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Blanche (06)

en Grandes Series

Se demoró cuanto creyó prudente y regresó resuelta a enfrentarse con la realidad si era necesario.

En el momento en que ella regresaba, el tabernero atendía a un cliente que había entrado en la hasta ahora solitaria taberna y no prestó atención a Blanche que volvió a sentarse pero esta vez en una mesa en la que haciéndose la dormida podía oír y observar a Moisés, el tabernero.

El cliente comenzó a comentar la noticia de la muerte del viejo añadiendo nuevos detalles que no cambiaban en nada lo fundamental del hecho salvo que añadía que el viejo borracho que había estado en la taberna el día anterior estaba siendo interrogado por el sheriff.

Blanche no notó nada en la conversación que pudiera hacerla desconfiar, cierto que Moisés miraba hacia ella de vez en cuando pero la pareció descubrir que más que miradas acusadoras se trataba de miradas de preocupación.

Poco después, de una forma imprevista llegó el ayudante del sheriff y pidió a Moisés que relatara de nuevo todo lo acaecido en el local en la tarde y noche anterior, pidiéndole como es natural los nombres de los presentes.

Moisés relato los hechos ya conocidos por Blanche que se fingía dormida y después amplió la parte de la historia en la que ella ya no había estado en la taberna apoyándola de vez en cuando con los nombres de los presentes, sin que el suyo saliera a relucir en ningún momento. Por fin el sheriff se marchó y quedaron de nuevo a solas, Blanche pensó que había llegado el momento de la verdad y que si Moisés sospechaba de ella ese sería el momento en que se lo diría pero en lugar de eso el tabernero se acercó a ella y preguntó.

- Se te pasa, Blanche ?.

Sorprendida por la pregunta y el tono amable con que Moisés la hizo dudo unos momentos antes de contestar.

- Si, un poco, me siento mejor, el calor, sabes, algo me ha sentado mal.

- No estarás preñada Blanche ?.

De pronto comprendió lo que pasaba por la cabeza de Moisés y a que se debían sus intensas miradas.

- No se, creo que no, pero ya sabes ...

- Si, claro. Añadió el hombre dejando sobreentendido que dado el trabajo de Blanche esa posibilidad siempre había que tenerla en cuenta.

- Si quieres haré que te acompañen a casa ?.

- No Moisés, creo que no hará falta.

- Bueno, pero si no se te pasa dímelo y avisaré al médico. Dijo antes de volver a ocupar su lugar en el mostrador.

Blanche volvió a fingir que se dormía, necesitaba pensar en las amables palabras de Moisés ahora que el miedo a sentirse descubierta había desaparecido de nuevo.

Nunca jamás le había visto ser amable con ninguna de las mujeres que habían pasado por la taberna en los tres largos años en que lo conocía, tampoco había sido malo con ellas pero siempre había mantenido una actitud distante desde el primer momento hasta el último.

No recordaba que jamás hubiera tenido el menor contacto físico con ninguna mujer ni siquiera la más mínima insinuación que pudiera prestarse a equivoco, más parecía que las toleraba porque le ayudaban ha hacer más prospero su negocio que el que deseara verlas por allí.

Tampoco las retenía cuando alguna deseaba marchar ni las obligaba a acostarse con ningún cliente si ellas no lo deseaban, incluso las había defendido ante algún cliente cabezón o demasiado borracho e impertinente, pero si sorprendía a alguna mujer faltando a las reglas no dudaba en ponerla de patitas en la calle prohibiéndola volver a poner los pies en su casa.

El hecho de que la hubiera tratado amablemente no sólo era una excepción sino también una prueba de que no sospechaba nada de ella.

Sabía que Moisés podía ser duro si era necesario, en más de una ocasión lo había demostrado pero por lo general bastaba su seriedad para evitar que las cosas pasaran a mayores.

Por unos momentos se sintió entre agradecida y turbada, desde hacía muchos años nadie la había dirigido una palabra amable con garantías de que tras la palabra no hubiera más interés que su bienestar.

Durante toda la mañana no se habló de otra cosa en la taberna más que del asesinato del señor Benson, cada nuevo cliente que entraba iba añadiendo nuevas fantasías de forma que al final se parecía poco a la versión inicial salvo que se mantenía en lo esencial. Realmente era de agradecer que Moisés se mostrara amable pero ella sabía perfectamente que si se encontraba mal no era debido a un posible embarazo si no a la acción combinada de los nervios, el miedo, la comida demasiado abundante, y el excesivo calor.

Recordaba que durante los primeros tiempos de puta, ella, al igual que todas las mujeres de su profesión se sentía obsesionada por un posible embarazo. Después de atender a cada cliente corría a lavarse y a tomar precauciones para evitarlo, precauciones que poco a poco se revelaron inútiles ya que sus compañeras, que tomaban las mismas que ella, se fueron quedando preñadas una tras otra, y sólo recurriendo a las manos expertas de alguna partera para abortar resolvían el problema.

Las parteras que se dedicaban a estos menesteres abundaban y no solo por las putas, también atendían a las negras preñadas por sus dueños o por cualquiera sabe quien, eran llevadas por sus dueños para poder seguir gozando de ellas sin ningún impedimento, alguna había que había padecido seis o siete abortos provocados, ya que su dueño la empleaba como puta pero no quería que se quedara preñada.

Las más se deshacían de los hijos no deseados por ese método. Algunas llegaban a parir y después entregaban sus hijos a matrimonios ricos que no podían tener hijos, al parecer estos abundaban más de que cabría suponer. Pocas, muy pocas llegaban a tener los hijos y se quedaban con ellos.

Ante la falta de eficacia de las distintas medidas Blanche se fue abandonando y sólo recurría a lavarse pero más por quitarse la suciedad que los hombres echaban en ella que por fe en que aquello pudiera evitar un embarazo. Lo cierto es que con medidas o sin ellas Blanche no se había quedado embarazada nunca y en algunos momentos se preguntaba si no sería estéril como las mulas.

Hacia el final de la mañana, entró un hombre, antiguo conocido de Blanche, no era de la ciudad pero según decía iba a verla cada vez que pasaba por ella, en más de una ocasión la había pedido que se fuera con él, pero era tratante de ganado, de esos que van recorriendo el mundo comprando cuantos esclavos de desecho había en las plantaciones, cuando consideraba que tenía una recua suficientemente grande regresaba para venderlos y para visitar a Blanche. Era una vida de miseria, tan mísera casi como la de los propios negros que compraba, una vida que poco ilusionaba a Blanche, ella aspiraba a mucho más y ahora gracias al viejo Benson, maldito viejo como la había engañado !, estaba en el camino de conseguirlo.

- Hola larguirucha. Saludó el hombre, Era su forma habitual de saludarla, ciertamente Blanche era alta y demasiado delgada para su estatura pero no la gustaba que la llamara larguirucha, se lo consentía porque era un buen cliente y porque en el fondo sabía que no se lo decía para molestarla.

- Hola, que tal te ha ido ?.

- Como siempre, vine con un par de viejos y un fenómeno además de un par de hembras que no valían ni lo que me he gastado en alimentarlas.

- Eso dices siempre, pero cuando insistes será por que te compensa.

- Unas veces se pierde y otras se gana.

- Un fenómeno ?.

- Si, un macho enano tan chepudo que era una auténtica risa verle andando por esos caminos.

- Seguro que le habrás vendido bien ?.

- Al enano si, pero con las hembras casi he perdido dinero.

- Tan viejas eran ?.

- Por qué no dejamos de hablar del ganado y subimos a la habitación?

- ¯amos cuando tu quieras. Se puso en pie dirigiéndose hacia la escalera que conducía al tórrido cuartucho de la parte alta, aquel cuyo ventanuco daba a la plaza del mercado de esclavos.

- Te encuentras bien. Preguntó Moisés al verla pasar con su acompañante.

- Si, ya pasó todo.

- Te pasa algo larguirucha ?.

- No, sólo un pequeño mareo, algo que me ha sentado mal, pero ya pasó todo.

- Sabes la noticia ?. Preguntó mientras ascendían.

- La del viejo ?.

- Si, la del viejo ?.

- Si, me la han contado nada más llegar. A mi no me ocurriría eso.

- Por que ?.

- Por que yo siempre llevo un rifle y dos pistolas en el arzón de la mula y si alguien se acerca a mi con malas intenciones te aseguro que no dudaría en descerrajarle un tiro.

- Ya, pero si quien se acerca a ti es tu amigo ?.

- Pero el que le mató fue un tal Thomas, uno que no conocía.

- Si claro, a ese le pillaron con tres mil pero según el viejo llevaba ocho mil, dónde están los otros ?.

Por un momento el hombre se la quedó mirando con una extraña mirada, después esbozó una sonrisa pero no dijo nada.

- Hace mucho que has llegado ?.

- Llegué anoche, con el tiempo justo de dejar el ganado en el corral, estaba tan cansado que me fui a acostar inmediatamente. Esta mañana he vendido todos y he venido a verte.

- Tan ansioso estás de mujer habiendo traído dos hembras ?.

- Te va a extrañar, pero te aseguro que no las he tocado.

- Por qué ?. preguntó Blanche empujando la puerta del cuartucho y cediéndole el paso.

- Esas dos hembras no estaban sanas, por los caminos tosían y sudaban continuamente, se las compré a un hombre que tiene una mina, las hacia trabajar como auténticos diablos.

- Tan mal estaban como para que no quisieras tocarlas ?.

- Yo creo que estaban tísicas perdidas.

- Y las viejas ?.

- ¯iejos, eran viejos.

- Total que te has pasado quince días sin desahogarte, no se si debo acostarme contigo ?. Dijo al tiempo que ya desnuda se tumbaba en el viejo jergón espatarrada.

- Por que no ?

- Quince días sin desahogarte es mucho. No se si no me dejarás preñada ?. Dijo con una sonrisa insinuante.

- Bueno tanto tiempo no, el enano ...

- Montaste al enano ?. preguntó fingiendo escandalizarse. Ella sabía que cuando un hombre no tiene a mano una hembra se desahogaba con el primer negro que pillaba, fuera enano o no.

- Bueno, montarle no, pero use su boca.

- Te gustó ?.

- Bueno, no es lo mismo. Contestó el hombre ligeramente molesto por el rumbo que estaba tomando la conversación.

Blanche se dio cuenta y dijo tendiendo los brazos hacia él.

Anda, ven, que tu amiga Blanche va a resolverte los problemas.

El hombre se había desnudado ya y su sexo tenía la rigidez necesaria para introducirse en las entrañas de Blanche.

En un momento ésta lo sintió avanzar desplegando y separando las húmedas paredes de su vagina produciéndola una pequeña sensación de placer, quizá esto era lo más humillante, la hubiera gustado no sentir nada, ser totalmente indiferente a las penetraciones de los hombres pero ese escaso placer que sentía la hacia comprender hasta que punto era utilizada por aquellos salvajes.

Tras escasos minutos de lento vaivén sintió como el hombre regaba sus entrañas con abundante esperma impulsado en potentes borbotones que salían de su sexo.

Poco después el hombre recuperaba la calma, su respiración se serenó y sin más se retiró de ella. No se sintió decepcionada, no esperaba nada más de alguien tan burdo como un hombre.

Larguirucha, por que no te vienes conmigo ?. Dijo el hombre mientras comenzaba a vestirse. Mientras Blanche vaciaba la vejiga, sin el menor recato, en el orinal que había debajo de la cama le contestó.

- No empieces con la misma cantinela, tu lo que quieres es tener siempre a tu disposición una mujer.

- Tienes razón, pero no sólo quiero eso, con tu habilidad estoy seguro que podíamos ganar mucho más que yo solo. Te daría tu parte.

- Al tiempo que decía estas palabras el hombre tendió a Blanche cinco dólares, más del precio estipulado. Si ésta no se lo había pedido por adelantado era por que sabía que él no se olvidaría y además por su generosidad.

- No me apetece la vida que llevas, si algún día cambias de vida ven a decírmelo, entonces hablamos.

- Que cabezona eres. Dijo rindiéndose a la realidad. Después de vestirse bajaron de nuevo a la taberna y mientras el hombre tomaba unas copas Blanche dio discretamente e Moisés su parte de comisión cuchicheándole al oído.

- Dile a Cibe que limpie el orinal.

Cibe era la negra de Moisés. La que se encargaba de todas las faenas domésticas de la taberna.

- Si te encuentras bien díselo tu misma.

- Me encuentro bien, dijo alejándose hacia la cocina.

Cibe estaba fregando el suelo en esos momentos y sin atreverse a levantar los ojos del suelo vio acercarse los pies de Blanche.

- Negra sube ahora mismo a la habitación y limpia el orinal, cuando bajes limpia también el corral, después sigue con eso.

- Si señorita, contestó la negra poniéndose en pie mientras se secaba las manos con el delantal.

Mientras Blanche regresaba a la taberna pensó en lo bien domesticada que tenía Moisés a su negra, jamás le había visto chillarla ni pegarla pero la negra obedecía al instante cualquier orden que se la diera.

Eso no es nada, se dijo, mis negros adivinarán mis pensamientos.

Ya de regreso a casa, después de comprobar que su tesoro seguía donde lo había dejado, sintiéndose segura y con la agradable sensación de volver a tener el estómago lleno, se tumbó en la cama y se masturbó con infinito placer ya que su mente imaginaba estar rodeada de gran lujo y que el delicioso roce que sus dedos arrancaban a los puntos más sensibles de su cuerpo eran las caricias serviles de un negro que la lamía ininterrumpidamente.

Finalmente el orgasmo recorrió su cuerpo con una intensidad desconocida y cuando el placer dejó paso a la lasitud se maldijo una y mil veces por seguir en aquel mísero rincón que no pasaba de ser el culo del mundo.

Sólo el saber que un día ya próximo se alejaría de aquel agujero infecto terminó por consolarla.

Pero no durmió mucho, su mente maquinaba mil planes para el futuro inmediato y algunos más para el lejano.

El amanecer la sorprendió despierta pero al fin había tomado una decisión firme y había encontrado la forma de alejarse de allí sin levantar la menor sospecha y de vengarse de aquel estúpido viejo por el que se sentía estafada en tres mil dólares.

Durmió poco, muy poco, comprobó que su tesoro estaba donde siempre y casi sin arreglarse se encaminó a la Taberna de Moisés como todos los días desde hacia tres años. Desayunó por el camino volviendo a sentir el placer de tener el estómago lleno pero tomo la precaución de no comer tanto como el día anterior.

Sí, la taberna de Moisés era el mejor sitio para estar informada de las ultimas noticias del caso, además tampoco podía ni quería marcharse precipitadamente.

Al llegar, saludó como todos los días viendo que de nuevo la mirada del tabernero se clavaba en ella.

Esta vez no se sintió turbada, sabía que iba a ocurrir porque formaba parte de su juego.

- Como te encuentras Blanche ?, preguntó Moisés momentos después.

- No muy bien, no muy bien.

- Que te pasa ?.

- Siento náuseas como ayer, tengo el estómago revuelto.

Esta vez vio discretamente como el tabernero esbozaba una ligera sonrisa como diciendo, ya te lo dije, estás preñada.

Blanche se rió en su fuero interno y fue a sentarse a la misma mesa desde donde el día anterior fingió dormir para enterarse de las últimas noticias.

¯io a Moisés entrar en la cocina y momentos después regresó con una taza de té humeante con la recomendación de que lo tomara lentamente para ver si la sentaba bien.

Blanche obedeció sumisamente degustando le sabrosa infusión pensando en la pena que la daría cuando tuviera que arrojarla.

Unos minutos después se levantó precipitadamente corriendo hacia el corral con las manos en la boca sintiendo como Moisés corría tras ella.

Antes de que la alcanzara había tenido tiempo de introducirse los dedos hasta la garganta y vomitar una buena parte de lo que había desayunado.

Calma, calma, chiquilla, yo te ayudaré en lo que necesites, dijo Moisés sujetándola por la frente mientras apartaba la vista de lo arrojado por Blanche.

Esta se rió para sus adentros, el día anterior se había sentido conmovida por su amabilidad pero hoy sólo sabía que ella había de jugar su juego si no quería fracasar rotundamente.

Continuara...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

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