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Los Agentes del Ojo (6)

en Grandes Series

La criatura llamada Kalamó había comido la semilla de asfódelo y la sangre había empezado a hervirle. La cabeza se le nubló y sólo le quedaron en su deforme cuerpo ganas de huir y de comportarse violentamente.

Sin esfuerzo destrozó el cristal que separaba su celda de la habitación contigua así como la placa de acero adherida. Luego se dirigió sin ceremonias hacia la puerta de cámara acorazada y dobló el metal con las manos desnudas como si fuera papel.

Una espuma blanca le salía de la boca mientras se dirigía a la salida. Ni objetos ni hombres fueron capaces de detenerle. Luego un foso se situó ante él, pero utilizó su nueva fuerza para clavar las uñas en sus paredes y escalar hasta la superficie.

El aire fresco de la mañana le calmó un poco. Tenía sangre en el pecho, sin duda de algunos de los blandos hombres que acababa de matar. La calle estaba llena de gente y sabía que, por débiles y tiernos que aquellos pedazos de carne suculenta le parecieran, en realidad podían hacerle mucho daño, así que buscó las sombras y los sitios estrechos. Más enseguida se dio cuenta que las criaturas débiles que tanto le gustaba matar y violar disponían de algún tipo de magia que no le permitía dejarlos atrás. Si se encaminaba hacía un callejón le cortaban el paso. Si cruzaba en otra dirección acababan interceptándolo.

Finalmente Kalamó encontró lo que le parecieron unas catacumbas, oscuras y frías, como a él le gustaban, y se encamino a ellas sin saber que se adentraba en el metro de Londres.

En ese lugar se sitió seguro enseguida, además también había mucha gente allí, gente que se puso a gritar de terror en cuanto lo vieron. Su reacción ante los gritos fue empezar a notar duro su miembro. Recordó las palabras de su ama, recomendándole que se escondiera y buscase el camino a casa, pero no encontró nada de malo en la idea de capturar alguna muchacha, luego violarla y después devorarla cuando aún estuviera viva y pudiera gritar de dolor y de miedo. Con estas ideas desfilando por su cabeza la erección se hizo aún más importante. Su miembro estaba duro y tieso como un poste y sus testículos repletos de un líquido espeso y maloliente. Con una velocidad inesperada saltó hacia la multitud presa del pánico y sujetó a una muchacha de piel tostada, más cuando le destrozaba la camiseta con sus garras dejando libres sus maduros pechos los hombres que le perseguían regresaron de nuevo.

Eran unos diez, y estaban armados con palos cuya punta (ya lo había comprobado antes) escupía fuego y veneno. Pero no los utilizaron contra él, sólo le apuntaban y le gritaban palabras que escapaban a su comprensión. Incluso un ser inferior como Kalamó pudo darse cuenta de que no le atacaban por que temían hacerle daño a la muchacha de piel tostada que yacía llorando aterrorizada a sus pies, así que la cargó con un brazo mientras se enfrentaba a los hombres que le amenazaban. Golpeó a un primero con el puño tirándolo al suelo. Aún conservaba parte de la fuerza que le diera la semilla, así que sólo bastó un golpe para incapacitarlo. El siguiente se le acercó para golpearle pero la criatura reaccionó antes aplastándolo contra una pared cercana. Envalentonado por la ventaja que suponía la velocidad que la semilla aún le proporcionaba dejó a la muchacha en el suelo para tener más libertad de movimientos. En pocos minutos consiguió derribar a todos los agentes que apenas tuvieron una oportunidad. Para la criatura se movían a cámara lenta, pudiendo anticipar con calma cada uno de sus movimientos. Rompía huesos con simples evoluciones de brazos, les hundía el pecho con un sencillo empujón... y a cada golpe la erección era más considerable. Kalamó se dio cuenta de que la semilla de asfódelo también había afectado a su virilidad: su miembro era ahora mucho más grueso y largo y estaba sembrado de venas hinchadas y azules, como si de un momento a otro se le fuera a reventar. También le dolían los testículos, sentía que tenía que descargar una importante provisión de esperma, así que volvió a cargar a la muchacha de piel tostada y se fue por el oscuro túnel que tenía ante sí.

La muchacha lloraba y gritaba presa del más absoluto pánico. Aunque esto era algo que a Kalamó le hacía disfrutar, pensó que era como enviar una señal a sus perseguidores para que vinieran a buscarle, así que golpeó su cabeza con fuerza hasta dejarla inconsciente.

Luego anduvo un largo trecho perdiéndose por túneles auxiliares que comunicaban las alcantarillas con el metro. El olor de las cloacas, la humedad y la presencia de cucarachas y ratas fueron detalles que confortaron a la criatura.

La oscuridad era absoluta, pero Kalamó estaba adaptado para tal contingencia. Era una criatura de las tinieblas y sus ojos despedían un fulgor químico no muy distinto del que surge del abdomen de las luciérnagas, sólo que más potente.

Finalmente, tras algunas horas, llegó hasta lo que él consideró un agradable refugio. Se trataba de una oscura estancia con unos centímetros de maloliente agua fecal e infestada de ratas. Kalamó lo encontró muy acogedor y escondido, así que apoyó a la muchacha en la pared para prepararse. Su pene seguía hinchado en un tamaño exagerado y lo frotó con las dos manos, excitado por lo que iba a suceder.

Tirándole un poco de agua sucia a la cara despertó a la mujer.

Dónde... ¿dónde estoy? — dijo la muchacha intentado orientarse en la oscuridad —

La Bestia no contestó. La muchacha podía notar la humedad en sus piernas y trasero. La oscuridad era completa a excepción de dos pequeños puntos ambarinos inidentificables que tenía enfrente suyo. Olía a cloaca y el silencio era total. Más no era así en realidad. Alguien delante de ella intentaba enmascarar una respiración desbocada.

¿Quién... quien anda ahí? ¿Hay alguien ahí?

Kalamó decidió no ocultar más su presencia y se aproximó hasta la mujer hasta sujetarle el cuello.

Mujer... mujer bonita — dijo chapurreando un inglés falto de léxico — piel tostada, labios de pétalos de rosa...

La mujer no tuvo tiempo de gritar. La criatura le sujetó con fuerza la cabeza conduciéndola hasta la punta de su miembro. Apretó los labios instintivamente pero la insistencia de la criatura consiguió abrirse paso hasta su boca. Enseguida el glande de la bestia estaba acariciando la garganta de la muchacha que forcejeaba en vano. Pero el miembro viril de la criatura era demasiado grande y la chica comenzaba a asfixiarse.

La mujer golpeaba a la criatura sin conseguir nada, pero a cada arremetida del grotesco vergajo lo hacía con menor intensidad, hasta agotar sus fuerzas. Pero eso no hizo cesar a la criatura en su labor. Más cuando estaba próxima a eyacular, una luz alejó la penumbra interrumpiéndole. Se giró de inmediato para identificar la fuente de la iluminación.

¡Que me aspen! — dijo el hombre que llevaba consigo la linterna — ¡Eres aún más feo de lo que recordaba!

Lo siguiente que sintió la criatura fue un fuerte golpe en sus dientes y, a consecuencia del mismo, otro en su cabeza contra la pared. Pero reaccionó muy deprisa cargando hacia delante. Joe Ryder se echó a un lado dejando que Kalamó saliera del escondrijo sin tocarle. Luego, aprovechando que se estaba desplazando hacia delante, le dio un puntapié que lo tiró al mojado suelo.

La criatura se incorporó para buscar a su adversario. Ryder estaba delante suyo en una pose despreocupada.

Te conozco... — dijo la criatura en inglés — tu estabas al otro lado del cristal, con la mujer de los pechos grandes...

¿Tu también te has fijado?

La criatura volvió a cargar contra Ryder a una velocidad inesperada. Esta vez consiguió sujetarle pero Kalamó procedía de un mundo en el que el Judo y el Karate no se conocían, de modo que no podía aventurar como Ryder iba a utilizar su propio impulso para voltearlo por encima suyo y hacerle caer de nuevo al suelo.

¡Te descuartizaré! — dijo la criatura furiosa lanzando un zarpazo hacia el cuerpo de Ryder—

Voy a tener que limarte las uñas — dijo Ryder esquivando — literalmente.

Inesperadamente Ryder se dio media vuelta y salió corriendo por el túnel por el que había venido. Enfurecido, Kalamó salió detrás sin pensarlo un momento. En la persecución, Ryder le hizo torcer dos veces hasta llegar a un pasillo un poco más ancho. Pero al girar, Ryder ya no estaba.

Kalamó se agitó confuso, mirando en todas direcciones intentando encontrar a su adversario.

¿Dónde estás, cobarde? ¡Voy a despedazarte y comerme los trozos! ¡Voy a devorarte!

Tu no vas a volver a hacer daño a nadie — dijo con una voz grave una figura de gran tamaño aproximándose por el otro lado del túnel —

Kalamó se quedó mirando al recién llegado, que estaba cubierto de penumbra. Ryder bajó entonces del techo en el que se encontraba agazapado y los iluminó a ambos con su linterna. El recién llegado era un enorme gorila de dos metros, vestido con un mono de trabajo gris y una camisa blanca.

¿Crees que necesitarás mi ayuda? — preguntó Ryder —

No, gracias. Ve a auxiliar a la mujer.

Confuso, sin saber por que objetivo decidirse, Kalamó se quedó quieto en mitad del túnel.

Tú eres diferente, pero también voy a descuartizarte...

¡Cállate!

El gorila se aproximó de un salto hasta la criatura asestándole un poderoso puñetazo en la mandíbula. El impacto desplazó al monstruo unos seis metros hasta el otro lado del túnel haciendo que se estrellase contra una pared. Se oyeron crujidos de huesos rotos y el leve sonido de los ladrillos. La criatura se levantó aturdida. El simio se acercaba a él poco a poco.

No me hagas daño, por favor... — dijo con miedo en la voz —

¿Suplicas?

El gorila sujetó del cuello al desdichado Kalamó. Lo levantó hasta tener su horrenda cara frente a la suya con una fuerza que el monstruo no había notado nunca sujetándole así.

¿Ahora suplicas? ¿Quieres piedad? ¿Quieres compasión?

Si, si, Kalamó quiere piedad, ayuda, por favor, lejos de casa, sólo, asustado...

Muy bien.

El gorila relajó la presa del cuello. Kalamó sonrió aliviado, pero sólo una décima de segundo. Al momento un súbito y violento movimiento lo lanzaba de nuevo contra un muro. Esta vez, la violencia con la que fue arrojado hizo un importante boquete en la pared y la criatura quedó inconsciente al instante.

Ésta es la piedad que mereces.

En unas horas ya se había hecho de noche y un equipo especial se encontraba trasladando al espécimen de vuelta al laboratorio y a la mujer a un hospital. La policía tenía acordonada la estación de metro y los medios de comunicación transmitían la noticia de que un escape de gas había producido heridos e intoxicaciones, con alucinaciones incluidas. Las heridas de la mujer que Kalamó se había llevado con él fueron justificadas como obra de un loco que la había atacado presa de la histeria.

En el cordón policial había agentes del Ojo colaborando con la policía. Se habían acreditado como miembros del MI5 y tenían su propio equipo instalado. Eso incluía una furgoneta donde Joe Ryder y el profesor Traknor tomaban un café. Este último se ocultaba como podía de las miradas de los curiosos. Afortunadamente la noche y el hecho de que la policía prefería evitar las instalaciones del servicio secreto contribuían a que no llamara la atención.

Esa criatura es de lo más vil y repugnante — dijo el profesor sorbiendo un poco de té en un vaso de papel —

Lo es. En mis muchos viajes nunca vi nada parecido, y he visto muchas cosas...

Si un mundo de seres como ese se nos viene encima, realmente tenemos un problema.

Da que pensar ¿he? Nuestra jefa parece una histérica obsesionada con los procedimientos, pero ha hecho bien en reclutarnos a nosotros. Y tendrías que ver al chico que fuimos a ver en Kansas. Realmente, empiezo a pensar que sabe bien lo que hace.

Eso espero...

Y además ¿qué demonios? ¡Hacía tiempo que no tenía una pelea tan buena!

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