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Los Agentes del Ojo (32)

en Grandes Series

El palacio imperial de Gehena estaba construido sobre una base en forma de cruz y rodeado por una muralla circular. Los cuatro pabellones se situaban cada uno de ellos orientados hacia los cuatro puntos cardinales y al final de cada uno se erguía un prominente torreón y lo mismo ocurría en el cruce de las aspas que dibujaban los pabellones sólo que bastante más grande.

Entonces el pabellón sur comenzó a desmoronarse.

Su estructura se hundió comenzando por la mitad. Uno de los pisos superiores se desplomó y arrastró con su peso a los que tenía debajo precipitando toda la estructura en una mortífera avalancha de piedra y mortero.

Diana Dywane sintió el suelo temblar bajo sus pies como si se tratara de un terremoto y de pronto la pared que tenía a su derecha se desplomó por completo cayendo al vacío.

La sala del trono se encontraba en la parte más exterior del ala sur, de modo que el derrumbe tan solo se llevó consigo un muro. Aún así la estructura parecía temblar y de un momento a otro la habitación en la que se encontraban podía venirse abajo.

Mientras Joe Ryder avanzaba por el túnel con su singular montura y en compañía de Grace, la tierra tembló y el mismo techo de la gruta en la que se encontraban empezó a hundirse. Haciendo uso de la experiencia de años de aventuras Ryder sujetó a la mujer por la cintura y saltó hacia un pozo cercano. El techo no tardó en desplomarse del todo y los escombros sepultaron al dragón, pero Ryder y su acompañante se encontraban a salvo.

Moloch, ante la estupefacción de Diana Dywane, se abalanzó tan deprisa como pudo para tratar de quitarle el cucharón mágico de las manos. Afortunadamente ésta se dio cuenta, y el mismo gesto de apartarse le sirvió para estrujar la cuchara de rubí entre las manos. Moloch se desplomó de dolor de forma inmediata, encogido sobre si mismo y chillando.

¡Por favor, para! ¡te lo suplico! ¡No lo soporto!

¿he oído bien? — preguntó Dywane sin dejar de retorcer el utensilio — ¿me suplicas? Esto es una sensible mejora…

Dywane colocó de nuevo el artilugio en su posición original, haciendo que cesara el dolor. Moloch continuó en el suelo, recuperándose.

Bien… — dijo Dywane buscando algo en el zurrón que contenía sus cosas — me ha costado mi tiempo darme cuenta de que sois, al fin y al cabo, criaturas sobrenaturales como cualquier otra. Mi error fue pensar en vosotros como seres de otra dimensión y ya está, cuando es evidente que sois algo más…

Dywane sacó una tiza de color rojo del zurrón y se dispuso a dibujar un círculo en el suelo alrededor de Moloch.

… y tenéis que obedecer las mismas reglas que el resto de seres sobrenaturales…

Este círculo no me retendrá mucho tiempo — gruñó Moloch — parece ser que el palacio se está desmoronando. Cuando se rompa el suelo quedaré libre…

No tan deprisa, amigo. Tengo muchas preguntas que hacerte y no me voy a arriesgar a que te escapes antes de hacértelas. Así que, mientras la estructura aguante tú te quedas aquí. Obligado a responder a mis preguntas y sin poder salir.

Pagarás por esto…

Para empezar, ¿Qué mundo es este? ¿Cuál es su nombre? ¿En que planeta estamos?

Este mundo es Gehena — contestó Moloch con un tono inseguro —

Ya pero ¿ese no es el nombre de tu reino? ¿Cómo se llama tu mundo? ¿Cuántos reyes hay en este planeta?

El mundo y mi reino se llaman Gehena… no entiendo lo que me preguntas…

¿No sabes la diferencia que hay entre tu mundo y tu reino? — preguntó Dywane asombrada — ¿Sabes lo que es un continente? ¿lo que es un país?

Lo se, pero no entiendo lo que me preguntas. Nunca había pensado en ello…

Haber — dijo Dywane masajeándose las sienes — ¿Cuántos reyes hay en tu mundo? ¿Cuántos países?

No hay más rey aquí que yo…

¿Y antes de que tu lo fueras? ¿hubo algún otro rey?

Moloch simplemente no podía encontrar las palabras. No podía entender lo que se le preguntaba, no dijo nada.

Esto es muy interesante — añadió Diana Dywane — no tienes pasado ni tienes conocimiento de que haya algo más aparte de tu reino y tu…

Se que hay más reinos aparte del mío — dijo Moloch con firmeza —

¿De verdad? ¿Y donde están?

Hay un número infinito de mundos más allá de este plano de la existencia…

Eso ya lo se, maldición ¿pero como lo sabes tu?

Mi especie, mi pueblo, conoce muy bien esa verdad.

Dywane echó un vistazo por el hueco de la pared. Se podía ver el patio del palacio, repleto de especies vegetales imposibles. No sabía lo que ocurría, pero si que disponía de muy poco tiempo para averiguar lo que quería saber, por que o bien se acababa de desplomar la estructura, o alguien llegaba para auxiliar a su rey.

De acuerdo, dejemos todo esto por un momento. Ahora dime ¿Por qué has entrado en nuestro mundo? ¿Por qué habéis secuestrado gente y mandado un habitante monstruoso a que cometa violaciones y crímenes?

Supongo que te refieres a Kalamó, no lo mandé yo, lo hizo mi hija al parecer, y sin consultarme.

Eso explica muchas cosas…

Pero el portal lo abrieron mis hechiceros…

¿Por qué? — insistió Dywane furiosa —

Por que mi esposa Grace fue asesinada. La magia no sirve para devolver a la vida a un ser querido, pero yo sabía que en algún lugar en algún plano de la existencia una Grace viva y como la recuerdo estaba esperándome, sólo tenía que descubrir cual era e ir a buscarla.

Dywane sintió tentaciones de estrujar con todas sus fuerzas el cucharón mágico.

¿eso es todo? — dijo con rudeza — ¿todo esto lo has montado para recuperar a tu mujer? ¿no podías, no se, superarlo como hace todo el mundo? ¿tenias que dedicarte a secuestrar, raptar y violar a gente inocente?

¿Superarlo? Nunca habrá nadie como mi Grace — exclamó Moloch con una voz llena de angustia — nunca nadie será tan depravada y cruel como ella ¡La echo tanto de menos!

¿y cual era el plan? ¿abrir el portal y esperar que entrara?

No. Descubrimos el mundo paralelo en el que se encontraba la doble de mi Grace y abrimos el portal en el lugar más cercano a donde ella se encuentra. La ciudad de los canales.

Ámsterdam.

Primero quise reconocer el terreno, por eso fuimos capturando a los habitantes de tu mundo que se perdían y entraban por el puente entre realidades, los interrogábamos y sacábamos conclusiones…

Ya veo…

Al final, dimos con uno que la había visto y elaboramos un plan para recuperarla, para traerla aquí…

Es una historia muy bonita, pero no me cuadra con los ejércitos que he visto cruzar hacia mi mundo por el puente entre realidades.

Eso — dijo Moloch con una malvada sonrisa — es simplemente nuestra forma de hacer las cosas. Mientras hablamos mi hijo Nisroc debe haber arrasado ya la ciudad de los canales y estará a punto de llegar con mi Grace.

El agujero del techo de la gruta dejaba entrar la luz del día incluso desde el agujero en el que se encontraban Ryder y Grace.

A su alrededor habían caído una buena cantidad de escombros, pero afortunadamente ninguno de ellos había taponado la salida.

Creo que me he torcido el tobillo — dijo Grace — me duele el pie al apoyarlo en el suelo…

¿te has torcido el tobillo? Pues estás de suerte… podrías haberte quedado aplastada por una avalancha de piedra…

Gracias — dijo Grace — me has salvado la vida…

Ya te dije que venir conmigo era peligroso. Deberías haberme hecho caso.

No, quiero ver el mundo de mis sueños.

Este no es el mundo de tus sueños, este es un mundo lleno de violencia y crueldad donde seguramente te trataran como un objeto en lugar de cómo a una persona…

Ya estoy acostumbrada…

Ryder se quedó mirando inquisitivamente a su acompañante. No entendía lo que significaba aquel comentario. Era bien extraña aquella mujer.

Soy prostituta en le barrio Rojo — dijo Grace — prostituta de lujo…

¡Vaya! — se encogió de hombros Ryder — que tremendamente típico. Como si en Ámsterdam no hubiera otra cosa que prostitutas…

Todos los días me convierto en un objeto para el placer de los demás — comenzó a decir Grace con una voz jadeante — ni te creerías las cosas que he llegado a hacer…

¿estás segura?

Me han meado en la boca y he comido excrementos del culo de tipos sucios y grasientos… me han dado por el culo varios tipos en una noche, uno detrás de otro, sin dejarme descansar un minuto… han acabado en mi cara, me han pegado…

Muy bien ¿y por que no lo dejas?

Pero en mis sueños es diferente. En mis sueños soy yo la que trata a los demás como a objetos. En mis sueños soy yo la que se dedica torturar ya vejar, la que disfruta violando y orinando en la cara de mis esclavos…

Seguidamente Grace fue incapaz de reprimir una carcajada nerviosa y enloquecida que terminó de despejar las dudas de Ryder sobre si estaba en sus cabales o no. Aún así, su instinto le decía que había algo muy importante en aquella chica, algo muy especial en lo que estaba contando, y no podía saberlo por que le faltaban muchas piezas del rompecabezas.

Una multitud se acercó hasta las ruinas de lo que había sido el pabellón sur: Soldados, sirvientes, cortesanos… cualquier habitante del palacio que se encontrara cerca. Se podía ver algún cadáver entre los escombros, algún brazo saliendo entre los fragmentos de piedra o una cabeza aplastada entre dos vigas.

De repente, algo surgió de entre las ruinas como si acabara de explotar un barreno. Cuando se asentó el polvo, la figura de John Henry emergió de entre la piedra y la grava. Amenazante y soberbia como nunca.

Muchos de los soldados que habían acudido habían sobrevivido a la lucha contra el coloso de ébano. Muchos habían perdido a amigos y conocidos a las manos de John. Los que no eran soldados habían tenido tiempo de escuchar las historias que estos habían contado al regresar de la batalla, el servicio sabía que el rey mismo había ordenado cuidar a aquel guerrero invencible y que dormía placidamente en una de las cámaras más lujosas del palacio.

Al verle surgir de las ruinas del orgulloso palacio todos salieron corriendo dominados por el pánico. Nadie quería probar si las historias eran ciertas, nadie quería cobrarse una justa venganza por los amigos perdidos, nadie quería permanecer más de lo necesario en las proximidades de aquel ser invencible.

De improviso un grito terrible llamó la atención del muchacho por encima de otras consideraciones. El alarido provenía de arriba, en la parte del pabellón sur que aún quedaba en pie. Una pared se había desmoronado dejando a la vista cierta sala. En ella, Diana Dywane castigaba al hombre que había ordenado asesinar a toda una ciudad doblando sin descanso cierto cucharón mágico.

El dolor debía de ser insoportable a juzgar por los gritos.

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