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en Hetero: General

Nicky, estaba muy contenta. Por primera vez en mucho tiempo las cosas comenzaban a irle bien.

Con el dinero que había ganado prostituyéndose se había costeado unas lentillas para tirar a la basura para siempre sus horribles gafas; se había operado y se había puesto un buen par de tetas, bien enormes, y las lucía con un generoso escote orgullosa por fin de tener una buena delantera.

Con el dinero que le había sobrado se había comprado un elegante traje chaqueta para ir a trabajar, con una falda corta para enseñar las piernas (¿Por qué no?) y también un coche (De segunda mano, no le había sobrado tanto dinero), con el que podía ir y venir sin depender de nadie.

Ahora, sólo necesitaba encontrar un buen trabajo, un trabajo de verdad en el que no tuviera que estar de rodillas toda la jornada y gastar una botella de Listerine al día para quitarse el sabor a semen de la boca.

No tardó demasiado en llegar al polígono industrial donde la habían citado para una entrevista. La empresa estaba situada en un gran edificio con una valla metálica detrás.

El aparcamiento era simplemente un descampado enorme rodeado por la valla metálica  y la entrada estaba justo al final de todo, al lado opuesto al edificio de oficinas. Además, estaba atestado de coches... Nicky dio muchas vueltas para poder encontrar un sitio. Al cabo, el hueco que encontró se encontraba justo al lado de la parte de atrás del edificio de oficinas solo que, como la valla lo rodeaba por completo, necesitaba cruzar todo el aparcamiento caminando para llegar hasta la entrada ¿Por qué no han puesto una puerta aquí? Se preguntaba mientras caminaba con dificultad con sus tacones por aquel terreno sin asfaltar.

Diez minutos después, llegó a la entrada del gran edificio, con sus zapatos nuevos llenos de barro,  y se dirigió al mostrador de recepción donde se presentó, diciendo que tenía una entrevista concertada.

     ¿Está segura? — quiso saber el recepcionista, un tipo joven de aspecto antipático, en mangas de camisa y que leía un diario deportivo — No tengo nada apuntado en la hoja de visitas…

     Me han citado para hoy — dijo Nicky compungida —

Y seguidamente le dijo el nombre de la persona con la que había hablado por teléfono.

El recepcionista, con una mueca de fastidio, llamó por teléfono a su superior, el hombre que, según Nicky, había hablado con ella el día anterior. Mientras marcaba el número no perdía ocasión de mirar su abultado escote.

     Lo siento — dijo el recepcionista — pero no sabe nada de ninguna entrevista…

     ¡Pero si hablé ayer con él! — dijo Nicky perdiendo los nervios — ¿y no puede entrevistarme ahora? ¿aunque no recuerde que tenemos una cita?

El recepcionista, molesto, volvió a hablar con su jefe no sin dejar claro que aquella mujer de las tetas enormes no se iba a ir así por las buenas. Su jefe le dijo entonces que estaría en la recepción en unos minutos.

La espera se hizo eterna y Nicky no sabía cómo hacer para que el recepcionista no le mirase los pechos. Entonces, un hombre de unos cuarenta años, grueso y de cabello lacio, con un traje negro y cara de pocos amigos, se personó ante Nicky  para aclarar las cosas.

     Verá — comenzó a decirle — siento decirle que no sé con quién pudo usted hablar ayer, pero el caso es que no fue conmigo…

     Pues usted me dijo su nombre y me citó a esta hora…

     Es que ni siquiera estamos buscando personal…

     Entonces ¿Por qué han puesto un anuncio? — explotó Nicky —

Nicky buscó el diario del que había sacado la oferta de trabajo en su bolso. Mientras lo hacía, mostraba una buena perspectiva de su escote del que aquel hombre no perdió detalle.

El hombre leyó el anuncio marcado con un rotulador y fingió interés para disculparse después. No sabía cómo, pero había sido un error.

Muy enfadada Nicky salió rauda de allí, lamentando el tiempo que había perdido y, en cierto modo, también de haberse puesto tetas si lo único que había conseguido con ellas era que esos dos asquerosos le dieran un buen repaso con la mirada. Al marcharse le pareció que, tras de sí, los dos hombres se reían.

Al salir, recordó la caminata inútil que había hasta el coche. Dando la vuelta al edificio su coche estaba allí mismo, sólo que detrás de una valla de rejas verticales. No estaba dispuesta a dar toda la vuelta de nuevo, así que metió un brazo entre las dos barras y luego la cabeza. Cabía perfectamente y continuó con su plan, satisfecha de ser tan inteligente. Pero sus tetas eran tan enormes que se quedó encallada entre las dos barras. Por más que tiraba hacía un lado o a otro, no podía salir de allí. Estaba medio arrodillada, en una posición muy incómoda ¿Cómo iba a salir de este embrollo? Intentó zafarse sin éxito y tan solo consiguió quedar más atrapada y que le dolieran las tetas. Fueron pasando los minutos hasta que, de repente, el hombre que la había citado allí (Aunque no lo admitiese), apareció al otro lado de la valla, donde Nicky tenía la cabeza, para retirar su coche.

     ¿Qué está haciendo usted ahí?

     Pues… he intentado tomar un atajo y me he quedado atascada… — dijo Nicky resignada —

El hombre contempló sus enormes tetazas encalladas en la valla y sus carnosos labios.

     ¿Por qué no ha dado la vuelta?

     Porque ya he perdido bastante tiempo hoy…

     Pues ahora sí que va a perder el tiempo…

     ¿Es que no va a ayudarme? — dijo desesperada —

     Bueno… — dijo el hombre con una sonrisa maliciosa — claro que puedo ayudarte pero ¿Qué gano yo?

     ¿Cómo?

     ¿Vas a hacer tú algo por mí?

     ¿Y qué quiere que haga? Estoy aquí atascada…

     Pues… puedes comerme la polla… si me comes la polla — dijo bajándose la cremallera del pantalón —  y yo te ayudaré a salir de ahí…

Sin decir nada más, el hombre sacó un miembro especialmente grande y duro de sus pantalones y acercó un baboso glande a los carnosos labios de Nicky. No le costó nada que ella abriera la boca y pudiera meterla toda entera, hasta que sus testículos se estrellaran con su barbilla.

Mientras el hombre metía y sacaba su nada pequeño miembro de su boca, le susurraba guarradas que ella entendía a medias. No tenía ninguna piedad y le importaba bien poco que ella se atragantara o no pudiera tragarse la saliva que le sobraba, cayendo al suelo y formando un charco.

El hombre sacó mientras tanto su teléfono móvil del bolsillo e hizo una llamada. Nicky no distinguió muy bien lo que decía, sólo algunas palabras, como “puta” y “la zorra de las tetazas”.

En unos minutos el recepcionista maleducado llegó hasta donde se encontraban, solo que del otro lado de la valla.

     ¿Qué tenemos aquí? — dijo riendo en cuanto vio la situación —

     Esta estúpida puta… se ha quedado encallada en la barra porque sus tetas son demasiado grandes… — decía utilizando la boca de Nicky como si fuera un coño — no puede hacer nada para defenderse…

     ¡Qué idiota! — dijo riendo —  cuando la vi ya me di cuenta de que era una imbécil…

 

El hombre que acababa de llegar alargó la mano para golpear con malicia una de sus tetas. Nicky no podía quejarse, tenía la boca ocupada. Seguidamente, se bajó los pantalones y sacó una polla bastante grande. Luego, usando ambas manos, rompió la cara falda de Nicky e hizo lo mismo con sus bragas. El enorme culazo de Nicky estaba frente a él en toda su plenitud.

Primero metió la mano para palpar su coño y comprobar que estaba bien mojada. Luego, hizo que subiera un poco el culo para llegar mejor a clavársela y así lo hizo, de un solo golpe, metiéndola entera en su caliente vagina.

Nicky tenía ocupada la boca y el coño y así estuvo un buen rato. De repente advirtió la presencia de otros dos hombres que acababan de llegar desde el lado de la valla de su cabeza.

El hombre al que se la estaba mamando la sacó y comenzó a meneársela delante de su cara.

     Por favor — dijo Nicky ahora que podía hablar — ¿Por qué no me ayudan a salir de aquí?

     ¡Cállate, puta! — le contestó el hombre — ya saldrás cuando hayas hecho tu trabajo…

Y seguidamente comenzó a eyacular en su cara de forma abundante, empapándosela por completo, acertándole en la boca, en los párpados, en el pelo y en el cuello. Los otros dos tipos reían y se sacaban la polla.

Cuando el que se había corrido acabó, uno de los otros se la metió a Nicky en la boca.

 

     Ya verás — dijo el que acaba de correrse en su cara — la come como una experta…

     Ya tiene pinta de puta, la verdad…

El que tenía detrás también comenzó a correrse. Lo hizo en su coño, diciendo al mismo tiempo que, con suerte, la dejaría preñada. Un buen recuerdo de aquel día, y todos rieron.

Después de que aquel hombre eyaculara en su interior otros dos individuos aparecieron detrás para sustituirle. El siguiente se la metió entera, esta vez, en su ano. Nicky sintió algo enorme que se abría paso en sus entrañas. Al parecer, se había corrido la voz y cada vez más acudían más empleados de aquella empresa a ver a la puta que se había quedado encallada en la valla por culpa de sus enormes tetas.

Pronto, el hombre al que se la estaba mamando eyaculó en su cara también, sujetándole del cabello para evitar que se zafara. Alguien que no podía ver le tocaba una teta y otra persona se corría en su caro traje chaqueta mientras tanto.

Su culo se llenó también de semen y una nueva polla se introdujo entonces en su coño de nuevo. Por entonces otra polla había sustituido a la última en su boca y estaba eyaculando también, cuidando de acertar en su garganta y hacer que se lo tragara todo.

Tras hora y media habían eyaculado nueve hombres en su cara y había lamido también tres coños. Se la habían follado cinco veces por el coño y cuatro por el culo. Le habían roto la falda, las bragas y la blusa y le habían eyaculado en el traje poniéndoselo perdido. La habían manoseado a conciencia, metiéndole los dedos en el coño, en el culo y sobre todo en sus enorme y siliconadas tetas.

Luego, todos decidieron que ya era hora de acabar con aquello. Cuando comenzaron a  hablar de ello Nicky comenzó a pensar que ya la iban a ayudar a salir de allí.

     ¿Me van a ayudar? ¿por favor? Ya llevo aquí mucho rato…

La multitud comenzó a carcajearse y los que tenía delante comenzaron a orinar en su cara por turno, tanto los hombres como las mujeres. Los que estaban al otro lado de la valla comenzaron a hacer lo mismo, poniendo perdido el traje chaqueta, orinando en su culo y en su espalda. Pronto estuvo completamente llena de meados, como si se hubiese dado una ducha caliente y amarilla.

Poco a poco, los que la habían violado comenzaron a irse despreocupadamente. Nicky pensó que alguno la ayudaría a salir, pero pronto comenzó a darse cuenta de que nadie se quedaba para auxiliarla.

     ¡Por favor! — gritó desesperada — ¿es que no me va a ayudar ninguno?

     ¡Ayúdate tú, puta! — contestó el que le había metido la polla en la boca por primera vez — a mí me da asco tocarte, zorra…

 

Nicky se quedó sola y comenzó a pensar que se quedaría allí todo el día. Estaba empapada, olía mal y le dolía el coño y el culo. Volvía a tener en la boca el sabor a semen que conocía tan bien.

De nuevo se dispuso a forcejear y, seguramente gracias a toda la orina que la cubría, consiguió comenzar a resbalar y poco a poco quedó libre hacía la parte de la valla en la que estaba su coche. Tuvo problemas al tratar de pasar su enorme culo por entre las barras, pero lo consiguió al fin.

Mientras se ponía de píe, anquilosada, dolorida cada vez que trataba de caminar, buscó las llaves en su bolso y se sentó en el asiento del conductor, poniéndolo perdido de orina.

 

     Y lo peor — dijo en voz alta — es que todo esto lo he hecho gratis…

 

 

 

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