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Club de amantes de las mascotas

en Zoofilia

Club de amantes de las mascotas.

Belén llegó a la urbanización en la furgoneta de un amigo.

¿Seguro que es aquí donde tiene la consulta ese veterinario? — le preguntó este —

Bueno — improvisó ella — no es un veterinario exactamente, es un terapeuta para perros…

Ya veo…

Los dos se bajaron del vehiculo y sacaron de la trasera de la furgoneta a Bogard, el perro pastor alemán de Belén. Estaba un poco nervioso de estar en la trasera todo el viaje, pero Belén lo tranquilizó acariciándole la cabeza. Luego le puso la correa y se despidió de su amigo.

La urbanización estaba sembrada de lujosas fincas ajardinadas y tan grandes como una manzana de casas. Por aquel selecto barrio Belén, con sus vaqueros y su chaquetilla de lana, destacaba como una mosca en un plato de sopa.

Compórtate, Bogard — le dijo al animal acariciándole el lomo — que estamos en un barrio muy elegante…

Por fin llegó hasta el portal de una finca. Belén sacó un papel del bolsillo y se aseguró de que la dirección fuese la correcta. La entrada era una verja alejada unos metros de la casa, llamó al timbre y en menos de un minuto una mujer de aspecto latino y vestida con uniforme de servicio doméstico se acercó a abrir.

¿Si? — preguntó al acercarse a la verja —

Estoy buscando a la señora Carmen Luna — dijo Belén consultando el papel —

De parte de quien, por favor…

Soy Belén Cuesta…

Un momento, por favor.

Belén esperó unos minutos al otro lado de la verja. Bogard estaba tranquilo y se sentó cómodamente a esperar también. Entonces se acercó a la una mujer no mayor de cincuenta años. Vestía con elegancia aunque de un modo rancio y clásico. Llevaba el cabello enlacado y exhibía algunas joyas.

Tú eres Belén, entonces… — dijo abriendo la verja y sujetando amigablemente las manos de la muchacha — en la foto parecías más mayor.

Tengo veintidós años, señora Luna…

Llámame Carmen, por favor… ¡Y este de aquí debe de ser Bogard! — dijo acariciando al canino entre las orejas — ¡Qué perro tan guapo!

Así es.

Teresa — se dirigió a la criada — lleva a este perro tan guapo a la parte de atrás y ponle un poco de agua…

La sirvienta se llevó al animal por la correa mientras la señora de la casa hacía pasar a Belén al interior.

Normalmente, por ser tu primera reunión, la tendríamos que celebrar en tu casa — explicó la señora Luna — pero como me dijiste por mail que no podía ser…

Es que todavía vivo en casa de mis padres…

No pasa nada, hija, tranquila, si en realidad a mi me encanta celebrar las reuniones en mi casa, sólo lo digo para que vayas aprendiendo como hacemos las cosas aquí…

La casa estaba rodeada de césped y flores, muy bien cuidado el uno y las otras, pero en el interior el lujo se notaba todavía más, la decoración era recargada y ostentosa, los muebles caros y barrocos, y todo estaba exageradamente limpio y ordenado.

Una vez dentro la señora Luna condujo a Belén hasta lo que parecía un agradable salón de estar. Alrededor de una mesa de centro se encontraban cuatro mujeres más. La señora Luna se dispuso a presentárselas.

Chicas, quiero que conozcáis a Belén, la que va ser la nueva miembro de nuestro club…

¿Qué tal? — dijo tímidamente —

Esta de aquí es Sara — dijo señalando a una mujer cuarentona y obesa con un provocativo escote —

Encantada de conocerte — dijo Sara — y bienvenida…

Esta de aquí es Susana …

La tal Susana rondaría los treinta. Era delgada y atractiva vestía a la última moda. Simplemente saludo con un gesto de la mano. Ni siquiera la miró.

Esta otra es Patricia — dijo señalando a otra mujer de cuarenta, aunque vestida como si tuviera quince años menos, teñida de rubio y muy maquillada —

¡Me alegro de que te nos hayas unido!— dijo con una sonrisa exagerada — Cuantas más seamos, más reiremos…

Y por último esta es Virginia — dijo señalando a una mujer de unos sesenta años que aún se mantenía atractiva —

Bienvenida…

Belén se ruborizó al saludar a aquellas mujeres, después aceptó un asiento y la señora Luna le ofreció una taza de té.

¿Azúcar?

Si, por favor.

Se sentía observada por aquellos cinco pares de ojos. Era el centro de atención y estaba muy nerviosa. No tenía claro todavía si la iban a aceptar, y para ella era importante que lo hicieran.

Belén, querida — comenzó la señora Luna — aunque ya te he explicado nuestras normas por mail, quiero repetirlas aquí y ahora por si no te han quedado claras y por que es un requisito de tu primera reunión ¿te parece bien?

Si, claro…

Bien. Bueno, como ya sabemos todas, las que pertenecemos a este club tenemos el mismo interés sobre el mundo de las mascotas…

Las cinco mujeres sonrieron por debajo del bigote. Había una complicidad entre ellas que a Belén le pareció excluyente. Ella deseaba participar en esa misma complicidad.

El primer requisito es que todas tenemos que tener mascotas…podemos tener tantas como queramos y del tipo que sean…

Siempre y cuando sean mamíferos — interrumpió Patricia —

Eso no hace falta ni decirlo — contestó la señora Luna — lo que quería decir es que al menos hay que tener una.

Si… — contestó Belén acompañándose con un movimiento de cabeza —

Tú tienes a Bogard, así que cumples el requisito.

¿Qué tipo de perro es? — quiso saber Sara — ¿es grande?

Es un pastor alemán… — contestó Belén —

Seguro que es un animal precioso… — contestó Sara con voz melosa —

El segundo requisito — continuó la señora Luna — es ser mujer. No aceptamos hombres en nuestro club.

No queremos ni verlos — dijo tajante Susana —

Este es un club de chicas — añadió Patricia —

Nada de hombres — zanjó Virginia —

Y el tercer requisito — continuó la señora Luna — es compartir a nuestras mascotas. En parte para eso celebramos estas reuniones. Hacemos más cosas, por supuesto, siempre hay temas que tratar, novedades que poner en común, pero compartir a nuestras mascotas es nuestra actividad principal.

Lo se — dijo Belén — eso es lo que más me gustó cuando me lo explicaste por mail…

Bien, pues entonces, si ya está todo claro, vamos a desnudarnos y a salir al jardín…

Belén se ruborizó ante las palabras de la señora Luna, no se esperaba un cambio como ese en el tono de la conversación, pero como vio que las demás comenzaban a quitarse la ropa aún se sintió más cohibida y sólo tuvo ánimos para imitarlas.

Todas se quedaron desnudas, con apenas algunas prendas escasas de lencería. Lo más curioso es que, pese a lo dispar de sus anatomías, los encajes y las medias eran todas del mismo color y del mismo modelo. Ella llevaba un sujetador y unas braguitas blancas, corrientes, y en cuanto se las quitó fue la más desnuda de todas en la habitación.

Sara tenía unos pechos enormes y un todavía más enorme trasero; Susana lucía un físico esplendido, piernas largas, vientre liso, trasero firme… era una mujer muy bella; Patricia tenía los pechos operados y exageradamente erguidos, así como la piel muy tirante excepto en las manos y las piernas demasiado delgadas; Virginia debía haber sido atractiva de joven, ahora lucía los pechos caídos y unas formas orondas y rudas; pero sin duda el físico más curioso era el de la señora Luna, por que a pesar de su edad parecía una mujer joven, de pechos firmes y abundantes, piernas torneadas y cintura de avispa, trasero alto y duro…

Belén se sentía en desventaja: su cuerpo no tenía nada de especial. Sus caderas eran demasiado anchas, sus pechos demasiado pequeños, su trasero demasiado flácido. Aún así, notó como todas la observaban con detenimiento, como estudiándola.

— Salgamos fuera — indicó entonces la señora Luna —

En la parte trasera de la casa había una piscina y una amplia zona de recreo. La sirvienta había atado a Bogard en una pared, junto a un cuenco con agua. Las seis mujeres se aproximaron al perro con ansia en sus gestos.

¡Que animal tan bonito! — exclamó Sara —

¡Me estoy encendiendo como una tea tan solo con verlo! — dijo Virginia acariciándose entre las piernas —

Las seis mujeres se dispusieron alrededor del animal, tumbándose en el suelo algunas y agachándose otras.

Lo has lavado antes de venir ¿Verdad? — preguntó la señora Luna a Belén mientras acariciaba el lomo de Bogard —

Bueno, lo baño a menudo…

Cuando lo traigas no lo laves — le indicó — nos excita el olor fuerte de perro…

Sara se tumbó al lado del animal y se puso a masajear el pene del perro mirándolo con lascivia.

Me pido las primeras gotas — dijo — el semen de perro es tan amargo, tiene un paladar tan exquisito…

¿Se la chupas a tu perro? — quiso saber la señora Luna —

Si — reconoció Belén muy tímidamente — le gusta mucho…

Me gustaría ver como lo haces.

Dame un beso — dijo Virginia acercado su lengua al morro del animal. Bogard sacó la suya e inició un intercambio de lametazos con ella —

Pero… ¿Qué hace? — preguntó Belén atónita —

¿Nunca besas a tu perro con lengua?

No… por aquello de los gérmenes…

Eso es tan solo un mito — intervino Virginia — los gérmenes de los animales no nos pueden afectar a los seres humanos, y los de los seres humanos tampoco son nocivos para ellos.

Yo beso con lengua todos mis perros — soltó Susana — y tengo siete.

Déjame ver como se la chupas —

Ante la atenta mirada de todas Belén se agachó hasta dar con el miembro ya hinchado y fuera de su capuchón de su perro. Seguidamente, entornando los ojos, se lo metió en la boca. Tras un rato largo chupando volvió a abrir los ojos y a mirar a su alrededor. Todas estaban pendientes de ella excepto Patricia y Susana, que se besaban y rodaban por el suelo con cada una la mano en la entrepierna de la otra.

Estas dos siempre acaban igual — observó la señora Luna — si quieres, luego puedes unirte a ellas…

No se…

Ahora quiero probar yo…

La señora Luna se tragó en toda su longitud el pene del animal. Daba chupadas voraces y ansiosas como Belén no había visto nunca. Virginia dejaba que el animal le lamiera los pechos y Sara observaba mientras rodeaba a Belén con el brazo por encima de los hombros.

¿Cuántos años tienes? — le preguntó Sara y seguidamente le plantó un beso en los labios —

Veintidós — dijo Belén con un hilillo de voz —

Pareces más joven — dijo Sara y después puso su mano entre las piernas de Belén, más concretamente aún sus dedos en el interior de su vagina —

La señora Luna terminó su tarea y dejó el turno a otra. Sara la sustituyó, chupando con hambre el falo canino y acariciando con lascivia los testículos del animal. La señora Luna, por su parte, sustituyó a Sara al lado de Belén, le acarició un pecho y le besó en los labios.

¿Notas el sabor de la polla de tu perro en mi boca?

No… yo...

¿Y ahora? — la señora Luna besó a Belén de nuevo, pero está vez fue un beso profundo y con lengua —

Ahora si…

¿Te gusta el sabor? ¿dejas que tu perro te eyacule en la boca?

Alguna vez…

Me caes bien…

Sara dejó el pene del perro para masturbarse furiosamente. Virginia quiso tomar su lugar, se estiró en el suelo y se metió en la boca el miembro del animal.

Enséñame lo que sueles hacer normalmente con tu perro — ordenó la señora Luna —

Belén caminó en cuclillas hasta ponerse frente a Bogard. Una vez allí, a horcajadas, separó los muslos y abrió su vulva con las dos manos.

Bogard, bonito — dijo mostrándole su sexo al perro — venga, aquí tienes…

El pastor alemán se abalanzó literalmente a lamer entre las piernas a su dueña. Su comportamiento no difería mucho del de un animal hambriento abalanzándose sobre su comida.

¡Mira como quiere a su ama! — exclamó Sara sin dejar de frotarse el clítoris —

Que perrito tan caliente… — añadió la Señora Luna —

Susana y Patricia pararon un momento de besarse y tocarse la una a la otra para contemplar el espectáculo.

De repente, Virginia anunció algo gritando.

¡Se está corriendo!

Todas excepto Belén se agacharon para recoger el semen que el animal estaba expulsando. Las primeras gotas las recogió Virginia con la lengua, que era la que agitaba el pene del animal, luego fue la señora Luna, luego Susana que compartió su parte con Patricia directamente de su boca, luego Sara apuró lo que quedaba.

Lo bueno de los perros — dijo la señora Luna — es que después de corrérse la polla no se les deshincha…

La señora Luna, aún relamiéndose el esperma del perro, se colocó a cuatro patas. Las demás ayudaron al animal, pero éste ya empezaba a agitarse adelante y atrás de forma instintiva, y cuando tuvo la oportunidad montó a la señora Luna gimiendo de ansiedad.

Si… — dijo la señora Luna con una mueca de placer — esto es lo mejor de todo…

Bogard se movía a un ritmo frenético encima de la señora Luna. Su pene estaba todo el tiempo dentro de la vagina de ésta, unas veces más dentro, otras veces menos. El animal, en su fervor, había dejado de lamer a su dueña entre las piernas e incluso le había causado algunas heridas en el brazo con sus uñas a la señora Luna.

Todas admiraban la escena a una distancia suficiente masturbándose al mismo tiempo, así que Belén les imitó. Bogard la había montado a ella muchas veces, cuando sus padres se marchaban de fin de semana y le dejaban la casa para ella sola, e incluso algunas noches, cuando estaba segura de que toda la casa dormía y se llevaba al perro a su habitación. Pero ver a otra persona haciéndolo… era muy excitante.

Una por una se fueron turnando para que Bogard las montara. Primero Sara se colocó a cuatro patas para que el animal la penetrara. Luego fue Susana la que quiso imitar a una perra y dejar que Bogard, muy nervioso, la follara. A Belén le sorprendió las palabrotas que salieron de la boca de Susana, que no había dicho apenas unas pocas palabras desde que la viera en la sala de estar. Luego le tocó el turno a Virginia, que quiso ser penetrada estirada en el suelo. A Bogard no le importó, y así además podía besar al perro, lamiéndole su larga lengua. Luego le tocó a Patricia, que pedía ser penetrada por el ano, pero la Señora Luna quiso impedírselo.

Parad, estamos siendo un poco egoístas, al fin y al cabo es la iniciación de Belén.

Yo… — dijo tímidamente Belén al verse de repente el centro de atención —

Tu perro, a la que seguro que tienes más ganas de follar, es a ti.

Bogard, esperando que le dejaran montar a otra hembra, se encontraba muy nervioso y ladraba y gemía ansioso. Por fin, Belén se colocó a cuatro patas. Sara estaba masajeando el pene del animal y Patricia lo sujetaba de la correa. De repente lo soltaron. El solito montó a Belén, casi no fue necesario conducir el pene para que entrara entre sus muslos. Bogard conocía muy bien el agujero de su ama, lo había disfrutado muchas veces antes.

Mientras Belén se dejaba penetrar por su mascota, las demás la animaban con gritos y se tocaban, así mismas e incluso unas a otras, y esto incluía tocarla a ella. Le acariciaban los pechos, le besaban furtivamente… pero lo más sorprendente quizá fue como Patricia, de improviso, se acercó frotándose furiosamente el clítoris para eyacularle en el rostro.

Las babas de Bogard le resbalaban por el cuello y la espalda y sentía un ligero dolor en la vagina, eran sensaciones familiares, no lo eran las que le producían estar haciéndolo con su perro delante de tanta gente o haber besado a una chica en la boca por primera vez en su vida, o haber saboreado el sexo de otra.

Sintió como Bogard volvía a eyacular, esta vez dentro suyo. Normalmente el animal siempre se corría antes que ella, y sentir su esperma caliente le excitaba muchísimo, tanto que alcanzaba el orgasmo segundos después. Esta vez no fue la excepción, pero había una nueva sensación en todo esto, algo le hacía sentirse todavía más excitada. Fue incapaz de reprimir un grito de placer que seguramente se había oído en toda la urbanización.

Las demás le ayudaron a desengancharse de Bogard. Todas parecían muy felices, la felicitaban, le abrazaban e incluso besaban.

La sirvienta llegó llevando una palangana con agua caliente, un par de esponjas y algunas toallas. Algunas de las chicas se lavaron un poco entre las piernas y secaron antes de volver a entrar en la sala a recoger su ropa.

Mientras Bogard, doblado sobre si mismo, se la mía su propio miembro.

Belén — dijo la Señora Luna sonriendo — ya eres una de las nuestras. Si vienes conmigo ahora te daré una agenda con los números de teléfono de todas. Nos tienes que dar el tuyo para poder llamarte cuando toque una reunión.

Muy bien… — dijo Belén algo ruborizada —

¿Lo has pasado bien?

Si, muy bien.

Belén caminaba de vuelta a casa poco después. Había quedado con su amigo a una hora para pasar a recogerla con la furgoneta, pero todavía faltaban treinta minutos Paseaba con Bogard por la acera. Nadie hubiera dicho, al verles tan tranquilos, que más que dueña y mascota eran amantes.

¿Te lo has pasado bien? — le preguntó Belén a su perro —

Por supuesto Bogard no contestó, pero se veía contento y satisfecho.

Yo también, creo que hemos hecho bien en venir.

Belén miró a izquierda y derecha y luego adelante y atrás. Cuando se aseguró de que no había nadie que pudiera verla le dio un beso a su perro en el morro. Bogard reaccionó lanzando la lengua y está se introdujo por un pequeño instante en la boca de Belén y se tocó con la suya.

La expresión del animal, con la boca abierta y la lengua fuera se parecía mucho a una sonrisa. Belén también sonrió.

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