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Cena entre amigos

en Amor filial

José colocó sobre la cama las dos camisas que no acababa de decidir ponerse. Isabel, su esposa, irrumpió entonces en la habitación, directamente de la ducha, con sólo una toalla encima. Una vez traspasada la puerta la toalla acabó sobre una silla y la voluptuosidad de su cuerpo iluminó la habitación. Para un hombre maduro como José, tener una mujer joven con un cuerpo bonito era motivo continuo de alegría. José la deseaba a todas horas y deseaba hacerle todo tipo de cosas, la mayoría de las cuales, eran del agrado de ella. Pero José era un hombre de grandes apetitos y no se conformaba precisamente con desear a su esposa. Por ejemplo, su amigo Toni estaba a punto de llegar, con su esposa Rosa, para cenar. Eran unos buenos amigos desde hace ya muchos años, un matrimonio de su edad, pasados los cincuenta… pues bien, a ellos dos también los deseaba, y también estaba seguro de querer hacer con ellos muchas cosas que sería indecente incluso mencionar.

Escogió la camisa a cuadros y se dispuso a ponérsela. A su lado, frente al espejo, Isabel se probaba una falda especialmente corta. Isabel siempre se vestía decididamente provocativa cuando venían a cenar Toni y Rosa. José había notado como a su amigo Toni se le iban los ojos mirándole los muslos y el escote a Isabel, pero él no decía nada. Le hacía ponerse especialmente caliente notar el deseo en los ojos de su amigo ¿notaría Toni como miraba él a Rosa? Rosa no era ni mucho menos el mismo tipo de mujer que Isabel. Tenía ya una edad y le sobraban quilos, pero José no paraba de imaginársela en circunstancias que no tenían mucho que ver con tomar un café.

Isabel escogió un suéter con un escote que no dejaba nada a la imaginación. Le preguntó a su marido que tal le quedaba el conjunto y José sólo pudo tragar saliva y decirle que le quedaba muy bien. Seguramente a Toni también se lo parecería.

Terminado de vestir José salió de su cuarto para comprobar que todo estaba listo: la mesa estaba puesta y la cena despedía un agradable olor en la cocina. Descorcharía el vino cuando llegasen, sólo faltaba que Sonia estuviese lista.

José se acercó al cuarto de su hija y abrió sin llamar. La muchacha de 18 años estaba aun sin vestir.

—    ¡Papá!

José cerró la puerta de golpe pidiendo perdón, pero no se arrepentía en absoluto de haber abierto sin llamar. Los pechos desnudos de su hija quedaban en su memoria para futuras fantasías, y es que, como antes hemos dicho, José era un hombre que deseaba con todas sus fuerzas, y una de las cosas que más deseaba de este mundo era a su propia hija Sonia. Evidentemente estaba mal, pero eso no hacía que no se le pusiese dura cuando la veía con unas mallas o una falda, cuando la veía sonreír o en momentos como este.

Muchas veces, la polla de José le hablaba. Le decía cosas como “méteme en la boca de tu hija” o “quiero estar dentro del culo de Rosa” o bien “me encantaría perderme en el coño de Isabel” o “lo pasaremos bien, tú sólo déjame salir y yo te ayudaré a destrozar el culo de tu amigo Toni”. Pero no solía hacerle caso, o al menos no todo el tiempo. Ahora le decía “tarde o temprano te la tendrás que follar, no vas a ganar siempre, antes o después estaré en todos sus agujeros, ya lo verás…”.

Sus ensoñaciones se terminaron al sonar el timbre de la puerta. Toni y Rosa acababan de llegar.

José se apresuró a abrir la puerta y recibir a sus invitados. Rosa lucía un escote brutal, como pidiendo que se corrieran en él, y Toni mostraba su habitual interesante madurez. Isabel acudió segundos después, vestida como una puta,  para ofrecer un espectáculo a los viciosos ojos de Toni que, según pensó José, si hubiese podido sin duda se la hubiese sacado allí mismo para masturbarse contemplando los pechos y muslos de su esposa.

Los cuatro se trasladaron al comedor y José se dispuso a servir unas copas.

—    Moscatel está bien — dijo Rosa —

—    Yo tomaré JB con hielo — añadió Toni —

—    ¿Y que hay para mi?

Sonia apareció de pronto, decepcionantemente vestida con ropa ancha. Obviamente su padre no esperaba que irrumpiera en la sala con los pechos al aire, pero confiaba en que se pusiera una faldita corta que mostrara sus muslos al sentarse o unas mallas que marcaran su culo y su coño.

—    Pues… si quieres una coca cola…

La niña arrugó el morro y se dejó caer en el sofá, dejando claro desde el primer minuto que aquella cena de adultos era un rollo. José se imaginó diciéndole “hija, si no quieres una coca cola, te puedo dar para beber mi propia polla…” pero sus dulces pensamientos se interrumpieron con la charla banal de los invitados.

Los negocios de Toni iban muy bien. Llevaban un año muy bueno y Rosa estaba contenta porque, además, le veía mucho más por casa. Había una anécdota muy divertida sobre todo eso que José, simplemente, no escuchó. En su lugar, Toni decía “amigo mío, si supieras las ganas que tengo de poner a tu esposa a cuatro patas sobre esta misma mesa que tan exquisitamente habéis preparado y metérsela por el culo salvajemente me echarías de tu casa” “al contrario” contestaría José “no sólo te lo permitiría sino que, además, me quedaría a verlo y lo disfrutaría y, si tu fueras tan amable, después te limpiaría la polla con la boca”.

Tras una charla amigable y un par de copas todos se sentaron alrededor de la mesa para degustar la exquisita cena que Isabel había preparado. El menú era sopa, caliente como lo estaba José, y pollo relleno, que le hacía pensar a José en lo mucho que le gustaría rellenar a Sonia o a Rosa, no con pollo, sino con polla.

La única que bebía coca cola era Sonia. Los demás, al llegar a los postres, llevaban ya dos botellas de vino. Los chistes malos y las carcajadas impertinentes daban vergüenza ajena a Sonia, que pidió permiso para irse a su habitación.

—    ¿No quieres quedarte un rato más con nosotros? — preguntó José al que se le ponía dura simplemente al mirar el rostro de aburrimiento de su hija —

—    Tengo sueño — contestó secamente — así que tratad de no hacer mucho ruido…

Mientras Isabel retiraba la mesa José comenzó a servir gin tonic y ron con coca cola. Todavía tenían muchas anécdotas que recordar, ya que eran amigos desde hace muchos años. Conoció a Toni mucho antes que a Isabel, y al advertir ese detalle sin importancia comenzó a preguntarse cuanto tiempo hacía que su mejor amigo deseaba a su esposa. No tenía la certeza de que Isabel le fuese infiel o se lo hubiese sido alguna vez, pero a menudo fantaseaba que lo era una y otra vez, que se follaba a todos sus amigos y a los maridos de sus amigas, que su coño era como un paragüero en el que todo aquel que  viniera de paso y tuviera dura la polla sólo tenía que meterla. Le excitaba mucho que otros hombres desearan a su esposa y hubiese pagado dinero por hacer realidad esa fantasía.

Copa tras copa, anécdota tras anécdota, la noche se fue alargando. Era la una cuando el límite de lo que José podía beber se había superado ya con creces.

—    Eres el mejor amigo que he tenido nunca — dijo con voz de borracho — y te quiero mucho…

Los demás reían.

—    Y se que quieres follarte a mi mujer…

Y ya no se rió nadie.

—    Cariño — se aproximó Isabel — estás borracho, no continúes…

—    ¿Por qué no? Es la verdad… el siempre te está comiendo con los ojos y tu… tu te vistes como una puta para que él te mire…

—    Creo que es mejor que nos vayamos — dijo Rosa levantándose —

—    ¡No te vayas! — le paró José — ¿no te he dicho que Toni es mi mejor amigo? Quiero que te folles a Isabel, quiero que te la folles aquí mismo, en el sofá, delante de mí y de Rosa…

—    ¡José! ¿pero que estás diciendo? — se soliviantó Isabel —

—    ¡Pero si tú también quieres que te folle!

—    José… — comenzó Toni en el mismo balbuceo alcohólico — Tienes razón… me muero por follarme a Isabel… y sólo el mejor de los amigos me la ofrecería… quiero corresponderte, quiero que, mientras yo me follo a Isabel, tu te folles a Rosa…

Ante la perplejidad de sus esposas, José y Toni se desplomaron sobre el sofá y comenzaron a abrazarse y a besarse en la boca. José tenía un especial interés por conquistar la bragueta de Toni hasta que al fin consiguió bajarle la cremallera y sacar afuera una polla de dimensiones nada corrientes. Lo siguiente que sucedió fue que esa verga descomunal se escondió en su boca.

—    ¿Es cierto entonces? — acorraló Rosa a Isabel — ¿te vistes así para calentar a mi marido?

Pero Isabel no fue capaz de contestar. Únicamente se ruborizó y tragó saliva.

—    ¡Toni! — gritó Rosa llamando la atención de su marido que, simplemente, disfrutaba de una fantástica felación — Isabel está de acuerdo con que te la folles…

Toni y José se separaron. Toni terminó de desnudarse mientras José ayudaba a Rosa  desnudar a Isabel.

—    Venga, puta — le decía Rosa mientras le bajaba la cremallera de la falda — quítate las bragas…

—    Venga — decía José — quiero ver como le comes la polla a Toni —

Isabel fue despojada de toda su ropa. Sus enormes pechos y su no precisamente pequeño culo estuvieron al aire. Fue literalmente empujada al sofá, a encontrarse con la polla de Toni que, como si tuviese vida propia, se abrió camino por sus labios hasta alojarse en su garganta.

“¿lo ves? Le dijo su polla a José “Esto tenía que suceder tarde o temprano. Libérame. A partir de ahora tu puedes relajarte, yo lo haré todo…”

José obedeció. Se desnudó por completo y empuñó su pene duro como la piedra mirando como su fantasía se hacía realidad. La enorme polla de Toni se perdía en la cara de Isabel ante sus ojos, tal y como siempre había soñado.

Estaba tan atento al espectáculo que no se dio cuenta de que Rosa se había quedado en ropa interior ni que se estaba quitando las bragas delante de él. Se sentó en el sofá, al lado de donde Isabel le comía la polla a su marido. Abrió sus enormes muslos de par en par mostrando una caverna gigante y peluda.

—    Tengo el coño sudado y sucio — le dijo a José — y tu me lo vas a comer ahora mismo…

José acercó la nariz al gran cañón del colorado. Realmente olía como si Rosa llevase una semana sin cambiarse de bragas. Fue incapaz de reprimirse y hundió la lengua en aquel pozo de sabrosos caldos.

Rosa y Toni se besaban. Rosa desabrochó el cierre de su sujetador para dejar al aire unos pechos  como ubres de vaca que su marido comenzó a lamer.

—    ¡No puedo más! — exclamó de repente Isabel vaciando su boca de carne — me voy a ahogar…

—    ¿A ahogar? ¿Qué te vas a hogar?

Muy enfadada, Rosa se levantó del sofá para sujetar a Isabel de los pelos y conducirla hasta su entrepierna. Toni y José quedaron como simples observadores mientras Rosa obligaba a Isabel a devorar su sucio coño.

—    Yo te voy a dar motivos para ahogarte…

Isabel lamía como si le fuese la vida en ello hasta que, de repente, dejó su suculento plato para decir algo importante.

—    ¿Pero que estáis mirando vosotros dos? ¿no me vais a follar?

Ni corto ni perezoso José escupió en el ano de su esposa y lo abrió de par en par con los dedos. Luego sujetó la polla de su amigo y le dio unas cuantas chupadas para dejarla llena de saliva. El convoy de mercancías que era la polla de Toni se introdujo por completo en el culo de Isabel para regocijo de José y de su polla. ¡Menudo espectáculo en el salón de su casa! Por fin Isabel era follada por otro hombre en su presencia, y la guinda era Rosa, que era mucho más cerda de lo que José nunca hubiera imaginado.

“Todo esto está muy bien” le dijo a José su polla “pero yo todavía no me he estrenado, estoy a punto de explotar, dura como una piedra, tienes que usarme como ariete para penetrar en cualquier culo, coño o boca de las que tienes a mano”.

José consiguió persuadir a su amigo de que cambiara de postura. Se sentó en el sofá, con Isabel encima suyo, con todo el rabo todavía en el interior de su recto y una expresión de dolor similar a la de los ajusticiados por empalamiento.  José no quiso perder la oportunidad de aumentar esa ansiedad y dejó que su polla mandara y se escabullera al interior de aquel coño. En el cada vez más estrecho interior de Isabel las pollas de José y Toni jugueteaban. Simétricamente, ignorando la cara de Isabel, lo hacían también sus lenguas. ¡Pobre Isabel! Usada como un recipiente de semen, sin nadie que le quisiera tratar como otra cosa que una puta barata, que quisiera darle un simple y casto beso… Fue Rosa, el alma caritativa de Rosa, la que se apiadó de la empalada criatura y fue a llenar su boca con su lengua mientras ponía perdidos sus dedos de los venenos que surgían de su enorme coño. Aunque quizá Rosa no era tan buena. Quizá sólo le tapaba la boca para que no gritara y despertara a algún vecino o, peor todavía, a la lolita de dieciseis años que dormía ignorante de lo que pasaba en el salón. O tal vez simplemente Rosa era una guarra capaz de follarse a cualquiera y eso incluía también a Isabel.

La polla de José se dejó ir y se corrió en las entrañas de Isabel, que lloraba como una niña (Y disfrutaba como una puta). La residencia de Toni era pareja al tamaño de su miembro, así que José se retiró para que su mejor amigo y su esposa continuaran follando sin interrupciones. A fin de cuentas su amigo, en agradecimiento por permitir que se follara a Isabel le había ofrecido a Rosa, a la grandísima cerda de Rosa, para que hiciese lo que le diera la gana, ya era hora de que abriera su regalo y lo disfrutara. En cuanto a Rosa, ella tenía ideas propias sobre lo que tenía que pasar. Se dio la vuelta y le mostró a José su culazo, ese culo enorme y duro que tantas veces había visto antes y con el que había fantaseado que metía la cabeza entera.

José separó bien los carrillos del culo de Rosa para conquistar el agujero de su ano. Apestaba y estaba sucio, así que José fue incapaz de evitar meter la lengua y saborear los deliciosos restos fecales de la última cagada de aquella oronda mujer. No se conformó con lamer los alrededores del ano. Su lengua penetró todo cuanto pudo buscando salada mierda que tragar. Cuando tuvo suficiente fue el turno del no menos maloliente coño, enorme y encharcado de jugos pegajosos, un milagro para el paladar que hacía recuperar a su polla la rigidez de momentos anteriores a descargar en el coño de Isabel.

Rosa, el bondadoso ángel, quiso regalarle algo a José por sus atenciones linguales y comenzó a orinar con ganas. El meado brotaba para parar en su sedienta boca y desparramarse por su cara y su cuello. Bebía como un naufrago que llevase una semana en alta mar en un par de tablas. La polla hablaba, muy nerviosa. “Ese coño ha de ser mío ¿lo entiendes? No quiero otra cosa en la vida que estar metido en el interior de ese manantial de pis” Así que José tuvo que obedecer. Acabado ya el maná se incorporó para ensartar a Rosa por su coño meón. Alargó las manos para palpar sus gigantescas tetas y comenzó a follársela como se merecía. Miró a su lado. Toni todavía trataba de destrozar el culo de Isabel, que ponía los ojos en blanco al ser taladrada sin piedad.

Y miró hacia el otro lado.

De repente aquello ya no tenía gracia. José seguía borracho, pero no tanto como para no preocuparse. Sus insensatos gritos habían despertado a Sonia. Una pequeña ninfa que contemplaba la escena orgiástica con perplejidad. Llevaba un pijama rosa, con ositos, el cabello suelto…estaba tan guapa como siempre…

—    ¿Qué significa esto, jovencita?

Isabel se desenganchó de Toni (de mala gana) para mostrar su rostro más severo a su hija. Aunque la situación no era algo que se pudiera explicar, parecía que Isabel lo tenía todo bajo control.

—    ¿Alguien te ha llamado? ¿te resultan interesantes las conversaciones de los adultos, pequeña fisgona?

—    … te estaba dando por el culo…

—    ¡Estás castigada! ¿me oyes?

—    Si, mamá.

Sorprendentemente, Isabel se sentó en el sofá con las piernas muy abiertas y su hija se arrodilló para comenzar a dar cuenta con su boca del mismo coño del que había nacido.

—    Cómeme el coño, puta…

—    Si, mamá.

—    Y desnúdate. Quiero que todo el mundo te mire y sepa lo puta que eres…

—    Si, mamá.

Sonia obedecía sumisa las órdenes de su madre sin poder disimular una sonrisa de felicidad. Los demás contemplaban todo atónitos y calientes como teas, en especial José. Sonia se desnudó y pudo contemplar por fin su cuerpo desnudo a placer. Era mucho mejor de lo que había imaginado. Era un cuerpo de adulta pero sus posturas eran todavía de niña. La sumisión a la que le sometía su madre la hacía si cabe más deseable. Ahora mismo, gracias al delicioso juego entre madre e hija José ya podía dejar de sentirse culpable. Aquella puta que estaba en su salón hartándose de coño no era más que un objeto para su placer, y como tal iba a hacer con él lo que quisiera.

Se acercó y la cogió de los pelos, apartando su cara del coño materno para atraerlo a su polla.

—    Venga, puta — le dijo su madre — vas a comérsela a tu padre…

Sonia no se hizo de rogar y enseguida llenó su boca de carne. “¡Por fin!” le dijo su polla, con la voz algo amortiguada al estar en el interior de la boca de Sonia “tras tanto insistir por fin me has dejado meterme en su boca”.

José se estaba follando por la boca a su hija con sumo placer cuando Toni se acercó para indicarle que él también quería probar. “mi hija no entraba en el ofrecimiento” pensó egoísta, pero enseguida se dio cuenta de que el habría pedido lo mismo y, además, tras estar dándole por el culo a Isabel tanto rato la polla de Toni estaba toda cubierta de mierda. No podía permitir que Sonia se perdiera un manjar como aquel.

Sonia cambió de polla. La de Toni era enorme y corría el peligro de atragantarse, pero lo llevaba bien. “no es la primera vez que mi hija se come una buena polla” pensó para si “Aquí hay cosas que mi mujer y mi hija me han estado ocultando…” y seguidamente comenzó a manosear el cuerpo que tanto deseaba. Primero los pechos para pasar después a acariciar su culo y luego dejar que su mano explorase entre sus piernas. Sonia separó los muslos para facilitar la exploración. Una exploración de tres dedos que se perdían en su coño adolescente.

José no pudo esperar más y se la llevó al sofá para metérsela toda por el coño. Por supuesto, la niña no era virgen y el incesto le gustaba horrores.

Los otros tres participantes acudieron como moscas a la miel. Rosa colocó su coño recién meado en la cara de Sonia; Toni su polla sin fin en la boca de José y en cuanto a Isabel, se fue a buscar algo a otra habitación.

La boca de José se llenó de semen y Rosa se agachó a recoger con la lengua los restos. Sonia reclamó un coño que llevarse a la lengua y Rosa se abrió el culo para que se lo comiera en su lugar.

Isabel regresó con un arnés atado a su cintura. Ahora lucía una polla tan enorme como la de Toni, un artefacto de látex que había acabado en el interior del ano de José muchas noches.

José hizo sitio a su esposa y cambió de agujero, introduciendo su verga en el ano de su querida hija (que tampoco era virgen, ni mucho menos), mientras que su madre alojaba su nueva virilidad por el coño de la niña.

—    ¡Dame las gracias, puta! — gritaba Isabel —

—    ¡Gracias, Mamá! ¡Fóllame, Mamá!

La entrega de Sonia y la complicidad con su madre no pasaba desapercibida para José. Tenían mucho que explicar, las dos. Pero aun así, estaba contento. Mientras le metía la polla en el culo a su querida hija, mientras gritaba que quería más, que quería que la follasen, mientras su madre la llamaba puta… José lo contemplaba todo con ternura. Su hija era feliz y ¿no es eso lo que quiere cualquier padre para sus hijos? Y, si para que fuera feliz tenía que follársela brutalmente y tratarla como una muñeca hinchable… ¿Qué padre no lo haría?

José se corríó dentro de su hija, sujetándole los pechos que se acariciaban con los de su madre, la misma que le destrozaba el coño con su polla de látex y le besaba la boca de la forma más guarra y lasciva posible.

Muchas más cosas sucedieron aquella noche. Rosa y Toni se habían sentido excluidos de la follada familiar. Así que Sonia volvió a probar el coño de Rosa y la polla de Toni (esta vez en su culo). Cuando Toni acabó corriéndose (en su cara de puta, obviamente) Rosa se quedó a la niña para ella sola. Sonia se sentía especialmente atraída por los grandes pechos de la mujer y a Rosa el instinto maternal se le despertó: quería dar de mamar a aquella ricura; primero las tetas, luego el coño y después el culo, y aun le orinó un poco en la boquita.

Toni y José también quisieron conocerse de forma íntima. Eran los mejores amigos del mundo “lo tuyo es mío y lo mío tuyo” y eso incluía a cónyuges, vástagos y partes genitales, porque Toni le comió la polla a su amigo y José le devolvió el favor tan bien como pudo (esto es que se la estuvo chupando mucho rato y aun tuvo saliva para lamer su ano), pero por tercera vez aquella noche la polla de Toni, singular en su envergadura, acabó metida en el recto de alguien y José todavía no lo había probado. Su culo no volvería a ser el mismo. Como había hecho su polla durante largos años comenzaría a hablar y a expresar sus deseos. En concreto, el deseo incondicional de polla, de lengua y de dedos en su interior.

Se durmieron tarde, casi al amanecer, y despertaron a medio día, sudados, sucios y embrutecidos.

El alcohol les había dejado una ligera resaca y el sexo dolores anales, vaginales y un extraño sabor en la boca. También algo de vergüenza ¿había sucedido aquella locura realmente? A juzgar por las bragas de Rosa tiradas en el suelo, por el sujetador de Isabel y los calzoncillos de Toni, por Isabel y Sonia desnudas en el sofá, durmiendo una encima de la otra y el sabor a semen en la boca de prácticamente todos los de la casa aquello había ocurrido y, seguramente, volvería a ocurrir.

La primera en ducharse fue Rosa, la campeona de la suciedad. Su coño no sería lo mismo sin toda aquella mugre.

Isabel se fue a la cocina a hacer algo para desayunar, todavía desnuda y pegajosa. Toni le ayudaba, aprovechando para meterle mano y besarla, delante de José, que ya no estaba borracho. Pero el buenos días con lengua que recibió de su mejor amigo disiparon todos sus celos.

La última en amanecer fue Sonia. Su padre, al contemplar su cuerpo adolescente desnudo, sentía la misma lujuria y deseo de siempre. Lo que le apetecía para desayunar era el chochito de su hija.

—    ¿Por qué no me dijiste que nuestra hija era así? — le reprochó a Isabel —

—    Creí que no lo aprobarías — le contestó — he pervertido a tu hija todo lo que he podido, le he hecho follar con decenas de hombres. No esperaba que tú quisieras ser uno de ellos…

—    A partir de ahora — dijo muy serio — sólo follará con los de esta casa…

—    Papá — intervino Sonia muy afectada — todas esas pollas, todos esos hombres, todos eran tú. Era tu polla la que deseaba, tu boca y tus dedos los que quería besar y tener en mi coño…

—    Ojalá me lo hubieras dicho, hija… si supieras cuanto te deseo…

Toni continuaba desnudo, ahora con un vaso de zumo de naranja en las manos.

—    Eres el mejor amigo que un hombre puede tener. Me has hecho muy feliz…

—    Pues confío en que vengáis a casa más a menudo a pasarlo igual de bien…

—    ¡Nada me lo va a impedir, querido amigo!

Rosa salió de la ducha entonces, apenas tapada con una toalla que no le cubría sus tetazas ni su culazo.

—    Siento lo de mearte en la boca — le dijo a José — estaba borracha…

—    ¿Bromeas? Ha sido de lo mejor de la noche…

—    ¿en serio? Vaya, pues me alegro…

—    Cuando vengas aquí olvídate del water, mi boca será tu water…

—    ¡Por favor! — exclamó Sonia con urgencia — Dejad de hablar de una vez… estoy demasiado caliente para seguir escudando, necesito pollas y coños, necesito ser follada ahora mismo…

Y todos se miraron con complicidad. Después de todo era medio día ¿Quién desayuna a medio día? Era mejor calmar los ardores de la más puta de las adolescentes. Después de todo, en toda la noche nadie le había comido aun el coño.

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