miprimita.com

Los Agentes del Ojo (16)

en Grandes Series

La caída no le había dolido ni lastimado, era mucho más duro que eso, pero se sentía verdaderamente humillado. Su equipo, concentrado en una pequeña mochila en su espalda, se había desparramado por el suelo del pozo. A tientas buscó el gorila la linterna con la esperanza de averiguar lo atrapado que se encontraba. Dio con ella pero esperó un rato para usarla. No en vano, a pocos metros de donde se había caído, había dos exploradores intentando localizarlo.

Guardó mucho silencio tratando de escuchar algún indicio de que los dos guardias estaban próximos a la boca del agujero, pero no oía nada. Finalmente, cuando creyó haber esperado suficiente, encendió la linterna.

El pozo era ancho, como de tres metros escasos de diámetro, y casi cilíndrico por completo. Las paredes eran totalmente lisas y sin duda resbaladizas, lo que no auguraba muchas posibilidades de salir fácilmente de él.

Traknor enfocó al suelo para repasar con la mirada el resto de equipo que se había esparcido, pero el foco de la linterna se topó con algo que tenía justamente delante y que le sobresaltó. Lo enfocó solo un momento y eso fue todo, pero fue suficiente como para no olvidarlo jamás.

La criatura tenía el tamaño de un gato, pero una forma claramente humana. Caminaba encorvada, como una bestia, y su piel era de color negro, sin brillo alguno. Era muy delgado, casi descarnado, apenas piel y huesos y los dedos de los pies y de las manos parecían más bien navajas de barbero afiladas. No tenía cara, sino un par de terribles ojos blancos y almendrados, y de la parte de atrás de la cabeza le surgían lo que debían ser orejas puntiagudas o bien cuernos.

La criatura tenía tras de si una cola lisa y delgada de una longitud cinco veces la de su cuerpo acabada en un espolón, y fue precisamente ese espolón el que, restallando la cola como si fuera un látigo, lanzó hasta clavarlo en el brazo de Traknor.

El espolón le entró por encima del codo con una fuerza indescriptible, atravesándoselo, y luego volvió a salir. Traknor no había sido herido nunca antes desde que le fuera proporcionado su actual cuerpo. Los nazis habían disparado sus ametralladoras contra el sin causarle molestias más serias que un leve picor. Incluso había sobrevivido a la explosión de una granada de mano. Para que ese espolón le atravesara el brazo de semejante forma esa criatura debía tener una fuerza titánica. Eso o bien las leyes físicas de el mundo en el que se encontraba no tenían nada que ver con las del mundo que había dejado atrás.

Traknor consiguió reprimir un aullido de dolor que lo hubiera delatado pero dejó caer la linterna al suelo, donde se apagó. El brazo le sangraba y le dolía como el demonio pero todavía podía moverlo, así que se agachó rápidamente para recoger la linterna de nuevo, más en cuanto su mano tocó el suelo sintió una cuchillada en ella.

Ahora si se quejó. Acababan de hacerle un feo corte en el dorso de la mano. Pero necesitaba la luz, de modo que lo volvió a intentar a sabiendas de lo que podía esperarse. Efectivamente una vez más recibió un buen corte, esta vez en el antebrazo. La tela de su camisa quedó también hecha jirones, pero consiguió recuperar la linterna.

Fue accionar de nuevo el interruptor y enfocar otra vez a su adversario y sentir como aquella cola en forma de látigo volvía a lanzarse contra él. Esta vez fue capaz de esquivar el espolón que se estrelló contra la pared del pozo pasando a escasos centímetros de su cabeza. Dejó caer la linterna una vez más, pero no se apagó, siguió en el suelo iluminando parcamente el pozo.

La criatura se movía con la rapidez del rayo y haciendo gala de ella se lanzó contra el profesor. Su salto ya era del todo prodigioso ya que el tamaño de la criatura era más bien ridículo, pero verdaderamente sorprendente fue la rapidez con la que le rasgó el pecho y el estomago para regresar otra vez a su posición.

Traknor tenía ahora cortes profundos en el pecho, el estomago, el antebrazo y la mano derecha. El brazo por encima del codo estaba perforado. Sangraba mucho y estaba asustado. No veía la forma de acabar con semejante ser. ¿Iba a morir allí? Si se hubiera quedado en su finca de la selva estaría ahora masturbándose frente a una película pornográfica, con chicas sonrientes desnudas y haciendo cosas increíbles, quizá con algún juguete metido en el recto, no peleando con un ser demoníaco de otra dimensión en un pozo de una cueva fría y húmeda.

De repente se sintió muy enojado. Dywane podía haber reclutado a otro ¿Qué tenía él de especial? Ella le había metido en aquel lío. Bueno, no exactamente. Hacía muchos años que no veía a una mujer tan hermosa en persona. Fue la visión de sus pechos, de sus caderas y de sus labios lo que le decidió a salir de su retiro. Pero no le estaban reclutando para asistir a las actuaciones de un cabaret subido de tono, lo reclutaban para una guerra.

La criatura volvió a saltar pero en esta ocasión Traknor fue mucho más rápido que él. Estaba lleno de furia y ni tan solo vio como éste atacaba de nuevo. Simplemente lanzó el puño emitiendo al mismo tiempo un grito que negaba del todo su humanidad. El puño conectó con la criatura y la aplastó contra el muro. No volvió a levantarse. Un vistazo más cuidadoso con la linterna dejaba claro que el puñetazo le había fracturado todos los huesos.

Traknor respiraba con fuerza, estaba lleno de adrenalina. Al parecer los científicos nazis que habían construido su cuerpo lo habían construido muy bien. Notaba como sus heridas dolían menos y ya no le sangraban. Enfurecerse tenía su recompensa.

Notó entonces un pinchazo en el hombro seguido del ruido de algo que caía a su espalda. Sólo le costó un segundo darse cuenta de lo que sucedía. Sin duda sus gritos habían alertado a los soldados de patrulla, que se habían asomado al pozo, y uno de ellos le acababa de arrojar una lanza. Una lanza que le había dado en el hombro, sin mayor efecto que el impacto del tapón de corcho de una botella de champán, y luego se había caído al suelo tras de si.

Todavía furioso Traknor recogió la lanza del suelo y la clavó en una de las paredes del pozo, todo lo alto que pudo. Luego usó el mango para apoyarse e impulsarse hacia arriba.

Uno de los dos soldados se sorprendió tanto al ver surgir del pozo de un salto a aquella extraña criatura corpulenta y enorme que era Traknor que salió corriendo. El otro se quedó mirando, estupefacto, con la antorcha en alto. Apenas tardó el profesor un segundo en barrerlo de un golpe. El soldado salió disparado hasta estrellarse contra un muro cercano.

Traknor, sin pensar demasiado lo que hacía, se encaminó hacia el campamento del destacamento. Las escenas sexuales de hombres con otros hombres estaban ahora lejos de su mente. Todo lo veía rojo, la ira lo cegaba.

Cuando los soldados lo vieron venir se aproximaba hacia ellos a toda velocidad corriendo a cuatro patas. El oficial al mando gritó unas cuantas órdenes en un idioma incomprensible y algunos de sus hombres empuñaron sus armas: lanzas, alabardas, espadas y hachas, para encararse al invasor.

Si bien es cierto que aquellos soldados disponían de una fuerza física muy por encima de la del ser humano, ninguno significó una diferencia a la hora de hacer frente al enorme gorila que lleno de rabia se les echaba encima. Traknor necesitaba tan solo un manotazo para enviar a uno de ellos a varios metros de distancia. Algunos consiguieron acertarle con el filo de una espada o pincharle con la punta de una lanza, pero sin ningún resultado: la piel del cuerpo artificial de Traknor estaba diseñada para soportar castigos mucho peores.

Unos cuantos soldados simplemente salieron corriendo en dirección opuesta al ver la furia con la que aquel monstruo arremetía contra el resto de la tropa, eso y la enorme determinación que le movía le puso enseguida frente al mando superior del destacamento.

El oficial había desenvainado su espada y consiguió golpear con ella al profesor en la testa tan pronto se le acercó, pero enseguida éste la sujetó por el mismo filo y se la arrebató de las manos. Luego lo sujetó por la garganta y lo hizo volar en el aire para caer después encima de una lona que los soldados utilizaban para sentarse. Para sentarse, pensó Traknor, y para retozar unos con otros encima.

¿Puedes hablar, maldito monstruo? — dijo el caído en perfecto inglés cuando el profesor se aproximó de nuevo a él —

Se hablar — contestó Traknor confuso — pero no soy un monstruo.

Tres soldados que aún conservaban el valor y todavía se tenían en pie se acercaron al gorila con las armas en ristre con la vana intención de acorralarle y salvar a su oficial.

Al ver que el profesor retomaba su beligerante actividad el oficial se apresuró a gritar.

¡No, por favor! ¡No más muertes!

Pues diles que se alejen de mi…

El oficial ladró las órdenes en su idioma y los soldados se alejaron a una distancia prudencial, pero sin descuidar la guardia ni por un momento.

¿Quién eres y por que nos atacas? — preguntó el oficial muy afectado—

Me llamo Julius Traknor — dijo el profesor — y os ataco por que me habéis atacado vosotros primero y por que tenéis prisionero a un amigo mío.

El oficial reflexionó un instante antes de contestar al gorila. Luego se incorporó poco a poco para recuperar su dignidad y lo que dijo lo hizo de pie y con la cabeza bien alta.

Yo soy el capitán Asmodeus, de la guardia real de su majestad Moloch I, y te pido disculpas en nombre de nuestro ejército si te hemos atacado sin provocación.

Disculpas aceptadas, capitán Asmodeus, pero con respecto al otro asunto…

Es bien cierto que esta misma noche el anterior turno ha regresado con un prisionero ¿Es amigo tuyo?

Lo es.

En ese caso no está en mi mano liberarlo, eso corresponde a la Duquesa o al mismo Rey, pero puedo llevarte a hablar con ella si lo deseas.

Traknor enfureció todavía más y levantó sobre su cabeza al Capitán Asmodeus.

¿Me crees idiota? ¿crees que voy a caer en una trampa tan tonta?

¿Trampa? ¿Qué trampa?

Llevarme ante tu superior — explicó el profesor dejando al Capitán en el suelo — para que podáis capturarme…

¡No es ninguna trampa! — se defendió el capitán — Nunca usaría ese tipo de estratagema con un guerrero tan poderoso y bravo como tu…

Los ojos del Capitán parecían sinceros. Traknor se fijó entonces que tenía la mirada triste. Era un hombre de constitución fuerte, en edad humana podría tener unos cuarenta años. Aún conservaba sus músculos pero no como sus compañeros jóvenes.

¿Cómo es que hablas mi idioma? — preguntó entonces el profesor, tranquilizándose y dejándose llevar por su curiosidad natural —

No lo hablo — contestó el Capitán — es magia ¿no tenéis magia en el mundo del que vienes?

Extrañamente Traknor dejó de sentirse amenazado. La curiosidad y un extraño sentimiento de comodidad sustituyeron la ira y la alarma que había sentido hasta salir del pozo. El capitán Asmodeus reorganizó a sus hombres, incluyendo al soldado que le había atacado estando en el pozo. Les ordenó dejar la alerta en lo que se refería al gigante peludo y luego recuperar a todos los caídos en la batalla. Mientras tanto, se sentó literalmente a conversar con el profesor.

No te pareces nada a otros hombres que han venido de tu mundo…

Ante la afirmación del Capitán Traknor no pudo otra cosa que recordar como varios agentes del Ojo habían desaparecido al explorar estos caminos. Tal vez antes incluso lo habían hecho habitantes de Ámsterdam y, pese a la vigilancia de los agentes del Ojo quizá todavía sucedía.

¿Qué les ha pasado a esos otros hombres?

Se los llevamos al Rey, para que hable con ellos.

¿Hablar? ¿de que?

Eso no puedo saberlo — reconoció el Capitán — sólo se que el rey quiere hablar con ellos.

¿Cuándo me llevarás a hablar con tu rey o con esa Duquesa?

En cuanto termine el turno y tengamos que partir. Regresaremos al castillo y otro destacamento tomará nuestro lugar. Pediré entonces al alguacil de guardia que te conceda una audiencia con la Duquesa.

Ya veo.

Traknor cruzó las piernas para sentarse justo enfrente de su nuevo amigo. Sentía una curiosa afinidad por aquel extraño hombre. Como él, no era humano, su aspecto le hubiera impedido deambular por las calles de cualquier ciudad y hacer algo corriente, como entrar en la oficina de correos o en el banco. Pero había todo un mundo de personas como él. Había todo un mundo de demonios de piel roja y cuernos en la frente, un mundo entero de monstruos.

¿Y como se que mi amigo no estará muerto cuando lleguemos?

¿Por qué iban a matarlo? — dijo perplejo el Capitán — Si el Rey lo quisiera muerto ¿para que nos iba a enviar a nosotros a traerlo en su presencia? ¿no sería más lógico que nos mandara matarlo?

Traknor suspiró ante la ingenua lógica de aquel soldado, pero prefirió esperar. Algo le hacía confiar en aquel hombre curtido, a pesar de que no era exactamente un hombre.

Señor — dijo uno de los soldados aproximándose — Hemos efectuado el recuento —

¿Y bien?

No hay ningún herido grave, señor, ni tampoco ninguna baja.

Eso si que es una buena noticia — dijo el Capitán sonriente —

Pero hay algo más, señor…

El capitán esperó a que su subordinado contestara.

Preferiría decírselo a solas, Capitán…

Tonterías, soldado, no cometeré la descortesía de ofender a mi invitado. Lo que tenga que decir dígalo ahora.

Muy bien, señor… — dijo receloso el soldado — pues sepa que la tropa no está conforme con compartir campamento con alguien que nos ha vapuleado alegremente…

¡Que estupideces son esas! — contestó el Capitán poniéndose de pie — a él lo atacamos nosotros primero, Hilimn le arrojó una lanza…

Hilimn es uno de los nuestros, señor — dijo un soldado algo más alejado de donde estaban — esa mole peluda no lo es.

Poco a poco la mayor parte de la tropa (los que no estaban demasiado magullados) fueron acercándose al Capitán y al profesor con cara de muy malas intenciones.

¿Qué significa esto? — preguntó el Capitán muy enojado — ¿sedición?

Usted es el que manda, Capitán — dijo uno de ellos — pero en esto no vamos a hacernos atrás. Queremos la piel de ese tipo.

Un silencio tenso se estableció entre los soldados y el capitán. Cada uno de los soldados podía echar mano de su arma en pocos segundos si lo deseaba. No sería luchando que saldría de esa situación.

Volved a vuestros puestos y haré ver que no ha pasado nada — dijo el Capitán —

Capitán… — empezó a decir el que parecía tener la voz cantante — todos le respetamos pero ese tipo nos podría haber matado…

De repente Traknor se puso de pie. Todos los soldados sin excepción retrocedieron un par de pasos. El profesor era mucho más alto y corpulento que cualquiera de ellos. Además, ellos jamás habían visto antes un gorila. Su aspecto fiero, sus colmillos puntiagudos y su color oscuro no hacían más que llenar de pavor sus mentes.

Parece ser que queréis acabar conmigo ¿No es así?

Ninguno de los soldados se decidía a hablar. Todos estaban intimidados y alerta, esperando entrar en combate.

Muy bien — continuó el profesor — pero ya habéis peleado conmigo antes y ninguna de vuestras armas me ha hecho un rasguño. Yo, por el contrario, casi os mato con solo tocaros.

Eso no volverá a pasar — dijo entonces con voz temblorosa el que había hablado antes —

No, no volverá a pasar, por que esta vez no seré compasivo.

Traknor esbozó su mueca más siniestra y continuó con su monologo amenazador.

Esta vez os mataré. Vuestras armas no pueden hacerme nada, da igual lo fuerte que me golpeéis, no hay forma de que podáis impedir que os elimine uno a uno.

Todos tragaron saliva y fueron desenvainando sus armas. Alabardas, dagas, espadas, lanzas… todas temblaban en las manos de sus dueños.

O también podéis dejarme en paz y conservar la vida.

En pocos segundos los soldados fueron rompiendo el círculo hasta no quedar uno solo. Por separado fueron desplegándose por sus posiciones, amontonando provisiones o afilando armas. Evitando la mirada unos de otros.

Traknor volvió a sentarse junto al Capitán.

Eres el guerrero más formidable que he conocido en toda mi vida — dijo el Capitán visiblemente afectado —

¿Yo? ¿Un guerrero formidable? — rió el profesor — en absoluto, sólo soy un monstruo espantoso…

El Capitán Asmodeus no cabía en su perplejidad. Sin poder evitarlo se aproximó al profesor y le acarició el rostro cariñosamente.

Tu no eres ningún monstruo — le dijo mirándolo a los ojos — tu eres maravilloso.

Y diciéndole esto le besó cariñosamente en los labios.

Mas de Cerecita

Recuerdos de Ana

De compras

Terapia de pareja

A mis pies

Una mosca en la pared

Un hombre afortunado

La Prueba

Usada 3

A mis pies

Usada 2

Usada

Caso clínico

La cura contra el insomnio

Educando a M

Las desventuras de Nicky I

Me da vergüenza hacerlo.

Sentirse cómoda con una amiga

Las fotos de mamá. Capitulo 16.

Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 12.

Las fotos de mamá. Capitulo 15.

Las fotos de mamá. Capitulo 13.

Las fotos de mamá. Capitulo 14.

Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 10

Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 11.

Las fotos de mamá. capitulo 12.

Las fotos de mamá. capitulo 11.

Las aventuras lésbicas de Cristina. capitulo 9.

Las fotos de Mamá, capitulo 10.

Las fotos de Mamá, capitulo 9.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo 7.

Las fotos de Mamá, capitulo 8.

Cena entre amigos

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo6.

Las fotos de Mamá, capitulo 7.

Las fotos de Mamá, capitulo 6.

Las fotos de Mamá, capitulo 5.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo 4.

Las fotos de Mamá, capitulo 4.

La peor noche de mi vida

La educación de Natalia. capitulo 2.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo3.

Las fotos de Mamá, Capitulo 3.

La educación de Natalia. capitulo 1.

Las aventuras lésbicas de Cristina. Capitulo 2.

Las fotos de Mamá, Capitulo 2.

Las fotos de Mamá, Capitulo 1.

Las aventuras lésbicas de Cristina. Capitulo 1.

Cristina, Capitulo 6. Las flores.

La peor noche de mi vida

Cristina, Capitulo 1. Las bragas.

Mamá ¿Cómo puedes ser tan cruel?

Diego (Amor entre rejas)

Escribir un relato corto

Las fotos de mamá (16)

Las fotos de mamá (15)

Las fotos de mamá (14)

Las fotos de mamá (13)

Las fotos de mamá (12)

Las fotos de mamá (11)

Las fotos de mamá (10)

Las fotos de mamá (9)

Las fotos de mamá (8)

Las fotos de mamá (7)

Las fotos de mamá (7)

Las fotos de mamá (6)

Las fotos de mamá (5)

Las fotos de mamá (4)

Las fotos de mamá (3)

Las fotos de mamá (2)

Las fotos de mamá (1)

Los Agentes del Ojo (35)

Los Agentes del Ojo (34)

Los Agentes del Ojo (33)

Los Agentes del Ojo (32)

Los Agentes del Ojo (31)

Los Agentes del Ojo (30)

Los Agentes del Ojo (29)

Los Agentes del Ojo (28)

Los Agentes del Ojo (27)

Los Agentes del Ojo (26)

Los Agentes del Ojo (25)

Los Agentes del Ojo (24)

Los Agentes del Ojo (23)

Los Agentes del Ojo (22)

Los Agentes del Ojo (21)

Los Agentes del Ojo (20)

Los Agentes del Ojo (19)

Los Agentes del Ojo (18)

Los Agentes del Ojo (17)

Los Agentes del Ojo (15)

Los Agentes del Ojo (14)

Los Agentes del Ojo (13)

Los Agentes del Ojo (12)

Los Agentes del Ojo (11)

Los Agentes del Ojo (10)

Los Agentes del Ojo (9)

Los Agentes del Ojo (8)

Los Agentes del Ojo (7)

Los Agentes del Ojo (6)

Los Agentes del Ojo (5)

Los Agentes del Ojo (4)

Los Agentes del Ojo (3)

Los Agentes del Ojo (2)

Los Agentes del Ojo (1)

Club de amantes de las mascotas

Olga (14, ¿Final?)

Olga (13, Una semana antes)

Olga (12, el móvil)

Olga (11, la venganza)

Olga (10: más incesto)

Olga (9: Receso)

Olga (8: las fotos)

Olga (7: las ostras)

Olga (6: las flores)

Olga (5: el sobresaliente)

Olga (4: la mancha)

Olga (3: Sólo piensas en tocarte)

Olga (2: la puta de los lavabos)

Olga (1: Las bragas)

La educación de Esther

Respira hondo y sonrie

Matrimonio con hijas

Me vengaré!

Los tres ositos, versión porno

La Familia Addams X: El aniversario.

Buffy X: las chicas con las chicas