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Blanche (20)

en Grandes Series

Blanche y Richard los veían desfilar alborozados y satisfechos, sólo una sombra de duda se reflejaba de vez en cuando en el rostro de Blanche.

Era una lástima disponer de toda aquella mano de obra sin obtener de ellos más producto que aquel que daban los vientres de las negras y el trabajo que algunas de ellas realizaban en la casa. Después de comer, cuando tanto Richard como Blanche, se encontraban ahítos de exquisitos manjares Richard ordenó que se llamara a Barza y cuando la joven estuvo en su presencia sacó un papel que tendió a Blanche.

Esta, con su lectura todavía incierta, vio que aquel documento no era otra cosa que la cesión de los derechos de propiedad de la esclava

Barza, que desde ese momento, dejaba de ser de Richard para pasar a ser de ella.

En definitiva el regalo más deseado por Blanche en esos momentos.

Pero la euforia que sentía no la hizo olvidar otro de sus objetivos fundamentales para aquel día.

Llegado un momento hizo traer a la mesa los caramelos que había fabricado Derim y ordenó a todas las hembras de la casa pasar de una en una para recoger su obsequio.

Fue fácil para Blanche entregar el caramelo envenenado a la negra elegida.

Después vinieron dos días de incertidumbre y angustias. Derim la había avisado de que la negra no empezaría a manifestar los síntomas hasta pasados tres días.

Todo parecía continuar normal, la negra seguía prestando los servicios habituales a Richard pero Blanche se consolaba pensando que posiblemente, mientras él gozaba de ella, algo había comenzado a roer sus entrañas.

Dio órdenes a Lama y Drum para que no volvieran a dar ninguna orden a Barza y que la dejaran ir y venir a su libre albedrío.

El mismo día que murió Cloe empezaron a notarse los primeros síntomas en la negra envenenada.

Blanche, atenta a los comentarios de las esclavas, se enteró de que

Tatara, así se llamaba la hembra, había sentido arcadas aquella mañana nada más levantarse.

Los comentarios, en tono jocoso, parecían sugerir que Tatara posiblemente estaba más preñada que enferma. Sólo Blanche, aleccionada por Derim, sabía que aquellos no eran más que los primeros síntomas del envenenamiento.

Al día siguiente Tatara ya no pudo prestar los servicios habituales, se quejaba continuamente de un malestar que sentía en la boca del estómago y que la tenía mareada.

Cuando Blanche se convenció de que la acción del veneno era ya irreversible escribió en la soledad de su cuarto una nota en la que concedía la libertad a Barza y, se la entregó en presencia de Derim, para que ésta viera que había cumplido su parte de la promesa.

Ni Barza ni Derim parecían dar crédito a las palabras de Blanche en los primeros momentos de euforia, luego, la anciana Derim vino a postrarse ante ella besándola repetidamente los pies antes de tomar uno de ellos y ponerlo sobre su propia nuca en señal de sumisión.

Astutamente Blanche sugirió a Barza que no dijera a nadie que era libre mientras viviera en la plantación pero que tampoco aceptara las ordenes de nadie. En caso de que surgieran problemas ella defendería su libertad y si decidía marcharse podía estar tranquila de que nadie la perseguiría. En poco más de una semana Tatara pasó de ser una hembra joven y fuerte a ser poco más que un esqueleto viviente, de las molestias pasó a los dolores y a las diarreas que fueron aumentando en intensidad y continuidad a medida que avanzaba el proceso infeccioso para finalmente morir bañada en sus propios excrementos.

Blanche supo que era el momento de suspender sus acciones no solo por que Richard había comenzado a sentirse desasosegado ante las repentinas enfermedades de las dos negras, sino también por que era consciente de que nada adelantaba con sus actos. Era imposible envenenar a todas y cada una de las negras que tuvieran relaciones con Richard. Además ellas no eran culpables de nada. En definitiva comprendio que aquella acción no había sido mas queuna rabieta de niña malcriada.

Empezó entonces una fructífera época en la que Blanche y Derim se veían casi todos los días y, en la que la anciana negra, iba desentrañando para ella profundos misterios apenas intuídos por la mente de Blanche.

Barza, en contra de lo que Blanche se había podido imaginar no optó por marcharse de la plantación, sino que se quedó para ayudar a su anciana madre y su vida aparentemente seguía igual que siempre. El secreto de su libertad fue celosamente guardado por las tres mujeres y, sólo cuando se quedó preñada de Trican, pidió a Blanche que la consiguiera permiso del amo para construir una nueva choza donde trasladarse a vivir con su futuro hijo.

Blanche seguía despachando diariamente con Lama y enterándose por este medio de cuanto ocurría en la casa. Después confirmaba sus informes a través de los comentarios que oía a las hembras. Había tomado la costumbre de apuntar todo lo concerniente a las parejas que continuamente se formaban y se deshacían, pero lo que empezaba a considerar un auténtico tesoro eran los apuntes, que en una libreta aparte iba tomando de las enseñanzas de Derim y de Barza, que ya colaboraba abiertamente con ella.

Cada cierto tiempo entregaba a Barza dinero y especies en pago del continuo trabajo que hacía en ayuda de su madre.

El salario en sí era ridículo, pero era el símbolo de su libertad y Blanche no quería arruinar una asociación que tan magníficos resultados la estaba dando.

Por lo demás el comportamiento de Derim era sencillamente ejemplar, bastaba una insinuación de Blanche para que la anciana se pusiera manos a la obra obteniendo los resultados apetecidos en muy poco tiempo. Pero lo que más impresionaba a Blanche era la profunda sinceridad, colaboración y afecto, que venía de aquella vieja en cada una de sus palabras aunque todavía la desconcertaba de vez en cuando su inteligencia natural y su profundo conocimiento del alma humana.

El frió y largo invierno iba tocando a su fin y, Blanche abstraída en el continuo trabajo de perfeccionar su lectura y escritura por un lado y por otro en la continua recopilación de las enseñanzas de Derim parecía sentirse más sosegada respecto a Richard, que había dado su consentimiento para que Barza se instalara en la única choza que se construyó cerca de la casa grande.

Allí nació su hija, a la que puso el significativo nombre de Root ya que tanto para Barza como para Derim ella debía ser la raíz de una nueva familia con características distintas a las anteriores.

Con la llegada de la primavera los campos, los hombres y los negros parecieron entrar en periodo de efervescencia difícil de dominar.

Richard se hizo cambiar tres de las cuatro hembras, las tres que se habían quedado preñadas durante el invierno, renovando su harén particular con sangre nueva que volvió a desasosegar a Blanche, produciéndola nuevas noches de insomnio que frecuente pagaba Camana con exhaustivas sesiones tratando de sosegar las casi insaciables ansias de placer de su ama.

Blanche, además de más irritada se había ido volviendo más y más cruel con Camana, no sólo la castigaba cuando la venía en gana sin que fuera necesario que hubiera ningún motivo para ello, sino que además las sometía a las más desagradables y severas humillaciones. Era frecuente que Blanche la hiciera pasar la noche con la cabeza cubierta por la braga sucia que había usado durante el día para que se "empapara de los olores de su ama".

Naturalmente que Camana la ponía el orinal cada vez que deseaba usarlo, al fin y al cabo esa una tarea digna de cualquier esclava, pero Blanche además la obligaba a pasar horas y horas arrodillada y con la cara cubriendo la boca del recipiente sucio.

Otras veces la hacía pasar toda la noche con los brazos en cruz sujetando en las palmas de las manos las zapatillas que Blanche acababa de quitarse para meterse en la cama.

Con frecuencia Blanche usaba la boca de Camana como orinal. Sobre todo al amanecer, cuando su orina era más concentrada, la hacía introducir la cabeza entre sus muslos y esperaba a que la boca hiciera ventosa en su sexo antes de comenzar a descargar lentamente el contenido de su vejiga. Era magnífico sentir aquella sensación de poder que sentía con su esclava, saber que podía hacer con ella cuanto quisiera, sin que nadie tuviera derecho a hacerla el menor reproche.

Y después de hacerla mil perrerías obligarla a darla el más exquisito y prolongado de los placeres que una hembra puede dar a una mujer. Las parejas de negros más estables se deshicieron a excepción de la de Barza y dos o tres más y, los campos comenzaron a llenarse de plantas, que si bien siempre habían sido consideradas como vulgares por Blanche, ahora comenzaban a tomar cada una sus características propias.

Pero Derim no sólo era una experta en plantas, con la llegada de los insectos, fue enseñándole que muy poco de lo que ella sabía lo había descubierto por casualidad, había sido la paciente observación de los animales la que tanto a sus antepasados como a ella la habían ido dando las claves de sus conocimientos.

Los insectos principalmente elaboraban sus venenos a partir de ciertas plantas y algunos animales se abstenían de comer algunas de ellas, mientras que comían abundantemente de otras cuando se sentían enfermos.

El laboratorio de Derim se convirtió, en aquella época, en un repertorio indescriptible de tarros donde se maceraban animales y plantas, produciendo un fuerte olor muy distinto de los perfumes que habitualmente salían de aquel lugar.

Con el nacimiento de Root el trabajo de Derim se resintió un poco, ya que Barza dedicaba menos horas a ayudar a su madre, en cambio ésta se multiplicaba demostrando una vitalidad que nadie hubiera imaginado en una anciana.

Blanche se sentía profundamente desconcertada ante la actitud de Richard. Como mujer que había mantenido contactos sexuales con cientos de hombres, no podía ignorar sus miradas de deseo y los colores que iluminaban sus mejillas cada vez que le sorprendía con aquellas miradas reflejadas en los ojos, pero nunca jamás, se le había escapado una palabra o un gesto que pudiera entenderse como una insinuación a algo más que a una honesta amistad.

Ni siquiera cuando Richard la daba la clase, en la íntima soledad del despacho del viejo Benson, se había permitido la menor insinuación, pero por lo demás su comportamiento era correcto y cariñoso.

Jamás se había metido en la forma de llevar la casa, ni la había escatimado el menor deseo o capricho.

Todo cuanto le pedía le era concedido de inmediato e, incluso de vez en cuando, la sugería que hiciera algún gasto extra que según él decía tenía bien merecido.

Por su parte Blanche se limitaba a decirle, cada vez que salía la conversación, que ella no necesitaba nada que no tuviera ya, porque comprendía que lo que ella deseaba o estaba fuera del alcance de él, o no se le pasaba por la cabeza. En este tiempo Derim no sólo se había convertido en su maestra si no también en su confidente, sabía que sus secretos estaban bien guardados con aquella vieja y, la aprovechaba para desahogarse de vez en cuando.

Por lo demás la negra parecía adivinar y comprender buena parte de sus pensamientos por lo que la conversación con ella era fácil y fluida.

Pero en la soledad de su cuarto, Blanche se devanaba los sesos preguntándose que impedía a Richard considerarla como a una auténtica mujer?

Ella, que había utilizado en otra época todas sus armas para incitar a los hombres, sentía un pudor absurdo para hacerlo con Richard. En el fondo no quería que él pudiera darse cuenta que estaba dispuesta a cualquier cosa por conseguirlo, eso la haría perder valor ante él.

Un día, cuando ya los caminos se habían secado y el tiempo se había hecho más estable Richard dijo.

- Se acerca el verano Blanche. Habrá que ir de Bigstone y después empezar a hacer la selección de negros para llevarlos al mercado de Natchez.

- Quién los llevará Richard?.

- La pregunta pareció desconcertar al joven un momento. Después dijo.

- Esperaba que fueras tu.

- Si entendía poco de plantaciones cuando llegué aquí menos entiendo de vender y comprar negros.

- Ya, no entendías nada de plantaciones, pero te hiciste con las riendas rápidamente. No sabías ni leer ni escribir y ahora ya sabes perfectamente. No entendías nada de perfumes y si no deduzco mal te estas volviendo una auténtica experta y has logrado lo que nadie jamás antes había logrado, hacer que esa negra, Derim, te revele sus secretos.

Llegaste aquí montada en un burro en una noche de infernal tormenta, cuando yo mismo no daba un dólar por mi vida, acompañada tan sólo por una negra muda, ya dispones de dos y no tienes más por que no has querido. Pero sobre todo, Blanche has dado un sentido a mi vida y durante todo este tiempo me has hecho profundamente feliz.

- Si, pero cuando vuelva de Natchez, suponiendo que vaya, se acabará mi contrato y tendré que partir.

- Cómo?. Preguntó Richard profundamente desconcertado.

- No es eso lo pactado?.

- Si, lo es, pero eso no impide que si los dos estamos contentos no podamos renovarlo un año más.

- Tu estás contento Richard?. Preguntó Blanche mirándole intensamente a los ojos.

- Yo, si Blanche. Yo jamás he estado tan contento. Y tu?. Blanche dejó pasar unos segundos antes de contestar para sembrar la duda en le cerebro de Richard respecto a la veracidad de las palabras que iba a decir.

- Yo también. Contestó con un cierto tono de melancolía.

- No es cierto Blanche.

- Si lo es, pero hay ciertas cosas que los hombres nunca llegareis a comprender.

- Que cosas Blanche?.

- Es igual, déjalo, como tu dices, eres feliz y no sientes necesidad de cambiar nada.

- Nunca me he metido en las cosas que has hecho, cierto que si las hubiera tenido que hacer yo las hubiera hecho de otra forma, pero después he reconocido que tenías razón y que a tu manera daban mejores resultados. ¿No estás contenta?. ¿Quieres cambiar algunas cosas?.

Hazlo, haz los cambios que consideres convenientes, estoy seguro que salgan bien o mal nunca habrás tenido intención de perjudicarme.

Blanche se sintió encolerizada con Richard. En su poca comprensión del problema que a ella la atormentaba era capaz de ofrecerla cualquier cosa monos lo que ella necesitaba. Estuvo a punto de salir corriendo por que notaba que los ojos se la llenaban de lágrimas.

- Acaso quieres que el contrato del próximo año sea de más dinero?

Preguntó Richard hurgando más en la herida.

- Métete tu dinero por el culo, dijo antes de salir corriendo hacia sus habitaciones.

Camana la vio llegar en tromba para tirarse seguidamente en la cama llorando. Temerosa de que su ama pudiera estar enfadada con ella optó por recluirse en uno de los cuartos anexos para evitar importunarla.

De poco la sirvió a la esclava las precauciones tomadas. Pasado un rato los sollozos de Blanche cesaron y la ordenó a gritos venir a su presencia.

Blanche, con una fusta, fue descargando la ira sobre el cuerpo de la esclava. La paliza no podía tildarse de científica, pero si eficaz.

Los golpes no iban dirigidos a ningún punto concreto, Blanche golpeaba allí donde la parecía que podía hacer más daño, tan pronto descargaba sobre las nalgas como sobre el pecho, en los muslos o en el rostro, en los pies, en el vientre o en la cabeza.

Poco la importaban los retorcimientos de la negra al principio y su total inmovilidad después, sólo dejó de golpear cuando agotada su ira arrojo la fusta al suelo y salió de la estancia precipitadamente.

Con energía desacostumbrada entro en el laboratorio de Derim donde ésta se afanaba en la preparación de pociones.

- Que la pasa amita?. Preguntó la negra al ver su semblante desencajado.

- Ese imbécil no se entera o no quiere enterarse de que le quiero.

- Ese imbécil, como usted dice no tiene más que miedo.

- Sabes de quien estoy hablando negra?.

- Claro amita, del amo.

- Miedo de que?.

- El la quiere a usted tanto como usted a él pero tiene miedo.

- Miedo de que?. Insistió en la pregunta.

- Miedo de que usted le rechace y se mofe de él.

- Por que había de rechazarle?.

- Seguramente a base de mirarle con cariño, su imagen se le ha hecho familiar o no le da importancia a su defecto, pero a él no se le olvida que es sólo un inválido, un tullido que tiene muy poco que ofrecer a una mujer tan guapa y bonita como usted.

De pronto la mente de Blanche se abrió a la realidad, esa y no otra debía ser la razón última para que Richard, aun amándola y deseándola, no se hubiera atrevido jamás a la menor insinuación, Era el miedo a ser rechazado lo que le impedía dar el paso.

- Tu lo sabías negra?.

- Naturalmente señorita, hay pocas cosas que se le escapen a una vieja como yo.

- Sabías que yo le quería?.

- Claro, cómo lo iba ignorar?.

- Nunca lo he hablado contigo.

- Más veces de las que usted se imagina.

- Se me nota.

- Se la nota más de lo que usted cree.

- Cuándo lo supiste?.

- Tenía mis sospechas anteriormente pero lo confirmé cuando enveneno a Tatara

- Podía haber sido Tatara o cualquier otra ... - O cualquier otra de las que en ese momento servían al amo.

Puntualizó Derim.

Blanche quedó largos minutos en silencio antes de preguntar.

- El no lo nota?.

- Claro que lo nota pero puede más el miedo.

- Cómo lo podíamos solucionar?.

- Es muy sencillo, hacer que se sienta amenazado por otro miedo mayor.

- Cómo cual?.

- Temer que usted se pueda marchar en caso de que él no se decida.

Blanche se dio cuenta de que sin haber reflexionado había actuado en el camino correcto en su última conversación con Richard.

- Quiero que subas a mis habitaciones y mires a ver si Camana está viva o muerta. Si está viva, haz lo que puedas por aliviar sus sufrimientos. Dijo antes de salir a pasear por los campos. Necesitaba calmarse y poner un poco de orden en sus ideas.

La comida fue tensa y en silencio. Pareció que Richard iba por fin a decidirse a hablar, pero sólo era un gesto que terminaba en un opresivo silencio.

Continuara...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

    Relato protegido e inscrito en el registro de propiedad intelectual.