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Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 23

en Grandes Series

 

 

Capítulo 23: Juerga de Fin de Semana

 

Las negociaciones no duraron mucho. Tres horas después, Ariadna se puso en contacto con Kallias para comunicarle que lo que restaba del ejército kuan había aceptado nuestras condiciones y se había rendido. Al parecer solo unos pocos, la mayoría suboficiales y soldados que se había enrolado voluntariamente, querían volver a la flota kuan.

Kallias felicitó a Ariadna y se dirigió al módulo de comunicaciones para contactar con la flota enemiga.

El almirante kuan no estaba de muy buen humor. Estaba claro que lo que creía que iba a ser una fácil victoria se le había ido de las manos y se había convertido en una aplastante derrota. Así que nos hizo esperar un par de horas y cuando finalmente contestó al mensaje lo hizo con gesto agriado.

—¿Qué es lo que quieren? —dijo sin molestarse en saludar.

—Soy el coronel Kallias, el comandante de ejército rebelde en este sistema. Los restos de su ejército se han rendido. Hemos llegado a un acuerdo con ellos y permitiremos a los que quieran irse que regresen a la flota. Solo tenéis que proporcionarles las lanzaderas suficientes para que puedan ponerse en órbita. Le garantizo que ninguna de vuestras naves será atacada en las próximas cuarenta y ocho horas.

—¿Me está diciendo que puedo evacuar a todo mi ejército? —preguntó el general con aire desconfiado.

—Solo a los que se quieran ir y obviamente dejarán todo el equipamiento aquí.

La contestación no pareció agradarle al general que devolviendo un gesto presuntuoso a la pantalla resopló y empezó a echar sapos por la boca mientras exigía que le devolviesen todo el equipamiento que había dejado en la superficie del planeta, acorazados incluidos.

—Déjese de chorradas, sapo pomposo. —dije yo interrumpiendo la diatriba del kuan— Ha perdido y si quiere recuperar a sus hombres, tendrá que darse prisa.

—¿Y tú quién demonios eres? —preguntó el general despectivo.

—Soy el almirante Pozo.

—¿Almirante de qué? —replicó el kuan riendo— Que yo sepa, la única flota que hay aquí es la mía. No sé qué juego os lleváis entre manos. Habéis ganado esta batalla, pero no la guerra. Me llevaré a mis hombres, pero no os preocupéis, seguiremos aquí, bloqueando el planeta hasta que estemos preparados para un nuevo ataque y esta vez pienso exterminaros a todos, sabandijas infectas.

—Bla bla bla.  Recoge a tus hombres, tienes setenta y dos horas para largarte, que es más o menos lo que me durara la curda que voy a pillar para celebrarlo. Cuando se me haya pasado la resaca, si sigues ahí arriba, tú serás el responsable de lo que le pase a tus naves. Si no quieres perder otra batalla lárgate y no vuelvas. —dije cortando la conexión.

—Sabes que no se largará. Ese tipo es un engreído y no se da cuenta de que ha perdido. —dijo el coronel.

—Bueno, pues entonces tendré que eliminar su flota. —dije encogiéndome de hombros, cogiendo un boyo que había sobre una mesa y dándole un mordisco— Pero de momento, mientras vosotros os ocupáis de esos asuntos tan complicados de firmar la paz, yo voy a beber algo, tanta batalla me ha dado sed.

Salí del barracón. Fuera el sol estaba asomando por el horizonte incendiando con su luz el campo de cráteres. Cualquiera diría que aquel no era un buen momento para emborracharme, pero, ¡Qué demonios! acababa de salir ileso de una batalla y la adrenalina corría aun por mis venas impidiéndome relajarme.

El bar seguía exactamente igual que cuando lo dejé, los tres parroquianos, la zorra Langoor, el camarero agazapado en la esquina, el portero algo magullado y hasta la misma mancha de humedad en la barra.

—¡Vaya! ¡Mi héroe ha vuelto sano y salvo del campo de batalla! —exclamó Hee´ka acercándose mimosa y haciéndome cosquillas en la nuca con su cola.

—¡Y sobre todo sediento! —dije haciendo una seña al camarero.

El camarero se acercó y nos sirvió dos vasos de aquel licor aceitoso y oscuro, haciéndome añorar aun más el whisky que había destruido Saget. Lo bebí de un trago y tras carraspear golpeé la barra con el culo del vaso para pedir otra dosis.

— Por lo que cuentan habéis zurrado a esos mamones de lo lindo. ¿Has matado alguno de esos asquerosos kuan? ¡Ojalá hubiese podido participar!

—No es tan divertido como parece, es sucio y caótico. —dije mostrándole el temblor incontrolable que aun dominaba mis manos a pesar de haber pasado ya varias horas— Y además pueden matarte. ¿Cómo crees que quedaría un disparo de láser entre esos bonitos  ojos?

La verdad es que matar a alguien cara a cara no era lo mismo que en las batallas espaciales. Al destruir las naves tu cerebro pensaba en objetos no en personas, pero cuando veías unos ojos apagarse a pocos metros de ti no podías evitar sentirte directamente responsable.

En los incidentes anteriores en los que me había visto envuelto, me había limitado a responder a una amenaza o era una cuestión personal, pero matar a alguien al que no conoces de nada, sin odiarlo  y que en otras circunstancias hasta podría estar sentado a tu lado tomando una copa, solo porque alguien, muy por encima, ha decidido que su muerte es necesaria para proteger sus intereses era muy distinto.

Supongo que a Ariadna y sus camaradas, criados para la guerra, no les afectaría tanto, pero yo me sentía pesaroso y a la vez frenético.

La prostituta se dio cuenta de mi ausencia y me acarició de nuevo con su cola. Las cosquillas en la nariz me devolvieron a la realidad. De repente un impulso irrefrenable de sentirme vivo  y de descargar toda aquella frustración me asaltaron. Cogí a la Langoor por la muñeca y  tiré de ella  fuera del local.

 Hee´ka me guió entre el dédalo de callejuelas hasta que llegamos a una minúscula chabola de apariencia bastante ruinosa. La Langoor me miró con una sonrisa enigmática y abrió la puerta, invitándome a entrar.

El interior era todo lo contrario de lo que me esperaba. En vez de un antro oscuro con un catre húmedo y sucio, el interior de la chabola estaba decorado con gusto y todas sus superficies brillaban impolutas.

El pequeño espacio estaba muy bien aprovechado, sin divisiones, con una pequeña cocina en una de las esquinas y el resto ocupado por una cama y varios asientos de aspecto cómodo y acogedor, dispuestos encima de una gruesa alfombra de lo que parecía ser lana de algún animal que desconocía. Las paredes estaban pintadas de colores suaves y de ellas colgaban dibujos que representaban distintas vistas de la ciudad y paisajes de las afueras. Me acerqué y las estudié con interés. Eran algo parecido a acuarelas, pero los colores eran más brillantes y parecían cambiar sutilmente según el ángulo desde el que se mirasen.

—¿Te gustan? Los he hecho yo misma. —dijo ella quitándose la capa que la protegía del frescor mañanero.

—Son interesantes. Eres la artista con más talento que he visto desde que he llegado a esta parte de la galaxia. —dije sin necesidad de mentir.

La langoor se acercó a mi lado y contempló conmigo el dibujo de una estrecha callejuela en la que una silueta  se alejaba de mí, fundiéndose poco a poco en la oscuridad a medida que yo me movía hacia cualquiera de los lados.

—Me gustaría comprártelo. ¿Bastará con esto? —pregunté yo dándole un puñado de créditos.

 Hee´ka me entendió y agradeció mi gesto con una sonrisa que iluminó su rostro. Apartando los ojos del dibujo los fijé en aquel cutis aterciopelado, cubierto de una fina capa de vello dorado. Acerqué mis manos, acaricié sus pómulos y jugueteé con sus puntiagudas orejas mientras ella las sacudía y sonreía.

Hee´ka inclinó la cabeza y entreabrió los labios finos y rectos dejando a la vista una hilera de dientes blancos, pequeños y afilados. Los besé y ella  apretó su cuerpo esbelto y flexible contra mí mientras me devolvía el beso. En pocos segundos nos libramos de la ropa y nos examinamos mutuamente. Ni ella había visto desnudo ningún humano ni yo  evidentemente, ninguna langoor.

El fino bello de su cara se hacía más espeso y largo en el resto de su cuerpo, era suave y estaba ligeramente encrespado por la excitación. La rodeé y parándome tras ella, observé la cresta de plumas azuladas que recorrían su columna. Hee´ka me guiñó y erizó las plumas que emitieron brillos irisados al recibir la luz proveniente del tragaluz del techo.

Sin moverse del sitio, giró su cabeza y levantó su cola metiéndola entre mis piernas y acariciando mis huevos con suavidad haciendo que mi polla se endureciese inmediatamente. La Langoor volvió a mirar al frente y sin dejar de recorrer mis ingles con aquel apéndice plumoso, se inclinó mostrándome la única porción de su cuerpo libre de pelo. Sus genitales eran apenas un par de diminutos orificios rodeados de un circulo de protuberancias azuladas que crecieron al sentir el contacto de mis dedos.

La langoor se estremeció y gimió.  Finalmente se dio la vuelta y después de besarme de nuevo se arrodilló frente a mi erección. Levantando la vista, clavó sus ojos grandes color miel en mí y acarició la punta de mi polla. Su lengua, suave y muy caliente provocó que miembro se estremeciera hambriento.

Apoyando mis manos en su cabeza la invité a metérselo en la boca. Sus pequeños dientes rozaron toda la longitud de mi miembro a la vez que este desaparecía en su interior  provocándome un escalofrío de placer.

Aquel día no estaba para sutilezas y tras apenas unos segundos levanté a Hee´ka en vilo y la lancé sobre la cama. Ella gritó, se revolvió con una agilidad increíble cayendo a cuatro patas sobre el colchón y se volvió para observar con satisfacción mi cara de sorpresa.

La langoor se inclinó y sin dejar de mirar hacia mí, exhibió su sexo con las pequeñas protuberancias que los rodeaban, ahora de color purpura. Acerqué mis labios y las rocé con ellos. Hee´ka se estremeció y agitó sus caderas dominada por una intensa sensación de deseo.

Besé y mordisqueé aquel arco ardiente mientras sujetaba firmemente a la mujer por la cola impidiendo que se agitase. La langoor emitió una especie de rugido de frustración y puso todos sus músculos en tensión, pero no tuvo más remedio que dejarse hacer.

Tras unos minutos me aparté, sentía el calor que emanaba aquel cuerpo y adelantándome acaricié las plumas de la  espalda de la prostituta a medida que iba cubriéndola con mi cuerpo. Cogiéndola por la nuca, la obligué a mirarme y la besé de nuevo.

Hee´ka rodeó mi polla con su cola y la dirigió hacia su sexo. Aquel agujero era tan estrecho que tuve que empujar con fuerza para superar su resistencia. Ella soltó un nuevo rugido, pero yo apenas me di cuenta al sentir aquel conducto estrecho y tan caliente que creía que sacaría de allí mi polla carbonizada.

Poco a poco la sensación de quemazón pasó y comencé a moverme con suavidad mientras acariciaba sus flancos suaves y potentes.

Me erguí y agarrando el pelaje de sus caderas, poco a poco fui acelerando mis empujones y haciéndolos más profundos mientras disfrutaba de aquel estrecho conducto. Libre de la presión de mi cuerpo, la cola de la langoor me acarició las piernas y el culo y tanteó con suavidad hasta que encontró lo que buscaba.

Con un movimiento rápido el extremo de su apéndice traspasó mi ano. Yo me puse rígido y estuve a punto de impedírselo, pero ella, tras un rápido tanteo, descubrió mi próstata y comenzó a acariciarla con maestría.

Apenas tarde unos segundos en correrme, pero el fuego del deseo no se había apagado. Seguí empujando y recibiendo hasta que ella sacó la cola de mi ano y me invitó a tumbarme boca arriba.

Soltando pequeños rugidos se puso de pie frente a mí y contorsiono su cuerpo en una excitante danza antes de sentarse sobre mi pecho. Con su cola rodeo mi polla y me masturbó un par de minutos antes de metérsela de nuevo en su sexo. De nuevo la sensación de ardor en mi miembro y de nuevo su cola me invadió con sus plumosa suavidad.

Besándome con apremio, comenzó a retorcer su cuerpo. Yo, superado por la avalancha de sensaciones, me agarraba al pelaje de sus flancos y mordisqueaba su cuello. El tiempo se diluyó a medida que el placer se hacía cada vez más intenso hasta que el cuerpo de la langoor se puso tenso. Las plumas de su espalda se irguieron y comenzaron a temblar mientras ella emitía un ronco gemido.

Hee´ka se desplomó justo  en el momento en el que yo me corría de nuevo, estimulado por los incontrolables estremecimientos del sexo y la cola  de la langoor.

Pasamos el siguiente día y medio follando como si nos fuese la vida en ello. Mientras lo hacía, no dejaba de preguntarme divertido que podría salir de un cruce entre un humano y una langoor. Cuando nos cansamos volvimos al bar y seguimos bebiendo. Poco a poco le empecé a coger el gusto a aquel licor oscuro y grasiento. Estábamos acabando la segunda botella cuando alguien abrió la puerta.

El chorro de luz iluminó el local deslumbrándonos y dándome por primera vez la oportunidad de vislumbrar el oscuro rostro del camarero. Me giré intentando distinguir al nuevo parroquiano, pero solo pude ver una figura que avanzaba directamente hacia mí. Con los reflejos embotados por el alcohol lo siguiente que sentí fue un puño estrellándose contra mi mandíbula y arrojándome del taburete.

Esta nueva serie  consta de 24 capítulos. Publicaré uno  a la semana. Si no queréis esperar o deseáis tenerla en un formato más cómodo, podéis obtenerla en el siguiente enlace de Amazón:

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Un saludo y espero que disfrutéis de ella.

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