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Blanche (31)

en Grandes Series

Ya no quedaba más que esperar, Blanche se dedicó a los mil pequeños detalles que tanta ilusión la hacían. Preparar y repasar una y mil veces las ropitas, arreglar y volver a arreglar las ropas de la cuna, que por cierto era la misma que había usado Richard de pequeño.

El acontecimiento comenzó un día a última hora de la tarde. Tan pronto como Blanche comenzó a sentir molestias, Richard, nervioso como un niño, envió a Drum, su negro de confianza, al pueblo en busca del doctor Pearson con orden de traerle lo más rápidamente posible. Luego llamó a Zitane, se encargó de revisar que las telas estuvieran listas tal como había dicho el doctor y obligó a la negra a lavarse los brazos y las manos con los polvos que él había dejado. Tampoco se olvidó de que en la cocina fuera dispuesto un caldero lleno de agua a la que agregó parte del desinfectante.

Una vez hecho todo lo que se podía hacer, Richard comenzó a esperar cada vez más comido por los nervios.

De vez en cuando pequeños quejidos llegaban hasta él, aumentando su nerviosismo. En un crepúsculo que se le antojo eterno Richard vio como la noche se echaba encima y se sintió solo e impotente, aislados en medio del campo, no podían esperar más ayuda que aquella que pudiera traer Drum, pero ésta podría llegar demasiado tarde.

Poco a poco los lamentos de Blanche se fueron haciendo más frecuentes y claros, en su fuero interno rogó para que aquel suplicio se hiciera lo más corto posible.

El, al igual que todos los hombres en sus circunstancias, se sintió culpable de que por su causa, la mujer que quería estuviera pasando un trance tan amargo.

Finalmente, ya de madrugada y tras una prolongada serie de lamentos más intensos que todos los anteriores, en que junto a los gritos de dolor de Blanche se juntaron las voces de ánimo de Zitane, se hizo un silencio sobrecogedor.

Momentos después la negra salió de la habitación con un envoltorio en la mano. Pero su rostro no expresaba ni mucho menos la satisfacción que debía expresar.

- Señor amo, señor amo. dijo en tono afligido, mientras por su rostro empezaban a correr las lágrimas.

Por unos momentos Richard casi olvidó que sus piernas no funcionaban, estuvo a punto de caer de la silla al intentar abalanzarse sobre la negra para deshacer el envoltorio que tenía en sus manos.

Hubo de esperar a que la negra llegara hasta él y abriera la sábana que olía a desinfectante.

Lo tomó en sus brazos y sintió como si alguien le hubiera asestado un mazazo en el cráneo, Durante muchos minutos no fue capaz de decir nada. Tan sólo pudo mirar. Luego cuando finalmente reaccionó sólo dijo con frialdad.

- Que no se entere el ama, decidle que ha nacido muerto, y entregó el envoltorio a Zitane para que lo antes posible se hiciera una caja para enterrarle.

-¡Traedme a mi hijo! Oyó que gritaba Blanche a pesar de sus disminuidas fuerzas.

Richard ignoró esta petición y se hizo llevar a su cuarto y despidio a las negras.

Un silencio opresivo se hizo en la casa durante muchos minutos tan sólo interrumpido de vez en cuando por las angustiadas peticiones de Blanche.

Derim, desde su cuartucho, intuyó que algo malo pasaba y al llegar a la planta alta se encontró con la tragedia. Zitane seguía manteniendo el envoltorio entre los brazos sin saber que hacer con él mientras su rostro seguía siendo surcado por gruesas lágrimas.

Echó un rápido vistazo al cuerpecito que cubría la sobria sábana y preguntó.

- El amo?

- Le hemos llevado a su cuarto y nos ha ordenado que le dejemos solo, contestó una de las hembras encargada de mover el transportín.

- ¡No!, gritó Derim como en un intento de conjurar la fatalidad, después inició una marcha apresurada hacia el cuarto de Richard.

De pronto una tremenda explosión conmovió la casa y Derim comprendió que había llegado tarde. Cuando, aterrada, empujó la puerta del cuarto de Richard su anciano corazón apenas si pudo resistir la impresión.

El cráneo de Richard destrozado por el impacto estaba esparcido y la sangre había manchado las paredes de la habitación mientras el cuerpo ya sin vida todavía se movía de vez en cuando con violentos estertores, de su mano colgaba el revolver con el que se había suicidado.

Derim tomó en sus manos un papel escrito por el amo momentos antes de producirse la muerte. La sangre lo había respetado casi en su totalidad y tan solo uno de los picos aparecía manchado.

Ella y sólo ella, se atrevió a entrar en el cuarto de Blanche para darle la noticia de que el niño había nacido muerto y que como consecuencia de eso, Richard se había suicidado. Dejando en manos de Lama la responsabilidad de adecentar un poco el cadáver y el cuarto de Richard.

Ella y sólo ella se atrevió a desafiar a Blanche cuando ella pidió insistentemente que, muerto o vivo quería ver a su hijo.

Ella y sólo ella se atrevió a permanecer a su lado cuando cayó en un sopor parecido a la muerte, hasta que finalmente apareció el doctor Pearson y confirmó a Blanche lo que ya la habían dicho las negras.

De nuevo volvió a entrar en el sopor hasta que finalmente tres días más tarde recobró el conocimiento mostrándose débil pero lúcida. Lo primero que hizo fue llamar a Derim a su presencia.

La anciana negra entró temblando en el cuarto de Blanche temiendo que aquel podía ser el último día de su vida.

- Negra, espetó Blanche apenas la tuvo ante sí. Quiero que me expliques que ha pasado.

- El niño nació muerto, ama. Al parecer el amo no lo pudo resistir y se suicidó pero dejó ésto. Dijo sacando de entre sus amplios ropajes el papel que Richard había escrito.

Con dificultades Blanche pudo leer.

Querida Blanche:

He sido intensamente feliz contigo, junto a ti he pasado las horas más felices de mi vida, te amo y no creo que merezcas nada de lo que ha sucedido.

Nuestro hijo ha nacido muerto y no puedo soportarlo.

Rehaz tu vida, aquí o lejos de aquí, se feliz, te lo mereces.

La letra de la nota indicaba bien a las claras el estado de crispación que atravesaba Richard en el momento de escribirla y la escasez de su texto indicaba la prisa que tenía por poner fin a su tormento.

Blanche leyó y releyó varias veces la carta. Conocía la letra de Richard, evidentemente era suya pero había algo que no encajaba en ella. Cierto que el nacimiento de un hijo muerto era una tragedia pero eso no hubiera impulsado a Richard al suicidio, le conocía lo suficiente como para saber que no podía ser así.

Haciendo un gran esfuerzo pudo ponerse en pie y salir de la habitación. Pudo ver las caras de pena de las negras y la de preocupación de Derim. La vieja negra parecía intuir de nuevo sus pensamientos.

Blanche hubo de detenerse en la planta baja de la casa para recuperar fuerzas, su rostro demacrado evidenciaba el estado de extrema debilidad en que se encontraba pero el brillo de su mirada expresaba que estaba decidida a llevar a cabo sus propósitos.

- Ama, por que no toma usted algo, casi no puede caminar.

- Llévame a donde está la tumba de mi hijo. Dijo como única respuesta.

- No ama, no, hace ya dos días que lo enterramos, estará ya en descomposición.

- Entonces cuéntame la verdad.

- El niño nació mal, dijo Derim sacando fuerzas de flaqueza.

- Mal, cómo?

- Le faltaba la parte superior de la cabeza. - Nació vivo?.

- Si, pero murió poco después.

Entonces Derim escucho algo que creía que nunca podría oír de labios de una madre. El dolor no parecia enturbiar la lucidez de la mente de Blanche.

- Si es cierto lo que dices mejor que haya sido así. Pero quiero saber toda la verdad, tu sabes que me sigues ocultando algo?

Derim comprendió que Blanche estaba decidida y preparada para saber la verdad.

- Además nació sin piernas.

Tras las palabras de Derim la luz se hizo en el cerebro de Blanche. Ahora comprendía el porqué del suicidio de Richard. Al ver a la criatura sin piernas se había sentido culpable y no había podido seguir viviendo con tan pesada carga.

- Llévame a la tumba de mi hijo. Dijo con una decisión impresionante.

Derim temió que su ama se hubiera vuelto loca, la creía decidida a abrir la tumba para comprobar que no la habían engañado.

- La juro por mi hija que la he dicho la verdad, ama.

- Lo sé, contesto Blanche con el rostro desfigurado en lo que bien pudiera ser una sonrisa al tiempo que su mano tocaba la cabeza de Derim.

Tan solo quiero verter sobre su tumba un frasco de perfume.

Derim se sintió emocionada, era un producto creado por ella, lo que aquella madre dolorida escogía para dar el último y más conmovido adiós a su hijo.

En breves instantes Derim regresó trayendo el frasco más grande y lo puso en manos de Blanche.

Con lentitud fue dirigiendo los inciertos pasos de su ama hasta llegar a la sombra del gran árbol, donde habían sido excavadas las tumbas de Richard y la criatura.

Blanche permaneció unos minutos en silencio y después comenzó esparcir el perfume sobre la tierra fresca cuidando que el líquido se esparciera sobre las dos por igual.

Cuando Blanche hubo acabado, Derim sacó otro frasco, se lo mostró he hizo un gesto de interrogación con la vista.

Blanche asintió y la vieja negra fue vaciando su ofrenda sobre la tierra.

Como dos sonámbulas regresaron a la casa. No se sabía bien quien se apoyaba en quien. Si la vieja negra sobre la joven blanca o viceversa.

Cuando atravesaron la puerta parecían la encarnación del dolor y la tristeza.

Durante días y días Blanche pareció desconectarse del mundo, nada llamaba su atención ni lograba sacarla del mutismo en que se había sumido. Ni siquiera parecía importarle el creciente desorden en que se iba sumiendo la casa. Lama al sentirse sin el apoyo de su ama había perdido autoridad y era frecuentemente contestada por las negras, sin que se atreviera a alzar los azotes contra ellas.

Sólo la vieja Derim y su equipo seguían trabajando como si Blanche estuviera normal.

Incluso el eficiente Drum tenía dificultades para hacer que los negros siguieran sacando de los pozos, el agua necesaria para regar el jardín.

En cuestión de días las plantas comenzaron a amarillear, poco después el trabajo de tantos meses se había arruinado.

Blanche absorta en sus pensamientos, pasaba horas y horas sentada ante el fuego viendo el flamear de las llamas lamiendo los gruesos troncos antes de que en ellos prendiera el fuego.

O no veía o no quería ver lo que estaba sucediendo a su alrededor.

El derrumbe de todo lo que con esfuerzo habían creado entre Richard y ella en el tiempo que habían permanecido juntos.

Ni siquiera la periódica llegada de Norman, para recoger los productos de la granja, por cierto cada vez más escasos, eran capaces de sacarla del mutismo y de la postración en que se encontraba.

Solo la vieja Derim se atrevía a acercarse a ella, para obligarla a tomar los alimentos que la eran imprescindibles para continuar con vida, pero tampoco era capaz de sacarla de su mutismo.

Ni siquiera la llegada del enviado del señor Tarner para recoger los frascos de perfume y la entrega del pagaré la hicieron reaccionar.

Un día, Blanche ordenó a Drum que la ensillara un caballo y, como una sombra se alejó por el camino que conducía a Bigstone.

El animal siguió su inclinación y lentamente se fue acercando a al pueblo. Blanche no se molestó en todo el camino en dirigir a su cabalgadura, sabía que el caballo terminaría por llevarla hasta allí.

Llegó al anochecer y preguntó a la primera persona que encontró por la casa del doctor Pearson.

El galeno la recibió tan pronto como la anunciaron.

- Cómo se encuentra señora Benson?. Preguntó asombrado del aspecto casi espectral de la mujer que hacía poco había conocido como una mujer guapa e ilusionada.

Blanche no tenía ningún interés en responder a la pregunta del doctor, tan solo quería que fuera él quien respondiera a las suyas.

- Doctor, antes de que ocurriera la tragedia usted dijo que no creía que hubiera ningún problema con mi hijo.

- Así lo dije entonces señora.

- Sigue usted pensando que no debería haber habido ningún problema.

- Si, sigo pensándolo, su hijo nació muerto, son cosas que pasan pero ...

- ¡Miente!, grito Blanche, en su primera reacción humana desde hacía mucho tiempo.

Mi hijo nació deforme, deforme, pero no muerto.

El doctor Pearson bajo la cabeza anonadado durante unos instantes.

- Tiene usted razón, señora, su hijo nació en malas condiciones y lo peor que le pudiera haber ocurrido es que hubiera seguido viviendo.

Es, usted una mujer fuerte, muy fuerte, señora Benson, por haberse atrevido a averiguar la verdad.

- Dígame doctor. Está seguro que la invalidez de mi marido no tubo nada que ver con la deformidad de mi hijo?.

- Señora, la medicina no es una ciencia exacta, nunca podemos predecir lo que va a suceder, aun así, me atrevería a asegurar que nada tuvo que ver lo uno con lo otro.

- En ese caso quiere decir que el mal reside en mi?.

- Tampoco quiero decir eso. Solo Dios sabe las circunstancias que influyeron para que la criatura naciera como nació. Conozco familias con cinco hijos en el que uno y sólo uno de ellos nació con problemas.

Conozco mujeres que no han logrado llevar a termino ni uno solo de sus múltiples embarazos. Por el contrario otras mujeres paren ocho o diez veces sin tener el más mínimo problema. Conozco una mujer que después de poner en el mundo seis hijos como seis robles ha tenido dos tarados que son incapaces hasta de llevarse la cuchara a boca.

Podría seguir poniéndola ejemplos de todas las combinaciones posibles días y días pero después de ello no sabría decirle que pudo pasar con su hijo, ni tampoco que puede pasar con usted en el futuro. Es usted una mujer joven y por lo que me ha demostrado, fuerte. Tan solo puedo aconsejarle una cosa, siga viviendo, apueste por la vida y si vuelve la desgracia afróntela con el mismo valor y entereza con que lo ha hecho ahora.

Yo no soy quien para decirle como tiene que encauzar su vida. Tan solo la pediría encarecidamente que viva.

- Gracias Doctor. Esa es la única verdad que esperaba oír de sus labios. Dijo Blanche haciendo ademán de levantarse para irse.

- No pensara volver a estas horas a Viento del Norte?.

- Por qué no?. Acaso cree que me puede pasar algo peor por el camino?.

El médico se abstuvo de contestar la pregunta.

Esta noche se quedará aquí, y mañana será otro día, mañana es posible que lo vea más claro.

A pesar de las protestas de Blanche el doctor Pearson no consintió que Blanche abandonara la casa por aquella noche. Incluso después de cenar la hizo tomar un jarabe que según dijo la ayudaría a descansar. Fuera por la acción del jarabe, fuera por que Blanche había sobrepasado su capacidad de resistencia, fuera por que la conversación con el doctor la había liberado de sus últimas dudas, Blanche durmió de un tirón hasta pasado el mediodía del día siguiente.

Se despertó notando como las fuerzas había regresado a su cuerpo y en su mente tenía claras las cosas que quería hacer.

Al despedirse del Doctor Pearson Blanche notó como una corriente de humana simpatía se establecía entre ambos.

Sin dudar encaminó sus pasos al banco. A pesar de su desastrosa y ajada vestimenta el silencio se hizo entre los empleados en señal de respeto al verla. Alguien corrió hacia el despacho del director e instantes después éste salió, serio y respetuoso a recibirla.

- Señora Benson, siento mucho lo ocurrido. Dijo el hombre haciendo una leve inclinación ante ella. Pase por favor, pase a mi despacho.

En poco más de un cuarto de hora Blanche volvía a salir del Banco.

La noticia de su presencia se había extendido por el pueblo y varios hombres y mujeres, a las que no conocía se acercaron respetuosas a manifestarle su pesar.

Aquella manifestación de duelo fue una auténtica sorpresa para Blanche, nunca se imaginó que fuera tan conocida en Bigstone, un pueblo perdido, al que había acudido unas cuantas veces y con cuyos habitantes apenas si había tenido el más mínimo contacto.

Continuará...