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World Wildlife Zombie VIII

en Grandes Series

Barrio de Fuencarral. Veinticuatro de julio, 17.15

La primera parte de la misión fue sencilla, increíblemente los madrileños habían hecho caso y esperaban su turno para ser evacuados con lo que apenas había tráfico en esa parte de la ciudad y el Mercedes circulaba  a toda velocidad por las calles desiertas. A trescientos metros del cementerio de Fuencarral aparecieron los primeros ejemplares y pararon el coche para hacer al padre Matiacci una pequeña demostración.

Fele salió con su HK preparada y descerrajó seis tiros en el pecho al zombi más cercano. El zombi cayó despatarrado hacia atrás. Los dos hombres se acercaron con precaución y vieron como  durante unos instantes manaban unos pocos borbotones de sangre negra y coagulada de las heridas. El padre salió del coche e hizo el amago de acercarse, pero en ese momento la criatura se irguió de un salto y con un grito se abalanzó sobre Fele.  Fredo, que estaba cubriendo a su sargento con la maza preparada, le arrancó la cabeza al zombi de un solo golpe antes de que  pudiese hacer nada.

Detrás de él venía lo que quedaba de una mujer . Estaba semidesnuda y tenía varias laceraciones en los pechos y el abdomen.

—Esta belleza me toca a mí —dijo Reinaldo enarbolando las katanas.

Con una corta carrera levantó la espada y de un solo golpe le cortó el brazo a la altura del hombro. El corte fue tan rápido que la zombi no se enteró y siguió intentando  atraparle con el muñón. Reinaldo volvió a hacer un molinete y esquivando el cuerpo de la zombi que se lanzaba  sobre él, le cortó la pierna a la altura del muslo. Carne y hueso fueron limpiamente cortados por aquella hoja afilada como una navaja de afeitar.

La mujer se cayó y dio con su cara en el asfalto, pero sin emitir un grito de dolor continuó arrastrándose hacia el novato, babeando y dejando un rastro de sangre  coagulada.

—Sí Nena. Tienes una forma muy sexy de arrastrarte, —dijo clavándole la katana en la espalda y seccionándole a la zombi la columna vertebral— Si no fuese porque tengo novia, no sé qué le haría a ese culito podrido y harapiento.

Con la zombi prácticamente indefensa el padre Matiacci se acercó y le roció la cara con agua bendita. Ninguno de los presentes supo que esperaba el inquisidor con ello, pero nada ocurrió.

La zombi se revolvió y se arrastró usando la única extremidad que aún le quedaba útil antes de que el GEO le cortase la cabeza de un tajo.

A continuación cogió la cabeza por la melena y se la mostró al inquisidor.

—¿Es suficiente o necesita otra demostración? —dijo Reinaldo poniéndole la cabeza justo enfrente de los ojos del cura.

El padre Matiacci vio sobrecogido como los ojos de la criatura aun se movían y buscaban los suyos  con odio infinito.

—¡Estupendo! Ahora que su excelencia ha tenido un cuadro claro de lo que son estas criaturas, ¿Podemos seguir adelante antes de que lleguen el resto de sus amiguitos? —preguntó Fredo al ver como se acercaban unos cuantos zombis más.

Subieron todos al Mercedes y el coche salió quemando rueda. Los zombis se acercaban cada vez en mayor numero. Algunos iban directos al sitio dónde habían estado despedazando a los dos zombis otros se habían desviado de su primera intención y se acercaban a los portales intentando inútilmente atravesar los cristales de seguridad. De vez en cuando, desde una ventana volaba una maceta o un pisapapeles con mayor o menor fortuna causando heridas horribles pero incapaces de detener a aquellos bichos.

Reinaldo giró el volante encarando la avenida donde estaba el centro deportivo y solo en el último momento pudieron ver el camión de la basura atravesado en medio de la calle. El novato aceleró por un momento para luego dar un volantazo y tirar del freno de mano. El coche evitó al gigantesco trasto por milímetros pero los sistemas electrónicos de estabilidad se volvieron locos intentando devolver al coche a lo que entendían era su trazada y les lanzaron directamente contra una farola.

El radiador reventó con un estampido inutilizando el coche, aunque los airbags y los pretensores de los cinturones evitaron que nadie saliese con heridas de importancia. Solo el padre Matiacci recibió un golpe cuando el cuerpo de Fredo se venció contra él y le dio con el brazo acorazado.

—¡Mierda!—exclamó  Fele saliendo del coche y dirigiendo su mirada a varias decenas de zombis que se acercaban alertados por el estruendo—Vamos  a ese pabellón de deportes. Desde ahí pediremos ayuda.

A pesar de poner el Mercedes entre ellos y los zombis estos los descubrieron y los siguieron en su huida.  Aunque la mayoría eran bastante lentos, los cadáveres más frescos se movían con sorprendente rapidez. En dos ocasiones los hombres se tuvieron que dar la vuelta y derribar a varios zombis. La maza de Fredo y la katana de Reinaldo pronto se cubrieron de sangre oscura mientras Fele se quedaba en segunda línea protegiendo al cura con el Wakizashi que le había prestado Reinaldo en una mano y el HK en la otra.

Tres minutos después estaban  en las puertas del pabellón. La puerta estaba cerrada a cal y canto. Antes de que se lo pudiese impedir Fredo golpeó la puerta de cristal con la maza haciéndolo añicos.

—Estupendo, Fredo —dijo Fele cabreado— ¿Ahora, cómo los vamos a contener?

—Vaya, lo siento, no se me ocurrió.

—Anda, proteged los dos la puerta mientras yo llamo en busca de ayuda...

***

 

—¿Dónde coños están los refuerzos?  —preguntó Fredo media hora después  mientras quitaba de un manotazo la cabeza de un niño zombi que se había quedado trabada en uno de los pinchos de la maza.

—Tendremos que aguantar un poco más. —respondió Fele— Aun no he obtenido nada más que promesas vagas.

—Pues deberías pensar en algo, se nos están empezando a cansar los brazos —intervino el novato  hundiendo su katana en la barriga de uno de los zombis para a continuación cortarle la cabeza antes de que sus tripas tocasen el suelo.

La situación estaba empezando a ponerse desesperada. Fele se volvió hacia el padre Matiacci que permanecía sentado en un banco leyendo un libro aparentemente imperturbable.  

Volvió a llamar por teléfono obteniendo las mismas respuestas evasivas que media hora antes. Estaba planteándose escapar por la parte trasera del complejo y buscar un transporte alternativo cuando vieron que un Humvee se acercaba hacia allí a toda velocidad.

El conductor no era especialmente sutil,  se adentró en la masa de zombis aullantes como una manada de elefantes cabreados atropellando y machacando  engendros a medida que subía  los escalones. Los zombis intentaron parar aquel monstruo, pero no eran rival para una bestia blindada de tres toneladas y diez segundos después  los cuatro hombres estaban esquivando el todoterreno que entraba a toda velocidad en el vestíbulo principal en medio de un estrépito de cristales rotos.

***

Agustina no se creyó lo que veía; en la parte trasera del todoterreno  estaban subiendo un GEO, un caballero teutónico sin caballo, un samurái japonés y un cura.

—¿Lo has grabado todo? —preguntó Agustina a Alberto.

Sede del gobierno provisional. El Escorial. Veinticuatro de julio,18.00h

 

El despacho que le habían adjudicado era una de las innumerables habitaciones del palacio. Tenía un "pequeño" recibidor de unos ochenta metros cuadrados en el que habían instalado una mesa y una silla de oficina sacados de no se sabía dónde. En uno de los laterales de la sala estaba sentado su secretario en un escritorio barroco con una centralita y un portátil dispuesto a cumplir sus órdenes. En la esquina contraria a la puerta había una enorme chimenea de mármol que a Clara se le antojaba del todo insuficiente para calentar la fría piedra y aquellos techos de casi tres metros y medio de altura. A la derecha había una puerta que daba a un dormitorio, el doble de grande que aquella sala con una gigantesca cama cuyo cabezal y  dosel  estaban ricamente adornados  con tallas de querubines y pequeños diablillos juguetones.

El secretario abrió la puerta franqueándole el paso al gobernador  y abandonó la sala discretamente después de asegurarse de que nadie necesitaría de momento de sus servicios.

El gobernador se sentó en la silla frente a ella, cruzando las piernas con un ademán relajado y depositando un informe sobre la mesa.

—Bien, —dijo la ministra inclinándose sobre la mesa— ¿Cómo está la situación?

—Parece que la tenemos más o menos bajo control —respondió el gobernador acariciándose la barbilla—La evacuación ha comenzado en orden y  sorprendentemente la gente se ha mostrado cooperativa. Eso sí, inevitablemente están surgiendo saqueadores intentando aprovecharse de la situación. Hasta hace poco estaban controlados, pero no sé cómo demonios se han enterado de que ahora no disparamos a los zombis salvo en caso de necesidad y se están disfrazando para hacerse pasar por ellos.

—¿Y qué problema hay? Cada Zombi que veáis con un ordenador bajo el brazo le detenéis o le pegáis un tiro. —dijo la ministra.

—No es tan sencillo... —replicó el gobernador sin  terminar la frase.

—Y las fuerzas de seguridad, ¿Qué tal se están desempeñando?

—La verdad es que esperaba  más miedo e incertidumbre entre las tropas pero por una vez tenemos que darles gracias a la televisión y a internet. Casi todo el mundo ha visto The Walking Dead o ha leído la serie del Virus VR así que la visión de esas criaturas arrastrando los pies y con las tripas colgando, aunque les ha impresionado, no les ha paralizado y todos han sabido cómo reaccionar frente a ellos. En pocos instantes estaban eliminando esas criaturas a centenares. Hasta que llegaron las órdenes de no seguir liquidando esos bichos ya tenían un estándar de actuación. Dos tiros al pecho para derribarlos y uno en la cabeza para acabar con ellos. Cuando había grandes masas de zombis se dispersaban en pequeños grupos y se hacían fuertes en portales o pequeños negocios. Se cargaban zombis hasta acabar con sus municiones y se marchaban en silencio  por las puertas traseras para reaprovisionarse.

—¿Hay una lista de bajas? —preguntó la ministra.

— Hasta las tres de la tarde habíamos perdido unos ciento cincuenta  agentes más o menos, lo peor se lo han llevado los civiles y el personal adscrito a los servicios sanitarios. A pesar de que los mordiscos no parecen ser  una fuente de contagio, cada persona que muere se convierte inmediatamente en un zombi con lo que hemos sufrido alrededor de cuatrocientas  bajas entre los miembros de las UVIs móviles bomberos y  el personal sanitario de urgencias y entre los civiles, al no haber cadáveres, los cálculos  solo son aproximados. Dado que hemos recibido tres mil heridos los expertos calculan el triple de muertos más o menos.

—¿Los hospitales?

—Ya han sido todos evacuados excepto el Carlos III que utilizamos para atender las urgencias. —respondió el gobernador—He dispuesto allí un destacamento de la UME para proteger el edificio y al personal voluntario que permanece allí.

—Buen trabajo.  ¿Se sabe cuándo terminará la evacuación?  —preguntó la ministra tachando algo de un papel que tenía frente a ella.

—Tres o cuatro días máximo.

—Bien, es muy importante que las personas que se encuentran aun en el área de cuarentena sientan que estamos con ellas y nos preocupamos por su seguridad. Quiero que los servicios de luz y agua se mantengan mientras dure la evacuación. Es una prioridad. Y quiero que se radien mensajes por todos los medios posibles para que sepan que no descansaremos hasta que el último madrileño sea evacuado.

—De acuerdo, cursaré las órdenes oportunas.

—Tenemos que hacer esto bien. Las encuestan nos daban por muertos, pero si logramos gestionar esta crisis con eficacia nadie se acordará de todas las pifias que hemos cometido en los meses pasados y podremos volver a ganar las elecciones.

—Ya estamos haciendo planes para ello. —dijo el gobernador con una sonrisa maquiavélica— Vamos a hacer una campaña para que los ciudadanos se animen a acoger a los madrileños desahuciados. Subvencionaremos a los que los acogen y a los acogidos.

—¿Y?

—Que la mayoría los mandaremos a Cataluña y el País Vasco, las comunidades con más capacidad para acogerlos  y les obligaremos a empadronarse allí para poder saber dónde enviarles las ayudas estatales. —replicó  el gobernador triunfal.

—Y las elecciones más próximas son precisamente en Cataluña y el País Vasco. —dijo la Ministra soltando una carcajada— Cabrón, eres el demonio.

—Por algo me pusiste en el puesto. —dijo el hombre estirándose relajadamente en la incómoda silla renacentista.

—¿En cuanto a los proyectos para rentabilizar a los zombis? ¿Hay novedades?

—No. El presidente de la comunidad está tratando de contactar con el señor Badalamenti y hemos creado un grupo multidisciplinar con personal de hacienda, industria, el CNI y el CESID para que nos haga un informe sobre las posibles líneas de negocio. Lo tendrán listo en un par de días.

—De acuerdo. —dijo la ministra levantándose y dirigiéndose al ventanal—Solo una cosa más. Quiero que se vigile a nuestra gente. Es prioritario que no haya chanchullos. Estoy redactando un decreto por el que nadie podrá comprar ni vender bienes inmuebles en un radio de sesenta quilómetros en torno a la zona de cuarentena mientras esté en vigor el Estado de Sitio. Quiero que corras la voz  de que si alguien hace  algo solo ligeramente ilegal,  yo misma le arrancaré las pelotas de cuajo.

—Desde luego. Si queremos remontar en las encuestas debemos parecer inocentes en todo este asunto—respondió Gálvez siguiendo hipnotizado aquel culo cimbreante aprisionado en una ajustada falda de cuero de D&G.

Al Rojo Escocido. Programa de la Sexta. Veinticuatro de julio, 18.00h

 

—... porque no debemos olvidar que más de dos millones de familias se han quedado sin  hogar y muchas más sin trabajo —dijo uno de los contertulios —estamos ante una catástrofe de proporciones  casi bíblicas.

—En efecto, estoy totalmente de acuerdo. —dijo el moderador rascándose la barba en tono pensativo—Pero el caso es, ¿Podemos hacer algo para revertir esta situación? Para responder a esta pregunta hablamos  con el catedrático en  Teología por la universidad  de Gotinga Eduardo Beier Rodríguez. Buenas tardes.

—Buenas tarrdes —respondió un hombre canoso con gafas y un inconfundible acento centroeuropeo.

—Y al catedrático en Biología el  Doctor Gerardo Barca Sánchez. Buenas tardes.

—Buenas tardes Emilio. —Saludó un hombre joven de pelo largo con una sonrisa retadora.

—La primera pregunta es obvia. ¿Es esto el resultado de un experimento científico del gobierno o una maldición divina?

—Desde mi punto de vista no hay duda. —se adelantó el teólogo— Esto es el clarro resultado de un acto de brujerría contra naturra.  Los culpables somos todos nosotros, miembros de una sociedad corrompida y falta de una firrme guía espirritual como la que nos proporcionaba el anterriorr Papa.

—Eso es  total y rotundamente falso. Carecemos de pruebas para hacer tales afirmaciones. —le cortó el joven biólogo combativamente—  La forma en la que se ha quedado circunscrita a un área relativamente pequeña nos indica que esto es una especie de enfermedad. La actuación del gobierno estableciendo una cuarentena e iniciando la evacuación provisional de los habitantes es una medida acertada que impedirá la diseminación del agente causante.

—¿Y cómo explica los testimonios de perrsonas muerrtas que se levantan de nuevo como si no hubiese pasado nada? —preguntó el Teólogo sabiendo que por una vez tenía las de ganar en una discusión.

—Está claro que la enfermedad cursa con una fase en la que las constantes se ralentizan hasta hacerse virtualmente indetectables.

—¡Vaya!¿Ahorra recurre a Poe para demostrrar sus teorrías científicas?  —preguntó el teólogo con una sonrisa sarcástica.

—No, solo digo que no es la primera vez que vemos que un hombre que aparentemente estaba muerto se despierta de un modo inexplicable.

—¿Para arrancarrle el brazo a su médico a morrdiscos?

—Puede que el agente causante de la enfermedad actué sobre el cerebro y la consciencia de modo similar a la rabia.

—Y como explica los videos de  perrsonas con herridas incompatibles con la vida moverrse como si nada. ¿O no ha visto el video que ha hecho el cazadorr descerrajando dos tirros de posta para jabalíes a bocajarro a uno de esos engendros sin más efecto que tumbarrlo de durrante  veinte segundos?

—Yo no tengo la respuesta a todo esto, pero de lo que si estoy seguro es que la respuesta no la tiene Dios... —dijo el joven acorralado.

—Interesante debate —dijo el moderador interrumpiendo a los contendientes mientras se tocaba el pinganillo— Pero nos vemos obligados a interrumpirlo porque tenemos noticias. El presidente  está haciendo una declaración desde Berlín. Conectamos en directo con la cancillería...

—... Si —dijo el presidente  desde un atril en la una  atiborrada sala de prensa— El gobierno está trabajando a contrarreloj para resolver... ejem... esta  desafortunada situación. Hemos movilizado a todos los cuerpos de seguridad del estado y todos los batallones de la UME. En este momento se está evacuando a la población y salvo en los momentos iniciales de confusión, la  misión se está  desenvolviendo con  eficacia y serenidad. La canciller Merkel así como todos los jefes de gobierno de la Unión Europea han expresado su solidaridad y todos han coincidido en que estamos tomando las medidas adecuadas para superar la crisis.

—¿Ha obtenido promesas de ayudas económicas para paliar la situación?

—En este momento el presidente del parlamento  está reunido con el consejo de la troika para decidir las medidas a tomar. De momento no puedo contarles nada más. —dijo el presidente recogiendo sus papeles y lanzando una mirada huidiza a los periodistas que se arremolinaban y empujaban en la sala intentando ser los primeros en hacer una pregunta.

—¿Es cierto que se ha dado la  orden de eliminar los zombis solo en caso de necesidad?

—Yo...

—¿Es cierto que no se ha recuperado el cuerpo del ministro de Agricultura?—preguntó otro levantando la voz.

—Nos han llegado  noticias de que el papa ha enviado un inquisidor a la zona de cuarentena.

—Corren rumores de que se va a bombardear Madrid con napalm. —dijo otra mujer con acento inglés.

—Señores, señores —intervino el presidente—todo eso es falso salvo algunas cosas...

—Ya lo han oído señores espectadores. Todo esto es falso salvo algunas cosas. Y la Unión Europea dice que somos los tipos más hábiles de la tierra gestionando crisis. —dijo el presentador con sorna mientras se cortaba la comunicación con Alemania— Las frases favoritas de nuestro presidente. —¿Qué opinas Fernando?

—Oh sí. Como ya nadie en este país le cree, tiene que añadir la coletilla pensando que si no confiamos en él, quizás con un poco de suerte lo hagamos en los que nos  están abocando a la miseria tanto moral como económica... —dijo un hombre menudo de mediana edad  con gafas y pajarita.

—No exageres Fernando. Sabes perfectamente que cualquier gobierno se vería en verdaderos problemas en una situación como esta. No debemos hacer demagogia de este tema. —apuntó el moderador.

—Es más, está claro que hay una mano negra detrás de todo esto.  —intervino una rubia defensora  a ultranza del gobierno — Que casualidad que todo esto ocurra justo antes de las elecciones de Cataluña, el País Vasco y las Municipales.

—¿Qué estás insinuando? —preguntó el hombre de gafas con tono suspicaz.

—Solo que de todos es sabido quién o quienes salen beneficiados. —respondió la mujer casi gritando.

—Yo creo que los medios necesarios para generar un cataclismo como este están más en manos de un gobierno que agoniza y necesita algo que ayude a que los casos de corrupción que le están pudriendo por dentro pasen a segundo plano. —replicó el hombre de la pajarita.

—¡Es despreciable! ¿Cómo te atreves a decir eso ? —gritaba la mujer histérica.

—Es lo mismo que has hecho tú, acusar a alguien sin ningún tipo de pruebas. —respondió el hombre de la pajarita levantando la voz a su vez.

—Señoras, señores, calma. —dijo el moderador intentando con ademanes de sus brazos que volviese a reinar la tranquilidad...

Afueras de Madrid. Veinticuatro de julio, 18.30h.

 

Vamos, más deprisa. —le apremió Escotofia desde el asiento del acompañante— No quiero que se nos  haga de noche en el cementerio.

Nuno le echó una fugaz mirada cargada de lujuria a la mujer y aceleró un poco más el BMW. La autopista estaba congestionada en los carriles de salida de la ciudad, pero en los de acceso estaba virtualmente desierta así que avanzaron rápidamente hasta llegar a un improvisado puesto de control que había establecido la UME.

—Buenas tardes, señor. Lo siento, pero esta es una área restringida, nadie puede entrar en la ciudad sin autorización. —dijo un joven capitán acercándose a la ventanilla del BMW.

—Soy el cabo Nuno Rodríguez de los GEOS  estoy en misión oficial. —respondió Nuno mostrando su credencial.

—Lo siento señor, pero tenemos órdenes de no dejar pasar a civiles. Usted puede entrar, pero la mujer debe quedarse aquí.

—Está señora es la conservadora de antigüedades del Museo del Prado —mintió Nuno improvisando— Tengo que llevarle hasta allí para que organice la evacuación de las obras de arte de la ciudad antes de que esas cosas se hagan burritos con ellas.

—Pero señor...

—¿Quiere ser usted el responsable de la pérdida del Jardín de las Delicias o la Rendición de Breda? —le interrumpió Nuno con acritud cogiendo el teléfono— Deme su nombre, por favor. Voy a notificar esto al gobernador de Madrid.

—Bueno... no será necesario.  —dijo el soldado  cediéndoles el paso con una sonrisa conciliadora— Buena suerte, señor.

Nuno  se despidió con un saludo militar mientras notaba como la mano de la bruja se deslizaba entre sus muslos y le acariciaba en la entrepierna  agradeciéndole el buen trabajo.

En cuanto entraron en la ciudad las cosas se pusieron más difíciles. La ruta de los evacuados coincidía en gran medida con la suya así que se encontraban con largas columnas en sentido contrario que les obligaban a tomar rutas alternativas más estrechas y tortuosas.

Los zombis estaban desperdigados por toda la ciudad, vagando aparentemente sin rumbo fijo, pero siempre en la dirección del estruendo de los motores de las columnas de evacuados.

Los hombres de la UME fuertemente armados y vestidos con armaduras de combate se limitaban a rechazarlos sin hacer ningún caso de la directiva de matar los menos zombis posibles.

La gente que circulaba en los convoyes  aplaudía  y jaleaba cada vez que la cabeza de uno de los engendros reventaba como un melón por efecto de las balas de gran calibre.

Las inmediaciones del cementerio de la Almudena estaban plagadas de zombis. Al final aquellos bichos habían logrado salir por un par de sitios en el lado norte del cementerio y se habían esparcido por toda la zona sedientos de sangre. Entre ellos había bastantes antidisturbios y policías nacionales con espantosas heridas en el cuello, la cara y el torso.

Nuno trataba de evitarlos, pero se lanzaban como posesos y  empujados por un hambre devoradora mordían y arañaban la chapa del BMW intentando acceder a la carne fresca que iba dentro. La cosa se puso tan mal que Nuno tuvo que retirarse a toda prisa caracoleando marcha atrás para deshacerse de los zombis que tenía encima y  dar un amplio rodeo para  intentar acceder por una zona menos congestionada.

Pasaron  veinte minutos más callejeando y evitando bandas aisladas de criaturas que se movían olisqueando el aire en busca de presas.  Nada con sangre caliente escapaba a sus garras e incluso llegaban a mostrar cierta inteligencia. Mientras atravesaban  Pueblo Nuevo para llegar a la parte del cementerio que daba a los descampados pudieron ver como uno de los zombis se agachaba y hacia torpes movimientos  para atraer a un pequeño  yorkshire. El perro dudó durante unos segundos, pero finalmente se acercó moviendo el  rabo alegremente. Cuando estuvo a menos de un metro el zombi se abalanzó sobre él arrancándole la cabeza de un mordisco  y entornando el cuerpo decapitado sobre su cara para beber la sangre del perrito como si estuviese vaciando una lata de Coca Cola.

Como la zona de los descampados estaba relativamente deshabitada y despejada estaba libre de zombis.  Aparcaron el coche al lado del muro y Nuno lo utilizó para subirse al borde. A continuación echó un vistazo dentro e indicó a Escotofia dónde debía aparcar el coche para poder tener un sitio cómodo por el que bajar.

Tras encontrarlo Nuno le ayudó a encaramarse a lo alto del muro y luego a bajar del panteón que  habían usado como escalera.  En el último escalón la mujer tropezó ligeramente y cayó encima de Nuno. El aroma de su cuerpo, que hasta ahora le había servido para tener esclavizado al GEO ahora le jugó una mala pasada al invadir las fosas nasales del hombre excitándole hasta el punto de olvidarlo todo salvo la necesidad de follarse a aquella mujer.

Las manos del hombre se multiplicaron estrujando sus senos  con violencia, metiéndole la lengua hasta el gaznate y acorralándola contra el muro sediento de sexo

Escotofia podía haber refrenado al hombre, pero hubiese sido un proceso más largo que dejarle hacer y  no exento de riesgos porque podía debilitar su control sobre el policía y aun lo necesitaba. Así que trató de no poner los ojos en blanco y remangándose la falda se sentó en la tumba con las piernas abiertas.

Nuno se lanzó sobre el sexo pelirrojo de la mujer y golpeó repetida y rápidamente con la lengua el clítoris de la bruja arrancando a Escotofia gritos de sorpresa y placer. En pocos segundos estaba tan caliente como él y todos sus planes se evaporaron en su mente cuando la polla de Nuno entro en sus entrañas.  Con un suspiro de satisfacción  cerró su piernas en torno al culo de Nuno acompañando sus embates con desesperados movimientos de su pelvis.

A la vez que la follaba el policía estrujaba sus pechos, retorcía sus pezones con violencia, y le metía los dedos en su boca para que la bruja se los chupara. A pesar de que procuró evitarlo por todos los medios, el placer era tan intenso que no pudo contenerse emitiendo algunos jadeos y gritos que no pasaron desapercibidos.

—¡Cuidado! —gritó Escotofia al abrir los ojos y descubrir un zombi  acercarse sigilosamente por la espalda de su amante.

Nuno no necesito nada más  y sacando un machete de la vaina que tenía colgada a su espalda se giró con la bruja aun agarrada a su miembro y le cortó la cabeza a la criatura de un solo tajo salpicando a ambos con un chorro de sangre negruzca.

La descarga de adrenalina hizo que todas las sensaciones se magnificaran y casi sin ser consciente de lo que hacía se apartó de Nuno y apoyando una mano en el panteón separó sus piernas y le pidió al GEO que le sodomizase.

La polla gorda, venosa y ligeramente torcida de Nuno entró en su culo originando dolorosos calambres que rápidamente desaparecieron sustituidos por un intenso placer ayudado por los sabios dedos de Nuno  que  no paraban de juguetear con su sexo. La excitación fue creciendo poco a poco hasta que un  intenso placer surgió de lo más hondo de sus entrañas y fue extendiéndose y magnificándose ayudado por los constantes empujones del policía hasta sentir como todo su cuerpo se paralizaba y temblaba preso de una sensación que se prolongó aun más cuando sintió como la polla de Nuno se retorcía en su interior y eyaculaba largos y ardientes chorros de semen.

Cuando el último bramido de satisfacción de Nuno se hubo extinguido en el cielo vespertino Escotofia se recolocó la ropa interior y sacudiéndose  el polvo de la falda se puso en camino.

Nuno recordaba perfectamente  el lugar dónde los tres idiotas habían montado el aquelarre así que la guio con decisión. Estaban a menos de cuarenta metros cuando un fuerte estruendo a su derecha les sorprendió.

GUÍA  DE PERSONAJES DE WORLD WILDLIFE ZOMBIE:

 

Carlos y Fernando: amiguetes y porreros que roban a la bruja.

Doña Escotofía Martínez: bruja perteneciente a una antigua estirpe  que huyó de Centroeuropa en la edad media, propietaria de un poderoso libro de magia.

Rafael "Fele" Arienza: Sargento de los GEOS.

Nuno rodríguez: El más veterano de los compañeros de Fele.

Fredo: compañero de Fele.

Reinaldo: el novato del grupo de Fele.

Clara Ayuso: Ministra del interior.

Martín Gálvez: Gobernador civil de Madrid.

Conchita: Dominatrix que tiene al gobernador como uno de sus mejores clientes.

Agustina Juárez y Alberto Yeres: periodistas en plan freelance antiguos trabajadores de Telecinco.

Vicenzo Badalamenti: empresario del juego en Las Vegas.

Padre Giusseppe Mattiaci: Miembro de la congregación para la doctrina de la Fe enviado por el Papa.

Cecilia y Lily: Activistas de un grupo defensor de los derechos de los animales.

Manuel Llopart: Director del CESID.

Pedro Molina: Coronel del ejército de tierra jefe de la sección de guerra química y bacteriológica.

Isabel Jover: Neuróloga becada por el CESID.

Fernando: Tertuliano de la pajarita en el programa de Al Rojo Escocido.

Pili: Tertuliana del pelo rubio  en el programa de Al Rojo Escocido.

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Las colinas de Komor III

Running, deporte de contacto

Las colinas de Komor II

Las colinas de Komor I

Las Colinas de Komor

Valentina

La Llamada

El cuerpo

En la Oscuridad

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Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 10.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 9.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 8.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 7.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 6.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 5.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 4.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 3.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 2.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 1.

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Polvo de Estrellas

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Hércules. Capítulo 21. El Club Janos.

Hércules. Capítulo 20. Un Nuevo Jugador.

Hércules. Capítulo 19. Joanna.

Hércules. Capítulo 18. Primera Misión.

Hércules. Capítulo 17. Adiestramiento.

Hércules. Capítulo 16. Un nuevo Hogar.

Hércules. Capítulo 15. El juicio.

Hércules. Capítulo 14. El Ángel Negro.

Hércules. Capítulo 13. Entre rejas.

Hércules. Capítulo 12. Detención.

Hércules. Capítulo 11. Furia Ciega.

Hércules. Capítulo 10. Siguiendo el rastro.

Hércules. Capítulo 9. Amor cruel.

Hércules. Capítulo 8. Tierra Prometida.

Hércules. Capítulo 7. De Compras.

Hércules. Capítulo 6. Akanke.

Hércules. Capítulo 5. Un buen partido.

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