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Los Agentes del Ojo (10)

en Grandes Series

Joe Ryder siempre escogía, si podía, la opción más ostentosa. Por eso se llevo consigo a Katleen y a Moira a un buen hotel.

Pidió una suite y luego que les trajeran champán.

¡Que habitación tan lujosa! ¡Y que cama tan buena! — dijo Moira dejándose caer en la cama tan pronto entraron en el dormitorio—

¿Siempre haces esto? — preguntó Katleen — ¿te traes a las chicas a un hotel de lujo?

A todas no — dijo Ryder quitándose el abrigo y dejándolo encima de una silla — sólo a las mejores...

Joe se quedó en camiseta y abrió la botella. Las chicas también se quitaron sus abrigos. Moira, la que iba más bebida de las dos, se quitó los zapatos y se tumbó en la cama cuan larga era.

Nunca había estado antes en un sitio tan elegante — dijo Moira bebiendo de su copa como si fuese agua —

¿Qué eres? — quiso saber Katleen — ¿un alto ejecutivo, o algo así?

No, yo trabajo por libre...

Pero Joe enmudeció de pronto. Reptando por la cama, Moira se había acercado hasta sus pantalones y le desabrochaba la cremallera. Katleen, sin ninguna prisa, dejó su copa en la mesilla de noche y empezó a quitarse la camiseta. Sus pechos eran pequeños pero firmes y apetitosos. Ryder le ayudó a quitarse el sujetador.

Moira ya había conseguido sacar afuera el miembro de Ryder, que estaba ya en proceso de levantarse como un poste. Se lo metió en la boca enseguida. Katleen prefirió besarle.

Joe hizo entonces una pausa para terminar de desnudarse. Su cuerpo musculoso y atlético les cortó la respiración a las dos. Las dos amigas hicieron lo mismo. Katleen era más bien delgada, aunque de formas sinuosas y apetecibles. Llevaba una ropa interior de muy buen gusto y el pubis afeitado. Moira era más bien entrada en carnes, de pechos abundantes y trasero generoso.

Ryder se tumbó en la cama en medio de las dos chicas. Su pene ya estaba del todo inhiesto por la visión de sus cuerpos desnudos y algunos furtivos manoseos, más la excitación que tenía en ese momento fue en aumento cuando vio como las dos amigas se besaban en la boca.

Katleen se sentó entonces sobre el vientre de Ryder, haciendo entrar la verga entera entre sus piernas. Moira se colocó, literalmente, en la cara de Joe, orientada hacia su amiga para besarla y tocarla mientras le daban placer por abajo.

En esa situación, ninguno de los tres advirtió un leve fulgor que surgía de la silla en la que Ryder había dejado su abrigo. Foxglove se había quedado dormida por los efectos del alcohol, pero acababa de despertarse. Reconoció a Ryder y vio a las dos mujeres entregadas al placer carnal con él. Vio su pene entrando y saliendo del interior de una de ellas y como la otra restregaba su vulva por su rostro.

Foxglove salió volando todo lo deprisa que pudo hacia la cama y tocó a cada una de las mujeres. En un instante, los gemidos de placer de las dos se tornaron cacareos. Ryder abrió los ojos para averiguar que sucedía, y lo que vio le estremeció: Moira ya no tenía cabello en la cabeza, sino una cresta roja, y a Katleen le surgían plumas de los brazos y del pecho. Pronto, en una metamorfosis de unos pocos minutos, las dos mujeres se convirtieron en gallinas ante sus ojos.

¿Por qué has hecho eso? — preguntó Ryder horrorizado

Por que te quiero para mí, humano guapo...

Ryder se echó las manos a la cabeza. Las palabras de Dywane le vinieron de pronto a la mente. "Hoy has sido tus compañeros, mañana podemos ser tu o yo..."

Foxglove — comenzó Ryder — tu y yo somos muy diferentes...

Si — contestó el hada ruborizándose — tu eres muy grande...

Lo siguiente que hizo la pequeña hada fue revolotear hasta el pubis de Ryder. Una vez allí, se subió literalmente en su miembro, todavía erecto, y se puso a cabalgarlo. Lascivamente se frotaba contra él, gemía emitiendo ruiditos agudos de placer. Restregando su pequeña vagina contra el grueso pene que, en estatura, le sacaba siete cabezas. Abrazaba y estrujaba la verga y chupaba el glande circuncidado. Frotaba sus pechos y el resto de su esbelto cuerpo contra él. A Ryder nunca lo habían masturbado así antes.

De repente, un chorro de esperma surgió disparado de aquel pene. Subió hacia arriba y fue a caer en su mayor parte encima del hada.

El espeso y caliente humor le cubrió por entero el cabello y el rostro, y se fue deslizando por sus pechos y espalda. Excitada, el hada se dedico a frotarse con este extraordinario ungüento por todo el cuerpo, especialmente por los pechos y entre las piernas. Entonces, Ryder se puso de rodillas en la cama y se agarró el miembro. Lo agito y sacó una nueva descarga que tuvo cuidado de depositar justo en el cuerpo de la pequeña hada.

Esta vez el esperma la cubrió por completo. Foxglove estaba en éxtasis. Introducía frenéticamente sus dedos en su entrepierna como si le fuera la vida en ello. Gemía con voz aguda y apagada y Ryder se sintió muy excitado otra vez.

De repente, el hada emitió gritos de placer y un poderoso destello. Salió volando por toda la habitación, salpicando de semen muebles y paredes al esparcirlo con el movimiento de sus alas. Luego se acercó a Ryder para besarle en los labios.

Oh, que bien me lo has hecho, humano guapo...

Tu también me lo has hecho bien a mí. Todo lo que siento es no poder metértela entera por este orificio tan bonito que tienes aquí — y diciendo esto Ryder acariciaba con la yema del dedo la entrepierna de la pequeña hada —

¡Oh, no! — contestó ésta risueña — si lo hicieras me partirías en dos...

Ryder colocó a Foxglove en la almohada y continuó acariciándole entre las piernas con la punta del dedo. Ya volvía a estar empalmado y sentía un profundo deseo por el pequeño duende. Enseguida sustituyó el dedo por la lengua. El hada gemía con los ojitos cerrados, cómodamente tumbada y con el trasero en alto.

Pronto, la lascivia se apoderó de Ryder hasta el punto de repasar con su lengua todos los rincones del cuerpecito del hada, que ya no tenía ni rastro de la polución que la había bañado. El sabor de su piel era parecido al melocotón y olía a flores y a agua fresca.

De repente, un sabor como a licor de cerezas asaltó la lengua de Ryder cuando fue a pasarla por el diminuto agujero de Foxglove. Luego, un fulgor cegador surgió de su pequeño cuerpo.

¿Te has vuelto a correr? — preguntó Ryder acariciándole con un dedo el cabello —

Si, humano guapo... otra vez...

El hada sonrió y Ryder le dio un beso. Pretendía dárselo en la boca, pero sus labios cubrieron casi todo su rostro y parte de su torso.

Inesperadamente alguien llamó a la puerta.

¡Servicio de habitaciones!

Ryder salió del dormitorio para acercarse a la puerta, todavía desnudo, esquivando una de las gallinas que eran Moira o Katleen.

No hemos pedido nada — dijo desde el otro lado de la puerta —

Es un telegrama, señor.

Si Ryder hubiera estado en uso de sus plenas facultades mentales no se le hubiera escapado que no había dejado a nadie la dirección de aquella suite como para que le mandaran un telegrama. Sólo pensó en Dywane y en que tal vez había tenido lugar una emergencia. Y abrió la puerta.

Algo metálico y duro le golpeó con fuerza en la cabeza. No quedó inconsciente, pero se cayó al suelo muy aturdido y dolorido. Sus años de experiencia como luchador cuerpo a cuerpo le marcaban una rutina muy clara y, siguiéndola, intentó incorporarse enseguida, ignorando el dolor de su frente, pero antes de lograrlo recibió una patada en la cara que lo llevó de nuevo a caer.

Por fin hemos dado contigo, pedazo de mierda... — dijo la mujer que le había golpeado —

Ryder simplemente giró la cara para mirar hacia a lo alto. Había una pistola apuntándole. Más arriba, una mujer oriental con un vendaje en la nariz, y a su lado su hermana gemela, pero sin vendaje alguno. Eran las dos hermanas que, una semana antes, se habían acostado con él para tener la oportunidad de matarle.

Siempre vas a hoteles caros ¿He? — dijo la otra — Que lástima que nosotras tuviéramos hombres vigilándolos por si aprecias...

¡Eres muy predecible! — dijo la otra clavándole una patada en las costillas — desnudo con tus musculitos y tu ridículo colgajo...

Ryder, dolorido y sangrando, se preguntó por que no estaba de pie desarmando a la primera y derribando a la otra de un golpe. Había salido otras veces de situaciones peores pero ahora no tenía ganas de luchar. De hecho, sólo sentía una cierta felicidad, una dicha muy especial. Y no era el alcohol.

De repente, una gallina pasó por su lado, picoteando la moqueta. Una de las chicas la apartó de una patada. A Ryder no le importó ni que aquel animal fuera antes una persona ni que la acabaran de golpear. Todo estaba bien, se sentía pleno y feliz, y de repente comprendió lo que le sucedía.

Una de las gemelas apretó el cañón de la pistola contra su cabeza. Lentamente amartilló el revolver.

¿Qué estáis haciendo con mi hombre? — dijo una vocecita de pronto —

Las dos mujeres prestaron atención a la vocecita y quedaron perplejos al contemplar a la diminuta hada, brillando con luz blanquecina y volando delante de ellas.

¿Qué demonios eres tu? — preguntó la que llevaba la pistola —

Parece una mariposa...

Furiosa, Foxglove revoloteo y luego se lanzó en picado contra las dos mujeres. A una la tocó en el brazo, a la otra en el hombro. Inmediatamente después, zarcillos verdes empezaron a surgir de donde habían sido tocadas. La piel empezó a endurecérseles y los cabellos se volvieron finas briznas de hierba. Las dos gritaban y se estremecían de dolor, pero era en vano, por que antes de poder reaccionar las dos se habían transformado en árboles. Dos siniestros árboles con forma humana.

Ryder se levantó del suelo y miró al hada con amor y deseo. No le preocupaban las dos mujeres que acababan de ser convertidas en plantas inertes, ni las otras dos que habían acabado convertidas en gallinas. Sólo le importaba volver a la cama para seguir practicando el sexo con su pequeña hada.

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