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La princesa blanca 22

en Grandes Relatos

22

Era su segundo día sin coche y la lluvia, que descargaba sin cesar desde la madrugada,  le hizo echar aun más de menos su Honda.  Sin coche, con ese tiempo, no podría salir de casa en todo el día.  Debería haber usado el Honda cuando aun funcionaba para largarse de aquella puta ciudad y no volver más.

Se levantó,  desayunó unos cereales y se sentó frente  al ordenador.

                                                                              ***

Tras  casi cuarenta y ocho horas de navegación, las luces de  los edificios de Styros, dominados por el resplandor  de su enorme faro, empezaron a vislumbrarse entre los bancos  de bruma. Los remeros estaban a punto de caer desmayados ante el prolongado esfuerzo, pero la vista de la ciudad y la promesa del capitán de que tendrían vino y putas hasta reventar les ayudó a recobrar los ánimos.

La noche era tranquila y el mar estaba en calma permitiendo a la pequeña galera deslizarse sin dificultad en el agua. En la popa, la reina y Serpum miraban la estela ligeramente fosforescente que la embarcación  dejaba en el agua a su paso.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó Nayam.

—No lo sé exactamente. Cuando era niño fui abandonado por mis padres y una familia de campesinos me acogió pero calculo que alrededor de ciento setenta y cinco.

—¿Cómo has podido vivir tanto tiempo?

—Supongo que por una mezcla de sentido común, magia y suerte. —respondió el arcipreste.

—¿Es cierto que utilizas tu magia para mantenerte vivo? —Preguntó ella  insistiendo en el tema.

—En efecto, aunque actualmente supone tal esfuerzo mantenerme vivo que consumo toda la magia que me queda en mantenerme en  forma.

—¿Cómo lo haces?

—La primera parte es muy sencilla, basta con escuchar a tu cuerpo. —dijo Serpum— Cierra los ojos y concéntrate en lo que oyes. Aísla los ruidos externos y concéntrate en el ligero pitido que oyes.

—Lo tengo. —dijo Nayam.

—Poco a poco notaras ruidos distintos, líquidos que fluyen, el corazón que bombea, las tripas que se mueven.

—Si lo oigo todo. —dijo la reina con una sonrisa.

—Ahora céntrate en tus ojos cerrados, en las imágenes brumosas, concéntrate en cada punto y trata de ampliarlo y explorarlo.

—¡Ya lo veo! —exclamó Nayam emocionada. —Veo mi boca, mis pulmones, mi corazón latiendo  con fuerza. También veo mis tripas moviéndose  y también veo...

—¿Qué ves? —preguntó el viejo mago intrigado.

—Veo a mi hijo. —dijo la reina abriendo los ojos y sonriendo— estoy embarazada.

 Los rubios mechones de la joven se alejaban flotando a medida que Albert los cortaba y los tiraba al agua. Los habían estado debatiendo durante un par de días y al final Nissa había dejado a Albert sin argumentos. El fino pelo dorado de la joven volvería a crecer y con el cabello corto podría pasar por un jovencito.

Albert sacó a continuación un tarro con betún del que siempre llevaba encima para oscurecerse la cara durante  las incursiones nocturnas y embadurno el inmaculado rostro de su amante. La joven cerró los ojos y se dejó acariciar por las rudas manos del guerrero disfrutando de ellas por última vez mientras le oscurecía el rostro.

A media tarde encontró un lugar adecuado en un amplio meandro del río y embarrancó la barcaza en un bajío cerca de la orilla. Entraron el  agua caliente y fangosa del río Rumor y lograron llegar a la orilla sin que el agua pasase en ningún momento de su cintura.

Comieron sus últimas raciones y se dispusieron a esperar  que cayese la noche para entrar en  Noab.

Estaban demasiado cerca del camino así que  se agazaparon  observando a la gente que volvía conmovida y abatida del Tannit.

—No debimos prender fuego al templo. —susurró Nissa mientras observaban la irregular procesión de gente—puede haber muerto mucha gente por nuestra culpa. —dijo señalando un hombre que pasaba ante ellos cojeando con un aparatoso vendaje en la rodilla.

—Siento que haya sufrido gente inocente pero no podía permitirme dejar huellas. —replicó Albert— No disfruté con ello, pero volvería hacerlo sin dudar. 

—Lo sé pero no deja de ser cruel.

—Es el deber de un soldado, cumplir la misión que te ha sido encomendada sin reparar en lo oscura que se vuelva tu alma. —dijo Albert con la mirada ausente.

—¿Siempre quisiste ser un guerrero? —preguntó ella.

—La verdad es que no tuve elección. Una vez cada diez años un oficial de la Guardia Alpina visita todas las poblaciones de Juntz y selecciona uno de cada veinte chicos. En mi aldea había cuarenta niños de entre cinco y quince años.   Yo tenía doce años y quería ser granjero como mi padre. Crecí rodeado de animales, los cuidaba y los veía crecer con orgullo hasta que el día de la elección toda mi vida dio un vuelco.

—Yo creí que La Guardia Alpina estaba formada por voluntarios...

—Con doce años, si te ofrecen una vida de aventuras mujeres y riquezas, ¿Crees que hay algún niño que diga que no? —dijo Albert con un ligero tono de amargura en su voz.—Además sabía que mi familia recibiría el sueldo de un Guardia Alpino hasta que fuese mayor de edad lo que suponía que mi padre no tendría que depender de las cosechas durante unos años para criar a mis hermanos.

—¿Te arrepientes?

—Este trabajo  me ha dado muchas cosas buenas, la camaradería, la aventura, el amor... —dijo Albert mirándola— pero también me ha quitado otras muchas. Es probable que nunca llegue a tener una familia.

—¿Y Guldur? —preguntó la princesa.

—Él era el mejor de nuestra  promoción pero era demasiado ambicioso y terco. El coronel Magad lo envío a la fortaleza del norte una temporada. Un lugar frío y desolado en el que las incursiones de los trasgos son frecuentes.  Algo ocurrió allí que le hizo cambiar tan radicalmente que se convirtió en un soldado modélico, hasta tal punto que el jefe de los Guardias le adjudicó la protección de tu hermano. Si tengo que creer el mensaje del arcipreste, probablemente fue en sus vagabundeos en los alrededores de la fortaleza  cuando nos traicionó. —respondió  Albert.

—¿Qué harás si nos topamos con él?

—Huir, por supuesto.

—¿Y si te pidiese que lo matases? —preguntó la joven mirándole a los ojos.

—Te ignoraría. Sé que deseas vengarte de él por haber matado a tu hermano pero tu padre tiene aun más razones que tú para acabar con él y me ha dado órdenes terminantes para que lo eludamos, así que no pienso desobedecer sus instrucciones y ponerte en peligro.

—No es justo.

—La vida no es justa. Ahora ponte este gorro y mézclate con la gente que entra en la ciudad. Yo iré diez pasos por detrás de ti no mires atrás y en un momento estaremos a salvo en el interior de la ciudad.

                                                                               ***

La lluvia seguía cayendo continuamente, sin dar tregua, tal como habían anunciado los meteorólogos y Joey estaba empezando a desesperar cuando recibió la llamada de Judith.

—Hola cariño ¿Qué tal estas?

—He tenido días mejores —respondió Joey un poco mohino— Encima, con este tiempo de mierda no se puede hacer nada.

—¿Y tu madre? 

—Tiene turno de tarde. Comió pronto y marchó con el coche así que no puedo ir a buscarte si eso era lo que querías.

—¡Oh, no! Al contrario yo iré por ahí —dijo Judith— Podemos quedarnos en casa, ver llover, leer un rato...

—De acuerdo —respondió Joey un poco sorprendido— Ven cuando quieras.

Joey comió y recogió la cocina apresuradamente aunque Judith tardó un par de horas en llegar.

Estaba terminando de colocar su habitación cuando un claxon sonó fuera. Joey se asomó a la puerta y vio como Judith salía saludando de  un BMW serie dos descapotable de color negro y echaba a correr hacia el porche para ponerse al resguardo de la lluvia.

—Amber me ha traído en su coche nuevo, espero que no te importe. —Dijo Judith dándole un beso.

—Hola Joey —dijo Amber sacudiéndose las gotas de agua que se habían prendido en su impermeable.

—Hola Amber. ¿El regalo por aprobar química?

—Sí.  ¿Te gusta? —preguntó Amber orgullosa.

—Es muy bonito pero no es muy lógico comprar un descapotable en el lugar más lluvioso de la tierra.

—Lo sé, pero lo vi en el concesionario y no pude evitarlo, fue un impulso.

—Me imagino, de todas maneras a estas alturas deberías saber que no es demasiado bueno dejarte llevar por los impulsos. —dijo Joey.

—Joey, no seas capullo. —dijo Judith en tono serio— El cabrón de Johnny ha hablado con sus colegas y ha puesto a todos en contra suya.

—Estupendo —pensó él— ahora se van hacer amiguitas estas dos.

—Lo siento, Amber. En verdad yo me conformaría con cuatro ruedas y  un motor que funcionara.  —dijo Joey.— Pero pasad, no os quedéis ahí.

Joey las hizo entrar y colgó sus impermeables en el perchero de la entrada. Les sirvió un café y charlaron un rato. Al principio parecía un poco triste pero la conversación pronto se animó y tras un rato decidieron ver una peli de terror.

Joey se quedó haciendo unas palomitas mientras las dos chicas ponían en marcha el DVD. Cuando entró en el salón se encontró a las dos sentadas en los dos extremos del sofá.

—Vamos, —dijo Judith— siéntate en el medio y así las dos podremos llegar a las palomitas. Joey se sentó obediente mientras las dos mujeres que más deseaba en el mundo se sentaban a su lado y apretaban sus cuerpos contra él para poder llegar a las palomitas.

La película era la típica patochada de entidades extraterrestres haciendo putadas a los pobres humanos indefensos. A Joey más que miedo le daba risa, pero cuando se dio cuenta tenía a las dos chicas colgadas de su cuello y la diversión se transformó en una incómoda sensación de vértigo.

Joey tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no arrancarles la ropa y follárselas allí mismo.

—¡Oh! ¡Lo siento! —dijo Amber apartándose cuando terminó la peli— no pretendía...

—No pasa nada.— dijo Judith— Somos amigas.

—Si eso, no pasa nada —dijo Joey tratando de disimular una terrible erección.

—¿Por qué no nos lees algo? —dijo Amber .

—Sí eso, nunca me has leído nada.

—¿Seguro que quieres que lo hagamos? —preguntó Joey no muy seguro de que pretendían aquellas dos.

—¡Sí! —contestaron las dos al unísono.

Disimulando como pudo la tienda de campaña, Joey se levantó y se dirigió a su habitación para traer el ordenador al salón.

                                                                              ***

Baracca se asomó a la proa  y escudriño los alrededores del puerto. Como siempre, el muelle comercial era un hervidero de mercancías. Solo con pensar en tener un par de barcos más y poder atacar aquel puerto se le hizo la boca agua.

—Mi capitán, hemos arriado las velas y hemos soltado el ancla.

—Muy bien, Moser. Arriad los botes y que toda la tripulación se tome la mañana libre, que Daud y Briss hagan la guardia hasta que todo el mundo vuelva.

Moser asintió obediente e hizo una reverencia aprovechando para mirar el culo de su joven capitana enfundado en los ajustados pantalones de cuero marrón y su pechos grandes y sugerentes temblar en el interior de la camisa de algodón.

—Vamos, ¡Muévete! —dijo ella divertida agarrándose la melena de pelo negro ligeramente rizado con un cordón.

Ser la capitana de un barco pirata y estar rodeada de hombres sedientos de sexo no era un trabajo fácil, pero una vez que se ganó su respeto supo que eran suyos hasta la muerte.

Baracca bajó hasta una de las chalupas y se dirigió a las aduanas para hablar con el comandante del puerto. La gran ventaja de ser mujer es que como nadie la tomaba demasiado en serio, ninguna persona de ese lugar se imaginaba que no era la comerciante poco escrupulosa que aparentaba ser. Con un poco de dinero en las manos adecuadas se evitaban preguntas sobre manifiestos y origen de la carga y se hacían tratos que beneficiaban considerablemente a ambas partes.

—Hola  barrilete —dijo ella saludando al jefe de los aduaneros, un tipo bajito y gordo que llevaba en el puesto desde tiempos inmemoriales.

—Hola Baracca, por favor no me llames así, los empleados están escuchando y luego me gastan bromas. —dijo el hombrecillo secándose la frente con un pañuelo— ¿Qué me traes?

—Doscientos paños del mejor algodón de Gandir y un cargamento de madera de teca.

—¿Seguro que es teca? —preguntó el funcionario consciente del valor de una madera tan noble en un país desértico.

—Puedes verlo tú mismo cuando me des el permiso para descargar.

—¿El manifiesto de carga?

—Aquí tienes —dijo ella alargando un fajo de papeles a todas luces falsos pero acompañados de una bolsa de monedas.

El funcionario la sospesó durante unos momentos y antes de que pusiese una objeción Baracca le dio otro puñado de coronas para terminar de convencerlo.

Tras un pequeño instante de suspense el hombrecillo sonrió con astucia y selló el manifiesto con el escudo real antes de devolvérselo a Baracca autorizándole a descargar sus mercancías.

Al salir del edificio de las aduanas le mostró el manifiesto sellado a Moser, le  dio instrucciones para que descargasen el velero esa misma tarde y se dirigió a la taberna del puerto.

A medida que se acercaba a la multitudinaria posada de Umpol notaba como todo su cuerpo se iba calentando y una deliciosa sensación de comezón irradiaba desde su vientre expandiéndose por todo su cuerpo.

Tras varios meses en el mar rodeada de hombres duros que la deseaban, obligándose a no mantener ningún contacto con ellos para preservar su autoridad, necesitaba desfogarse a  cualquier precio.

Al entrar en la posada, una mezcla de olor a humanidad y aceite refrito asalto sus fosas nasales. Hubo una época en la que un antro así la hubiese repelido, pero ahora entre aquella gente ruidosa y maloliente se sentía como en su casa. En ese lugar todo el mundo la respetaba, nadie sabía a qué se dedicaba exactamente, pero habían bastado un par de palizas a unos borrachos despistados para que todo el mundo supiese que no era una mujer a la que conviniese cabrear.

Se acercó a la barra y pidió un vaso de aguardiente de cerezas. El viejo Umpol  le acercó la bebida con un guiño y se alejó para atender nuevas comandas. Baracca se dio la vuelta y observo el personal allí reunido. Era la típica mezcla de marineros buscando barco, borrachos y buscavidas.

Todos habían girado su cabeza hacia ella en cuanto entró por la puerta. Baracca sabía que con su piel olivácea, su figura curvilínea y su rostro de labios sensuales y nariz pequeña podía llevarse a cualquiera de aquellos hombres a una de las habitaciones así que con premeditada lentitud, se dedicó a observar y devolver las miradas de aquellos salidos una a una, disfrutando de la ardiente necesidad con la que le aguijoneaba su bajo vientre.

Después de recorrer los rostros de casi todos los presentes se fijó en un joven de aspecto desenfadado, no muy fuerte pero de rostro atractivo y adornado de una cuidada perilla. La ropa que llevaba era  sencilla pero los pantalones de cuero y la camisa estaban limpios y cuidados.

Al notar el interés, el joven se acercó y le invitó a un aguardiente.

—Hola soy Kassar —dijo el joven saludando con una sonrisa que poseía aun todos sus dientes.

—Yo me llamo Baracca. —replicó ella echando un vistazo al pecho fuerte y moreno que se adivinaba por la abertura de la camisa.

—¿Y qué hace una mujer como tú en este antro apestoso? —dijo él intentando parecer quisquilloso.

—¿De veras voy a tener que aguantar todo este rollo y perder un tiempo precioso en el que podríamos estar follando como bestias del Bosque del Azor? —le interrumpió la capitana con un hastío fingido.

El hombre, descolocado, hizo una mueca de desconcierto que a la joven le resultó encantadora. Disfrutando de la desorientación del joven, lo cogió de la mano e hizo una seña al posadero que le lanzó la llave de la habitación de siempre.

—Vamos, no tengo ni tiempo ni ganas para tonterías. —dijo Baracca— te necesito ya.

                                                                              ***

—¿Baracca soy yo? —preguntó Judith.

—Sí,  ¿Te gusta el personaje? —replicó Joey.

—No sé, es un poco descarada. Yo no soy así.

— Bueno, yo te veo valiente, independiente e inteligente, no me imaginaba otro papel  para ti en esta historia que no fuese el de una astuta pirata.

—Astuta y caliente. —dijo Amber mordiéndose los labios.

—Es que no me veo entrando así en una posada buscando sexo...

—Ponte en situación. —respondió Joey— Llegas a tierra después de varios meses de navegación, soportando tempestades y asaltando naves enemigas con tu vida en constante peligro, rodeada de hombres rudos, musculosos y semidesnudos a los que no debes tocar para poder mantener la disciplina. ¿Cómo te sentirías tú en su lugar?

—Entiendo, —dijo Judith.

—Basta ya de explicaciones  y continua leyendo. —intervino Amber con voz ansiosa.

                                                                              ***

Baracca cogió al joven por las solapas y tiró de él escaleras arriba ante la mezcla de rechifla y envidia de la parroquia allí reunida.

Entraron en la habitación y la capitana cerró la puerta y tiró la llave a un lado.

Kassar intentó acercarse pero Baracca lo empujó sentándolo en la cama y se quedó observándole.

La pirata quería que el joven estuviese tan hambriento como lo estaba ella, así que se alejó un poco y comenzó a acariciarse el cuerpo ante él. Kassar observó quieto y en silencio como aquella desconocida se sacaba la falda de la blusa de debajo de los pantalones de cuero y se estrujaba sus pechos grandes y tiesos con un gemido de placer.

Cada vez que él hacia un amago de levantarse Baracca se lo prohibía con un gesto. Poco a poco se fue quitando las botas que le llegaban hasta las rodillas y los pantalones de cuero, dejando solo la blusa de tenue algodón tapando su cuerpo hasta la altura de medio muslo.

Los labios del joven temblaron como queriendo decir algo para luego no articular palabra intentando no romper el hechizo. A través de la fina tela de algodón de la blusa podía ver la forma de los pechos de la mujer y los dos puntos oscuros que señalaban los pezones. Deseaba acercarse, pellizcar esos pezones y chuparlos hasta hartarse pero la mirada autoritaria de la joven desconocida se lo impedía.

Baracca se acercó un poco más y apoyó una rodilla en la cama al lado de la pierna de Kassar. La fina tela de algodón resbaló  muslo arriba, dejando a la vista unos poco pelos oscuros y sedosos por debajo del borde.

Kassar sintió como su polla se revolvía intentando romper el pantalón y entrar en contacto con aquel delicioso coño.

Baracca se sentó finalmente encima del hombre y dejando que le agarrase por la cintura le besó. A ése le siguió un segundo beso y otro más, a cual más húmedo, violento y lujurioso. Kassar no se quedó quieto y la abrazó apretándola contra él y acariciando su espalda con las manos.

Baracca se sintió morir de deseo, las manos del joven se volvieron más osadas y tantearon sus pechos y acariciaron sus pezones que se endurecieron inmediatamente enviando chispazos de placer por todo su cuerpo.

Kassar deslizó la lengua por su  cuello y sacando uno de los pechos por la abertura de la blusa se lo metió en la boca. Baracca no pudo evitar estremecerse de arriba abajo cuando la lengua y los labios de aquel joven contactaron con sus pezones. El placer fue tan intenso que creyó que iba a correrse allí mismo. Jadeó intentando mantener la compostura y de un tirón se sacó la blusa dejando su espléndido cuerpo a la vista de su amante.

—Cómemelo todo. —dijo con la voz ronca de deseo.

Kassar la tumbó sobre la cama y quitándose la ropa apresuradamente se inclinó sobre ella. Baracca cerró los ojos y se limitó a sentir los labios del hombre correr por su cuerpo dejando estelas de fuego en su piel. Kassar jugueteó un rato con sus pezones lamiéndolos con suavidad y mordisqueándolos a placer, pero la joven no solo disfrutaba de estas caricias sino de el peso del cuerpo de aquel desconocido sobre ella y de su polla dura y caliente rozando sus muslos.

Kassar siguió acariciándole sus pechos con las manos pero su boca fue bajando, besando y mordiendo su vientre, sus costados, su ombligo...

Siguió bajando por su cuerpo y ante la frustración de Baracca pasó por alto su  monte de venus y se dedicó a recorrer sus piernas y sus pies lamiendo y chupando, haciendo que su sexo hirviera de deseo. Acostumbrada a coger lo que quería Baracca agarró por el pelo al joven y de un tirón acercó aquel rostro atractivo a su sexo.

El contacto con los labios de Kassar le obligó a combar su cuerpo por el placer. El hombre abrió con suavidad el coño de Baracca y lamió y mordisqueó sus partes más sensibles y delicadas hasta que un orgasmo largamente deseado recorrió todo su cuerpo atenazándola.

—¡No te pares, por los dioses!  —dijo ella.

Kassar se separó con su miembro enhiesto y preparado como una lanza. Baracca abrió sus piernas mostrando al hombre su coño rojo y brillante por los flujos del orgasmo mientras disfrutaba de esa sensación mezcla de incertidumbre y deseo previa a la penetración.

Aquella lanza dura y caliente se hincó con facilidad hasta el fondo de las entrañas de la joven pirata. Todos los nervios de su cuerpo parecieron electrizarse mientras el joven empujaba entre sus muslos con todo el peso de su cuerpo. Baracca se agarró a sus hombros hincando su uñas en la piel y bajando la vista para poder observar como aquel miembro ardiente entraba y salía de su cuerpo.

Kassar se apartó de nuevo y tumbándola de  costado se acostó tras ella y la penetró de nuevo. Baracca sintió entonces como las manos del joven se adelantaban para acariciar su pubis a la vez que la penetraba. Notó los dedos del joven buscando entre sus piernas y encontrando su clítoris para a continuación acariciarlo con rudeza. Una sensación de quemazón y placer se fue haciendo más intensa hasta provocarle un nuevo orgasmo.

Complacida se separó del joven y se puso a cuatro patas separando las piernas jadeante esperando que le montara de nuevo, pero no paso nada. Baracca se giró y vio como el hombre  observaba su cuerpo estremecido y sudoroso mientras se acariciaba su miembro.

—¡Vamos! —exclamó la pirata inclinando un poco su torso y moviendo el culo para atraer al hombre.

La polla de Kassar entró con fuerza en su sexo haciendo temblar todo su cuerpo. Baracca sintió como le agarraba por las caderas y empujaba con todas sus fuerzas en su interior. La salvaje cabalgada duro unos pocos minutos más hasta que la joven sintió como un liquido ardiente invadía su coño en sucesivas oleadas llevándola de nuevo a un tercer y más  prolongado orgasmo.

—¿Ha estado bien? —preguntó el hombre jadeando.

—No ha estado mal.  —respondió Baracca  levantándose y poniéndose la blusa.

—¿Ya te vas? —preguntó Kassar extrañado.

—¿Qué esperas? ¿Una declaración de amor?

—No, pero  no sé...

—Vístete si no quieres pagar la habitación, Umpol cobra por horas. —le interrumpió Baracca con deliberada frialdad saliendo por la puerta.

Baracca bajó por las escaleras satisfecha sin volver la vista atrás. Le devolvió la llave al posadero y le pidió una cerveza fría para refrescarse. La mayoría de la gente se había ido a comer a sus casas y solo quedaban unos pocos despistados así que  pudo elegir un asiento cómodo para disfrutar de su cerveza.

Kassar bajó pocos minutos después y salió del establecimiento a paso ligero aparentemente enfadado. Baracca sonrió y echó un nuevo trago a su cerveza.

Pocos segundos después la puerta se volvió a abrir y un hombre entró en el establecimiento. A pesar de intentar disimular su aspecto la joven se fijó en sus movimientos seguros y precisos, su melena negra y sus ojos azules. Un escalofrío  que jamás había sentido antes recorrió todo su cuerpo.

                                                                              ***

—¿A que escribe tan bien como folla? —dijo Amber suspirando y estirándose.

El perfume de Amber asaltó las fosas nasales de Joey provocando turbadores recuerdos en el joven. Judith se abrazó a él y asintiendo le dio un largo y húmedo beso.

—Hacéis una bonita pareja. —continuó Amber con un aire soñador.

—¿Y lo tuyo con Johnny? —preguntó Judith.

—Más muerto que Elvis. —respondió Amber—desde que le dejé no hemos vuelto a hablar y  no sé qué coños les ha contado a mis amigas que me han retirado la palabra.

—Lo siento mucho. —dijo Joey.

—No lo sientas tanto, en estos momentos es cuando conoces a tus verdaderos amigos. Nunca pensé que todo este lío acabaría así, pero  no me arrepiento de nada de lo que he hecho. He descubierto que el hombre con el que estaba dispuesta a compartir mi vida es un imbécil narcisista y un delincuente en potencia y que mis amigas son unas harpías dispuestas a darme una puñalada trapera a la mínima oportunidad.

—Quiero que sepas que no estás sola —dijo Judith agarrando la mano de Amber   uniéndola a la de Joey.—ahora nosotros somos tus amigos.

—Gracias —replicó Amber emocionada abrazando a ambos.

—Bueno basta de cariñitos —interrumpió  Joey —Si no salimos ahora mismo no llegaremos a tiempo de repartir la cena.

—Yo os llevo —dijo Amber levantando en alto las llaves de su flamante BMW. 

Guía de personajes:

Reino de Juntz.

Rey Deor II: Soberano de Juntz.

Eldric: Único hijo varón del rey Deor. Príncipe heredero de Juntz. Prometido con Nayam de Gandir.

Nissa: La hermana de Eldric. Prometida con Taif príncipe heredero de Gandir.

Serpum: Conocido en la corte de Juntz como el arcipreste. Preceptor de los hijos del rey y fiel amigo y consejero del soberano. Tiene un oscuro pasado que solo el Rey Deor conoce.

Coronel Magad: Jefe de los Guardias Alpinos La élite del ejército de Juntz

Almirante Stallion: comandante de la flota de Juntz

Albert:  Miembro de la Guardia Alpina y guardaespaldas de Nissa.

Guldur: Compañero de Albert en la Guardia y guardaespaldas del príncipe Eldric.

Fugaz: Caballo del príncipe Eldric.

Reino de Gandir.

Accab I: 2º rey de la decimotercera dinastía de Gandir.

Taif: Primogénito del rey Accab y heredero al trono de Gandir.

Nayam: Princesa de Gandir.Primera hija de Accab. Prometida al príncipe heredero de Juntz y tras su muerte del rey Deor.

Reino de Irlam

Senabab: Rey de Irlam.

Yamín: Gran visir del rey.

Kondra : Madame del prostíbulo más lujoso de Senabab.

Swich: Espía de Juntz en Veladub.

Nesgar: Posadero ladrón y traficante de seres humanos en Veladub.

Vulk: Cómplice y guardaespaldas de Nesgar.

Amwar: Supremo sacerdote de Veladub.

Piratas

 

Baracca: Capitana del   Tormenta.

Moser: Lugarteniente de Baracca y contramaestre del  Tormenta.

Algún lugar en la costa oeste de los EEUU

Joey: estudiante y autor de la princesa blanca. Enamorado de Amber.

Amber: Jefa de las animadoras.

Sres. Kingsey: Padres de Amber.

Johnny:  Novio de Amber y quarterback del equipo.

Mike: Mejor amigo de Joey y loco del skate.

Judith: Amiga y compañera de Joey desde la infancia.

Robert y Nora Rosen: Padres de Judith.

Srta. Freemantle: Profesora de química en el instituto dónde estudia Joey.

Lisa: Madre de Joey.

He colgado un mapa de los tres reinos en esta URL por si queréis consultarlo. Lo hice para mi propio uso a la hora de escribir la historia, así que no esperéis una obra de arte.

[URL=http://www.subirimagenes.com/otros-mapaprincesablanca-8904614.html][IMG]http://s2.subirimagenes.com/otros/previo/thump_8904614mapa-princesa-blanca.jpg[/IMG][/URL]

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Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 12.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 11.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 10.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 9.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 8.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 7.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 6.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 5.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 4.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 3.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 2.

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Hércules. Capítulo 20. Un Nuevo Jugador.

Hércules. Capítulo 19. Joanna.

Hércules. Capítulo 18. Primera Misión.

Hércules. Capítulo 17. Adiestramiento.

Hércules. Capítulo 16. Un nuevo Hogar.

Hércules. Capítulo 15. El juicio.

Hércules. Capítulo 14. El Ángel Negro.

Hércules. Capítulo 13. Entre rejas.

Hércules. Capítulo 12. Detención.

Hércules. Capítulo 11. Furia Ciega.

Hércules. Capítulo 10. Siguiendo el rastro.

Hércules. Capítulo 9. Amor cruel.

Hércules. Capítulo 8. Tierra Prometida.

Hércules. Capítulo 7. De Compras.

Hércules. Capítulo 6. Akanke.

Hércules. Capítulo 5. Un buen partido.

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