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World Wildlife Zombie XVI

en Grandes Series

CAPEZ, Humanes. Veintisiete de julio 13:00h.

Tal como esperaba Ceci, Isabel fue directamente al laboratorio secreto y los compañeros le siguieron sin problemas. Media hora después recogieron a Ceci y a Lily y volvieron al laboratorio.

El edificio parecía bastante tranquilo. Al estar tan cerca del área de exclusión la gente permanecía en sus casas y el polígono estaba desierto. Tras observar unos momentos la puerta principal y cerciorarse de que estaba bien defendida decidieron dar una vuelta en torno al complejo. Estaba aislado y rodeado por una valla de cinco metros de alto. Al levantar la vista pudieron ver como figuras uniformadas recorrían el perímetro acompañados de perros.

Frustrada no pudo dejar de pensar que aquel lugar era una fortaleza. Iba a ser muy difícil entrar.

—Creo que no va a haber más remedio que entrar por debajo. —dijo Ceci.

—¿Crees que es buena idea? —dijo Juan— Esto me parece serio. Está lleno de militares, y estos no son tan majos como la policía municipal.

—Debemos hacer algo. Tenemos que conseguir pruebas, Juan y la única manera es entrar allí y conseguirlas...

***

Alberto se sentía totalmente confundido. Sentía que el beso se había prolongado un poco más de lo necesario. Intentó aprovechar la situación rodeando la cintura de Agustina atrayéndola hacia sí, pero ella se había zafado con la excusa de que debían seguir vigilando.

El resto del día no pasó nada a parte de las idas y venidas originadas por los cambios de guardia. Tras asegurarse de que no pasaría nada más se fueron a dormir a un motel cercano. Una vez en la habitación Alberto intentó un tímido acercamiento, pero Agustina fingió estar reventada y se acostó si dirigirle una sola mirada.

Durmió mal en medio de sueños húmedos en los que su compañera era la única protagonista, desnuda, provocativa, siempre lejos de su alcance. Al día siguiente volvían a estar en su puesto debajo del solitario plátano vigilando el laboratorio a unos prudentes doscientos cincuenta metros con la ayuda de los potentes teleobjetivos.

—¿Has dormido mal? —preguntó Agustina al observar las profundas ojeras de su compañero.

Alberto gruñó pero no dijo nada mientras fingía trastear con el objetivo.

—¿Te pasa algo?

—No te hagas la tonta sabes perfectamente lo que me pasa. —respondió Alberto de malas pulgas.

—Perdona, pero no entiendo. —dijo Agustina intentando hacerse la tonta.

—¡Ah! ¿Sí? Pues haber si así te enteras —dijo Alberto cogiendo a Agustina por el cuello y estampando sus labios sobre los de ella, harto de tanta impostura.

Agustina se vio sorprendida y cuando quiso reaccionar tenía la lengua de Alberto explorando su boca. Esta vez fue Agustina la sorprendida y Alberto no desaprovechó la situación acariciando con suavidad su culo y su espalda.

La reportera hizo un último intento por resistirse, pero las manos de Alberto se colaron bajo su jersey acariciándole los pechos con suavidad y arrancándole un gemido.

Alberto interrumpió el beso para observar los ojos grandes y verdes de Agustina cargados al fin de lujuria. Sin darle tiempo apartó la melena de la joven y hundió su cara en el cuello de la reportera besando y mordisqueando el cuello y las clavículas.

Agustina cerró los ojos y hundió las manos en el rizado pelo de Alberto atrayendo su cabeza hacia su escote.

Alberto agarró uno de lo pechos de Agustina y lo mordisqueó por encima del jersey haciendo que la joven gritase extasiada y abriese los ojos para ver como un coche entraba en el laboratorio seguido a los pocos segundos por un Prius que pasaba lentamente de largo por la entrada principal de la instalación y se daba la vuelta.

—Algo pasa. —dijo Agustina señalando el Prius largándose por dónde había llegado.

Alberto observó el Prius unos instantes más, enfocó la matrícula con el zoom y apretó el disparador sacando una docena de fotos. Agustina estuvo a punto de  arrancar la furgoneta y seguirle, pero Alberto se lo impidió volviendo a besarla. Agustina intentó poner la excusa de que debían seguir al coche, pero Alberto  no estaba dispuesto esta vez a dejarla escapar y diciéndole que al día siguiente hablaría con un contacto que tenía en la policía para identificar al propietario del Prius, deslizó la mano bajo los vaqueros de la joven acariciando y tanteando hasta encontrar su sexo.

Agustina gimió y movió sus caderas instintivamente restregando su sexo húmedo y caliente contra los dedos frescos y regordetes de Alberto y recibió con un largo gemido los dos dedos de Alberto internándose en su coño.

Besándole de nuevo abrió sus piernas y se desabotonó los vaqueros mientras el cámara la penetraba con sus dedos y palmeaba su pubis comiéndose su boca con un ansia incontrolable.

Segundos después Alberto sintió como Agustina se ponía rígida y su coño se inundaba con un liquido tibio y espeso. Alberto se separó y observó la cara de la joven, aun más bella si cabe por el efecto del intenso placer que estaba sintiendo.

De repente se dio cuenta de lo que había hecho y con timidez apartó su mano rebosante con los jugos orgásmicos de Agustina. Pasados unos segundos Agustina abrió los ojos e iba a decir algo cuando el mismo Prius de antes volvía a entrar en el polígono industrial.

Con un lacónico "ya hablaremos de esto" se colocó los vaqueros y cogió el objetivo para observar a los recién llegados.

El Prius había vuelto con cuatro personas a bordo. Observaron como daba una  vuelta al edificio y salían por el lado contrario. Con la mirada de perro de presa que ponía Agustina cuando olía una noticia observó alejarse el Prius  a la vez que trataba de alejar de su mente la vergüenza que sentía por haber cedido a sus instintos con su compañero.

Domicilio de Conchita Cerrón sierra de Madrid. Veintisiete de julio, 17.00 h.

 

El teléfono encriptado le había llegado por mensajero aquella misma mañana. Era un cacharro bastante grande y pesado y no reconoció la marca. Con cautela marcó  el número de teléfono y esperó. Tras tres o cuatro tonos un individuo respondió en un inglés con marcado acento italiano.

—Dígame.

—Hola, soy Conchita. Me dijeron que llamase a este número cuando averiguase algo.

—Entiendo —dijo el hombre dulcificando inmediatamente el tono de su voz.

—He tenido una interesante conversación con el gobernador, —dijo ella— pero me temo que le va a costar un poco más de dinero.

—Si la información es interesante recibirás otros veinticinco mil dólares en tu cuenta y ahora desembucha.

—Parece ser que todo se debe a un conjuro que salió mal. Unos tipos se hicieron con un libro de hechizos y al no tener mucha idea de lo que hacían provocaron la catástrofe.

—¿Un libro? ¿Quién lo tiene ahora? ¿Puedes hacerte con él?

—Imposible. Está en manos del ministerio del interior. Ahí no tengo ningún acceso. —se disculpo Conchita— pero el gobernador tiene una copia digitalizada en su ordenador.

—¿Podrías conseguirla?

—Te costará mucho dinero...

—No acabes con mi paciencia...

—Se que vais a ganar un montón de dinero con estos tejemanejes. —le interrumpió Conchita— Y yo quiero participar en los beneficios. Así que no nos pongamos violentos. Para que arriesgar un negocio tan lucrativo por unos míseros dos millones.

Libio tuvo que contenerse y reconocer que aquella chavala tenía cojones y la sartén por el mango, así que asintió para luego preguntarle que había sido de los autores del atentado. La puta le explicó que estaban encerrados en los sótanos del Escorial para ser interrogados y que pronto serían trasladados a un juzgado militar para ser sometidos a un consejo de guerra.

El mafioso terminó la conversación diciéndole a la mujer que necesitaba el libro y a los dos tipos y solo le pagaría los dos millones si obtenía el lote completo.

Conchita le prometió que averiguaría cuando serían trasladados los dos idiotas mientras pensaba lo que haría con tanta pasta.

Despacho del Ministerio del Interior. Veintisiete de julio, 23.00h.

 

El chaval era la caña follando, no se cansaba nunca y le encantaba acariciar su cuerpo duro y bronceado mientras era ensartada por aquel miembro duro, caliente y magnífico. Pero tenía un peligroso inconveniente, había tenido que liarse con el único GEO que utilizaba el cerebro. Tras una violenta sesión de sexo  con todos sus orificios dilatados e irritados le comentó que tendría que hacer de niñera en la cacería de la mañana siguiente y no le sentó nada bien.

—¿No te parece que esto de hacer de los zombis un espectáculo está yendo demasiado lejos? —pregunto el policía separándose y tumbándose a su lado.

—¿Que quieres decir? —respondió ella intentando no comprometerse como buena política que era.

—Que todos esos zombis antes fueron gente. Los padres de alguien, los hermanos de alguien, los maridos de alguien. Según lo veo yo deberíamos acabar con todos ellos lo antes posible. No creo que nadie quiera ver la cabeza de su padre adornando la pared del pabellón de caza de un jeque árabe.

—Estamos en una situación muy difícil. Tienes que entenderlo. —dijo la ministra intentando hacerle entrar en razón— Con la pérdida de Madrid hemos perdido casi la quinta parte de nuestro PIB y solo tenemos a los zombis para compensar este desastre.

—Sigue pareciéndome inmoral. No me apetece nada participar en esta pantomima.

—¡En estos momentos lo que te parezca a ti me importa un huevo! ¡Soy tu jefa y harás lo que te diga!—dijo la ministra perdiendo la paciencia— ¡Mañana iras de caza con el padre del rey  y espero que hagas tu trabajo manteniendo la boca cerrada!

—Espero que cuando todo esto explote en tu cara asumas la responsabilidad de tus acciones con la misma vehemencia. —replicó el levantándose de la cama y poniéndose los pantalones.

—¿Dónde coño te crees que vas?

—A dormir al cuartel, con mis compañeros, jefa.

—¡Eso, ve con tus amiguitos, capullo! —dijo Clara lanzándole la almohada— ¡Seguro que son más cariñosos y complacientes que yo!

Fele le hizo una peineta sin dejar de darle la espalda y cerró la puerta con tal fuerza que hizo caer fino polvo de escayola del techo de la habitación.

Inmediatamente Clara sintió las palabras que había dicho y estuvo a punto de levantarse de la cama e ir tras él, pero el orgullo le pudo. Era la ministra del Interior, no era una adolescente encoñada. De dónde había sacado ese había muchos más esperando y probablemente más complacientes.

Monasterio del Escorial. Veintisiete de julio, 23.00h.

 

Nuno le guio por largos pasillos hasta un lugar alejado que por los trastos y las telarañas hacía tiempo que no era usado por los monjes. Comieron un poco de pan y queso que se habían llevado de las cocinas y bebieron tres botellas de agua.

Las siguientes horas las pasó Escotofia durmiendo cálidamente arropada en el regazo de su amante. Gracias a sus cuidados el dolor se había amortiguado hasta convertirse en una molesta picazón. Cuando despertó la oscuridad ya se había adueñado del edificio. Evitando hacer cualquier movimiento que le delatase, volvió a cerrar los ojos y se acurrucó disfrutando del calor y la seguridad que le proporcionaba aquel hombre.

Nuno se dio cuenta inmediatamente de que la mujer estaba despierta y solo la dejó descansar un par de minutos  más.

—¿Cómo te encuentras?

—Creo que la uña del meñique del pie izquierdo no me duele el resto me arde, me duele, me palpita o me pica. —respondió ella incorporándose trabajosamente.

—Necesitas descansar veinticuatro horas más por lo menos. —dijo Nuno acariciando la melena sucia y pastosa de Escotofia.

Sin poder evitarlo la bruja se fijó en los ojos negros y expresivos del hombre, no sabía si era por su sentido del humor, por la forma en la que le había librado de esos energúmenos o simplemente por la forma en la que le adoraba, pero estaba empezando a sentir algo más que pura lujuria por aquel hombre delgado y fibroso que la acariciaba con infinita dulzura.

Finalmente el hombre rompió el contacto y aprovechando la tranquilidad de la madrugada la dejó descansando para ir de reconocimiento. Escotofia le vio alejarse poco antes de quedar de nuevo completamente dormida.

Motel El Ocaso. Humanes. Veintisiete de julio 23.30h.

Era casi media noche y el Prius no había vuelto a aparecer. A Alberto no le había costado mucho averiguar que pertenecía a una oscura organización ecologista acusada de ser bastante radical en sus protestas. Haciendo cálculos Agustina pensó que si aquella gente tramaba algo no haría nada antes de las tres de la madrugada así que sugirió que volviesen al motel a descansar un par de horas Alberto casi no pudo contener una sonrisa de satisfacción. Al llegar  la joven salió como un cohete de la furgoneta y se metió en la habitación sin decir ni mu dejando a su cámara sumido en el colmo de la confusión.

Por un momento Alberto pensó en llamar a su puerta y pedirle una explicación, pero deprimido y temeroso de recibir un nuevo desplante optó por dirigirse a su habitación. Tras veinte minutos de ducha fría se sintió con ánimos suficientes para acercarse a la máquina expendedora buscando algo que comer. Justo cuando salía de su habitación vio como Agustina entraba en la furgoneta y abandonaba el motel.

 

CAPEZ, Humanes. Veintiocho de julio, 00.15h.

 

El cabreo de Fele era monumental, pero el policía no estaba enfadado con aquella zorra presuntuosa, si no consigo mismo por haberse dejado liar por ella. Los políticos no eran de fiar y mientras más alto llegaban más peligrosos resultaban.

Conduciendo por la capital se juró a sí mismo no volver a caer en brazos de aquella Górgona. A partir de aquel momento solo se dedicaría a cumplir con su cometido. Nada de confesiones ni intimidades, solo trabajo...

—¡Mierda! —se dijo para sí mismo al ver que se había pasado la salida de la autovía que llevaba al CAPEZ.

Renegando dio la vuelta en la autopista desierta y se introdujo en la salida en dirección contraria. El polígono industrial estaba casi exactamente como lo había dejado el día anterior, pero había algo que no encajaba. Incapaz de determinar cuál era exactamente la causa gruño y siguió camino  del laboratorio.

Encontró a Fredo sentado en una silla, con las jaulas de los zombis a la vista, hurgándose la nariz mientras hacía un crucigrama con aire aburrido.

—¿Qué tal Fredo? Te veo un poco decaído.

—Este trabajo es un rollo. Esos tipos hablan una jerga indescifrable y encima en el turno de noche no hay más mujeres que esa Isabel que es más fría que un bacalao noruego. Le solté un piropo y casi me asesina con la mirada.  Estará bien buena, pero me conformo con una tipa menos inteligente y más cálida aunque no tenga esas tetas.

La conversación se extinguió rápidamente al ver llegar al jefe del laboratorio acompañado por el coronel Molina.

—Buenas noches —dijo el Doctor Llopart tendiéndole la mano— ¿A qué se debe está inesperada visita?

—Parece ser que mañana vamos a hacer una incursión en el área de cuarentena, no me pregunte para qué. El caso es que hemos pensado que quizás necesite más ejemplares para su investigación.

—¡Estupendo! —exclamó el hombrecillo— Precisamente Isabel está realizando una   vivisección a uno de los ejemplares así que nos vendrían bien algún individuo más.

—¿Algo en especial? —preguntó el sargento.

—No, simplemente que no estén demasiado deteriorados...

—Necesito a una mujer, lo más fresca posible y que este relativamente ilesa. —les interrumpió el coronel.

La orden sorprendió a todos, pero Fele tomó nota sin hacer preguntas mientras el coronel se retiraba. Como el sargento no tenía ninguna gana de volver al Escorial aceptó la invitación que le hizo el doctor para presenciar la vivisección.

La operación ya había comenzado. El zombi estaba tumbado boca arriba con las manos y los pies clavados a la mesa. Al verlo Fele no pudo evitar pensar en las ranas que diseccionaban en clase de biología.

Inclinada sobre el cuerpo que no paraba de debatirse, la doctora no percibió como Fele valoraba el culo grande y redondo apenas contenido por el ligero tejido del pijama quirúrgico. 

—¿De veras todo esto es necesario? —preguntó el sargento al verse obligado a lavarse detenidamente las manos y ponerse una bata desechable y una mascarilla.

—Oh. Es el protocolo. Ya sé que no tiene mucho sentido. No creo que nadie se contagie, pero es importante seguirlo estrictamente.

Al acercarse a la mesa Isabel ya tenía el zombi abierto desde el cuello hasta la ingle con la típica incisión en Y, pero Fele solo se fijó en la V del escote de su pijama y en el sugerente sujetador que podía atisbar cada vez que la joven se inclinaba.

Sin reparar en la mirada lasciva del GEO la doctora  relató entusiasmada los descubrimientos que había realizado, o la falta de ellos más bien, ya que mientras el zombi no paraba de revolverse ella había podido observar sus órganos, unos intactos, otros salvajemente desgarrados contraerse y moverse  a cámara lenta sin ninguna apariencia de coordinación entre ellos. De los vasos seccionados manaba perezosamente un liquido oscuro y espeso que olía como la sentina de un barco.

Mientras la mujer cortaba y seccionaba no paraba de hablar con un tono apagado debido a la mascarilla. Señalaba los órganos en distinto estado de descomposición y se maravillaba de que aparentemente aun siguiesen funcionando aunque de una forma extremadamente lenta y caótica. Los pulmones en vez de expandirse se retorcían y el corazón sufría ocasionales espasmos descoordinados de sus cavidades.

Con extrema delicadeza cortó unos cuantos fragmentos de distintas partes de cada órgano y los introdujo en frascos etiquetados para su posterior estudio.

Por último la doctora cogió una sierra circular y le abrió la tapa de los sesos. El cerebro tenía un aspecto tan ajado como el resto de los órganos. El zombi la miró con un odio extremo y se debatió abriendo la boca e intentando inútilmente morderla, pero sin aparentar sufrir el más mínimo dolor.

A continuación comenzó a retirar las distintas estructuras a la vez que comprobaba la respuesta del bicho a distintos estímulos.  Con estupefacción pudieron comprobar al quitar toda las sustancia gris y la sustancia blanca que el ejemplar apenas había cambiado de actitud ni había dejado de debatirse furiosamente. Cuando Fele se asomó a lo que quedaba del contenido del cráneo pudo ver como la amígdala, el hipocampo y el tronco cerebral tenían un aspecto rosado y saludable.

Cuando Isabel hincó el escalpelo en la zona para sacar una muestra, el zombi soltó un rugido y se quedo rígido durante un instante. Con una sonrisa sádica Fele introdujo la mano y presionó la zona obteniendo el mismo resultado.

Isabel terminó de extraer las muestras y de un corte rápido seccionó el tronco cerebral haciendo que el zombi quedase inmediatamente exánime.

Tras agradecer el educativo espectáculo Fele se disculpó aduciendo que tenía que preparar la expedición del día siguiente y abandonó el laboratorio. Al salir se dio cuenta de que era lo que le perturbó al llegar. Era la furgoneta que siempre había estado aparcada bajo el árbol. Al llegar no estaba y ahora volvía a estar en el mismo sitio.

GUÍA  DE PERSONAJES DE WORLD WILDLIFE ZOMBIE:

 

Carlos y Fernando: amiguetes y porreros que roban a la bruja.

Doña Escotofía Martínez: bruja perteneciente a una antigua estirpe  de brujas que huyeron de Centroeuropa en la edad media propietaria de un poderoso libro de magia.

Josele el hurón: traficante y colega de Carlos y Fernando.

Rafael "Fele" Arienza: Sargento de los GEOS.

Nuno rodríguez: El más veterano de los compañeros de Fele.

Fredo: compañero de Fele.

Reinaldo: el novato del grupo de Fele.

Clara Ayuso: Ministra del interior.

Margarita Alcazar: Vicepresidenta del gobierno.

Martín Gálvez: Gobernador civil de Madrid.

Conchita Cerrón: Prostituta de lujo especializada en dominación.

Agustina Juárez y Alberto Yeres: periodistas en plan freelance antiguos trabajadores de Telecinco.

Vicenzo Badalamenti: empresario del juego en Las Vegas.

Libio: consejero de Vicenzo.

Padre Giusseppe Mattiaci: Miembro de la congregación para la doctrina de la Fe emviado por el Papa.

Cecilia y Lily: Activistas de un grupo defensor de los derechos de los animales.

Manuel Llopart: Director del CESIC.

Pedro Molina: Coronel del ejercito de tierra jefe de la sección de guerra química y bacteriológica.

Isabel Jover: Neuróloga becada por el CESIC.

Fernando: Tertuliano de la pajarita en el programa de Al Rojo Escocido.

Pili: Tertuliana del pelo rubio  en el programa de Al Rojo Escocido.

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Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 23

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 22

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El Último Vuelo del Electra: Cap 1

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 5

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 4

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 3

Una Vendimia Diferente

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 2

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 1

¡Suplica!

La Feria de fenómenos del Doctor Lasko

Dynamo

Arde París

La Reina del Baile

Supercalientes 2016

Clase Magistral

Moonlight

Hercules. Relato Completo.

Hercules. Epílogo.

Hercules. Capítulo 32. El Borde del Precipicio.

Hércules. Capítulo 31. La verdad duele.

Hércules. Capítulo 30. La Caja.

Hércules. Capítulo 29. Amor Griego.

Hércules. Capítulo 29. Una Clase de Historia.

Hércules. Capítulo 27. Capitulación.

Hércules. Capítulo 26. Arabela Planta Cara.

Hércules. Capítulo 25. Duelo de Voluntades.

Hércules. Capítulo 24. Pico y Pala.

Hércules.Capítulo 23.La Libertad Guiando al Pueblo

Hércules. Capítulo 22. El Corazón de Afrodita.

Hércules. Capítulo 21. El Club Janos.

Hércules. Capítulo 20. Un Nuevo Jugador.

Hércules. Capítulo 19. Joanna.

Hércules. Capítulo 18. Primera Misión.

Hércules. Capítulo 17. Adiestramiento.

Hércules. Capítulo 16. Un nuevo Hogar.

Hércules. Capítulo 15. El juicio.

Hércules. Capítulo 14. El Ángel Negro.

Hércules. Capítulo 13. Entre rejas.

Hércules. Capítulo 12. Detención.

Hércules. Capítulo 11. Furia Ciega.

Hércules. Capítulo 10. Siguiendo el rastro.

Hércules. Capítulo 9. Amor cruel.

Hércules. Capítulo 8. Tierra Prometida.

Hércules. Capítulo 7. De Compras.

Hércules. Capítulo 6. Akanke.

Hércules. Capítulo 5. Un buen partido.

Hércules. Capítulo 4. La Venganza de Hera.

Amor en Yavin

Hércules. Capítulo 2. La rendición de Diana

Hércules. Capítulo 2. La muerte de Piper

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Hércules. Capítulo 1. El capricho de Zeus.

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La Final cap1

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Verano del 44

Enemigo público V

Desafío Extremo

Enemigo publico IV

El edredón

Enemigo publico 3

Enemigo público

El tatuaje

Historias de la B. La heroína

Enemigo Público II

El Leñador

Enemigo público