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Jane XII

en Grandes Relatos

12

 

 

La luz de la luna se colaba en el claro dando a la escena un aire de irrealidad. Cuando irrumpió en el claro y vio a Jane semidesnuda con el pelo rojo brillante y alborotado le dio un vuelco el corazón y por un momento pensó en volver con ella y olvidar todo lo pasado en los últimos meses. Pero cuando instantes después un hombre de aspecto indómito la abrazó por detrás dispuesto a atravesar con ella el claro colgados de una liana todo se volvió rojo.

Jane lo vio y le dedicó una amplia sonrisa que se convirtió en una mueca de terror cuando Patrick levantó el fusil y apuntó a Tarzán con él.

-¡No! -grito Jane poniéndose delante del salvaje.

Patrick no veía a la joven con la que se había prometido. Sólo veía a un furcia que se había reído de él y que ahora intentaba evitar que matase a aquel salvaje. La hiena reía y enseñaba los dientes sedienta de sangre. Percibía el peligro en Tarzán y animaba a Patrick con sus risas y gimoteos, levantando la cola  y erizando su pelaje amenazadora.

Patrick levantó el percutor del rifle y apuntó a la cabeza del salvaje. Procuraría no herir a la joven. La vista de su cuerpo, joven y turgente apenas tapado por un par de bandas de cuero despertó su deseo, pero tampoco estaba dispuesto a que el salvaje se le escapara. Empezó a acariciar el gatillo con su dedo cuando Avery y Lord Farquar penetraron en el claro.

La hiena se giró y enseñó los dientes a los dos intrusos dispuesta a atacarlos. Patrick sintió el peligro y bajando el arma agarró al animal por el pescuezo y la  tranquilizó contrariado. Deseaba más mantener con vida a Damu que matar a aquel  idiota.

Los dos hombres bajaron las armas poco a poco lanzando miradas preocupadas a hombre y hiena alternativamente.

-Vamos Tarzán -dijo Jane llamando la atención de todos y deslizándose por una liana hasta el suelo del bosque.

Avery que se había olvidado por un momento de la  joven se volvió y se dirigió corriendo hacia su hija fundiéndose con ella en un largo abrazo. La alegría de Avery era inconmensurable su hija había vuelto de entre los muertos sana y salva. Sin poder reprimirse la levantó en el aire y dio una pirueta con ella en brazos como hacía siempre que llegaba a casa de vuelta de un lago viaje.

Lord Farquar se acercó renqueando y saludó a la joven efusivamente. No podía explicarse el origen de aquel milagro.

-Y ese hombre ¿Quién es?

-Papá, Henry, este es Tarzán, -dijo ella con un deje de incertidumbre en su voz -él me salvo la vida.

-Encantado joven -dijo Avery ofreciéndole la mano- es un plac...

Sin dejarle terminar Tarzán asió a su padre por las axilas y ante las miradas divertidas de los presentes imitó la pirueta a la perfección.

-...er. -terminó Avery una vez que estuvo de nuevo en el suelo.

-Papá tengo muchas cosas que contarte pero creo que con quién primero tengo que hablar es con Patrick...

Todos se giraron  hacia el lugar donde estaba Patrick, pero hombre y hiena habían desaparecido. Jane le llamó un par de veces pero solo los pájaros y los monos contestaron a sus llamadas. Tarzán sintió que aquel hombre no era del todo dueño de sí mismo y aunque no les deseaba ningún mal, el lado salvaje que lo unía a la hiena le azuzaba e intentaba imponerse. No dijo nada pero siguió manteniéndose alerta por si volvía. Si lo hacía, no sería para darles un abrazo.

Con un gesto de tristeza Jane se volvió y sintió como un calor y  una alegría inmensos le envolvían al ver a los dos hombres que más amaba en el mundo juntos, sonriendo y mirándola con adoración.

Tarzán se acercó a Lord Farquar dispuesto a repetir el saludo pero este mediante gestos y unas pocas palabras le explicó divertido como saludaba un caballero.

-Papá hay algo más que debes saber. -dijo ella armándose de valor cuando todos se hubieron calmado un poco.

-Dime hija mía.

-Me temo que debo romper mi compromiso con Patrick... Estoy enamorada de Tarzán.

-Tú y ese joven salvaje. ¿Qué sabes de él?

-Lo sé todo -dijo ella un poco a la defensiva- Fue abandonado  o se perdió en la selva cuando era pequeño, no lo recuerda. Lo criaron un grupo de chimpancés de la selva no muy lejos de aquí y se ha convertido en el hombre más sabio y dulce que jamás he conocido exceptuándote a ti.

-Interesante -dijo Lord Farquar pensativo sin decir nada.

-Tranquila cariño -dijo Avery al oír el tono de voz de la joven que tanto conocía y que solía preceder a una tormenta.- Si no  hubieses roto tú el compromiso lo hubiera hecho yo. Patrick esta cambiado.

-Hombre con hiena ser peligroso, estar en parte dominado por espíritu de animal. Mejor lejos. -sentenció Tarzán.

-Hay algo más, estoy embarazada.

En ese momento Avery se dio cuenta que su joven princesita había crecido y ahora era una mujer, que por cierto, no había visto tan ligera de ropa desde que la había parido su madre.

Las luces del alba les sorprendieron charlando animadamente  en el claro. Jane les contó lo que había vivido desde que el ataque de los nativos les hubiese separado, evitando obviamente las escenas más subiditas de tono.

 Impacientes por salir de allí tomaron un rápido refrigerio y cogieron el camino de vuelta. Los nativos habían desaparecido pero eso no les inquietó ya que sólo tenían que seguir sus huellas para volver a Rukungiri. A pesar del cansancio  la alegría y el frescor de la mañana hicieron que avanzaran a buen paso.

-¿No recuerdas nada de cuando eras pequeño? -preguntó Lord Farquar a Tarzán cuando en un momento dado se quedaron un poco rezagados.

-No, Tarzán no recordar. Primer recuerdo en brazos de Idrís.

-Ajá. ¿Sabes que hace unos diecisiete años...?

-¿Años?

-Mmm, diecisiete temporadas de lluvia.

-Ah, sí, mucho tiempo... -dijo Tarzán.

-El caso es que los Lynney, unos hacendados que tenían una gran plantación al sur de Ibanda, cerca de mi pabellón de caza, salieron a dar un paseo  y desaparecieron misteriosamente. Su hijo también desapareció y cuando todo ocurrió tenía entre tres y cinco años, coincide con la edad que debías tener cuando desapareciste...

La conversación se interrumpió por un grito de Jane. Tarzán tan protector como siempre se adelantó de dos saltos y se colocó a lado de Jane dispuesto a repeler cualquier agresión. Pero lo que vio no representaba ninguna amenaza. Bajo un enorme árbol, rodeados de un charco de sangre yacían los cuerpos inertes de los dos nativos salvajemente mutilados por las mandíbulas de una fiera.

Por un momento Tarzán pensó en Blesa pero al ver el fémur del hombre partido en dos por un mordisco como si fuese un palillo le convenció de que sólo podía ser la hiena.

Con un suspiro de tristeza hicieron un pequeño hoyo en la tierra con los pocas herramientas de las que disponían y les dieron sepultura. Era lo único que podían hacer con ellos. Mientras los enterraban, Jane no pudo evitar recordar los besos y el amor con que habían llenado aquel claro la pequeña mujer que yacía bajo tierra y su prohibido amante.

Tras dejar la macabra escena atrás, avivaron el paso con las armas dispuestas y cuando llegaron a Rukungiri las más  terribles suposiciones se habían hecho realidad.

En la calle principal, frente a la cabaña del jefe, yacían trece cadáveres más, entre ellos el jefe y el hechicero de la aldea. Los supervivientes se habían reunido en torno a ellos llorando gritando y arañandose la cara en señal de dolor.

Un rápido vistazo a los cadáveres no dejó lugar a dudas. Las heridas de bala y los salvajes mordiscos señalaban claramente a los autores.

Lord Farquar intentó interrogarles con lo poco que sabía de swahili pero ajenos a él repetían una y otra vez "castigo" y "hombre hiena".

Todos quedaron atónitos. Jane no podía creer que el dulce Patrick fuese capaz de cometer una masacre semejante. Dejaron sobre los cadáveres unas pocas guineas que llevaban encima y abandonaron la aldea con un gran peso sobre los hombros.

Al llegar la noche montaron el campamento bajo una acacia. Tarzán subió al árbol y tras insistir un poco se llevó a Jane a una cómoda percha a unos cuatro metros de altura del suelo.

Tarzán no durmió nada aquella noche alertado por la cercanía del hombre hiena. Se limitó a vigilar y a velar los agitados sueños de Jane.

 

Patrick se despertó con la luna, con sus ropas salpicadas de sangre. Al principio no recordaba nada, pero poco a poco los flases de la masacre en el pueblo y el asesinato de los dos guías le fueron asaltando con toda crudeza. Se irguió casi presa del pánico. La idea del suicidio se paseó  por su mente pero al posar la mano sobre Damu  todos los remordimientos desaparecieron. Aquellas gentes eran unos traidores asquerosos y todo lo que había ocurrido era  culpa suya. Todos los actos tienen consecuencias. La hiena rio satisfecha y se incorporó estirándose. Patrick imitándola  se levantó, se acercó a un arroyo donde sació su sed, se enjuagó un poco las manchas de sangre y comenzó, acompañado de Damu, el largo camino de vuelta a Kampala.

 

-Arboles sabana ser malos. tener pinchos y hojas pequeñas. Tarzán no poder hacer cama -dijo bajando del árbol cuando el sol despuntaba.

Tarzán se estiró y oteó el paisaje. El repugnante aroma de la hiena y el olor de Patrick ya no se detectaban en el ambiente. Patrick se había marchado. Tarzán pensó en todas esas personas muertas por la locura de un hombre y le entraron ganas de llorar.

-¿Qué vamos a hacer ahora con Patrick? -dijo Avery expresando en voz alta lo que todos estaban pensando. 

-No hay mucho que podamos hacer. -respondió Henry mientras cojeaba por la sabana en dirección a Ibanda. -¿Recuerdas cuando el cabo Martins perdió la cabeza en Bengala y exterminó medio pueblo? Esto es algo parecido. Un montón de negros que a nadie le importan, para más inri cazadores de esclavos, mueren en el culo del mundo  a manos de un blanco con motivos de sobra para matarlos. Ningún tribunal le condenaría. Sólo podemos rezar para que no lo repita.

El ánimo de Jane era como un tiovivo, por una parte estaba rebosante de alegría porque iba a volver a casa con Tarzán e iba a tener un hijo y por otro no paraba de recordar los cuerpos muertos pulcramente alineados en el suelo de la aldea.

Hablaron poco y caminaron mucho, de forma que al segundo día pudieron llegar a Ibanda. Una vez allí descansaron lo imprescindible y Jane intentó sin éxito hacer dormir a Tarzán en la cama.

Tres días después estaban en la mansión de Lord Farquar. Una vez allí decidieron tomarse un tiempo para aclimatar a Tarzán a la sociedad y enseñarle unas normas básicas de comportamiento antes de partir para Inglaterra.

Su padre decidió que Jane y Tarzán debían dormir separados para mantener las apariencias. Jane no tenía ni idea a que se refería con eso de mantener la apariencias, así que la primera noche, en cuanto tuvo la oportunidad se coló en la habitación de Tarzán. La cama estaba desecha, era obvio que había estado saltando en ella pero él estaba tumbado, totalmente desnudo en el suelo encima de una manta.

Cuando Jane entró sus ojos se iluminaron y antes de que la joven pudiese abrir la boca el hombre se le echó encima.

Esta vez no fue tan fácil. Hasta que hubieron llegado a Kampala la única ropa de Jane había sido la escueta prenda de cuero y un asfixiante capote militar que había traído Lord farquar. Pero ahora llevaba un camisón y un batín de seda color turquesa. Tarzán la besó e intentó acariciar su cuerpo pero terminó liándose con el cinturón del batín.

Jane le devolvió el beso y se quitó la bata dejando a la vista un camisón de seda que se ceñía a su cuerpo mostrando ya una incipiente barriga.

Tarzán la arrinconó contra la pared y agarró sus pechos estrujándolos con fuerza.

-Cuidado bruto. -susurró ella al sentir las manos del hombre en sus pechos aumentados e hipersensibles con el embarazo.

-Tarzán querer hacer amor, querer dar placer a Jane toda la noche.

Jane sonrió excitada, se quitó el camisón antes de que Tarzán se lo arrancara  y se quedó desnuda ante él. Tarzán se separó un poco y  se quedó quieto acariciando el cuerpo grácil y sinuoso de la joven.

Jane ardía por dentro con sus pechos aun calientes y doloridos por el restregón. Con una seña le dijo a Tarzán que se acercara y guió su boca hasta sus pezones.

Punzantes relámpagos de placer casi doloroso le atravesaron el cuerpo cuando Tarzán rodeó sus pezones con la boca y chupó con fuerza. Jane jadeó, se mordió los labios reprimiendo un grito y se abrazó al cuerpo duro y moreno de Tarzán.

Tarzán levanto la cabeza de los pechos temblorosos de Jane y besándola separó sus piernas y empujándola contra la pared la penetró. Jane notó como la polla dura y caliente resbalaba en su húmedo interior y gimió satisfecha agarrándose con sus piernas a la cintura de Tarzán.

Con cada empujón  Tarzán la aprisionaba contra la pared restregando su cuerpo contra ella aplastando sus pechos y su pubis ultrasensibles y asfixiando sus gemidos con largos y húmedos besos.

-Vamos, siéntate en la cama -dijo ella jadeando.

Tarzán obedeció y se sentó con su polla aún dentro de su amada. Jane se agarró al cuello de Tarzán y comenzó a subir y bajar con movimientos cada vez más amplios y violentos. Subía hasta que la polla casi se le salía de su coño y luego se dejaba caer empalándose con el miembro rico y caliente y sintiendo como sus senos pesados se estremecían y bamboleaban aumentando su placer.

Tarzán le agarraba el culo y con sus brazos le ayudaba a subir mientras observaba el cuerpo cremoso de Jane con sus pechos grandes vibrando y bamboleándose con cada penetración. Jane gemía jadeaba y le sonreía con su cara arrebolada y su pelo rojo oscuro pegado a la frente por el sudor.

Con un movimiento brusco Tarzán la levantó en el aire y la tumbó en la cama. Su polla protestó con un espasmo de indignación al sentir que aquel sabroso coño se le escapaba. pero Tarzán no hizo caso y hundió su cara entre las piernas de Jane. El hombre cariñoso y rudo a la vez, comenzó a chupar y mordisquear el clítoris de la joven que no pudo evitar un grito de placer.

Con todo el cuerpo hormigueándole, Jane sintió como los dedos del hombre entraban en su coño y comenzaron a moverse rápidamente hasta que todo el cuerpo de Jane se quedó paralizado por el orgasmo. Tarzán excitado por la vista de aquel cuerpo sudoroso y tenso jadeando y gimiendo siguió acariciando y chupando sin misericordia. Jane notó como sin terminar las oleadas de placer del primer orgasmo se acercaba otro. De nuevo gritó y su cuerpo se combó sudando profusamente. La sensación de placer no fue tan fuerte pero la perseverancia de Tarzán en su vientre hizo que se prolongara. Jane se agitaba apretando su sexo contra la boca de Tarzán y pellizcándose los pezones buscando el contraste y la mezcla de placer y dolor que casi la vuelve loca.

Cuando el segundo orgasmo pasó Jane se tumbó bocarriba unos segundos tomando deliciosas bocanadas de aire. Tarzán estaba de pie ante ella con su cuerpo musculoso y reluciente por el sudor acariciándose el pene mientras la observaba jadear.

Jane le acercó y se metió la polla entre sus pechos pesados y sudorosos. Tarzán empezó a empujar entre ellos. Con cada embate Jane sentía como se agitaban sus tetas arrancándole relámpagos de dolor y placer al mismo tiempo.

Con un último empujón Tarzán se corrió y gruesos chorreones de leche se esparcieron por el cuello y la cara de Jane.

Jadeantes y bañados en sudor se tumbaron en la cama.

-¿Cómo te encuentras? -le preguntó ella cuando sus respiraciones se calmaron.

-Tarzán estar bien.

-¿No echas de menos la selva?

-No tanto como echar de menos a ti si tu no estar conmigo. Tarzán querer a Jane y querer al hijo que crecer dentro de Jane. Gente ser ruidosa gritona y maloliente pero si Jane aguantar Tarzán también poder. No tener miedo.

-¿Ni de casarte?

-Tarzán hacer rito de brujería como tu padre querer para que nuestros espíritus queden unidos para siempre, pero Tarzán saber que no necesitar eso. Tarzán amar a Jane.

Jane no pudo evitar abrazar a aquel hombre. Aquellas palabras valían más para ella que el diamante más grande del mundo.

Con satisfacción notó como la polla de Tarzán volvía a crecer con el contacto de su cuerpo y se preparó para una nueva sesión de sexo.

 

-Buenos días. -saludo Lord Farquar al ver aparecer a la pareja en el porche agarrados de la mano. -¿Habéis dormido bien?

-Perfectamente, Henry, muchas gracias. Por fin he conseguido que Tarzán duerma en una cama...

-Gracias, por la información querida -dijo el hombre un poco abochornado - pero me temo que ayer no pude evitar oír sus... ejem...

-¡Oh! Lo siento Henry -dijo Jane con una sonrisa avergonzada -¿Mi padre también se enteró?

-No creo el duerme en el otro ala de la casa. Madrugó y marchó temprano a Kampala. Dijo que tenía que ir a correos.

 

Queridísima Mili:

Espero que os encontréis bien el niño y tu cuando leáis estas frases.

Ardo en deseos de volver a Inglaterra y enterrar mi cuerpo en tus abrazos.

Tengo noticias maravillosas. ¡Jane está viva! y está con nosotros. Le han ocurrido cosas maravillosas durante este tiempo y está deseando contártelas todas. Me ha comentado que te ha echado mucho de menos y que esta desando volver a verte.

Vamos a descansar una semana en Kampala y partiremos para allá. Calculo que estaré en casa con tiempo suficiente para ver nacer a nuestro hijo.

Estoy rodeado de buenas noticias, me siento tan feliz que creo que me va a estallar el corazón.

Tu hombre que te quiere y te echa de menos:

 

                                                                             Avery

Una lágrima cayó sobre el papel emborronado un par de palabras. Mili arrugó la carta hasta hacer una pelota y la tiró al fuego con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Ahora que estaba tan cerca, con su hijo a punto de nacer volvía a aparecer Jane y su hijo volvería a ser un pobre bastardo sin ningún derecho. Avery le compraría una modesta casita en la ciudad y le daría un pequeño estipendio para vivir pero se olvidaría de ellos y se dedicaría a cuidar de su adorada  hija.

Pero no lo pesaba permitir, no se dejaría vencer sin ofrecer resistencia. Quería un futuro para su hijo.

 

Patrick no podía dormir. Los recuerdos de la Aldea volvían durante su sueño perturbándolo. Subumba le había dicho que el espíritu de la hiena era muy poderoso y que durante esos momentos había tomado el control.

La joven hechicera en cambio, respiraba suavemente a su lado satisfecha después de haber hecho el amor.

 Patrick estiró el brazo y acarició su muslo oscuro y brillante recordando el aplomo con el que se había tomado lo sucedido. Sólo notó un leve gesto de asentimiento al descubrir que Jane estaba viva, debía haberlo supuesto al no descubrirla en el reino de los muertos.

Jane... durante un segundo Patrick pensó  que todo volvería a ser igual, pensó que podía recuperar lo perdido, pero ambos habían establecido nuevos vínculos y el de él con Damu era tan  fuerte que sólo una poderosa hechicera podía contrarrestarlo.

Miró al techo insomne acariciando a Subumba y buscando un nuevo objetivo en su vida.

 

 

Fin del libro 1

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