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Enemigo publico IV

en Hetero: General

Después de la reunión con Ingrid, Mario tenía dos objetivos en mente, seguir con su campaña de hombre violento y peligroso y aliviar su tensión sexual creciente sin recurrir a sodomizar ningún puto.

La mañana siguiente,  cuando paseaba en el patio, se presentó la oportunidad.  Edu el majadero  estaba  sentado en un  banco haciendo pesas.

Edu era un viejo conocido, había hecho algunos trabajitos con el hacía años pero le daba tanto a los porros y a los esteroides que se terminó convirtiendo en un tío imprevisible. Llevaba en la cárcel dos años y aún le quedaban otros tres. Su novia era una colombiana más caliente que la superficie del sol y no se había logrado adaptar a la nueva situación de pseudoviudez. Seguía visitándole todos los fines de semana y gastando su dinero pero no podía evitar ir saltando de cama en cama cada vez que tenía picor de ingles, cosa que le ocurría con cierta frecuencia.

Antes de hacer el último atraco Mario estuvo vigilando el banco un par de días con un tal Antonio que además de ser uno de los amantes ocasionales de la colombiana era un gran narrador de historias. Entre todas las historias que le contó, una de las que más le gustó fue precisamente la de un polvo que echó con Opalina que así se llamaba la mujer.

La narración fue tan detallada y minuciosa que sólo un video podía haber mejorado la imagen que tenía de la novia de Edu.

Aunque sólo la había visto una vez y por unos segundos en una fiesta hacía años,  gracias a Antonio ahora Mario conocía hasta el lunar del lugar más recóndito de su anatomía, e iba a aprovecharlo.

Tras dar cuatro vueltas al patio corriendo y lanzando golpes con sus puños al aire como todas las mañanas, se acercó a Edu que seguía concentrado en lo suyo, levantar pesas y besar sus bíceps:

-Hola Edu ¿Qué tal te va?  -dijo a modo de saludo.

-Bien, bien. Aquí haciendo un poco de ejercicio.

-¡Ah! Eso está bien, no hay que dejarse sólo porque estés en este cuchitril –Dijo en tono conciliador antes de soltarle la bomba. –pero en realidad no quería hablarte de eso.

-Verás  -dijo Mario empezando una disculpa al más puro estilo “Me llamo Earl” –resulta que hace dos meses justo antes del juicio estaba estresadisimo y me encontré con tu mujer.

Edu dejo las pesas de repente y le miró fijamente con el ceño fruncido pero no dijo nada.

-No me mires así tío  –dijo Mario levantando las manos en actitud defensiva  -la culpa no fue del todo mía. ¿Quién se pude resistir a un culo y unas tetas así?

-Me estás tomando el pelo –replicó Edu levantándose del banco de pesas.

-¡Ojalá! –dijo Mario mientras  alrededor de ambos se formaba un corro que ya era capaz de oler la sangre. –no sabes cuánto lo siento y precisamente por eso y porque te considero mi colega tengo que contártelo.

-El caso es que yo estaba a punto de entrar en la vista para mi libertad condicional y me la encontré saliendo de un juicio rápido por unas multas de tráfico impagadas. Así que ella cabreada y yo nerviosísimo colisionamos en el pasillo provocando una nube de papeles en forma de hongo. Al agacharnos a recogerlos nuestras cabezas chocaron y en ese momento nos reconocimos y nos echamos a reír.

-La verdad es que en aquella cena apenas le puse los ojos encima –continuó Mario –pero en los juzgados los nervios y la conmoción cerebral no fueron capaces de evitar admirarme de lo buena que está tu mujer. La piel color tabaco, los labios gruesos, los ojos oscuros y profundos, el culo enorme y prieto que tienen las mulatas y esos pechos enormes. Encima llevaba un minúsculo vestidito amarillo  que dejaba ver sus muslos firmes y atléticos y que se cruzaba justo por debajo de su busto levantando y apretujando sus enormes melones contra un escote profundo haciendo que el Cañón del Colorado, comparado con su canalillo, pareciese un surco para plantar espárragos...

En ese momento Edu no pudo contenerse más y se lanzó contra Mario con toda la fuerza y la torpeza que le proporcionaba su ira. Mario, excampeón provincial de peso Crucero en su juventud, lo esquivó sin dificultad y aprovechó para hacerle la zancadilla cuando  aquella inmensa mole de ciento diez quilos de puro músculo pasaba a su lado  trastabillando levantando una nube de polvo y detritus al caer.

 -…Nos pusimos a charlar y en unos minutos Opalina me había contado su triste…  vuestra triste situación. –Dijo Mario sin inmutarse mientras dos buenos samaritanos ayudaban a levantarse a Edu y le sacudían el polvo del mono penitenciario mientras la parroquia sonreía disimuladamente –Me contó lo mal que lo pasaba por las noches y se echó a llorar desconsoladamente en mis brazos. Yo sin saber que hacer la abracé y en el justo momento que sus pechos y sus caderas se apretujaron contra mí me di cuenta de mi error…

Edu recuperado del batacazo, esta vez fue más listo y se acercó a Mario con más prudencia.

-… La reacción de mi polla fue instantánea y me hubiese muerto de vergüenza allí mismo si no fuese por la mirada y la sonrisa lujuriosas de tu hembra. –continuó Mario a la vez que esquivaba dos directos demoledores de Edu y le largaba un directo al plexo solar que le hacía retroceder unos pasos jadeante. –inmediatamente se dio la vuelta y apretó su enorme culo contra mi polla dura y caliente como un hierro al rojo…

A todo esto, no hay nada mejor para reunir a una multitud en una cárcel que la sangre y el sexo. Hasta los guardias se acercaron dispuestos a disfrutar del espectáculo y con las porras preparadas para evitar que la cosa se desmandase.

Tras los dos primeros minutos la gente ya estaba apostando, no sólo por el resultado de la pelea, cuantos heridos habría aparte de ellos dos o en que parte de su anatomía descargaría el contenido de sus testículos. Mientras tanto Mario seguía hablando, esquivando puñetazos y bailando alrededor de Edu sin siquiera jadear:

-… La casualidad quiso que justo enfrente de nosotros saliese una mujer de una pequeña habitación con material de oficina. Sin parar de frotarnos y sobarnos el uno contra el otro cogimos la puerta antes de que se cerrase y nos colamos dentro. La habitación era oscura cuadrada y pequeña pero estaba iluminada con una bombilla de sesenta vatios y lo mejor, contra la pared había apiladas tres cómodas sillas de oficina. Cogí una de ellas y me senté a ver como Opalina se meneaba y se iba desnudando poco a poco…

-¡Hijo la gran puta! ¡Cabrón! ¡Voy a arrancarte  los ojos y te los meteré por el culo! –Chilló Edu fuera de sí lanzándole un gancho que no le dio por milímetros.

Mario, sin perder su sangre fría interrumpió su relato para lanzarle un directo que impacto con un desagradable crujido en la nariz de Edu, la cual se puso inmediatamente a sangrar.

-El rápido estriptease termino con el orondo y turgente culo de tu novia a la justa altura de mi cara, -reanudo Mario su relato –así que separe sus nalgas dejándome obnubilado la vista del interior de su sexo rosado y húmedo contrastando con el intenso moreno de su piel y el abundante matojo de pelo negro que lo rodeaba. Ella, creyendo que yo dudaba agitó su culo como una avispa  gimiendo con el placer anticipado…

La sangre manaba en abundancia de la nariz torcida de Edu pero esto no impedía que redoblara sus ataques aunque siempre con escaso éxito. Mario mientras tanto, se limitaba, gracias a su envergadura, a mantenerlo a distancia con combinaciones de jabs y directos.

-…No me hice esperar y recorrí su sexo con mi lengua hasta terminar aprisionando su clítoris entre mis labios. Ella grito y se sujetó a una estantería temblando. Continué explorando su anatomía con mis dedos y mi boca, su sexo vibraba y expulsaba fluidos que yo chuperreteaba golosamente…

Edu seguía insultándole y con un buen amago logró superar la guardia de Mario impactando con su puño en el pecho. Mario vaciló y se dejó caer contra el círculo de espectadores para recuperarse. Edu se lanzó sobre él como una bestia y le lanzó un directo capaz de derribar un árbol pero Mario ya se había movido y en lugar de él,  un gilipollas del bloque tres volaba por un lado y sus dientes por el otro.

-… ¡Caray! Eso ha dolido Edu. –Dijo Mario sonriendo –Por dónde íbamos… ¡Ah! Sí. Como ambos teníamos algo de prisa ella se giró y se sentó encima de mí a la vez que se metía mi polla en su coño con un largo suspiro…

-Tan largo como tu polla, ¿eh tío? –dijo un payaso en primera fila justo antes de que Edu se volviese y le rompiese la mandíbula.

 -Gracias por pedir silencio Edu –dijo Mario ante la rechifla general –no sabes lo que me cuesta contarte esto y que me interrumpan constantemente lo hace más duro todavía.

-… Con toda mi polla en su interior comenzó a bailar una cumbia sobre mí. Su culo se agitaba y se retorcía a un ritmo endiablado mientras yo chupaba y mordisqueaba sus pezones duros y grandes con esas areolas del tamaño de galletas María…

-Tu chorba es tan caliente que en pocos minutos ya se había corrido  un par de veces y ante mi estupefacción  se levantó y agarrándose a la estantería y separando las piernas me dijo “follame el culo”.

-Ni corto ni perezoso lubrique un poco mi polla y la introduje poco a poco, suavemente en el culo de tu compañera. –Continuó Mario –A pesar de tener un culo tan grande Opalina tiene un ojete deliciosamente estrecho, su esfínter se contrajo varias veces intentando expulsar aquel cuerpo duro y caliente pero rápidamente se dilató permitiéndome penetrarla sin dificultad. Los primeros gemidos y lamentos de dolor  de Opalina rápidamente se convirtieron en suplicas para que entrase más rápido y más profundo…

Mario, que se estaba empezando a cansar, cambio de táctica y empezó a machacar a Edu a conciencia para poder derribarlo con el fin de la historia.

-…  Con cada nueva acometida, Opalina se agarraba con más fuerza a la estantería hasta que un nuevo orgasmo, más fuerte que los anteriores, le recorrió todo el cuerpo haciéndole temblar de pies a cabeza con una violencia tal, que acabó con la mayor parte del contenido de la estantería en el suelo.

La cara de Edu era un poema. Tenía un ojo hinchado y por el otro apenas podía ver y la sangre corría, proveniente de su nariz, por su mono manchando todo el pecho de un rojo intenso, arterial.

-… Sudorosa y jadeante Opalina se arrodilló ante mí y mirándome a los ojos se metió mi polla profundamente en su boca,  hasta casi atragantarse. Cuando la sacó, la rodeó delicadamente con sus manos  y empezó a jugar con sus labios y su lengua en mi glande. Mi polla palpitaba y se retorcía a punto de reventar. Opalina, consciente de que ya no podía aguantarme un segundo más, se la metió de nuevo en la boca y la chupó con fuerza hasta que me corrí.

-…Esta vez fue ella la que sorbió con gusto mi semen mientras me acariciaba los huevos con suavidad como queriendo exprimir hasta la última gota de su contenido…

En ese momento un último intento de Edu por alcanzarle falló estrepitosamente y  Mario aprovecho para sacudirle un violento crochet de derechas que le dio entre la sien y la oreja dejándole totalmente sonado. Un último directo acabó con Edu en el suelo totalmente inconsciente.

En pocos segundos la gente empezó a cobrar sus apuestas. Un pequeño malentendido degeneró en una reyerta que acabó con otras tres personas más en la enfermería, una por un pincho y las otras dos por las porras y los táseres de la policía.

No estaba mal, había empezado una pelea con innumerables testigos que había terminado con seis reclusos en la enfermería, uno de los cuales, Edu, estaba bastante más que abollado.

Dentro de dos días vería a Cat, y dentro de una semana… la libertad.

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