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Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 12.

en Lésbicos

El móvil.

El tren se iba acercando a la estación en la que Cristina tenía que bajarse y la melancolía y la angustia de la que había huido regresaba como si jamás la hubiera dejado atrás.

Las tres semanas pasadas en compañía de su tía y su prima, llenas de coños mojados  y despreocupación eran un recuerdo lejano, como si le hubieran sucedido a otra persona.

Le temblaban las piernas cuando bajó al andén. Luego tomó un taxi hasta su casa.

Cuando cruzó la puerta un leve mareo le sobrevino, pero se dijo a si misma que no tenía nada a lo que enfrentarse ya. En cuanto se hubiera duchado y cambiado de ropa se marcharía a comprar un periódico y buscaría ofertas de empleo.

Fue hasta su dormitorio para dejar las maletas. Su teléfono móvil estaba encima de la cama, donde lo había dejado. No quería saber nada de aquel objeto traidor que se había ido de la lengua sobre su infidelidad.

Cristina lo recogió y lo encendió. Tenía treinta y nueve mensajes sin leer amén de unas cuantas llamadas perdidas. Tanto los unos como los otros eran de Magda.

Cristina se sentó en la cama a leer los mensajes.

“Cristina, llámame en cuanto puedas” “Cristina, tenemos que hablar” “Cristina, no has venido a trabajar, creía que lo de tu dimisión no iba en serio, vuelve, por favor, te necesitamos” “Cristina, por favor, vuelve, llámame en cuanto puedas” “no me devuelves las llamadas, por favor, no me dejes así” “está bien, lo siento ¿es lo que querías escuchar? Lo siento, pero vuelve” “¿por qué me castigas así? Llámame, por favor” “Cristina, te necesito, llámame, por favor” “Cristina, por favor, perdóname, lo siento, pero vuelve” “Cristina, por favor, te necesito, llámame” “Cristina, no puedo vivir sin ti, vuelve, por favor” “Si me entero que estás con alguna de esas imbeciles te arrancaré la piel a tiras” “por favor, no puedo vivir sin ti, perdóname” “no puedo vivir sin ti, por favor, perdóname” “perdóname, te necesito” “te necesito, perdóname, por favor”...

Cristina miró su teléfono como si lo viera por primera vez. A pesar de que ni la forma ni el tamaño eran las correspondientes se le antojó un clítoris gigante. El de Magda para ser más exactos. Enseguida se mojó poniendo perdidas sus bragas y tuvo el impulso de bajarse los pantalones y éstas. Abrió las piernas todo lo que pudo y se introdujo el teléfono  como si fuese un consolador. Se tumbó en la cama  poniendo sus muslos de cerda en alto, metiendo y sacando el móvil de su coño.

De repente lo sacó y marcó rellamada con una mano. Con la otra acariciaba su clítoris.

—    ¿Cristina? — contestó Magda desde el otro lado de la línea — ¡Gracias a Dios que me llamas!

—    Hola — dijo Cristina hablando por un teléfono más que viscoso —

—    ¿Dónde has estado? ¿Tienes idea de las veces que te he llamado? No sabes...

Pero Cristina no escuchó lo que decía por que volvió a meterse el teléfono por el coño. Lo metió y sacó unas cuantas veces para luego volver a ponérselo en la oreja.

—    ¿Estás ahí? — preguntó Magda desde el otro lado de la línea —

—    Si, si, lo estoy... — contestó Cristina jadeante —

—    Se oía muy mal...

—    ¿Me has echado de menos?

—    ¡Claro que te he echado de menos! Me he masturbado a diario pensando en ti...

Cristina volvió a introducir el aparto en su vagina. En esta ocasión lo hacía desaparecer por completo. La voz de Magda se ahogaba en el interior de su coño. Cristina pensó que era como tener a Magda dentro de su coño.

—    ¿Hola? — dijo Magda cuando Cristina volvió a ponerse el aromático teléfono en la cara —

—    Ahora te llamo — dijo Cristina colgando—

Seguidamente utilizó el móvil para fotografiar su coño, mojado y abierto. Le envió la imagen y volvió a llamarle.

—    Dios mío... — dijo Magda en un tono entrecortado —

—    ¿Te estás tocando? — preguntó Cristina —

—    Si... ¿dónde estás? Tengo que verte...

—    Estoy en  casa.

—    Quiero tu coño, Cristina, quedemos esta tarde...

—    Vale...

—    Te pasaré a buscar, yo me encargo de todo.

—    Yo también te he echado de menos.

Cristina colgó el teléfono y volvió a introducirlo dentro de su chocho.

Estaba contenta. De alguna forma su problema se había resuelto: Magda no estaba enfadada con ella, quería verla. Echaba de menos a las otras dos, pero tanto Eva como Rocío la odiaban ahora. Ya tenía hecha su elección, ellas habían decidido: se quedaría con Magda.

De repente un zumbido le acarició el chocho. Cristina tardó un poco en darse cuenta de que le estaban llamando. Sacó el teléfono que olía muy bien y se lo puso en la mejilla. Se deslizaban por él unas viscosas gotas que Cristina recogió con la lengua.

—    ¿Sí?

—    Hola. Soy Rocío.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Cristina. Los mensajes en el móvil le habían servido para prepararse psicológicamente para hablar con Magda. Sabía que se arrepentía de lo que había hecho,  que quería arreglar las cosas, además, Magda era la que lo había estropeado todo. Pero Rocío... con Rocío no tenía ninguna excusa, ninguna disculpa.

No sabía que decir.

—    Cristina ¿estás ahí?

—    Si, estoy aquí... pero me siento rara...

—    Te he llamado un par de veces esta semana, pero no me has cogido el teléfono.

—    Lo tenía apagado.

Cristina había asumido que las llamadas perdidas eran de Magda, pero al parecer, no todas lo eran.

—    ¿Te gustaría que nos viéramos? — preguntó Rocío —

—    No lo sé.

—    ¿Me has echado de menos?

Cristina pensó en las tórridas noches con su tía y su prima, evadiéndose de sus problemas. Pensó en la angustia que llevaba dentro.

—    Todos los días...

—    ¿Quieres que nos veamos?

—    No lo sé, no sé que decirte.

—    Te volveré a llamar.

Rocío colgó dejando a Cristina nerviosa y confusa. El teléfono regresó a su coño y desapareció en su interior como por arte de magia.  Cristina recordó la lengua de Rocío en ese mismo coño, sus dedos expertos hurgando en sus interioridades, sus manos inquietas toqueteándola sin miramientos, y la deseó otra vez. Ya no estaba tan segura de querer quedarse solamente con Magda, no pudiendo tener también el coño y la lengua de Rocío.

Cada vez estaba más excitada, más caliente. Su chocho, lleno de alta tecnología, chorreaba encima de la cama poniéndola perdida. Deseó tener un teléfono más grande.

Sin pensar apenas en lo que hacía se lo sacó de dentro y marcó rellamada.

—    Rocío, soy yo.

—    Hola ¿te encuentras bien? Tu voz suena rara...

Mientras hablaba, Cristina  sustituía el teléfono por casi toda su mano. Jadeaba mientras hablaba, intentando que no se le notase, pero al parecer con escaso éxito.

—    He pensado en lo que me has dicho. Creo que también me gustaría verte...

—    Me haces muy feliz, Cristina ¿esta tarde?

—    No, esta tarde no... — dijo Cristina recordando que Magda le había dicho que la recogería esa misma tarde — mañana...

—    No sé si podré resistir hasta mañana para verte...

—    Hoy es imposible, pero mañana seré toda tuya.

—    ¿De verdad?

Cristina no había querido darle ese sentido a la frase. Estaba a la defensiva, no sabía el verdadero motivo de la cita que Rocío quería  concertar. Tal vez sólo quería decirle a la cara lo que pensaba de ella, pero esa reacción...

—    De verdad. Mañana te vuelvo a llamar.

Tras colgar, el teléfono regresó a su coño. La reacción amigable de Rocío le había puesto caliente. Tenía la casi certeza de que esa misma tarde se iba a follar a Magda y que al día siguiente se iba a follar a Rocío. Así que volvió a sacar el móvil de su viscoso interior y volvió a marcar.

—    Hola — contestó Eva tímidamente desde el otro lado de la línea —

—    Hola ¿qué tal estás?

La voz de Cristina se quebró. Había sido un impulso llamar a Eva. Sin duda, de las tres, la más sensible y la que había reaccionado con más dolor de las tres.

—    Voy tirando... ¿y tu?

—    Yo no. Yo no lo llevo nada bien.

—    Lo siento.

—    Te he echado de menos.

Cristina se tocaba, excitada, sólo con escuchar la voz de Eva. Quería volver a tener sus pechos entre las manos, lamerla entre las piernas y besarla.

—    Yo también.

—    Me gustaría que nos viéramos.

Eva dudó un momento. Parecía como si se hubiera apartado del teléfono.

—    ¿Esta tarde?

—    No, esta tarde no...

—    ¿Mañana?

—    Mañana tampoco me viene bien ¿qué tal pasado mañana? ¿Te llamo pasado mañana?

Eva volvió a hacer una pausa silenciosa. Luego regresó al aparto.

—    Si, me viene bien, llámame entonces.

Eva colgó y el teléfono volvió a meterselo dentro. Mientras lo metía y sacaba jugaba furiosamente con su clítoris.

Pensó que ahora iba a volver a tener a las tres, volvería a disfrutar de caricias y lenguas, de coños y de senos.

Cristina se corrió ruidosamente con su teléfono en el coño. Cuando lo sacó, ya no funcionaba.

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