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Los Agentes del Ojo (20)

en Grandes Series

Foxglove sentía nauseas y mareos pero había dejado de llorar.

El portavelas con agua que la Duquesa había introducido en la jaula tenía el tamaño y la forma de un balde grande para el hada.

Poco a poco se fue acercando al portavelas y se metió dentro, como su quisiera tomar un baño. Se sumergió por completo tratando de mojar todo su cuerpo, incluyendo el cabello y las alas. Luego emitió un suspiro y se acercó con recelo al límite de la jaula. Contó mentalmente hasta tres y se abalanzó contra los barrotes, tratando de escurrirse por el espacio entre ellos. Inmediatamente se puso a gritar. El dolor era verdaderamente insoportable, pero gracias a estar empapada de agua no se quemaba.

Primero metió la cabeza, y no fue demasiado difícil. Luego tenía que pasar los brazos y las alas le molestaban, sentía un dolor espantoso, gritaba y lloraba, pero consiguió avanzar en deslizar su cuerpo hacía afuera. Le estorbaban también sus pechos que se apretaban contra los hierros causándole un dolor espeluznante. Continuó escurriendo su cuerpo y el dolor persistía, sentía que se iba a desmayar, pero continuó tirando de su propio cuerpo hasta conseguir pasar las caderas. Una vez hecho esto las piernas fueron coser y cantar. Estaba fuera de la jaula.

Foxglove se tumbó en la mesa en la que se encontraba la jaula. El dolor había parado, no se había quemado, pero estaba realmente exhausta.

Se permitió llorar mientras descansaba tumbada y con la cabeza entre los brazos. Respiraba fuertemente pero la sensación de angustia había pasado. En realidad se sentía en plena forma.

Inmediatamente su cuerpo se puso a resplandecer, echó a volar y salió de la habitación.

Intentando ser precavida, y dado el escaso efecto que sus poderes causaban en los individuos con los que se había topado hasta ahora, decidió volar pegada al techo. De esa forma sería más difícil de detectar.

Los sentidos de Foxglove no eran exactamente los de un ser humano. Si bien podía oír, ver, degustar, palpar y oler como cualquier persona, también era capaz de percibir con esos mismos sentidos detalles que un ser humano sería incapaz de distinguir. En aquellos momentos era capaz de oler el rastro de Ryder por encima de cualquier otro olor, era capaz de ver los lugares en los que se había apoyado y también de oír los ecos de palabras que él hubiera pronunciado en los lugares por donde había estado mucho después de que así hubiera sucedido. Era de esta forma que seguía un rastro que le iba a conducir a su amante, el humano guapo.

En su deambular por diferentes pasillos el hada se fue topando con numerosos carceleros y soldados para los que pasó totalmente inadvertida, más al final de uno de los pasillos en los que se fue adentrando descubrió por fin a su guapo amante.

Ryder estaba completamente desnudo y tenía marcas rojas en las muñecas y en los tobillos. Foxglove no quiso esconderse más y dejó su segura posición en el techo para dejarse ver por Joe Ryder.

¡Mi amor! — dijo al tiempo que volaba directamente hacia él — ¡Por fin te encuentro!

¡No te atrevas a acercarte a mi, engendro! — le gritó Ryder —

El hada se detuvo en seco, suspendida en el aire delante de él.

Me han tenido en una jaula, amor ¡Otra vez! Pero ahora estoy a salvo ¿si? Ahora tú me sacarás de aquí…

O a lo mejor busco yo esa jaula para meterte dentro otra vez… — contestó secamente —

¿Qué? — dijo Foxglove con incredulidad — pero tu eres bueno, tu me liberaste de aquel hombre malo, tu me amas…

Apártate de mí ¿de acuerdo? Si no busco un arma para hacerte pedacitos es sólo por que tengo cosas más importantes de las que preocuparme. Pero te aseguro que cuando haya salido de aquí… más te vale no cruzarte en mi camino por que tu pellejo no valdrá nada…

¿Qué ha pasado con el hombre dulce y bueno? ¿el que me hacía cosas tan deliciosas?

El que hechizaste para que se convirtiera en tu esclavo, querrás decir…

Te hechicé por que te quería solo para mí, no quería compartirte con todas esas mujerzuelas…

Foxglove hablaba encogida, como dominada por una gran tristeza. Luego, como queriendo corroborarlo, empezó a llorar.

Los humanos sois crueles, vuestro amor hace daño, de pronto me quieres, de pronto me odias. No es justo.

No puedes obligar a nadie a que haga cosas en contra de su voluntad…

¡Si que puedo!

Foxglove hizo una cabriola para coger carrerilla y abalanzarse sobre Ryder. Pero éste consiguió esquivarle fácilmente con una finta. El hada volvió a retroceder para volver a cargar contra su ex amante y ahora adversario, pero en esos escasos segundos Ryder aprovechó para apoderarse de una antorcha de la pared, que utilizó para poner una barrera entre él y el hada.

¡Quieres quemarme! — gritó Foxglove encolerizada — ¡prefieres hacerme daño antes que quererme!

Digamos que valoro sobremanera mi libertad…

Hada y humano continuaron una lucha parecida a un juego de "tu la llevas" donde una pretendía tocar al otro y este otro se defendía poniendo la llama de la antorcha entre los dos. Pronto Ryder se percató de que la agilidad y vitalidad de Foxglove podía con mucha diferencia exceder a la suya, así que dejó la defensiva y pasó al ataque.

Ahora era el hada la que esquivaba a Ryder, intentando que las llamas de la antorcha no le alcanzaran y chamuscaran sus delicadas alas de libélula.

Finalmente, tras lo que podría considerarse una batalla perdida, el hada decidió desistir. Quiso posarse, precisamente, en la agarradera de la antorcha que Ryder había sustraído de la pared. Allí se sentó, con pose abatida, y se echó nuevamente a llorar.

No es justo — dijo con su característica voz aguda — ¿Por qué no quieres amarme? Los humanos sois muy crueles…

Las hadas no podéis comprender a los humanos, pero ese no es mi problema.

Ryder reprimió entonces una mueca de dolor. La muñeca que sostenía la antorcha la tenía dolorida e hinchada. Harry Houdinni, el famoso escapista, le había enseñado en sus tiempos la técnica de dislocar sus muñecas y sus tobillos y volverlos a poner en su sitio para poder escapar de grilletes como los que habían usado para sujetarle en aquella mazmorra. Pero no era un sistema exento de dolor y, por la hinchazón en su muñeca derecha, no estaba muy seguro de haber hecho las cosas a conciencia.

Con la mano izquierda masajeó como pudo la muñeca derecha. Era doloroso pero era todo el alivio que podía conseguir hasta llegar a la civilización y que un médico le aplicara un anti inflamatorio. Pero ese despiste momentáneo fue todo cuanto Foxglove necesitó. Cuando Ryder quiso darse cuenta ya la tenía encima suyo. El hada se abalanzó contra su cara y se le agarró con las dos manos a la barbilla. Entonces le plantó un beso en los labios y luego se batió en retirada.

Con la sensación de haber sido derrotado Ryder no hizo ademán de defenderse o de vengarse. Simplemente se quedó parado, esperando que su personalidad se desdibujara. Pero no parecía pasar nada. Sus pensamientos tenían la misma consistencia que antes.

No ha funcionado. No se por que, pero no puedes hacerme daño, no puedes hechizarme…

Foxglove, volando delante de Ryder con furia en la mirada, comenzó de nuevo a llorar.

¡Si que puedo! — dijo gritando todo lo fuerte que pudo — ¡Pero no quiero!

Y diciendo esto salió volando, sin mirar, en la dirección contraria a la que venía.

Pero en cuanto levantó su diminuta cabeza para observar por donde se aventuraba vio cerrado su paso drásticamente. Ante ella se encontraban avanzando la Duquesa Sofía y unos cuantos soldados armados y otros tantos carceleros.

¿Dónde vas, chiquitina? — dijo la Duquesa tan pronto como la vio — ¿Cómo has conseguido escaparte?

Foxglove, llena de pánico, salió volando de nuevo en dirección a Ryder, pero antes de poder avanzar un metro una mano fuerte la capturó.

No puedes escapar de mi, pequeña, no deberías intentarlo siquiera…

— ¡No! ¡Por favor! ¡Ayuda!

La comitiva avanzó hasta donde se encontraba Ryder. Sofía llevaba consigo al hada sujeta en su mano. Por lo menos eran veinte los efectivos que la acompañaban, Ryder no tenía ninguna oportunidad.

¿Tú también te has escapado? — preguntó la Duquesa sonriendo — acerté en decir que eras un hombre peligroso…

Creo que yo también acerté cuando dije que eras una monstruosidad con cuernos…

Pronto abandonarás esa pose insolente y seguramente la sustituirás por llanto y pedirás misericordia…

¡Caramba! ¿Tanto miedo da tu padre? — dijo Ryder en tono más bien jocoso —

No tanto, pero ha habido un cambio de planes. Sigo sin saber que es lo que busca mi padre, el rey, en vuestro extraño mundo sin magia, pero sea lo que sea ya ha conseguido encontrarlo, así que ha ordenado que tú y todos los prisioneros de tu mundo seáis ejecutados al alba. Estos de aquí son los que os ajusticiarán.

Vaya… — dijo Ryder encogiéndose de hombros — esto si que es mala suerte…

Estoy deseando ver como consigues escaparte de esta.

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