Capitulo 6.

Las flores.

Olga llegó algo tarde y lo hizo con Eva. Llevaba una ropa muy poco usual en ella que solía vestir algo más de sport; falda, medias y blusa. Tampoco podía decirse que la ropa le quedara muy bien: la falda le venía muy estrecha y acentuaba el tamaño de su culo, y la blusa un poco ancha, lo que conseguía que pareciera que no tenía tetas.

Ambas llegaron muy sonrientes y, cuando nadie las miraba, se despidieron con un beso en los labios para dirigirse después cada una a su puesto de trabajo.

Mientras se acercaba a su mesa la temperatura en la empresa iba subiendo. Los que la miraban y nunca la habían visto con falda se excitaban al contemplar sus gruesas pantorrillas y el comienzo de los muslos de cerda y su culo mucho más enorme que nunca. Las poyas se ponían inhiestas como en un presenten armas en su honor y los coños se mojaban como botellas de cava descorchándose para celébralo.

Cuando llegó a su mesa Ana estaba ya trabajando. Dejó sus cosas y, sin sentarse, se dirigió a su compañera.

Ana la repasó con la mirada de arriba abajo. Le pareció un cambio de look bastante curioso, pero Olga estaba a sus ojos igual de suculenta que siempre.

Ana se levantó entonces para sujetar a Olga por el culo, apretando con fuerza con las dos manos.

Ana se sentó en su sitio, mirando a su compañera muy seria, con las manos juntas sobre las rodillas.

Sonrientes, las dos chicas se pusieron a trabajar como cada mañana, dejando los manoseos para más tarde, deseando que llegara la hora del desayuno.

De pronto, un hombre con uniforme de repartidor se acercó a la mesa de Olga para dejar un imponente y descomunal ramo de flores frescas. A Olga, los antorium le recordaban enormes y encarnadas vaginas con prominentes clítoris saliendo de su interior.

Sorprendida buscó una tarjeta que le aclarara quien se las había enviado, pero no había ninguna.

Ana se levantó de repente, cogió su chaqueta del colgador y salió en dirección a la salida.

Ana continuó caminando hasta llegar al pasillo más exterior, donde estaba la maquina del agua y el departamento de contabilidad.

Ana salió disparada hacia la puerta de salida mientras los empleados del departamento de contabilidad se la quedaban mirando muy fijamente.

Entre la vergüenza y el enfado Olga salió apresurada hacia la puerta de salida, pero no siguiendo a Ana, sino a encontrarse con Eva.

Eva se dio cuenta de que su amiga estaba especialmente enfadada, así que rodeó el mostrador para acercarse todo lo posible.

Olga estaba aturdida. Se veía reflejada en el cristal de la puerta de entrada y no acababa de reconocerse con aquella ropa prestada. Había cambiado mucho en un par de días. Su forma de comportarse, su relación con los demás... ¿qué estarían pensando de ella en el departamento de contabilidad?

Sin decirle a Eva ninguna palabra más regresó a su mesa y se quedó allí trabajando, a esperar que Ana volviera de su apresurada escapada. Quedó absorta en su quehacer hasta que escuchó el sonido de tacones y levantó la vista, nerviosa. Pero no era Ana sino Nuria.

Olga siguió los andares felinos de la directora hasta su despacho. Por alguna extraña razón mientras realizaba el recorrido, observando como se contoneaban las caderas de Nuria al caminar, a Olga se le volvió a encharcar el chocho. Le producía una excitación muy especial el volver a entrar en aquel despacho donde, el día anterior, había ocurrido algo tan increíble.

Tan pronto estuvieron dentro las dos, Nuria cerró la puerta con llave. Olga sintió como le ardía el coño y ese mismo ardor le subía por todo el cuerpo hasta embotar su cabeza.

Nuria se puso a rondar a su alrededor hasta que, furtivamente, posó la mano en su culo. Lejos de protestar Olga acomodó su gordo trasero en la lasciva mano.

Olga cerró los ojos y Nuria le subió la falda y le bajó las bragas. Pronto tuvo los dedos hurgando en cierto coño empapado.

Sin dejar de tocarle el coño y el culo Nuria acercó su boca a la de Olga para llenársela con su lengua. Era la segunda mujer a la que Olga besaba en su vida y reaccionó mojándose aún más, poniéndole la mano perdida a Nuria. Pero además, adelantó sus manos para sujetar a la directora. Una mano en la cintura y otra en su culo.

Y continuaron besándose hasta que Olga le arremangó la falda a Nuria buscando bajarle las bragas.

Nuria volvió a llevarse las bragas de Olga a la nariz y aspiró con fuerza.

Olga regresó a su puesto enseguida. Se le había pasado la hora de desayunar y se sentía muy extraña al llevar el coñito al fresco.

Ana estaba en su sitio, muy concentrada.

Inmediatamente Olga se agachó, la sujetó la cara con las manos y la besó. No fue un beso en los labios, fue un beso lamiéndole toda la boca, recorriendo cada rincón de la boca con su lengua, intercambiando saliva, chupándose la lengua la una a la otra.

Julio estaba allí mismo y lo vio todo. También oyó lo que Olga dijo después.

Ana se incorporó como accionada por un muelle y siguió a Olga casi corriendo por el pasillo. No se reprimió en absoluto y le fue manoseando el culo por el camino. Sin importarle los empleados que se iban encontrando por el recorrido.

Sin decir palabra entraron en el mismo water donde tuviera lugar su primer escarceo, pero esta vez Olga hizo que fuera Ana la que se sentara en la taza. Le arremangó un poco la falda, le bajó las bragas, y le separó las piernas todo lo que pudo.

Se puso en la misma posición en la que se había puesto Ana, de rodillas y con la cara a la altura de su entrepierna y, al igual que Ana, dejó que sus dedos se escaparan a jugar en el interior de su chocho.

El coñito de Ana era mucho más estrecho que el de Eva y, por supuesto, que el de Olga. Seguramente, nada mayor que un par de dedos se habían abierto nunca paso en su interior. Olga se preguntó entonces como sería el de Nuria a esa misma distancia. Seguramente como un pozo sin fondo, a juzgar por el enorme vibrador que le había visto meterse bien adentro.

El coño de Ana olía muy bien y enseguida comprobó que también sabía exquisito. No hubiera sabido decidir a cual de las dos le sabía mejor (a Nuria sólo se lo había probado un poquito, rebañando el vibrador), pero desde luego no sabían igual: El de Ana era algo más ácido, como si se hubiera hecho pis hacía poco. Por otro lado, no hubiera podido decir cual de los dos le gustaba más, cual de los dos era más caliente y sabroso, aunque debía decir de los tres, también estaba el coño de Nuria que, tal vez, podría saborear esa misma noche después de la prometida cena.

Se sorprendió a si misma mientras lamía el clítoris y los interiores de la vagina de Ana pensando en el coño de Eva y en el de Nuria. Semejante voracidad, ese deseo tan poderosos de comerles el coño, de meterles los dedos, de correrse en sus bocas... Olga se dio cuenta por fin. Había estado dándole vueltas sin proponérselo y por fin tenía la respuesta: se había enamorado. Pero ahora tenía otra pregunta por contestar, una pregunta que necesitaba contestar para salir del lío en el que se estaba metiendo: ¿De cual de las tres?