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Los Agentes del Ojo (18)

en Grandes Series

Madre… Estoy en casa otra vez…

Los ojos de John Henry se llenaron inmediatamente de lágrimas. Se sentía feliz y aliviado por primera vez en mucho tiempo. Su madre vestía exactamente igual que la mañana en la que Diana Dywane y Joe Ryder vinieron a visitarlos. Le gustaban los pechos de su madre y aquel vestido fresco y escaso los dibujaba muy bien.

Rápidamente se abalanzó hasta ella y la besó: primero en los labios, luego en la boca, más tarde en el cuello, y sus fuertes manos se fueron apoderando de aquellos pechos, sacándolos del vestido y acariciándolos.

Pero en realidad eran los pechos de Lilith los que estaba acariciando, los que besaba y de cuyos pezones mordía.

Lilith reía sin que el muchacho pudiera oírla.

¡Que fácil ha sido! — se jactaba — ¡Ya eres mío para hacer contigo lo que quiera!

John desnudó por completo a Lilith y le separó los muslos. El candelabro que ésta llevara consigo cayó al suelo y se apagó. Quedaron a oscuras, pero la especie de Lilith podía ver en la oscuridad y en cuanto a John, se encontraba a cientos de millas de allí, en un luminoso paisaje de Kansas con su madre, de la que estaba enamorado.

John hundió la cabeza entre los muslos de Lilith. Le separó los labios vaginales con cuidado y se puso a lamer. El olor de la vagina de Lilith le asaltó poderosamente las fosas nasales, aunque él notaba el familiar olor de la entrepierna de su madre. Ya tenía una erección imposible de contener, así que, como pudo, deslizó una mano para desabrocharse el pantalón y que su grueso miembro se liberara.

¿Pero que es eso tan hermoso que te acaba de salir de entre las piernas? — preguntó Lilith sin dejar de carcajearse al ver el pene de John — dámelo, que yo lo guardaré…

Pero lo que John escuchó fue bien distinto.

John, cariño ¿Qué te gustaría que te hiciera mamá? Espera, no me lo digas…

Lilith fue directa a sujetar el largo y duro miembro de John. El muchacho se relajó mientras la mujer se lo agitaba, más enseguida se lo metió en la boca.

Madre… deseaba tanto que me hicieras esto…

Lilith estalló en una carcajada estridente, pero lo que John vio fue como su madre alzaba la cabeza para sonreír. Lleno de ternura le acarició el pelo.

Lilith volvió a engullir el soberbio miembro de John en toda su longitud. El glande chocaba con su garganta y le acariciaba los testículos a manos llenas.

A John le encantaba cuando su madre le daba placer con la boca y a ella le encantaba dárselo. Se sentía feliz con su madre lamiendo entre sus piernas, lo que sucedía a menudo. Estaban solos en aquella granja, a muchos quilómetros de la finca más cercana, podían hacer cuanto quisieran sin que nadie viniera a estorbarles. Los juegos podían surgir mientras desayunaban, durante el trabajo o en cualquier momento del día, pero sobre todo cuando se iban a dormir. Era maravilloso dormir abrazado a ella. Su madre era cálida, cariñosa y dulce y siempre estaba con él. Le tocaba donde le gustaba, le hacía las cosas que más le apetecían y la podía contemplar disfrutando y siendo feliz.

Lilith se sacó el miembro de la boca y lo miró unos minutos en su mano: Era duro como una barra de hierro, del color del chocolate y sembrado de hermosas venas gruesas; su tacto era suave y cálido y su sabor hacía que se mojase abundantemente entre las piernas.

De improviso lo hizo desaparecer entre sus muslos. Sus pechos se bamboleaban lascivamente mientras saltaba arriba y abajo. John se los agarró, viendo los pechos de su madre, que tanto le gustaban, bailando frente a él.

Mientras tanto, en la habitación en la que John había dejado a su compañera, Thanotó y Rhandlov entraban a hurtadillas.

Con todo el sigilo del que eran capaces las dos deformes criaturas se fueron abriendo paso en la oscuridad. Cada uno de ellos portaba varios metros de cuerda en la mano, amén de sendas cimitarras en sus correspondientes cintos.

Rhandlov se colocó a la izquierda de la cama y Thanotó a la derecha. El montículo de sábanas y mantas en mitad de la misma adivinaba una dormida Diana Dywane ajena a lo que estaba a punto de suceder.

Rhandlov la destapó de golpe. En la cama sólo se encontraban las cortinas de la ventana, cuidadosamente colocadas como si se tratara de una persona.

Rhandlov no tuvo tiempo de sorprenderse. Ser de otra dimensión o no, tenía algo muy parecido a la arteria pédia en el empeine de su píe, y ahí fue donde Diana Dywane, escondida bajo la cama y con su linterna en la boca, le clavó un cristal. Thanotó sufrió un percance parecido, pero a él le seccionó el tendón de Aquiles, también con un cristal.

Los dos criados lanzaron un agudo grito de dolor que sin lugar a dudas se escuchó por todo el palacete. Thanotó simplemente se desplomó en el suelo, pero Rhandlov no. La sangre se le escapaba como un grifo abierto y era tan roja como la de cualquier ser humano.

Dywane salió de debajo de la cama por el lado izquierdo, empujando a Rhandlov al suelo en el proceso. Pero no se contentó con que se golpeara al caer y se abalanzó sobre él. Ésta vez le seccionó la yugular con el mismo cristal. El sirviente volvió a gritar, pero enseguida la boca se le llenó de sangre y dejó de hacerlo.

¿Dónde estaría John ahora? Se preguntó Dywane.

Seguidamente estrelló un jarro de agua hecho de barro cocido en la cabeza de Thanotó dejándolo inconsciente. Sabía que los gritos de los dos sirvientes habrían alertado a Lilith o a alguien más. No había visto a otra persona aparte de ella y los dos sirvientes que acababa de neutralizar, pero eso no significaba que fueran los únicos habitantes del palacete. Tenía que darse prisa y encontrar a John lo antes posible. No podían simplemente huir, por que era imposible determinar a cuanta distancia y hacia que dirección se encontraban de la entrada a su mundo. Cualquier información (ya fuera como volver a casa o que es lo que realmente tramaban en aquel extraño mundo) pasaba por interrogar a Lilith, y ahí entraba John, con su prodigiosa fuerza.

El plan que Diana Dywane le había comunicado dejándole que lo leyera de su teléfono móvil era simplemente un farol. La intención era hacer creer a Lilith, que sin duda les estaba espiando, que tenían un plan, pero todo cuanto tenían era la certeza de estar atrapados allí, a merced de lo que aquella mujer monstruo decidiera hacerles.

Diana era una excelente jugadora de ajedrez, sabía que era el momento de dejar que el contrario hiciera el siguiente movimiento, y el ataque de aquellas dos criaturas podía considerarse como uno.

Con la linterna ahora en la mano, Diana abandonó la habitación. Echaba de menos sus pistolas, aquellos trozos de vidrio que había conseguido colocando el espejo de la habitación debajo del colchón para romperlo sin hacer ruido eran unas armas muy engorrosas de llevar. Además, su fuerte no era la lucha cuerpo a cuerpo.

Enfocó al pasillo. Le pareció ver a John justo enfrente suyo.

¿John?

Pero no tuvo tiempo de decir nada más. La figura se acercó hasta ella con la velocidad del pensamiento, y pronto todo se quedó negro.

Diana Dywane despertó en una sala oscura y maloliente. La escasa fuente de iluminación procedía de una pequeña antorcha en la pared y el brillo de carbones encendidos en un brasero.

Estaba completamente desnuda y colgaba del techo sujeta por las muñecas por unas cadenas y luego al suelo sujeta por los tobillos.

Abrió los ojos poco a poco hasta descubrir a Lilith justo frente a ella. A su lado se encontraba John. Los dos estaban desnudos también.

¡Qué bonitos pechos! — expresó Lilith al tiempo que le agarraba uno — Eres una mujer muy deseable…

Y tu eres una furcia nauseabunda y psicópata… — contestó Dywane con altivez —

¡Silencio, insolente! — gritó Lilith propinándole una bofetada en la mejilla —

¡John! — dijo entonces dirigiéndose a su compañero — Acaba con esta arpía, sácame de aquí…

Pero Jonh Henry creía estar ante una ladrona que había entrado a hurtadillas a robarles el grano de la cosecha. La veía simplemente sentada en un rincón, esperando mientras llegaba la policía a la que acababa de llamar su madre, y sólo decía cosas irrelevantes.

Ahora es mío, no te ayudará.

Lo que me faltaba — dijo entonces Dywane y se hubiera encogido de hombros de haber podido — seguro que ha comido algo ¿verdad?

Lilith se echó a reír. Sus carcajadas resonaron por toda la sala.

El único manjar que tu compañero ha probado ha sido este — dijo tocándose entre las piernas — y ha sido más que suficiente…

¡Maldita la lascivia de los hombres! Pensó Diana Dywane. Todos eran siempre tentados por la misma cosa.

Mientras ella colgaba del techo Lilith le sujetaba el pene a John y se lo agitaba con lubricidad. El muchacho parecía disfrutar. Pese a lo desesperado de la situación Dywane sintió un ardor entre las piernas, pero de ningún modo iba a permitir que aquella sensación le impidiera realizar lo más profesionalmente su misión.

Entonces Lilith puso su mano entre sus muslos e incluso introdujo un par de dedos en su vagina.

Esto te gusta ¿verdad? — expresó Lilith acercando mucho el rostro al de Dywane —

Voy a cortarte todos los dedos que te atrevas a meter ahí dentro, es una promesa.

No estás en condiciones de amenazar a nadie…

Yo no estaría tan segura.

Lilith le besó en la boca entonces y a la vez incrementó el ritmo con el que metía y sacaba los dedos de entre sus piernas. John se masturbaba mirando, pues en su mente tan solo veía a su madre desnuda y acariciándose para él.

Ahora tengo a tu campeón de fuerza irresistible, que puede diezmar ejércitos y destruir ciudades, pero ¿para que me sirves tú? Eres peligrosa, eso es cierto, pero ¿Qué podrías hacer por mi?

Podría cortarte el cuello — contestó Dywane —

Aparte de servirme de concubina — dijo Lilith besándole los pechos a Dywane y lamiendo sus pezones — ¿Cómo podría usarte para derrocar a mi padre?

Seguidamente Lilith se agachó para lamer el miembro de John. Lo tuvo en la boca un rato y luego lo agitó con fuerza con la mano.

Se me ocurre algo — dijo Lilith de pronto aún sujetando el pene de John —quiero veros a los dos juntos. John, viola a esta perra.

John reaccionó a la orden acercándose a su jefa y sujetándola por los pechos con una mano mientras asía su pene con la otra.

¡John, por favor, no! — gritó entonces Dywane — ¡te están controlando, tú no quieres hacer esto!

John se acercó cuanto pudo a Diana Dywane. Tenía uno de sus suaves pechos en la mano y el miembro le palpitaba y ardía. Lilith se reía maliciosamente detrás suyo.

Entonces, de repente, John movió el brazo tan rápido que nadie podría haberlo visto. Su antebrazo golpeó la cabeza de Lilith haciendo que se estrellara contra el muro más cercano, enseguida dejó de reír y se desplomó en el suelo como una muñeca rota.

Lo siento mucho, señorita Dywane…

Dywane suspiró aliviada y se relajó todo lo posible en aquella postura y situación.

¡Gracias a Dios! — exclamó Dywane — ¡Gracias a Dios que vuelves a ser tú mismo!

El encantamiento se disipó enseguida — explicó John — creía que era mi madre, pero ella nunca me hubiera pedido que hiciera el amor con otra mujer.

Dywane se tomó unos segundos para reflexionar y luego encolerizó.

Quítame estás cadenas — ordenó — ¿Tu madre? ¿Y tu madre te toca de esa forma? ¿esas cosas haces tú con tu madre?

John utilizó su prodigiosa fuerza para liberar a su jefa de sus cadenas. Ésta continuaba protestando incapaz de reprimir su ira. Finalmente, cuando pudo moverse por su propio píe, consiguió reprimirse lo suficiente como para volver a ser la mujer fría y cerebral que solía ser.

Muy bien John, tú y yo tenemos que tener una conversación muy importante sobre eso de tu madre. Pero no ahora. Ahora es el momento de conseguir algunas respuestas. Estoy harta de estar siempre la última de la carrera, nuestra "amiga" Lilith nos hará subir posiciones. Además, le he hecho una promesa, y yo siempre cumplo mis promesas.

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