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La princesa blanca 21

en Grandes Relatos

21

Joey se despertó tarde  con la cabeza pesada por la falta de sueño. La policía no se apresuró en llegar y después de un largo interrogatorio no le dio muchas esperanzas de encontrar a los culpables y hacérselo pagar.

Aunque suponía quién podía haber sido no dijo nada y finalmente consiguió acostarse cuando las luces del alba ya asomaban por el horizonte.

Cuando recordó los sucesos de la noche anterior le dieron ganas de llorar de rabia pero se tragó sus lágrimas de frustración y bajó a desayunar intentando restar importancia a una pérdida que  se le antojaba insustituible.

Mientras desayunaba llamó al seguro para pedir  una grúa. Después de que los policías realizasen el informe ya no tenía sentido que el cadáver de su Honda quedase allí por más tiempo  llamando la atención de vecinos y  viandantes.

Joey salió y se acercó al coche. El Honda no tenía un solo centímetro cuadrado de su superficie que no estuviese severamente maltratado. Abrió el capó y observó como  aquellos hijos de puta habían arrancado manguitos, cortado correas y echado tierra por las bocas del aceite, del refrigerante y del líquido de frenos.

El seguro no cubría nada de aquello y la policía le había dicho que  con las pruebas existentes, sería muy difícil condenar a alguien aunque descubriesen a los culpables. Con un suspiro regresó a la cocina y se puso a escribir mientras llegaba la grúa.

                                                                              ***

El tiempo apremiaba, los reyes prescindieron de casi toda su comitiva y se desplazaron a Alisse con la única compañía de Serpum y su escolta personal.

Llegaron solo día y medio después de que lo hiciese Magad. Cuando entraron  al bastión del puerto, se maravillaron de la intensa actividad que reinaba en las dársenas y en los muelles.  Algunas de las galeras ya habían sido carenadas y flotaban en las aguas interiores del puerto mansamente, esperando el momento de convertirse en terribles armas de guerra.

Entre ellas, una docena de pequeños esquifes  prácticamente volaban sobre el agua merced al impulso de treinta remos por banda. Eran construcciones sencillas en las que destacaba una quilla alta, metálica y afilada brillando al sol.

Los timoneles,  subidos a un montón de lastre necesario para poder equilibrar el peso que había en la proa, gritaban ordenes consiguiendo que todos los remos se comportasen como uno solo y realizasen agresivos giros y maniobras realmente imposibles para cualquier otra embarcación.

—Parece que las tripulaciones aprenden rápido.—comentó el rey.

—Desde luego —dijo el almirante golpeándose el pecho en posición de firmes— sobre todo teniendo en cuenta que no ha habido tiempo de enseñarlos a nadar siquiera. No sé qué diablos quieres hacer con ellos Serpum, pero esas máquinas cumplirán con todos los requisitos que solicitaste.

—Ya veo. —respondió el rey con aire convencido— ¿Tendremos un número considerable de naves y tripulaciones dentro de un semana?

—No veo por qué no, majestad.  —respondió el almirante— Ya tenemos treinta y cinco y estamos construyéndolas a un ritmo de media docena al día. En cuanto el adiestramiento solo requiere uno o dos días y ahora que tenemos unas cuantas naves disponibles tendremos tiempo de sobra.

—Estupendo. De momento necesitaré una  de esas naves sin el refuerzo de la proa y con doble tripulación.

—Desde luego, voy a dar las órdenes pertinentes. La nave estará lista al amanecer. —dijo el almirante saludando de nuevo y retirándose.

Los recién llegados caminaron por los muelles y observaron con detenimiento las obras de reparación de las grandes galeras con tres filas de remos.  Los carpinteros se sorprendían y turbaban un poco al reconocer al rey pero éste les impedía postrarse ante él y les animaba y felicitaba por su buen trabajo.

Cuando terminaron la inspección todos se mostraron satisfechos por la urgencia y la eficacia con la que se llevaban a cabo los trabajos. Pocos minutos después se presentó el coronel Magad aliviado ante la cara de satisfacción de sus insignes invitados y saludando en posición de firmes invitó a la comitiva a una sencilla pero nutritiva cena con los capitanes de las galeras y los oficiales de la Guardia Alpina.

Después de la cena el rey se dirigió a sus aposentos para despachar con el coronel Magad mientras Nayam y Serpum se dirigieron a unas estancias que utilizaba como laboratorios cuando visitaba Alisse.

El lugar era una vieja mazmorra, era húmeda y oscura pero tenía la ventaja de estar en una esquina de los sótanos del edificio, lejos de cualquier lugar de interés.

Nayam no pudo evitar un escalofrío al entrar en la estancia. Sin poder evitarlo miró con aprensión el estrecho ventanuco que había cerca del techo y se imaginó la desesperación que una persona podía sufrir encerrada allí durante meses o años.

—Empecemos rápido y acabemos cuanto antes, —dijo la reina—este lugar me da escalofríos.

—No es un sitio muy bonito, —dijo Serpum— pero es el lugar más discreto de todo el bastión. Hace decenios que esta ala de las mazmorras está fuera de uso debido a la humedad. Nadie pasa por aquí salvo que tenga una buena razón.

—Entiendo —replicó la reina— aunque siga sin gustarme. ¿Qué vamos a hacer hoy?

—Está vez vas a intentar crear una fuente de luz intensa, casi tan intensa como el mismo sol.

—¿Y de qué me servirá? —preguntó Nayam— Estamos a punto de entrar en guerra. ¿No sería mejor que me enseñases a crear rayos que fulminasen a nuestros enemigos o crear una nube de flechas.

—Comprendo tu impaciencia pero tengo dos poderosas razones. Primero, aun no tienes  conocimientos ni poder suficientes  y la segunda es que todos esos hechizos sobre todo los violentos solo permiten derribar a un limitado número de enemigos. Los hechizos más inespecíficos, usados con inteligencia,  pueden ser más útiles a la hora de detener un ejército entero.

Nayam asintió obediente y cerró los ojos para poder concentrarse. Serpum esperó a que se serenara y le indicó  lo que debía hacer. En esta ocasión la joven aprendió a dominar el hechizo mucho más rápido y en menos de una hora ya había provocado varios fogonazos.

Tras un breve descanso Serpum le pidió que usase toda su energía en el nuevo hechizo y lo mantuviese todo el tiempo que le fuese posible. Nayam se concentró y poco a poco la luz fue creciendo hasta que hirió los ojos del arcipreste incluso con los ojos párpados cerrados.

La joven continuó manteniendo el hechizo en su máxima intensidad durante casi cuatro minutos hasta que incapaz de aguantar más interrumpió el hechizo.

—Estupendo. —¿Te encuentras bien mi reina? —dijo Serpum al verla vacilar durante un instante.

—Sí, es que estos días me siento un poco rara.

—No te preocupes, has hecho un gran esfuerzo. Es normal. —dijo el arcipreste—  Es todo por hoy. Puedes retirarte, mañana salimos de viaje.

Nayam se retiró cansada pero satisfecha mientras Serpum se quedaba revisando unos legajos que había traído consigo del Palacio de las Nubes.  Llegó a sus aposentos tan cansada que no esperó a que su esposo llegara y se metió en la cama quedando inmediatamente dormida.

Una de las sirvientas entró con el amanecer trayendo una bandeja con el desayuno. El rey que se había acostado sin despertarla se levantó inmediatamente y se abalanzó sobre la comida, pero Nayam se quedó en la cama con el estómago ligeramente revuelto.

—¿No vas a tomar nada? —le dijo el rey con la boca llena.

—Gracias mi amor pero no tengo hambre, —respondió ella— con el viaje que me espera probablemente lo devolvería todo antes del mediodía.

—Siento que tengas que hacer este viaje pero sabes que es muy importante.

—Lo sé,  confía en mí,  Serpum y yo convenceremos a mi padre de que una su flota a la nuestra contra Senabab, en realidad se muere de ganas por darle una patada en el culo a ese santurrón engreído. —dijo la reina levantándose y vistiéndose ayudada por una sirvienta.

                                                                              ***

El timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos. Joey suspendió el ordenador y abrió la puerta. Al lado del coche, inspeccionándolo detenidamente, estaba Mike con el eterno monopatín bajo el brazo.

—¡Vaya! Hay alguien que no te quiere mucho! —exclamó Mike— He visto esqueletos  de coches bomba en mejores condiciones que este.

—Ya te digo, no hace falta ser perito para saber que no vale para nada. —dijo Joey con un gesto de desesperación.

—¿Sabes quién ha podido ser?

—No, pero no hace falta ser muy listo para imaginarlo.

—Estoy de acuerdo, es la típica acción brutal y corta de miras, —dijo Mike  haciendo una pirueta con la tabla—cuando se entere Amber va a montar en cólera. ¿Se lo has dicho a Judith?

—No, estoy esperando a que se lo lleve la grúa para llamarla. —dijo Joey — Prefiero que no lo vea.

Los dos amigos continuaron hablando mientras le daban vueltas al coche examinando los daños y barriendo los cristales rotos que salpicaban la acera  y el asfalto alrededor del siniestro. Pocos minutos después llegó la grúa. Del camión saltó un tipo gordo en camiseta a pesar del frío de la mañana  mostrando unos bíceps enormes y tatuados casi por completo. Sin inmutarse ante  el dantesco espectáculo enganchó el Honda por el eje delantero y lo subió hasta la plataforma sin dificultad.

Joey firmó el impreso del seguro que le alargó el gruísta y se despidió por última vez del cacharro al que había aprendido a odiar amorosamente, preguntándose qué demonios iba a hacer ahora.

Judith se mostró muy cabreada con la noticia y al igual que Joey pensó que solo había un único sospechoso. Hablaron durante quince minutos y Judith se ofreció a pedirle el Cadillac a su padre para ir al comedor a la tarde, pero Joey ya había pensado en eso y le había pedido prestado  a su madre el Buick. Después de que  Judith le diese unos pocos de mimos más por teléfono, Joey se despidió y volvió  a entrar en la casa echando un último vistazo a la mancha de aceite, único vestigio que quedaba de que una vez había tenido un coche de su propiedad.

                                                                              ***

Nayam le dio un último beso a su esposo y con una mirada cargada de deseo hacia él, subió a la pequeña galera.

La galera diseñada por Serpum era una pequeña nave de proa afilada y cuerpo esbelto. En los escasos veinte metros de longitud  se apiñaban treinta remos por banda dispuestos en dos alturas cada uno con dos robustos remeros. En el centro de la nave el escaso espacio estaba ocupado por los víveres estrictamente necesarios y una tripulación de refuerzo que tomaría el relevo cuando la primera estuviese agotada. Con una sencilla señal el almirante mandó largar amarras y la galera comenzó a alejarse poco a poco de los muelles. Nayam se asomó a la popa procurando no molestar al timonel y con un último adiós trató de infundirle a su esposo seguridad y esperanza en el futuro.

En cuanto asomaron por la bocana del puerto el timonel comenzó a marcar un ritmo a los remeros que a la reina le pareció endemoniado. La galera se deslizaba por el mar en calma rauda como un caballo de carreras y Nayam tuvo que sentarse en la parte más honda para no quedar empapada por los rociones que levantaba la proa al hundirse a tal velocidad en el agua.

A su lado Serpum estaba  perdido en pensamientos tan profundos como el agua que les rodeaba. Según el timonel tardarían apenas dos días en llegar a Styros, un trayecto que en un mercante normal llevaba más de seis días.

Los cuerpos de los remeros estaban bañados en sudor y gruñían con cada palada al ritmo que el timonel les indicaba. A medida que la esbelta nave devoraba las millas que le separaban de  su ciudad natal, la joven observó que la expresión de los remeros seguía impasible a pesar del titánico esfuerzo. Con curiosidad entró en la mente de uno de ellos que en ciertos momentos hasta parecía sonreír

El hombre estaba en una especie de ensoñación. Se encontraba en el muelle, acababa de pisar tierra después de haber hundido personalmente la nave del almirante enemigo.

La fantasía no era muy elaborada, el rey Deor se acercaba a él, le imponía una ostentosa condecoración y le nombraba almirante de su flota. Como último privilegio Deor le concedía un deseo y el hombre no se lo pensó dos veces, quería disfrutar del cuerpo de la reina.

 En la siguiente escena el hombre  abría una puerta que daba paso a un dormitorio dónde la reina le esperaba únicamente vestida con una tiara de diamantes y unas sencillas sandalias.

Nayam no pudo evitar un escalofrío ante la intuición que tenía aquel desconocido a la hora de imaginar su cuerpo desnudo.  Los pechos eran prácticamente del mismo tamaño y estaban igual de tiesos y turgentes que en la realidad y sus caderas y sus piernas eran también prácticamente iguales. En lo único que se había equivocado era en su pubis. La imaginación del hombre había poblado su monte de venus con una abundante y rizada mata de vello negro.

La reina sintió como el hombre se imaginaba tensando sus abultados músculos exhibiéndose como un pavo real ante la mirada arrobada de la mujer del sueño. El remero no parecía demasiado aficionado a los preliminares y quitándose los pantalones empujó a la reina  hacia la cama.

Sin darle tiempo a colocarse, se tiró sobre ella provocando un suspiro de la joven al aplastarla con su peso. Con sus poderosas manos estrujó los pechos de la reina y le retorció y le chupó los pezones haciendo que empezase a jadear de gusto y provocando que la Nayam real pusiese los ojos en blanco ante la pobre imaginación de aquel hombre.

Al penetrarla, el remero se imagino el coño de la reina húmedo estrecho y caliente como el infierno. Bastaron tres soberbios empujones de su poderosa tranca para que la reina se corriese arqueando todo su cuerpo, gritando como una posesa y pidiendo al remero que le diese más fuerte.

El remero se imaginó dando la vuelta a la joven, ensartándola con su polla por detrás y penetrándola con fuerza mientras que con sus manos le sobaba los pechos y le pellizcaba los pezones con fuerza, haciendo que la reina se retorciera de dolor y placer al mismo tiempo. Esta vez la joven duró más, pero incapaz de contenerse se volvió a correr ante la satisfecha imaginación del galeote.

En ese momento por propia iniciativa y con los ojos nublados por el deseo, la reina se separó y cogiéndole el miembro se lo metió en la boca. El hombre gimió encantado mientras la reina le chupaba la polla con fuerza. El remero le dio la vuelta poniéndola de espaldas sobre la cama y empujó con todas sus fuerzas hasta introducir la polla entera en la boca de la joven. Nayam pudo ver a través de los ojos del remero como la gruesa polla del hombre hacia relieve en el cuello de la joven al moverse en el interior de su garganta. Durante unos segundos mantuvo la presión hasta que finalmente sacó su miembro. La reina tosió y lagrimeó pero cogió de nuevo el miembro del remero y lo siguió chupando hasta que el hombre se corrió con un grito animal. Interminables chorreones de semen caliente  surgían de la polla del hombre inundando la boca de la reina, sus hombros, su cuello, sus pechos y su vientre.

Nayam asqueada se retiró de la mente del hombre con la sensación de querer matarlo solo por haber imaginado aquello.

—No siempre es divertido entrar en la mente de alguien, ¿verdad? —dijo Serpum sobresaltando a Nayam.

—¿Cómo lo has sabido? —pregunto Nayam con las mejillas arreboladas por la vergüenza.

—Cuando la magia te falla la experiencia a veces la suple. Casi inmediatamente noté que te estabas concentrando en ese hombre y por la cara que ponía, el sexo era lo único que le podía evitar pensar en el enorme esfuerzo que está haciendo. —respondió Serpum— Al ver tu cara inmediatamente supe que era lo que el remero  estaba imaginando, los detalles los ignoro pero supongo que no fue muy refinado.

—Lo siento, —dijo la reina ya más calmada— no debí meterme en la mente del hombre solo por curiosidad. Esto me servirá de recordatorio para no abusar de mis poderes.

Serpum asintió sin decir nada y se volvió hacia el sol. Los galeotes llevaban  nueve  horas remando y daban muestras de empezar a flojear pero Alisse ya hacía tiempo que había quedado bajo la línea del horizonte. Con un grito el timonel ordenó el cambio de tripulación y sin apenas perder impulso,  los relevos ocuparon sus puestos en los bancos mientras los relevados comían nueces kota y descansaban envueltos en mantas.

 El tiempo apremiaba y se escurría entre sus manos, incluso a esa fantástica velocidad sería un milagro si llegaban a tiempo para que el rey de Gandir pudiese tener su flota en alta mar en una semana. Serpum se volvió hacia la reina, sentada, serena y confiada en la justicia de su causa. Esperaba que el rey Accab también opinase lo mismo.

                                                                              ***

Cuando Judith subió al coche,  tenía cara de querer estrangular a alguien. Le dio un beso a Joey y le preguntó si se encontraba bien. Joey asintió  con un gruñido y arrancó en dirección al comedor social.

Cuando Amber les saludó y vio la cara triste de Joey y la furiosa de Judith, adivinó que había ocurrido algo.

La cena transcurrió en silencio entre ellos y solo cuando terminaron  de fregar los platos Amber se atrevió a preguntar.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Amber.

—Que anoche alguien se ensaño con el coche de Joey hasta dejarlo hecho un montón de chatarra. —respondió Judith airada mientras salían del edificio— Y solo se me ocurre una persona que tenga alguna razón para hacer algo así.

—Pero... No puede ser... —replicó Amber cogiendo el móvil.

—Hola, John... —dijo Amber con tono serio.

—...Déjate de estupideces y responde una pregunta...

—... ¿Has sido tú el que ha destrozado el coche de Joey?...

—...¡Deja de tratarme como si fuese tonta, joder! ¿Lo has hecho o no? Y no me mientas...

—...Pero ¿Cómo se te ha pasado por la cabeza?  Eres imbécil...

—... Sí, te dije que no le tocases a él, pero sabes perfectamente que se sobreentendía que el trato  incluía las cosas de Joey...

—...Anda y que te den por el culo...

—...No, no. No pienso perdonarte, sabías perfectamente lo que hacías...

—...¿Qué dices? ¿Que yo qué?...

—...Te equivocas, ayer me llevaron en coche a casa desde el comedor social porque cierta persona prefirió ir a tomar unas cervezas y ver un partido en casa de un amigo...

—...Yo seré una puta pero tú eres un eunuco de mierda. —dijo ella con lágrimas en los ojos— creí que eras de otra manera, pero me alegro de darme cuenta antes de que sea demasiado tarde...

—... No, no quiero saber nada más de ti, hemos terminado y le voy a decir a Joey que te denuncie. Te está bien por gilipollas...

—...Me da igual,  puedes echarme del equipo de animadoras y pasarte por la piedra al resto de ellas si quieres, al carajo, no me vuelvas hablar. —dijo colgando el teléfono furiosa.

—Lo siento mucho Joey —dijo Amber— No creía que Johnny fuese capaz de hacer una cosa así. Dice que me vio salir de tú coche ayer y se puso furioso,  pero eso no es excusa. Si quieres denunciarlo testificaré contra él si hace falta.

—Gracias Amber pero no es necesario. Esos casos son muy difíciles de demostrar. A ti te presentaría como una  furcia   resentida  y  él tendrá un montón de amigos que testificarán que a la hora del suceso estaba en el otro extremo de la ciudad. —respondió Joey.

—¡Maldito imbécil! Me siento tan culpable por lo que ha hecho... —dijo Amber echándose a llorar.

—Tú no tienes la culpa —dijo Judith más tranquila mientras abrazaba a la animadora.

—En fin ahora  conozco la verdadera cara de ese mastuerzo. ¡Ojalá se pudra! —dijo Amber sorbiéndose los mocos.

—Tranquila, estás mejor sin él y sus chorradas. —le consoló Judith— Y no te preocupes, si necesitas una amiga con la que hablar,  no dudes en llamarme.

—Gracias, me temo que estos días me voy a sentir realmente sola.

—No si nosotros podemos evitarlo ¿Verdad Joey?

 —Sí, claro —respondió él pensando en el berenjenal en el que se estaba metiendo.

—Ahora, ¿Por qué no te enjugas esas lágrimas y subes al coche para que te llevemos a casa? Aprovecha,  que  probablemente mañana tengamos que ir a pata. —dijo Judith.

Amber sonrió  un poco cohibida por la generosidad con la que habían actuado sus dos amigos y con una leve sonrisa de agradecimiento entró en el Buick.

Cuando Joey llegó a su casa deseó que ese día nunca hubiese existido. Su madre le recibió con una sonrisa y le intentó animar sin éxito, ambos sabían que al menos de momento no se podían comprar otro coche, ni siquiera otro pedazo de chatarra  de segunda mano como el que había tenido.  Lisa le había preparado una cena especial. Comió la  lasaña, su plato favorito,  sin ganas y se encerró en su habitación.

                                                                              ***

Senabab se paseó ante las tropas que formaban en perfectas hileras ocupando casi toda la gigantesca plaza central de Krestan. El rey se  acercó rodeado por su guardia de corps y saludó a los comandantes de cada regimiento. Los últimos en pasar revista fueron los miembros de las tripulaciones de los barcos. Con sus pantalones ajustados y a rayas destacaban fácilmente del resto del ejército.

Senabab se enorgulleció de la fantástica maquinaria de guerra que había puesto en movimiento. Hombres de todos los rincones de su reino habían sido reclutados y adiestrados para la lucha en el mar. La Guardia Alpina de Juntz podía tener guerreros de mayor calidad pero la superioridad  numérica de su ejército le proporcionaría   una victoria  aplastante.

A continuación el almirante de la flota le guio hasta los muelles. En el puerto, cabeceando ligeramente por la suave marejada que venía de mar abierto, la prodigiosa visión de casi ciento cincuenta trirremes preparados para zarpar en cualquier momento le  provocaron un intenso placer. Amarrada al muelle estaba la nave insignia, un enorme quinquerreme de casi noventa metros de eslora  con un enorme espolón de bronce a proa.

El rey subió al puente y observó las bancadas para los remeros y la cubierta  perfectamente limpia  y ordenada. Con satisfacción recorrió el barco de proa popa y entró en el castillo de popa con Yamín.

Los decoradores del rey habían conseguido que aquella estancia fuese una copia en pequeño de sus aposentos en palacio. En una esquina, iluminado por dos grandes ventanales,  un escritorio de ébano ocupaba una cuarta parte del espacio. Sobre él ya habían sido preparadas las cartas de navegación de la Bahía  de Saana y el Mar del Cetro hasta las islas de los volcanes.

El resto de la estancia estaba  revestida de gruesas alfombras y cojines de seda similares a los que tenía en el harén. 

Estaba imaginando  el placer que sería  sodomizar a Alina mientras el barco se debatía en una furiosa galerna cuando Yamín interrumpió sus pensamientos.

—Majestad, al fin llegó esta mañana un mensajero de Eruud.

—¿Cómo no me has informado inmediatamente? —Preguntó el rey.

—Consideré más apropiado informaros cuando estuviésemos lejos de oídos impertinentes. —respondió Yamín sin aparentar miedo ante el soberano.

—¿Y? —dijo el rey levantando una ceja.

—Ha sido una catástrofe. Tres cuartas partes del templo han quedado reducidas a cenizas. Al menos la mitad de los sacerdotes y las monjas  del templo, más otros muchos que estaban de visita han muerto intentando sofocar las llamas. La gente que estaba durmiendo en el interior huyó despavorida en dirección a la parte posterior y   buena parte de los que no murieron aplastados o quemados, llegaron a las terrazas y fueron empujados por la multitud hasta despeñarse por el precipicio.

—¿Y el ganador del torneo y su esposa? —preguntó el rey.

—No se sabe nada de ellos. Cuando fueron los monjes a auxiliarlos encontraron la puerta del tálamo nupcial forzada y la habitación vacía.

—Ahora no hay duda, probablemente fueron  ellos los que provocaron el incendio para escapar. A Nissa le salvaré la vida pero juro que la muerte de la sabandija que le acompaña va a ser extremadamente lenta y dolorosa. —dijo el rey con la voz cargada de ira— ¿El Gran Padre está bien?

—Gracias al Único se salvó del incendio con unas pocas quemaduras sin importancia en las manos.

—Demos gracias a Assab —replicó Senabab intentando que no se notase demasiado la desilusión en su tono de voz— ahora sigamos con la inspección; ¡Ah! y recuérdame que envíe una ofrenda suficiente para ayudar en la reconstrucción del templo...

Guldur llegó a Noab  al atardecer del quinto día. Cuando entró en la torre del gobernador de la ciudad, éste ya le estaba esperando con un mensaje del rey llegado por medio de uno de sus halcones.

Las noticias eran peores de lo que pensaba. Según los informes el cabrón de Albert se había presentado en el Tannit, se las arregló para que Nissa, que era una de las esclavas a subastar, fuera elegida como Baddi´a y luego había conseguido ganar el torneo. Había que ver lo difícil que era matar a esa cucaracha. La próxima vez no se lo pensaría y le clavaría una daga en el corazón en cuanto lo viera.

Habían  convertido el templo en un montón de cenizas y se habían esfumado, pero Guldur estaba seguro de que se dirigían hacia él y la gran ventaja es que Albert pensaba que él seguía siendo un Guardia Alpino.

Las órdenes del  rey eran claras, tenía que intentar capturar a Nissa, si no lo conseguía debía volver a Krestan y unirse a la flota para atacar Juntz.

 El gobernador  de Noab era un hombre menudo que había logrado el puesto no por su habilidad sino por sus conexiones familiares. Le habían dado ese puesto porque Noab era un tranquilo puerto comercial. Estaba claro que al frente de esa ciudad el rey  había puesto un contable, no un hombre de acción.

—¿De cuantos hombres dispones? —le preguntó  Guldur a un inquieto gobernador.

—Este es un lugar tranquilo,  los únicos delitos que tengo que controlar son las borracheras de los marineros y el contrabando de mercancías. Tengo una guarnición de unos ochenta hombres más otros cuarenta en la aduana.

—¿Y barcos?

—Tengo un par de trirremes con tripulación completa.  —respondió el gobernador.

—De acuerdo, quiero que alistes uno de ellos con las dos tripulaciones para zarpar en cualquier momento. Quiero una patrulla de diez hombres en el puerto en todo momento y que se registren todos los barcos que atraquen en puerto, los que entran y sobre todo los que parten. Que detengan a todas las personas que tengan aspecto extranjero, ya sabes ojos claros pelo rubio... y que me los traigan a la posada del puerto dónde me hospedaré. En cuanto a la guardia de la puerta yo me encargaré de darles instrucciones personalmente.

 Guldur salió de la habitación y del palacio del gobernador sin añadir nada más.

Guía de personajes:

Reino de Juntz.

Rey Deor II: Soberano de Juntz.

Eldric: Único hijo varón del rey Deor. Príncipe heredero de Juntz. Prometido con Nayam de Gandir.

Nissa: La hermana de Eldric. Prometida con Taif príncipe heredero de Gandir.

Serpum: Conocido en la corte de Juntz como el arcipreste. Preceptor de los hijos del rey y fiel amigo y consejero del soberano. Tiene un oscuro pasado que solo el Rey Deor conoce.

Coronel Magad: Jefe de los Guardias Alpinos La élite del ejército de Juntz

Almirante Stallion: comandante de la flota de Juntz

Albert:  Miembro de la Guardia Alpina y guardaespaldas de Nissa.

Guldur: Compañero de Albert en la Guardia y guardaespaldas del príncipe Eldric.

Fugaz: Caballo del príncipe Eldric.

Reino de Gandir.

Accab I: 2º rey de la decimotercera dinastía de Gandir.

Taif: Primogénito del rey Accab y heredero al trono de Gandir.

Nayam: Princesa de Gandir.Primera hija de Accab. Prometida al príncipe heredero de Juntz y tras su muerte del rey Deor.

Reino de Irlam

Senabab: Rey de Irlam.

Yamín: Gran visir del rey.

Kondra : Madame del prostíbulo más lujoso de Senabab.

Swich: Espía de Juntz en Veladub.

Nesgar: Posadero ladrón y traficante de seres humanos en Veladub.

Vulk: Cómplice y guardaespaldas de Nesgar.

Amwar: Supremo sacerdote de Veladub.

Piratas

 

Baracca: Capitana del   Tormenta.

Moser: Lugarteniente de Baracca y contramaestre del  Tormenta.

Algún lugar en la costa oeste de los EEUU

Joey: estudiante y autor de la princesa blanca. Enamorado de Amber.

Amber: Jefa de las animadoras.

Sres. Kingsey: Padres de Amber.

Johnny:  Novio de Amber y quarterback del equipo.

Mike: Mejor amigo de Joey y loco del skate.

Judith: Amiga y compañera de Joey desde la infancia.

Robert y Nora Rosen: Padres de Judith.

Srta. Freemantle: Profesora de química en el instituto dónde estudia Joey.

Lisa: Madre de Joey.

He colgado un mapa de los tres reinos en esta URL por si queréis consultarlo. Lo hice para mi propio uso a la hora de escribir la historia, así que no esperéis una obra de arte.

[URL=http://www.subirimagenes.com/otros-mapaprincesablanca-8904614.html][IMG]http://s2.subirimagenes.com/otros/previo/thump_8904614mapa-princesa-blanca.jpg[/IMG][/URL]

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Redención III

Redención II

Redención I

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo Final

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 23

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 22

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 21

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 20

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 19

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 18

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 17

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 16.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 15.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 14.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 13.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 12.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 11.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 10.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 9.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 8.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 7.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 6.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 5.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 4.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 3.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 2.

Hasta el Quinto Pino y Más Allá. Capítulo 1.

Smallbird y el enamoraputas. Capítulo 18.

Smallbird y el enamoraputas. Capítulo 17

Polvo de Estrellas

Smallbird y el enamoraputas. Capítulo 16

Smallbird y el enamoraputas. Capítulo 15

Smallbird y el enamoraputas. Capítulo 14

Smallbird y el enamoraputas. Capítulo 13

El Último vuelo del Electra

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 12

El Último Vuelo del Electra: Cap 11

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 11

El Último Vuelo del Electra: Cap 9 y 10

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 10

El Último Vuelo del Electra: Cap 7 y 8

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 9

El Último Vuelo del Electra: Cap 5 y 6

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 8

El Último Vuelo del Electra: Cap 4

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 7

El Último Vuelo del Electra: Cap 2 y 3

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 6

El Último Vuelo del Electra: Cap 1

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 5

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 4

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 3

Una Vendimia Diferente

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 2

Smallbird y el enamoraputas: Capítulo 1

¡Suplica!

La Feria de fenómenos del Doctor Lasko

Dynamo

Arde París

La Reina del Baile

Supercalientes 2016

Clase Magistral

Moonlight

Hercules. Relato Completo.

Hercules. Epílogo.

Hercules. Capítulo 32. El Borde del Precipicio.

Hércules. Capítulo 31. La verdad duele.

Hércules. Capítulo 30. La Caja.

Hércules. Capítulo 29. Amor Griego.

Hércules. Capítulo 29. Una Clase de Historia.

Hércules. Capítulo 27. Capitulación.

Hércules. Capítulo 26. Arabela Planta Cara.

Hércules. Capítulo 25. Duelo de Voluntades.

Hércules. Capítulo 24. Pico y Pala.

Hércules.Capítulo 23.La Libertad Guiando al Pueblo

Hércules. Capítulo 22. El Corazón de Afrodita.

Hércules. Capítulo 21. El Club Janos.

Hércules. Capítulo 20. Un Nuevo Jugador.

Hércules. Capítulo 19. Joanna.

Hércules. Capítulo 18. Primera Misión.

Hércules. Capítulo 17. Adiestramiento.

Hércules. Capítulo 16. Un nuevo Hogar.

Hércules. Capítulo 15. El juicio.

Hércules. Capítulo 14. El Ángel Negro.

Hércules. Capítulo 13. Entre rejas.

Hércules. Capítulo 12. Detención.

Hércules. Capítulo 11. Furia Ciega.

Hércules. Capítulo 10. Siguiendo el rastro.

Hércules. Capítulo 9. Amor cruel.

Hércules. Capítulo 8. Tierra Prometida.

Hércules. Capítulo 7. De Compras.

Hércules. Capítulo 6. Akanke.

Hércules. Capítulo 5. Un buen partido.

Hércules. Capítulo 4. La Venganza de Hera.

Amor en Yavin

Hércules. Capítulo 2. La rendición de Diana

Hércules. Capítulo 2. La muerte de Piper

Leia entre asteroides.

Hércules. Capítulo 1. El capricho de Zeus.

Hércules. Índice y guía de personajes.

Hércules. Prólogo

En la estrella de la muerte

Cuento de Navidad. Cuarta parte.

Cuento de Navidad. Tercera parte.

Cuento de Navidad. Segunda parte.

Cuento de Navidad. Primera parte.

El tatuaje: Vero

El gato y el ratón

Velocidad de Escape

Primera Sangre. Parte 1-

Primera Sangre. Parte 2

Primera Sangre. Parte 3

World Wildlife Zombie. Epílogo.

World Wildlife Zombie XXIII

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Odio a mi vecina

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La diPUTAda

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El sustituto

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Hielo y Fuego

La Tormenta

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La joven de la curva 10

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Thriller

Teniente Smallbird 6ª y última parte

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La princesa blanca Epílogo.

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Los veinticuatro minutos de Le Mans.

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Navidad de cuero

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La pequeña Savannah

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La Final cap1

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Verano del 44

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