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Hércules. Capítulo 29. Una Clase de Historia.

en Parodias

SEXTA PARTE: LAS CÍCLADAS.

Capítulo 28. Una clase de historia.

 

 

 

Atracaron en una pequeña bahía que les protegía  del fuerte viento de levante que se estaba levantando. El islote en sí no era ninguna belleza. Era un peñasco de unos dos kilómetros de largo por uno y medio de ancho. Sobre el terreno, pedregoso y árido, apenas crecían unos pocos matojos que a duras penas sobrevivían al sol inclemente, los vientos y la escasez de lluvias. Los únicos habitantes visibles eran unas pocas especies de aves marinas que anidaban en la isla para evitar a los depredadores.

Las nubes se arremolinaban en el este. Según los informes meteorológicos las tormentas se sucederían durante las siguientes veinticuatro horas así que todo el equipo permaneció expectante y sin tener que hacer, con todo el equipo preparado.

La tarde se pasó en medio de la tensión y los trabajos rutinarios, así que cuando llegó la cena se apresuraron a dirigirse al comedor. Ahora Arabela ya no intentaba disimular su relación y procuraba estar al lado de Hércules que la trataba con delicadeza, pero haciéndole ver en todo momento que era él el que mandaba. Durante la cena, el resto de la tripulación les  dejó solos para darles un poco de intimidad, pero el Doctor Kovacs, un arqueólogo excepcional, pero sumamente despistado, llegó tarde y plantó su bandeja frente a la pareja.

—Buenas noches, queridos amigos. Por decir algo, porque no me gustaría estar en alta mar cuando estalle esa tormenta. —dijo el hombre haciendo crujir sus nudillos antes de comenzar a devorar su cena.

—Tranquilo Doctor, según los pronósticos no durará mucho y antes de que nos demos cuenta estaremos en la isla. —respondió Arabela con una sonrisa.

El Doctor Kovacs era un anciano de rostro enjuto y grandes bolsas bajo unos ojos pequeños de un color gris acero que lo miraban todo con curiosidad. Además de ser un gran científico, era uno de los mejores profesores de historia y uno de los más salidos, siempre buscando faldas de alumnas que subir.  Hércules aprovechó para hacerle una serie de preguntas. Su intención era llevarle hacia su terreno para intentar disuadirles de que excavaran en busca de la caja, pero pronto se dio cuenta de que tenían pruebas suficientes para no dudar del éxito de la expedición. Aun así Hércules se sintió fascinado por el minucioso trabajo y siguió preguntando.

— Lo que no entiendo es cómo a partir de un cuento de viejas podéis extraer información suficiente  para  saber que la Caja de Pandora es un objeto real y no una fantasía.

El profesor se limpió con una servilleta y lanzando a Arabela una mirada de lujuria inició una clase magistral:

—Lo mejor será ponerte un ejemplo. Como seguramente estás más familiarizado con la biblia que con los mitos helenos, usaremos mejor la primera. —comenzó el doctor tras un leve carraspeo— La historia de Jonás y la ballena nos valdrá. Supongo que la conoces.

—Si claro, a grandes rasgos. —dijo Hércules sin ocultar su interés.

—Está bien. Sabes la historia oficial, pero claro, esa historia pasó de boca en boca durante siglos antes de ser escrita por lo que probablemente no ocurrió tal como lo dicen las sagradas escrituras. No me cuesta mucho imaginar cómo podría haber pasado realmente. Quizás el gran Jonás era un judío esmirriado que a sus veintipico vivía aun en casa de su madre viuda. Una de esas madres hiperprotectoras que tendían a pensar que su hijo es el hombre más listo y atractivo de Judea y  que por supuesto ninguna jovencita de los alrededores le merece. Ante su madre se mostraba como un chico formal y encantador pero la realidad era más bien otra...

Al escuchar hablar al profesor, los presentes, tras un día tedioso, acercaron sus sillas sedientos de una buena historia para acabar aquel día.

... En realidad, cuando su hijo Jonás iba supuestamente de peregrinación a Jerusalén, tomaba un pequeño desvió y se paraba un par de jornadas en Nueva Sodoma (por si no lo recuerdan, Dios se cargó la antigua) para correrse una buena juerga. Ya sabéis, alcohol, juego y un par de putas si quedaba algo de dinero. —continuó el anciano— El caso es que en esta ocasión la suerte le sonríe y gana casi un talento de plata a los dados. El primer instinto es llevárselo a su madre para que lo esconda junto a los ahorros de la familia o para comprar unas cuantas cabras más que añadir al rebaño que ya tienen, pero al salir a la calle, con la plata ardiéndole en la mano y ver la fachada del prostíbulo más lujoso de toda Sodoma, no se puede contener. Sin pensárselo dos veces entra dispuesto a quemar toda aquella pasta a base de polvos.

Respira hondo y atraviesa la puerta. Una mujer gorda toda enjoyada y pintarrajeada como una puerta le recibe obsequiosamente al ver la abultada bolsa que porta el recién llegado. Tras servirle una copa del mejor vino de Tarsis le lleva  a una amplia estancia donde descansan las mujeres mientras esperan a sus clientes. Hay mujeres de todos los tipos y razas del mundo conocido, celtas, sirias, indias iberas... La madame le dice que con todo aquel dinero puede llevarse las que quiera, pero Jonás solo se fija en una. Nínive es una mujer de tez oscura como el carbón. Es alta y esbelta como un junco. Al ver que ha llamado su atención la mujer se incorpora del lecho donde yace y se acerca a él, exhibiéndose totalmente desnuda salvo por un collar y un cinturón, ambos compuestos con una mezcla de cuentas de hueso y azabache. Tiene los pechos grandes y redondos con unos pezones gordos y más negros aun que su piel, si eso es posible. Sus facciones son finas y agradables, tiene los ojos grande, los labios gruesos e invitadores y la nariz pequeña y ancha que le da un aire de niña traviesa, haciéndola irresistible a los ojos de Jonás.

Nínive acaricia a Jonás con una mano suave y le sonríe mostrando una dentadura blanca y regular. El afortunado judío no puede evitar la sensación de vértigo cuando un intenso olor a sándalo penetra en sus fosas nasales. La madame sonríe avariciosa y le comenta que la joven es la puta más cara del burdel, pero Jonás ya no oye nada y se limita a depositar  la bolsa en las manos de la madame y a llevarse a Nínive a una de las habitaciones ordenando a la mujer que solo les moleste para llevarles comida y bebida.

Una vez a solas,  Jonás no  puede contenerse más y la obliga a quedarse quieta, desnuda frente a él. Observa con atención su piel brillante y perfumada por delicados afeites y acaricia su melena dividida en una miríada de pequeñas trenzas adornadas con cuentas similares a las que cuelgan de su cuello y cintura.

Su mano se desliza por la cara de la joven que sonríe al sentir el contacto y comienza a desvestirle hasta dejarle totalmente desnudo. La prostituta no puede evitar una risita al ver el miembro circuncidado de Jonás que sonríe un poco incómodo.

Al ver la reacción del joven, Nínive se agacha, lo coge entre sus manos con delicadeza y besa su glande con suavidad. Su polla se pone dura como una piedra inmediatamente, reaccionando tras una larga temporada de sequía.

La prostituta la agarra con sus manos y se la mete en su boca sonriente. La sensación de los labios y la lengua de la joven acariciando su polla es maravillosa, pero es más de lo que Jonás puede soportar y se corre casi inmediatamente en su boca. La puta se traga toda su semilla sin protestar y continua chupándole la polla para mantener su erección.

Jonás suspira roncamente y acaricia las trenzas de Nínive hasta que, totalmente recuperado del orgasmo la ayuda a levantarse y la tumba sobre un lujoso lecho. Tumbándose a su lado admira el bello cuerpo, recorre con sus manos su cuello y sus pechos, acaricia sus pezones y entierra sus dedos entre los labios de su sexo arrancándole el primer gemido de placer.

Animado por la respuesta de la mujer, comienza a masturbarla mientras recorre todo su cuerpo con sus labios saboreando los aceites que cubren su piel y dejando que sus aromas invadan sus sentidos.

Con un movimiento lánguido, Nínive se da la vuelta mostrando al pequeño judío un culo redondo y fibroso como el de una gacela, que Jonás no puede evitar morder y azotar con suavidad. Nínive gime y jadea con cada golpe, tensa sus piernas y agita su culo haciéndolo irresistible.

Jonás se acerca por detrás  tras poner a la puta a cuatro patas. Nínive sonríe y cogiendo la polla de Jonás la dirige al pequeño agujero que da acceso a su ano. La joven prostituta sabe lo que debe hacer. Si tiene a aquel estúpido judío el suficiente tiempo embobado, ganara una buena cantidad de dinero y para ello está dispuesta a hacer cualquier cosa.

Aunque este circuncidada la polla del hombre es bastante grande y su intromisión le produce un doloroso calambre. Su esfínter se contrae repetidamente intentando expulsar aquel objeto duro y caliente y ella no puede evitar soltar un ahogado grito de dolor.

El culo de la puta es deliciosamente estrecho y Jonás no puede evitar hincarle la polla hasta el fondo. La mujer se queda quieta, rígida y con su mano le hace un gesto para que pare un instante. Jonás hace caso y se queda quieto mientras ella respira superficialmente hasta que el dolor se suaviza. Nínive comienza a moverse ligeramente y Jonás suelta un sonoro gemido de placer antes de comenzar a moverse.

Poco a poco va aumentando el ritmo y la profundidad de sus empeñones. La joven mete una de sus manos entre sus piernas y se masturba dando evidentes muestras de placer. Jonás se agarra a sus caderas y la folla con todas sus fuerzas mientras observa el cuerpo de ébano ponerse brillante de sudor.

Nínive se da la vuelta y le da un empujón. Jonás cae hacia atrás sobre el lecho. Se yergue inmediatamente intentando asir la bella gacela, pero esta se escurre y apartándose le pide que se siente en el borde de la cama.

Jonás obedece y ella le da la espalda sentándose sobre su regazo y clavándose de nuevo la polla en lo más profundo de su ojete con un sensual suspiro.

La puta comienza a moverse empalándose con fuerza una y otra vez mientras Jonás la rodea con sus brazos acariciando su clítoris, sobando su cuerpo y retorciendo  y pellizcando sus pezones con fuerza. Los gemidos se convierten en desaforados gritos de placer cuando la mujer se ve asaltada por un monumental orgasmo. Jonás se levanta con la polla aun alojada en su culo, la empuja contra la pared de la estancia y la sodomiza salvajemente mientras le muerde el hombro hasta que no aguanta más y derrama en su interior incontables chorros de semen cálido y denso como la lava del Etna.

Cuando finalmente se retira, la mujer se gira y le besa por primera vez. Su boca sabe a semen y a uvas. Nínive le arrastra hasta la cama y recorre el cuerpo del hombre con sus uñas. lo lame da arriba a abajo y le mira con sus ojos grandes y oscuros. En ellos Jonás puede ver un deseo insaciable...

Las horas y los días se mezclan y difuminan en los brazos de esa belleza  de ébano. Follan como leones y solo paran para comer, beber y descansar cuando Jonás está totalmente agotado.

Finalmente el dinero se acaba y Jonás se despide de la puta con un beso y la promesa de que volverá. Cuando sale del prostíbulo, apestando a sexo, la luz le deslumbra desconcertándole. Por un momento no sabe dónde se encuentra ni en qué día esta. Tras unos segundos se ubica y preguntándole a un transeúnte averigua que ha pasado nueve días, incluido el Sabbat follando como un animal con una prostituta gentil.

Recuerda el tiempo pasado con satisfacción hasta que con un escalofrío se da cuenta de que hace  días que debería estar en casa. Mientras inicia el camino de vuelta a casa se pregunta qué excusa se va a inventar esta vez.

Al principio no se preocupa demasiado, pero a medida que se va  acercando ve que se ha quedado sin historias y no sabe que decir. El pánico se va apoderando de él poco a poco hasta que ya no puede retrasarlo más y entra en casa.

—¡Jonás! —le recibe su madre con acento cantarín— ¿Dónde has estado mi amor?

—Verás, madre. Me ha pasado algo increíble. —respondió Jonás con su cerebro funcionando a toda velocidad.

—Cuéntame...

—Estaba camino de Jerusalén cuando Jehová se me apareció...

—¡Lo sabía! ¡Sabía que mi hijo era especial, que era un elegido del señor! ¡Alabado sea Jehová! —exclama su madre.

—El caso es que me pidió que fuese a esa ciudad de pecado, a... ¡Nínive! —dijo él con una súbita inspiración— Sí Nínive. Nuestro señor quería que denunciase su impudicia y su corrupción y anunciase a su gente que Jehová la destruiría si no se reformaba... Pero fui débil madre. Lo reconozco, huí a Jope y me embarque en el primer barco pesquero que encontré rumbo a... Tarsis dice recordando el dulce vino.

—¡Oh! ¡Pobre hijito mío! —dijo su madre anchándose una mano a la boca.

—Creí que estaba a salvo en el barco, pero Jehová envió una formidable tempestad. El pesquero se zarandeaba a punto de zozobrar. Los tripulantes, aterrados, aligeraron la nave y rezaron a sus dioses para aplacar la tempestad. Al ver que nada funcionaba me suplicaron que yo rezase a mi Dios, entonces reconocí lo que había pasado y me tiré al agua para evitar que muriesen inocentes por mi culpa. —continua Jonás envalentonado.

—¡Oh que valiente es mi niño! ¿Pero cómo te salvaste?

—Eso fue lo más extraordinario. Cuando ya creí que me ahogaba sin remedio Dios me envió un gran pez que me tragó entero, evitando que muriera ahogado y tras tres días que dediqué a rezar y dar gracias a Jehová, me vomitó en tierra sano y salvo...

—¡Ah! Ahora entiendo lo del olor a pescado hijo mío, por un momento creí que habías estado refocilándote con alguna mujer de mala vida.

—Madre, —replica él ofendido—¿Cómo puedes pensar eso de mí? En cuanto llegué a la costa vine directamente aquí.

—Estupendo, porque hay mucho que hacer antes de ponernos en camino.

—Pero madre —dijo dándose inmediatamente cuenta de su error— yo no...

—Deja de remolonear, el camino a Nínive es largo. Cuando le diga a tu tía Ruth que mi niño es un profeta se va a morir de envidia. Ella que siempre ha dicho que eras un jeta sin oficio ni beneficio.

—Como os podéis imaginar, el chico atrapado en su red de mentiras, no tuvo más remedio que ir a Nínive a pregonar el fin de la ciudad. Los habitantes se rieron de él mientras el perseveraba durante años sin éxito hasta que la muerte de su madre, que nunca dejó de creer en él, le permitió volver a casa.

Tras un instante de silencio la sala prorrumpió en una salva de aplausos. Hércules riendo manifestó haber entendido la lección y le dijo que era una lástima que ninguno de sus profesores hubiesen sido la mitad de entretenidos que él.

Riendo y comentando la divertida historia que se había inventado el doctor Kovacs sobre la marcha, se retiraron a su habitaciones esperando que el tiempo les permitiera al día siguiente que ellos también hiciesen historia.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo  siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info:    http://www.todorelatos.com/relato/124900/

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