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Olga (2: la puta de los lavabos)

en Lésbicos

Olga, Capitulo 2.

La puta de los lavabos.

 

Olga llegó temprano a trabajar por la mañana. Eva, de recepción, la interceptó en cuanto llegó para preguntarle si se encontraba mejor, aunque en realidad lo que buscaba era repasarla de arriba abajo con la mirada.

Lo primero que hizo fue ir hasta los servicios y entrar en el water donde el día anterior había tenido lugar el tórrido encuentro con Ana. Las bragas no estaban.

Se fue entonces para su mesa y se puso a trabajar. Pocos minutos después llegó Ana.

Ana, tenemos que hablar...

Ana sonrió y fijó la vista en sus pantalones. Olga llevaba unos pantalones azules muy ajustados que dibujaban su chocho a la perfección. Ana se acercó a acariciarle el cabello.

¿Qué haces? No...

¿No has dicho que tenemos que hablar? Venga, vamos al lavabo...

Ana, por favor, esto es un error, a mi no me gustan las mujeres...

¿No te gustan? Pues ayer te corriste como una guarra... te tuve que tapar la boca...

A estas alturas Ana ya tenía las manos en el culo de Olga y se lo manoseaba con ansia.

Por favor... no me toques así...

¿Y así? — dijo ana poniendo la mano entre sus piernas y acariciándole el chocho por encima del pantalón — ¿así te gusta?

Olga se zafó y salió deprisa otra vez al lavabo. Esta vez se aseguró de poner el pestillo y enseguida volvió a bajarse los pantalones y las bragas. Tenía el coño mojado como si se lo hubieran rociado con una manguera, las bragas empapadas. Necesitaba urgentemente acariciar su clítoris.

Estoy oyendo como te masturbas — dijo Ana desde el otro lado de la puerta —

Vete, por favor...

Venga, si tienes muchas ganas, déjame entrar...

¡Que no! Vete, déjame...

Vamos, te lo haré con la lengua, abre la puerta...

¿Las tienes tu, mis bragas?

¿Qué?

Mis bragas. Ayer las perdí ¿las tienes tu?

Ojalá las tuviera... me habría pasado todo el día oliéndolas...

Eres una guarra.

Déjame entrar...

Olga levantó la mano y quitó el pestillo. Ana entró en la pequeña habitación y lo volvió a cerrar detrás suyo.

¡Oh! ¡Estás tan buena!

Ana se agachó y le sujetó la cara con las dos manos para acercársela a la suya y besarla.

¡No, eso no! Tócame abajo, pero besos no...

¿No me quieres dar un besito? Anda, no seas mala...

No, no quiero.

Ana se resignó y se puso de cuclillas, con otra vez su cara a la altura del coño de Olga.

¡Que coño tan bonito tienes! — dijo Ana separando los labios mayores — ¡Y que bien huele!

No hables. Chúpamelo y nada más.

Ana introdujo el anular y el índice dentro de Olga.

Te gusta que te meta los dedos ¿verdad?

Sí...

Ana le metió toda la mano en el coño excepto el pulgar y la masturbó con furia. Olga se deshizo en espasmos. Entonces, todo lo rápido que pudo, Ana retiró la mano para intentar metérsela en la boca.

¿Pero que haces? ¡Que asco!

No sabes lo que te estás perdiendo — dijo Ana chupando ella misma su mano empapada de los jugos del coño de Olga —

¿Por qué insistes en estropearlo todo?

Vale... — dijo Ana con resignación poniéndose de nuevo en cuclillas —

No. Ahora ya no tengo ganas — indicó Olga incorporándose y subiéndose los pantalones —

¿Cómo que no? Venga, sólo los dedos y la lengua, te lo prometo...

No, que tenemos que ir a trabajar, que se va a notar que no estamos...

Venga, sólo un ratito más... — y mientras le decía esto le sobaba el culo a base de bien por encima del pantalón. Olga no lo impidió.

No, que tengo miedo...

¿No me das un beso?

¡Jo! ¡Qué tonta eres! — Y dicho esto le plantó un beso en los labios.

Las dos chicas salieron juntas del lavabo en dirección a su puesto de trabajo. Por el camino se cruzaron nada menos que con Nuria, la directora, que iba en dirección contraria. Les echó una mirada inquisitiva al mismo tiempo que les daba los buenos días.

¿Ves? Seguro que se ha dado cuenta — Dijo Olga cuando ya la tuvieron suficientemente lejos —

¿Qué se va a dar cuenta? Sólo nos ha visto pasar...

Al llegar a su sitio Olga se inclinó para encender su ordenador bajo su escritorio. Ana aprovechó para meterle mano, acariciándole el culo y avanzando hasta el chocho.

¿Pero quieres parar ya?

Pues no me pongas tan caliente...

¡Yo no te hago nada!

Claro que si, mira, estoy toda mojada... — y diciendo esto Ana se desabotonó el pantalón y empezó a bajarse la cremallera.

¿Pero que haces? ¡Que te pueden ver!

Toca, ya verás como me tienes...

¡Yo no te toco ahí!

Pues si no me tocas no me subo los pantalones...

Para que se callara Olga se adelantó y le puso la mano por debajo de las bragas. Sacó los dedos pegajosos.

¡Que asco! ¡Estás empapada!

¿Cómo que que asco? Chupate los dedos...

¿Pero que dices? Eres una cerda...

¿Yo una cerda? Tu me acabas de meter los deditos en el coño...

¡Vale, vale! — y acto seguido Olga se chupó los dedos — ¿estás contenta?

¿A que te ha gustado?

Ana, por favor, tenemos que trabajar, que como venga alguien...

Y realmente alguien se acercó a ellas. Las dos chicas tomaron asiento rápidamente. Era Eva, de recepción, con un café en la mano. Ignorando a Ana se aproximó directamente a Olga, acercándose cuanto pudo para que lo que le dijera quedara entre las dos.

Quiero que sepas — le dijo — que ayer no le dije a nadie que faltaste...

¿No? Y eso ¿por qué?

¿No leíste la última circular? Las bajas injustificadas, las que no acompañan justificantes médicos, se descuentan del sueldo. Se me ocurrió que no valía la pena que te descontaran esas horas...

Bueno... — se sorprendió Olga — pues gracias... ¿no te meterás en un lío por mi culpa, verdad?

Tranquila, eso no me preocupa — y diciendo esto Eva le acarició la mano — yo haría cualquier cosa por ti.

Se hizo un silencio entre las dos en el que Eva aprovechó para mirar a los ojos a Olga fijamente. Sólo unos instantes. Luego se marchó. Olga había vuelto a dejar perdidas sus bragas.

¿Qué quería esa?

Nada, explicarme un chisme... nada más...

Pues mejor que se haya ido... — y mientras decía esto ana alargó la mano hasta tocarle entre las piernas a su compañera —

¿Pero otra vez? Ya vale, que estamos en el trabajo...

¿Qué quieres decir? ¿Qué quedemos fuera del trabajo?

No sé... — Olga sintió pánico y deseo al mismo tiempo —

Estoy que me muero de ganas por meter la lengua otra vez entre tus piernas...

¡Pero no me digas más esas cosas! — se ruborizó Olga —

Pero si sé que te gusta — y volvió a poner la mano entre las piernas de Olga—

No me toques más... — dijo Olga a la vez que contradecía su propio discurso abriendo las piernas y acercándose a Ana —

El coño caliente de Olga palpitaba inundando de calor todo su cuerpo. Los ojos de Eva, el roce de la mano de Ana en su rajita través del pantalón... no paraba de excitarse y mojarse ¿se había vuelto lesbiana? Le empezaba a dar igual. Recordaba el sabor de sus propios dedos después de meterlos en el coñito de Ana y empezaba a tener muchas ganas de separarle las piernas a su compañera y devorárselo. Coño, coño, coño... no podía quitarse el coño de la cabeza.

Repentinamente, Ana sacó la mano de donde la tenía y se volvió bruscamente hacia su ordenador. Olga tardó un segundo en darse cuenta de que Julio, el compañero que se sentaba enfrente, acababa de llegar.

Aparentemente Julio no podía haber visto nada. Como cada mañana se acercó a Olga para conversar de forma pueril. Sin duda podía notar, a través de la camiseta, lo erizados que Olga tenía los pezones de tan excitada como estaba, y seguro que se le puso dura sólo de verlos.

Debido a la presencia de Julio, a dos metros y medio escasos de sus asientos, Olga y Ana dejaron sus juegos para otro momento. No es que no tuvieran ganas de lo contrario: Ana recordaba el olor vaginal de Olga y se le erizaba el vello de la nuca y la miraba cuanto podía haciéndosele la boca agua al contemplar sus gruesos muslos y el descomunal culo cada vez que se levantaba para algo; Olga, por su parte, sentía una urgencia irrefrenable de tener de nuevo a Ana metiendo el puño entre sus piernas hasta la muñeca, mamando de su coño como si le fuera en ello la vida...

Entonces, inesperadamente, Ana se levantó para dejar un pos-it en la mesa de Olga. Escrito con rotulador ponía "en el desayuno te lo voy a comer"

¿Pero es que te crees que estamos en el colegio? Pasando notitas...

¡Cállate! — le susurró Ana a Olga —

Como respuesta, y ya que no le dejaban hablar, Olga se levantó para dejar otro pos-it en la mesa de Ana. Ponía "utiliza el mail"

Al momento, tras un teclear furioso, había un mensaje nuevo en el correo de Olga. Era por supuesto de Ana y decía:

"En el desayuno te voy a llevar al lavabo y me voy a desayunar tu coño"

Ruborizada, Olga escribió unos instantes. Ana tenía correo.

"Pero bueno ¿es que no puedo entrar en el lavabo sin que entres tú a toquetearme el conejo?"

Olga se giró sonriendo a su compañera. Ana leyó el mail y le correspondió con otra sonrisa seguida de una mirada lasciva. Se puso a teclear y enseguida un nuevo mail estaba en el correo de Olga.

"No"

Olga volvió a sonreír y se tocó furtivamente entre las piernas antes de volver a teclear.

"dime cosas guarras"

Las dos compañeras intercambiaron de nuevo miradas lascivas y sonrisas. Ana volvió al teclado.

"Te voy a lamer el coño y a meter los dedos bien adentro, y también te lo voy a hacer en el culo de puta que tienes, te voy a meter toda la mano por tu culo de puta"

Olga expresó un cierto malestar en su rostro un poco antes de teclear de nuevo.

"Oye, a mi no me llames puta" Decía su mail.

Sorprendida, Ana volvió a teclear.

"Tú eres la puta de los lavabos"

Olga resopló. Furiosamente volvió a teclear.

" Joder, ya vale, que no me llames eso"

Ana contestó enseguida.

"pero si me has dicho que te diga cosas guarras"

De pronto las dos dejaron lo que estaban haciendo inmediatamente. Alguien estaba a su lado, probablemente había incluso leído algún mail. Era Nuria, la directora, y tenía un semblante severo y ceñudo.

Ana, Olga... me gustaría verlas a las dos en mi despacho ahora mismo.

Olga se quedó congelada, incapaz de articular una sola palabra. Ana, por su parte, fue capaz de balbucear algo con sentido.

Íbamos a salir a desayunar...

Muy bien — contestó Nuria — vayan entonces a desayunar. Cuando vuelvan, las quiero ver a las dos en mi despacho sin falta.

Olga y Ana salieron a desayunar como cada día a la misma cafetería, pero ninguna de las dos se fue al lavabo a materializar los lascivos planes que habían estado tramando. Durante la media hora de desayuno todo cuanto hicieron fue terminarse en silencio la pasta y el café con leche y mirar el reloj.

Mientras tanto, en su despacho, Nuria estaba sentada en su butaca sin bragas y sin falda y con las piernas muy abiertas y con un enorme vibrador plateado a punto de abrirse camino al interior de su rasurado coño. Con la otra mano sacó del cajón de su escritorio unas bragas blancas que estaban algo sucias. Mientras las olfateaba con ganas el vibrador entraba y salía de su chocho y una palabra acudía a sus labios: "Olga"

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