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La princesa blanca 24

en Grandes Relatos

24

Joey se despertó tarde a la mañana siguiente  con la sensación de que necesitaba el cuerpo de Judith de nuevo a su lado, tocarlo, olerlo, acariciarlo...

Cogió el móvil y tecleó apresuradamente su número.

—Hola Cariño. —dijo Judith al responder al móvil.

—Hola Judith —respondió Joey. —¿Qué te apetece hacer hoy?

—Hace un momento he estado hablando con Amber y hemos quedado para ir de compras a la tarde.

—¿De veras quieres desaprovechar un día tan bonito yendo de tiendas. —dijo Joey maldiciendo por lo bajo.

—Vamos cariño, será divertido. Amber dijo que te dejaba llevar el coche. Luego podemos ir a tomar algo a su casa, sus padres se han ido de fin de semana. —replicó ella zalamera.

—¡Buff! ¿No tengo alternativa? ¿Verdad?

—Más bien no. —replicó ella riendo— Todavía no entiendo porque los hombres odiáis tanto ir de compras.

—Te equivocas, no odiamos ir de compras, es más, me hubiese encantado ir de compras con Amber a por el BMW,  pero comprar ropa no le veo el interés.

—No te preocupes,  conseguiremos que nos supliques venir con nosotras la próxima vez.—dijo ella con seguridad.

Joey colgó el móvil con un raro presentimiento. No sabía lo que le esperaba y las sorpresas solo le gustaban cuando era él el que las daba. Con un suspiro de resignación dejo el móvil a su lado y  después de desayunar un poco se puso a escribir.

                                                                              ***

El gobernador dormía tranquilamente cuando un alboroto proveniente del otro lado de la puerta le despertó. Con un gesto de contrariedad apartó  la concubina que se abrazaba desnuda a él y se puso un ligero batín de seda bordado en hilo de oro.

—¿Qué es todo ese barullo? —dijo el gobernador intentando conservar la dignidad vestido con el ligero batín.

—Mi señor —dijo uno de sus sirvientes—el hombre de Senabab está aquí y está hecho una furia.

—Está bien, ya voy. —dijo el gobernador dirigiéndose a un pequeño recibidor que había a la entrada de sus aposentos.

Cuando entró en la estancia el gobernador se quedó consternado. Guldur estaba de pie ante él con su ropa empapada  goteando sobre su suelo de mármol y una fea herida en el muslo cuya hemorragia estaba parcialmente contenida por un tosco torniquete.

—¡Pero por el Único! —exclamó el gobernador— ¿Qué ha pasado? Azim, trae ahora mismo a mi médico.

—No necesito ningún médico —rugió Guldur— Lo que necesito es que alistes la tripulación de la galera ahora mismo, zarparé con ese cascarón en cuanto estén todos a bordo.

—Pero necesitarás agua, provisiones...

—Que la guarnición los requise de los almacenes del puerto, de las posadas, de donde sea, pero quiero que esa nave esté lista para zarpar en menos de tres horas.

—De acuerdo cumpliré tus ordenes, pero mientras tanto dejarás que mi cirujano te cosa esa herida.  —dijo el gobernador murmurando por lo bajo y dirigiéndose a su habitación para vestirse.

—Una cosa más —le dijo Guldur al gobernador antes de que éste desapareciese por la puerta— mándame al encargado de los halcones, necesito enviar un mensaje ahora mismo.

Guldur no podía evitar darle vueltas a lo ocurrido. Había llegado a tocar el éxito con la punta de los dedos y esa zorra se le había escurrido como arena escapando de su puño. Nunca pensó que aquella joven tuviese la presencia de ánimo suficiente como para  hacer de escudo entre él y Albert y la velocidad con la que interpretó su confusión y le atacó sin dudarlo un segundo le tomó por sorpresa convirtiendo una fácil victoria en un fracaso completo.

—Señor, ¿ me ha mandado llamar? —dijo con una reverencia el encargado de cuidar el aviario del gobernador.

—Sí.   —dijo Guldur sentándose en un pequeño escritorio y cogiendo una pluma y una minúscula tira de papel que el sirviente le proporcionó.

"Nissa huye por mar, le sigo en una de las galeras del gobernador. Único destino posible Alisse. Sugiero con todo el respeto poner la flota en movimiento. El grande Único y todopoderoso Assab nos concederá la victoria. Guldur"

El traidor terminó el mensaje y lo dobló cuidadosamente intentando evitar que cayesen sobre el gotas procedentes de su pelo mojado.  Finalmente lo lacró, le puso el sello del gobernador   y se lo entregó al sirviente para que lo enviase.

Los acontecimientos se sucedían sin interrupción y mientras el gobernador salía apresuradamente gritando órdenes a todos sus sirvientes, el médico entró con un esclavo que cargaba con un pesado cajón que contenía sus medicinas.

El médico trabajo con rapidez y firmeza. Rasgó el pantalón de cuero hasta ver la herida. El torniquete hacia su trabajo y apenas asomaba un pequeño hilillo de sangre por la herida. El esclavo le alargó paños limpios empapados en vino y se dedicó a limpiar detenidamente la profunda herida. A continuación soltó un poco el torniquete y con un movimiento de cabeza observó como la sangre volvía a manar con fuerza.

—Afortunadamente  la herida afecta a una vena, pero es la safena, la vena principal de la pierna, me temo que voy a tener que operarle para coserle el vaso y así poder contener la hemorragia. —dijo el médico.

—¿A qué espera?  —dijo Guldur cogiendo la botella de vino y apurándola de dos tragos.

—Sin esperar otra invitación el sirviente  ayudó a Guldur a desplazarse a uno de los comedores del palacio y despejando una mesa colocó un lienzo limpio sobre ella y le ayudó a tumbarse encima.

El esclavo  colocó un pedazo de corcho entre los dientes de Guldur y poniendo  las manos sobre los hombros del guerrero le hizo un seña al médico para que empezase.

A pesar del alcohol que llevaba encima, Guldur notó como el bisturí del médico cortaba su carne penetrando entre las distintas capas de músculo produciéndole un dolor agudo pero soportable . Sin embargo cuando el matasanos empezó a hurgar en la herida con las pinzas en busca de la vena dañada, el dolor fue tan intenso que no lo pudo resistir más y perdió el conocimiento.

El esclavo le reanimó con unas sales. Cuando se incorporó vio su pierna vendada. Una pequeña mancha de sangre era todo el rastro que quedaba de la herida.

Se sentó en el borde de la mesa con un respingo.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Un par de horas, —dijo el médico mientras se limpiaba las manos con un paño— ha sido una operación complicada.

—Tengo que irme ahora mismo. —dijo el guerrero.

—No, por favor, no se mueva. Los puntos podrían desgarrarse y moriría desangrado. —dijo el médico preocupado.

—Pienso llegar a los muelles o morir en el intento. —dijo Guldur poniéndose en pie con  un gesto de dolor.

Guldur intentó moverse pero el médico se mostró inflexible. Finalmente fue el esclavo el que cogió a Guldur en brazos y lo llevó hasta el carro en el que habían llegado. Veinte minutos después estaban frente a la galera que era un hervidero de actividad.

El esclavo le subió a la nave y le depositó en el camastro del camarote del capitán con las órdenes de que no se moviese de allí  en tres días.  

La pierna le dolía terriblemente  y estaba extenuado por la perdida de sangre pero en sus ojos brillaba la determinación de un cazador. No todo estaba perdido.

La chalupa avanzaba con rapidez en pos del Tormenta con Baracca al timón. Albert observó la nave a la que se aproximaban y no pudo evitar mostrar un gesto de  desconfianza. El barco tenía la cubierta alta y una proa redondeada lo que no le daba un aspecto muy marinero. Además no se veían remos por ninguna parte y sí una vela grande  y dos más pequeñas a proa y a popa,  como las que tenían los mercantes, pero de aspecto un poco distinto.  Tenían una forma irregular y costillas que parecían otorgarle rigidez en toda su superficie.

—¿Y en ese cascarón vamos  a conseguir escapar de la Flota de Senabab? —preguntó Albert  mientras se restañaba la herida del hombro con un pedazo de tela.

—Sí — dijo Baracca totalmente confiada— No te dejes engañar por su aspecto. Ahí donde la ves es capaz de dejar atrás a cualquier galera. ¿Ves el mástil y el aparejo? Su disposición me permite orientar las velas en la dirección que quiera para aprovechar el viento, venga  de la dirección que venga.

—Más vale que tengas razón o lo vamos a pasar muy mal.

—Descuida, si he sobrevivido durante tanto tiempo en este jodido oficio es porque siempre tengo razón.

La chalupa se acercó y Moser les largó una escala. La primera en subir fue Baracca, tras ella iba Albert que no pudo evitar admirar desde abajo  el culo redondo y apretado  y los pechos de la capitana bambolearse excitantes bajo el faldón del blusón. Albert sacudió la cabeza y se concentró en subir a bordo, tarea  ya de por sí bastante complicada con su hombro herido, como para hacerlo también con una erección.

—¿Está todo el mundo a bordo? —preguntó la capitana al contramaestre Moser.

—Solo falta Riins. —respondió el aludido.

—Pues ahí se queda. Tenemos una nueva misión. y no podemos esperar hasta que espante la mona. Es la tercera vez que me retraso por su culpa. No volverá a ocurrir. Levad Anclas y desplegad las velas. Salgamos de aquí cuanto antes.

La tripulación se movió con celeridad y eficiencia y en seguida Albert notó como el barco cogía velocidad. Los alardes de Baracca no eran fanfarronadas y el barco avanzaba con el viento de través a una velocidad que difícilmente una galera podría alcanzar y menos aun mantener.

Sabía que Guldur probablemente habría sobrevivido, así que calculaba que tendrían un par de horas de ventaja más o menos antes de que tuviesen la galera preparada para zarpar. Para cuando saliesen del puerto ellos ya estarían en mar abierto impulsados por el viento del sur que soplaba constante en esa época del año.

—Moser trae ahora mismo al cirujano. Tenemos un herido a bordo. —oyó decir a Baracca desde el timón.

El hombre que se le acercó era ya casi un anciano a sus cincuenta años, su pulso temblaba y su aliento hedía a aguardiente y muelas cariadas. Se acercó a Albert y gruñendo examinó la herida. Con un nuevo gruñido esta vez de satisfacción comprobó que la herida había dejado de sangrar y se la cosió con un trozo de hilo de remendar las velas empapado en aguardiente.

Albert  dolorido y mareado por la pérdida de sangre fue conducido por la capitana a su camarote mientras que Nissa se tuvo que conformar con la pequeña cabina que tenía el contramaestre.

Pocos minutos después apareció un hombre con una escudilla repleta de cerdo con alubias y un vaso de vino. Intentó ayudarle a comer pero con un gesto le indicó que podía comer solo y le despidió. No se había dado cuenta hasta ese momento que desde la mañana no había probado bocado. Se comió todo casi sin masticar y cuando terminó, dejó la escudilla en el suelo y tumbándose en la cama se quedó totalmente dormido.

                                                                              ***

Se pasó el resto del día escribiendo, el relato estaba llegando a su desenlace y ya casi estaba seguro de como lo iba a terminar, esperaba no joderlo en el último momento. Solo interrumpió su trabajo cuando las dos chicas tocaron el claxon del  BMW reclamando su presencia. Con un gesto de contrariedad cerró el portátil y lo metió en el maletín para ir a un "divertido" día de compras.

En cuanto llegó al coche, Amber se apartó del asiento y se coló en el asiento trasero.

—¿Nos vamos? —dijo con una sonrisa maquiavélica.

Joey arrancó el coche. El BMW no tenía nada que ver con su viejo Honda, el motor de gasolina respondió con brío a la presión sobre el acelerador y la aguja de las revoluciones pasó de las cinco mil en un suspiro y con un suave ronroneo.

Joey conectó el modo deportivo y siguió las indicaciones de las jóvenes aprovechando la tracción trasera  para que el coche culeara ligeramente al coger las curvas y salir de los cruces. Amber y Judith reían y levantaban los brazos en las curvas poniendo a Miley Cirus a todo trapo, pero la diversión duro poco y rápidamente llegaron al centro comercial.

Era una nueva experiencia para él entrar en el estrecho  garaje del centro comercial y preocuparse de no rayar  el coche contra una columna o un coche aparcado. Cuando finalmente apagó el contactó suspiró mitad por el alivio de dejar el coche intacto, mitad por la decepción de no poder pasear con el coche le resto de la tarde.

Las chicas ignoraron su gesto de desesperación y entraron en el centro comercial semivacío casi saltando de alegría.

El primer lugar que visitaron fue una tienda de Pepe Jeans. Revisaron las prendas una por una como si fuesen perros policías buscando drogas. Finalmente se decantaron por un par de vestidos, varios vaqueros de distintos colores, unas blusas y un par de tops y se dirigieron a los probadores. Joey se sentó en una esquina y esperó escuchando las risas y grititos de las chicas.

Para combatir el tedio se puso a pensar  en cómo seguir con el relato. Estaba ya recorriendo la Bahía de Saana en la galera de rey de Irlam cuando un wasap  interrumpió sus pensamientos.

¡Qué demonios! —pensó Joey   al abrir la aplicación y ver que había recibido dos mensajes de Judith y uno de  Amber.

Al  abrir los contactos vio que eran tres selfies. En el primero ambas hacían una pose frente al espejo del probador, en el segundo Judith tiraba de la cintura de su vaquero lo suficiente para que la parte superior de su pubis y su tanga quedasen a la vista. En el tercero las dos chicas se daban un aparentemente inocente piquito.

Las aventuras de la princesa blanca quedaron momentáneamente  olvidadas y  su mente  se desató intentando imaginar que estaría pasando en ese camerino.

Dos minutos después recibió una nueva tanda. En este caso el primero era de Amber probándose uno de los vestidos mientras Judith le levantaba la falda a la vez que le hacía una foto de sus piernas y la parte inferior de su culito respingón. La segunda era de Amber que se tomaba cumplida venganza  metiendo la mano por debajo del top que se estaba probando Judith y estrujando uno de sus pechos. El último archivo era un video en el que las dos chicas se daban una serie de besitos en los labios y el cuello, que sin llegar a ser lascivos, excitaron de nuevo la imaginación de Joey.

Un rato después salieron del probador sin dejar de reír; Amber con el vestido que había probado y Judith con un par de vaqueros.  

La tarde se le fue pasando en un plis, de la tienda de Jeans pasaron a una zapatería dónde las chicas se probaron zapatos y sandalias de tacón, agachándose y mostrando sus generosos escotes a un aturdido dependiente. Más tarde entraron en una tienda de H&M y  un nuevo aluvión de selfies cada vez más picantes llegaron a su móvil. En ellos las chicas le enseñaban las piernas, se abrazaban en ropa interior y terminaron con un video en el que se daban un apasionado beso.

Así que cuando llegaron a la tienda de ropa interior, rodeado de las fotos de los ángeles en ropa interior y con transparentes alas brillantes de Swarosky, vio como las chicas cogían prendas y las amontonaban de camino a los probadores.

Las primeras fotos no tardaron en llegar. En ellas las chicas se iban quitando las prendas lentamente la una a la otra alternando los gestos de lascivia y sorpresa. Joey se puso malísimo observando manos tanteando culos, dientes mordiéndose labios y lenguas acariciando cuellos y barbillas. Cuando quedaron en ropa interior, le enviaron un beso y  le dieron una tregua de unos minutos.

Apenas había conseguido respirar hondo un par de veces cuando las siguientes fotos casi le provocan un infarto. Amber llevaba un conjunto de sujetador y tanga negros semitransparentes completados con un liguero y unas medias negras con un dibujo blanco en los laterales mientras que Judith lucía un camisón corto de satén gris perla. Por si eso no fuese poco las manos de las chicas  exploraban sus cuerpos mutuamente.

La sesión finalizó con un video en el que se besaban de nuevo, esta vez, por el brillo de los ojos y el ansia de sus movimientos, Joey comprobó que las dos jóvenes ya no estaban haciendo el tonto.

Las chicas tenían razón, el tiempo se pasó en un suspiro y cuando llegó la hora de irse al comedor del padre O´Brien no pudo evitar gruñir de frustración. Solo pensar que después de servir la cena irían a casa de Amber se moría de impaciencia.

—Hola chicos. —saludó el sacerdote al verlos llegar juntos— me encanta que volváis a llevaros los tres tan bien.

—Ah, sí, padre. La verdad es que esta labor nos ha unido mucho. —dijo Amber con un desparpajo que dejó a Joey y Judith de piedra— Muchas gracias padre, no sabe cuánto le debo.

—De nada hija, de nada. Si de verdad estáis tan agradecidos quizás podríais alargar un poco más vuestra labor ya que apenas os quedan tres días más con nosotros.

—Bueno, no sé lo que opinan los demás pero podríamos seguir viniendo, esto nos ayuda en nuestro currículo pero en vez de venir todos los días podríamos venir un par de veces por semana. ¿Qué le parece padre?

—¡Por mi estupendo! —exclamó el sacerdote sorprendido de su éxito.

Terminaron de charlar con el  padre y se  fueron a servir la cena. Esta vez pusieron a Joey en el medio y se dedicaron a rozarse con él haciendo del servicio una tortura. Por fin comprendió eso de que el tiempo era relativo. Los segundos se arrastraron lentamente mientras servía el arroz y trataba de sonreír sin parecer un desequilibrado.

Al terminar Joey notó que las chicas se mostraban tan ansiosas como él. Se despidieron rápidamente del padre O´Brien  y Amber les llevó a casa. A pesar del asfalto mojado, la joven les llevó a una velocidad algo mayor de lo aconsejable y Joey no pudo evitar cerrar los ojos y poner  los brazos en posición defensiva un par de veces que estuvieron a punto de colisionar con otros vehículos.

Finalmente el coche demostró porque era tan caro corrigiendo los errores de Amber y aparcaron frente a su casa sanos y salvos.

La casa de Amber estaba vacía y silenciosa cuando llegaron. Sus padres se habían ido de fin de semana y la tenía entera para ella.  Amber cerró la puerta tras ellos y pidió a Joey que encendiese la chimenea del salón mientras ella ponía música.

Mientras Joey encendía la chimenea  las chicas pusieron música y empezaron  a bailar. En un par de minutos Joey vio satisfecho como un alegre fuego calentaba la estancia.

Joey se sacudió las manos y se volvió hacia las chicas que estaban meciéndose muy juntas al ritmo de una balada. Joey no intervino y se quedó sentado sobre la alfombra observando los lánguidos movimientos de las dos jóvenes.  Al notarse observadas sonrieron y comenzaron a darse suaves besos mientras se acariciaban el cuerpo la una a la otra. Pronto los besos se hicieron más profundos y la excitación de las chicas llegó al punto que las manos de Amber se colaron en el interior de los vaqueros de Judith arrancándole un gemido. Judith se  apretó contra Amber y le abrió la blusa  con precipitación,  bajándole las copas del sujetador y besándole los pechos.

Joey se quedó paralizado observando cómo las dos chicas se deshacían de la ropa  y se tumbaban en la alfombra a su lado acariciándose y besándose ante él.

Judith tomó la iniciativa y  se tumbó sobre  Amber  separándole las piernas y acariciándole el sexo suavemente con sus manos. Amber gemía,  retorcía su cuerpo pálido y se agarraba  a Judith  clavándole las uñas en la espalda.

Judith apartó las manos del pubis de Amber y  le dio a probar sus dedos. Amber los chupó con ansia mientras  Judith se movía sobre ella acariciándole el pubis con su muslo.

Judit irguió su torso y sus tetas se bambolearon  plenas y pesadas llamando a la boca de Amber que se irguió a su vez para poder besarlas y chuparlas.  Judith jadeó y comenzó a deslizarse sobre el muslo de Amber durante unos segundos antes de que ésta se tumbase de lado .

Los dos sexos contactaron el uno contra el otro y las dos chicas comenzaron a moverse como culebras revelando con sus gemidos el intenso placer que estaban experimentando.

Incapaz de quedarse por más tiempo como un espectador pasivo,  Joey se aproximó a las dos amantes y  acercó su mano con timidez.  Judith se la cogió y tiró de ella para acercarle y besarlo. Joey le devolvió el beso con suavidad aunque lo que realmente quería era comerse a las dos jóvenes enteras, amarlas y hacerlas suyas.

Después de unos momentos Judith deshizo el beso y con un gesto le indicó que besase a Amber también. Joey se acercó a la animadora hasta quedarse a escasos centímetros de sus labios perdiéndose en aquellos ojos color aguamarina.

Por un momento dudó. ¿Deseaba hacer aquello? ¿Debía besarla cómo a Judith? ¿Debía hacer que el beso fuese menos apasionado? Todo aquello era a la vez excitante y confuso.

Amber fue la que tomó la iniciativa y le besó. El conocido aroma de la boca de Amber  invadió la boca de Joey acabando con todas sus inhibiciones. Las manos de Joey corrieron por el cuerpo de Amber  mientras Judith, por detrás, le sacaba la camiseta y pegaba sus pechos contra la espalda.

Joey giró su torso y mientras seguía acariciando los pechos  de Amber, agarró la melena de Judith y tiró de ella para acercar la boca de su novia a la suya.  Judith le devolvió el  besó  y tiró de él hacía atrás, obligándole a tumbarse mientras Amber le quitaba los pantalones y los calzoncillos lanzándose sobre su erección.

Joey gimió y cerró los ojos mientras sentía una boca succionando su miembro y otra recorriendo todo su cuerpo lamiendo y mordisqueando cada recoveco empezando por su cara y su cuello para luego ir moviéndose  en dirección a su polla. Joey a su vez acariciaba el cuerpo de su novia a medida que pasaba sobre él.

Amber se separó y se  quedó mirando como la pareja se comía el sexo mutuamente,  con suavidad tiró de Judith,  y la besó mientras montaba sobre la polla de Joey. Amber suspiró de placer, por fin tenía aquella polla de nuevo dentro de ella. A continuación empezó a mecerse lentamente mientras besaba a Judith y le acariciaba todo el cuerpo.

Joey vio como las dos chicas disfrutaban abrazadas una cabalgando sobre su polla y la otra meciéndose sobre su boca. Las chicas comenzaron a gemir a la vez sin dejar  de acariciarse, los gemidos de Amber se volvieron más ansiosos y aceleró el ritmo de sus caderas hasta que  en pocos segundos le llegó el orgasmo.  Judith y Joey se separaron y tumbando a Amber boca arriba  asaltaron su cuerpo con sus bocas y sus manos saboreando su placer.

Joey estaba tan excitado que apenas fue consciente cuando cogió a Judith por las caderas y de un empujón le metió toda su polla. El coño cálido de Judith acogió sus embestidas y la chica se agarró  a la alfombra gimiendo de placer.  Enseguida Amber se unió a ellos y  besó a Joey mientras acariciaba la espalda morena  de Judith que se estremecía  loca de placer con los apresurados y profundos empujones de Joey.

Segundos después Joey se corrió. La marea caliente  de chorreones de semen derramándose en su coño y los últimos y bestiales empujones de Joey  inundaron a Judith con unas sensaciones tan intensas que no tardó en correrse a su vez.

Cuando  se separaron, Amber se inclinó sobre el vientre de Joey y  cogiéndole la polla comenzó a lamérsela. Joey estaba  agotado, pero Amber, con la ayuda de Judith, consiguió que la polla de Joey siguiese erecta.  Ambas compartían su miembro metiéndoselo profundamente en la boca y sorbiendo con fuerza.

Con un movimiento brusco, Joey se separó y colocó a las dos chicas una sobre la otra. Separó sus piernas y acarició y besó sus dos sexos  mientras miraba como el coño de Amber con su escaso matojo de pelo rubio se frotaba contra el de Judith totalmente rasurado.

Irguiéndose, Joey penetró a Judith a la vez que separaba los cachetes de Amber para que su pubis contactase con el de ella en cada empujón. Pocos  después sacó la polla del coño de Judith para  penetrar a  Amber procurando que sus huevos golpeasen el sexo de Judith con cada embate.  Con dos largos gemidos las dos chicas se corrieron casi  a la vez. Joey  se levantó,  y mientras Judith se quedaba tumbada boca arriba mirándoles, Amber se puso de rodillas y se metió el miembro de Joey en la boca. Joey comenzó a empujar dentro de la boca de la chica observando como aquellos preciosos ojos verdes se llenaban de lágrimas por el esfuerzo.   Judith se les unió  acariciando y besando los huevos de Joey que no pudo resistirse más y eyaculó en la boca de Amber que  sin protestar  siguió chupando su polla hasta que salió la última gota de semen.

Los tres se tumbaron sudorosos y agotados sobre la alfombra con Joey entre las dos chicas que no paraban de acariciarle.

Mientras recuperaba el aliento no dejaba de maravillarse de tener desnudas en sus brazos a las chicas más bellas del instituto.

—¿Te ha gustado? —preguntó Judith.

—Sí mucho, pero estoy un poco confuso. —respondió Joey— Deberíamos establecer algún tipo de norma para esto.

—No es mala idea ¿Por qué no hacemos una constitución? —replicó Judith socarrona— ¿Tú me amas?

—Lo sabes de sobra Judith.

—¿Y a Amber?

—No sé, mis sentimientos son muy fuertes hacia ella pero...

—Se sincero... insistió su novia.

—Estuve enamorado de ella y me hizo daño. Ahora creo que me estoy volviendo a enamorar y no sé si quiero.

—Pues yo si la quiero y ella me quiere a mí. —dijo Judith.

—Así que hemos estado hablando estos días y hemos decidido que en vez de pelear por ti queremos  compartirte. —dijo Amber.

—Muy bonito —dijo Joey un poco picado— ¿Y mi opinión no cuenta?

—¡Oh! claro que sí —dijeron las dos al unísono mientras le acariciaban y le besaban zalameras apretando sus cuerpos contra él.

La sensación de quedarse dormido con los cuerpos desnudos de dos mujeres a su lado era indescriptible. Los movimiento de las chicas le despertó. Joey abrió los ojos y acarició los pechos de Amber mientras notaba como Judith le abrazaba por la espalda.

El fuego aun ardía aunque con menos fuerza y los tres se tumbaron de cara a él observando las llamas. Judith se levantó. Sus pechos se bambolearon y su culo se tensó provocando en Joey una punzada de deseo, pero esta  vez se limitó a observar su cuerpo desnudo desplazándose por la habitación en la penumbra, buscando algo.

Cuando encontró el portátil lo cogió y se sentó con él en el regazo.

—¿Puedo ser yo la que lea esta vez? —preguntó Judith mientras el ordenador se iniciaba.

                                                                              ***

El rey  recibió el mensaje de Guldur al día siguiente. Si hubiese tenido a esa sabandija en aquel momento le hubiese  roto el cuello como a una rata pero después de descargar su ira rompiendo todo lo que tenía a mano en el despacho,  recobró la lucidez y empezó a movilizar a todos sus subordinados; en menos de dos días estaba zarpando con toda su flota.

La galera real había sido preparada y revisada de nuevo antes de partir. Todo el bronce y el oro que cubría sus aparejos había sido bruñido con esmero y el barco brillaba y destacaba en el medio de la flota tanto por su tamaño como por su brillo.

El rey ascendió al castillo de popa para observar su flota. En vanguardia, ciento treinta trirremes, entre los que se encontraba el suyo, estaban  dispuestos en tres líneas y cruzaban la Bahía de Saana en perfecta formación. Por detrás,  una multitud de barcos de todo tipo llevaban al resto de su ejército cada uno a su ritmo sin tratar de llevar ningún orden.

—Una flota magnifica majestad.—dijo Yamín que actuaba como almirante de la misma.

—En efecto, con estos barcos seremos invencibles. Juntos conquistaremos Juntz y luego Gandir y el poder de Assab se extenderá por todo el continente.—replicó Senabab— Deor  aun no sabe nada de nosotros y como mucho puede oponernos cuarenta o cincuenta naves que obviamente tendrá que alistar a toda prisa.

—No sé, —dijo Yamín desconfiado—no deberíamos subestimar a Deor ni a sus súbditos. Durante decenios han demostrado ser un hueso duro de roer.

—No lo subestimo, simplemente me limitó a analizar los hechos y la realidad es que no tiene ninguna posibilidad.

—¿Y Nissa? —preguntó Yamín.

—Con un poco de suerte ese inútil de Guldur hará una cosa bien y la perseguirá lanzándola a nuestros brazos.

El cielo se estaba cubriendo y una fina lluvia comenzaba a caer. Contrariado, el rey se preguntó por qué su Dios tan omnipotente hacía que cayesen frecuentes aguaceros en el mar y no en las recalentadas llanuras del centro de su reino.

Con un gesto al cielo, pasó por el lado del timonel apretando su hombro en señal de camaradería y se dirigió a su cabina.

El camarote del rey era una estancia cuadrangular enorme que ocupaba todo el espacio que había bajo el castillo de popa. En una esquina le esperaba Amina, su favorita, tumbada entre cojines y abrigada por una manta de suave lana. Senabab se acercó a ella pasando entre las columnas de madera adornadas de oro.

La joven se levantó dejando resbalar su manta. Estaba totalmente desnuda. El rey se acercó y acarició el bello cuerpo desnudo.

—¿Me amas o me temes, pequeña? —preguntó el rey acariciando el cuello de la joven.

—Te amo mi señor. Mi señor es el soberano más grande y magnánimo. —recitó la joven— Mi señor es el hombre predestinado a acabar con los impíos y hacer que todo el continente este bajo la protección de un solo Dios...

Senabab interrumpió la perorata apretando el delicado cuello de Amina hasta que el aire dejo de entrar en sus pulmones. La joven primero se asustó y se debatió pero mirando a los ojos de su rey se relajó y le dejó hacer. Los segundos pasaron y el rey notaba como la joven empezaba a vacilar pero seguía sin emitir un solo sonido.

El rey aflojó las manos y la joven cogió una larga bocanada de aire con sus jugosos labios. El rey los besó. Aun estaban fríos pero la lengua de la joven seguía siendo cálida y sabía a vainilla.

La joven solo se puso a temblar cuando las manos de Senabab se internaron entre sus piernas. El rey la levantó en el aire sin apenas esfuerzo y sacando su miembro erecto de entre su ropajes la penetró.

La joven gimió y se abrazo con brazos y piernas al potente cuerpo de Senabab.

—Sí  mi señor. —dijo ella con un largo  y ronco gemido al sentir el miembro duro y caliente abriéndose paso en sus entrañas— Te amo mi señor. Estoy dispuesta a darlo todo por ti, incluso mi vida.

El rey elevaba con facilidad el liviano peso de su concubina para luego dejarlo caer con fuerza sobre él notando como su estrecho coño se estiraba para acoger la totalidad de su polla.  La joven se agarraba a él y gritaba cada vez más fuerte hasta que el placer la asaltó. El rey la arrinconó contra la pared y siguió bombeando mientras se ahogaba en aquellos ojos grandes  que expresaban una profunda sumisión.

Tras unos segundos El rey se separó y la joven se arrodilló ante él cogiendo la polla entre sus manos. Amina chupó con fuerza envolviendo con sus gruesos labios el glande y mordisqueando con suavidad la punta de su polla. Senabab gruñó y le hundió la polla profundamente en el fondo de la boca de Amina varias veces hasta que su polla se retorció eyaculando en su garganta   haciendo que la joven se atragantase con su semilla espesa y caliente.

La joven concubina  lagrimeó y tosió haciendo que el semen rebosase de su boca y resbalase por su barbilla hasta caer entre sus pechos.

Senabab se apartó recreándose en la figura de la joven arrodillada mirándole desde abajo con el semen atravesando su pecho hasta llegar a su vientre y su pubis.

Desoyendo los consejos del médico del gobernador, Guldur se levantó del lecho en cuanto amaneció y hubo suficiente luz para intentar localizar el barco de los fugitivos.

En cuanto subió a cubierta, el sol,  que asomaba por el este como una gran bola de fuego anaranjada, le deslumbró momentáneamente. Con un gruñido se volvió y cojeando se acercó a la borda. No le costó mucho localizar a su presa,  a cinco millas al norte, con las velas colocadas en un posición imposible  y el casco algo escorado a barlovento avanzaba el velero alejándose de la galera que tenía que recurrir a su tripulación reforzada para mantener el ritmo.

—Por todos los demonios  —exclamó Guldur después de observar durante cerca de una hora  como de una forma casi imperceptible aquel cascarón se iba distanciando de la galera—¿Cómo es  posible?

—No  sé exactamente cómo lo hacen, —dijo el capitán que se había mantenido silencioso a su lado—  pero pueden orientar sus velas para recoger el viento que viene de tierra y aprovechar su impulso para alejarse de nosotros.

—¡Maldita sea! Hay que ir más rápido. —exclamó Guldur furibundo.

—Imposible —respondió el capitán — Debemos mantener parte de los remeros en reserva para  mantener un ritmo constante cuando llegue la noche y no estoy en condiciones de asegurar que podamos  mantener este ritmo indefinidamente. Esta galera no es una nave de primera línea y debería haber sido carenada hace tiempo.

—Entiendo —replicó Guldur frustrado— De todas maneras haz lo que puedas. Bajaré abajo a descansar. Quiero que alguien me informe cada hora de la posición de ese velero.

Baracca se asomó por el castillo de popa y vio con satisfacción como la galera  se retrasaba casi imperceptiblemente pero de forma constante. Nissa a su lado observaba lo mismo sin poder evitar un suspiro de alivio.

—Pronto, en cuanto el sol empiece a pegar con fuerza y se levante el viento les perderemos de vista. —dijo la capitana.

—¿Te puedes alejar tan rápido de ellos? —preguntó Nissa.

—Sí, claro. Espera un par de horas y podrás ver como dejamos a esa tortuga  clavada.

—¿Podrías hacer algo por mí? —preguntó la princesa.

—Depende, ¿En qué estas pensando? —dijo Baracca.

—No quiero perderlos de vista. ¿Puedes ir alejándote a este mismo ritmo hasta estar a una distancia segura, pero luego mantener la distancia de manera que tengamos contacto visual con la galera?

—Vaya, me gusta la idea. Seguro que el cabrón que nos atacó se revolverá de ira al ver que no puede alcanzarnos.

—Estupendo, quiero saber en todo momento lo que trama ese hijo de puta. Aunque espero que se haya ahogado, el que hayan salido tan rápido tras nosotros me dice que sigue vivito y coleando.—dijo Nissa.

—Eso me temo, va a ser una larga persecución. Voy abajo a ver qué tal está  mi nuevo tripulante. —dijo Baracca dirigiéndose al castillo de popa.

—De acuerdo —dijo Nissa intentando aparentar un desapego que no sentía. No quería dar pábulo a ningún rumor que pudiera poner su compromiso en peligro.—¿Aun tiene fiebre?

—Sí, pero es normal, con una herida como esa en un par de días estará como nuevo.

Baracca dejó a la joven acodada en la borda observando alejarse la galera mientras ella bajaba a su camarote.

La sala estaba en penumbra, con unas pesadas cortinas tapando parcialmente los ventanales para evitar que entrase la luz. El hombre yacía en su cama. se había destapado por el calor de la fiebre y su cuerpo sudoroso y desnudo estaba completamente a la vista. Hipnotizada, Baracca cogió un trapo de un cubo con agua helada y escurriéndolo lo pasó por la frente y la cara del guerrero recorriendo con la compresa las angulosas facciones del hombre que permanecía inconsciente. Aguijoneada por la curiosidad y el deseo, siguió hacia abajo refrescando de nuevo el trapo y pasando por su torso musculoso, su vientre plano y sus muslos desarrollados por largas jornadas de marcha. Con curiosidad soltó el paño y le acarició las ingles. El hombre se revolvió pero no llegó a despertarse.

Baracca notó como empezaba a excitarse y con suavidad, procurando no despertarle, metió la mano entre sus piernas y le acarició los huevos. Albert no dio muestras de despertarse pero su miembro sí. Comenzó a crecer poco a poco hasta convertirse en una lanza gruesa dura y caliente que la pirata deseó con toda su alma. La acarició con suavidad y la besó con su labios. Albert se revolvió y llamó a Nissa en sueños.

Baracca se apartó y sonrió. Intuía que había algo entre ellos pero sabía que no tenía nada que temer de la princesa. Ella estaba prometida y sabía que aquel hombre era tan testarudo como fiel a su deber.— Tarde o temprano sería suyo— se dijo a si misma mientras volvía a refrescar aquel cuerpo febril. 

                                                                              ***

—Y ya está, no hay más —dijo Judith.

Las dos jóvenes se volvieron y acariciaron con sus dedos el pecho del joven como Baracca lo había hecho con Albert.  Judith se adelantó y acarició los huevos de Joey observando como al igual que Albert el chico se empalmaba. Judith le besó la punta de su miembro con suavidad pero Joey no soltó nada más que un leve suspiro mientras  las dos  chicas se inclinaban sobre su cuerpo para comenzar una nueva sesión de sexo.

Guía de personajes:

Reino de Juntz.

Rey Deor II: Soberano de Juntz.

Eldric: Único hijo varón del rey Deor. Príncipe heredero de Juntz. Prometido con Nayam de Gandir.

Nissa: La hermana de Eldric. Prometida con Taif príncipe heredero de Gandir.

Serpum: Conocido en la corte de Juntz como el arcipreste. Preceptor de los hijos del rey y fiel amigo y consejero del soberano. Tiene un oscuro pasado que solo el Rey Deor conoce.

Coronel Magad: Jefe de los Guardias Alpinos La élite del ejército de Juntz

Almirante Stallion: comandante de la flota de Juntz

Albert:  Miembro de la Guardia Alpina y guardaespaldas de Nissa.

Guldur: Compañero de Albert en la Guardia y guardaespaldas del príncipe Eldric.

Fugaz: Caballo del príncipe Eldric.

Reino de Gandir.

Accab I: 2º rey de la decimotercera dinastía de Gandir.

Taif: Primogénito del rey Accab y heredero al trono de Gandir.

Nayam: Princesa de Gandir.Primera hija de Accab. Prometida al príncipe heredero de Juntz y tras su muerte del rey Deor.

Reino de Irlam

Senabab: Rey de Irlam.

Yamín: Gran visir del rey.

Kondra : Madame del prostíbulo más lujoso de Senabab.

Swich: Espía de Juntz en Veladub.

Nesgar: Posadero ladrón y traficante de seres humanos en Veladub.

Vulk: Cómplice y guardaespaldas de Nesgar.

Amwar: Supremo sacerdote de Veladub.

Piratas

 

Baracca: Capitana del   Tormenta.

Moser: Lugarteniente de Baracca y contramaestre del  Tormenta.

Algún lugar en la costa oeste de los EEUU

Joey: estudiante y autor de la princesa blanca. Enamorado de Amber.

Amber: Jefa de las animadoras.

Sres. Kingsey: Padres de Amber.

Johnny:  Novio de Amber y quarterback del equipo.

Mike: Mejor amigo de Joey y loco del skate.

Judith: Amiga y compañera de Joey desde la infancia.

Robert y Nora Rosen: Padres de Judith.

Srta. Freemantle: Profesora de química en el instituto dónde estudia Joey.

Lisa: Madre de Joey.

He colgado un mapa de los tres reinos en esta URL por si queréis consultarlo. Lo hice para mi propio uso a la hora de escribir la historia, así que no esperéis una obra de arte.

[URL=http://www.subirimagenes.com/otros-mapaprincesablanca-8904614.html][IMG]http://s2.subirimagenes.com/otros/previo/thump_8904614mapa-princesa-blanca.jpg[/IMG][/URL]

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