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La peor noche de mi vida

en Gays

La pasada noche fue sin duda la peor de toda mi vida.

Todavía me duele el culo y tengo ese asqueroso sabor en la boca que, por más que lo intento, no se me va.

¿Quién me mandaría hacerme amigo de Miguel?

Yo no tengo nada en contra de los maricones. Si ellos me dejan en paz, yo les dejo en paz, y hasta me hice amigo de uno de ellos… ya debí de olerme algo raro cuando me dijo de quedar… en cuanto le vi llegar… en el trabajo no viste así ni por asomo: vaqueros ajustados, una camiseta de tirantes que marcaba sus pezones… si hay que sumarle sus labios gruesos y su cara aniñada… me puse muy nervioso y se me empezó a poner dura y todo. No podía dejar de mirar el paquete, los pectorales y el culo, de tan cohibido como estaba. Pero sólo así me explico que fuera capaz de arrastrarme a una discoteca de ambiente sin que yo pudiera impedirlo.

Ya el portero de la discoteca daba mala espina… un negro enorme sin camisa… yo tampoco soy racista, no me importaba que fuera negro, pero me incomodaba que fuera por ahí pavoneándose, mostrando la tabletita de chocolate (nunca mejor dicho), y no pude evitar fijarme en como se le marcaba el paquete en los pantalones. Debería haber una ley…

 

Miguel parecía conocer a aquel tipo, pues lo saludó efusivamente, con abrazo y piquito en los labios. Deseé con todas mis fuerzas que se olvidara de presentarme a aquel troglodita e incluso le hice gestos a Miguel al respecto, pero el muy cerdo lo hizo, y el negro llegó a besarme en los labios y todo. Se me puso dura enseguida del asco que me dio aquello y no podía dejar de mirarle el torso y el bulto en los pantalones de la impresión. Entonces “mi amigo” me dio una especie de boleto y me comentó algo de una rifa. Mira que bien, pensé, a lo mejor me toca una tele…

 

Al entrar quedé acojonado como nunca en mi vida. Aquello era una cueva de maricones, todos bailando a cual más asqueroso. Había todo tipo de individuos allí, todos marcando culo y paquete, algunos con el torso desnudo, como el portero, frotándose mientras bailaban… y si mirabas bien podías ver unos cuantos dándose el lote y metiéndose la lengua en la boca los unos a los otros, tocándose el paquete y el culo… menuda panda de degenerados, no he visto en mi vida nada igual. Me quedé embobado contemplando aquel espectáculo bochornoso. Me dolía la pilila de la presión en los pantalones ¡Lo que hacen los nervios! Incluso tuve que tocármela para calmar el pánico que me estaba dando aquella situación.

Nos acercamos a la barra y pedí un vodka con tónica. Debieron de poner alguna mierda en la bebida estos maricones, porque si no, no me explico los calores que me entraron de pronto. Sólo veía paquetes, culos, pechos y brazos musculosos por todos lados, no podía más, así que me fui al lavabo a refrescarme.

 

No pude hacer nada peor.

Entré en el lavabo y me vi a dos tíos haciendo algo vomitivo. Uno estaba de rodillas y le comía la polla al otro, que estaba de pie. Ni mear tranquilo se podía en aquel sitio…

Del asco y los nervios fui incapaz de salir corriendo de allí, me quedé mirando como un bobo, salivando cada vez más (me imagino que por el asco) y tocándome para calmar los nervios. Y entonces va, el maricón que estaba de pie, y me dice que me una a ellos, que me agache como el otro mariquitiqui y se la coma también… vamos hombre ¿Qué mierda se había creído aquel bujarrón? Hice lo que cualquier macho hubiese hecho en mi lugar, arrodillarme y metérmela en la boca toda entera ¡No quería que dijeran que era un cobarde! Se la estuve comiendo unos segundos para demostrarles que yo era un tío bien macho y no un bujarrón como ellos, pero entonces el que estaba también agachado me comenzó a tocar la polla y eso fue demasiado para mi. Iba a soltarles un buen guantazo a los dos, pero entonces el dueño del rabo que tenía en la boca se corrió, el muy cerdo. No puedo explicar el tremendo asco que sentí al tragarme todo aquello. Me lo tragué porque no quería que me manchara la camisa. Incluso agité su sucia verga para agotar hasta el final el maloliente líquido, no dejé ni una gotita.

 

Me levanté muy cabreado dispuesto a romperles los morros a aquellos dos sarasas pero me cogieron entre los dos y me llevaron para afuera. Me obligaron a bailar con ellos, parecía yo el relleno de un sándwich y ellos el pan, frotándose contra mi y tocándome donde no debían. Tenía la polla súper dura y ellos no paraban de sobármela, así que para intentar que pararan yo les tocaba las suyas, que estaban igual de duras. No puedo ni empezar a describir el asco que me daba tocar esas monstruosas vergas cuando las amasaba entre mis manos. Aquellos dos maricas parecían perros en celo… incluso llegaron a meterme la lengua en la boca… por dios, eso si que fue asqueroso. Con furia les sujeté las cabezas para impedir que se zafaran. Si querían lengua la iban a tener. Les chupé las bocas a base de bien. Que sintieran el mismo asco que sentía yo…

 

Pero de pronto la música se detuvo y alguien apareció en una especie de escenario que había en el centro de la discoteca. Un tiparraco, que sin duda era también del club del pepino, salió a hablar. Iba a dar los resultados de la rifa. Comenzó a decir números y los propietarios de los mismos comenzaron a subir al escenario. Todos moñas con tipito, muy jóvenes y musculosos. El que no iba ya desnudo de cintura para arriba acabó quitándose la camiseta o la camisa nada más subir. Y que sorpresa la mía, pues cuando ya habían subido unos quince tíos asquerosos como aquellos, salió mi número. Los dos maricas que habían estado bailando conmigo me animaron a subir, así que lo hice, como un buen macho sabe hacer, plantándole cara a las cosas, no saliendo a correr como una nenaza. Pero creo que debería haber corrido… la música volvió a sonar tan pronto como  hice pie en el escenario y los ganadores se empezaron a quedar en calzoncillos. Comencé a ver paquetes y culos marcados en boxers de lycra. Había alguno de esos mierdas que incluso llevaba tanga y se le marcaban las nalgas, musculosas y prietas.

Yo mismo me quite la ropa porque aquella situación me produjo un gran sofoco y aquellos tipos se echaron encima de mí. Enseguida tuve una asquerosa polla en la boca de nuevo que no tuve más remedio que chupar y chupar y chupar. Alguien se había apoderado de la mía y la chupaba y lo que me parecieron miles de manos me tocaban por todo el cuerpo, incluyendo mi culo. Alguno de esos maricas introdujo algunos dedos en mi ano. Aquello produjo en mi tal sensación de desamparo que, lleno de la más absoluta ira e incapaz de defenderme como me encontraba, no pude hacer otra cosa que gritar.

 

—    ¡Méteme la polla!

 

Dije aquello en la más absoluta desesperación, creyendo en vano que mis duras palabras ahuyentaran a aquellos salvajes, pero lejos de hacerles correr, noté como algo al rojo vivo se abría paso entre mis nalgas y conquistaba mi culo. Nunca he sido tan humillado. Yo, el conquistador de mil mujeres, el hombre más varonil que conozco, follado por un maricón. Aquello duro un buen rato en el que fui incapaz de zafarme. Tan solo era capaz de mover mi culo, haciendo que aquella verga entrara y saliera de mi ano a gran velocidad. Incluso eyacule en la boca del maricón que me la estaba comiendo, pero el muy cerdo no la soltó por eso, se lo tragó todo y continuó con lo suyo, y lo mismo el que me daba por detrás. Yo mientras, presa del más gran desconcierto, tragaba aquella enorme polla y entretenía otras dos con cada una de mis manos. Nunca voy a ser capaz de olvidar el olor a sudor de todos aquellos hombres, el sabor de sus miembros y el sonido de sus gemidos. Solo con pensarlo se me pone dura, del trauma.

Conté al menos que me corrí dos veces más en aquel lugar, aunque perdí la cuenta de cuantos se corrieron en mi cara aquella noche. Me follaron por el culo al menos tres veces y me fui a casa con una ropa que no era la mía.

 

Miguel, la rata que me había traído a aquel antro de maricones, me llevó a casa.

 

Terriblemente aturdido como estaba se aprovechó de mi para sus fines de invertido. Se paró en la cuneta de la carretera y me confesó que me había invitado porque yo le gustaba mucho. Me dejó paralizado el maricón y aprovechó mi estupefacción para comenzar a acariciarme y arrimárseme. Pronto tenía su lengua en la boca y me estaba toqueteando por todo el cuerpo.

En un intento de que aquel marica me soltara también me puse a acariciarle, sobre todo en su duro pecho y entre las piernas, pues pensé que sería donde más le dolería, aunque como vi que no reaccionaba como yo esperaba le bajé la cremallera del pantalón y se la saqué afuera. Tenía un miembro muy desagradable, grueso y largo y con una vena gorda en toda su longitud. Su sola presencia me ofendía enormemente, tenía que esconder aquel monstruo ofensivo y no se me ocurrió nada mejor que metérmelo en la boca. Así que, como no quería volverlo a ver, lo engullí y chupé durante un buen rato hasta conseguir que se corriera. Pensé que, una vez eyaculara en mi boca, el miembro se le volvería flácido y su visión sería más soportable.

Lo pasé realmente mal.

 

Luego de aquella experiencia terrible me llevó hasta la puerta de mi casa y se despidió con un húmedo beso. El último de la tarde pero no por ello el menos asqueroso. Apenas he podido dormir pensando en toda la depravación que he vivido, masturbándome una y otra vez, con  los ojos de Miguel en mi mente, agotado por el nerviosismo.

 

Esta noche he vuelto a quedar con el. Voy a vengarme de todas las indignidades que me ha hecho pasar. Primero le invitaré a cenar en un sitio muy romántico que conozco, se come muy bien y las mesas están junto a una cascada artificial. Luego iremos a la misma discoteca de anoche. Cuando acabe la noche volveré a pedirle que me lleve a casa, pero esta vez no le dejaré en la puerta, le haré subir hasta mi piso y allí me voy a vengar. Le daré lo que se merece, ya lo creo. Se me pone dura solo de pensarlo.

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