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Blanche (30)

en Grandes Series

- En primer lugar quería que ingresara el pagaré en el banco y luego que pidiera médico, al doctor Clake, que se pasara por aquí cuando pudiera.

- Te pasa algo?. Preguntó Blanche alarmada ante la petición de Richard.

- No, no es para mi, es para ti.

- Para mi, por que?.

- Se aproxima el tiempo del nacimiento del niño y es conveniente que el médico te vea.

- Eso es una tontería, me encuentro perfectamente.

- Estupendo, pero es mejor que el médico te vea.

- Perdone que intervenga sin haberme consultado. Dijo Norman. Pero creo que su marido tiene razón, señora Benson.

- Las negras paren todos los días sin médico. Replicó Blanche.

- Esos animales son distintos a nosotros. Dijo Richard, a pesar de eso, de vez en cuando muere alguna de parto.

Blanche hubo de reconocer que Richard tenía razón, en el tiempo que ella llevaba en la plantación lo menos cuatro habían muerto en el momento de traer a sus mamones al mundo o en complicaciones posteriores.

- Además es conveniente que después que te haya atendido a ti atienda también al niño después de nacido.

Esta última razón término por convencer a Blanche que si bien, no creía necesario que el médico la atendiera a ella, consideraba imprescindible que atendiera a su hijo posteriormente.

Vencidas las últimas reticencias de Blanche, Norman se atrevió a intervenir de nuevo.

- De todas maneras señor Benson, se nota que hace ya muchos años que ustedes no llaman al médico.

- Por qué?.

- El viejo doctor Clake hace dos años que murió pero anteriormente ya hacia tres o cuatro que no atendía a ningún enfermo. En su lugar actuaba el doctor Pearson, él se quedó con la clientela cuando el viejo doctor Clake murió.

- Yo no he llamado jamás al médico, aclaró Richard. Bueno sí, aunque yo no le llamé, si vino para mi cuando era niño, cuando lo del accidente, entonces vino muchas veces, y cuando murió mi madre también vino unas pocas. Que tal es el nuevo doctor?.

- Es joven, pero según dicen es mucho mejor que el viejo, el viejo era bueno cuando no estaba borracho, pero tenía el defecto de beber demasiado.

- Y el nuevo?.

- Ese no bebe, nadie recuerda jamás haberle visto en la taberna.

Mientras los hombres hablaban Blanche pensaba en lo mucho que había cambiado su vida en poco tiempo. Ella que nunca visto a un médico, ella que cuando fingió encontrarse enferma en la taberna de Moisés el único consuelo que pudo obtener fue la visita a un curandero, se ocupaba ya del bienestar y la salud de su hijo, aun no nacido.

Por fin quedó acordado que Norman avisaría al doctor Pearson, después Norman volvió a cargar la carreta y se perdió por el camino. El doctor Pearson llegó dos días más tarde y con una autoridad y seriedad que impresionó a Blanche la hizo un profundo y amplio reconocimiento además de hacerla mil preguntas sobre sus dolencias habituales, las enfermedades de su infancia y muchas otras preguntas que Blanche no fue capaz de responder por desconocimiento.

De todas sus respuestas el doctor Pearson tomaba buena nota en un papel que sacó de su cartera.

Algo que extrañó a Blanche fue el notar que el reconocimiento del doctor Pearson la causó un cierto pudor, una vergüenza de la que creía estar curada por los largos años dedicada a la prostitución.

- Bueno, señora Benson al parecer no hay ningún problema que deba preocuparle, es casi seguro que su hijo nacerá bien y fuerte.

Tan solo tiene que preocuparse de una cosa. Cuando sea posible, compre usted una pieza de tela grande, como para poder sacar de ella cuatro o cinco sábanas, no use sábanas viejas, siga mi consejo, y cuando se acerque el momento no dude en llamarme.

Pero como vivimos demasiado lejos como para que yo llegue a tiempo, tenga preparadas las sábanas, que antes habrá debido lavar en agua hirviendo y estos polvos, dijo sacando un envoltorio de su cartera.

Es un desinfectante. Supongo, continúo, que en una plantación con tantas hembras habrá alguna que haga de partera. Bien, haga que ella la atienda y ayude, pero no permita que la toque sin que antes se haya lavado las manos y los brazos con los polvos, la misma precaución debe tomar con todos los trapos o el agua que sea necesaria emplear. Si sigue mi consejo, casi seguro que cuando yo llegue lo único que tendré que hacer será felicitarla por el guapo mozo que haya usted traído al mundo.

Tanto Blanche como Richard se sintieron reconfortados por las esperanzadas palabras de doctor Pearson. Pero Richard, ya cuando se despedían le hizo una pregunta que seguramente debía rondarle por la cabeza desde hacia mucho.

- Doctor Pearson, puede que el niño nazca con alguna deformación?.

- Ha tenido usted algún antepasado deforme, señor Benson?.

- No, hasta donde yo sé, ni mis padres, ni mis abuelos tuvieron deformación alguna.

- Dígame señor Benson lo suyo es de nacimiento?.

- No, lo mío fue de un maldito accidente.

- Entonces señor Benson, puede usted dormir tranquilo, las posibilidades de que su hijo nazca deforme son prácticamente nulas pero, si por desgracia ocurriese, no tendría nada que ver con usted. Richard respiró aliviado como si le acabaran de quitar un gran peso de encima.

El doctor Pearson se marchó dejándoles una gran tranquilidad y una buena dosis de optimismo.

Cuando Norman regresó para recoger de nuevo la mercancía les confirmó que había ingresado el pagaré en el banco y que en éste lo habían dado por válido sin ningún problema.

Al parecer el señor Tarner, el comprador de perfumes, era conocido en todos los bancos de los alredores.

Por su parte, los Benson, le informaron de la estancia del doctor y de la buena impresión que les había causado. Cuando Norman salió de Viento del Norte llevaba el encargo de comprar quince metros de la más fina pieza tela para sábanas que pudiera encontrar.

A la caída de la tarde de ese mismo día un hombre ya mayor, vestido de negro, con lentes y un alto sombrero hongo llegó hasta la plantación montado en un brioso caballo.

- Conocen ustedes ésto?, preguntó el recién llegado, a modo de presentación.

- Si, contestó Blanche al reconocer uno de los frascos que Norman había vendido hacia unos días al señor Tarner. Hay algún problema?

- Ninguno en absoluto, señora mía. Es usted quien fabrica el perfume?. Preguntó el hombre.

- Si, se fabrica aquí. Por que?.

- Verá señora, Soy George Doyle. Digamos ... que un amigo del señor Tarner, un buen amigo del señor Tarner y él me ha autorizado para mantener con ustedes una charla que pudiera ser de lo más provechosa para todos.

- Soy Richard Benson, y ella mi mujer, Blanche Benson. Dijo Richard tendiéndole la mano.

- Señor, señora Benson, Encantado de conocerles.

- Señor Doyle, por que no desmonta y goza de nuestra hospitalidad. ofreció Blanche un tanto preocupada ante lo inesperado de los acontecimientos.

- Se lo agradezco señora, no sabe lo difícil que me ha sido dar con ustedes.

- Tanto interés tenía, señor Doyle?.

Cuando hayan oído lo que tengo que decirles ustedes mismos juzgaran si merece o no merece la pena.

Blanche se sentía más y más intrigada pero el recién llegado no pareció dispuesto a soltar prenda hasta que no estuvo instalado ante un plato de suculenta comida.

- En primer lugar me gustaría saber si el pagaré por mil setecientos dólares del señor Tarner ha llegado a su poder?.

- Si, el señor Haley nos lo entregó hace unos días.

- El señor Haley parece una buena y competente persona.

- Trabajamos con él desde hace meses y nunca ha surgido ninguna pega.

- Ese joven llegará muy lejos si no se pierde por el camino. En todos sitios donde he preguntado por él me han dado excelentes referencias, todos han alabado su seriedad en cumplir sus compromisos.

- Bueno, señor Doyle por que no nos dice ya lo que tenga que decirnos?. Intervino Richard tan intrigado como Blanche.

- La juventud, la juventud, siempre tan impetuosa, no saben dar tiempo al tiempo, ni dar su justo valor a las cosas. Dijo Doyle mientras mojaba un trozo de pan en la salsa del asado.

Bueno, vamos allá.

El señor Tarner me ha autorizado a ofrecerles diez mil dólares por la patente de sus perfumes.

A Blanche casi la da un mareo al oír semejante cifra, tenía conciencia de que lo que fabricaban sus negras eran bueno, pero no tan bueno como para que alguien ofreciera semejante cifra.

Sin embargo esta vez fue Richard quien tuvo más reflejos para reaccionar.

- Le he oído bien, señor Doyle, ha dicho usted por la patente?. Tanto Blanche como Doyle se quedaron anonadados. Al joven no le había impresionado para nada la cifra, él solo hacía referencia a la patente. Una palabra desconocida para Blanche.

- Si, eso he dicho, señor Benson.

- Puede ser más explícito, señor Doyle, cuales serían las condiciones de esa patente.

- Pues muy sencillo. El señor Tarner enviaría a esta casa una persona de su confianza, para que ustedes le enseñaran la forma y los métodos que emplean para la obtención del perfume, una vez que esa persona lo supiera ustedes ya no volverían a fabricarlo.

A Blanche le pareció un trato de lo más justo, era mucho el precio que el tal señor Tarner estaba dispuesto a pagar, por lo tanto debía exigir algo a cambio.

Vio a Richard dudar un momento, en realidad estaba haciendo un rápido cálculo mental.

- Eso que usted pide, señor Doyle vale por lo menos cien mil dólares.

Blanche se asombró de cifra que pedía su marido.

- En ese caso señor Benson me temo que no vamos a poder llegar a un acuerdo. El señor Tarner en previsión de que mi primera oferta fuera rechazada me había autorizado a llegar a un máximo de veinticinco mil, pero como puede ver queda demasiado lejos de su petición. Pero siempre hay otras formas de entenderse, no les parece?.

El señor Tarner está dispuesto a pagar veinte dólares por frasco, siempre que la cantidad y calidad sea igual que la del perfume anterior en cuanto ustedes se comprometan a venderle a él y solo a él toda la producción que puedan hacer.

- Es una forma encubierta de comprar la patente, no le parece?. Dijo Richard.

- Hombre, tienen ustedes la ventaja de que si producen más ganan más y si producen menos ganan menos.

- Señor Doyle me temo que ha hecho usted un largo viaje en balde, las ofertas del señor Tarner no nos interesan.

- No lo crea señor Benson, yo muy pocas veces hago las cosas en balde, aunque solo sea el haber conocido a una pareja tan maravillosa como ustedes, es ya una compensación.

Pero no desesperemos tan pronto, todavía tengo otra oferta que hacerles. Que les parece si llegamos al siguiente acuerdo?.

El señor Tarner se compromete con ustedes a comprarles todo el perfume que puedan producir al mismo precio que el anterior, pero con una condición, no habrá intermediarios, él enviará cada cierto tiempo a una persona que se acreditará ante ustedes con una carta firmada de su puño y letra, a la que entregarán el perfume que tengan, esa misma persona les entregará a cambio el pagaré correspondiente.

- Y nosotros quedamos libres para vender nuestro producto a quien nos de la gana, no es eso?.

- Así es señor Benson, pero dudo mucho que encuentren a alguien dispuesto a pagar por su producto más que el señor Tarner. De todas maneras, yo en su lugar estudiaría la primera oferta que les he hecho, si cambian de opinión no tienen más que comunicárselo al señor Tarner.

- Ese ya me parece un acuerdo mucho más razonable. dijo Richard Blanche no había despegado la boca en todo el tiempo. No entendía bien por qué Richard había rechazado la oferta de Doyle pero tenía que reconocer que él todavía era mucho más rápido que ella echando cuentas.

De todas maneras no era cuestión de discutir con él delante de un extraño, ya tendrían tiempo de hablarlo entre ellos.

- Bien señor y señora Benson, dijo Doyle cuando hubo terminado de cenar, sintiéndolo mucho he de dejarles, todavía tengo un largo camino por recorrer.

- De ninguna manera, señor Doyle, ya casi la noche ha cerrado y no consentiremos que inicie el viaje a estas horas.

- Señora Benson este viejo cuerpo esta acostumbrado a pasar muchas noches al raso y no quisiera importunarles más con mi presencia.

- Le aseguro que no será ninguna molestia, en Viento del Norte siempre tenemos dispuesta una habitación para aquellas personas que como usted deseen pasar aquí la noche.

En realidad Blanche no quería dejar escapar a aquel hombre sin haber tenido la oportunidad de hablar con Richard para saber las razones de su negativa.

- Echa cuentas Blanche. dijo Richard tan pronto como se hubieron quedado solos, cuánto tardan las negras en preparar cien frascos?.

- Unos dos meses y si trabaja Derim en ello es posible que menos.

Eso nos da unos seiscientos frascos al año o lo que es lo mismo unos diez mil doscientos dólares al año, En tan solo dos o tres años habríamos empezado a perder dinero. Menudo pájaro está hecho el señor Tarner al ofrecernos diez mil por la patente.

Blanche se quedó asombrada al comprobar que Richard tenía razón. - Además, por qué crees que tiene tanto interés en comprarnos toda la producción?.

- No sé.

- Yo sí, no quiere que nadie más conozca su secreto para evitar que alguien pueda ofrecernos más.

- Estás seguro que es por eso Richard?. preguntó Blanche pensando que a pesar de las evidentes razones de Richard era una pena desperdiciar tanto dinero.

- No, Blanche, no te dejes deslumbrar por ese dinero, él sabe muy bien lo que hace.

Quizá esta última razón fue la que convenció a Blanche que Richard tenía razón. Por qué iba el señor Tarner a ofrecerles tanto dinero si no era porque pensaba que él podía sacar mucho más?.

Cuando por fin el señor Doyle dejó Viento del Norte tan solo habían llegado a un acuerdo. Todo seguiría igual pero sería suprimido Norman como intermediario, y que aproximadamente cada dos meses, llegaría a la plantación la persona enviada por el señor Tarner para recoger la mercancía.

Esto planteó un problema, en el que básicamente estaban de acuerdo pero que tendrían que planteárselo al joven Norman.

Fue unos días después, cuando Norman regresó trayendo la pieza de tela que le habían encargado, cuando le contaron con pelos y señales la llegada y la entrevista con el señor Doyle.

Al principio tanto Norman como los Benson se sintieron confundidos por un detalle que el viejo Doyle no había aclarado. Cómo había llegado a dar con Viento del Norte?.

Por fin, cuando Richard describió a Norman el aspecto del hombre la cosa quedó suficientemente clara al menos en parte.

En el viaje anterior le había seguido, a prudente distancia un personaje que debía ser el mismo que el que Richard describía.

De todas maneras Norman pareció aceptar, con resignación, el quedarse fuera y no participar en la parte de ganancia que le brindaba el transporte del perfume.

Tuvieron que aclararle que aunque no participara en el transporte él no perdería la comisión. Los Benson le seguirían entregando sus dos dólares de comisión por frasco.

Norman al oír estas palabras no atinaba a salir de su sorpresa.

- Cómo?. Dijo. No me irán a decir que me van a pagar por no hacer nada?.

- Por no hacer nada, no. Por haber conseguido para el perfume un precio que nos permite ser generosos. No sería justo que sólo nosotros fuéramos los beneficiados después de ser tu quien ha hecho el trabajo de ponernos en contacto con el señor Tarner. Dijo Blanche.

Después de estos acontecimientos Blanche destinó a Derim a sus antiguas tareas tomando la dirección de Barza y de Nancary con lo que la producción de perfumes recibió una ayuda inestimable.

Blanche por su parte se encontraba ya demasiado molesta, preocupada e ilusionada por la inminente llegada de su hijo al mundo.

Tan pronto como pudo entró en contacto con Zitane, una de las varias parteras que atendían a las negras en sus alumbramientos.

Zitane era una hembra de mediana edad que tenía fama de ser eficiente y limpia.

Blanche la dio instrucciones de como tenía que preparar las telas y como tenía que actuar llegado el momento.

Continuará...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

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