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Blanche (29)

en Grandes Series

Por unos momentos Norman miró azarado hacia Blanche.

- Si vaya y mire cuanto quiera, yo tengo cosas que hacer, nos reuniremos más tarde.

Dijo Blanche sabiendo que el joven, nunca se atrevería a palpar a los negros en su presencia e, inició una discreta retirada que la condujo directamente hacia sus habitaciones, desde donde no se perdería detalle de la actuación del joven Norman.

Al parecer, Richard había preferido no acompañar al joven pero Blanche estaba segura de que al igual que ella, estaría observando todo desde la ventana del piso bajo.

Norman empezó por dar unas pocas vueltas alrededor de cada negro haciendo una primera observación visual de la mercancía.

Blanche recordó como los posibles compradoresm o simples curiosos, observaban a los negros en los corrales y mercado de Natchez. Luego se agachó y tomando una piedra la tiró a lo lejos.

-¡Tráela corriendo!. Ordenó secamente a Runame.

El joven negro dudó un instante y, luego partió raudo a cumplir la orden de aquel desconocido. Después de correr unos pocos metros, se paró tratando de encontrar el objeto que Norman había arrojado hasta que vio una piedra, que bien podía ser la que había arrojado el blanco.

Con la agilidad de los pocos años se agachó flexionando las piernas, cogió el objeto del suelo y volvió a la carrera tal como le habían ordenado.

Blanche sabía que la piedra no era la misma, ya que desde su observatorio, la había visto ir mucho más lejos pero aquello, debió de carecer de importancia ya que Norman se dio por satisfecho, en realidad lo que buscaba era ver si las piernas del negro funcionaban de forma correcta y si no se cansaba excesivamente.

Repitió la operación con Quity, pero esta más reticente, apenas si hizo el menor esfuerzo por correr, antes de traer a Norman una piedra cualquiera.

Insatisfecho, el joven la hizo repetir la operación cuatro veces antes de quedar satisfecho de sus observaciones.

Después se encaró con la negra y sin el menor titubeo deslizó de sus hombros el sayón que la cubría. La negra quedó desnuda tratando de cubrir con una mano su pubis y con la otra y el brazo sus pechos. Norman, de nuevo dio dos vueltas alrededor de ella antes de retirar con suavidad, pero con firmeza, la mano que protegía sus pechos, las dos manos de Norman palparon los senos de la esclava buscando bultos ocultos entre las apretadas y suaves carnes.

Luego dio la vuelta a la negra y empujándola por el cuello la hizo inclinar el tronco hacia adelante.

Uno de los pies del joven se introdujo entre los de la hembra indicándola que debía separar las piernas.

Blanche desde su observatorio vio como las manos de Norman separaban las nalgas de Quity, mientras con mirada atenta intentaba descubrir cualquier defecto o enfermedad de la negra, antes de que un dedo inquisidor, buscara afanoso abrirse paso en la zona más atrayente e intima.

Debió realizar su objetivo dado que permaneció un momento en aquella postura. Blanche excitada, comprendió que aquel dedo palpaba el interior del sexo de la negra buscando imperfecciones o enfermedades. Finalmente extrajo el dedo oliéndolo reiteradamente a continuación. Era una forma de comprobar que la hembra no padecía enfermedad contagiosa.

Blanche se sentía excitada y lamentó no tener a mano al menos a Tiara para que la brindara el pobre consuelo de su lengua.

Norman volvió a dar la cara a Quity y la ordenó abrir la boca, con mirada escrutadora, el joven buscó en su dentadura las negreces de las caries y, finalmente introdujo en ella el mismo dedo que acababa de sacar del sexo para comprobar los huecos de las piezas que pudieran faltarle.

Después se encaró con Runame ordenándole bajarse los amplios calzones.

Después de una ojeada general se situó detrás del negro ordenándole tomar la misma postura inclinada que había ordenado a Quity.

Después de separarle las nalgas y observarle unos instantes su mano tomó los genitales del negro palpándolos detenidamente.

Más tarde reviso su boca de la misma forma y dio por concluida la revisión de la mercancía.

Desde la habitación, Blanche le vio regresar a la casa y esperó un tiempo prudencial antes de reunirse con ellos.

Unos golpes en la puerta la sobresaltaron un poco, por que estaba pensando que, ella no podría reconocer nunca a un macho como la había echo Norman.

- Qué quieres?.

- Dice el amo que si no está ocupada que baje?.

- Dile que ahora mismo voy.

Poco después se reunía con los dos hombres que en esos momentos hablaban ya del precio de los negros.

- El señor Haley parece más inclinado a comprar a Quity pero, no nos ponemos de acuerdo en el precio.

- Cuánto ofrece usted?, señor Haley.

- Le estaba diciendo a su marido que no creo que la hembra valga más de ciento cincuenta dólares y, el insiste en que vale más de doscientos.

- Como es lógico estoy de acuerdo con mi marido.

- Es posible que tengan ustedes razón, la hembra es joven y sana, pero si les diera el precio que me piden me quedaría sin un dólar. No sé cuanto tiempo puedo tardar en venderla y, durante todo ese tiempo tendría que dejar de comprarles a ustedes los huevos y faltaría a mis compromisos con los clientes.

Blanche se quedó asombrada por la sinceridad de las palabras del joven y, pensó que no era bueno poner en peligro la palabra de Norman ante sus clientes. Si él perdía ellos también perderían.

- Señor Haley. Reconoce usted que la hembra vale los doscientos dólares que le pide mi marido?.

- Sí, es seguro que los vale.

- En ese caso no veo ningún problema. Se la vendemos en doscientos pero no nos tiene que pagar más que ciento cincuenta ahora, los otros cincuenta nos los dará cuando haya vendido la negra.

Un mes le parece tiempo suficiente para hacer la venta?.

- Si, supongo que un mes es tiempo más que suficiente.

- En ese caso estamos de acuerdo si es que mi marido no pone ningún inconveniente?.

Blanche sabía que Richard estaba de acuerdo pero quería que fuera él quien dijera la última palabra.

- Por mi no hay inconveniente, si es que a Norman le parece bien?. Como toda respuesta el joven tendió la mano hacia Richard y éste la estrechó fuertemente.

Tardaron poco en redactar el documento de venta y cuando Richard dio por concluida la operación, Norman pareció ligeramente desconcertado.

- Pasa algo?. Preguntó éste al ver el desasosiego del joven.

- Sí pasa, supongo que debíamos redactar el otro documento por que les quedo deudor de cincuenta dólares a pagar en el plazo de un mes.

- Señor Haley, tanto mi esposa como yo le consideramos un caballero, es usted muy joven, pero es ya un auténtico caballero, por lo tanto no es necesario que firme nada. Para nosotros es más que suficiente con su palabra.

- No se pueden imaginar lo agradecido que les quedo, les aseguro que no se arrepentirán. Dijo Norman mientras tomaba el sombrero para despedirse.

Blanche vio como la carreta de Norman se alejaba hacia el camino con la hembra llorando tras ella mientras repetía incansablemente.

- Mi hijo, ... mi hijo.

Esto recordó a Blanche que debía ordenar a Lama, que una negra que estuviera criando en esos momentos, se hiciera cargo del mamón de Quity.

Cuando la carreta se perdió de vista, Blanche tuvo el convencimiento de que Norman, no caminaría mucho rato sin apartarse del camino y retozar sobre la negra.

Era incluso posible que, como compensación al mamón del que la había separado la hiciera otro para que se consolara.

Ocho días más tarde la deuda de Norman quedó saldada. Había vendido a Quity y en el siguiente viaje les compró a Runame.

Esto no fue más que el comienzo ya que Norman empezó a comprarles negros cada tres a cuatro viajes.

Los primeros en ser vendidos fueron aquellos que no habían cumplido con su orden pero tras ellos fueron varios más.

A finales del verano, cuando su vientre estaba ya francamente abultado, Blanche por intermediación de Norman se enteró de que en un pueblo llamado Santa Joana, había una fabrica de envases de vidrio.

Era algo que la preocupaba desde que había visto que sus perfumes tenían aceptación. Evidentemente no se les podía sacar su justo precio si no tenían un envase adecuado. No se podía llevar el perfume en una garrafa y esperar que lo pagaran bien.

Recordaba haberlo comentado una vez con Norman, pero nunca creyó que el joven lo tuviera en cuenta y menos que se preocupara de ello.

Al regresar del siguiente viaje Norman regresó trayendo cinco modelos de frasco distinto, para que Blanche pudiera elegir él, o los que le parecieran más interesantes.

Con profunda emoción eligió dos modelos, cierto que se sentía emocionada, pero no fue consciente en aquellos momentos que con la elección, estaba plantando la semilla de lo que en el futuro sería una próspera empresa de perfumes.

Eran unos frascos chiquitos pero de delicadas formas muy a tono con lo que iban a contener.

Unos días más tarde, Norman entregaba a Blanche cincuenta de cada uno de los frascos elegidos, al tiempo que la rogaba que le autorizara para encargarse de su distribución. Al parecer el joven tenía ya una ligera idea de a quien dirigirse en un pueblo mucho más grande que Bigstone llamado Refrey.

El trasvase del perfume a los frascos le llevó varios días. Era una tarea pesada y delicada dado que el minúsculo orificio del frasco dificultaba enormemente la operación.

Nancary hubo de fabricar un minúsculo embudo, que facilitara la tarea pero aun así, resultó lenta y tediosa, como contrapartida, Blanche vio que en los frascos cabía mucha menos cantidad de perfume que en los utilizados anteriormente, lo que era una forma de aumentar la producción.

Un día el joven y diligente Norman partió con su tesoro hacia Refrey. Blanche le vio partir ilusionada pero inquieta. Era la primera vez que le entregaba una mercancía sin que el joven le hubiera pagado por adelantado, e incluso sin haber fijado un precio último de venta.

Blanche le había dicho que no vendiera ningún frasco por debajo de los cinco dólares, ya que estimaba que la cantidad de perfume era aproximadamente la mitad de los anteriores pero, no podía saber cual era el precio que el joven lograría obtener en Refrey.

Cada día al levantarse, Blanche esperaba con ansiedad recibir noticias de Norman, pero pasaron los días sin que el joven diera señales de vida.

Pasados ocho días Blanche no sabía que pensar. Tan pronto se preocupaba de lo que pudiera haberle pasado al joven, como se preguntaba si habría hecho bien en confiarle tanta mercancía sin exigirle un pagaré a cambio.

Finalmente Norman apareció al décimo día, su rostro parecía radiante, y todo su ser rebosaba alegría.

- Lo conseguí señora Benson. Dijo a modo de saludo.

- Que ha conseguido Norman?.

- Contactar con el señor Tarner

- El señor Tarner?.

- Recuerda que quería contactar con alguien en Refrey pero que no sabía su nombre?.

- Si, lo recuerdo.

- Me ha costado varios días de espera pero al final conseguí entrevistarme con él.

- Y?...

- El señor Tarner se dedica al negocio de perfumes, abastece de ellos a medio país y es un auténtico experto en el negocio.

La emoción y la intriga de Blanche iba subiendo a medida que Norman hablaba.

- Bien Norman, por que no resume, me tiene en ascuas. - Todo a su tiempo, todo a su tiempo señora Benson. Contestó Norman dispuesto a disfrutar de la intriga que notaba que estaba creando en Blanche.

- Como le decía, me costó varios días contactar con él. Es un hombre muy ocupado o muy escurridizo. Pero yo no tenía prisa y sabía que tenía un buen producto entre las manos.

Por fin consintió en recibirme. Yo había dejado en la posada los frascos y conmigo tan solo llevaba media docena.

El señor Tarner es un hombre de mediana edad pero muy grueso. Su rostro, tan gordo como el resto del cuerpo le da aspecto de simpático bonachón pero cuando habla las cosas cambian.

Nada más penetrar en su despacho me echó una furibunda mirada, seguro que creyó que con una persona tan joven como yo no merecía la pena perder el tiempo. Por fortuna yo estaba seguro de la mercancía y eso me ayudó a no ponerme nervioso.

- Por favor Norman me tiene usted en ascuas.

- Tenga un poco de paciencia.

- Que desea joven?. Término por preguntarme.

- Quería que le echara usted una ojeada a ésto. Dije mostrándole uno de los frascos.

Con cierta desgana el señor Tarner tomó el frasco quedando sorprendido por las agradable forma del envase, pero el muy zorro no se dejó impresionar por él.

Con una lentitud y parsimonia impresionante procedió a destapar el frasco, primero lo olió acercándoselo a la nariz y haciendo círculos ante ella con el frasco, cerró los ojos y repitió la operación dos veces. Cuando me miró noté sorpresa en su mirada.

Volvió a repetir la operación antes de echarse unas gotas en el dorso de la mano, volvió a repetir la operación y me preguntó a boca jarro.

- Cuánto pide usted por este frasco de perfume?.

- Señor Tarner, no soy muy entendido en perfumes, preferiría que fuera usted quien juzgando su calidad diera un precio que le pareciera razonable.

- Señor? ...

- Haley, Norman Haley.

- Señor Haley, me temo que a pesar de lo que me dice, usted sabe distinguir perfectamente entre un auténtico perfume y una simple agua de colonia. Y sabe que lo que contiene este frasco es de auténtica calidad. Trataría de engañarle si no se lo dijera así, ójala llegaran a mis manos muchos perfumes como éste. No obstante yo no puedo darle por el mucho más allá de quince dólares.

El debió notar mi sorpresa por que esbozó una sonrisa.

- Había pensado obtener por cada uno de ellos no menos de veinte, mentí tratando de forzar la situación.

- Tiene usted más?. Señor Haley

- Sí. alrededor de cien.

- Esta vez fue él el sorprendido.

- Lo fabrica usted?.

- No, pero conozco a quien lo fabrica.

- Ya, en ese caso podría llegar a darle diecisiete dólares por frasco, suponiendo que todos sean de la misma calidad y cantidad.

- Me parece un precio correcto. Dije estrechándole la mano para cerrar el trato.

- Vaya usted a por el resto y yo iré extendiendo mientras un pagaré por valor de mil setecientos dólares. Al tiempo que decía las últimas palabras Norman sacó del bolsillo un trozo de papel donde Blanche, temblorosa por la emoción, pudo leer a duras penas la cifra indicada por Norman.

Loca de alegría Blanche corrió a comunicarle a Richard la noticia y éste se contagió de la euforia de su mujer.

- Habrá que pensar en el señor Haley, dijo Richard una vez pasados los primeros momentos de euforia.

- Naturalmente. contestó Blanche.

No tardaron en reunirse con Norman que parecía disfrutar con la alegría que había deparado a sus patrones.

- Norman, es de suponer que usted habrá pensado en descontar una comisión justa.

- Sí, claro, yo había pensado en ganar un dólar por frasco, si a ustedes les parece bien.

Rápidamente las miradas de Blanche y Richard se cruzaron, Blanche le enseñó dos dedos y Richard asintió con la cabeza.

- Bien Norman, puesto que el precio obtenido es muy superior al que en un principio habíamos pensado, mi marido y yo, de común acuerdo desearíamos incrementar su comisión hasta un total de dos dólares por frasco. Le parece razonable.

- Me parece que es un placer hacer negocios con ustedes. No me engañó el reverendo cuando me dijo que eran ustedes personas serias y dignas de confianza.

Blanche se sintió halagada, no podía imaginarse que el reverendo Allen tuviera tan buena opinión de ellos.

- El reverendo Allen es una buena persona. Contestó Blanche sabiendo que Norman no tardaría en llevarle el cumplido.

Norman, intervino Richard, va a pasar por Bigstone pronto?.

- Si, seguramente pasaré por allí mañana, tengo unos encargos que hacer y no quiero demorarlos más.

- Me podría hacer dos favores?.

- Naturalmente señor Benson.

Continuará...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

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