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Los Agentes del Ojo (5)

en Grandes Series

Por supuesto que me gusta Glenn Miller, profesor — dijo Ryder dándole un golpecito amistoso en el hombro al gorila —

Pero llámame Julius, por favor...

Un monovolumen de color negro les había recogido en el aeropuerto de Londres. Habían pasado algunos días desde el reclutamiento del profesor en Sudamérica. Dywane parecía nerviosa.

Profesor, ahora visitaremos nuestras instalaciones principales en Londres. El señor Ryder ya las conoce. Una vez puestos al día nos ocuparemos de los problemas que han ido surgiendo.

¿Por qué no nos tutea? — preguntó el Profesor Traknor en voz baja a su compañero —

Ella lo llama "ser profesional" creo que quiere mantener las distancias y no confraternizar con sus asociados.

Pues a mi no me importaría "confraternizar" con ella — reconoció el gorila —

Ni a mí. Pero es más seca que la suela de un zapato.

Le quedaba mejor la camiseta que esa americana que lleva ahora...

Las mujeres modernas...

Al poco rato el coche llegó hasta el edificio antiguo de Westminster. Antes de bajar, el profesor Traknor se disfrazó de una forma que ya había usado antes: un abrigo negro que le cubría todo el cuerpo, un sombrero cuya ala se inclinaba hacia abajo, guantes de piel, gafas oscuras y un foulard cubriéndole cuello, boca y casi la nariz. Había que fijarse mucho para adivinar algo no humano en esa cara.

¿No tiene calor con todo eso? — preguntó Ryder —

Como si estuviera metido en un horno — reconoció el gorila —

Profesor, ya le he comentado por el camino — Dijo Dywane mientras bajaban del coche y se aventuraban al interior del edificio — lo de la invasión de la otra realidad y lo del espécimen capturado...

Así es, y estoy deseando verlo...

Lo que no le he comentado es que, mientras nosotros hacíamos escala en Guatemala, la criatura ha conseguido escaparse.

¿Cómo? — exclamó Ryder con más miedo que sorpresa, ya que él había podido ver a esa criatura y sabía las cosas que le gustaba hacer —

Entonces ¿no tiene usted nada que mostrarme? — preguntó el Profesor molesto — disculpe mi tono pero esto se parece cada vez más a una mentira piadosa urdida para sacarme de mi retiro ¿con que propósito? Supongo que no voy a tardar en averiguarlo...

Le aseguro, profesor, que todo es cierto — intervino Ryder — yo mismo he visto esa criatura...

Tal vez sea usted también parte de esta mentira...

Profesor — concluyó Dywane al tiempo que empujaba al guardia de seguridad para indicarle que no se iban a detener — no tengo tiempo para sus dudas ridículas. Lamentablemente para este mundo no le he mentido, y creo que podrá comprobarlo en el transcurso del día de hoy.

Los tres se encaminaron hacia el ascensor y, tras el uso de la llave especial de Dywane, descendieron veinte pisos bajo el nivel de la calle.

Las cosas no estaban exactamente como Ryder las recordara. Algo había causado una importante destrucción en las estanterías y en las mesas de trabajo. Algunos trabajadores recogían como podían fragmentos de objetos irrecuperables e intentaban catalogarlos colocándolos en bolsas de plástico trasparente. Dywane se acercó a un hombre que daba instrucciones a los demás.

Buenos días Trevor, acabo de llegar...

Hola, Diana ¿cómo ha ido todo?

¿A él le tutea? — dijo Ryder dando un codazo al Profesor —

¿Por qué a él le tutea y a nosotros no? — preguntó este a su vez —

Trevor, estos son Joe Ryder y el profesor Traknor —

Encantado — dijo Ryder extendiendo la mano para estrechársela —

Es un placer — dijo el Profesor haciendo lo mismo al tiempo que se quitaba el foulard y las gafas —

Trevor Johnston es el director de nuestra sede en Londres — terminó Dywane las presentaciones —

Acompáñenme, si son tan amables...

Trevor les condujo por el mismo camino que hiciera Ryder junto a Dywane cuando le mostró la sede. Pero en esta ocasión el camino estaba sembrado de destrucción. Muchas estanterías estaban quebradas y los objetos que las contenían hechos pedazos dispersos por el suelo. Era difícil reconocer la diferencia entre los objetos curiosos destrozados y los trozos de mesas, lámparas y taburetes.

La criatura ha demostrado tener mucha más fuerza física de lo que las pruebas revelaron en su momento. Ha sido capaz de destrozar las paredes de la celda en la que estaba confinado, tanto la barrera de vidrio como la de metal, y luego la puerta de la cámara acorazada...

Al llegar a la habitación con la puerta de cámara acorazada pudieron ver un enorme boquete que mostraba el metal doblado y deformado de dentro a afuera.

Después se abrió paso por toda la planta y subió escalando por el hueco del ascensor hasta la calle, donde se dio a la fuga.

¿Bajas? — preguntó Dywane sin dejar de mirar adelante —

Hay siete heridos y dos cadáveres. Al parecer se pusieron en su camino y la bestia los destrozó como a la puerta.

¿Funciona el micro receptor? — dijo Dywane apretando los dientes —

Lo seguimos un tiempo hasta dar con él en la estación de metro de Picadilli, pero allí presentó batalla e hirió a casi todos los efectivos desplegados. Luego se adentró en los túneles. Lo perdimos. Estamos triangulando de nuevo su posición. Creemos que tendremos los resultados definitivos en menos de dos horas.

¿Qué es eso del micro receptor? — preguntó Ryder —

Cuando lo capturamos — explicó Dywane a la vez que les conducía de nuevo en dirección al ascensor — no nos limitamos a retenerlo. Le hicimos todo tipo de pruebas e incluso le extrajimos muestras de sangre y de tejido. También le inyectamos un microprocesador que emite una señal de radio que podemos rastrear.

Dywane y los demás entraron en el ascensor acompañados del tal Trevor. Esta vez subieron, llegando diez pisos sobre el nivel del suelo.

La parte de arriba del inmueble tenía el aspecto de un edificio de oficinas corriente. Todo eran despachos de funcionario, sin lujos ni decoración, y al fondo del todo estaba el de Diana Dywane.

El suyo si era lujoso, se parecía mucho más al de un abogado de alta minuta: muebles de madera, ventana con vistas, cortinas, un mueble bar...

Bueno, como ven tenemos una crisis — dijo Dywane acomodándose tras su mesa — pero necesito de ustedes dos que vayan a reclutar a los dos últimos individuos que necesitamos para esta misión...

¿Y el monstruo que se ha escapado que? — preguntó Ryder hosco —

Tenemos equipos especialmente entrenados para eso...

Si, ya nos lo ha contado su amigo Trevor — dijo entonces el gorila — según parece se han enfrentado a la criatura y han acabado todos en cuidados intensivos...

Bueno, en cuidados intensivos no todos — puntualizó Trevor —

Era sólo una forma de abordar el tema — aclaró —

¿Qué pueden hacer ustedes que no haya hecho ya el equipo de campo?

Diana — dijo Ryder que empezaba a perder la paciencia — ¿para qué me ha reclutado? ¿Para que le ayude a buscar personas por todo el globo? Usted sabe que yo no soy un tipo corriente, puedo enfrentarme a bastante más que un ser como ese...

¿Cómo se enfrentó a ese chico Henry? Creo recordar que salió muy mal parado de aquello...

No conocía el poder del muchacho, ahora que lo conozco sería diferente...

Señorita Dywane, creo que mi amigo Joe tiene razón, nosotros podemos conseguir resultados que sus hombres no.

¡Está bien, está bien! — exclamó Dywane perdiendo la paciencia — pero sólo para que se vayan familiarizando con el tema que nos preocupa... es posible que cuando conozcan en serio a esa criatura empiecen a dejar de comportarse como si estuvieran de vacaciones...

Dywane llamó por teléfono y en unos minutos un hombre vestido con un uniforme negro hecho de lana y cuero y provisto de equipo diverso se personó en su despacho. Al parecer era el responsable de ir al encuentro de la criatura evadida, así que se le encargó proporcionar todos los detalles necesarios a Ryder y al profesor y responder a sus instrucciones. Luego se fueron con él, abandonando el despacho y dejando solos a Trevor y a Dywane.

Son un tanto impetuosos — comentó Trevor —

Un dolor de cabeza, más bien. Pero son potencialmente dos agentes extraordinarios. No hay dos como ellos en todo el mundo.

Esta mañana han llamado de EUA, la madre del muchacho ya se ha decidido. Podremos disponer de él en menos de cuarenta y ocho horas.

¡Excelente! Por fin una buena noticia...

Dywane se levantó para servirse una copa del mueble bar. Se mostraba un poco estresada y necesitaba relajarse. Trevor se acercó a ella por detrás y le sujetó ambos pechos a manos llenas por encima de la ropa.

¡Trevor!

Los sigues teniendo tan firmes como de costumbre...

Estamos ante una crisis terrible, Trevor ¿cómo puedes pensar en esto?

Hace más de un mes que no te toco, Diana — dijo sin dejar de amasar sus pechos con ansia — siempre estás de viaje...

Seguro que puedes esperar a un momento más propicio...

¿Qué momento? — dijo Trevor acercando sus labios al cuello de Dywane y acariciando con su mano su trasero — en cuanto atrapemos a esa criatura te marcharás a reclutar a otro agente...

El nuevo recluta vive en Glasgow — dijo Diana intentando zafarse — estaré de vuelta el mismo día —

Y luego te volverás a ir — dijo Trevor buscando debajo del pantalón — yo te quiero ahora...

¡Por favor, Trevor! — dijo Diana separándose por completo —

Diana, no seas cruel, mira como me tienes — dijo señalándose un considerable bulto en el pantalón — quiero tu coño...

Trevor, sabes que odio que utilices ese lenguaje tan vulgar...

Diana, no seas así...

Trevor se acercó nervioso a Dywane. Le sujetó la mano y la condujo hasta el bulto de su pantalón.

Pareces un animal en celo — dijo Dywane acariciándole sin muchas ganas —

Si, así, tócamela, muy bien...

¡Me pones enferma cuando te comportas así!

Dywane se separó de Trevor moviéndose al otro lado de la habitación.

Diana ¿qué te cuesta? Sólo un ratito...

Esta bien, pero date prisa que tenemos mucho trabajo por hacer.

Dywane se sentó en su escritorio y Trevor se colocó a su lado. Primero la beso en la boca, aunque ella apretó los labios para impedir que le metiera la lengua dentro. Luego permitió que le desabrochara la camisa, muy nervioso. Pronto los pechos exuberantes y nada pequeños de Dywane estuvieron libres. Trevor se apoderó de ellos y comenzó a chúparlos con avidez.

Procura no llenármelos de babas...

Tócame tu también, cariño, por favor...

Esta bien...

Diana Dywane le desabrochó la cremallera a Trevor y sacó afuera su miembro, bastante erecto y duro. Con movimientos de muñeca se lo masajeó con celeridad.

No tan rápido, no tan rápido...

Esta mesa es muy incomoda...

Déjame metértela...

¿Y el preservativo? No voy a dejar que me penetres sin preservativo...

¿Pero es que crees que he planeado esto? Venga anda, me retiraré a tiempo...

Ni hablar...

Repentinamente Trevor reaccionó a la manipulación de Dywane y eyaculó. La mayor parte de su esperma se estrelló en el escritorio, pero algunas gotas fueron a manchar el pantalón blanco de Dywane.

¡Por Dios! ¡Qué asco!

Trevor simplemente enmudeció y se separó de Dywane intentando volver a poner su miembro dentro de sus pantalones.

Mira como me has puesto el pantalón — dijo Dywane limpiándose con un pañuelo de papel — eso me pasa por hacer caso de tus tonterías...

Trevor no dijo nada, sólo se terminó de vestir y se encaminó hacia la puerta.

Trevor, hay mucho trabajo que hacer, estamos en alerta roja, ya lo sabes. Cuándo todo esto termine tú y yo nos iremos a pasar un fin de semana a la cabaña de mi padre ¿te gustaría?

Si, Diana, me gustaría mucho.

Márchate a trabajar, por favor.

Esta... esta noche...

No, Trevor, no creo que esta noche pueda estar contigo. Lo siento. Ya sabes, mucho trabajo.

Lo entiendo...

Y espero poder reclutar a los dos últimos candidatos lo antes posible.

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