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Caso clínico

en No Consentido

Una mujer misteriosa vestida de forma elegante y oculta tras unas gafas de sol de marca se acomodó en la terraza de aquel bar, pidió un café al camarero y encendió un cigarrillo.

Para cuando el camarero regresó con el café y un cenicero la misteriosa mujer había sacado de la bolsa de tela que llevaba consigo un grueso volumen encuadernado de fotocopias.

 

“Notas del doctor Francisco Tejada” decía el título.

La misteriosa mujer le dio un sorbo a su café, dejó la taza  en el plato y comenzó a leer.

 

Paciente número 57, Susana Blanco.

Mujer de 41 años, cabello moreno y largo. Atractiva. Tiene buenos pechos, aunque no muy grandes, y buenas piernas. Es de clase media alta, algo engreída, viste siempre de forma muy elegante y acostumbra a llevar ropa interior de encaje.

Ha acudido a la consulta porque es autora de numerosas infidelidades a su esposo con diferentes hombres. Le devoran los remordimientos, aunque no puede evitar serle infiel una y otra vez. No he hecho absolutamente nada por corregir semejante comportamiento, más bien, de forma solapada, lo he incentivado con el fin de que me cuente los detalles más sórdidos de su vida amorosa clandestina.

En terapia regresiva ha confesado múltiples prácticas sexuales de lo más morbosas que incluyen disfraces y juguetes diversos. He conseguido desnudarla superficialmente y acariciarle los muslos y los pechos utilizando el trance hipnótico. Espero conseguir más en próximas sesiones.

 

Paciente número 38, Ana Cobo.

Mujer de 44 años, cabello corto castaño. No es demasiado atractiva pero tiene unas caderas anchas de lo más apetecibles. Acostumbra a vestir pantalones que marcan su trasero de una forma muy excitante.

Aunque ha acudido a la consulta por un problema de autoestima he conseguido convencerla que su problema es de tipo sexual, y que me confiese todo tipo de fantasías y aventuras sexuales.  Se siente especialmente cómoda con las prácticas más vejatorias y con una actitud pasiva durante el coito, aunque eso no le agrada demasiado y le gustaría adoptar un rol diferente en sus relaciones. En concreto repite una y otra vez la misma práctica sumisa de realizarle una felación a su pareja encontrándose desnuda y de rodillas.

En terapia regresiva le he hecho contar una y otra vez, con todo lujo de detalles, esa práctica que tanto le humilla haciendo hincapié en como le hace sentirse. Bajo hipnosis he conseguido hacer que se masturbe e incluso masturbarla yo mismo, bajándose sólo un poco el pantalón. Resulta notable lo mucho que me excita esta paciente, siendo tan poco atractiva, y mi objetivo es hacerle creer bajo hipnosis que soy su pareja para que recree el episodio de la felación en mi persona.

 

Paciente número 26, María López.

Mujer de 34 años, tiene el cabello corto y rubio. Es probablemente la más atractiva de mis pacientes, con un rostro angelical y un cuerpo hermoso y bien formado. Suele vestir de forma clásica y conservadora con predilección por los tonos claros.

Proviene de un entorno de clase alta y es una mujer muy poco inteligente, casi se podría decir que es una mema, y es también muy receptiva a la hipnosis. Esto es extraordinario para mí, ya que se le puede llegar a convencer de las más inverosímiles invenciones y es capaz de dar mucho más que otras pacientes en las sesiones de terapia regresiva. Es, en muchos aspectos, mi favorita.

Ha acudido a la consulta por una creciente incapacidad para encontrar su sitio en la vida que lleva. Está dominada por su marido, con el que se casó joven, y desea una libertad que no sabe como conseguir. He logrado convencerle de que tiene numerosos complejos sexuales e incluso de que debe masturbarse más a menudo, para lo cual yo mismo le he recetado el uso de diferentes juguetes sexuales para que los utilice en la intimidad, aunque en terapia regresiva he conseguido que los utilice delante de mi, bajo los efectos de la hipnosis, así como que se desnude por completo y me permita masturbarla y manosearla. Cada sesión es un autentico disfrute e incluso me he tomado la libertad de hacerle varias fotos desnuda y masturbándose que ya forman parte de mi selecta colección. Su estupidez es tan absoluta que, cuando termina las sesiones, incluso me da las gracias por lo bien que se siente al terminarlas. Me pregunto si una parte de su minúsculo cerebro no sabe lo que realmente hago con ella y es, precisamente, esa parte la que se siente agradecida de que la utilice de ese modo.

 

Paciente número 60, Ofelia Rincón.

Es una mujer latina de 39 años, de cabello negro, largo. Tiene sobrepeso, lo que la hace poco a tractiva para mí, pero también cuenta con unos pechos de gran tamaño y un rostro equilibrado, que es en lo que me concentro durante las sesiones.

Es una de las pocas pacientes que ha acudido a la consulta con un problema claramente sexual, lo que lo ha hecho todo bastante más sencillo. Su primera experiencia sexual, durante su juventud, fue una mezcla de abuso y consentimiento que le ha dejado extrañas y morbosas secuelas. En concreto, las relaciones sexuales normales no le satisfacen ni excitan y tiene fantasías acerca de que es violada, que son las que realmente logran excitarla. Aunque el tratamiento sería simple no he hecho otra cosa que dar rodeos para que me describa todos los detalles de su fantasía en terapia regresiva y para conseguir que consienta, bajo hipnosis, revivir la experiencia que es el origen de su trauma. Espero sinceramente poder penetrarla bajo hipnosis en cualquier momento. No es la paciente más atractiva de mi consulta, pero sin duda es con la que tengo mayor posibilidad de llegar todo lo lejos que espero.

 

 

Paciente número 73, Ángela Prado.

Mujer de 21 años, delgada y atractiva, aunque se viste de una forma detestable.

Normalmente no acepto pacientes tan jóvenes, prefiero mujeres maduras, cuyas experiencias sexuales son mucho más ricas y llenas de detalles escabrosos, pero en esta ocasión el caso me pareció fascinante y no quise perder la oportunidad de tratar a esta paciente.

Me la trajeron sus padres. Adinerados y respetables burgueses que ejercen sobre ella una asfixiante influencia. El caso es simple: la paciente es homosexual, pero sus padres no quieren aceptarlo y me han pedido que “la cure”. Los sentimientos de culpabilidad que han hecho sentir a la pobre chica rozan lo patológico.

Aunque el tratamiento debería consistir en tratar de llenarla de confianza y reafirmar su personalidad de forma que pueda distanciarse de la opinión de sus padres y encontrar su propia identidad sexual, he querido seguirles la corriente a sus progenitores y tratar de reforzar ese sentimiento de culpa que siente. Las sesiones de terapia regresiva en las que le obligo a contar sus fantasías lésbicas nunca realizadas son terriblemente excitantes. Se que nunca voy a conseguir tocarla, como he hecho con otras pacientes, pero disfruto enormemente del sufrimiento sexual de esta pobre chica.

 

 

La mujer misteriosa sonrió complacida mientras le daba otra calada a su cigarrillo. Apartó un instante su fascinante lectura y echó un vistazo a su alrededor. A lo lejos divisó a la persona que esperaba. Un hombre de mediana edad con barba y vestido con ropa cara y elegante se sentó en su mesa.

 

    Muy bien —  dijo aquel hombre en cuanto tomó asiento — ya estoy harto de tanto misterio, Rosa, dime ahora mismo porque me has citado aquí…

 

 

Por toda respuesta, la misteriosa mujer le acercó el grueso volumen encuadernado de fotocopias.

 

    ¿Lo reconoce, Doctor? No se preocupe, sólo son fotocopias. El original está escondido en un lugar secreto…

    Esto no puede ser — dijo el Doctor — has robado mis notas privadas…

    ¿Y que? — contestó la misteriosa mujer con una sonrisa — ¿Va a denunciarme a la policía?

    Esto es del todo inaceptable, Rosa — continuó aquel hombre visiblemente indignado — esa información es confidencial…

    Corte el rollo, Doctor — le interrumpió la misteriosa mujer — ya está bien de hacerse la víctima. Usted sabe muy bien lo que pasaría si yo me dedicara a enviar una copia de ese archivo privado suyo a cada una de sus pacientes…

    Tú… no harías eso…

    Claro que lo haría, sería muy divertido — la mujer apuró su cigarrillo y lo aplastó contra el cenicero — un psiquiatra de su reputación, saliendo en todos los informativos, yendo a declarar a los juzgados, despojado de su licencia…

    Creía que tu lealtad estaba fuera de toda duda…

    ¿Pero que estás diciendo? — dijo la misteriosa mujer sacando a la vez otro cigarrillo del bolsillo — Usted es una especie de violador que se aprovecha de sus pacientes ¿De verdad piensa apelar a mi lealtad? ¿De verás cree que me pondría de parte suya y en contra de todas esas mujeres solamente por haber trabajado a su lado estos años?

    Muy bien… — quiso concluir el doctor — está claro que me has citado aquí con algún propósito en mente. Dime que es lo que quieres y acabemos de una vez.

    ¿Qué que quiero? Nada demasiado raro, doctor, yo no tengo sus extraños apetitos, soy una persona muy normal. Quiero dinero, por supuesto. Usted es un médico de muy buena posición, tiene dinero más que suficiente como para hacerme la vida más cómoda. No para dejar de trabajar, pero si para poderme dar algún que otro capricho.

    De acuerdo. Di la cantidad que tengas en mente, pero a cambio me darás el archivo original y todas las copias.

    Quiero una cosa más — continuó la misteriosa mujer encendiendo su cigarrillo — quiero una carta de recomendación, la mejor que se le ocurra y a su colega más importante. Evidentemente, después de esto, voy a dejar de trabajar para usted, pero todavía voy a necesitar tener un trabajo ¿No le parece que soy una enfermera muy válida?

 

La misteriosa mujer terminó su café y se levantó de su silla.

 

    Ya le llamaré — dijo al tiempo que dejaba unas monedas sobre la mesa —

 

Se alejó tranquilamente abandonando a un hombre muy serio sentado en la mesa junto al grueso volumen de hojas fotocopiadas. El camarero rompió su concentración preguntándole que iba a tomar.

 

Paciente número 68, Rosa Pascual.

Mujer de 36 años, muy atractiva y sensual. Tiene unos muslos torneados y un pecho abundante y bien formado. Su rostro es angelical y hermoso.

Llegó a la consulta derivada de un centro psiquiátrico con un cierto delirio paranoide, se considera muy superior al resto de las personas, casi podríamos hablar de delirios de grandeza.

Me doy cuenta de que una personalidad como esa resulta muy difícil de manipular para mis fines, de hecho he fracasado a la hora de desviar nuestras conversaciones al terreno sexual. Una vez desistí de intentarlo comencé un juego en el que se ha sentido más cómoda, adoptando el rol de mi asistente y enfermera. Mi idea consistía en llevarla  a participar en mis prácticas sexuales con mis pacientes, pero en su delirio de mostrarse más inteligente que yo ha decidido, una vez ha conocido el tipo de terapia a la que someto a mis pacientes femeninas, dedicarse a chantajearme, haciendo una copia de mis notas personales. Por supuesto, esas notas no tienen el más mínimo valor judicial ya que primero, han sido robadas y segundo, nada hay escrito en ellas que pueda conectar con mi persona. Más bien podría alegar que las ha escrito ella que, al fin y al cabo, es un paciente psiquiátrico con un historial médico de delirios paranoides y la verdad, como testigo de un hecho difícil de creer es, como mínimo, muy poco fiable.

No he abandonado todavía la posibilidad de empujarla a mis prácticas sexuales. Le seguiré la corriente de momento y se que podré manipularla a mi antojo en el futuro. Estoy convencido de ello y lo espero ansioso.

 

                                                                                                               

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