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Hércules. Capítulo 1. El capricho de Zeus.

en Autosatisfacción

PRIMERA PARTE:  CONCEPCIÓN

 

Capítulo 1:  El capricho de Zeus

 

La joven sonreía agarrada al cuello de Piper, acoplándose a sus movimientos y dejando que su larga melena castaña ondease al viento. Los pantalones de montar se ceñían a su culo grande y musculoso haciendo que todas las promesas del dios se tambalearan.

Hacía siglos que no veía una mujer tan deliciosa. Sabía de su existencia desde pequeña. Sus ojos grandes y grises y su cara angelical de nariz pequeña y labios gruesos habían sido la delicia de la familia y el objeto de las carantoñas de amigos y conocidos. Con el tiempo, esos rasgos adorables habían dado lugar a una belleza arrebatadora cuando  llegó a la mayoría de edad.

Tan atractivo como su exterior, era su carácter dulce y apasionado, siempre buscando una causa que defender y su debilidad eran los animales. Desde pequeña siempre había deseado tenerlos a su alrededor, perros, gatos, tortugas, peces... hasta que con su decimoquinto cumpleaños, su padre le regaló un espléndido hannoveriano de seis años al que llamó Piper.

Desde el primer instante se estableció una indisoluble relación entre la joven y el animal. Juntos aprendieron los rudimentos del salto de obstáculos y la perseverancia de la joven,  junto con el gran instinto del animal y las indicaciones de un buen entrenador, convirtieron a la pareja en un tándem ganador.

Pero se podía ver a la legua que para Diana los trofeos y los premios, aunque reconfortantes, eran secundarios. De lo que realmente disfrutaba era de las largas cabalgadas a pelo por la finca familiar, agarrada al cuello del animal, sintiendo toda su potencia y haciéndole sentir al caballo sus deseos con leves movimientos de su cuerpo.

—¿Ya estás vigilándola otra vez? —le preguntó Hera con tono agrio— Te recuerdo que hace siglos hicimos el solemne juramento de no volver a inmiscuirnos en la vida de los mortales, incluso a costa de que nos olvidasen y dejasen de venerarnos.

Zeus gruñó y asintió distraídamente, pero no podía evitar el fuerte hormigueo que crecía en sus testículos, que ni siquiera la más bella de las ninfas del Olimpo y menos su celosa esposa, podían aplacar.

Mientras observaba a la mujer desmontar y llevar a su caballo de vuelta al establo, no dejaba de pensar con satisfacción, que no tenía más remedio que romper su juramento. Una cosa era no inmiscuirse en la vida de la humanidad y otra era dejar que esta se fuese al carajo. En cuanto Hera se dio la vuelta, Zeus volvió a fijar su atención en la joven. Con las mejillas arreboladas y su deliciosa boca arqueada en una alegre sonrisa estaba arrebatadora. De tener que saltarse el juramento, por lo menos hacer que fuese inolvidable.

Zeus se revolvió en su trono y siguió a la esbelta joven hasta el interior de las caballerizas donde una mujer vestida con un mono vaquero le ayudó a lavar y a refrescar a Piper.

***

 

Siempre que salía con Piper volvía llena de energía, era como recargar las pilas tras un día de intenso trabajo en los  negocios de su padre. Mientras cepillaba y refrescaba a su montura dejaba que su mente volara y se perdiera en fantasías y ensoñaciones, olvidándose de los problemas del día a día y concentrándose únicamente en su próxima competición. Cuando volvió a la realidad, se encontró, como siempre, con los ojos oscuros y profundos de Angélica, la joven encargada de los establos, fijos en ella.

En cuanto la mujer se dio cuenta de que estaba provocando su incomodidad se disculpó y se alejó llevándose consigo a Piper camino de su box. Diana la observó alejarse, era una chica extraña. Su padre la había contratado por la recomendación de un amigo que le había dicho que a pesar de su timidez y juventud tenía muy buena mano con los caballos. Y era cierto. En cierta forma Diana la envidiaba porque el vinculo que ella había forjado con Piper Angélica lo establecía con cualquier animal casi inmediatamente y sin esfuerzo.

Sin embargo con las personas no era demasiado buena. Hablaba poco y era cortante. Decía siempre lo que pensaba y eso le había acarreado más de un disgusto, o eso creía Diana, porque jamás la había visto cambiar su hierático gesto.

Mientras abandonaba las caballerizas, Diana pensó en la joven, en su eterno mono vaquero, su pelo negro ensortijado y enmarañado y su mirada intensa y sonrió pensando que, a pesar de llevar varios años viéndose casi a diario, podía contar con los dedos de las manos las veces en que habían tenido una conversación. 

Cuando entró en la casa, su padre ya le estaba esperando para cenar.

—Como siempre que sales con ese condenado bicho llegas tarde a la cena. —dijo su padre abriendo sus brazos en un gesto inequívoco— A veces pienso que quieres más a ese jamelgo  que a mí.

—No seas idiota papá, deja que me aseé un poco y cenamos. —replicó ella abrazando a su padre.

—De eso nada, Lupe ya tiene servida la cena y como vi que tardabas he ordenado que la sirvan en el porche de atrás, así no harás que apeste todo el comedor con el  sudor de ese bicho.

Diana le dio a su padre su suave puñetazo en el hombro y le acompañó resignada al porche donde otras tres personas más, su madre, y un par de vecinos conversaban y esperaban pacientemente a que todos estuviesen a la mesa.

La joven llegó sonriendo,  saludó a los presentes y le dio un par de besos a su madre que resopló como siempre que la veía con el traje de montar. Siempre había sido una remilgada y a pesar de que la quería,  odiaba que su hija se dedicase a montar a caballo y correr con su descapotable en vez de acudir a fiestas para conseguir un buen marido y darle un nieto que continuase con su ilustre estirpe.

Lupe era una cocinera magnifica y pronto todos estuvieron comiendo como lobos y bebiendo como camellos después de una larga travesía en el desierto. Diana, a pesar de no seguir el ritmo de los mayores, pronto se sintió mareada por el vino y la opípara cena.

Cuando terminaron con el helado de té verde y caramelo los hombres se sirvieron unas generosas medidas de Coñac Jenssen Arcana y encendieron unos habanos. Cuando comenzaron a contar chistes subidos de tono,  su madre se retiró poniendo mala cara, pero Diana se quedó solo por llevarle la contraria.

La velada fue larga y los hombres, que ya conocían a Diana, intentaron sonrojarla con historias subidas de tono. La joven no mostró ninguna incomodidad aunque las historias unidas a la larga cabalgada hicieron que empezase a sentir un incómodo calor en sus entrañas.

Diana intentó relajarse y pensar en otra cosa, pero las imágenes de parejas follando con furia y en estrambóticas posturas que le sugerían los relatos de los hombres la estaban poniendo tan caliente que decidió irse a sus habitaciones antes de que su cara delatase su excitación.

Con una excusa dejó a los tres hombres, medio piripis, contando guarradas y subió apresuradamente las escaleras hasta su habitación.

Como una exhalación atravesó la pequeña sala de estar y el dormitorio sacándose la ropa por el camino y se metió en la ducha. Con un suspiro dejó que el agua tibia golpease su cara y escurriese por su ardiente cuerpo. Al contrario de lo que esperaba, en vez de aliviar el calentón, los chorros de la ducha golpeando su cuello y sus pechos la excitaron aun más. Era como si alguna fuerza extraña la excitase y la incitase a aliviar esa ansia creciente. Entreabrió la boca y dejó que el fuerte chorro tibió golpease sus labios y su lengua imaginando que eran los apresurados besos de un fornido atleta.

Se cogió la melena y la enjabonó delicadamente mientras escupía agua de su boca y se lamía los labios. Con la espuma restante se frotó el cuello y los pechos haciendo que finos relámpagos de placer recorriesen su cuerpo. Con la respiración agitada se abrazó y elevó su busto lo justo para poder llegar a acariciar sus pezones con la punta de su lengua. El placer era cada vez más intenso y sus manos se deslizaron por su vientre terso y mojado hasta el interior de su piernas.

Con un suspiro salió de la ducha y se miró al gigantesco espejo. Observó sus pechos grandes y tiesos con los pezones rosados  erizados. Se giró ligeramente y contempló su vientre plano, con su pubis rasurado tapado por las manos que jugueteaban en él. Se puso de  puntillas maravillándose con sus piernas largas y sus muslos y su culo potentes y musculosos. Sin dejar de acariciarse con una mano se agarró el culo con la otra, imaginando que era un amante el que lo hacía.

Pronto notó como su coño se inundaba con los líquidos provenientes de su excitación e introdujo sus dedos en él, soltando un apagado gemido. Sus manos comenzaron a moverse con suavidad penetrando en su sexo una y otra vez. Cuando las retiró pudo ver como su vulva enrojecida e hinchada estaba entreabierta y de ella asomaba un fino hilo de flujos. Lo recogió con sus dedos y se lo llevó a la boca saboreando su excitación.

Con un suspiro se tumbó en la cama abriendo las piernas y acariciándose el interior de los muslos con una mano mientras que con la otra se estrujaba los pechos. Cerró los ojos e imaginó que eran las manos de otro las que lo hacían. Su mano resbaló de entre sus muslos hasta internase de nuevo en su sexo.

Esta vez lo hizo con violencia, haciendo que su palma golpease  contra su clítoris. El intenso placer le obligó a morder la almohada para ahogar sus gemidos.

A punto de correrse, apartó sus manos y respiró profundamente. Con un gesto ansioso se dio la vuelta y a gatas se acercó a la mesita de noche, hurgando unos segundos en el cajón hasta que encontró el consolador.

Era un cacharro grande y dorado que una amiga le había regalado en su cumpleaños, medio en broma, medio en serio, al ver el lamentable historial de novios que había tenido últimamente. Giró el interruptor y el suave zumbido le confirmó que aun tenía pilas.

No tenía lubricante y tras dudar un momento, se lo metió en la boca, sintiéndose un poco tonta. Lo metió y lo sacó de la boca, lo embadurnó con su saliva recorriendo toda su bruñida longitud con placer anticipado.

Con un movimiento lento y sinuoso, lo sacó de su boca y recorrió su cuello, sus pechos y su vientre con la punta del aparato dejando un rastro de excitación allí por donde pasaba.

Dándose la vuelta, se puso a cuatro patas y se lo metió en su anegada vagina que se distendió para abrazar el rugiente aparato, emitiendo relámpagos de placer por todo su cuerpo. Con un suspiro enterró de nuevo la cabeza entre las sabanas gimiendo con intensidad.

Con una mano se apuñalaba con el trasto dorado mientras que con la otra se acariciaba el clítoris con tal intensidad que no tardó más de dos minutos en correrse. El grito salvaje de satisfacción quedó ahogado por la ropa de cama. Diana cayó de lado en posición fetal, gimiendo y jadeando con el vibrador enterrado en su coño, zumbando como una abeja furiosa.

***

 

Zeus se recostó en su trono satisfecho, al menos de momento. Le encantaba recurrir a esos  trucos para aumentar la sed de sexo de la joven. Sabía que masturbarse no sería suficiente para aplacar el deseo de la mujer. Tarde o temprano caería en la tentación y  aquella joven de incomparable belleza caería en sus brazos.

El único problema era su jodida mujer. Cada vez que se calzaba una tipa, su esposa se enteraba y la amante de turno acababa convertida en vaca... o en algo peor. La única forma en que podía hacerlo era disfrazarse, pero en qué... La repuesta le vino a la cabeza casi instantáneamente.

***

 

Dos semanas después.

 

Había hecho un recorrido impecable. Dos trancos más y superó el vertical con solvencia. Dando un apagado grito de animo a Piper, giró a la izquierda y encaró el triple; cuatro trancos salto, dos trancos y el segundo obstáculo quedo atrás, pero cuando afrontaba el tercero Diana sintió que algo iba mal.

El segundo transcurrido entre el despegue del suelo y el aterrizaje al otro lado del obstáculo le pareció eterno. Piper aterrizó con la pata delantera izquierda encogida y su casco se hincó en el suelo descargando todo el peso de animal y jinete en él. Tanto articulación como hueso no lo resistieron y se rompieron con un crujido que se escuchó en todo el estadio sobrecogiendo a todos los asistentes.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo  siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info:    http://www.todorelatos.com/relato/124900/

 

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