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Blanche (10)

en Grandes Series

Poco a poco la húmeda sensación de frescor fue cubriendo la superficie de sus pies.

Con los ojos cerrados para gozar más intensamente, ni siquiera se percató de ciertas muecas que deformaban el rostro de Camana expresando cierto reparo a realizar la tarea que estaba haciendo.

Seguramente Blanche se hubiera enfurecido si lo hubiera descubierto pero por su mente no pasaba semejante idea. Un esclavo no era para ella más que un objeto útil para cualquier uso y por lo tanto exento de sentimientos, olor, sabor y cualidades humanas. El hecho de una negra pudiera expresar que se sentía molesta por el olor o sabor de sus pies no hubiera hecho más que enfurecerla.

- Ahora sóplamelos suavemente.

Camana cada vez más, sorprendida y desconcertada no atinó a cumplir inmediatamente la orden de su ama pero cuando lo hizo fue con un impetuoso soplido que poco tenía que ver con la suave brisa que Blanche esperaba.

Con la agilidad que la daba la juventud Blanche estampó una sonora bofetada en el rostro de la negra, la primera bofetada que daba a un ser que la pertenecía.

-¡ Negra del demonio te mataré si no me sirves como yo quiero ! Gritó intimidando más a la esclava.

A partir de ese momento gozó no sólo de la fresca brisa que el aire impulsado por los pulmones de la negra producía en sus pies sino también de la sensación de poder que emanaba de su acción y que se reflejaba en gruesas lágrimas que surcaban silenciosamente el rostro de Camana.

Dejó que los minutos pasaran intercalando los lametones y los soplidos, gozando del tiempo y de todo lo maravilloso que la rodeaba mientras su cuerpo se iba excitando por las agradables caricias.

- ¯e lamiéndome también las piernas. Ordenó al tiempo que se tumbaba sobre la fresca hierba.

Camana parecía decidida a no provocar más la irritación de su ama y se apresuró a cumplir la orden lo mejor que sabía sintiendo en la lengua el sabor salado que se desprendía de la piel de la joven al que se mezclaba el de sus propias lágrimas y sudor.

Bajo las amplias sayas de Blanche el calor era insoportable a pesar de que no se atrevía a pasar más allá de las rodillas.

Camana se esforzaba en satisfacerla mientras rogaba a Dios que su nueva ama se conformara con lo que hasta ahora la había ordenado, no estaba segura de poder soportarlo en caso de que la ordenara seguir ascendiendo hacia zonas más íntimas.

Blanche no tuvo que molestarse en ordenar ningún cambio de pierna, la negra parecía haber comprendido y alternaba sola de vez en cuando repartiendo y renovando el placer cada cierto tiempo.

Lenta, paulatinamente Blanche fue abriendo las piernas esperando que la negra comprendiera que debía avanzar más hacia aquel punto que comenzaba a arderla produciendo una abundante lubricación.

No tardó en atrapar entre sus manos y las gruesas telas de su vestido la cabeza de la esclava obligándola a progresar por el interior de sus muslos hacia el sexo.

Ajena a la humillación, desolación y asco que producía en la negra se fue aproximando lentamente la boca de Camana a su sexo.

De pronto de entre sus piernas surgió un ruido profundamente desagradable que no tardó en identificar como una arcada de la negra. Temiendo que la asquerosa negra hubiera vaciado el contenido de su estómago entre las piernas empujó de una patada a Camana obligándola a salir de entre las vestimentas al tiempo que se sentaba precipitadamente.

Recogiéndose las ropas comprobó con alivio que sólo se trataba de una falsa alarma y una vez tranquila se levantó enfurecida cortando la fina rama de un árbol próximo.

Segundos después volvía sobre su pasos descargando la ira sobre el cuerpo tumbado y doblado de la negra.

-¡ Toma, toma, asquerosa negra del demonio!, sucia puta hija de perra. Ya me advirtió tu amo que eras una mala negra, una negra que se negaba a obedecer convenientemente pero te juro que o me obedeces o terminaré por matarte a fuerza de palos o algo peor.

La furia de Blanche era tan grande que la fuerza de sus golpes hacían que la sangre brotara en algunos puntos de la maltrecha piel de la esclava que se retorcía y chillaba como un demonio pero sin osar en ningún momento ni rebelarse ni defenderse del castigo que la estaba infringiendo su ama.

Blanche ni llevó ni quiso llevar la cuenta de los golpes aplicados a Camana pero cejó en su empeño cuando la rama deshilachada y rota comenzó a dejar de ser efectiva.

Sin soltarla, volvió a sentarse en el suelo ordenando a la negra que viniera a continuar la tarea que hacia unos minutos había suspendido.

Arrastrándose como un animal Camana vino a cumplir la orden recibida, delicadamente volvió a levantar las sayas de Blanche y comenzó a lamerla de nuevo los muslos.

La joven, por miedo a que sus ropas se ensuciaran con la sangre que brotaba de la espalda de la esclava pensó en la soledad que las rodeaba y optó por levantarse las faldas lo suficiente como para dejar a la luz lo más intimo de su organismo sin ningún pudor, al fin y al cabo esa había sido una de sus tareas durante los últimos años.

Esto facilitó que desde la posición que ocupaba la fuera fácil atrapar a la negra por las orejas haciendo más efectiva la tarea de dirigirla hacia las zona que la interesaban en cada momento.

De esta manera la fue fácil conducir la boca y la lengua de Camana primero por el interior de sus muslos para finalizar aplicándola directamente a su sexo.

Atenta a la menor señal de asco de Camana dejó transcurrir los primeros minutos, pero al parecer la negra había aprendido bien la lección y sólo se dedicaba a hacer aletear y mover la lengua por las zonas elegidas por su ama.

Blanche se fue relajando lentamente comenzando a disfrutar del intenso placer que la producía el húmedo apéndice en continuo movimiento.

Blanche notaba en el comportamiento de la negra falta de práctica pero no falta de voluntad. Era posible que fuera la primera vez que a Camana se la ordenara semejante tarea pero Blanche estaba decidida a hacer de ella una auténtica experta en el conocimiento de sus gustos.

La postura era cómoda para la joven blanca, tanto que no tenía ninguna dificultad en manejar la cabeza de la negra haciéndola lamer alternativamente tanto los muslos como el sexo, dependiendo de que lo que deseara en cada momento fuera aumentar o relajar la tensión que la producía el placer que se iba acumulando lentamente.

Poco a poco hizo que la lengua de Camana se fuera centrando primero en los grandes labios del sexo ya completamente lubrificado tanto por sus propios fluidos como por la abundante saliva producida en la boca de la esclava, antes de hacerlo en la entrada de la vagina o en el clítoris que a pesar de su pequeño tamaño estaba rígido y duro como muy pocas veces lo había notado en su vida y del que se desprendían intensas sensaciones cada vez que Camana lo lamía.

Haciendo subir y bajar la lengua a lo largo del sexo regulaba la intensidad del placer que sentía.

No tardó en descubrir que el contacto del apéndice servil con su ano era también altamente gratificante y alternando los roces y las caricias se iba acercando al más arrasador de los orgasmos que había sentido en su vida.

Durante unos minutos más aún tuvo suficiente claridad para controlar las caricias antes de que sus muslos se cerraran de golpe atrapando la cabeza de la negra contra su sexo mientras desde él se expandían ondas concéntricas que removían cada una de las fibras de su cuerpo haciéndola contraerse y distenderse en una serie prolongada de orgasmos que parecía no tener fin.

Con la acción combinada de los muslos que retenían el rostro de Camana contra su sexo y moviendo las caderas se frotaba contra la nariz y la lengua de la negra haciendo que cuando una serie estaba a punto de extinguirse, otra nueva comenzara partiendo desde los más íntimos centros del placer a remover todas y cada una de sus terminaciones nerviosas.

Cuando tan intenso y prolongado placer estaba a punto de convertirse en molestia abrió los muslos liberando a su presa para que pudiera recuperar la respiración momentáneamente cortada por el íntimo y forzado contacto con su sexo.

Lentamente las dos respiraciones fueron volviendo a la normalidad, mientras Blanche dejaba que el placer que hacía unos instantes había arrasado su cuerpo se fuera disolviendo en un relax y una sensación de abandono gratificante que la invitaba al sueño.

Y eso hubiera hecho si no hubiera temido que a la esclava la diera por escaparse mientras ella abandonaba la vigilancia. Así que optó por ir hasta donde las esperaba el burro. El animal aprovechaba la parada para mordisquear la fresca hierba y las ramas de los árboles próximos hasta donde le permitía el ronzal atado al árbol.

Blanche tomó una cuerda y con ella volvió hasta donde la esperaba la negra sentada en el suelo y agitada por profundos sollozos en un estado total de abatimiento y abandono.

Sin una palabra Blanche la agarró por el ensortijado cabello obligándola a levantarse y a caminar hasta el tronco de un grueso árbol al que la ató por el cuello, las muñecas y los tobillos. Tuvo, eso si buen cuidado de que las vueltas que la rodeaban el cuello no quedaran demasiado apretadas para no provocar su asfixia y una vez satisfecha de la firmeza de las ligaduras fue a tumbarse bajo la frondosa sombra de un gran árbol no sin antes haber hecho una advertencia a la esclava.

- Si me despiertas con tus lloros romperé otra vara sobre tu cuerpo pero esta vez no lo haré en la espalda sino en las tetas.

La amenaza fue de efectos inmediatos y el silencio tan solo alterado por el piar de los pájaros y el murmullo de los insectos rodeó la apacible ribera permitiendo a Blanche un prolongado y reparador sueño.

Despertó completamente restablecida y de un magnífico humor, se sentía dichosa de empezar a gozar de los placeres de una vida que siempre había imaginado y deseado.

Distendida y alegre se acercó a la negra que temerosa no se atrevía a levantar la vista hacia ella, lentamente se recogió las faldas a la cintura, abrió las piernas, con los dedos estiró los labios de su sexo todavía resbaladizos por los abundantes flujos elaborados durante su encuentro con la negra y dejó que un fuerte y prolongado chorro de orina partiera de él cayendo sobre Camana. Por unos instantes la negra se atrevió a alzar su vista hacia ella pero solamente consiguió que el chorro se los inundara.

Desató sus dos animales y volvió al abrasador camino haciendo que Camana caminara delante del burro para no perderla de vista en ningún momento.

Una larga vara cortada de un árbol la servía indistintamente para fustigar a los dos animales cuando alguno de ellos se retrasaba en el monótono y duro avance por el polvoriento camino apenas transitado.

Los dos días siguientes pasaron sin incidentes. Los caminos cada vez más estrechos, polvorientos y mal cuidados la indicaban claramente que se alejaba más y más de cualquier centro grande de población.

Caminando siempre hacia el este Blanche se sabía cerca ya de su objetivo, se sentía ansiosa y a la vez temerosa de que por algún motivo imprevisible sus proyectos no pudieran realizarse.

De todas maneras podía en ella más la ansiedad que el temor y azuzaba a sus animales en etapas agotadoras que al tiempo que la alejaban de Natchez la acercaban a la plantación en la que tenía puestos sus pensamientos desde la muerte del viejo Benson.

Por la tarde del décimo día el cielo empezó a cubrirse de feos nubarrones que se fueron condensando rápidamente amenazando una furiosa tormenta.

El buen juicio hubiera aconsejado a cualquiera resguardarse en algún cobijo antes de seguir caminando pero Blanche estaba demasiado ansiosa para hacer caso al buen juicio.

Empezaba el crepúsculo cuando al fin en la lejanía comenzó a dibujarse la silueta de una inmensa casa de campo.

Con la mirada fija en aquella fantasmagórica visión Blanche avanzó forzando el paso de sus animales y tanto el burro como Camana probaron una vez más los efectos de la fina vara que Blanche manejaba. Finalmente cuando la noche había caído ya hacía rato llegó a unos cien metros de la entrada a " ¯iento del Norte " . Un viejo cartel sujeto por semipodridos postes indicaban el nombre de la propiedad con la que había soñado desde que conoció su existencia con motivo de la muerte del viejo Benson.

Blanche hizo parar la montura junto a un montón de piedras que marcaba el comienzo de la propiedad y bajó de un salto.

Encarándose con Camana dijo en el tono más firme y serio que pudo.

- Si le dices a alguien lo que vas a ver te mataré.

Escogió de entre las piedras la más grande que podía manejar y situándose frente al burro la arrojó con fuerza contra una de sus patas delanteras.

El animal al sentirse herido comenzó a correr y cojeando salió del camino desapareciendo rápidamente dejando tiradas tras de si buena parte de las pertenencias de la joven que tan brutalmente le había agredido.

- Sígueme. Ordenó secamente a la esclava encaminándose hacia la casa.

Apenas habían comenzado a andar cuando el cielo pareció desgarrarse en dos en un intenso resplandor que iluminó la tierra como si fuera de día. A continuación un trueno estalló sobre su cabeza haciéndola comprender la insignificancia de sus fuerzas ante las desatadas fuerzas de la naturaleza. Instantes después gruesas gotas de lluvia la empaparon de arriba a abajo al tiempo que un delicioso olor a tierra mojada llenó el ambiente.

Los relámpagos y los truenos se sucedían ininterrumpidamente mientras el aguacero iba en aumento.

Luchando contra los elementos Blanche se fue acercando a la casa que aparecía y desaparecía de su vista a cada nuevo relámpago que iluminaba el cielo.

Por fin, en los momentos de oscuridad fue capaz de distinguir las tenues luces que iluminaban el interior de la casa y poco después calada hasta los huesos y con un aspecto deplorable llegaba al porche que había delante de la entrada principal.

Hubo de llamar fuertemente tres veces antes de que se oyeran ruidos procedentes del interior de la casa encaminándose hacia la puerta.

-¡A quien demonios se le ocurre llamar en una noche como ésta! Oyó que decía una voz de hombre desde dentro.

Luego la puerta se abrió y Blanche aprovechó para dejarse caer hacia dentro fingiendo desmayarse.

- Demonios !. Que la pasa señorita?. Dijo un negro deteniendo la caída de Blanche. Bare!, corre, aquí hay una señorita que necesita ayuda. Gritó el negro. Pasados unos segundos repitió la llamada gritando más fuerte.

-¡Bare, negra, corre, date prisa!

- Qué pasa Janoe?.

- Pasa que una señorita necesita ayuda.

- No será una señorita.

- Si lo es negra. No sé como ha llegado hasta aquí pero es una señorita.

Por fin Bare llegó hasta ellos pero lo primero que hizo en vez de ayudar a Blanche fue enfrentarse con Camana.

- Que haces tu aquí? no ves que estás ensuciando el suelo, sal al porche y quédate fuera hasta que se te llame.

Mirando a través de las pestañas Blanche pudo ver como Camana obedecía y como Bare cerraba la puerta tras ella.

- Qué hacemos con ella Bare?. preguntó Janoe.

- No sé. Vamos a reanimarla, quizá mañana esté en condiciones de seguir su camino.

- Se lo decimos al amo?.

- No, baja la voz, el amo de cuanto menos se entere mejor.

- Pero ... Dijo Janoe en tono dubitativo. Mañana el amo la verá.

- No si hacemos que ella se marche antes de que bajemos al amo.

- El amo se despierta pronto.

- Pero no mañana, esta noche esta cagado de miedo por la tormenta, te aseguro que dormirá poco esta noche, y mañana se levantara tarde.

- Te ha dicho algo?.

- Si, que me quedara con él, pero me he escapado como siempre.

- También esta noche quería montarte?.

- No, yo creo que no, esta noche tenía más miedo que ganas de otra cosa.

- Tendremos que proporcionarle una hembra, sino no te dejará en paz.

- Si, habrá que pensarlo, por que yo no pienso dejarme montar por ese deforme tullido.

Tendida en el suelo y mirando a través de las pestañas Blanche podía ver a Bare que sujetaba un candelabro que la iluminaba completamente.

Aparte del furor que la producía las palabras y el tono que utilizaba la negra al hablar de su amo, tenía que reconocer que era una hembra guapa y bien formada, una hembra en plena madurez, baja pero bien proporcionada y por los comentarios hechos parecía que se entendía con Janoe, el negro al que no veía porque la sujetaba la cabeza desde atrás, pero al que había visto antes de dejarse caer en el suelo y que la había causado una magnífica impresión a pesar de que según parecía él, junto con Bare eran los que mandaban en la casa.

- Prepárala algo Bare, a ver si se recupera y podemos enterarnos de algo, de como ha llegado hasta aquí en una noche como ésta y cuándo piensa marcharse.

- No, espera, será mejor que antes preguntemos a la negra, quizá ella nos diga más que su ama. Dila que pase.

Janoe depositó la cabeza de Blanche en el suelo y abrió la puerta antes de decir.

- Muchacha, pasa un momento.

Instantes después Camana entraba de nuevo en la casa. A pesar del calor que había hecho durante todo el día, ahora, calada hasta los huesos sus dientes castañeteaban de frío.

Continuara...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

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