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Los Agentes del Ojo (3)

en Grandes Series

El trato que Diana Dywane propuso a la Señora Henry consistía, básicamente, en proporcionarle una educación de élite a su hijo basada, no sólo en aprovechar su sobrado intelecto, sino también en desarrollar sus talentos sobrehumanos.

Las dos mujeres hablaron largo y tendido de todos los detalles del trato mientras John intentaba disculparse con Joe Ryder por lo del puntapié en sus partes.

Luego, con la promesa de volver a ponerse en contacto cuando la Señora Henry lo hubiera meditado bien, regresaron al helicóptero.

Creo que conseguiremos reclutar al muchacho — dijo Diana a su compañero una vez estuvieron a bordo— al final su madre ha resultado ser bastante razonable.

¿Quiénes van a conseguir reclutarlo? ¿El MI6? ¿La NSA? ¿A que organización perteneces realmente?

El piloto del helicóptero puso en marcha el aparto y éste comenzó a ascender. Diana no contestó a su compañero.

Ahora haremos escala en nuestra sede en Estados Unidos, nuestro próximo destino está en Sudamérica...

No tengo intención de ir a Sudamérica...

Pararemos para dormir primero, no se preocupe...

No pienso ir a ninguna parte hasta que me lo cuentes todo. Quiero saber para quien trabajas en realidad y quiero saber que era aquella criatura de la celda. Quiero saber a lo que me enfrento, tanto por un lado como por el otro.

De acuerdo — dijo Diana encogiéndose de hombros — no pensaba contarle todo hasta que no viera con sus propios ojos algunas cosas, pero es igual.

Soy todo oídos.

La organización que represento se llama El Ojo. No perseguimos los mismos objetivos que la NSA o el MI6 ni por asomo. Somos internacionales y llevamos mucho tiempo trabajando para catalogar y controlar ciertas cosas que la humanidad no está preparada para conocer.

Y sois vosotros los que lo decidís ¿con que derecho?

Nosotros hemos tomado esa decisión, pero no trabajamos para ocultar secretos, más bien introducimos esas cosas extrañas poco a poco en la sociedad. El mundo es un lugar extraño en realidad, usted ya lo sabe, y nuestro trabajo es hacerlo regularmente un poco más extraño para todos.

¿Y que cosas revelan? ¿Le dirá a todo el mundo que hay un muchacho en Kansas que puede levantar un tractor y alcanzar corriendo a un tren?

No, pero podemos decirles que se puede viajar a Marte y, cuando lo hagamos, quizá encontremos cosas allí que cambien completamente la mentalidad de la gente...

Diana sonrió ante el rostro perplejo de Ryder. Era, probablemente, la primera vez que lo sorprendía con lo que sabía, y eso le proporcionó un inmenso placer.

De acuerdo, son ustedes los guardianes de lo extraño ¿Y quien está detrás suyo? ¿Algún gobierno? ¿Todos?

Tenemos un benefactor privado que sufraga todos nuestros gastos. Una benefactora, de hecho.

¿Qué se llama...?

Eso no puedo decírselo aún.

Muy bien, muy bien —dijo Ryder perdiendo la paciencia — ¿y que me dice de aquel engendro? ¿De donde ha salido?

No sabemos que nombre darle al lugar del que ha salido. Decimos que es el infierno por que nos parece un demonio...

¿Pero de donde lo han sacado?

Eso es lo curioso, proviene de su propio mundo, pero su mundo está invadiendo el nuestro.

¿Qué quiere decir?

Bueno... imagínese estar en una ciudad, una ciudad que conoce bien. De repente tuerces por una calle y la calle ya no es como conocías, es algo muy distinto. Y miras al cielo y el cielo ya no es el mismo que tenias sobre la cabeza, y si sigues avanzando acabas en otro lugar diferente, un lugar que ya no es el mismo mundo por el que entraste...

¿Y ese ser salió de otro mundo de esa forma?

Ese ser entró en nuestra realidad más o menos como le he descrito y, una vez en ella, cometió cuarenta y ocho violaciones brutales y dieciocho asesinatos antes de que nuestros agentes consiguieran localizarlo y capturarlo.

Mientras tanto al otro lado del mundo, el Londres, en un edificio de Westminster a veinte niveles por debajo del suelo, la criatura inhumana de la que hablaban Ryder y Dywane gemía en la penumbra.

Su miembro viril era grueso y largo y permanecía muy erecto. En su nacimiento se arremolinaban unos pelos negros y enganchados y su bolsa escrotal era un bamboleante saco cubierto por una maraña de pelos sucios enredados.

La criatura se masturbaba sin cesar frotándose su enorme falo con ambas manos y un hilillo de baba le caía desde el labio inferior manchándoselo a la vez que lubricándoselo.

Tras algunos minutos de frotarse y acariciarse, la criatura eyaculó abundantemente en el suelo. Su semen era más amarillento que blanco y salió a borbotones de su glande uniéndose a un espeso charco a sus pies de la misma sustancia. Apuró las últimas gotas y rebañó con el dedo los restos que habían quedado en la punta del glande llevándoselo a la boca.

Contempló el charco de esperma, podía verse reflejado en él a pesar de la penumbra. Entonces el ser se dio a sí mismo un mordisco en la muñeca. De la misma surgió un buen chorro de sangre que se aseguró cayera justo en el charco de semen. Después, tras lamerse un rato la herida, pronunció algunas palabras que no podían pertenecer a un lenguaje humano.

Enseguida la criatura dejó de reflejarse en el charco a sus pies y la imagen fue sustituida por otra mucho más luminosa. Al otro lado del charco podía vislumbrarse una habitación lujosamente adornada y en ella a una hermosa mujer que se asomó a lo que para la criatura era un charco y así averiguar quien había conjurado aquella comunicación.

¡Soy yo, ama! ¡Soy yo! ¡Vuestro humilde sirviente!

La mujer era fascinantemente hermosa pero también tenía la piel de color rojo y cuernos en la frente. Sus ojos eran verdes y su cabello negro como el plumaje de un cuervo. Llevaba un vestido de princesa de cuento, sólo que de colores oscuros: negro, marrón, violeta y granate; mostraba los hombros desnudos y un generoso escote.

¿Kalamó? ¿Dónde estás, apestoso desecho? Hace ya muchos días que te hemos echado en falta, te creíamos devorado por alguna fiera...

¡Oh, poderosa ama! ¡Soy muy desdichado! Me aventuré por lugares que nunca había visto antes, calles extrañas y un sol diferente sobre mi cabeza... atraído por carne fresca, criaturas de piel pálida y tierna, vaginas y anos que destrozar con mi duro miembro, cuerpos que golpear, huesos que romper, carne que desgarrar con mis agudos dientes, que grita y que chilla de dulce dolor y exquisito miedo...

¿Y donde te encuentras ahora, apestoso desecho?

No sé decirlo, mi poderosa ama. Los seres de blanca piel no agradecieron mis atenciones, no apreciaron que les descuartizara y masticara y les tronzara los huesos... ¡Oh, ama! Ellos me capturaron y apalearon. Me hicieron probar a mi mis propias dulces atenciones, con palos de hierro que se estrellaron en mis costillas y rayos de tormenta encerrados en pequeñas cajas que me llenaban de dolor. Me quitaron la ropa y mi cimitarra, ama, y me han encerrado en esta dura celda donde a veces vienen a verme para reírse de mi desdicha...

Asquerosa criatura, no mereces el esfuerzo de un rescate...

Por favor, poderosa ama, os suplico vuestra ayuda. Kalamó es un buen sirviente que siempre os ha sido fiel. Si alguien ha de castigar a Kalamó no han de ser estas criaturas pálidas y blandas sino vos, mi ama. ¿No os apetece torturarme horas enteras en la mazmorra hasta hacerme desmayar de dolor?

No especialmente, desecho, pero tal vez si me interesen esos seres de piel blanca de los que hablas...

¡Oh, mi ama! — dijo la criatura babeando y acariciando su miembro que volvía a estar completamente erecto — son magníficos... las mujeres tienen pechos suaves y lujuriosos que se arrancan fácilmente cuando los muerdes, sus vaginas son estrechas y se desgarran cuando Kalamó las penetra y gritan de dolor como nunca he oído en un ser con alma...

¿Y los hombres? ¿Cómo son los hombres de ese mundo en el que estás?

¡Oh, mi ama! ¡Los hombres son también exquisitos! Sus miembros no son tan grandes como la de Kalamó pero son tiernos y sabrosos al paladar y sus anos son también estrechos y se llenan de sangre cuando kalamó los revienta con su gran miembro...

¡Ya basta! Estoy cansada de oír tus nauseabundas descripciones. Te ayudaré a escapar, por que necesito que nos guíes a ese mundo que has descubierto. Mi padre sin duda te recompensará por haberlo hecho...

¡Gracias, poderosa ama! ¡Sois tan generosa!

Escúchame bien, desecho nauseabundo, escucha lo que tienes que hacer. Cuando el charco de inmundicia que has creado para comunicarte con el espejo de mi alcoba se coagule, deberás buscar en él. Encontrarás una semilla de asfódelo que deberás comerte. La semilla te dará la fuerza para escapar de tu cautiverio, pero no te entretengas por que no durará mucho tiempo. Una vez hayas huido escóndete, y trata de encontrar el camino de regreso a casa.

Generosa ama, así lo haré y estaré a vuestros pies...

¡Silencio! ¡No quiero escuchar más adulación de una criatura tan asquerosa como tu!

Si, poderosa ama...

Harás lo que te he dicho y nos conducirás a ese mundo nuevo, lleno de seres débiles y delicados a los que torturar y usar.

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