miprimita.com

Cristina, Capitulo 1. Las bragas.

en Lésbicos

(Esta serie ya la publiqué en TR hace años con otro título. Ahora he eliminado la seie antigua y vuelvo a publicar el texto, revisado y con alguna que otra diferencia, como por ejemplo los nombres de las protagonistas)

Hacía sólo mes y medio que Cristina trabajaba en la oficina, pero ya se encontraba en la mente de todos sus trabajadores.

Aquella chica tenía algo especial... si, era simpática y también guapa, pero lo que verdaderamente llamaba poderosamente la atención de todo el mundo se encontraba por debajo de su cintura: su anatomía, sencilla y esbelta de cintura para arriba, se prolongaba por debajo en dos enormes muslos de pavo de Navidad uniéndose en el emperador de todos los culos: enorme, firme y prominente, como una repisa capaz de sostener encima suyo una bandeja de desayuno continental o una maceta con un geranio.

 

Nadie se atrevía a declarar abiertamente su admiración por su anatomía descomunal, está de moda, más bien, admirar a chicas delgadas y esbeltas, pero en secreto era la fantasía más recurrente de todos los trabajadores de la oficina. Todos se giraban para mirarle el culo cuando pasaba por el lado. Todos se acercaban alguna vez durante la jornada por su mesa con alguna excusa. Todos se esforzaban por darle conversación y ninguno le miraba a la cara, ya fueran hombres o mujeres. Magda, la directora, solía cerrar la puerta de su despacho con llave y masturbarse al tiempo que se imaginaba a Cristina sentándose en su cara, asfixiándola con los carrillos de su culo y restregándole el coño por el rostro; López, de contabilidad, solía sacarse la polla para tocársela y admirársela, e imaginarse como desaparecía en el interior del recto de Cristina; incluso Rocío, su compañera de escritorio, no podía evitar fijarse en como se le marcaban las bragas cuando llevaba pantalones ajustados o que espectáculo suponía que Cristina se pusiera de puntillas para alcanzar un archivador que se encontraba en lo más alto de un armario.

Por su parte, la chica se mantenía del todo ignorante de significar tanto para los coños y las pollas de toda la oficina y, en realidad, se avergonzaba de ser un prodigio de la naturaleza. De si misma le gustaban sus ojos verdes o su cabello negro, pero sus embarazosas nalgas hubieran preferido extirpárselas a tenerlas detrás. De haber sabido el efecto hipnótico que su culo provocaba en la gente muchos interrogantes de su vida podrían haberse resuelto sin problemas: Sabría por que su padre tenía la manía de pellizcarle el culo en broma y quizá haber adivinado como después el viejo iba a pelársela en el lavabo sintiéndose un miserable por desear a su propia hija; sabría por que se hacía un silencio sepulcral en el instituto cuando salía a escribir algo en la pizarra o por que aquella dependienta se desmayó de la impresión cuando entró en el probador a llevarle una falda y se la encontró en braguitas y agachada, intentando quitarse los pantalones.

¿Cuánto tiempo podía pasar hasta que esa olla a presión que era su oficina explotara? ¿Cuánto tiempo su culo podría pasearse poniendo a mil a todo el mundo sin que alguien se descontrolase?

 

Todos los días a las diez en punto Cristina y Rocío salían a desayunar a la misma cafetería que estaba enfrente de la oficina, y todos los días Cristina se tomaba una pausa durante el desayuno y se iba al lavabo. Echaba el pestillo, se quitaba los pantalones, se bajaba las bragas y se sentaba en la taza, con sus descomunales muslos bien separados. Se masturbaba a placer y luego se volvía a vestir, se lavaba las manos y regresaba con su compañera. Eso la relajaba mucho y le ayudaba a afrontar las vicisitudes de la jornada.

Aquella mañana, como todas las mañanas, las dos chicas salieron a desayunar y, como todas las mañanas, Cristina se excusó para ir al servicio. De nuevo se quitó los pantalones y dejó sus braguitas en sus tobillos. Separó sus piernas y una mano se puso a acariciar su clítoris distraídamente mientras la otra dejaba que los dedos profundizaran. Su mente comenzó a visualizar las enormes y jugosas pollas que acostumbraban a poblar sus fantasías masturbatorias, pero esta vez le resultó un poco difícil. Su cabeza trataba de imaginarse torsos masculinos y manos fuertes, pero en su lugar le venían a la cabeza senos femeninos, uñas pintadas, piernas  largas y de piel tersa y vaginas palpitantes.

No es que nunca hubiera tenido antes fantasías homosexuales pero ¿por qué ahora?

Cristina no lo sabía, pero su subconsciente si. Él había captado como Rocío le miraba entre las piernas mientras le hablaba, fijándose en como se le marcaba el chocho en los pantalones de lycra; en como le miraba el culo mientras ponía los archivadores en la estantería; En como se había chocado con ella algunas veces rozándole levemente el trasero con la mano. De haberlo sabido no le habría extrañado tanto que, al intentar  imaginarse a George Clooney separándole los muslos y metiendo su boca entre ellos, le llegara la imagen nada menos que de Rocío haciendo precisamente eso.

Cristina tuvo que reprimir un grito al correrse y sacó los dedos empapados de su propio interior. Se limpió, se puso de nuevo la ropa, se lavó las manos y salió a reencontrarse con Rocío.

 

El resto de la jornada se sintió un poco incomoda con ella. Empezó a darse cuenta de cómo la miraba, sus ojos siempre por debajo de su cintura. Incluso improvisó algunas posturas para comprobar si era cierto o sólo imaginaciones suyas: separar los muslos al sentarse,  tirarse del pantalón hacia arriba al incorporarse... y la vista de Rocío estaba siempre allí, con una expresión de absoluta lascivia en el rostro. También propició los roces y los choques, lo que la condujo a llevarse un pellizco en el culo y un sobe en la nalga izquierda.

 

Su compañera de trabajo la turbaba enormemente. Por una parte no quería creer lo que estaba viendo y, por otra (una muy pequeña pero que ganaba fuerza inexorablemente), deseaba que fuera cierto. Cristina notó entonces que estaba mojando las bragas.

Pronto Cristina fue siendo presa de un sopor que se originaba en lo más hondo de su coño y que le inundaba todo el cuerpo, erizando sus pezones y haciéndole respirar entrecortadamente. Levantó entonces su gigantesco culo de la silla, se excusó torpemente, y se fue lo más deprisa que puedo hacia el lavabo. Entró en uno de los vateres y casi se arrancó los pantalones y sus empapadas bragas. Se sentó en la taza y separó cuanto pudo sus muslos de cerda en medio de los cuales había un caliente y mojado coño cuyo aroma perfumaba toda la habitación. Cristina cerró los ojos y pellizcó suavemente su clítoris con el pulgar. En su imaginación, su chocho se frotaba furiosamente con el de Rocío. Su coño se mojó aún más, empapándole la mano, hacía tiempo que no se hacía una paja tan buena, pensó.

 

Cristina continuó un buen rato acariciando su abultado clítoris, introduciéndose los dedos y jadeando, pero de pronto necesitó abrir los ojos pues hubiera jurado que no sólo escuchaba sus propios gemidos. Y así era. Rocío estaba de pie, junto a ella, con la cremallera del pantalón abierta y la mano dentro, bajo sus bragas. Con las prisas había olvidado echar el pestillo. Cristina se quedó estupefacta por un instante, sin decir una palabra, y sin dejar de mirarla reaccionó juntando las piernas. Rocío extrajo la mano de entre sus bragas y se agachó para separarle las piernas a su compañera de trabajo hasta que de nuevo estuviera aquel coño bien abierto ante si. Cristina volvió a cerrar los ojos y unos dedos que no eran suyos se fueron abriendo paso en su caliente abertura. Notó como le introducían al menos dos dedos mientras dejaban el pulgar en su clítoris jugueteando y, con la otra mano, exploraban por debajo de su camiseta buscando una de sus tetas y agarrando un ya bastante duro pezón.

Los dedos entraban y salían del húmedo coño, Rocío dejó que se deslizaran más de dos, y lo cierto es que no tuvo problemas para ello pues Cristina tenía una vagina en proporción a su culo, un enorme coño caliente y chorreante en el que la mano entera de Rocío desapareció sin ninguna dificultad, entrando y saliendo, follándola, llenándola...

Cristina colaboraba. Sujetaba la muñeca de Rocío para que esta no dejara de introducir la mano entre sus piernas y la guiaba para que fuera cada vez más deprisa. Rocío, por su parte, se las había arreglado para levantar la camiseta de Cristina y bajarle la copa del sujetador. El pezón erecto estaba ahora siendo acariciado por su lengua.

A duras penas podía reprimir Cristina gemidos y gritos. Cada vez que su coño se llenaba y se vaciaba se volvía loca, y tenía que morderse el labio para no gritar.

Rocío sacó definitivamente la mano del interior de su compañera, toda viscosa y mojada, y se agachó hasta poner su cara entre los dos rollizos muslos. Era un espectáculo a disfrutar con los cinco sentidos. Podía saborear el penetrante aroma a coño caliente que tenía sólo a escasos centímetros de su nariz; ya había usado el tacto para disfrutarlo y la visión de aquella enorme vulva, rosada y palpitante, era asombrosa. El silencio que se auto infringía Cristina permitía a Rocío escuchar como el rítmico vaivén de su mano producía un “chof chof chof” delicioso, Sólo le quedaba un sentido con el que apreciar su chocho, así que lo abrió bien con las manos y metió la lengua, intentando recoger cuanto más zumo mejor. Como un niño que se comiera un pastel de chocolate Rocío se pringó toda la cara, sólo que no de chocolate, sino de zumo de coño, salado, caliente y pegajoso.

 

El clítoris de Cristina estaba también en proporción de su culazo y de su coño sin fondo, era abultado y protuberante como un pequeño pene. Rocío se lo podía meter en la boca y notar entre sus labios como se hinchaba, boxear con su lengua utilizándolo de saco de entrenamiento y morderlo con delicadeza, notando como latía entre sus dientes de forma acelerada.

Inesperadamente, Cristina se corrió en la boca de su compañera, eyaculando mucho más abundantemente de lo que hubiera conseguido un varón. La corrida inundó la boca de Rocío y se fue en su mayor parte garganta abajo. Tragó y enseguida fue a por más, no quería desperdiciar una gota.

Cristina gritó. No pudo contenerse ante las cosas tan deliciosas que la lengua de Rocío le hacía entre las piernas y se puso a chillar. Algo más consciente que ella, Rocío alargó una mano (perdida de caldos de coño) para taparle la boca.

Una vez más tranquila, llena de sudor, con el coño dolorido pero satisfecha... Cristina abrió los ojos. Rocío se había puesto de pie y la contemplaba desde arriba con deseo. En un arrebato Cristina se subió los pantalones y se incorporó.

—    ¿Adónde vas? — preguntó Rocío — aún no hemos acabado...

—    Esto no está bien — balbuceó Cristina —

Cristina intentó salir de la pequeña habitación pero Rocío la sujetó: una mano en un pecho y otra en el culo, amasando con ganas. Cristina forcejeó en silencio... Pero Rocío la sujetaba más fuerte.

—    Déjame...

Cristina empujó a Rocío contra la pared todo lo fuerte que pudo. Después abrió la puerta y salió corriendo del lavabo sin mirar atrás.

Respiraba entrecortadamente y la cabeza le daba vueltas cuando avisó en recepción de que se marchaba a casa por que no se encontraba bien. Eva, la secretaria de recepción, le aseguró que se encargaría de decírselo a la directora mientras la repasaba de arriba abajo con la mirada. Cristina tenía a la vista los pezones erizados, marcándose a través de la camiseta, la cara enrojecida y la boca entreabierta. Eva se mordió el labio inferior cuando Cristina se dio la vuelta, a la vez que se ponía de puntillas para alzarse por encima del mostrador y mirarle el culo. Asegurándose de que nadie la veía, se tocó el coño por encima del pantalón mientras la veía marcharse.

 

Enormemente turbada, incapaz de pensar en nada de lo que acababa de suceder, Cristina salió a la calle y llamó a un taxi. No estaba en condiciones de utilizar el servicio público. El taxista se quedó con la boca abierta cuando la vio e incluso salió del coche para abrirle la puerta y así mirarle el culo cuando subiera. Cristina tomó asiento y entonces se dio cuenta de algo que, con las prisas, no había podido advertir antes: había perdido sus bragas.

 

 

 

 

Mas de Cerecita

Recuerdos de Ana

De compras

Terapia de pareja

A mis pies

Una mosca en la pared

Un hombre afortunado

La Prueba

Usada 3

A mis pies

Usada 2

Caso clínico

La cura contra el insomnio

Usada

Educando a M

Las desventuras de Nicky I

Me da vergüenza hacerlo.

Sentirse cómoda con una amiga

Las fotos de mamá. Capitulo 16.

Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 12.

Las fotos de mamá. Capitulo 15.

Las fotos de mamá. Capitulo 13.

Las fotos de mamá. Capitulo 14.

Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 10

Las aventturas lésbicas de Cristina. Capitulo 11.

Las fotos de mamá. capitulo 12.

Las aventuras lésbicas de Cristina. capitulo 9.

Las fotos de mamá. capitulo 11.

Las fotos de Mamá, capitulo 10.

Las fotos de Mamá, capitulo 9.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo 7.

Las fotos de Mamá, capitulo 8.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo6.

Cena entre amigos

Las fotos de Mamá, capitulo 7.

Las fotos de Mamá, capitulo 6.

Las fotos de Mamá, capitulo 5.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo 4.

La peor noche de mi vida

Las fotos de Mamá, capitulo 4.

La educación de Natalia. capitulo 2.

Las aventuras lésbicas de Cristina, Capitulo3.

Las fotos de Mamá, Capitulo 3.

Las aventuras lésbicas de Cristina. Capitulo 2.

La educación de Natalia. capitulo 1.

Las fotos de Mamá, Capitulo 2.

Las fotos de Mamá, Capitulo 1.

Las aventuras lésbicas de Cristina. Capitulo 1.

Cristina, Capitulo 6. Las flores.

La peor noche de mi vida

Mamá ¿Cómo puedes ser tan cruel?

Diego (Amor entre rejas)

Escribir un relato corto

Las fotos de mamá (16)

Las fotos de mamá (15)

Las fotos de mamá (14)

Las fotos de mamá (13)

Las fotos de mamá (12)

Las fotos de mamá (11)

Las fotos de mamá (10)

Las fotos de mamá (9)

Las fotos de mamá (8)

Las fotos de mamá (7)

Las fotos de mamá (7)

Las fotos de mamá (6)

Las fotos de mamá (5)

Las fotos de mamá (4)

Las fotos de mamá (3)

Las fotos de mamá (2)

Las fotos de mamá (1)

Los Agentes del Ojo (35)

Los Agentes del Ojo (34)

Los Agentes del Ojo (33)

Los Agentes del Ojo (32)

Los Agentes del Ojo (31)

Los Agentes del Ojo (30)

Los Agentes del Ojo (29)

Los Agentes del Ojo (28)

Los Agentes del Ojo (27)

Los Agentes del Ojo (26)

Los Agentes del Ojo (25)

Los Agentes del Ojo (24)

Los Agentes del Ojo (23)

Los Agentes del Ojo (22)

Los Agentes del Ojo (21)

Los Agentes del Ojo (20)

Los Agentes del Ojo (19)

Los Agentes del Ojo (18)

Los Agentes del Ojo (17)

Los Agentes del Ojo (16)

Los Agentes del Ojo (15)

Los Agentes del Ojo (14)

Los Agentes del Ojo (13)

Los Agentes del Ojo (12)

Los Agentes del Ojo (11)

Los Agentes del Ojo (10)

Los Agentes del Ojo (9)

Los Agentes del Ojo (8)

Los Agentes del Ojo (7)

Los Agentes del Ojo (6)

Los Agentes del Ojo (5)

Los Agentes del Ojo (4)

Los Agentes del Ojo (3)

Los Agentes del Ojo (2)

Los Agentes del Ojo (1)

Club de amantes de las mascotas

Olga (14, ¿Final?)

Olga (13, Una semana antes)

Olga (12, el móvil)

Olga (11, la venganza)

Olga (10: más incesto)

Olga (9: Receso)

Olga (8: las fotos)

Olga (7: las ostras)

Olga (6: las flores)

Olga (5: el sobresaliente)

Olga (4: la mancha)

Olga (3: Sólo piensas en tocarte)

Olga (2: la puta de los lavabos)

Olga (1: Las bragas)

La educación de Esther

Respira hondo y sonrie

Matrimonio con hijas

Me vengaré!

Los tres ositos, versión porno

La Familia Addams X: El aniversario.

Buffy X: las chicas con las chicas