo — contestó Mónica — ahora no.

—    Mamá — interrumpió Iván — llevas algo metido ahí…

Mónica se separó de su hijo y abrió las piernas para sacarse de dentro el juguete que no cesaba de vibrar y de girar sobre si mismo.

—    ¿Cómo ha podido tu padre hacer una cosa así? — dijo Mónica con el vibrador en la mano —

—    No lo se Mamá — contestó Iván apenado — siempre quise saber con quien me la había jugado Yolanda. Ahora que lo se me gustaría no haberlo averiguado.

Mientras tanto, Sergio había interceptado a Marta en el salón. Tumbada en el sofá, con la cara entre las manos, lloraba desconsolada. Sergio le acarició el cabello y le dio un beso en el hombro.

—    Esto no está pasando — dijo Marta muy afectada — todo era perfecto, la familia estaba unida, todos me deseabais, estaba haciéndolo con Papá, como siempre había deseado… Papá… ¿Cómo ha podido ocurrir?

—    Tiene que ser un error… — contestó Sergio — Papá no le haría algo así a Iván ¿no?

Marta silenció a su hermano enseguida dándole un beso en los labios. Los dos se quedaron mirando el uno al otro, como si se hubieran acabado de conocer.

—    Fóllame Sergio — dijo Marta de pronto — necesito que me eches un buen polvo…

—    Te quiero, Marta…

Seguidamente Marta separó bien los muslos. Sergio se masajeó el pene, que ya tenía semirígido y cuando consiguió la firmeza deseada lo introdujo de un golpe en la vagina de su hermana. Los dos lloraban a la vez que se entregaban al incesto.

Ese fue el día en el que el padre de Iván se fue para no volver.

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