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Blanche (14)

en Grandes Series

Después de unos minutos de contemplación el joven dio orden de ser trasportado de nuevo a la casa haciendo responsable a Drum de que nadie se acercara o intentara ayudar a Bare.

La agonía de Bare duró una semana. Al principio permaneció callada como si asumiera que ese debía ser el castigo que debía recibir por sus acciones pero cuando llego la noche el terror se apoderó de ella.

Estar tumbada sobre el cadáver de Janoe que había comenzado a descomponerse por la acción del sol y del agua, debió horrorizarse y comenzó a implorar que la quitaran de allí, haciendo toda clase de promesas de fidelidad a su amo, si éste la liberaba.

Por la mañana Richard dio orden de darla agua con la intención de prolongar más la agonía, pero ella lo entendió como una atención que su amo tenía y, que por lo tanto, el fin del castigo debía estar cerca.

Luego volvieron los lamentos y las promesas, todo fue inútil, durante cuatro días se retorció aterrorizada sobre el cadáver de Janoe que lentamente había comenzado a apestar la zona con su olor a descomposición.

Después las fuerzas la abandonaron y quedó en silencio, finalmente no fue capaz ni de beber el agua que la servían.

Al séptimo murió sin que nadie supiera cuando, pero Richard aún hizo que los dos cadáveres permanecieran expuestos a la vista de todos los que quisieran verlos durante dos días más y, cuando el de Bare comenzó a dar señales de descomposición ordenó que fueran retirados y arrojados al estercolero, allí donde se arrojaban todas las basuras y desperdicios, allí donde se vaciaban todos los orinales de la casa, allí donde hasta los negros iban a satisfacer sus necesidades para que los cadáveres fueran devorados por alimañas y ratas.

A pesar de todo, el olor a cadáver persistió hasta que Blanche hizo remover la tierra sobre la que habían estado y sustituirla por otra nueva.

Después de estos acontecimientos la vida comenzó a normalizarse en la plantación. Blanche se hizo enseñar por Lama toda la casa dándose cuenta que a pesar de lo abandonada que estaba, ésta poseía una auténtica riqueza en muebles y plata que habían sido atesorados en ella generación tras generación.

Tubo que reconocer que a pesar del abandono interior la construcción era grande y firme y por ningún sitio amenazaba ruina.

Las amplias cuadras tenían cabida para una veintena de animales aunque ahora sólo alojaban seis y su herido y mísero burro, que bajo los cuidados de Drum parecía que iba a recuperarse definitivamente.

Lo que antaño fueron las bodegas permanecían en un estado de abandono lamentable, sólo unos pocos toneles vacíos e infinidad de aperos de labranza herrumbrados y cubiertos de telarañas.

Fuera de la construcción de la casa principal los almacenes que antaño habían servido para almacenar el algodón y los productos del campo contenían ahora sólo los restos de años precedentes que se pudrían lentamente entre el polvo y la humedad.

Interrogó a Lama sobre cuales hembras poseían alguna habilidad especial enterándose de aquellas que eran buenas cocineras, costureras, aquellas que destacaban en el punto, aquellas que destacaban por su docilidad o por su inteligencia e incluso aquellas que tenían facilidad para quedarse preñadas y habían tenido muchos hijos o aquellas otras que a pesar de haber tenido relaciones repetidas con varios machos permanecían estériles, aquellas que se ocupaban concienzudamente de la crianza de sus hijos o aquellas que eran más despreocupadas con ellos.

Lama se sentía importante emitiendo juicios sobre las que hasta hacía unos días habían sido sus compañeras y ahora eran sus subordinadas e informaba a Blanche de todo con pelos y señales pero nunca sus comentarios eran demasiado negativos y a la hembra que no la encontraba una cualidad terminaba por encontrarla otra de forma que ninguna quedara sin valor a los ojos de Blanche.

Pronto Blanche se sintió con fuerzas como para acometer la segunda fase de su empresa.

Un día hizo que todas las hembras de la plantación pasaran por uno de los cobertizos y eligió entre ellas, por indicación de Lama, una veintena que asignó a las tareas domésticas y que quedaron bajo las ordenes directas de la inteligente esclava.

Blanche se admiró del enorme potencial que tenía entre sus manos cuando al acabar el recuento comprobó que disponía de cerca de doscientas hembras. Doscientos animales para emplearlos con arreglo a su conveniencia y que hasta ahora estaban totalmente desaprovechados.

Destinó cuatro jóvenes hembras al servicio permanente de Richard para que éste se sintiera convenientemente atendido en todas sus necesidades y se reservó a Tiara y a otra hembra para ella.

Entregó a Lama un látigo como signo de su autoridad y dejó que las cosas empezaran a funcionar.

En unos días la casa comenzó a cambiar, donde antes se acumulaba el polvo y el desorden comenzó a brotar la limpieza y el orden, cada esclava sabía sus obligaciones y sólo ella era responsable de ellas por lo que era muy fácil pedir responsabilidades.

Al principio hubo unas cuantas reticentes que cambiaron de actitud tan pronto como se dieron cuenta que Blanche no tenía inconveniente en manejar generosamente los azotes para las faltas más leves y el látigo para las más graves.

Mientras tanto Blanche acompañada de Drum había recorrido una buena parte de la plantación. Había inspeccionado una por una todas las chozas de los negros comprobando que se hacinaban en poco más de una cincuentena en un estrecho vallecillo al final del cual estaba el estercolero donde se arrojaban todos los desperdicios de la casa y de las chozas de los negros.

Esto hacía que cuando el aire soplaba de la dirección del estercolero las chozas apestaran, además una permanente invasión de ratas, moscas y mosquitos se cebaban en los negros.

Rodeando las chabolas había pequeños trozos de tierra cultivada de donde los negros obtenían parte de su sustento.

Recorrer el resto de la plantación, a caballo, la llevó más tiempo.

Era una extensa propiedad que se prolongaba mucho más allá de los ahora infructíferos campos de algodón, una vez traspasados éstos, los caminos se iban cubriendo de maleza y desapareciendo poco a poco hasta perderse un amplio bosque de grandes árboles de porte majestuoso y centenario.

Durante los días de largos recorridos fue conociendo por boca de Drum a los machos más destacados de la plantación mientras en su cerebro iban bullendo ideas de como emplear mejor y más fructíferamente al cerca del centenar de machos que según Drum había en la plantación.

Se enteró también que a un día de camino había un pueblo grande llamado Bigstone, un pueblo minero, en el cual se podía abastecer de cuanto fuera necesario para la plantación.

Un día, al regresar de recorrer los campos con Drum, se encontró con que Richard la estaba esperando con una amplia sonrisa en el porche de la casa, una de las hembras empuñaba un gran abanico con el que continuamente refrescaba a su amo mientras las otras tres de pie detrás de él permanecían en espera de sus ordenes.

La tarde caía ya después de un día de calor agotador aunque no tan intenso como aquellos que habían precedido a la gran tormenta con la que Blanche había llegado a la casa. Los caballos que los habían transportado durante todo el día sudaban y espumeaban por la boca.

- Que tal el día?. Preguntó Richard mientras Drum sujetaba el caballo de Blanche para que ésta desmontara.

- Muy bien, un poco cansada. Algún problema?.

- Ninguno, todo está bien y en orden.

Blanche imaginó que Richard tendría ganas de charlar como lo hacían casi todos los días.

- LLevadme dentro. Ordenó Richard a las esclavas. En un momento las cuatro estuvieron en pie y dos de ellas tomaron el sillón de su amo por los brazos introduciéndolo en la casa.

Una sensación de orgullo se apoderó de Blanche al atravesar la puerta, la casa rezumaba un olor a fresco y limpio muy distinto del que tenía cuando ella atravesó aquella puerta por primera vez.

Con una rápida ojeada comprobó que todo estaba en perfecto orden y que Tiara la esperaba ya junto a su sillón favorito para descalzarla y ponerla las cómodas zapatillas de casa.

No la pasó desapercibido el brillo pícaro con que la miraba Richard.

- Pasa algo Richard?. preguntó de nuevo ante su insistente mirada.

- Si, hoy es mi veintiún cumpleaños y quisiera celebrarlo contigo.

Se puso en pie tan impetuosamente que pisó la mano de Tiara que en ese momento procedía a calzarla. Ninguno de los dos hicieron caso del lamento de la negra. Blanche se abrazó a Richard deseándole felicidad.

- Lo único que lamento es que mi pobre padre no esté aquí para contemplar mi felicidad. Añadió poniendo un tinte triste en su palabras.

- Yo también lo lamento, dijo pensando que en un día ya lejano ella misma había pensado en matarlo y que no lo había hecho tan sólo por que las circunstancias no lo habían hecho necesario.

- Pero, no nos pongamos tristes, hoy deseo que sea un día de felicidad y quiero que la compartamos. Por qué no subes a tu habitación, te cambias de ropa, te pones cómoda y después cenamos.

- Tiara, acompaña al ama a sus nuevas dependencias.

Blanche le miró profundamente turbada, cualquier cosa hubiera esperado menos que Richard hubiera cambiado su ubicación en la casa.

Seguida de la esclava subió la escalera pero al ir a girar a la derecha como había hecho siempre para ir a su dormitorio la muchacha dijo con la alegría reflejada en la voz.

- Por aquí ama. Indicándola hacia la izquierda, a la parte más noble de la casa.

Siguió por el pasillo hasta que tras el primer recodo se encontró con una pesada cortina que marcaba el limite de lo que desde ese momento parecía que iban a ser sus estancias particulares.

En una gran habitación Richard había dispuesto un amplio y lujoso lecho con mosquitero muy distinto del que hasta ahora había ocupado.

A ambos lados de la cama estaban sendas mesillas y una amplia y gruesa alfombra.

Un gran butacón de magnífica tapicería situado junto a la amplia ventana parecía invitar a sentarse en él para probar su comodidad y contemplar los campos ahora quemados por el calor.

Una mesa y una silla de estilizadas formas hacían juego con una gran cómoda y un amplio armario hecho en maderas nobles.

Blanche se sentía no sólo sorprendida, sino también emocionada ante la generosidad de aquel inválido a cuyo padre había robado y al que también había pretendido robar.

Pero lo que más la llamó la atención fue el gran espejo que colgado de una pared la permitía verse de cuerpo entero.

Sus ojos apenas se fijaron en un gran hogar, ahora apagado y limpio que habría de calentar la estancia cuando llegaran los fríos meses de invierno.

Rápidamente pasó al cuarto de al lado sintiéndose aun más sorprendida si cabe. Una gran y brillante bañera con agua ocupaba buena parte de la habitación en cuyos colgadores podían verse toallas limpias. Camana permanecía en pie junto a la bañera con un jarro en la mono como invitándola a hacer un uso inmediato del aparato.

En la tercera estancia, casi tan amplia como el dormitorio una enorme mesa de trabajo y varias cómodas silla.

Sobre la mesa, aparte de una escribanía en la que había todo lo necesario para escribir, había un grueso libro con muchas hojas escritas al que Blanche no le prestó mucha atención ya que no sabía ni leer ni escribir. Junto a la escribanía una pesada caja de madera debía contener los útiles de escritorio.

Por un instante se sintió molesta por aquel detalle que había venido a turbar tanta dicha, pero fue tan solo un relámpago de mal humor consigo misma al comprender, que nunca usaria aquellos delicados objetos que deberían permacecer para siempre como adornos porque ella no sabría usarlos jamás.

¯olvió sobre sus pasos admirada, jamás en su vida podía haber imaginado que llegaría un momento donde viviría con tanta comodidad, tanta autoridad y tanta dicha.

Sin pérdida de tiempo llamó a Camana y se hizo desnudar completamente introduciéndose a continuación en el agua, dejándose abrazar por su frescura y gozando por primera vez en su vida del placer de un auténtico baño.

Relajada y feliz dejó que los minutos trascurrieran lentamente mientras Camana frotaba con jabón todo su cuerpo y arrojaba de vez en cuando jarros de agua fresca por la piel que sobresalía del agua.

Ni un momento pensó en el trabajo que podía haber costado subir todo aquel agua hasta allí, ni tampoco en cuanto podía costar el bajarla una vez usada, ni en el esfuerzo que habían tenido que hacer las esclavas para transportar y poner a punto todo aquello en un solo día, para que estuviera listo para cuando ella regresara de los campos.

Tan solo pensó en gozar de todo cuanto la había comenzado a ofrecerla la vida.

El trabajo o el esfuerzo de los esclavos y esclavas comenzaba a ser para ella tan natural como el caminar o el respirar.

¯estida con ropa limpia, bajó llena de júbilo al encuentro de Richard encontrando el salón más iluminado que nunca y la amplia mesa preparada espléndidamente y esperándola.

Sin poderlo evitar se acercó a Richard y le beso al tiempo que decía.

- Gracias por todo.

El joven le respondió en el mismo tono sincero y sin afectación.

- Gracias a ti. Es posible que de no haber sido por tu oportuna llegada a estas horas yo estuviera muerto o todavía permaneciera encerrado en mi cuarto sufriendo mil vejaciones en manos de aquella maldita ramera.

- Mejor que no te acuerdes más de ella.

- Tienes razón, ya recibió su merecido pero lo que nadie me puede hacer olvidar es que antes de tu llegada mi vida era solo un puro sufrimiento sin objetivo ni sentido. Ahora espero con ilusión el amanecer de cada nuevo día para verte, para hacer cosas y no sentirme un ser inútil.

A una indicación de Richard las esclavas comenzaron a servir la cena.

Blanche se sintió tan emocionada que deseó comenzar a hablar también de su pasado. Por un momento sintió miedo de si misma, sabía que si se le desataba la lengua podía ser el fin de su felicidad pero sentía que aquel joven no se merecía que le engañara miserablemente.

- Para mi la vida tampoco tenía mucho sentido antes de conocer...

- No por favor, Blanche, no deseo saber nada de tu vida anterior a tu llegada a esta casa. Dios te eligió para socorrerme, y sólo él sabe las razones.

- Ya, pero ... Insistió.

- No hay peros que valgan, disfrutemos de cada momento tal y como Dios nos lo da y no tratemos de torcer su rumbo. Has revisado las cuentas?.

- Que cuentas?. preguntó a su vez sorprendida.

- Las que he dejado en la mesa de tu escritorio.

- No, no he visto ninguna cuenta.

- Por unos instantes Richard pareció sorprendido. Luego preguntó.

- Te importa que mande a Tiara a por el libro?.

Blanche temió que aquel momento de felicidad se había roto para siempre pero no la quedaba más remedio que enfrentarse a la realidad cuanto antes mejor.

- No, no me importa. Contestó con un tono de pesadumbre.

- Anda negra, ve al escritorio del ama y trae el libro, trae también la caja que hay junto al libro.

Blanche esperó a que Tiara hubiera desaparecido y aprovechando que ninguna de las esclavas estaba presente en esos momentos dijo.

- No se leer ni escribir. Lo dijo con la mirada clavada en la mesa, intensamente avergonzada de que aquello demostrara su bajo origen.

Richard, sorprendido, tardó unos instantes en reaccionar, luego dijo.

- Por fin! por fin encuentro algo en lo que puedo ayudarte yo a ti en lugar de tu a mi.

- En qué puedes ayudarme Richard? Preguntó un tanto sorprendida.

- Yo te enseñaré a leer y escribir si lo deseas?

Blanche levantó la vista precipitadamente de la mesa llena de alegría.

- Lo harás?.

- Si tu quieres sí. - De verdad estarías dispuesto a gastar tu tiempo enseñándome a leer y a escribir.

- En mi situación, el tiempo es lo único que me sobra.

- Cuándo Richard, cuándo empezamos?.

- Tan pronto como tu quieras.

- Mañana?.

- Si, mañana, antes de que salgas a recorrer los campos.

- Mañana no iré con Drum, he visto ya suficiente para hacerme una idea aproximada de la situación y de lo que se puede hacer.

La conversación fue interrumpida por la llegada de Tiara que regresaba con el grueso libro y la caja que la habían encargado.

Richard la hizo una seña para que pusiera la caja junto a Blanche y él tomó el libro.

- Yo lo leeré. Dijo haciendo una larga pausa y un gesto de importancia para dar más énfasis a lo que iba a leer.

Continuara...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

    Relato protegido e inscrito en el registro de propiedad intelectual.