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Olga (9: Receso)

en Lésbicos

Capitulo 9.

Receso.

 

Olga llegó a mediodía. En la estación de tren le estaban esperando su tía y su prima.

¡Cuánto tiempo sin verte! — le dijo su tía tan pronto como pisó el andén —

Tía y sobrina se dieron un cálido abrazo. Hacía años que no la visitaba y tenía un recuerdo de ella que no coincidía con lo que estaba viendo. Nunca se había parado a pensar en que su tía era una mujer atractiva. Ahora que le gustaban las mujeres, a Olga se le antojaron muy apetitosos sus grandes pechos que se apretaban contra los suyos al abrazarla. En la proximidad descubrió también el olor de su tía, era el tipo de olor que hacía que se mojase.

Me alegro de verte, tía.

Y yo de tenerte aquí, con nosotras...

Y tu ¿qué tal estás? — dijo Olga dirigiéndose a su prima —

Bien...

¡Cómo has crecido! ¿Qué edad tienes ya?

Tengo dieciséis...

La adolescente que la miraba con grandes ojos color avellana no era en absoluto la niña que Olga recordaba. De niña apenas quedaban vestigios, ahora unas caderas generosas, unos pechos muy bien formados y largas piernas eran su carta de presentación.

Es estupendo tenerte aquí, Olga — dijo la tía — venga, vamos al coche, tenemos muchas cosas que contarnos...

La tía de Olga le ayudó con una de sus maletas y las tres atravesaron la estación para llegar a donde tenían aparcado el coche.

No es que no me alegre de verte — dijo la tía — pero ¿cómo que te ha dado por visitarnos? Creía que no te gustaba el campo...

Necesitaba... alejarme unos días de la ciudad... unas vacaciones cortas...

La tía adivinó, por la expresión en la cara de su sobrina, que era mejor cambiar de conversación.

¿Sabes? — continuó la tía — sigues siendo la más guapa de toda la familia...

¡Que va! — se ruborizó Olga — la más guapa está ahora sentada aquí atrás —

Olga se giró para mirar a su prima en el asiento trasero del coche. La muchacha tenía las piernas abiertas y se le marcaba el chocho en el pantalón. Su respuesta al comentario de su prima fue simplemente una mirada tímida.

Bueno — dijo la tía sonriendo — eso es por que se te parece... —

Olga no encontraba ningún parecido con su primita, pero eso era por que no era consciente de su propia anatomía. Nunca le había parecido que su culo gordo y suculento fuera motivo de admiración y por eso no se daba cuenta de que su prima había heredado esa característica anatómica. El de su prima aún estaba desarrollándose, pero algún día sería tan enorme, descomunal y apetitoso como lo era el suyo.

En una media hora y tras conducir por un paisaje rustico de campos de cultivo y procesiones de ovejas llegaron a una casa que Olga recordaba muy bien. Cuando era niña sus vacaciones de verano siempre transcurrían en aquella finca. La casa parecía ahora desvencijada, estropeada por el paso del tiempo y mucho más pequeña.

Ya hemos llegado — dijo su tía — subiremos tus cosas a tu cuarto y, si quieres, podrás darte un baño...

Mamá — dijo la prima — ¿Puedo ir a jugar con Lucky en la parte de atrás?

Bueno, vale, pero no te entretengas que luego siempre llegas tarde.

La prima se marchó corriendo al otro lado de la casa. Olga no pudo evitar fijarse en que se le marcaban las bragas en el pantalón.

¿No debería estar Rosita en el instituto o algo así?

No le interesa nada — contestó la tía — ha dejado de estudiar y trabaja ayudando en la tienda del pueblo, entra dentro de un par de horas...

Es una pena, es una niña muy lista...

Pues parece que todo lo que le llama la atención es jugar con ese perro. Y por cierto, que no te oiga llamarla Rosita, que le pone furiosa.

Olga y su tía entraron en la casa llevando las maletas. Un abanico de recuerdos asaltaron la mente de Olga simplemente con cruzar el portal. Recuerdos de cuando era niña y jugaba sola en aquella casa enorme perdida en la inmensidad de un pueblo rustico en el que apenas había niños para jugar. A Olga le hubiera gustado mucho tener un perro por aquel entonces como lo tenía su prima Rosa.

Subieron las escaleras hasta una habitación que Olga conocía muy bien. En lo más alto de la casa estaba su antiguo cuarto. La cama estaba igual que entonces. Olga recordó como en aquella misma cama se había masturbado por primera vez pensando en un chico, el hijo del panadero del pueblo. La sensación de dar cuenta de su coñito con los dedos, de explorarse a si misma a placer pensando en lo guapo que era aquel muchacho regresó muy vivida. Cuan lejos estaban ahora sus pensamientos sobre muchachos u hombres.

Te dejo que deshagas las maletas — le dijo la tía — yo tengo cosas que hacer en la cocina.

De acuerdo, tía.

Olga se quedó sola en la habitación. Miraba las cosas como si cada objeto y detalle del cuarto tuviera secretos que contarle. Se asomó entonces a la ventana. Abajo su prima Rosa jugaba con un perro bastante grande. El animal corría con ella y daba brincos. Los dos parecían del todo contentos.

Olga se desabrochó el botón del pantalón y deslizó su mano por debajo de sus bragas. Le pareció algo muy natural mirar a su prima de dieciséis años y tocarse. Los pezones se le pusieron duros y el coño se le empapó con la abundancia acostumbrada. Seguidamente se tumbó en la cama, como queriendo recrear sus vivencias de la infancia, y se bajó un poco los pantalones para tener mejor acceso a su coño empapado.

Se le ocurrían cosas muy interesantes que hacer con su primita.

Al rato bajó hasta la cocina, donde estaba su tía.

Nunca antes se había fijado en lo grandes y firmes que tenía su tía los pechos. Su tía, a pesar de rondar la cincuentena, era una mujer atractiva, conservaba una buena figura y a Olga le gustaba como se había dejado el cabello, largo y cayéndole por los hombros.

Hola, tía ¿qué estás haciendo de comer?

Caldo. Haremos una buena sopa.

No has cambiado un detalle de la cocina — dijo Olga observando a su alrededor —

¿Cómo se llama?

¿Quién?

El chico que te ha roto el corazón y que ha hecho que te acuerdes de tu tía.

Olga sonrió. "Si la tía supiera la de coños que me he estado comiendo..." pesó para sí. Los chicos estaban muy lejos de su corazón o de sus pensamientos.

En realidad, tía, creo que la que ha hecho las cosas mal he sido yo...

¡Vaya! — dijo la tía abrazando a su sobrina cariñosamente — yo esperaba que me dijeras que venias a verme por que me echabas de menos...

Si que te echo de menos...

Olga se acurrucó contra los enormes pechos de su tía. Aunque el abrazo era maternal se le empezó a humedecer el coño sólo por tenerlos cerca.

Aún no me has dicho como se llama...

Es... es un poco complicado, tía...

Bueno, es igual. La comida estará lista enseguida ¿por qué no vas a llamar a tu prima?

Olga salió a buscar a su prima Rosa detrás de la casa. Cuando la encontró estaba agachada, doblada por la cintura, jugando con su perro y mostrándole sin querer a Olga una buena perspectiva de su culo.

Hola Rosa...

¡Hola, prima!

Rosa se incorporó para hablar con su prima. Olga le acarició el brazo y enseguida sintió como le ardía el coño. Empezaba a sentir una poderosa atracción por aquella adolescente.

Tu madre me ha dicho que no quieres estudiar...

Es muy aburrido y además no se me da bien...

Pero sólo tienes dieciséis años...

Lo dices como si fuera una niña todavía...

Olga decidió no hacer enfadar a su prima y cambió de conversación mientras, distraída, acariciaba al perro, aunque en realidad lo que deseaba era acariciar a su prima, especialmente entre las piernas.

¿Y como te va en general? ¿Hay algún chico que te guste?

Los chicos de este pueblo son todos unos idiotas...

Es que no me gustaría que estuvieras sola. Yo, cuando era niña, me pasé muchos veranos aburrida y sola en esta casa.

Pero no estoy sola, tengo buenas amigas.

Olga observó como a su prima se le iluminaba el rostro al hablar de sus amigas. Inmediatamente se imaginó a tiernas colegialas como ella haciendo manitas en el recreo, dándose besos en los labios y mirándose a los ojos. Volvió entonces a mojar las bragas.

Me alegro de que tengas amigas.

Olga, su tía y su prima Rosa disfrutaron de una comida casera y deliciosa. Después Rosa se marchó a trabajar a la tienda del pueblo y Olga subió a su cuarto a echarse una siesta.

Pero Olga no podía dormir. Podía alejarse kilómetros de su casa y esconderse en la vieja finca de su tía pero la traición de Nuria y el desencanto de Ana y de Eva la perseguían. No había llevado bien la situación, le gustaban las tres, las quería a las tres... no hubiera sido capaz de decidirse por una sola. Echaba de menos las maneras dominantes de Nuria, la dulzura de Eva y el descaro de Ana, pero por encima de todo echaba de menos sus lenguas y sus coños, los dedos de Nuria entre sus piernas, la lengua de Ana en su boca o los pechos de Eva en sus manos.

Sus pensamientos ya mojaban su coño y sus manos ya buscaban entre sus bragas cuando se abrió la puerta del cuarto. Enseguida colocó las manos bajo la almohada. Su tía entró y se sentó en la cama.

Veo que no puedes dormir... ya me lo figuraba...

Olga clavó la mirada en el gigantesco escote de su tía.

¿No quieres contarle a tu tía lo que te pasa? Me tienes preocupada...

No se si te gustará...

Olga, por favor, no voy a juzgarte. Sabes que soy la oveja negra de la familia. Madre soltera ¿recuerdas?

No se trata de un chico.

No es un chico.

Se trata de una chica.

Una chica.

Se hizo el silencio en la habitación. Olga se puso muy nerviosa, esperaba que su tía se enfureciese con ella.

¿Eso es todo lo que vas a contarme?

¿No te has sorprendido? ¿Qué salga con chicas?

No seas tonta — dijo acariciándole la cara con dulzura — ¿qué pasa con esa chica? ¿Te ha roto el corazón?

En realidad... son tres chicas...

La tía abrió los ojos de para en par. Ahora si que estaba sorprendida. Olga se apresuró a contárselo todo: como había descubierto que le gustaban las chicas, como se había liado con Ana, luego con Nuria y luego con Eva, como las quería a las tres y por último la jugada que le había hecho Nuria.

No se que hacer — dijo Olga al final de su historia, casi llorando — no soy capaz de decidirme por ninguna de las tres, no tengo ni idea de que hacer...

Has hecho bien en venir aquí — contestó la tía acurrucándola contra su pecho — aquí podrás olvidarte por unos días de esos problemas...

Olga notaba el calor del cuerpo de su tía contra el suyo. Sin darse cuenta tenía una mano en uno de los enormes pechos de ésta. La tía estaba casi encima de ella, con los labios a escasos centímetros de los de su sobrina.

Tía, esto no está bien — dijo Olga mientras le tiraba del escote a su tía dejando salir media teta — somos familia...

Tenemos unas horas antes de que vuelva Rosita...

Olga besó en los labios a su tía para enseguida meterse el pezón de ésta en la boca.

Como me has puesto contándome todas esas cosas que haces con esas tres chicas...

Calla... — dijo Olga sellándole la boca con su lengua —

Las manos de la tía se pusieron perdidas en cuanto se aventuraron bajo las bragas y llegaron al coño. Olga, mientras tanto, daba cuenta de las tetas de su tía a lametazos.

Veo que te gusta tu tía ¿he?

Quítame los pantalones, tía.

La tía obedeció la orden y le bajó los vaqueros a su sobrina hasta sacárselos del todo. Luego le bajó las bragas. Olga no esperó un segundo para abrir bien las piernas.

¡Pero que cosa tan bonita tienes aquí!

Cómemelo, tía.

Dicho y hecho la tía se abalanzó a devorarle la entrepierna a su sobrina sin contemplaciones. A Olga le vinieron recuerdos de otras lenguas cariñosas que habían explorado antes su vagina y se le empezaron a saltar las lágrimas.

Pero... ¿estás llorando?

La tía dejó por un momento su trabajo para abrazar a su sobrina tratando de consolarla.

Pobrecita mía, que mal que lo debes estar pasando, las quieres de verdad a esas tres...

Olga permaneció abrazada a su tía, sollozando hasta que de repente se zafó y se alejó de ella todo lo que pudo.

¡Caray! ¡Que vergüenza, tía!

No te tiene que dar vergüenza llorar...

No es por llorar ¡Es por lo otro! Que me has tocado el coño y todo...

¿ Y no te ha gustado? — dijo la tía acercando de nuevo su mano a la entrepierna de su sobrina —

¡Tía! ¡Que somos parientes! ¿Sabes como se llama esto? Se llama incesto y está muy mal...

¿Sí? Cuéntame más de eso que dices...

Mientras hablaba, la tía deslizaba la mano otra vez hacia el chocho de su sobrina.

Tía, que me estás haciendo incesto en el coño — dijo Olga abriendo bien las piernas —

Ven aquí que te haga incesto con la lengua...

Tía y sobrina volvieron a besarse largamente en la boca, acariciándose bien con sus lenguas. El coño de Olga se había llenado de jugos y de dedos y sus pezones estaban duros como diamantes.

Tía, de verdad, que no está bien — dijo Olga volviéndose a zafar —

Pero si sólo estamos jugando...

Si, pero a cochinadas...

¿No quieres comerle el coño a tu tía?

La mente de Olga se nubló sin remedio.

Venga, deprisa antes de que cambie de idea.

La tía se quitó los pantalones a marchas forzadas y se desembarazó de las bragas tan rápido como pudo. Luego se volvió a sentar en la cama separando mucho los muslos.

El coño de la tía era peludo y grande. Estaba especialmente mojado y emitía un poderoso perfume. Olga tragó saliva antes de abalanzarse a por él.

Tus amiguitas te han enseñado bien a lamer coños... — dijo la tía al recibir la lengua de su sobrina entre las piernas —

¿Mis amiguitas?

Olga perdió las ganas de pronto y las lagrimas volvieron a brotar. La tía volvió a abrazarla.

Llora, Olga, creo que te hace falta.

¿Y tu coño? Yo quiero hacerte incesto en el coño...

Por eso no te preocupes. Si te quedas por aquí unos días te aseguro que te vas a hartar de comerme el coño.

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