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Las fotos de Mamá, capitulo 7.

en Amor filial

Mónica se sentía especialmente trastornada por haber contemplado a su hijo en plena actividad. La virilidad de su hijo, con su miembro erecto incluido, le había despertado sentimientos contradictorios.

Había sido discreta y en lugar de molestarse regresó a la cama como si tal cosa. ¿El alarido? Le contó a su esposo que Marta había tenido una pesadilla.

Aquella noche durmió poco, no dejaba de pensar en Sergio. Por vez primera en su vida su hijo aparecía ante ella como un hombre y no como un niño. Reconocía las mismas formas que en su marido en el chiquillo, era un joven muy hermoso, pero a la vez encontraba esos pensamientos equivocados, al fin y al cabo era su  propio hijo.

Al día siguiente cada cual regresó a su rutina habitual, incluido Iván, que volvió al centro para continuar con su búsqueda de empleo (aunque el día anterior no había buscado en absoluto nada semejante).

Pero a eso de medio día, cuando Mónica sabía que Sergio se habría marchado a trabajar y Marta al instituto  se fingió enferma y se marchó a casa.

Tan pronto llegó se fue directa al cuarto de Sergio, sin saber muy bien lo que iba a hacer.

Se sentó en la silla del ordenador y pensó en su hijo, desnudo y con el miembro muy erecto y duro. Se remangó la falda y se bajó las bragas un poco. Puso su mano a trabajar, hurgando en su vulva y acariciando su clítoris.

Olfateó, olía el aroma de su hijo, aunque a decir verdad olía a algo más.

¡Qué vergüenza si alguien se enteraba de estos sentimientos! ¿Que hacía allí, sentada masturbándose? No podía tener deseos semejantes acerca de su hijo, no estaba bien…

De repente se le ocurrió que Sergio tendría pornografía en su ordenador ¿con que iba a estar masturbándose sino? Le entró la curiosidad ¿Cuáles serian los gustos de su hijo?

Abrió el ordenador y buscó fotos. Sergio tenía algunas carpetas archivadas con el nombre de “putas” y otra con el nombre de “pollas”.

Mónica abrió la segunda. Había muchas subcarpetas, todas ellas de fotos de hombres viriles desnudos, con miembros duros y descomunales.

Mónica se empezó a excitar bastante. Ignoraba que a su hijo le gustaran otros hombres “igual que su padre” pensó para si, pero pronto se cansó y decidió averiguar cual era el gusto en chicas de su hijo.

Mónica encontró todo tipo de fotos sobre chicas, ya fuera de simples desnudos o en plena acción. Parece que a su hijo le gustaban las mujeres con atributos generosos: pechos grandes, trasero imponente, caderas anchas…

Entonces reparó en una carpeta que, simplemente se llamaba “M”. El resto de carpetas estaban etiquetadas con un nombre descriptivo “rubias” “por detrás” “rasuradas” “tragadoras de sables” pero esa carpeta llamada “M” despertaba su curiosidad.

Obviamente la abrió, y se sorprendió mucho al hacerlo. Por que en esa carpeta llamada simplemente “M” lo que había era unas fotos que Mónica conocía bien, por que eran las fotos que ella misma había consentido que le hiciera su marido para ser enviadas a una página erótica para amateurs en Internet.

Aquellas fotos pornográficas, en el ordenador de su hijo, junto a toneladas de fotos pornográficas. Su hijo desnudo, masturbándose ¿Con sus fotos? ¿Masturbándose viendo fotos de su propia madre?

Mónica tuvo un extraño arrebato incontenible y completamente contradictorio. Por un lado las lágrimas empezaron a resbalarle mejilla abajo. Su corazón le latía con fuerza, le temblaba todo el cuerpo. Pero a la vez su mano no podía dejar de acariciarla entre las piernas. Y cuanto más pensaba en la situación, a su hijo masturbándose con sus fotos, desnudo y viril como su padre, y dando alaridos escandalosos al eyacular… Mónica no podía dejar de introducir bien adentro los dedos en su vagina, furiosamente, presa de una gran excitación.

Lo abstracto se tornó entonces concreto y comenzó a imaginarse a su hijo desnudo, masturbándose, pero no con sus fotos, con sus fotos no. Masturbándose frente a ella, haciendo esas mismas posturas ante su hijo, caliente y excitado.

Mónica tuvo un escandaloso orgasmo sobre la silla en el momento que se ponía a imaginar que se llevaba el pene de su hijo a la boca.

¿Y ahora que iba a hacer? ¿Cómo iba a mirar a su hijo a la cara? Cuando Sergio le miraba, cuando le daba un beso para despedirse ¿pensaba en las fotos? ¿Deseaba a su madre? Y sus propios sentimientos ¿Iba a poder mirar a su hijo de la misma forma? ¿Iba a poder mirarlo sin pensar en su vientre musculoso, en su pene duro y erecto?

Por la tarde, cuando Sergio volvió de trabajar, se encerró en su habitación con su hermana Marta. Mónica no se dio cuenta de que eso era muy raro, normalmente sus dos hijos menores se llevaban como perro y gato, solamente les interrumpió, había tomado una determinación.

—    Marta — le dijo — vete a tu propio cuarto, tengo que hablar con tu hermano.

Sergio estaba sorprendido ¿de que quería hablar su madre ahora? Era igual, mientras lo hacía él podía mirar a placer sus pechos marcándose en la camiseta y aquellos labios gruesos que tan bien podían quedar alrededor de su miembro erecto.

—    Sergio, quiero hablar muy seriamente contigo y quiero que seas completamente sincero en lo que me digas ¿está claro?

—    ¿Ocurre algo, mamá?

—    Si, si que ocurre algo. Se que no debería haberlo hecho, se que está mal, pero esta mañana he estado curioseando en tu PC… ¿Hay algo que quieras contarme?

Sergio quedó mudo ¿Qué había llegado a ver su madre? ¿Sus propias fotos? Tenía que haber protegido esas carpetas con una contraseña… pero cabía la posibilidad de que no hubiera llegado a verlas, había tanto material en su disco duro…

—    No se… — balbuceó Sergio — ¿a que te refieres? ¿al Porno? Mamá, tengo ya 22 años…

—    Te he pedido que seas sincero, Sergio…

—    No se de que me hablas — concluyó sin titubear.

—    Muy bien, si es así como lo quieres…

Mónica entró en el ordenador buscando las fotos que había visto por la mañana. A Sergio un sudor frío le empapaba la frente.

Abrió la carpeta llamada “putas” y luego la carpeta llamada “M”.Enseguida apareció a pantalla completa una foto suya con las piernas abiertas, enseñando su vagina sin ningún tipo de artificio.

—    ¿Qué hacen aquí estás fotos? — preguntó Mónica a un hijo que ya estaba libido —  ¿Me has etiquetado como “puta”? ¿Qué haces con ellas? ¿te masturbas?

—    Yo…

—    ¿Te masturbas con las fotos de tu madre desnuda? ¿es eso?

—    ¿Y tu que? — dijo Sergio muy nervioso — ¿son esas las fotos que se tiene que hacer una madre? ¿te parece… decente?

—    O sea, que piensas que tu madre es una puta ¿no?

—    Déjame, no deberías haber entrado en mi ordenador…

Sergio, muerto de vergüenza, se dirigió al otro lado de la habitación. Su madre abandonó la silla para seguirle.

—    ¿Qué haces con esas fotos, Sergio? ¿te masturbas? ¿miras a tu propia madre con deseo?

—    ¡Si! — dijo gritando — Dime que soy un cerdo, dime lo que quieras pero si, me masturbo y las miro con deseo, te miro a ti con deseo, a mi propia madre…

—    ¿Y ahora? — quiso saber Mónica ya visiblemente excitada — ¿ahora me estás mirando con deseo?

Sergio enmudeció. Acaba de notar como la voz de su madre se tornaba insinuante. Su pene empezó a aumentar de tamaño y su corazón a correr desbocado como una locomotora.

—    Si, ahora también…

Mónica agarró una de las manos de su hijo por la muñeca y la condujo hasta su pecho. Éste la estrujó aplacer como siempre había deseado. Luego acercó aquellos labios gruesos y apetitosos y los juntó con los de su hijo en un caliente beso.

—    Yo también te deseo, hijo — dijo Mónica en un susurró lleno de lascivia — a lo mejor no es lo mas correcto, pero no lo puedo evitar…

—    Mamá… — Sergio temblaba de excitación — no sabes cuantas veces he deseado que esto sucediese, siempre he querido tenerte…

—    Tienes razón, hijo — dijo Mónica a la vez que palpaba por encima del pantalón entre las piernas de Sergio — tu madre es una puta ¿te avergüenzas de mi?

—    Mamá — contestó Sergio a la vez que manoseaba a placer los pechos de su madre — no podría estar mas orgulloso de ti…

—    Nos va a oír tu hermana…

—    Eso no es ningún problema — sonrió Sergio — ¡Marta!

—    ¿Pero que haces? — protestó Mónica llena de miedo — Si tu hermana nos ve…

—    Mamá, Marta no es la niña modosita que todos creemos, es por lo menos tan puta como tu…

Marta entró en la habitación encontrando a su hermano abrazado a su madre. Ella con la camiseta arremangada, casi con los pechos fuera.

—    Marta — protestó Mónica dominada por el pánico — no es lo que te piensas…

—    Es exactamente lo que te piensas — dijo Sergio muy calmado — nuestra madre está muy caliente y tiene ganas de hacerlo con nosotros…

—    Mamá…

Marta empapó las bragas instantáneamente. Todo su cuerpo temblaba de deseo. No pudo contenerse y se abalanzó a besar a su madre en la boca y a tocarla por todos los rincones que puedo tocarla.

—    Marta ¿Tu también? — quiso saber  Mónica sorprendida —

—    Iván y yo llevamos dos días follándonos a Marta todo lo que podemos, Mamá…

—    Y ha sido maravilloso — contestó Marta con una mano ya bajo el pantalón de su madre — pero faltabas tu…

—    ¿Iván también? No sabía que tenía unos hijos tan guarros…

—    Todo lo guarros que quieras, Mamá — dijo Marta introduciendo ya un dedo en la vagina de su madre —

—    Los tres te deseamos con todas nuestras fuerzas — dijo Iván disfrutando de tocar los pechos a su madre cuanto podía

De repente Mónica cerró los ojos y perdió el conocimiento. Si Sergio no hubiera estado detrás suyo en ese momento se hubiera caído en el suelo todo lo larga que era.

—    ¡Mamá! — gritó Sergio — ¿pero que te pasa?

—    ¡Se ha desmayado! — gritó Marta ayudando a su hermano a colocarla sobre la cama —

—    Mamá, Mamá despierta — decía Sergio palmeándole las mejillas una vez estuvo estirada en la cama —

—    Podríamos aprovechar para desnudarla — dijo Marta de pronto —

—    ¡Marta, joder! ¡Que Mamá acaba de desmayarse!

—    Lo siento — dijo apesadumbrada — no pienso lo que digo, es que me pone tan caliente verla así estirada, a nuestra merced…

Sergio miró a su madre estirada en la cama, con todas y cada una de sus protuberancias anatómicas a escasos centímetros de sus manos. Entendía muy bien los sentimientos de su hermana.

—    Deja de decir tonterías y ve a traer un poco de agua… — dijo sin embargo Sergio —

—    Yo no digo tonterías — protestó Marta — tu también te la quieres follar…

—    ¡Claro que quiero! Pero se acaba de desmayar, a lo mejor hay que llamar al médico…

—    ¿No puedo chuparle un poco el coño antes?

—    ¡Joder, Marta! Se supone que eres la más lista de la familia, pero ahora no haces más que pensar con el chocho…

—    ¡Es que no lo puedo evitar! — estalló Marta — en todo el día no pienso en otra cosa que en ti, en Iván y en Mamá…vuestras pollas metiéndose dentro de mi por todos sitios, vuestro semen en mi boca, el coño de Mamá bien abierto…¿Es que soy una ninfomana?

Marta se echó a llorar. Su hermano la consoló con un abrazo que no estaba completamente exento de lascivia.  Dejó de llorar en cuanto las manos de su hermano se concentraron en sus pechos y le besó en los labios.

—    No llores, hermanita, no pasa nada, estoy muy orgulloso de ti…

—    ¿De verdad?

—    Mucho, no quiero dejar de follar contigo nunca…

De repente los dos escucharon un balbuceo a sus espaldas. Mónica acababa de despertarse entre brumas y llamaba a sus dos hijos.

—    Mamá ¿estás bien? — dijo acercándose a la cabecera —

—    ¿Qué me ha pasado? — quiso saber Mónica que observaba a su alrededor confusa —

—    Te has desmayado — dijo Sergio — ¿No recuerdas nada?

—    Es verdad — contestó Mónica — he debido desmayarme… pero es que estaba tan excitada, tan feliz…

—    Mamá — se acercó Marta — ¿Qué quieres que hagamos? ¿Llamamos a un médico?

—    No, nada de médicos — dijo Mónica — lo que quiero es que os quitéis la ropa  y me enseñéis lo guarros que sois…

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