Mónica había quedado con su marido en un hotel. Le esperaba en el vestíbulo vestida con una gabardina.

• ¿No llevas nada debajo? — le preguntó al encontrarse con ella —

• Sólo la ropa interior — contestó Mónica sonriente —

• Me alegro de que me convencieras en esto — reconoció — la verdad es que tengo ganas de polla…

• Eso es lo que quería oír…

Los dos entraron en el ascensor y una vez en él se dieron un cariñoso beso.

Mónica llevaba un bolso y de él sacó una máscara de papel maché, parecida a las típicas del carnaval de Venecia.

• ¿Esto que es? — preguntó el marido —

• El hombre que he conseguido quiere mantener su anonimato — dijo — prefiere que no sepas quien es y considera justo que el tampoco sepa quien eres tu. También es importante que no digáis una palabra, yo hablaré por los dos.

• Esto es muy raro…

• No, lo que pasa es que estas cosas no son tan habituales como para tratarlas a la ligera…

• Bueno — dijo poniéndose la máscara — pues jugaremos.

Al llegar a la habitación un hombre desnudo y muy atractivo esperaba tumbado encima de la cama. Llevaba el rostro oculto con otra máscara del mismo tipo y su miembro ya estaba bastante duro.

• Desnúdate — le dijo Mónica a su marido — mientras nosotros vamos calentando el ambiente.

Mónica se quitó la gabardina quedando en ropa interior. Se acercó a la cama y fue directamente al pene del hombre que estaba en ella. Lo sujetó fuerte con una mano y, tras acariciarlo unos segundos, se lo metió en la boca.

Su marido empezó a desnudarse, bastante excitado. Le encantaba la habilidad de su esposa para el sexo oral. Pero quizá lo mas excitante era verla entregada a otro hombre. La verdad, el deseaba verla entregándose a otra mujer, a una mujer muy concreta, pero aquello ya le estaba bien por el momento.

Su pene de grosor y longitud desmesurada estaba ya tieso como un poste cuando quedó completamente desnudo. Simplemente se acercó y, apartando con un leve empujón a su mujer, la sustituyó en la tarea de tragarse el miembro de aquel hombre, aunque la larga nariz de la máscara se lo ponía difícil.

El hombre de la cama se arqueó para hacer lo mismo y colocar el enorme pene de su compañero en su boca.

• Así me gusta — dijo Mónica excitada tocándose entre las piernas — que os lo hagáis entre vosotros…

Los dos hombres chupaban el miembro del otro con voracidad. El que tenía más dificultades era el que ya estaba en la habitación, pues tenía la tarea de engullir un miembro que, por grueso y por largo, no parecía hecho para alojarse en una boca humana. Aún así parecía desesperado por esconder aquel rollo de carne en su boca.

Mónica se dedicó entonces a separar las mejillas del culo del otro hombre con las manos y, una vez realizada esta tarea, a lamer el agujero que escondían y a masturbarlo con lengua y dedos.

• Ven aquí — le dijo a su marido — quiero que te folles esto tan sabroso…

Su marido cambió de postura. El otro hombre se colocó boca abajo y con el trasero en posición. El miembro viril entró no sin cierta dificultad, pero no en toda su longitud.

• Empuja — ordenó Mónica — créeme, le gusta y quiere que se la metas toda…

Dicho y hecho la verga se introdujo entera y el hombre que la recibió reprimió un grito.

Mientras era penetrado, se tocaba furiosamente su propio miembro.

Por su parte, Mónica se colocó en la cabecera de la cama, abrió bien su sexo con los dedos y lo colocó justo bajo la gran nariz de la máscara del hombre que estaba siendo penetrado.

Durante un rato, solamente se oyeron lengüetazos y el golpear de testículos contra testículos, amén de gemidos ahogados de los dos hombres y no tan ahogados de Mónica.

• Vamos a cambiar de posición — ordenó Mónica — sácala…

El marido de Mónica sustrajo el pene como la estaca de una valla del interior del recto del otro hombre. Los dos tenían erecciones de concurso y Mónica aprovechó para hacerse con la boca de ambas.

Su boca viajaba de una verga a otra, probándolas garganta abajo o dando rápidos lengüetazos. Cuando estuvo satisfecha se sentó en su marido haciendo que la descomunal verga le entrara por detrás. No tuvo los mismos problemas que el otro hombre, su orificio anal estaba más que acostumbrado al tamaño de aquella verga XXL.

Luego, obedeciendo instrucciones, el otro hombre la penetró por delante. Su miembro no era tan grande, pero tenía el tamaño suficiente como para llenar sus entrañas. Los dos penes se tocaron en el interior de Mónica. Sentía el inmenso placer de estar siendo casi desgarrada, reventada. Chillaba como una cerda el día del sacrificio pidiendo que no pararan, que le dieran bien.

Mientras los dos hombres la empalaban cada uno por su lado, el que tenía delante se dedicaba a sus pechos, el otro buscaba la lengua del primero, casi excluyendo de las caricias a su propia esposa. Se pusieron de costado, como si los dos fueran el pan de un bocadillo y Mónica el fiambre, y uno aprovechaba para sujetar el trasero del otro.

Su marido sentía una fuerte atracción sexual por aquel otro hombre. Se había sentido muy satisfecho cuando se la clavaba en el culo.

Mónica tuvo un orgasmo entre sudores y alaridos. Cuando terminó, los dos hombres se apartaron de ella como si quemara y se entregaron el uno al otro. Se abrazaron y sus miembros se acariciaron mutuamente, juntaron sus bocas (movimiento difícil debido a las máscaras) y se entregaron a un desenfreno que el marido de Mónica no acababa de comprender.

• Os habéis gustado enseguida — comentó Mónica contemplando como su marido se apropiaba del pene del otro hombre para lamerlo — debería sentirme celosa y todo…

El marido de Mónica se sacó de la boca el miembro para juntarlo con el suyo y frotarlos ambos. Con la boca intentaba saborear la de su compañero y con la otra mano sujetar sus nalgas.

Con una sonrisa de satisfacción, Mónica contempló la escena que se sucedía ante sus ojos. No pudo evitarlo, era el momento adecuado, no tendría una oportunidad mejor.

• Me parece que ya es hora de quitarse las máscaras…

Y diciendo esto se las quitó a los dos de un tirón.

Su marido, de repente, tenía a su hijo Sergio enfrente. Era de su hijo la verga que tenía en la mano frotándose con la suya; era su hijo al que acababa de disfrutar sodomizando, era su hijo quien se la había mamado y a quien se la había mamado. Su mujer le había entregado a su propio hijo.

• Hola, papá — dijo Sergio con una sonrisa —

• ¿Pero que es esto? — contestó su padre lleno de sorpresa —

• Esto es incesto, querido — dijo Mónica — ¿te gusta?

• Ahora entiendo por que me sentía tan atraído por ti — dijo el padre de Sergio dirigiéndose a éste — de alguna manera lo sabía…

• Cuando mamá me lo propuso — comenzó Sergio — me empecé a poner caliente, no me lo podía creer…

• ¿Y te acuestas con tu madre también?

• Con mamá, con Marta, con Iván…

• La familia está mas unida que nunca, querido… — dijo Mónica besando a su marido en la mejilla —

• Mónica, cariño — dijo su marido con un cierto brillo en los ojos — es el mejor regalo que nunca podrías haberme hecho…

• Yo no he hecho gran cosa, agradéceselo a los chicos…

• Y tu — dijo dirigiéndose a Sergio — tienes aquí mismo una polla que mamar, y no pares hasta que me haya corrido y te hayas tragado todo. Si te portas bien quizá luego te reviente el culo con ella…

• Si, papá — contestó Sergio muy animado hundiendo en su garganta el falo de su padre —