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World Wildlife Zombie IV

en Grandes Series

Tanatorio Virgen de los Ojos Negros. Veinticuatro de julio 3.00h

Agustina estaba harta de que le tratasen como si fuese tonta. Había empezado en el programa de Ana Rosa haciendo la crónica de sucesos. Pero cuando vio que lo único que querían era que  se limitase a leer  el  teleprompter y enseñase sus piernas largas y morenas en el incómodo sillón se largó y se lo montó por su cuenta.

Agustina Juárez no quería ser la típica presentadora florero. Para eso no hacía falta estudiar periodismo. Ella quería descubrir tramas mafiosas, destapar escándalos políticos y cubrir catástrofes naturales o conflictos armados sobre el terreno, con la alcachofa y el chaleco antibalas como únicos compañeros, salvo Alberto claro está.

Alberto era un tipo bajito  y regordete que trabajaba en el mismo programa. No estaba muy orgullosa de ello, pero aprovechando que estaba perdidamente enamorado de ella se lo había birlado a la cadena y habían montado una sociedad en plan freelance. El principio había sido muy duro. Con su piel morena, sus ojos verdes y grandes, su pelo negro, liso y largo y su figura alta y delgada nadie le había tomado en serio, pero poco a poco los periodistas y la gente de la calle empezaron a confiar en ella y  con la ayuda inestimable de la pericia de Alberto con la cámara, había logrado hacerse un hueco en el sector.

Quizás este fuese el reportaje que le diese fama a nivel internacional. Había recibido el chivatazo de que una red de tráfico de órganos ilegal estaba trabajando en el tanatorio de la Virgen de los Ojos Negros.  Había conseguido ganarse a un empleado a base de promesas que no tenía la más mínima intención de cumplir y cuando recibieron dos fiambres el tipo les avisó puntualmente.

Eran las tres de la mañana cuando el tipo les facilitó la entrada en el local y se marchó a su casa,  no sin antes recordarle que le debía una cita.

—Odio a los tipos que no se mueven por dinero.—dijo Agustina a Alberto—Son mucho más difíciles de manejar.

El tanatorio era un edificio moderno, la zona abierta al público estaba formada por  pasillos amplios y mármol oscuro que le daba un aire de recogimiento. Siguieron el plano que les había garabateado el celador apresuradamente en un papel y traspasando una puerta entraron en la zona donde preparaban los cadáveres.

Al contrario que la zona para el público, allí los pasillos eran estrechos y estaban fuertemente iluminados. Un intenso olor a desinfectantes y a formol atestaba el ambiente enmascarando otro más sutil  a muerte y corrupción.  A la derecha del pasillo había varias puertas acristaladas de una de las cuales salía un halo de luz.

Se acercaron con precaución a la puerta  y se asomaron al cristal.

—Asegúrate de  grabarlo  todo —le dijo a Alberto mientras miraba al interior con curiosidad.

En el interior de un local parecido a una sala de autopsias, un tipo alto y corpulento, de mirada miope,  hurgaba en el interior del cuerpo de una mujer  de mediana edad mientras ellos le observaban a sus espaldas.

El hombre tenía ambas manos metidas en el tórax  mientras tarareaba algo. Ayudándose de un cuchillo y una especie de tijeras de podar le sacó varias costillas y muestras de tejido y los metió  todo en bolsas de muestras etiquetadas para a continuación introducirlo en una nevera portátil.

Alberto grabó con todo detalle como el hombre sacaba las manos del interior del cadáver y se rascaba distraídamente el puente de la nariz dejando en ella dos manchas de sangre coagulada. Cuando terminó comenzó a coser el cuerpo  y a prepararlo para su exposición ante sus deudos.

—Vámonos  Tina,  ya tenemos lo que queríamos. —susurró  Alberto.

—Un momento, ¿Qué demonios está haciendo ese tipo? —dijo  al ver que  se bajaba los pantalones y comenzaba a farfullar algo.

Agustina  abrió ligeramente la puerta para poder escuchar y vio con horror como el hombre acariciaba el cuerpo inerte con suavidad.

—Lo siento querida —dijo el hombre sacando una polla  grande y morcillona de sus calzoncillos y empezaba a sacudírsela con vigor.

—No me lo puedo creer... sigue grabando. —dijo Agustina.

El hombre acaricio  los muslos del cadáver y  los golpeó con su polla suavemente mientras se relamía los labios golosamente.

Se inclino sobre el cadáver y apartando el pelo de su frente le besó los labios cuidadosamente maquillados. A continuación comenzó a besar y lamer el cuello y los pechos de la difunta mientras seguía masturbándose  con deliberada lentitud.

—Vamos querida, te ayudaré un poco. —le susurró al oído mientras cogía una sustancia grasienta de un recipiente y embadurnada el interior del sexo del cadáver.

—Te gusta ¿verdad? —dijo a la vez que continuaba explorando el interior del cuerpo.

Tras unos segundos más el hombre sacó los dedos del interior de la finada y los aspiró con deleite provocando las arcadas de los periodistas. A continuación no esperó más y tirando del cuerpo para que sobresaliese del borde de la mesa su parte inferior, le metió la polla al cadáver hasta el fondo.

—¡Oh! ¡Por Dios! Creo que después de esto voy a gastarme todo lo que saquemos con el reportaje en psiquiatras. —dijo Agustina.

—Ja, lo que tienes que hacer es mirar la parte positiva. Si no podemos vender el reportaje, tenemos una peli porno de puta madre —repuso Alberto mientras grababa al gordo bombeando en el interior del cadáver.

Observaron como el hombre agarraba el cuerpo de la mujer por las caderas y le daba la vuelta para a continuación volver a penetrarla. El  miembro del tipo entraba y salía del cadáver con un  ruido de succión la mar de desagradable a la vez  que el hombre emitía suaves quejidos de placer.

—¡Oh! Sí, muñeca, me gusta que seas tan complaciente. —dijo agarrándole el culo y dándole suaves cachetes.

Pronto los movimientos del hombre se hicieron más ansiosos y la respiración se volvió más agitada.

—¡Sí, nena! ¡Sí!  Sé lo que quieres, quieres que  me corra en tu boca. —dijo el muy cerdo mientras colocaba el cuerpo de manera que esta vez fuese la cabeza lo que sobresalía de la mesa.

El tipo no se cortó y metió la polla erecta y brillante en la boca de la difunta. Poco a poco el ritmo de las acometidas se hizo más rápido  y profundo hasta que  en pocos minutos se corrió soltando un ronco quejido.

En ese momento una pequeña conmoción como una corriente de aire helado recorrió el lugar a la vez que un fogonazo azulado los iluminaba.

—¿Qué coño...? —dijo el hombre al girarse sorprendido por la luz y ver dos personas mirando por el cristal de la puerta.

En ese momento los dos  vieron con horror como el cadáver  cobraba vida y cerrando su boca  y tirando  con fuerza le arrancaba la polla  de cuajo al pervertido.

—¡Sigue grabando! —dijo Agustina sobrecogida por el espectáculo.

El tipo se apartó con las manos tapando lo que quedaba de su entrepierna, incapaz de reaccionar por el shock. La no muerta se irguió en una posición extraña, inclinada hacia la izquierda, probablemente por los tejidos que el operario le había quitado y con un grito ahogado se lanzó sobre el hombre mordiendo y desgarrando mientras este gritaba presa del pánico y el dolor.

—Está bien,  ya hemos visto bastante. Vámonos antes de que acabe de zamparse ese hígado —dijo Alberto.

—Hola Marcos —dijo Agustina al auricular del teléfono sin parar de correr— No te vas a creer lo que tengo, vete preparando un buen fajo porque lo que te llevo es dinamita pura...

Entrada principal del cementerio de la Almudena. Veinticuatro de julio 3.45h

 

El capitán Morales  se mostró orgulloso de su equipo mientras observaba como formaba frente a las puertas del cementerio en perfecto orden. Le habían llamado a las tres de la mañana y había sido capaz de movilizar a toda la brigada en cuarenta y cinco minutos.

"Estupendo" dijo para sí mismo mientras observaba a los cien antidisturbios protegidos con cascos  y escudos y armados con pesadas porras en posición de firmes delante de una docena de furgones para llevarse los detenidos.

—Bien chicos —empezó mientras se paseaba seguido de su adjunto, pasando revista a la fila de policías— No voy a entreteneros con chorradas. Hay dentro se está formando una orgía del carajo. —continuó señalando los gritos, aullidos y golpes que provenían del interior del recinto— Quiero que les deis duro a esos perroflautas y llenéis esas lecheras hasta que no entre en ellas ni aire para respirar. Recordad, manteneos juntos y no habrá ningún problema.

—¡Sí señor! —respondieron los cien hombres al unísono.

—Ahora adentro, —dijo haciendo señas a uno de los vigilantes del cementerio para que abriese la puerta principal.

Alex siempre había confiado en su cuerpo, con su uno noventa y tres y sus ciento dos kilos de peso, no había quién lo parase cuando cargaba. Después de pelear  con hooligans borrachos y enloquecidos en la final de la Champions y despejar las calles de Magaluf a porrazos para devolver a esa escoria  a su planeta de origen, una panda de vagabundos piraos no le preocupaba.

Las puertas se abrieron y los cien hombres entraron en el recinto a paso ligero. En cuanto traspasaron la entrada se desplegaron  en grupos que les permitiesen avanzar por las estrechas callejuelas en dirección al centro del cementerio.

No habían progresado más de veinte metros cuando empezaron a aparecer aquellos diablos aullantes. La formación no les imponía lo más mínimo y se lanzaban en plan suicida estrellando sus cuerpos harapientos contra los escudos de policarbonato arañándolo y mordiéndolo con saña.

Tras los primeros ataques todo el mundo empezó a notar que algo no iba bien. Normalmente bastaban un par de porrazos para derribar a esos tipos esmirriados y fumados, pero aquella gente era distinta.

Aparte de su aspecto desharrapado no tenían nada más en común. Parecían inusualmente pálidos y eran inusualmente agresivos, además los porrazos no parecían hacer mella en su determinación.

Los primeros minutos no pareció demasiado grave pero los salvajes alaridos parecían convocar  cada vez más manifestantes hasta parecer una multitud inabarcable.

Poco a poco la presión fue aumentando hasta que los antidisturbios empezaron  a retirarse poco a poco agobiados.

Alex nunca se había sentido así jamás. Estaba atemorizado,  aquella gente no era normal, se había inflado a repartir hostias y apenas había conseguido retrasar el avance de aquellas bestias. Guiados por su sargento habían empezado a retroceder mientras pedían refuerzos urgentemente y esos tipos no paraban de llegar cada vez en mayor número.

—¡Eh, Alex! —le gritó su compañero— ¿No le ves algo raro a esa gente?

—Sí , creo que están drogados hasta las cejas, debe ser metanfetamina o la droga caníbal... Vete tú a saber que mierda se están metiendo.

De repente uno de sus compañeros soltó un alarido de dolor. Uno de aquellos zumbaos se había tumbado en el suelo y había colado su cabeza por debajo de  su escudo mordiéndole el tobillo al policía.

El policía reaccionó inmediatamente y bajó el escudo con todas sus fuerzas sobre la cabeza del drogata que crujió desagradablemente. Todos  los que rodeaban al compañero empezaron a inventar una historia para justificar el haber partido la cabeza  a un manifestante pero sus pensamientos se interrumpieron al ver como aquel tipo se levantaba con la cabeza aplastada en parte balanceándose sobre los hombros e intentaba volver a atacarles.

Alex se quedó alucinado por un instante hasta que entendió por fin. Soltando un grito salvaje  desenfundo su pistola y se empezó a vaciar el cargador contra todos los bichos que se le acercaban mientras indicaba al resto de compañeros que se retirara hacia la puerta.

Vació su primer cargador y logró meter el segundo, les descerrajó un tiro a una mujer que iba vestida de novia en plena cara. Los tiros habían llamado la atención del resto de los zombis y estos  empezaron a converger a miles sobre la puerta principal Sus compañeros le cubrían a medida que se retiraban, pero eso no fue suficiente y tres zombis le atacaron a la vez.  Derribó uno de un porrazo y a otro le reventó la cabeza a balazos pero el tercero se lanzó sobre su cuello abriéndoselo de un mordisco.

Alex reaccionó inmediatamente apoyando el cañón de su Beretta sobre el cocoroto de su atacante y apretó tres veces el gatillo pero el daño ya estaba hecho la sangre manaba a raudales de la herida de su cuello y  sus compañeros vieron impotentes como su cuerpo se convertía en cuestión de segundos en una masa hirviente de criaturas que se alimentaban de él como hienas hambrientas.

La visión de su camarada siendo pasto de los zombis estuvo a punto de acabar con la presencia de ánimo de los hombres, pero Jonás mantuvo el tipo y les obligó a retirarse ordenadamente hacia la puerta  rechazando a  las criaturas a fuerza de coraje y derrochando municiones.

Cuando vio lo que pasaba, a Morales le corrió un escalofrío por su espalda. Millares de personas aullantes se lanzaban sobre sus chicos y ni siquiera los disparos cada vez más frecuentes de sus hombres conseguían pararlos.

—¡Manolo ayuda al vigilante a cerrar las puertas ahora mismo! ¡Hay que contener a esa turba!

—Pero señor,  nuestros hombres aun están dentro. —Respondió su adjunto confundido.

—No es una sugerencia Teniente, es una orden. ¡O la cumple o le meto un paquete de cojones! —dijo el Capitán intentando mantener la compostura ante el espectáculo que se veía a cincuenta metros de la puerta.

—¡Señor, esos hijoputas están cerrando la puerta! —gritó uno de los hombres que estaban a retaguardia.

—Mierda, serán cabrones, solo nos quedan cincuenta metros para llegar,  podemos conseguirlo. —dijo Jonás mientras apretaba el intercomunicador— Señor, no cierre las puertas, repito no cierre las puertas, estamos llegando  y podremos rechazar a nuestros atacantes el tiempo suficiente para poder hacer efectiva nuestra retirada. —dijo Jonás solo interrumpiéndose para volarle la cabeza a otros dos zombis que se le acercaban por la izquierda.

—Negativo, repito negativo. Ya hemos llamado a los GEOS y vamos a cerrar las puertas el tiempo suficiente para contenerlos y que ellos se encarguen de rechazarles desde lo alto del muro. Les sugiero que formen un circulo defensivo cerca del muro y resistan. Los GEOS estarán aquí en ocho minutos.

—Nos estamos quedando sin municiones, en cuatro minutos estaremos muertos —dijo Jonás cortando la comunicación y jurando en arameo.

Jonás suspiró y dio orden a los chicos para que se retirasen hacia la izquierda dónde el muro era más accesible que en la puerta principal. Poco a poco retrocedieron  adoptando una formación cada vez más cerrada debido al empuje de la masa de engendros. Por suerte la casualidad hizo que fuesen a parar a un pasillo especialmente estrecho entre viejos nichos y pudieron contener a los zombis por medio de los escudos. Cuando llegaron al muro del cementerio otros cuatro hombres de cada lado aseguraron los flancos mientras los hombres de dentro hacían una escalera humana para acceder a lo alto de la pared.

Desde la retaguardia  Jonás entendió como se sintió Leónidas manteniendo el tipo con sus trescientos  ante los Inmortales. A base de gritos, disparos y golpes de escudos consiguieron hacer un recinto inexpugnable y los compañeros empezaron a evacuar el lugar. Por un momento creyó que todo saldría bien y hasta pensó que quizás podría salir con vida, pero justo por su frente un alarido y una conmoción hizo que los zombis que se enfrentaban a él se apartaran.

De repente un figura enorme apareció apartando a empujones a los demás zombis por la fuerza .

—Joder, Blame —exclamó  Jonás al ver el cuerpo parcialmente devorado del que había sido Alex acercarse con enormes heridas en cuello y vientre y  los ojos vacios y hambrientos.

—Lo siento tío —dijo Jonás levantando su pistola y amartillándola.

 El zombi se paró sin hacer ningún amago   de defenderse.  Jonás apretó el gatillo pero no ocurrió nada. El zombi sonrió y agarrando el escudo levantó a Jonás por los aires lanzándolo contra sus compañeros . Desde el suelo vio como los zombis se lanzaban por el hueco. Estaban perdidos.

Domicilio del gobernador Gálvez. Veinticuatro de julio, 4.15h

Después de la llamada, con el polvo a medias, se había quedado desvelado. Tras un rato dando vueltas en la cama decidió levantarse y picar algo. El contenido de la nevera no era muy variado. Al ser un picadero, en aquel piso solo había champán, fresas y caviar iraní.

Los médicos decían que no debía tomar tanta sal pero aquella mierda de esturión le volvía loco. Cogió una lata y unos biscotes y se sentó  en la mesa de la cocina poniendo la televisión.

Señoras y señores acabamos de recibir una noticia de alcance, interrumpimos la emisión para dar paso a nuestra compañera Agustina Juárez...

El periodista  dio paso a una joven morena de ojos verdes e increíblemente grandes. El gobernador no supo si era el pelo largo y negro atado en una tensa cola de caballo o esos labios gruesos y sensuales, pero notó como su polla crecía en el interior de sus calzoncillos. Con un gruñido le pegó un bocado al caviar y se acomodó la polla en los pantalones tomando nota mental del nombre de la joven por si se la encontraba en una rueda de prensa.

Gracias Moncho. La noche de Madrid se ha visto interrumpida hoy por una serie de sucesos inexplicables. Hemos conseguido en exclusiva para Noticias TV unas imágenes que les sobrecogerán.  Lo que ha ocurrido esta noche en el  tanatorio de la Virgen de los Ojos Negros está más allá de los límites de la realidad. Recomendamos a los telespectadores que sean especialmente sensibles que no miren a la pantalla.

En la televisión apareció un hombre corpulento que se trajinaba a una cuarentona encima de una mesa de autopsias. Tardó unos segundos en darse cuenta de que a la mujer le pasaba algo. Cuando el hombre se apartó para ponerle la polla en la boca vio la postura flácida la sutura en forma de Y en el pecho y la palidez mortal de su cuerpo. Esa mujer estaba muerta.

—Vaya mierda un tipo follándose una cadáver ¿Y esa es la terrible noticia? —dijo el gobernador al televisor con un bufido.

Sin apartar los ojos de la macabra escena acercó un nuevo biscote cargado de caviar a su boca. La visión de la conmoción y el destello azulado reviviendo el cadáver y el furioso ataque al  pervertido le dejo sobrecogido.

Escupió el biscote en el   fregadero y cogió inmediatamente el teléfono para llamar al Ministerio del Interior.

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