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La cabeza del mono (7)

en Grandes Series

9 de Julio

 

 

 

Querido Diario, no sabes las ganas que tenía  de salir de casa. El aire caliente, espeso y apestoso de Madrid me parecía miel y los pitidos del tráfico música celestial. Todavía un poco machacada, decidí pasar del gimnasio y fui directamente al trabajo.

Al llegar al bufete todos me recibieron con cariño o eso me pareció. En mi oficina me esperaban un montón de papeles y de correo retrasado así que me puse manos a la obra y calculo que con un par de jornadas maratonianas más me pondré al día.

Como estaba muy ocupada le pedí a Sandra que me comprase un sándwich vegetariano cuando bajase a comer. Me lo trajo a las dos de la tarde y de paso me dijo que al final la cena sería el martes siguiente. Le di las gracias y me dirigí a la pequeña cocina del bufete para conseguir algo fresco de beber. Allí me encontré con Karina que bebía un zumo con la misma obsesión apresurada con la que lo hacía todo.

-Hola Karina –saludé.

-Hola jefa, antes de nada permítame darle las gracias por haberme dado esta oportunidad.

-Primero, todos mis empleados me tutean y segundo la mejor forma de darme las gracias  es obedecer en todo a Cristóbal y aprender rápido para serle lo más útil posible. Creo que contigo he dado con un diamante en bruto, si no me decepcionas tendrás un brillante futuro aquí.

-De todas maneras gracias –insistió Karina secándose los labios con una servilleta de papel –Ahora tengo que irme, mi jornada empieza dentro de dos minutos.

-Muy bien, que tengas un buen día –dije dándole un bocado a mi sándwich.

La tarde transcurrió  lentamente entre formularios y reuniones con el equipo de contabilidad. Las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina y quería tenerlo todo en orden antes de irme.

Antes de marchar me pasé por el despacho de Cristóbal. Eran las 8:30 y aún estaba inclinado sobre sus papeles.

-Cristóbal, ¿Podemos hablar un momento?

-Adelante Vicky, siéntate –dijo Cristóbal liberando una silla de un montón de expedientes -¿Qué necesitas?

-Sólo quería saber si Karina te está resultando útil.

-Está muy verde, normal en su situación. Pero tenías razón en eso de que aprende rápido. Además trabaja como una mula y con una minuciosidad sorprendente. En una semana estará lista y me descargará de la parte más sencilla de mi trabajo.

-Perfecto, pero trátala bien y no la sobrecargues,  quiero que cumpla el horario a rajatabla. –le dije a Cristóbal en plan protector mientras me levantaba.

-Entendido, no abusaré de la chica más de lo imprescindible. –replicó con una sonrisa volviendo a inclinarse sobre sus papeles.

 

10 de Julio

Querido Diario, hoy he vuelto a la consulta de Enrique. Lo primero que ha hecho ha sido preguntar por mi salud. Creo que el retraso en volver a su consulta ha sido mucho peor para él que para mí, tras esa leve digresión me llevó casi a empujones al cómodo sofá que usa con sus pacientes y cogiendo una libreta comenzó a hacerme unas preguntas.

-Hay una cosa que no abordamos el otro día y que resulta del todo interesante para saber qué es lo que pasa por tu cabeza. Aún no me has contado como te tomaste el cambio de sexo. ¿Qué me puedes decir del proceso?

-Bueno, la verdad es que todo ha pasado tan rápido y con tan pocas opciones por mi parte que no he pensado mucho en ello. –Dije poniéndome cómoda –Al principio me lo tomé muy mal. De hecho si hubiese podido moverme en el momento que Helena me dio la noticia, la hubiese estrangulado con mis propias manos. Durante un corto espacio de tiempo pensé que me había metido en el cuerpo de una mujer a posta sólo para vengarse de todas las putadas que le he hecho a lo largo de nuestro matrimonio. Luego cuando me explicó  las dificultades que se presentan a la hora de encontrar un donante y la fascinación que ejercía todo este asunto en ella comprendí que solo se había limitado a matar dos pájaros de un tiro.

-¿Dos pájaros de un tiro?

-Salvarme la vida y hacer el trasplante más complicado de la historia por supuesto.

-¿Y después?

-Con el paso de los días, mucho más rápido de lo que ambos esperábamos, empecé a sentirme como una mujer y aunque no lo creas casi no hubo conflicto. Creo que Helena se quedó algo decepcionada por mi falta de pataleo y por lo que veo tú también.

-No pretendo exasperarte pero es que se me hace muy difícil de digerir que una persona cambie de sexo con esa facilidad, hasta las personas que cambian de sexo voluntariamente tienen dudas y se les somete a un intenso estudio psicológico antes de proceder a operarles. De hecho yo he realizado alguno de estos análisis y en todos los casos las personas sufren dudas antes y después del cambio y su transición en el mejor de los casos es complicada.

-Si, a mí también me resulta desconcertante cuando pienso en ello, Helena dice que mi diferencia con ellos es que yo conservo el aparato reproductor completo, Yo desde el primer momento sabía que mi cuerpo era un cuerpo completo de mujer y así me sentía.

-Interesante, no había caído en ello. El poder que ejerce las glándulas endocrinas del sistema reproductor tanto a nivel mental como somático es indudable y es cierto que las dudas que tienen los transexuales son muy similares a las pacientes ovariohisterectomizadas, creen que nunca serán una mujer completa. En fin ¿Por dónde íbamos?

-A finales de ese mismo año salí del hospital con un nuevo cuerpo y una nueva identidad. Los primeros días me sentí un poco rara, pero es curioso, no era por el hecho de ser mujer, sino por la forma distinta en que todo el mundo me trataba por el hecho de serlo. No sé si me explico.

-Creo que sé a qué te refieres, el mundo de las mujeres es totalmente diferente al de los hombres.

-En efecto, y el mayor cambio es en el trato con los hombres. Acostumbrada como estaba a hacer clientes en cualquier sitio principalmente en bares a altas horas de la madrugada con un par de pilinguis a mano, las negociaciones se alargan y tengo que emplearme a fondo para conseguir algo que en mi vida anterior hacía sin tanto esfuerzo explotando la complicidad entre colegas del mismo sexo y dejando que le resto lo hiciese el prestigio del bufete.

-En eso la edad también habrá tenido algo que ver.

-Por supuesto que en un primer momento resulta un obstáculo, pero en cuanto empiezo a hablar la mayoría reconocen enseguida mi capacidad y experiencia.

-¿Te gusta volver a tener veintitantos?

-En el fondo he tenido suerte, pero lo que realmente me gusta es conservar mi  mente de cincuenta y pico. ¿Nunca has pensado que ojala supieses todo lo que sabes ahora cuando tenías veinte años?

-En efecto, -asintió el comecocos –me hubiese ahorrado algunos dolorosos errores pero en fin, de ellos se aprende.

-La verdad es que mi vida ha cambiado tanto que en algunos aspectos soy como una quinceañera inexperta. –repliqué yo.

-Supongo, uno de esos temas será el sexo… ¿Has tenido relaciones sexuales en este tiempo?

-Vaya, ya tardabas en sacar el tema. –Respondí fastidiada –todos los loqueros tenéis que ver la causa de todo en el sexo. ¿En mi caso que será? ¿Envidia de pene?

-No dramatices Victoria, sabes perfectamente que siendo como eras una persona muy sexual  por lo que me ha contado Helena, éste debe ser el cambio que peor deberías llevar.

-Lo que peor llevo y de lo que apenas hemos hablado hoy son mis recuerdos heredados, -dije haciendo enrojecer de vergüenza al doctor –pero ya que quieres saberlo la mayor desgracia es saber los pensamientos que pasan por la cabeza del hombre más honrado cada vez que ven a una mujer como yo. La mayoría de las mujeres cuando se enrollan con un hombre confían ciegamente en que les hará disfrutar y no les harán daño. Los hombres en ese mismo caso, y no hace falta que te lo diga, se limitan a calcular hasta donde pueden llegar sin que se les vaya todo de las manos.

-Y todo esto, ¿En qué se tradujo la primera vez que escogiste una posible pareja?

-Que la dejé plantada a pesar de que sentía un fuerte atractivo por él y estaba totalmente segura cuando quedamos, Una vez en casa lo pensé bien y el hecho de que en un momento dado, si quisiera, podría hacerme lo que le diese la gana me intimidó y no pude acudir a la cita, ni  siquiera para cenar.

-¿Y eso ha sido todo?

-No, la siguiente vez salí con una amiga, y entre la seguridad con la que actuaba ella y el alcohol conseguí líbrame de mis miedos y fue muy placentero. –dije yo mientras sonaba la alarma de final de la sesión y me levantaba del sofá dejando entrever al doctor un poco más de carne de lo que debería.

La verdad querido diario es que está sesión no ha sido como esperaba pero ese tipo me está ayudando a reflexionar sobre temas que daba por hechos, No sé si todo esto me hará bien pero me está resultando la mar de interesante.

15 de julio

 

 

Querido Diario, he vuelto a tener una reunión con las chicas del barrio. Sandra como anda empirulada puso una excusa bastante tonta y al final fui sola. Temía encontrarme un poco desplazada pero la verdad es que durante la cena, otra vez en el mismo sitio, lo pase bastante bien. Me preguntaron un poco sobre Arty ya que soy la única que lo conoce y les conté lo poco que sabía de él, lo cual no les impresionó demasiado. Incluso llegamos a hacer una porra apostando cuanto tiempo durarían. Yo, que los he visto juntos fui la que les dio el tiempo más largo, diecisiete meses. Después le conté mi aventurilla con su colega y adornado un poco la historia, logré que se retorcieran de risa con la desesperada llamada telefónica de César.

Más tarde, con unas copitas de más, sometimos nuestra siguiente actividad a referéndum. Ante el disgusto de Gina, que estuvo haciendo campaña toda la noche para contratar un boy, ganó el bingo por un estrecho margen.

Hacía tiempo que no me divertía tanto. Compramos unos cuantos cartones, pedimos unas bebidas y nos sentamos en una  mesa grande en el centro. El lugar, para mi sorpresa estaba lleno a pesar de ser un día de diario, así que, cuando un anciano se sentó a mi lado no tuve más remedio que aguantarme y apartar mis cartones para hacerle sitio en la mesa.

-Eres nueva por aquí ¿verdad? –Dijo el hombre sin esperar respuesta –Soy Sergio y me encanta este sitio, vengo casi todos los días. Te aseguro que repetirás jovencita.

-Victoria, encantada. –respondí dándole la mano sin entusiasmo.

El hombre, fingiendo no darse cuenta de que yo ponía toda la atención en mis cartones siguió hablando, contándome su vida como jubilado. Dejando caer su desahogada situación económica y tachando numeritos sin hacer caso de sus cartones.

Transcurrida una hora yo aún ni me había acercado a ganar nada y el anciano tenía dos cartones casi completos, pero concentrado en mí con casi todos sus sentidos.

-Verás Victoria, ahora que nos conocemos querría proponerte algo. Sé que con tus veintipocos piensas que no hay nada que aprender de una persona como yo. A mí me pasaba lo mismo a tu edad, pero ahora viéndolo con la perspectiva que me dan mis sesenta y siete años ojalá hubiese tenido alguien que me hubiese guiado.

-¿En qué? –le pregunté divertida al viejo verde.

-En el sexo por supuesto. Me gustaría invitarte un fin de semana a  mi casa de campo en Segovia. Te aseguro que no te arrepentirás.

-Estás de coña. ¿Alguna vez te ha servido esa técnica de algo?

-Con ninguna por debajo de los cuarenta y cinco, pero eso no quiere decir que no lo siga intentando y francamente eres de largo la mujer más hermosa con la que he charlado en mucho tiempo, probablemente en toda mi vida.

-No, gracias –repliqué absurdamente halagada –creo que soy demasiado joven para que se me muera alguien encima mío aunque reconozco que eres un amor.

En ese momento, ante la atenta mirada de mis compañeras de mesa le di  un beso en los labios mientras le cambiaba uno de mis cartones más cutre por uno de los del anciano casi lleno.

El hombre quedo tan sorprendido que ni se enteró.

En ese mismo momento la tipa cantó los dos últimos números del cartón que acababa de apañar. Me levanté como un resorte y me puse a gritar como una loca.

Después de las comprobaciones pertinentes recogí “mis” doscientos cincuenta euros e invité a toda la mesa a unas copas. Pasamos el resto de la noche comprando cartones y bebiendo copas aunque  ni Sergio, ni nosotras, conseguimos ganar nada más. Cuando nos levantamos para irnos, el anciano nos despidió con un beso en la mano a cada una y agradeciéndonos una deliciosa velada.

Llegue a casa a las cuatro y media de la mañana con ciento veinte  euros de más y borracha como una cuba. Igualito que en los viejos tiempos, sólo que sin nadie que estuviese esperándome en casa con cara de pocos amigos.

17 de Julio

Querido Diario hoy he vuelto a tener sesión con el loquero.  Esta tarde estuvimos hablando de mis sueños. Creí que iba  a ser una sesión esclarecedora pero la verdad es que he quedado algo decepcionada. Empecé contándole mis sueños a Enrique con todo lujo de detalles. Enrique escuchaba fascinado y de vez en cuando me hacía una pregunta o puntualizaba algo.

 Cuando terminé se quedó un momento en silencio reflexionando y después de pensarlo me pregunto cómo me sentía tras los sueños. Yo respondí que me resultaban tan reales que podía sentir el terror de mi inquilina y la certeza casi absoluta de que iba a morir en ese cuarto de baño y que  cuando me despertaba, en vez de mitigarse los recuerdos se enriquecían con nuevos matices haciendo que esa horrible sensación se prolongara en el tiempo.

Cuando terminé de explicarle esas horrorosas sensaciones, él, sin darme tregua, me preguntó qué sentimientos tenía acerca de las víctimas. Yo no supe que responder. Me daba una pena horrible en el momento, pero cuando me recuperaba no dejaba de ser una desconocida. No voy a decir que no me afectara pero al mismo nivel que cuando eres testigo de un accidente de tráfico...

Cuando le conté que había investigado un poco y le expuse los resultados de la investigación, Enrique me preguntó si no pensaba acudir a la policía.

Le dije que prefería ser práctica, sabía que “mi amiga” estaba muerta y nada de lo que hiciese le devolvería la vida y en mi caso estaba segura de que si esos tipos se enteraban de que podía identificarles no dudarían en deshacerse de mí, además de que me vería obligada a revelar mi condición para hacerlo con las consabidas consecuencias jurídicas para mí y sobre todo para Helena.

Sorprendentemente Enrique no me rebatió ninguna de mis razones, se mostró bástate comprensivo aunque también me sugirió que debía pensar en la familia de esa pobre chica, que nunca podría  descansar en paz  hasta que supiesen lo que había ocurrido.

La conclusión es que al final de la sesión estaba tan confusa como al principio. No tenía ni idea de lo que debía hacer y cuando le pregunté al doctor, me dijo que esa no era su labor, que lo que estaba haciendo era ayudarme a ver el problema desde distintas perspectivas.  

De momento creo que me voy a limitar a seguir sus instrucciones al pie de la letra y tomar en consideración todas las vertientes del problema. Con un poco de suerte el sabueso dará con una buena pista y solucionará el caso sin mi ayuda.

18 de Julio

 

 

Querido Diario, no sé si será por los virus,  por la somera investigación que realicé durante mi convalecencia o por las charlas con Enrique, pero el caso es que no he vuelto a tener pesadillas hasta hoy. Sé que hace menos de quince días de la última pesadilla pero el simple hecho de dormir todos estos días sin la ayuda de los narcóticos y sus correspondientes efectos secundarios es una liberación.

La vida es casi perfecta.

30 de Julio

 

 

Querido Diario, a veces los abogados damos asco. El día empezó bastante bien, a pesar de que  a las siete de la mañana ya sobrepasábamos los veintiocho grados, el climatizador del Jaguar y la casi total ausencia de atascos por las vacaciones lograron compensarlo. También la mayoría de los gilipollas, traficantes y estafadores están de vacaciones en Ibiza o en el extranjero con lo que apenas había trabajo hasta que llegó Vargas con su hijo.  Y menuda joya de hijo.

Cuando Sandra me avisó de que estaban allí, le dije que los hiciese pasar a la salita de mi oficina y que les hiciese esperar un rato hasta que yo la llamase a pesar de que estaba libre. En cuanto se sentaron me di cuenta desde mi mesa que el asunto era grave. Desde el otro lado de la puerta observé a Vargas revolverse inquieto en el asiento tironearse de la elegante barba y echarle miradas asesinas  a su hijo. El chico, de unos diecisiete años, estaba allí sentado la mar de tranquilo, jugando con el móvil  como si la cosa no fuese con él.

Aproveché el tiempo para refrescar mis conocimientos. Guillermo Vargas era el dueño de una fábrica de gres. Durante el boom inmobiliario se había forrado y había sido lo suficientemente listo para diversificar sus intereses, con lo que no se había arruinado como mucha de la competencia. Procedente de una familia bien de Barcelona y educado en los mejores colegios y universidades de Europa era uno de los pocos clientes  con los que me gustaba tratar. Además era una de las cuentas más abultadas del bufete por lo que no podíamos negarle nada...

Después de veinte minutos ya había visto suficiente y llame a Sandra para que los hiciese pasar.

Una vez dentro, después de los saludos y las presentaciones, les indiqué el tresillo de cuero que había en una esquina y yo me senté en un butacón. No me pasó desapercibida la mirada del chico. Me costó, aunque ya estoy  acostumbrada a que los hombres me desnuden con la vista pero la mirada de aquel chaval, además de ser lasciva era tan torva que me provocó un escalofrío que apenas pude disimular.

-Bueno, vosotros diréis. –comencé yo rompiendo el hielo.

-No sé muy bien por dónde empezar –dijo Vargas carraspeando –El caso es que han acusado a mi hijo de violación. Por supuesto mi chico es inocente, el sexo fue consentido.

Por los gestos de Vargas, no creía que esa fuese toda la verdad, por los gestos del hijo, le creía muy capaz de haberlo hecho. Pero si hay algo que un abogado debe sospechar, pero no debe saber a ciencia cierta es la verdad. Así que ni le pregunté directamente, ni hice ningún gesto que le hiciese pensar que no le creía.

-Vale, no te preocupes, -dije intentando calmarle un poco -¿Han dictado orden de prisión contra el chico?

-No me llames chico –me interrumpió amenazante.

-Tú te callas Nico –le espetó su padre- como debería llamarte es gilipollas. En cuanto a lo de la orden, cuando la he recibido, he dicho que no estaba en casa lo cual era cierto, he ido a buscarlo y lo he traído hasta aquí.

Nico le fulminó con la mirada pero no dijo nada. Eso era bueno, por lo menos no necesitaríamos estar pendientes de que dijese tonterías en el juicio.

 -Perfecto. –Dije levantando el auricular- Lo primero que haremos será hablar con el juez que lleva el caso y concretar las condiciones de su entrega voluntaria. Es una formalidad nos pedirá su pasaporte y concertará una vista para tu libertad condicional en un par de días, hasta ese momento no creo que Nico tenga que dormir en los  juzgados si no tiene antecedentes. Voy a llamar a Elsa, será la que se encargue de la defensa.

-Preferiría un hombre –dijo Vargas.

-Lo entiendo pero tanto el juez como el jurado se sentirán más proclives a creernos si una mujer se sienta al lado de su hijo sin mostrar miedo alguno.

En ese momento entró Elsa en mi oficina. Elsa era una mujerona de cuarenta y pocos años con ojos claros y una expresión dulce en su rostro que ocultaba una mujer extremadamente lista y una abogada maquiavélica.

Cogió una silla y escuchó mientras le presentaba a Vargas y a su hijo y le contaba lo poco que sabía del caso.

Tomó unas notas y luego comenzó a hablar:

-Necesitaré la citación del juez para negociar tu presentación en el juzgado.

-Aquí la tienes. –dijo Vargas entregándole el documento.

-Quiero que entendáis que estáis protegidos por el secreto abogado cliente, nada de lo que digáis saldrá de esta habitación. –continuó revisando el documento. –Según esto estas acusado de violar a una tal Celia Fernández. Quiero que me cuentes quién es la chica y que fue lo que pasó.

-Celia es una furcia…

-Te equivocas, niño –le interrumpió Elsa –es una mujer y si no empiezas a pensar ella como en una persona habremos perdido antes de empezar. Al contrario de lo que piensas, ni los jueces ni los jurados son tontos y esos detalles los cogen al vuelo. Ahora comienza de nuevo y cuéntame lo que pasó.

-Celia es una chica con la que he estado saliendo las últimas dos semanas. –Empezó Nico un poco descolocado –Es la exnovia de un conocido y coincidimos en una fiesta en la que terminamos liados.

-¿Has mantenido con ella relaciones sexuales en más ocasiones?

-Sí, de hecho nos acostamos la primera noche.

-¿Qué pasó la otra noche?

-Bueno, el caso es que salimos por la noche, nos emborrachamos bastante y la llevé a uno de los pisos de mi padre. La verdad es que todo iba  bien, la desnudé y follamos como siempre, en un momento dado estaba tan excitado y la deseaba tanto por detrás que le metí la polla por el culo sin preguntarle nada. Nunca lo habíamos hecho, pero como era una mujer bastante liberal a la hora de hacer el amor no pensé que se ofendiera.

-¿Qué paso entonces? –pregunto Elsa.

-Al principio se revolvió un poco, yo creí que era por las molestias o porque quería excitarme aún más, así que fui un poco más suave pero no paré. Luego empezó a gritar, y a decirme que por ahí no, pero eso ya lo había hecho antes para darle un poco más de pimienta a la cosa, así que cuando me di cuenta de que realmente no quería ya me había corrido en su culo.

-¿Podrías intentar no sonreír mientras lo cuentas? –intervine yo intentando no parecer demasiado irritada.

-Lo siento, es que fue un polvo genial, no sé por qué esa puta…

-No es una puta, es una presunta víctima de violación –le interrumpió Elsa en un tono helado.

-Perdón es que no entiendo cómo me ha podido hacer esto.

Una mirada entre nosotras bastó para saber que ambas habíamos llegado a la misma conclusión; el chaval mentía más que hablaba.

-Ahora déjanos con tu padre, –le dijo Elsa –creo que hay refrescos en la nevera de la cocina, estás en tu casa.

Cuando el chico salió del despacho nuestra mirada bastó para que a Vargas se le fuese el color de la cara. Charlamos un rato, le dijimos que en nuestra opinión era un caso difícil y que quizás prefiriese una firma especializada. Vargas nos dijo que confiaba totalmente en nosotras y que no quería contratar a ese tipo de abogados que hacían parecer a Nico aún más culpable. Nos dijo que el dinero no era problema, y nosotras replicamos que eso era estupendo porque la fianza iba  a ser bastante abultada.

Finalmente llamamos  a Sandra para que se llevase  a Vargas a la cocina mientras le decíamos que si Nico se atenía a la historia había posibilidades de que saliese bien parado.

Cuando quedamos solas llamamos al juez Ribas y acordamos llevar a Nico al juzgado en un par de horas. Charlamos un rato sobre la mejor forma de afrontar un caso realmente difícil y después de decirle que tendría todo lo que pidiese le deseé suerte y le deje ir con sus clientes.

  

  2 de agosto

Querido Diario, hoy Elsa recibió el informe médico y la declaración de la chica y no fueron nada halagüeños. Como imaginábamos el chico nos ha mentido. Según el informe la chica tiene moratones en muñecas e interior de los muslos y desgarros en el ano, además el muy mamón se quitó el preservativo cuando la sodomizo y eyaculó dentro de ella. El relato de la chica es aún más escalofriante y durante su declaración sufrió un ataque de nervios.

Estuvimos tratando el tema varios minutos y ambas llegamos rápidamente a la conclusión de que había que llegar a un acuerdo con el fiscal antes de que de hiciese público y apareciesen más denuncias. Una vez más me disculpé con Elsa por cargarle el marrón, ella aunque lo entendió y lo asumió como la profesional que es, mostró su disgusto con todo este asunto.

Me quedan dos semanas para las vacaciones pero me temo que se me van a hacer bastante largas.

  14 de agosto    

 

Querido Diario, ¡Estoy de vacaciones! Y que mejor manera de empezarlas que con una fiesta.

Al final he decidido presentarme en la fiesta de la embajada chilena. Aunque no sabía si me encontraría un poco incómoda, la perspectiva de una noche de vajillas de plata, tiros largos y gente con contactos en las altas esferas me atraía tanto en lo profesional como en lo personal.

Lo peor de todo con diferencia es tener que prepararme para una fiesta de ese calibre. Tardé dos horas en prepararme sin contar otra hora y media que pase en la peluquería pero el resultado mereció la pena.

Había pedido tres vestidos prestados para la fiesta porque en la tienda no era capaz de decidirme. Finalmente opté por un vestido  gris acero de tirantes con un discreto escote en uve por delante pero con un vertiginoso escote en la espalda. La falda era larga y tenía una raja que llegaba un poco más arriba de la rodilla permitiéndome moverme con más libertad  y mostrar las sandalias de tacón doradas a juego con el bolso.

Meterme en el taxi y no arrugar el vestido fue una operación de alta precisión, pero cuando salí del Prius en la puerta de la embajada todos y todas volvieron la cabeza. Para terminar de romper algún cuello entre en el edificio a paso ligero meneando las caderas y dejando que mis pechos, sin sujetador, obviamente, se balanceasen, insinuándose a través de la fina tela, firmes y tiesos al ritmo de mis caderas.

El ambiente era cálido y bullicioso. Había quedado con Helena porque con mi nuevo yo no conocía a nadie y me la encontré con su novio a la derecha de la entrada con un cóctel en su mano.

Llevaba un sencillo vestido negro de seda con escote en uve y una falda corta dejando a la vista sus estupendas piernas realzadas por los tacones de sus insustituibles Manolos.

Charlamos unos minutos en el hall mientras terminaba de llegar la gente y el embajador no tardó ni diez minutos en acercarse.

Helena me presentó y el embajador, galante como sólo  los sudamericanos saben serlo, me besó la mano y me comentó lo mucho que había ganado con el cambio. Yo me ruboricé como una colegiala estúpida y le di las gracias. Se mostró extremadamente interesado en el proceso de  mi recuperación y felicitó efusivamente a Helena por el gran avance científico que suponía, aunque tuviese que mantenerse en secreto. Antes de que la conversación se volviese incómoda el embajador se separó de nosotros y empezó a invitar a la gente a pasar al comedor.

En el comedor habían dispuesto una cena estilo bufet con platos típicos chilenos, todos con una pequeña nota debajo describiéndolos brevemente. No comí demasiado por los nervios, pero me gustaron especialmente los locos, un marisco al parecer muy cotizado pero que yo no conocía de nada y que me resultó bastante sabroso. También probé, ante la insistencia del embajador el caldillo de congrio, al que  el mismísimo Pablo Neruda le había dedicado un poema. Terminé la cena con un par de porciones de brazo de la reina y leche asada. La verdad es que la cena fue de lo más informal, la gente se trasladaba con su plato de un lado a otro, charlaba o incluso comía algún bocado de pie mientras una orquesta tocaba melodías suaves para no interrumpir las conversaciones.

Sorprendentemente, poco más de una hora después, los camareros retiraron las mesas del bufet dejando una pista de baile de considerables dimensiones. La música se animó y los comensales comenzaron a emparejarse y bailar para bajar un poco la cena.

Tres minutos después el embajador se acercó a mí y me pidió un baile, yo descolocada intenté negarme sin ningún resultado, Al segundo compás de la cumbia ya estaba dando vueltas como una peonza. El embajador se sorprendió tanto como yo de lo bien que lo hacía. Treinta minutos después me retiré agotada  después de bailar con cinco parejas distintas.

Cuando llegué al lado de Helena casi jadeando, le pregunté si podía hacerme un justificante médico para el resto de la noche. Se acercaron un par de tipos más pero en vez de bailar con ellos charlamos sobre justicia y política aburriendo soberanamente a Helena. La noche transcurría apaciblemente hasta que noté unos ojos fijos en mí. El rostro de aquel hombre moreno alto con una perilla perfectamente arreglada y unos ojos profundos y escrutadores evocaron en mí imágenes de lujo y sexo turbadoras. Afortunadamente estaba sentada y nadie notó como mis nervios se crispaban. Disculpándome en medio de un chiste me alejé hacia el servicio  antes de que aquel hombre pudiese acercarse.

Entré en el baño y sin hacer caso de la camarera que me saludaba cortésmente en la puerta, me colé en uno de los cubículos como una flecha. Cerré el pestillo y me apoyé en la puerta suspirando. Cerré los ojos concentrándome y las imágenes volvieron y se ordenaron. Como en las pesadillas anteriores, a medida que pasaba el tiempo las imágenes se volvían más nítidas y se ordenaban. Un hotel de lujo, un jardín con un palmeral y en él una jaima. El interior es lujoso y cómodo a pesar del calor y allí recostado en unos cojines e invitándome a hacer lo mismo está el hombre que me espera ahí fuera. Se llama Omar y es príncipe. Tiene un montón de mujeres pero no le llegan, me da un rulo de dinero y yo me desnudo… Las siguientes imágenes son de cuerpos desnudos abrazándose y sudando… Me da orto montón de billetes y me susurra algo al oído… me sodomiza y yo simulo que es la primera vez, gimo con suavidad y muerdo los cojines para terminar simulando un orgasmo… Me visto, guardo el dinero que he ganado y recibo una nueva propina con una espléndida sonrisa…

Poco a poco mi respiración se normaliza y salgo del retrete. Me arreglo un poco el maquillaje y salgo dispuesta a enfrentarme a Omar.

Cuando entro en el salón, él se acerca y me invita a bailar. El contacto de sus manos en mi espalda desencadena nuevos recuerdos pero está vez me controlo.

-Qué agradable coincidencia, -dijo Omar con un suave acento oriental.

-Ya lo creo, es un honor que se acuerde de mí príncipe Omar.

-¿Viene acompañando a alguien?

-¡Oh! No. Ya no me dedico a eso. –Respondí con aplomo – ahora tengo un bufete.

-Vaya, -dijo Omar aceptando mi tarjeta ligeramente sorprendido –veo que aquellos doce  mil euros estuvieron bien invertidos. Me encanta que mi dinero cree riqueza. Aunque lamento que haya dejado su anterior ocupación, tengo que decirle que fue una noche memorable.

-Lamento no poder complacerle pero aún puedo resultarle útil, tengo uno de los mejores bufetes de la capital, nos especializamos en derecho mercantil e internacional aunque somos capaces de dar a nuestros clientes una cobertura completa si es necesario. Si nos necesita no dude en contactar con nosotros.

Finalmente la melodía terminó y Omar se separó después de besarme la mano, yo me di la vuelta y me dirigí a la mesa lentamente, contoneando las caderas, consciente de que aquel hombre no me quitaba el ojo de encima.

En cualquier otro caso me hubiese puesto nerviosa y me hubiese largado de la fiesta temerosa de que se corriese la voz sobre mi… su pasado, sin embargo confié totalmente en aquel hombre y Omar no me decepcionó.

A las tres de la mañana Helena empezó quejarse y yo, sabiendo que tenía el vuelo a las nueve de la mañana, coincidí con ella en que era hora de irnos a casa.

 

30 de Agosto

 

 

 Querido Diario ya estoy de vuelta de las vacaciones, estarás un poco enfadado por no haberte llevado, pero no me gusta llevarte a ningún lugar que no controle totalmente. Sé que pensaras que te has perdido un montón de cosas pero la verdad es que no he hecho nada digno de ser recordado. Para ser mis primeras vacaciones han resultado bastante sosas. El Hotel era perfecto y el servicio fuera de toda duda pero sólo me dedique a nadar, hacer gimnasia, comer y beber. Ni siquiera me puse al sol, me sentaba a la sombra y devoraba a Murakami todas las  tardes.

 La única noche que salí por ahí fue bastante decepcionante. No me apetece demasiado, pero como siento que te debo algo, te lo contaré.

 La tercera noche de mi estancia estaba un poco aburrida y bajé  a ver el espectáculo que el hotel presentaba todas las noches. En esa ocasión era un ilusionista más bien mediocre que sólo logró captar mi interés el tiempo que tardaron en servirme la caipiriña.

 Un poco harta del mago y de los gritos de los niños salí a la terraza para disfrutar de la brisa marina.

Después de darle el último trago al bebedizo me di la vuelta dispuesta a irme a la cama cuando él apareció por la puerta. Uno ochenta, ojos marrones pelo largo, abundante, con las mechas rubias que proporcionan la continuada exposición a los elementos  y un cuerpo que por la pinta debía ser todo músculo.

Vestía una camiseta negra,  unas bermudas de atroces colorines y unas chanclas sencillas de las de meter entre los dedos.

La reacción de mi cuerpo fue instantánea y en cuanto el abrió la  boca me  puse a tontear como una colegiala. La charla que mantuvimos fue tonta e insustancial hasta el punto de que no me acuerdo de ninguna de las frases que intercambiamos. Eso debería haberme bastado para alejarme de él pero es que era tan mono…

Finalmente quedamos para salir al día siguiente después de cenar.

Esa noche me puse de punta en blanco. Minivestido de lentejuelas superceñido, sandalias de tacón alto y crema de avellana que hacía que mi piel brillase como el alabastro. Ni siquiera me percate del incipiente desastre cuando él apareció veinte minutos tarde y prácticamente con la misma ropa que la noche anterior.

El antro era enorme, una antigua nave de fabricación de ladrillos que habían acondicionado con dos céntimos y habían rellenado con música tecno. A los mandos estaba  DJ Apurohuevo, estrafalario y convulsivo a no poder más.

En el centro de la enorme nave había seis jaulas donde se retorcían exuberantes gogós, mientras que los laterales estaban recorridos por dos kilométricas barras.

Nos acercamos a una de ellas y pedimos un par de copas mientras intercambiábamos sonrisas nerviosas. Cuando las terminamos lo cogí de la mano y lo llevé a la pista. Bailamos un buen rato, o más bien yo me retorcía y restregaba mi cuerpo contra el suyo como una gata en celo y él se balanceaba ligeramente con los pies quietos como si se los hubiesen remachado al suelo, mientras que con las manos no paraba de  acariciar y tantear todo mi cuerpo. Finalmente de un empujón me sacó de la pista de baile y comenzó a besarme y a sobarme intentando meterme las manos por debajo del vestido. Yo le devolvía los besos e intentaba eludir sus manos aunque las deseaba desesperadamente.

Con el típico “no, aquí no” lo saqué de allí y volvimos al hotel. Recorrer los cuatrocientos metros que nos separaban de la habitación nos llevó cerca de media hora. Cada vez que veía una pared o una farola me acorralaba contra ella me besaba y me magreaba.

Todo se jodió al llegar a su habitación. En cuanto cerró la puerta me remangó el vestido y apartándome el tanga  me penetró con el tiempo justo para ponerse el condón. Al principio, caliente como estaba, aquella precipitación no me disgustó. Cuando me bajó los tirantes del vestido y empezó a retorcerme los pezones como si fuese el operador de sonar  de un submarino ruso empezó a molestarme,  cuando a los pocos segundos se sacó la minga y eyaculó sobre mi carísimo  vestido me cabreé. Pero cuando seguidamente se subió las bermudas  diciéndome eso de “gran polvo nena” entré en erupción. Y es que ahora entiendo por fin la frustración que  llega a experimenta una mujer cuando la tratan como a una muñeca hinchable. Tengo que reconocer que con mi antiguo yo lo hice varias veces, pero deliberadamente, mientras que el payaso que tenía delante sonriendo como un gilipollas se debía creer el rey del mambo, así que cuando arremetí contra el como la Gorgona se mostró tan sorprendido que no reaccionó a mis empujones y mis gritos.

Con un último empujón lo saqué de la habitación y cerré la puerta en sus narices. Estaba tan furiosa que hasta que entre en el baño no me di cuenta que era su habitación. Al principio me quedé un poco confusa pero luego me lavé y me retoqué ante el espejo deliberadamente despacio.

Cuando salí de la habitación lo encontré tan che sentado en la moqueta del pasillo esperando pacientemente a que abriese la puerta. Una última mirada de profundo odio que resbaló por él como si fuese agua fue mi despedida.

Aquella noche dormí mal y volví a tener recuerdo-pesadillas de la antigua inquilina. No recuerdo mucho de ellas pero la chica debió tener una vida bastante dura.

El resto de las vacaciones las pasé entre el hotel y el spa y evitando cualquier contacto con gente del sexo contrario.  

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