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La princesa blanca 5

en Grandes Relatos

5

 

El lunes, el sol se coló por las ranuras de la persiana despertándolo. Entró en la ducha y mientras dejaba correr el agua repasó lo que había estado escribiendo todo el fin de semana. Salvo el sábado por la noche, que fue con Mike a un concierto de los Trash & Cream, unos tipos muy majos pero a los  que sólo los conocían sus abuelitas, había dedicado casi todo el tiempo a escribir  para poder tener un poco de margen y poder atender a las clases y estudiar durante la semana.

Antes y después del concierto, Mike le estuvo atosigando y haciendo preguntas. Joey intentó mantener el gesto de indiferencia pero Mike era como un perro con un hueso, ni siquiera   los fabulosos Trash & Cream le despistaron.

Con la finura que le caracterizaba, Mike le preguntó a Joey sobre lo ocurrido la noche del jueves y verde de envidia le siguió interrogando sin piedad hasta haber conseguido todos los escabrosos detalles.

El día era demasiado resplandeciente para que Mike lo pasara aburriéndose en clase así que le dejó a la puerta del instituto y quedaron para que le llevase de vuelta a casa. Amber le sonrió como siempre al entrar en clase de química y Joey se dio por satisfecho con el pequeño gesto. Se pasó toda la clase fantaseando con el cuerpo de la chica y apenas atendió a las explicaciones.

Una vez a la semana tenía clase de laboratorio. No era gran cosa, pero hasta hace poco había sido su favorita.  Era la última clase del día, la única  en la que podía diseccionar un bicho sin que le mirasen raro y además compartía mesa y experimento con Judith.

Pero ahora era una situación incómoda. Judith estaba enfadada con él y era una pena. La pequeña chica judía le caía bien y no sabía que podía hacer para que todo volviese a la normalidad.

-Hola Judith -dijo Joey sentándose a su lado. y echando un vistazo al material que tenía delante.

-Hola -dijo Judith en tono seco.

-¿Que tal los preparativos del baile? El viernes por la tarde Amber tiene entrenamiento con las animadoras, si me necesitas puedo ayudarte con las luces. -dijo Joey conciliador.

-No es necesario gracias, Mark lo está haciendo muy bien. Tenías razón en que no te necesitaba. -dijo la chica tratando de ser hiriente.

Viendo que no iba a conseguir que Judith cambiase de actitud prefirió concentrarse en el experimento de medida del pH y dejar que pasase un poco de tiempo para que las cosas se fuesen arreglando por si solas.

Cuando salió del instituto Mike se le acercó culebreando entre la gente montado en su monopatín.

-¿Qué tal las clases? -preguntó Mike fingiendo un interés que no sentía.

-¡Bah! Lo de siempre. ¿Y tú, qué has estado haciendo?

-Me he estado poniendo al día, ya sabes, poca cosa.

La realidad es que Joey no tenía ni idea de a que dedicaba su amigo el tiempo libre pero casi que prefería no saberlo.

-¡Buf, que vicio de culo! -exclamó Mike sacándolo de sus pensamientos.

-¿Qué? -dijo Joey saliendo de su ensimismamiento.

-Joder, Judith. Cada día está más buena.

-¿Que dices? -preguntó Joey descolocado- Es la Judith de siempre, la conocemos desde los ocho años.

-¿Y qué? Entiendo que a los ocho años no te fijases en ella, pero ahora, con sólo una palabra de su parte me dedicaría día y noche a rellenar todos sus agujeros naturales con el zumo de mi palo.

Joey miró a la chica. Judith era bajita pero muy bien proporcionada. Tenía unas piernas finas y bonitas que con las minifaldas y los tacones que acostumbraba a llevar destacaban. Su culo era pequeño y respingón y sus tetas eran más grandes que las de Amber. Su cara era un poco alargada pero junto con sus ojos grandes y pardos, su nariz un poco grande y recta y su boca generosa y de labios gruesos y jugosos formaba un conjunto armonioso. Joey no tuvo otro remedio que admitir que la joven era bonita aunque no espectacular como Amber.

Joey iba a decir algo pero Mike ya se había acercado a Judith y le estaba contando un chiste capaz de hacer enrojecer a  Pamela Anderson. Judith lo escuchó enrojeció y ante la mirada divertida de Joey le arreó un guantazo soberbio.

-¿Qué, vamos a urgencias a conseguirte un collarín que haga juego con tu escayola? -preguntó Joey sacando las llaves del coche del bolsillo.

-No hagas caso -dijo Mike frotándose la mejilla donde estaban marcados los finos dedos de la joven- está casi en el bote.

-Sí ya veo.

-¡Bah! gente de poca fe. -replicó Mike subiendo al monopatín y agarrándose a la ventanilla del Civic.

-¡Eh! ¿Qué coños haces Mike?

-Hace buen día prefiero ir aquí fuera si no te importa.

-De eso nada, ¿Quieres partirte el otro brazo? sube ahora mismo al coche o vas a pata.

-Vale, vale. Cada vez eres más muermo. -dijo Mike sentándose en el asiento del acompañante.

-Te equivocas, lo que no quiero es tener que pedir disculpas a tu madre mientras te están despegando con una espátula del morro de un camión.

-Aguafiestas.

-Capullo.

-Salido...

Después del vigésimo insulto dejó a Mike a la puerta de casa haciendo gestos soeces y se dirigió a la de Amber. Esta vez fue puntual y la señora Kingsey le abrió la puerta vestida con ropa de calle.

-Hola Joey -dijo acariciándole la mejilla- voy a hacerme la manicura. Pórtate bien, os quedáis solos.

-Descuide señora, la trataré como siempre -dijo él pensando en lo ocurrido la semana pasada.

Como siempre Amber ya le estaba esperando  con el libro en la mano dispuesta a terminar lo antes posible para poder seguir escuchando la historia de Nissa. Joey intentó alargar un poco la clase pero las miradas ansiosas le hicieron cambiar de opinión. Cómo siempre él se sentó ante el ordenador ligeramente ladeado para poder ver el cuerpo de Amber tumbado en la cama con la fina bata de satén como única indumentaria.

                                                                              ***

El agua estaba helada y la fuerte corriente la empujaba y le hacía golpearse contra las rocas del cauce. Magullada y aterida intentó nadar hacia la orilla pero cada vez que conseguía avanzar un poco, un remolino la absorbía, la sumergía y la lanzaba en la dirección contraria. Nissa  sintió que sus últimas fuerzas se escapaban pero no cejó en sus esfuerzos y cuando la raíz paso flotando a su lado se agarró a ella con todas las fuerzas que le quedaban.

Durante lo que le pareció una eternidad siguió bamboleándose y avanzando en medio de la impetuosa corriente hasta que llegó a un tramo más tranquilo. La raíz era grande así que al tercer intento logró auparse y sacar el cuerpo del agua helada. Comió un par de nueces kota y enseguida sintió como las fuerzas volvían poco a poco.

Empapada y exhausta se hizo un ovillo y enseguida se quedo dormida mientras los últimos rayos del sol del ocaso acariciaban su cuerpo.

Cuando llegó al claro de la cita Guldur no encontró a nadie y se preocupó. No era normal que los trasgos llegasen tarde, de todas maneras esperó toda la tarde y parte de la noche antes de convencerse de que no llegarían.

Preguntándose cómo demonios podían habérselas arreglado aquellos imbéciles para joder un plan perfecto se subió al caballo y cogió el camino en dirección oeste.

Tras un par de horas de cabalgata encontró los rastros de la expedición y no tardó en encontrar el campamento dónde habían descansado por última vez. La fogata estaba apagada y los rescoldos aún estaban calientes. Los restos esparcidos por todo el lugar le indicaban que los trasgos lo habían abandonado con precipitación.

Descabalgó e inspeccionó el lugar detenidamente a la tenue luz del amanecer. No le costó demasiado trabajo encontrar las huellas de las bestias y cuando vio a Greek-koor con la terrible herida en el cuello lo entendió todo. La princesa se había escapado y el resto de los trasgos habían salido tras ella.

Las huellas eran claras y las siguió en dirección al río sin soltar las riendas del caballo.

Lo que vio en la orilla del río le gustó aún menos. Nissa era una joven despierta y la creía capaz de matar a un trasgo despistado, pero aquellos cadáveres eran obra de soldados veteranos.

Revisó los cuerpos sin encontrar nada más que bolsillos vacios y sangre negra. Cuando se acercó a Munum-koor este abrió los ojos y gruñó sobresaltándole.

-¡Joder! aún estas vivo.-dijo Guldur observando las terribles heridas que mostraba el bicho.

-Sí . -dijo el trasgo tosiendo y escupiendo sangre.

-¿Cuántos eran?¿Se llevaron a la chica? ¡Habla!

-La princesa... -dijo jadeando- mató a Greek-koor y escapó. Tardamos más de una guardia en enterarnos. Seguimos sus huellas hasta aquí, pero había alguien emboscado...

-Termina -dijo Gudur incorporando un poco al capitán trasgo para ayudarle a respirar.

-...Esperó a que nos desplegásemos para buscarla y nos atacó uno a uno. -dijo el trasgo con un gesto de dolor-¡Joder como duele!

-¿Cuántos eran? insistió Guldur.

-Uno, era muy bueno... iba vestido como tú. Más alto, no tan fuerte.

-Albert -musitó Guldur con rabia. Era el único entre los guardias alpinos capaz de matar cuatro trasgos en campo abierto sin despeinarse. Mala suerte para el capitán trasgo. Mala suerte para él.

-¿Se fue con la chica?

-No, no lo creo, la chica nos llevaba mucha  ventaja y también él me preguntó por ella.

-¿Qué le dijiste?

-Que nunca la encontraría -dijo con orgullo.

-Estúpido -dijo Guldur dándole un puñetazo- ahora sabe que eráis vosotros los que la teníais. Sabe que está tras la pista buena.

-Yo, pensé...

-Y casi mueres del esfuerzo -dijo Guldur despectivo incorporándose- Lo hecho, hecho está.

Meditando sobre la situación, Guldur desenvainó su espada y la hincó en el corazón del trasgo acabando con su sufrimiento. Su primer impulso fue seguir a los dos por la orilla del río, pero rápidamente descartó la idea. La joven sabía perfectamente que su única esperanza de salvación era Veladub y si la seguía por la orilla del río  se encontraría con Albert antes que con ella y no tenía ninguna intención de descubrirse y enfrentarse a él por el momento.

Sin embargo, con el caballo y por el camino, podría adelantar a ambos y esperar a la princesa en la puerta oeste de Veladub, la única accesible desde el bosque sin tener que navegar por el lago.

                                                                              ***

-¿Cómo vas a llamar la historia? -le interrumpió Amber.

-No lo sé, aún no lo tengo pensado. El viaje de Nissa...

-Muy soso.

-¿Crónicas de Juntz. El secuestro de Nissa?

-Demasiado largo... ¿Qué tal la princesa blanca?

-Es un poco difícil que puedas ponerle tú un título sin no sabes cómo va a terminar. Ya seguiré pensando. -dijo Joey fijando sus ojos en el ordenador.

                                                                              ***

-Majestad,-dijo el capitán de la guardia- El mozo de cuadras tiene noticias. Pensé que sería mejor que las oyera de su propia voz.

-Por supuesto -dijo el rey Deor- déjale pasar y llama a Serpum.

-De acuerdo majestad, -dijo retirándose tras hacer una reverencia.

En pocos minutos el mozo de cuadras y el arcipreste atravesaban el umbral y entraban en la sala del trono.

-Majestad -dijo el joven mozo temblando.

-Tranquilo, -dijo el  arcipreste posando su arrugada mano sobre el hombro del mozo- respira hondo y cuéntanos todo lo que sabes.

-Fugaz ha vuelto hoy a las cuadras. -dijo el mozo reconfortado.

-¿Está bien? -preguntó el rey.

-Cansado y hambriento pero ileso. -respondió el mozo  con respeto- Al quitarle la silla inspeccionamos su contenido y encontramos una nota.

-Gracias chico, puedes retirarte. -dijo el rey  leyendo la nota rápidamente y  pasándosela  al arcipreste.

-¿Qué opinas? -preguntó el rey sin rodeos.

-No hay mucho que decir salvo que Albert tuvo que abandonar a Fugaz en lo alto del puerto. Eso le retrasará, pero aún contaba con cierta ventaja. Si se dirigen hacia el este a pie podría llegar a interceptarlos en el Bosque de los Tres Ríos.

-Estupendo -replicó el rey sin demostrar mucho entusiasmo- acabo de recibir también un mensaje de la Fortaleza del Norte, han enviado a alguien al este del bosque para conseguir información. Si van por ese lado se van a llevar una sorpresa.

-¿A quién han mandado? -preguntó el arcipreste.

-A Guldur, nuestro mejor hombre allí.

Serpum se limitó a asentir sin decir nada. No le gustaba que un personaje se encontrase en el centro de dos desgracias consecutivas, lo hacía sospechoso. De todas maneras no podía hacer nada así que decidió no inquietar al rey con sus pensamientos.

-¿Sabemos algo del resto de las expediciones?-preguntó Serpum.

 -La del norte se acaba de dividir en dos; una sección va camino de la Fortaleza Muerta y otra se dirige hacia Noor.

-A caballo ya deberían haberlos alcanzado. ¿Han encontrado huellas?

-Ninguna clara, pero el camino está empedrado y en el suelo helado es difícil encontrar rastros. -respondió el rey.

-No podrán avanzar mucho más sin empezar a encontrarse en problemas.

-Lo sé, cuando lleguen a las inmediaciones de una aldea trasga tienen órdenes de capturar y hacer hablar a esos bichos. Si han pasado por allí alguien tiene que haberlos visto. Sin llegan a Noor o a la fortaleza sin ninguna pista tienen órdenes de retirarse.

-¿Y la otra expedición? -preguntó el arcipreste.

-El emisario que mandamos partió hace dos días de Alisse con vientos favorables. -respondió el rey con una mueca de disgusto- Si todo va bien estará en Styros antes de  una semana.

-Perfecto, necesitamos que terminen las negociaciones antes de que la desaparición de Nissa sea de dominio público.

-Ojalá hubiese otra solución. No sé que voy a hacer con una esposa que podría ser mi nieta.

-Majestad, con todo el respeto -dijo el arcipreste- lo que debe  hacer es yacer con ella y conseguir nuevos vástagos sanos y fuertes para evitar que le reino sea desgarrado por sus enemigos a tu muerte.

-Lo sé, lo sé, pero hace tanto tiempo que no me relaciono con una mujer que no se sí me acordaré de como se hace.

-Majestad sólo tiene que ser atento y tratar a la joven con el respeto que merece. El resto lo hará la naturaleza.

-Eso espero, querido amigo, eso espero.-dijo el rey levantándose del trono y acompañando al arcipreste a las puertas del salón de audiencias.

-Hola mi dulce Nayam. -dijo el rey entrando en los aposentos de la joven con rostro serio.

La joven abrió los ojos asustada, al igual que su madre tenía la habilidad de leer en los ojos de las personas  las buenas y las malas noticias.

Tras enterarse de la noticia lo había discutido con su esposa y a pesar de que ésta no estaba totalmente de acuerdo habían tomado una decisión y como  afectaba al futuro del reino de Gandir decidió que debía de ser él el que se lo anunciase.

-Hola padre -dijo la joven levantándose de los almohadones en los que estaba recostada.

El rey se maravilló de lo mucho que la joven se parecía a su madre. La cara alargada, la tez color caramelo, el pelo negro, brillante y largo, muy largo, los ojos grandes y pardos y los labios gruesos y rojos enmarcando una boca grande de sonrisa fácil. Llevaba puesta una túnica de suave seda blanca que permitía atisbar sus pechos jóvenes y erguidos, sus caderas rotundas  y sus piernas largas y morenas. Lamentaba profundamente lo que iba a tener que decir a continuación pero no había ninguna otra alternativa para su hija.

-Me temo que tengo malas noticias hija mía. Creo que estabas muy ilusionada con la boda con el príncipe Eldric de Juntz. Os conocíais y congeniabais, hacíais una pareja perfecta...

-¿Qué ha pasado padre? -le interrumpió la joven acercándose.

-El príncipe Eldric ha muerto en una emboscada hace una semana. -respondió el rey Accab I de Gandir abatido.

-¡Oh! Por la diosa Düin ¿qué  ocurrió?

-Aun no lo sabemos con certeza, pero por las primeras informaciones que nos han llegado de las palomas del embajador, cayó víctima de unos bandidos.

-Y ahora, ¿Qué vamos a hacer?

- Necesitamos el apoyo de Juntz para mantener el equilibrio con el  reino de Irlam. Necesitamos su hierro y su carbón.

-Mi hermano puede casarse con la princesa Nissa...

-Sí  -replicó el rey- pero el rey de Juntz no admitirá a uno de los hijos del príncipe heredero de Gandir como nuevo heredero de su reino. Con lógica pensaría que queremos acabar con la independencia de su reino aprovechando que se ha quedado sin heredero.

-Y ¿Qué vamos a hacer? -preguntó Nayam temiéndose la respuesta.

-El rey Deor ha enviado una embajada para pedir tu mano.

-Tiene casi cincuenta años... -dijo -Nayam temblando ligeramente.

-Lo sé pero tú eres joven y fuerte. Serás reina y le darás hijos fuertes. Te has estado preparando para esto desde que naciste.

-Pero no estaba en mis planes que mi príncipe fuese un hombre que casi me triplica la edad. -dijo ella abrazándose para intentar serenarse- ¿Cómo voy a poder amar a ese hombre? No tenemos nada en común.

-Lo siento hija mía, bien saben los dioses que esto no es lo que quería para mi hija, pero el bien del reino está por encima de nuestras necesidades.

-Lo entiendo padre -dijo ella tragándose  lágrimas de frustración.

-Prepárate para el viaje, la embajada llegará  en menos de una semana y tras la ceremonia de entrega en Styros partirás para casarte con el rey de Juntz. -dijo el rey besando la frente de la joven y retirándose.

Nayam aguantó a duras penas hasta que el rey cerró la puerta tras él y se tiró en los almohadones, metiendo la cara entre ellos para ahogar los sollozos.

                                                                              ***

-Esto es todo por hoy. -dijo él.

Joey se levantó de la silla estirándose y se sentó al lado de Amber que permanecía tumbada boca abajo en la cama. Joey la acarició el pelo rubio fino y brillante sin que ella se lo impidiera.

-¿Qué tal el partido de este fin de semana?

-Bien, ganamos por 32 a 10 y John marcó un ensayo.

-Estupendo.

-Luego, cuando llegamos al pueblo, salimos a celebrarlo a Duke´s. -dijo incorporándose. Su bata se abrió ligeramente mostrando a Joey uno de sus pechos.

-¡Ah, qué bien! dijo Joey.

-Y antes de llevarme a casa me hecho un polvo en le Buick de su padre.

-No tenías por qué decir...

-Me gustó -dijo ella ignorándole y acariciándose el pecho y el pezón que inmediatamente se puso duro.- aunque el sexo con él es diferente. No se preocupa de lo que me gusta. Me da fuerte y rápido y me excita un montón, pero suele terminar antes y cuando le digo que me ayude a correrme me llama furcia y dice que acabe yo solita.

Joey escuchó sin decir nada.

-¿Crees que me quiere?

-¿No es ésta una pregunta que le deberías hacer a tus amigas?

-No seas cándido, esas brujas están esperando un gesto de debilidad para echarse sobre mí y robarme a John. Por favor...

-Ja, pues claro que no, que quieres que te diga, ¿o no te das cuenta que soy parte interesada?

-Yo creí que podía confiar en ti -dijo ella haciendo un mohín y abriendo un poco más su bata.

-Bueno -dijo Joey suspirando- No sé si John te quiere o no pero lo que sí puedo decirte es que lo que te haga en la cama no tiene por qué tener que ver con el cariño que siente por ti. Deberías preguntárselo  y deberías preguntarte si  tú lo quieres a él.

La conversación fue languideciendo y Joey se despidió  de Amber sintiéndose un perfecto imbécil.

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Verano del 44

Enemigo público V

Desafío Extremo

Enemigo publico IV

El edredón

Enemigo publico 3

Enemigo público

El tatuaje

Historias de la B. La heroína

Enemigo Público II

El Leñador

Enemigo público