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Los Agentes del Ojo (4)

en Grandes Series

El único acceso hasta la casa era a través de la espesura de la selva o aterrizando en el lago, que estaba casi totalmente rodeado de selva excepto en el claro donde se situaba la casa. La casa se colocaba armoniosamente a la orilla del lago, con un pequeño puerto que se prolongaba en un camino hasta la puerta. Era una casa grande y moderna, con paneles solares en el tejado y grandes ventanales alrededor. Sólo tenía una planta pero era muy espaciosa y ocupaba la mayor parte del claro.

Un hidroavión aterrizó en el lago. Sin duda lo esperaban por que alguien salió de la casa en dirección al pequeño puerto para recibirlo. Ese alguien no era exactamente una persona, sino un gorila. Pero era fácil olvidarse de que lo era. Llevaba pantalones, zapatos y camisa, tirantes y pajarita, además de unas gafas redondas y una pequeña cartera de piel en la mano derecha. Caminaba erguido como una persona, no a cuatro patas como un simio, y era bastante más grande que un gorila corriente.

Un hombre bajó del hidroavión para encontrarse con el gorila. Descargaba algunos objetos del mismo: varias cajas, una saca de correo y un par de trajes de una talla del todo inusual.

¿Qué tal, amigo? ¿Cómo va eso?

Regular — contestó el Gorila — he terminado el Brandy...

¡Lástima! Le he traído vino de Burdeos y Jerez, pero no Brandy...

Pues apúntelo para el próximo envío...

El gorila abrió las cajas una a una para comprobar su contenido. Una estaba llena de provisiones inusuales: el mencionado vino, queso azul, té y galletas de té. En otra había libros y en otra diarios y revistas científicas. Y en una tercera instrumental de laboratorio: probetas, matraces, tarros con sustancias químicas...

¿Me ha traído aquello que hablamos?

¿Por qué no me hace caso? Pruebe usted la muñeca... son iguales que las mujeres pero mejor, por que no le calientan la cabeza a uno con su charla...

¿Lo ha traído, sí o no? — preguntó nuevamente el gorila sacándose las gafas y limpiándoselas con un pañuelo —

Si, lo he traído, aquí lo tiene...

El piloto del hidroavión sacó de una bolsa un consolador de considerable tamaño con la forma de un miembro viril esculpida en látex del color de la carne. Tan pronto como lo tuvo en sus manos el simio accionó un resorte y lo puso en funcionamiento. El aparato erótico se puso en marcha, realizando movimientos circulares y vibrando.

Tiene tres velocidades... — le aclaró el piloto del hidroavión —

Quizá hubiera estado mejor un poco más grande... — Observó el simio —

No sé, haga usted lo que quiera, pero a mi no me parece bien que un hombre se meta eso por el culo...

Pero yo no soy un hombre, amigo mío, soy un mono.

Ya, pero a usted le gustan las mujeres ¿verdad?

Me gustan tanto que se me pone dura sólo con oír la palabra...

Pues no lo entiendo.

Me gusta también probar cosas nuevas... ¿le hace sentirse incomodo?

No, no se preocupe. Al fin y al cabo se trata de su culo...

Compre uno bastante más grande y tráigamelo el próximo día. Creo que nos hemos equivocado con respecto al... calibre.

Como usted mande.

El gorila abrió una última caja. Estaba llena de películas en DVD. Todas eran de temática pornográfica.

Veo que ha conseguido buena parte de lo que le encargué. No esperaba que encontrara todo este material alemán y francés ¡Vaya! Aquí hay una de esa chica francesa que me gusta...

¿Aquella que le metía el puño a aquella otra?

Los dos puños, de hecho. Tiene una sonrisa encantadora...

Debería probar lo que le dije. Si me autoriza puedo traerle prostitutas discretas...

¡No sea usted mezquino! ¡Pobre chica! ¡Obligada a tener relaciones sexuales con un mono!

Allá usted... lo digo por su bien...

Ya le he dicho muchas veces lo que pienso de eso...

¿Tiene usted el manuscrito?

Tengo dos manuscritos, de hecho...

¡Si que ha sido usted creativo este mes! El editor se va a poner muy contento...

La codicia causa felicidad, es cierto...

El gorila le entregó la cartera al piloto que la examinó con ansiedad. Mientras, empezó a cargar las cajas para entrarlas en la casa.

¿Se quedará usted a tomarse una copa?

Lo siento mucho, pero no quiero que se me haga de noche...

Cómo prefiera... — dijo dirigiéndose con un par de cajas hacía la casa — ¿nos vemos dentro de un mes?

Sí, señor. Puntual como un reloj.

Tiene la lista de lo que necesito en la cartera — dijo mientras se alejaba — y recuerde: Uno mucho más grande esta vez... y quizá con rugosidades...

Lo traeré.

El gorila entró en la casa trayendo consigo todas las cajas, los trajes y la saca de correo.

Dejó la mayoría en un amplio salón excelentemente iluminado y decorado con muebles de esquisto gusto. Los ventanales que daban al exterior ofrecían una vista del lago y la selva mientras que algunos otros que daban al interior de la casa ofrecían la de un precioso invernadero lleno de plantas y frutas.

A un lado había una pantalla de televisión plana de gran tamaño. El gorila eligió entonces una de las películas que había traído el piloto y la colocó en el reproductor.

Se puso cómodo en un amplio sofá con el mando a distancia a un lado. Entonces se desabrochó la cremallera del pantalón y puso en marcha el video.

En la pantalla una mujer de cabello negro satisfacía a dos mujeres a la vez utilizando sus manos. Poco a poco iba introduciendo sus manos en las vaginas abiertas de las dos, hasta conseguir deslizarlas dentro por entero. Después las metía una y otra vez, torciendo las muñecas al mismo tiempo en un vaivén violento y desconsiderado.

El gorila subió el volumen y los gemidos exagerados de las mujeres se escucharon por toda la casa. Tenía ya su miembro fuera y en la mano derecha. Éste era de color negro y exageradamente ancho y largo, como corresponde a una bestia. Lo frotaba lentamente mientras contemplaba la escena pornográfica hasta conseguir una orgullosa erección.

Parsimoniosamente el simio se quitó los pantalones y los dobló y colocó encima de una silla. Hizo lo mismo con el resto de su ropa (pajarita, camisa y zapatos) hasta estar completamente desnudo y muy empalmado. Entonces se hizo con el aparto erótico que le acababan de traer y lo puso en marcha.

Ciertamente, el pene humano tiene una cierta belleza excitante — dijo en voz alta — me pregunto como será succionar uno de verdad... su sabor, su temperatura... la sensación al eyacular...

Tras pronunciar estas palabras el gorila introdujo el pene de látex en su boca y lo lamió unos instantes como si estuviera haciéndole una felación a alguien.

Muy excitante — dijo — hay algo especialmente morboso en esta pequeña aventura homosexual... pero creo que es momento de consumarla por entero.

El gorila manipuló los mandos del artilugio hasta colocarlo en la velocidad más rápida. Después, sin dejar de frotar su descomunal miembro arriba y abajo se estiró en el sofá con las rodillas en el asiento y su robusto culo en alto. Luego se ensalivó bien los dedos y se embadurnó bien el ano, y por fin se introdujo con cuidado el aparto por el recto.

¡Oh, es delicioso! — exclamó mientras el falo de látex se abría paso por su esfínter—

De repente, las primeras notas del himno a la alegría de Vivaldi sonaron en la casa a un volumen todavía más alto que el del reproductor de DVD. El gorila miró por la ventana que daba al lago en cuanto escuchó esta peculiar alarma y pudo ver como un helicóptero provisto de esquíes hinchables aterrizaba en el lago.

Pues también es mala suerte que justo ahora... — murmuró el gorila sustrayendo con cuidado el aparato del interior de su culo —

Luego lo apartó de un golpe. El curioso artilugio cayó al suelo todavía vibrando y retorciéndose. Apagó el reproductor de DVD con el mando a distancia y salió disparado a otro lugar de la casa. Ahora, desnudo y moviéndose con una sobrehumana agilidad, usando para ello las cuatro patas, si que parecía un gorila genuino. Nadie hubiera dicho de ese simio que hablaba y llevaba ropa.

Del helicóptero salieron Joe Ryder y Diana Dywane. Estaban vestidos de acuerdo con el tórrido clima de la selva. Diana, en concreto, llevaba una camiseta muy ajustada que le dibujaba sus nada pequeños pechos.

¡No pienso seguir tolerando este comportamiento nada profesional suyo! — gritaba Diana gesticulando por encima de la cabeza sin mirar a su compañero —

Pero si yo sólo he dicho que te queda muy bien la camiseta...

¡Pero usted no tiene por qué fijarse para nada en mi camiseta!

Pues es un poco difícil — dijo Ryder concentrando la mirada en los pezones visiblemente erectos de su compañera—

¡Ya está otra vez! Haga el favor de dejar de pensar en mi como un objeto sexual y empezar a tratarme como a una persona...

Pues ya que estamos en ello ¿y si empieza a tutearme? Ya llevamos juntos en esto casi una semana...

¡Atención! — dijo una voz en tono muy alto que se escuchaba por todas partes — ¡Están ustedes allanando una propiedad privada! ¡Aquí no son bienvenidos! ¡Márchense inmediatamente o aténganse a las consecuencias!

Tanto Diana como Ryder se quedaron quietos, intentando anticiparse a lo que sucedería continuación. Al ver que nada pasaba, Diana intervino a su estilo.

¡Profesor Traknor! ¡No hemos venido a hacerle daño! ¡Sólo queremos hablar con usted...!

Pero el monologo de Dywane se interrumpió en seco. El sonido de una docena de disparos la precipitó a ella y a su acompañante a besar el suelo.

En lo que llevamos de semana ya han intentado matarme dos veces — comentó Ryder — y luego han intentado dejarme impotente de una patada...

Eso habría sido una mejora...

Otra tanda de disparos volvió a escucharse. Aún en el suelo ambos intentaron averiguar de donde procedían sin éxito.

Quizá deberíamos replantearnos nuestra estrategia — dijo Dywane —

Creo que no — Contestó Ryder — Me he metido en los suficientes tiroteos como para saber distinguir el sonido de las balas. Me temo que eso que suena sólo es una grabación muy espectacular que estamos oyendo por megafonía, pero no hay nadie disparándonos realmente...

Como para probar su teoría Ryder se puso de pie y se acercó lentamente a la puerta, como el que da un paseo. Volvieron a escucharse disparos, pero ninguno le dio a él. Pronto, Dywane le imitó y también se puso de pie. Los disparos continuaron pero ninguno impactó contra cualquiera de los dos. Llegaron hasta la puerta de la casa sin que nada ni nadie se lo impidiera.

Más una vez delante la puerta se abrió. El gorila estaba al otro lado, esta vez completamente vestido, incluyendo camisa, tirantes, pajarita y zapatos; y llevaba consigo una escopeta de caza de dos cañones. Les apuntó con ella.

Me gustaría que se marcharan de mi propiedad...

¡Pero si es un mono! — Exclamó Ryder a la vez que levantaba los brazos— ¡Un mono que habla! Diana, no me había dicho que íbamos a ver un mono que habla...

Profesor Traknor — dijo Diana suspirando y levantando sus brazos también — sólo queremos hablar con usted, si luego no le interesa lo que queremos decirle nos iremos y en paz...

Ya ha hablado y no me interesa, así que váyanse. — pero su lenguaje corporal traicionaba sus palabras, ya que mientras apuntaba con su arma no perdía detalle de la camiseta de Dywane —

Profesor Traknor, somos de la INTERPOL y queremos...

¡No! — exclamó Ryder olvidándose del fusil de caza y bajando los brazos para gesticular — ¡No somos de la INTERPOL! ¿Por qué tienes que mentir siempre?

¡Ryder! — dijo Dywane olvidándose también de que le encañonaban con un arma — ¿tiene que ser tan poco profesional? Me está llamando mentirosa delante de un nuevo recluta ¿qué cree que va a pensar?

Te estoy llamando mentirosa por que le estás mintiendo, obviamente... ¿por qué no le cuentas la verdad desde un principio?

El simio bajó el arma perplejo y se encogió de hombros.

Me viene a la memoria — dijo llamando la atención de los invasores— uno de los motivos por los que abandoné la civilización ¡es tan poco civilizada!

¿Profesor Traknor?

¿No les gustaría pasar adentro y tomar una taza de té?

El gorila les condujo hasta el salón exquisitamente amueblado que minutos antes había utilizado para masturbarse, aunque ahora ya no quedaban vestigios de que algo así hubiera ocurrido. El vibrador con forma de pene ya no estaba tirado por el suelo, la carátula de la película porno ya no estaba frente al reproductor. La pantalla de televisión estaba apagada y la ropa, en lugar colocada en una silla, estaba en el cuerpo del simio.

Una vez allí les hizo esperar, ausentándose a la vez que se disculpaba por no tener servicio.

¿Quién es este gorila que habla? — preguntó Ryder una vez el mencionado les dejara solos —

Se llama Julius Traknor, luego le dejaré ver el dossier, si quiere...

Estaría bien que me lo dejaras ver antes de entrar en acción...

¿A que ha venido decirle que estaba mintiendo?

Por que no perteneces a la INTERPOL, ni tampoco al NSA ni al MI6. Me mentiste a mí, mentiste a aquel muchacho y su madre y ahora ¿pretendes que te deje mentir a este tipo encantador que nos ha invitado a tomar el té a su casa?

¿Y si no acepta unirse a nosotros? ¿Lo ha pensado? Si no acepta que le reclutemos no tengo intención de decirle quienes somos... ¡Y deje ya de mirarme los pechos! — exclamó cruzando los brazos delante de sí —

Perdona — contestó Ryder que, efectivamente no perdía detalle de la camiseta — pero creo que, si ese mono que habla tiene que decidir si se une o no al Ojo, debe saber que está eligiendo unirse al Ojo, y no a la INTERPOL.

De pronto el profesor Traknor hizo acto de presencia con una bandeja en la que se encontraban una tetera humeante, tres tazas de porcelana blanca, un azucarero a juego, algo de leche en una jarrita y algunas galletas en un plato.

Es usted muy amable, profesor — dijo Diana en cuanto el simio colocó la bandeja encima de la mesa de centro —

Disculpe — intervino Ryder — ¿no tendrá café, verdad?

Me temo que no me gusta nada el café — dijo el simio — pero si quiere puedo ofrecerle una copa de Jerez...

Pues el té bastará, gracias...

¡Bien! — dijo el simio a la vez que servía el té — pues ustedes dirán para que se han acercado a este apartado rincón del mundo sólo para importunar a un pobre viejo—

Verá, profesor, mi nombre es Diana Dywane y representó a...

Ryder le interrumpió sujetándole la muñeca y mirándole silenciosamente a los ojos.

Muy bien — concluyó ella — lo haremos a tu modo.

¿Dos terrones? — preguntó el gorila educadamente al margen de la silenciosa discusión —

Si, gracias — contestó Dywane — como le decía, represento a una organización llamada el Ojo. Nuestra organización se encarga de registrar y controlar todo tipo de sucesos, individuos y objetos extraños de los que la humanidad sabe poco o nada...

¿Ah sí? ¿Y con que intención?

Preservar, proteger, aprender...

Ya veo. ¿Y que es lo que quieren de mi unos arqueólogos tan particulares como ustedes?

Queremos reclutarle. Es usted uno de los cerebros científicos más brillantes de este y el pasado siglo. Si no fuera por lo que le sucedió, hubiese usted hecho sombra a Einstein...

Por favor... no sea usted aduladora...

¿Y que es lo que le sucedió? — preguntó de repente Ryder — recuerda que aún no he leído el dossier...

Bueno, el profesor es físico matemático, experto en teorías espacio temporales...

En realidad tengo conocimientos de muchas otras disciplinas científicas...

¿Y desde cuando dejan entrar gorilas en la universidad?

¡El profesor Traknor no es un gorila! — protestó Dywane—

Bueno, técnicamente si lo soy...— aclaró éste encogiéndose de hombros—

El profesor no tenía ese aspecto cuando nació...

Por favor, señorita — dijo el simio dejando suavemente la taza encima del plato — creo que será mejor que le cuente yo la historia al caballero.

"Como ha insinuado su compañera (comenzó el profesor), soy contemporáneo de Albert Einstein, de hecho lo llegué a conocer una vez. Pero yo no tuve la precaución de abandonar Alemania cuando los Nazis subieron al poder. Me quedé aferrado al orgullo de que nadie me iba a echar de mi propio país."

"Pero pronto todos los judíos fuimos cayendo. A mi familia la exterminaron por completo aunque nos tomamos la molestia de ocultarnos, se los fueron llevando uno a uno..."

Conozco la historia — dijo Ryder cabizbajo — estuve en Polonia antes de la guerra y las cosas que vi me helaron la sangre...

Pues no parece usted tan viejo — dijo el profesor con un tono de incredulidad—

Pues créame, lo soy. Además usted tampoco lo parece...

Es por este cuerpo... no envejece de una forma normal...

Contaba usted, profesor — intervino Dywane — como su familia fue desapareciendo —

Si, y un día me arrestaron a mí y me llevaron a un campo de concentración. Sabían quien era y, aunque no les interesaba que trabajara para ellos, si les interesó mi cerebro especialmente sobresaliente, así que lo utilizaron para un experimento singular. Me lo transplantaron a este cuerpo simiesco.

Lo cual es del todo asombroso y si no lo tuviera a usted delante no me lo creería pero... usted no se parece a ningún otro gorila que yo haya visto jamás: es mucho más grande, la columna vertebral no es la de un simio ya que puede usted caminar erguido, y tiene usted manos muy humanas...

Todo eso es cierto, este cuerpo no es simplemente el de un gorila, es un cuerpo mutante, es un prodigio temprano de la ingeniería genética, una especie de monstruo de Frankenstein del que necesitaban desesperadamente un cerebro que lo guiase...

Y por eso lo eligieron a usted, un cerebro brillante pero ¿para que exactamente? ¿Lo convirtieron en un arma?

Bueno, desde luego lo intentaron, pero no colaboré demasiado...

¿Se escapó?

Y utilicé las capacidades especiales de este cuerpo para sabotear su laboratorio y algunas otras cosas...

Así es — intervino Dywane — usted utilizó su nuevo cuerpo de primate súper poderoso para hacer algo útil, pero después decidió retirarse a esta selva para llevar una vida improductiva.

El profesor se sintió verdaderamente molesto por primera vez desde que invitara a entrar a los dos agentes del Ojo. Adquirió entonces una pose a la defensiva antes de hablar.

Yo no diría que haya sido improductivo...

Ya lo sé. — contestó Dywane — su fortuna la basa en publicar diferentes libros de diferentes temáticas bajo diferentes seudónimos. Escribe novelas, ensayos, textos científicos, poesía e incluso literatura erótica...

Como ve, puedo vivir apartado pero no me mantengo ocioso...

No, ocioso no, pero con lo que podría estar haciendo con su cerebro y con su cuerpo, se pasa la vida aquí, en la selva, apartado del mundo.

Y eso, señorita, me temo que es asunto mío.

El gorila se puso de pie, visiblemente ofendido. Cruzó los brazos sobre el pecho y habló con la barbilla en alto.

Muy bien, ya les he escuchado y no me ha interesado lo que han venido a decirme. Ahora márchense de aquí.

¿Podemos terminarnos el té? — comentó Ryder —

Lo siento, profesor, pero no me ha escuchado todo lo que tenía que decirle. De todos los reclutas potenciales que tenemos previsto visitar usted quizá sea el más imprescindible, por que quizá sólo usted pueda entender lo que está sucediendo...

¿Y que es lo que está sucediendo, jovencita?

Que nuestro mundo está siendo invadido físicamente por otro mundo. No estoy hablando de un choque de planetas, estoy hablando de realidades que se entremezclan.

¡Pero eso es imposible! — exclamó el profesor — ¿quiere tomarme el pelo?

No le tomo el pelo — dijo Dywane levantándose del sofá para ir al encuentro del profesor — estamos en un grave peligro y usted puede ser el único hombre vivo que tal vez pueda ayudarnos...

Pero yo ya no soy un hombre — contestó el profesor mirando fijamente a los pechos de Dywane con una importante erección entre las piernas —

No diga usted eso — dijo ella poniéndole las manos en los antebrazos y acercando peligrosamente sus pezones erectos a su barbilla — es usted más hombre que muchos otros...

Muy bien, señorita Dywane, creo que me ha convencido usted con esos argumentos suyos...

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