miprimita.com

Los Agentes del Ojo (1)

en Grandes Relatos

El amanecer de Londres se empezaba a contemplar desde la ventana de la suite del lujoso hotel Waldorf en el que Joe Ryder se disponía a disfrutar de un buen rato.

Yacía tumbado boca arriba, completamente desnudo. Su físico era inmejorable: atlético y musculoso, y entre las piernas destacaba un pene circuncidado de excelente tamaño y forma que comenzaba a estar erecto.

A cada lado tenía una mujer aunque bien parecía que fuera la misma reflejada por un espejo. Las gemelas eran orientales, delgadas y fibradas, de pechos pequeños y firmes y nalgas musculosas y escasas. Tanto las axilas como el pubis lo llevaban completamente afeitado y se tocaban entre las piernas con maestría ganada en años de tocamientos mientras que, con la otra mano, acariciaban ora el pecho musculoso de Ryder ora sus muslos, muy cerca de su verga.

Ryder condujo con su mano a una de las gemelas hasta aproximarla a su boca para besarla. Luego hizo lo mismo con la otra mano y la otra gemela.

Pero enseguida la simetría se rompió. Una de las hermanas se tumbó en la posición contraria, colocando su cabeza a la altura de los genitales de Ryder. Una vez acomodada le sujetó el miembro, ya bastante duro y apetecible, y se puso a acariciarlo con lascivia. Pronto la tuvo del todo dura y tiesa entre sus manos y, aunque era bastante grande, la muchacha no tuvo ningún problema en engullirla entera, dando chupadas enérgicas y succionando con fuerza. Mientras, su hermana gemela se colocó a horcajadas en el pecho de Ryder para posicionar cuidadosamente la vulva frente a su cara. Fue el mismo Ryder el que abrió la vagina de la chica con sus viriles manos para poder saborearla tan vorazmente como la otra hermana le estaba devorando a él su falo.

De repente, los tres participantes de la tórrida escena se sobresaltaron al escuchar el sonido de un portazo. Automáticamente todos miraron hacia la puerta del dormitorio de la suite. Ante ellos había una mujer desconocida.

Tendría sobre los treinta, era rubia y su cabello le caía por los hombros y se perdía en su espalda. Llevaba ropas de hombre que apenas disimulaban sus femeninas formas pues, si bien era delgada, se adivinaban bajo la camisa, la americana y los pantalones unos generosos pechos y unas caderas más bien anchas.

Su rostro era equilibrado y anguloso, aunque apenas se percibía al estar disimulado por unas gafas oscuras y un largo flequillo lacio.

Las hermanas se habían replegado hacia la cabecera de la cama, encogidas sobre si mismas como si de pronto tuvieran frío o sintieran vergüenza de que las vieran desnudas. La mujer no se inmutó.

¿Pero que demonios...? — exclamó Ryder que saludaba a la mujer apuntándole con una suculenta erección que conectaba con un hilillo de baba los labios de una de las hermanas — ¿quién es usted?

Señor Ryder, mi nombre es Diana Dwyane, soy agente del MI6 y he venido a decirle que su país y la Reina le necesitan. — dijo mostrando una documentación en el forro de su cartera —

¿Y me necesitan ahora? ¿No puede esperarse, digamos media hora?

¿Qué quiere decir? — preguntó la mujer —

Quiero decir que ahora mismo tengo algo importante entre manos — y mientras decía esto Ryder se sujetaba con una mano su miembro que aún seguía duro como una roca —

Eso me temo, señor Ryder. Tendrá que posponerlo. Además, estás mujeres sólo han accedido a acostarse con usted para tener la oportunidad de matarle.

De repente, tras esas palabras pronunciadas de forma casual, las hermanas cambiaron completamente su actitud. Cada una de ellas buscó en su peinado para extraer una larga aguja y sujetarla a modo de puñal. Pero cuando se disponían a descargar la fatal estocada sobre el desnudo cuerpo de Ryder una fue derribada de un codazo cayendo sobre su hermana, fuera de la cama. La primera no volvió a levantarse, mientras que la segunda lo hizo torpemente, recogiendo al mismo tiempo la aguja que se le había caído al suelo. Más al levantar la cabeza para encontrar su objetivo fue éste el que la encontró a ella.

Lo siento — dijo Ryder con una encantadora sonrisa — pero esto me duele más a ti que a mi...

Y seguidamente la golpeó con la muñeca dejándola también inconsciente en el suelo.

Ryder volvió a acomodarse en la cama y buscó en la mesilla de noche un cigarrillo y un encendedor.

Parece que le he salvado la vida al avisarle, señor Ryder — dijo Diana Dwyane —

No lo crea. Ya lo sabía que querían matarme...

¿Lo sabía? ¿Y aún así se acostó con ellas?

Metí a su padre en la cárcel hace cinco años, y desde entonces que estoy deseando tirármelas...

Bueno, señor Ryder — dijo Diana Dwyane recuperando la compostura — me gustaría que me acompañara, tenemos que hablar...

Muy bien, pues hable...

Ryder continuaba desnudo y aún conservaba parte de la firmeza en su pene. Si la mujer admiraba su físico o contemplaba de alguna forma lasciva su entrepierna o su desnudez, no lo demostró.

La verdad, mi idea de una charla implica dos sillas, una mesa y una buena taza de café, además de no tener que estar viéndole a usted desnudo todo el tiempo.

¿En serio? — preguntó Ryder a la vez que volvía sujetarse el pene provocativamente — creo que es usted la primera mujer que me lo dice...

No insista — dijo con expresión de hastío— su pene no me produce otra cosa que una absoluta indiferencia, así que deje ya de ponérmelo delante y vístase.

Al rato Ryder y Dywane se encontraban juntos en el restaurante del hotel desayunando.

Dywane sólo una taza de café, Ryder huevos, bacón, tostadas y zumo de naranja.

Ryder tenía el cabello muy negro y ondulado y los ojos del mismo color. Su mandíbula cuadrada le hacía parecer un actor de Hollywood, aunque su sonrisa pícara y burlona no cuadraba con ese cliché.

Aún así, Diana Dywane no le contemplaba en absoluto. Mantenía la mirada baja, concentrada en su taza. Se había quitado las gafas oscuras. Sus ojos eran de un azul helado y a Ryder le parecieron arrebatadores.

¿Seguro que no quiere comer nada? Hay un buffet excelente en este hotel...

Estoy segura, gracias.

Entonces dígame ¿qué quiere de mí el servicio secreto británico?

Mi intención es reclutarle para un grupo selecto de lo más especial.

¡Ah! ¡Muy bien! — dijo como casualmente, luego siguió disfrutando de su comida —

Tenemos informes de usted que se remontan a 1936. Esos mismos informes nos dicen que no ha envejecido usted ni un día desde entonces.

¿No lo he hecho?

Tengo documentos aquí — dijo sacando una carpeta con ciertos papeles — que le sitúan a usted combatiendo a delincuentes organizados y a espías nazis desde 1936 a 1944. Después se le ha podido localizar en muchos rincones del globo: en la India, en Egipto, en España, en Suecia, en Canadá... siempre combatiendo con alguna amenaza contra la humanidad, y no ha envejecido ni un día en todos estos años.

Debo decir que me encuentro en una cierta desventaja ahora mismo — dijo Ryder limpiándose los labios con una servilleta — usted parece saber muchas cosas de mi, pero yo no se nada de usted.

Sólo quiero reclutarle, eso ya se lo he dicho...

¿Reclutarme para que? ¿Por qué yo?

Por que es usted una de las pocas personas de este planeta que sabe que las cosas no son exactamente como todo el mundo cree.

Aproximadamente una hora después, Ryder y Dywane llegaron por medio de un coche con cristales tintados a un edificio antiguo de Westminster.

Al entrar un guardia de seguridad les interceptó, saludó cortésmente a Dywane pero se empeñó en escanear a Ryder con un detector de metales manual.

Está bien, Harold, el caballero viene conmigo, no hace falta que le registres...

Pero señora, tengo que comprobar que no vaya armado...

¡Por supuesto que va armado, Harold! Y ahora déjanos tranquilos.

Dywane y Ryder subieron juntos a un ascensor. Dywane accionó uno de los botones con una llave y empezaron a bajar.

Ryder reflexionó sobre las veces que había hecho el amor en un ascensor .Le resultaban muy eróticos, por aquello de que en cualquier momento, las puertas podían abrirse y alguien podía sorprenderte. Se acercó cuanto pudo a su acompañante para intentar oler su perfume. Llevaba una colonia fresca y de olor dulce. Enseguida le sobrevino una erección. Se fijó en como se le marcaba el trasero en los pantalones y se preguntó a si mismo si acabaría bajándoselos tarde o temprano.

¿No está descendiendo mucho este ascensor?

Veinte niveles bajo el nivel de la calle.

Por fin la puerta del ascensor se abrió para dar a parar a una amplia bóveda subterránea llena de personal. Las paredes eran de ladrillo y estaban sembradas de estanterías en las cuales había todo tipo de objetos variopintos: relojes de arena, botellas, cuadros, armas antiguas, retratos, libros, estatuas, fragmentos de otros aparatos, animales disecados, fósiles... en mitad de la bóveda se situaban algunas mesas de trabajo donde, al parecer, el personal clasificaba y estudiaba todos aquellos objetos.

Dywane acompañó a Ryder saludando por el camino a alguno de los trabajadores que se encontraban allí.

Bonito sitio ¿qué es?

Aquí clasificamos todo tipo de curiosidades, ya sean científicas, esotéricas o arqueológicas, ninguna de las cuales están listas para ser reveladas al público en general...

Eso de ahí ¿no es la espoleta de la bomba del juicio final de Adolf Hitler?

Pues... si — contestó Dywane sorprendida — ¿cómo lo sabe?

Yo la robé en el cuarenta y uno, la desmonté y mandé los pedazos por todo el planeta para que nadie los volviera a juntar, no había vuelto a ver ninguno de ellos...

Es usted una verdadera caja de sorpresas...

Dywane condujo a Ryder hasta otra bóveda más pequeña y luego hasta una puerta metálica, como de cámara acorazada, que se encontraba cerrada. Una vez más utilizó su llave y pudo entrar sin problemas. Aquello parecía más un laboratorio, lleno de tubos y aparatos desconocidos por todas partes. A su izquierda Ryder se topó con un cilindro transparente lleno de un líquido amarillento que contenía una pequeña criatura mitad pez mitad ser humano. Y estaba viva.

Santo Dios...

En esta cámara conservamos los especimenes vivos...

¿Por qué tienen encerrada a esa criatura? Está viva...

Aquí preservamos a criaturas como ella... fuera de aquí sería cazada y asesinada como un monstruo...

¿Y que es? ¿Un extraterrestre?

No lo sabemos ¿una mutación, quizá?

Dywane le enseñó otra pecera a Ryder. Esta vez parecía un terrario conteniendo una gran serpiente constrictora.

¿Qué tiene de especial?

Como toda respuesta el reptil levantó la cabeza. En lugar de tener el acostumbrado cráneo triangular de las serpientes, su cabeza se asemejaba en envergadura y forma a la de un ser humano. Inmediatamente Ryder apartó la mirada.

¡Muy bien! ¡De acuerdo! Tienen ustedes un insólito circo de fenómenos aquí abajo ¿qué tiene que ver todo esto conmigo? ¿Para que es para lo que quiere reclutarme?

Muy bien, señor Ryder. Le diré por que le hemos llamado. La inteligencia británica tiene pensado organizar un grupo de personas insólitas como usted y con la misma voluntad que tiene usted para luchar en beneficio de la humanidad. Queremos reclutarle para que me ayude a reunir y a dirigir ese grupo de agentes especiales.

No estoy seguro de a que se refiere cuando habla de personas insólitas como yo...

¿Está seguro? ¿Un hombre que no envejece desde 1936? ¿Que ha dedicado su vida a combatir criminales, nazis, seres sobrenaturales y cosas que el mundo no conoce?

Muy bien, señorita Diana Dywane ¿y para que, si puede saberse, necesita la inteligencia británica un grupo de esas características?

Por que no todas las cosas que encontramos son susceptibles de ser clasificadas o de ser reclutadas. Las hay que son, sencillamente, peligrosas.

Diciendo esto Dywane se acercó hasta una puerta al fondo de la estancia. Una vez allí hizo uso de su llave una vez más. Un mecanismo se accionó y una placa de metal se movió revelando el interior de una pequeña celda limitada por un cristal.

En su interior había una criatura encorvada e inhumana. Aunque parecía un ser humano su anatomía era muy deforme y grotesca. Medía aproximadamente un metro treinta y su piel desnuda era de color rojo apagado. Tenía cuernos en la frente y un semblante feroz en el que destacaban dientes afilados como agujas. Entre sus piernas sobresalía un descomunal pene, largo, grueso y amorfo, que la criatura frotaba sin cesar eyaculando un semen espeso y amarillento.

Al saberse observada la criatura se acurrucó en un extremo de la celda a acariciar profusamente su enorme verga.

Mujer bonita, si — decía aquella criatura — mujer bonita quiere polla grande...

¡Por el amor de Dios! ¿Qué es esa criatura?

Esa criatura es el motivo por el que necesitamos formar ese grupo de agentes. Por que eso que ve ahí es el infierno. El infierno se nos viene encima, y si no podemos evitarlo acabaremos todos lamiendo entre las piernas a seres como ese.

Mas de Cerecita

Recuerdos de Ana

De compras

Terapia de pareja

A mis pies

Una mosca en la pared

Un hombre afortunado

La Prueba

Usada 3

A mis pies

Usada 2

Usada

Caso clínico

La cura contra el insomnio

Educando a M

Las desventuras de Nicky I

Me da vergüenza hacerlo.

Sentirse cómoda con una amiga

Las fotos de mamá. Capitulo 16.

Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 12.

Las fotos de mamá. Capitulo 15.

Las fotos de mamá. Capitulo 13.

Las fotos de mamá. Capitulo 14.

Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 10

Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 11.

Las fotos de mamá. capitulo 12.

Las fotos de mamá. capitulo 11.

Las aventuras lésbicas de Cristina. capitulo 9.

Las fotos de Mamá, capitulo 10.

Las fotos de Mamá, capitulo 9.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo 7.

Las fotos de Mamá, capitulo 8.

Cena entre amigos

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo6.

Las fotos de Mamá, capitulo 7.

Las fotos de Mamá, capitulo 6.

Las fotos de Mamá, capitulo 5.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo 4.

Las fotos de Mamá, capitulo 4.

La peor noche de mi vida

La educación de Natalia. capitulo 2.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo3.

Las fotos de Mamá, Capitulo 3.

La educación de Natalia. capitulo 1.

Las aventuras lésbicas de Cristina. Capitulo 2.

Las fotos de Mamá, Capitulo 2.

Las fotos de Mamá, Capitulo 1.

Las aventuras lésbicas de Cristina. Capitulo 1.

Cristina, Capitulo 6. Las flores.

La peor noche de mi vida

Cristina, Capitulo 1. Las bragas.

Mamá ¿Cómo puedes ser tan cruel?

Diego (Amor entre rejas)

Escribir un relato corto

Las fotos de mamá (16)

Las fotos de mamá (15)

Las fotos de mamá (14)

Las fotos de mamá (13)

Las fotos de mamá (12)

Las fotos de mamá (11)

Las fotos de mamá (10)

Las fotos de mamá (9)

Las fotos de mamá (8)

Las fotos de mamá (7)

Las fotos de mamá (7)

Las fotos de mamá (6)

Las fotos de mamá (5)

Las fotos de mamá (4)

Las fotos de mamá (3)

Las fotos de mamá (2)

Las fotos de mamá (1)

Los Agentes del Ojo (35)

Los Agentes del Ojo (34)

Los Agentes del Ojo (33)

Los Agentes del Ojo (32)

Los Agentes del Ojo (31)

Los Agentes del Ojo (30)

Los Agentes del Ojo (29)

Los Agentes del Ojo (28)

Los Agentes del Ojo (27)

Los Agentes del Ojo (26)

Los Agentes del Ojo (25)

Los Agentes del Ojo (24)

Los Agentes del Ojo (23)

Los Agentes del Ojo (22)

Los Agentes del Ojo (21)

Los Agentes del Ojo (20)

Los Agentes del Ojo (19)

Los Agentes del Ojo (18)

Los Agentes del Ojo (17)

Los Agentes del Ojo (16)

Los Agentes del Ojo (15)

Los Agentes del Ojo (14)

Los Agentes del Ojo (13)

Los Agentes del Ojo (12)

Los Agentes del Ojo (11)

Los Agentes del Ojo (10)

Los Agentes del Ojo (9)

Los Agentes del Ojo (8)

Los Agentes del Ojo (7)

Los Agentes del Ojo (6)

Los Agentes del Ojo (5)

Los Agentes del Ojo (4)

Los Agentes del Ojo (3)

Los Agentes del Ojo (2)

Club de amantes de las mascotas

Olga (14, ¿Final?)

Olga (13, Una semana antes)

Olga (12, el móvil)

Olga (11, la venganza)

Olga (10: más incesto)

Olga (9: Receso)

Olga (8: las fotos)

Olga (7: las ostras)

Olga (6: las flores)

Olga (5: el sobresaliente)

Olga (4: la mancha)

Olga (3: Sólo piensas en tocarte)

Olga (2: la puta de los lavabos)

Olga (1: Las bragas)

La educación de Esther

Respira hondo y sonrie

Matrimonio con hijas

Me vengaré!

Los tres ositos, versión porno

La Familia Addams X: El aniversario.

Buffy X: las chicas con las chicas