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Blanche (02)

en Grandes Series

Sus narices deberían entonces respirar el fétido olor a sudor reseco de días y días de su eventual amante y bajo ella el cuerpo iría dibujando a su vez una mancha de sudor que se secaría a los pocos minutos de que aquel bestia se hubiera marchado después de haber regado sus entrañas con aquel viscoso líquido que tanto deseaba y despreciaba al mismo tiempo.

El olor a sudor reseco, a suciedad y a mugre llenaba aquel cuchitril haciendo su aire casi irrespirable.

Algunas veces, mientras permanecía asomada al ventanuco reconocía a algún hombre de los que pasaba por la plaza pero siempre, siempre, el hombre fingía no conocerla y evitaba su saludo.

Poco tardó en empezar la subasta y con ella los consabidos discursos de los subastadores y los gritos y llantos de las hembras al ser separadas de sus hijos, de sus negros o de sus amos.

Gritos y llantos que no impresionaban a nadie pero que no por eso dejaban de repetirse de una forma machacona y molesta.

No podrían hacer los negros como el resto de los animales ?, se preguntó mientras pensaba que ningún otro animal chilla por cambiar de dueño.

Estaba a punto de retirarse de su observatorio cuando de pronto hizo una observación que siempre la había pasado desapercibida pero que en esos momentos consideró extremadamente importante. Los negros se sucedían en el estrado uno tras otro pero el nombre de su dueño se repetía continuamente.

- .... perteneciente al señor Benson. Decía el subastador una y otra vez después de contar las excelencias del macho o de la hembra que en esos momentos ocupaba el estrado. Por cierto que las excelencias pocas veces hacían honor a la verdad. La recua que se estaba vendiendo en aquellos momentos no parecía contar con ningún ejemplar ni siquiera mediano, todos ellos parecían perros famélicos e incluso entre ellos los había deformes, mutilados e incluso viejos, pero ninguno que mereciera atraer la mirada de Blanche.

Realmente a ella la importaban muy poco las condiciones de los negros del señor Benson porque lo que realmente la importaba era el propio señor Benson.

Desde su puesto de observación Blanche fue llevando la cuenta exacta de los esclavos vendidos y pasado el tiempo, cuando el subastador cambió la coletilla de ... perteneciente al señor Benson, por otra comprobó que el anciano que respondía a ese nombre había vendido treinta y seis esclavos.

Cierto que los esclavos habían sido de muy baja calidad pero aun así habían obtenido un precio rondando los doscientos dólares cada uno. Tardó un rato en echar la cuenta pero llegó a la conclusión de que en aquellos momentos en la faltriquera del viejo debían haber unos siete mil dólares.

Casi se mareó al darse cuenta de la suma de dinero tan enorme de que en esos momentos era portador el llamado señor Benson. Blanche se sentó en el jergón tratando de serenarse y empezando a maquinar un plan para apoderarse del dinero.

Cuando bajó a la taberna donde prestaba sus servicios desde hacía tres años ya tenía decidido que fuera como fuera debía apoderarse de ese dinero, ese dinero debía marcar el comienzo de una nueva vida de prosperidad, estaba dispuesta a hacer lo que fuera preciso para obtenerlo. Tan solo la faltaba encontrar la forma de entrar en contacto con el anciano.

Sentada en una rústica silla de madera en la penumbra de la taberna Blanche comenzó a hacer c balas imaginando mil formas de encontrarse con él pero todas presentaban algún inconveniente. No sería hasta media tarde cuando un inesperado golpe de suerte la iba a dar la clave de como debía actuar.

Continuara...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

    Relato protegido e inscrito en el registro de propiedad intelectual.