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Blanche (05)

en Grandes Series

Blanche no pudo contenerse más, tenía ya suficiente información y necesitaba tener un poco de tiempo libre para poner sus ideas en orden antes de salir en busca del anciano señor Benson.

Sin levantar la menor sospecha se dirigió al dueño de la taberna para decirle que se encontraba indispuesta y debía marcharse a casa.

Este asintió sin hacerla el menor caso y momentos después salía a la ardiente atmósfera del exterior.

Rápidamente se dirigió a su casa, no era mejor que la buhardilla de la taberna pero al menos la permitía estar a solas mientras ponía en orden sus ideas.

Cambió su alegre vestido de trabajo, por otro oscuro más apropiado para lo que se proponía hacer y escondiendo en la cintura un afilado cuchillo se puso en camino hacia el puente.

Procurando no ser vista se fue escondiendo hasta llegar a unas viejas ruinas próximas al puente y se agazapó en un lugar desde donde podía ver una gran extensión de camino.

En principio se agazapó allí en espera de que llegara la noche, se proponía desplazarse hasta el puente tan pronto como obscureciera, hacerlo a pleno sol era demasiado arriesgado para conseguirlo sin ser vista por algún caminante que pudiera reconocerla. Además era el sitio ideal para observar sin ser vista a los pocos viajeros que en ese momento salían de la ciudad.

Los minutos, las horas se la hicieron eternas mientras el crepúsculo se iba acercando, podía imaginarse ya a un anciano rico aparejando los caballos, preparando la carreta para un largo viaje en el que solo encontraría la muerte.

Llegado el momento de ponerse en marcha se dio cuenta que haría mejor en no moverse ya que el camino, después de atravesar el puente describía un amplio rodeo volviendo a pasar a unos cincuenta metros de las ruinas donde ella se encontraba.

Con este descubrimiento todo su plan se vino abajo aunque no en lo esencial. De pronto se dio cuenta de que a lo mejor en lugar de tener que matar a un hombre tenía que hacerlo con dos. Nada impedía que el viejo que había visto en la taberna cambiara finalmente de idea y fuera a reunirse con su amigo en el viaje de regreso.

Por unos momentos se alegró de haber caído en este detalle. No la importaba lo más mínimo matar a dos viejos pero lo peor que podía ocurrirla era que en el último momento surgiera algún imprevisto.

Remodeló rápidamente su plan para el caso que se presentara tal eventualidad y comprobó una vez más los puntos en que se proponía actuar para evitar fracasar en caso de que alguien se acercara por alguno de los dos sentidos del camino, ésto la dio seguridad y decidió esperar pacientemente hasta la llegada de su víctima.

Thomas, después de haber escuchado cien historias del viejo y de haber bebido más de la cuenta salió de la taberna. Con pasos torpes se dirigió por el camino del río. Se sentía tan seguro que ni siquiera trató de ocultarse ante los viajeros con que se encontraba. El crepúsculo estaba comenzando y pensaba que nadie se fijaría en un hombre que se alejaba del pueblo camino de su casa. Su presencia en el camino estaba más que justificada aunque en su mente bullía la idea de matar al viejo Benson para robarle. Todavía no sabía como lo haría pero eso no presentaría el menor inconveniente.

Blanche desde su observatorio lo vio pasar por delante de las ruinas, continuar hasta el puente, después le perdió unos momentos de vista justo donde el camino retrocedía, apareció de nuevo y rápidamente, tras volver a pasar cerca de ella se perdió en la lejanía y en la oscuridad cada vez más densa.

Finalmente, tras las montañas apareció la luna iluminando fantasmagóricamente el camino y poco después la pareció distinguir en la lejanía el ruido que hacían unos caballos viniendo de la ciudad.

Agazapada en la oscuridad de las ruinas esperó impaciente a que los caballos y la carreta de la que tiraban se fueran acercando.

Minutos después el viejo rostro del anciano Benson pasó a pocos metros del lugar donde Blanche estaba apostada sin sospechar que tras las sombras de los muros en ruinas se preparaba la muerte.

Esta observó una vez más el camino para asegurarse que nadie se acercaba a donde se proponía atacar al viejo y estaba a punto de dejar su escondrijo cuando oyó la voz del viejo deteniendo los caballos. Sobresaltada por aquella parada no prevista se tensó en su escondrijo y sorprendida vio al señor Benson descender de la carreta y transportar después algo voluminoso desde el interior hasta debajo de ella, algo que ató al eje delantero del vehículo.

Blanche esbozó una sonrisa, el viejo Benson tomaba sus precauciones para evitar ser robado.

De pronto, con intuición femenina se dio cuenta de que quizá podía apropiarse del dinero sin necesidad de matarle. En rápida sucesión las imágenes pasaron por su cerebro esbozando un nuevo plan menos sangriento, además si fallaba todavía podía poner en marcha el primitivo.

Con la agilidad que la daba la ambición, la juventud y la falta de carnes dio un pequeño rodeo hasta situarse bajo el puente aprovechando que el arroyo estaba seco desde hacía más de un mes.

Momentos después el carruaje pasó haciendo resonar las fuertes maderas. Completamente tensa esperó que su intuición no la fallara, y respiró con alivio cuando el viejo ordenó parar de nuevo a los caballos.

Asomando la cabeza discretamente vio el carruaje parado a dos o tres metros de donde ella se encontraba, la altura de la caja y la lona que lo cubría aseguraban el acercamiento sin ser vista pero esperó, sabía que el viejo volvería a comprobar el buen estado de su tesoro.

Como si éste leyera sus pensamientos bajó, se metió debajo de la carreta y forcejeó un momento con las cuerdas que sujetaban el bulto antes de tomar de nuevo su sitio en el pescante.

Blanche no sabía cuanto tiempo esperaría el viejo Benson a su amigo. Dependía de su paciencia, así que se decidió a actuar. Moviéndose como una sombra se introdujo bajo la carreta y con la ayuda del cuchillo cortó en unos segundos las gruesas cuerdas que sujetaban el pesado bulto y con él desapareció de nuevo bajo el puente decidida a no moverse del eventual refugio hasta que el carruaje se pusiera de nuevo en marcha.

Lo primero que hizo bajo el puente fue comprobar al tacto que lo que le había arrebatado al viejo era efectivamente el oro de la venta de los esclavos.

Si la espera desde que salió de la taberna hasta encontrarse con Benson había sido larga y tensa los minutos que pasaron hasta que el viejo arreó de nuevo a las bestias la parecieron eternos.

- Te lo dije, cabezota. Dijo el viejo en voz alta antes de fustigar a los animales como si su borrachín amigo hubiera podido oírle.

Por fin el ruido de la carreta se fue apagando al perderse en la lejanía y la oscuridad de la noche.

Cuando por fin se hizo el silencio Blanche comenzó a recuperar el ritmo de su respiración pero no tanto como para que el corazón dejara de latir apresuradamente.

Dejó pasar los minutos mientras sus manos se hundían una y otra vez en las abundantes monedas gozando con el tacto y el suave tintineo del oro y la plata antes de encaminarse, evitando el sendero, de nuevo hacia el incómodo, pero al fin y al cabo refugio que la ofrecía la casa en que vivía desde que se estableció en la ciudad.

Protegida por la oscuridad no la fue difícil llegar al mísero cuartucho que la servía de cobijo sin ser vista. Una vez allí lo primero que hizo fue deslizar con cuidado el pequeño armario, único mueble de la estancia aparte de un camastro, una mesa de madera rústica y una silla que al igual que la mesa y la cama crujía cada vez que se la usaba, para descubrir un hueco excavado en el muro por los años y la humedad del invierno.

Consciente del peligro que podía correr si algún entrometido decidía hacerla una visita opto por no encender el mísero cabo de vela que la quedaba, afortunadamente, la luna ya alta penetraba directamente por el estrecho ventanuco dibujando un recuadro de claridad en el irregular suelo del cuartucho.

Poniendo a su lado el voluminoso envoltorio comenzó a contar las monedas haciendo con ellas montones de cien dólares. No tardó en llenar el recuadro iluminado al tiempo que mentalmente cantaba el numero mil.

Se llevó una profunda decepción al darse cuenta que en el envoltorio sólo había algo más de cinco mil dólares. Ella esperaba alrededor de siete mil por lo que según sus cuentas allí faltaban aproximadamente unos dos mil dólares.

Momentáneamente se sintió enfada con el viejo, o éste había gastado dos mil dólares o se había burlado de ella.

Recontó varias veces el dinero llegando siempre al mismo resultado y finalmente, convencida de que no había error en sus cuentas introdujo el oro en el hueco descubierto al retirar el armario donde se guardaban sus escasas y míseras pertenencias, después volvió a correr el armario a su sitio y de él extrajo una manta que extendió por la puerta para tapar las rendijas que pudieran permitir la visión de lo que tenía intención de hacer.

Se desnudó completamente, hizo una pelota con sus ropas y el envoltorio de tela que la había servido para transportar el oro y lo dispuso cuidadosamente en el hogar antes de prender el fuego.

El calor reinante facilitó enormemente la combustión y en cuestión de segundos el cuarto se llenó con los resplandores de las telas inflamadas. Absorta, con la vista fija en las llamas que consumían las únicas pruebas, aparte del oro, que pudieran relacionarla con el robo no se dio cuenta de la intensa pero corta onda de calor que llenaba la estancia.

Pronto todo quedó reducido a cenizas y pacientemente esperó a estas se apagaran y enfriaran definitivamente antes de removerlas con la pala reduciéndolas a un montón informe e irreconocible antes de arrojarlas en pequeñas paletadas por el ventanuco en distintas direcciones.

Sólo entonces, cuando estuvo segura de que nadie podría relacionarla con el robo se tumbó en el camastro tomando conciencia de lo excitada que se sentía.

Casi mecánicamente sus manos se dirigieron al bajo vientre y lenta pero metódicamente comenzó a masturbarse mientras su mente se evadía hacia un mundo de lujo y placer muchas veces soñado y ahora ya a su alcance.

Sólo cuando un intenso orgasmo removió cada una de las fibras de su cuerpo y sus nervios se aflojaron volvió a tomar conciencia de la miseria que la rodeaba, tanto más dura, cuanto que ya no la correspondía, pero sabía que debía continuar viviendo de la misma forma miserable durante algún tiempo si no quería delatarse a si misma.

Finalmente el sueño se apoderó de ella y durmió relajadamente hasta mucho más tarde de lo que en ella era habitual.

La despertaron las voces de dos mujeres que en la calle contaba una a otra la gran noticia.

- Esta noche han matado a un hombre de los que ayer vendieron negros en el mercado.

Blanche se levantó precipitadamente del camastro arrimándose al ventanuco para no perderse nada de la conversación.

- Si ?. Preguntó su interlocutora asombrada.

- Si, un viejo que iba de vuelta a su casa después de haber vendido.

A Blanche la comenzó a latir el corazón tan fuerte que creyó que se la iba a salir por la boca. Ella no había matado a nadie, había tenido intención de hacerlo y lo habría hecho si hubiera sido necesario, pero no había sido así.

- Dónde ha sido ?.

- Dicen que a unas cinco millas de la ciudad, en el camino del río.

- Que más se sabe ?.

- Que lo ha hecho un tal Thomas, un borracho empedernido que le mató para robarle.

- Le han cogido ?.

- Claro, por lo visto un ayudante del sheriff patrullaba anoche por el camino cuando oyó voces, llegó en el momento en que el tal Thomas después de haber apuñalado al viejo corría por el campo, no tubo más que perseguirle hasta alcanzarle, pero el hombre sacó un cuchillo y opuso resistencia a la ley, así que el ayudante del sheriff le dio un tiro.

- Muy bien hecho, eso debían hacer con todos. Dijo la mujer antes de volver a preguntar.

- Lo mató ?.

- No pero está mal herido según dicen

- Ojala reviente de una vez. Que tiempos nos han tocado vivir, ya ni a la calle se va a poder salir tranquila con tanto negro y tanto vicio como hay.

A medida que Blanche iba recibiendo información se iba serenando. Al parecer Thomas había tenido la misma idea que ella sólo que a él le habían salido mal las cosas.

Se preguntó si Thomas había tenido tiempo o no de comprobar que el viejo ya no llevaba el oro encima.

Que chasco se debía haber llevado si había llegado a registrar la carreta y comprobado que en ella no había nada de valor. Pensó divertida.

Thomas no era santo de su devoción, bien es cierto que nunca había llegado a meterse con ella pero conocía a dos mujeres que se alegrarían mucho al saber que si no moría del tiro no tardaría en colgar al extremo de una soga por asesino y ladrón.

Lo único que la preocupaba era que Thomas pudiera haberla visto y se lo contara al sheriff, aunque también esa posibilidad parecía descartable, por que de haberla visto no hubiera atacado al viejo.

Más tranquila volvió a remover el armario para asegurarse que su tesoro seguía donde lo había dejado y una vez confirmado lo volvió a poner en su sitio después de haber cogido del mismo agujero unas monedas teniendo buen cuidado de coger sólo de aquellas que ella misma había ahorrado por si venían tiempos peores.

Se vistió con la alegre ropa de trabajo y salió de casa después de comprobar varias veces que la puerta quedaba bien cerrada encaminándose a la taberna donde debía fingir no saber nada y portarse como siempre para no despertar sospechas.

Antes de llegar se detuvo primero en una taberna donde siempre que podía tomaba el desayuno antes de empezar a trabajar y después lo hizo en otra en la que sólo comía muy ocasionalmente de forma que a nadie le resultara extraña su presencia, en cada una comió como si sólo desayunase en esa y por primera vez desde hacía años se presentó en la taberna con la agradable y reconfortante sensación de sentir el estómago maravillosamente lleno.

- No sabes la noticia ?. La preguntó el tabernero nada más verla bajando las escaleras de la calle.

- No, Que pasa ?. Preguntó a su vez fingiendo con la mayor sangre fría de que fue capaz.

- Te acuerdas de aquel viejo que entró poco antes de que te marcharas ayer.

- La verdad es que no mucho, ya me encontraba mal.

- Recuerdas con quien estaba hablando cuando te marchaste ?.

- Con Thomas si no recuerdo mal.

- Efectivamente, y sabes que ocurrió después ?.

- No, que pasó ?, vamos habla me tienes en ascuas.

- Pues que esta noche Thomas ha matado a un amigo del viejo para robarle, le cogió el sheriff cuando huía con el dinero.

- Que horror, dijo al tiempo que hacía aspavientos de espanto.

Ya sabía yo que algún día ese Thomas terminaría mal, lo siento por el pobre viejo, pero por él me alegro de que le hayan cogido.

- No te caía bien ?.

- Ya sabes que no. No me gustan los hombres que pegan a mujeres indefensas como hizo él con aquellas dos.

- Yo tengo por costumbre no meterme en la vida de mis clientes.

- Yo tampoco, pero ese Thomas era una mala persona.

El tabernero se quedó callado sin responder a las palabras de Blanche, estaba claro que el no quería meterse en líos ni aun sabiendo que Thomas era un ladrón y un asesino.

- Tienes mala cara Blanche. Afirmó cambiando de conversación.

- Si, ya ayer me encontraba mal, hoy estoy algo mejor pero no me encuentro bien del todo.

- No estarás enferma ?.

- Creo que no, espero que sólo sea un malestar pasajero.

Blanche guardó silencio unos momentos, los suficientes como para no demostrar excesivo interés en ser informada más ampliamente por el tabernero, mientras en su mente se agolpaban algunas preguntas para confirmar la información que ya tenía y otras para completarla.

- Cómo mató al viejo ?.

- Cuando Thomas salió de aquí iba borracho como una cuba, algunos le vieron tambalearse por el camino del río, luego debió esperar hasta que llegó el viejo y le dio una puñalada en el vientre con ese enorme cuchillo que él lleva siempre. El viejo empezó a gritar y le dio otra en el cuello que lo degollo, pero el sheriff había oído los gritos y se acercó al galope justo a tiempo de verle huir con el dinero, le persiguió por los campos hasta acorralarle, entonces Thomas quiso apuñalar también al sheriff y éste le dio un tiro.

- Robó mucho ?. terminó por preguntar tratando de fingir calma.

- Si, una auténtica fortuna, el sheriff le encontró con tres mil dólares pero el viejo que estuvo aquí ayer se empeña en decir que deben faltar otros cinco mil.

Por lo visto el viejo Benson llevaba más de ocho mil dólares encima.

- No mentirá el viejo ?. Dejó caer como quien no quiere la cosa.

- No se, a ese viejo no le conocía.

- Tenía mucho dinero.

- Ya lo vi, pero él dice que es el que le pagó el muerto por haberle ayudado a traer y vender los negros.

- Tenía mucho ?.

- Si, cerca de cien dólares.

- Es posible que el muerto fuera tan generoso ?.

- No sé, eso dice el viejo pero cualquiera sabe la verdad ?

- Yo pienso que el resto se lo debió de robar él. Dijo Blanche en el tono coloquial de comentario de taberna sin poner demasiado énfasis para que no se notara su interés en sembrar la semilla de la sospecha en la mente del tabernero, sabía que éste era amigo del sheriff y si conseguía que él sospechara del viejo terminaría por decírselo a su amigo.

El tabernero se quedó callado unos instantes y Blanche supo que había picado el anzuelo.

- Te encuentras bien ?. ¯olvió a preguntarla.

- Pues la verdad es que no, me encuentro mareada y con ganas de devolver, contestó, esta vez sin mentir, sentía que había comido demasiado y el estómago se negaba a digerir tanto alimento.

Se sentó ligeramente abatida por las molestias que sentía, y profundamente molesta con el viejo Benson. Había resultado más inteligente de lo que ella había pensado, y se sentía estafada por valor de tres mil dólares.

Si el viejo hubiera llevado todo el oro junto ella sería dueña en esos momentos de los ocho mil dólares y con la muerte del maldito Thomas habría quedado zanjado el asunto.

Momentos después salía corriendo hacia el corral de la taberna y su estómago se vaciaba en violentas arcadas.

- Mierda, se dijo, para una vez que había saciado de verdad su apetito se encontraba con que el estómago no lo aguantaba.

Regresó a la taberna encontrándose con la mirada preocupada del hombre.

- He devuelto, y creo que ya se me pasara, dijo a modo de justificación reparando en la mirada insistente del tabernero.

Se sentó de nuevo pero esta vez profundamente preocupada por la penetrante mirada.

- No sospechará de mi ?. Se preguntó aterrada.

El miedo y las molestias que sentía la obligaron a salir corriendo unos minutos más tarde de nuevo hacia el corral para terminar de vaciar el estómago.

Se sentía asustada y enferma, la daba miedo volver a la taberna y encontrarse de nuevo con la mirada acusadora del hombre.

Continuara...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

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