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Blanche (09)

en Grandes Series

Milton parecía un experto en la tarea que se había encomendado y lenta, muy lentamente fue dando de si al esfínter arrancando al cuerpo de Blanche profundos escalofríos de placer que poco tenían que ver con las desagradables experiencias que anteriormente había tenido.

Para Blanche era como si en su cuerpo se hubiera establecido una auténtica lucha por defecar sin conseguirlo. Es más parecía una defecación prolongada indefinidamente en el tiempo.

Minutos después Martin sustituía el dedo por su sexo y éste comenzaba el recorrido en el interior del intestino de Blanche con la misma delicada lentitud con que lo había hecho su dedo.

Martín combinaba deliciosamente los avances con la inmovilidad e incluso parecía adivinar cuando la joven deseaba que avanzara en la penetración unos centímetros más.

Mucho antes de lo que esperaba Blanche notó como los testículos del hombre tropezaban con las nalgas y el sexo.

Con la misma lentitud que en la penetración, el rígido sexo comenzó a salir de ella produciéndola una sensación indescriptible de vacío y placer antes de que comenzara a avanzar de nuevo.

En medio del torbellino de sensaciones tuvo un pensamiento de mofa para Camana, la esclava que bajo la cama debía permanecer atenta a cuanto sucedía por encima de su cabeza imaginando seguramente a la perfección cuanto ocurría.

Lenta pero constantemente los embates se repitieron una y cien veces hasta que Milton comenzó a primero a temblar y después a apretarla contra él hundiendo enfebrecido su sexo en lo más profundo de sus entrañas antes de que potentes chorros de cremosa materia anegaran su intestino.

Finalmente quedó echado sobre ella al tiempo que su sexo comenzaba una lenta pero inexorable retracción que iba dejándola vacía.

Blanche lamentó que la resistencia de Milton no se hubiera prolongado unos minutos más. Estaba segura que de haber sido así ella también hubiera llegado al orgasmo, a pesar de la extraña vía que el hombre había usado para poseerla.

No tardó en sentir como el sexo del hombre dejaba definitivamente el intestino comenzando a replegarse por entre sus nalgas al tiempo que la respiración de ambos se iba normalizando.

Todo finalizó cuando Milton echándose a su lado la preguntó.

- Te ha resultado molesto?.

- Si, un poco. Mintió.

- Es natural siendo la primera vez.

- No me habrás dejado embarazada, verdad?.

- No, estoy seguro de que no.

- Como puedes estarlo?. Preguntó haciéndose la ingenua.

- Por que no he derramado nada en ti.

Blanche sabía que Milton mentía descaradamente porque le había sentido expulsar dentro de ella pero no quiso entrar en polémicas con él, si quería fingir que había sido la primera vez no podía hacer otra cosa más que aceptar lo que él dijera en aquella materia.

- Lo único que siento es haber perdido la virginidad. Comentó tratando de tirar a Milton de la lengua.

No obtuvo ninguna respuesta pero a pesar de la oscuridad reinante casi pudo asegurar que el rostro del hombre se había deformado en una sonrisa burlona.

Dejó pasar unos minutos en espera de que el hombre hiciera algún comentario o iniciara algún tipo de conversación pero el silencio se hizo primero obstinado y después insoportable hasta que descubrió con rabia que Milton se había quedado dormido.

Sin brusquedad pero con firmeza le zarandeó un poco para despertarle al tiempo que decía.

- Milton, Milton.

- El hombre se despertó sobresaltado.

- Qué, Qué pasa?.

- Nada, no pasa nada, pero será mejor que se vaya a su cuarto no sea que nos vea alguien.

- Si, yo también lo creo, contestó haciéndose cargo de la realidad. A tortolones recogió el calzado y sin siquiera encender el quinqué salió de la estancia olvidándose incluso de despedirse de su amante.

Blanche intentó dormir pero se sentía molesta y no era sólo el tremendo calor que volvía a embargar su cuerpo ahora que el sudor producido por el intenso ejercicio se había secado, también sentía que el dilatado sexo de Milton al rozar con las paredes de su intestino había puesto en marcha el natural mecanismo que pedía su liberación.

La hubiera gustado llamar a Camana para que la pusiera de nuevo el orinal, esta vez para arrojar en él una materia más consistente que la simple orina pero se abstuvo, deseaba que la negra la siguiera considerando una aliada.

Al bajar del lecho y extraer el orinal la oyó sollozar quedamente y fingió no oír nada hasta que una vez vaciado el intestino de la materia que contenía e introducido de nuevo el orinal debajo de la cama quedó cómodamente tumbada en el lecho, después de haberse limpiado el ano profusamente con la sábana. La produjo placer pensar que al día siguiente una negra se encargaría de lavar la suciedad de la ropa.

Deseaba hablar con Camana pero no tenía ni la menor idea de como iniciar la conversación, cierto que en último término ella era el ama y podía hacer lo que quisiera, pero la gustaría divertirse un poco con con la negra sin que se lo notara.

De pronto una idea la vino a la cabeza. Como reaccionaría la negra si la oía llorar?.

Momentos después su cuerpo era recorrido por los suaves espasmos del fingido llanto.

Al principio no pasó nada, fue necesario que alzara un poco el tono de sus sollozos para notar como la negra primero suspendía los suyos y después se atreviera a decir.

- No llore señorita.

Era divertido entablar una conversación permaneciendo ella sobre la cama y la esclava tirada en el suelo bajo ella y más divertido todavía pensar que quien la prestaba consuelo era quien debía sentirse ofendida. Que extraños animales eran los negros.

- Ay Camana, te das cuenta lo que me ha pasado. Ese bruto ha destruido mi virginidad y Dios sabe si me habrá dejado embarazada. Se ha aprovechado de mi, estoy segura que cuando me invitó a cenar y pasar la noche en su casa ya tramaba hacer lo que ha hecho.

Se ha aprovechado de que soy una joven indefensa. Dios sabe lo que hubiera hecho si me hubiera negado, hubiera podido llegar a matarme.

- No llore más y tranquilícese señorita, si no me equivoco no tiene que tener miedo a ninguna de las dos cosas. Conozco al amo y sé sus gustos, es posible que me equivoque pero ...

- No te entiendo?. Que quieres decir?.

- Quiero decir que el amo prefiere entrar en las hembras por detrás, si es así ni habrá destruido su virginidad ni hay peligro de que la haya dejado embarazada.

- Como se sabe eso Camana?.

- Es fácil señorita, si usted quiere yo la sacaré de dudas en un momento.

- Cómo?.

Oyó como la negra se arrastraba tratando de salir de debajo del lecho.

- No, no salgas, siento demasiada vergüenza.

Sabía lo que se proponía hacer la negra y no estaba dispuesta a dejarse reconocer por ella.

- No sienta vergüenza señorita yo la sacaría de dudas en un momento y se quedaría tranquila.

- No, prefiero que me digas como se hace.

- No ha reconocido usted nunca a una hembra?.

- No, qué quieres decir con eso?.

- Si no lo ha hecho nunca será mejor que me deje hacerlo a mi.

Blanche no se olvidaba de gemir de vez en cuando y hablar en tono compungido para fingir que seguía llorando.

- No, explícamelo y lo haré yo misma.

- Consiste en introducirse el dedo con cuidado y comprobar si sigue teniendo el virgo.

- Por dónde?.

- Creo señorita que será mejor que deje que se lo haga yo. Sería difícil explicárselo.

Blanche se sentía más y más divertida, ya la idea de sentir el dedo de la negra hurgando en su intimidad no la parecía tan desagradable y finalmente se preguntó qué podía perder si la negra descubría que había dejado de ser virgen, sin duda lo achacaría a la brutalidad de su amo y tendría una nueva razón para odiarle.

- Si, Camana hazlo pero no me hagas daño.

Momentos después la negra introducía delicadamente su dedo por el sexo de Blanche buscando afanosamente la delicada membrana testimonio de su virginidad.

Blanche permanecía tensa emitiendo suaves quejidos destinados a confundir a la negra, actuaba como si sintiera más miedo que dolor cuando en realidad no sentía ninguna de las dos cosas. Solo el intenso placer mental de saber que la estaba engañando y el escaso placer físico proviniente de la lenta y delicada intromisión del dedo.

Finalmente el veredicto de Camana fue concluyente, su amo la había violado en toda regla y Blanche tenía serias razones para estar preocupada.

De regreso a su puesto Camana tropezó con el orinal volcándolo y vertiendo buena parte de su contenido sobre el suelo reavivando el fétido olor que se desprendía de las materias que contenía cuya descomposición se veía grandemente acelerada por el intenso calor que hacía.

Seguramente la risa ahogada que a Blanche la produjo el incidente fue confundido por Camana como un nuevo sollozo de la desgraciada señorita que se proponía ser su benefactora.

Por unos minutos pareció que las dos mujeres lloraban al unísono. La realidad era muy distinta, una lloraba su desgracia rebozada en orinas y excrementos, la otra se masturbaba alocadamente, pero sus suspiros de placer se confundían fácilmente con los de llanto.

Finalmente Blanche se durmió después de haber agotado el intenso placer y Camana deseosa de no turbar el sueño de su " benefactora" se tragó las lágrimas aunque sin poder pegar ojo en toda la noche.

Hacia rato que había salido el sol cuando oyó que alguien llamaba a la puerta con insistencia.

- Señorita, soy Hata, el amo me ha dicho que venga a buscarla, el desayuno ya está preparado.

- Bien, dile al amo que ya voy, contestó sin ningunas ganas de levantarse, estaba tan agusto en aquel lecho ahora que el fresco de la mañana todavía no había sido alterado por el calor del sol, que decidió permanecer unos minutos más pensando en lo bien le había salido el primer encuentro con un hombre fuera del ambiente de la taberna de Moisés. Tan solo habían pasado cinco días desde que dejó Natchez pero empezaba a parecerla una eternidad si no hubiera sido por que repetidamente su pensamiento volvía una y otra vez al pozo donde había dejado el oro.

Al bajarse de la cama para aliviar su vejiga cargada de toda la noche descubrió que el derrame del orinal había sido más importante de lo que ella había previsto y que todo él, pero particularmente el asa presentaba un aspecto repugnante.

No fue necesario que ordenara nada. Camana consciente de los apuros que tenía su " benefactora " se apresuró a colocárselo convenientemente haciendo caso omiso de la suciedad que tenía que manejar.

Fue en aquellos precisos momentos, mientras orinaba cuando a Blanche se la ocurrió una idea que estaba segura que la saldría bien si se decidía a ponerla en práctica.

Una vez vestida no tardó en bajar a reunirse con Milton que la esperaba paciente para el desayuno.

- Ha descansado?. Preguntó el hombre con una sonrisa.

- Apenas si he podido pegar ojo. Estoy realmente preocupada.

- Milton pareció pensar unos instantes antes de decir.

- Hágame caso señorita Beatriz, no tiene por que preocuparse.

La presencia de Hata y de otra negra que les servía el desayuno les impedía ser mucho más explícitos en la conversación, pero mientras este duró Blanche se mostró fingidamente preocupada.

Milton por su parte trató repetidamente de llevar al animo de la joven que lo acaecido la noche anterior no tendría ni podría tener ninguna consecuencia pero se abstuvo de explicarla porqué.

Blanche pasó el que era posiblemente el desayuno más divertido de su vida viendo los esfuerzos del hombre por convencerla de algo de lo que ella ya estaba más que convencida.

Mientras Blanche comparaba a Hata con Camana y se daba cuenta que nada perdía si se decidía a poner en práctica la idea.

Camana era más blanca que Hata, más bonita, sus rasgos eran menos negroides y todo en su cuerpo parecía estar más en sazón, por otro lado Milton parecía estar más harto de Camana que de Hata, y aunque Camana valía más estaba segura que el hombre no ofrecería mucha resistencia si le proponía el cambio.

Fue finalmente Milton quien la dio la oportunidad de hablar de ella.

- Ha visto usted a Camana señorita Beatriz?. - Si, esta mañana muy temprano se presentó en la habitación, anoche al despedirla, así se lo ordene, ahora debe estar ordenándola.

- Me extrañaba no haberla visto esta mañana y estaba a punto de mandar a buscarla.

- No debe preocuparse por ella está cumpliendo mis ordenes. Por cierto, le importaría cambiar el nombre en el papel de venta.

Me gusta más esa Camana que Hata.

Hata al oír que había sido vendida se quedó petrificada pero ninguno de los dos blancos la hizo el menor caso.

- Me alegro de su decisión señorita Beatriz, Camana está más hecha y aunque no digo que Hata no llegue a ser una buena hembra, todavía la falta un año o dos, por otro lado Camana es obediente y sumisa, además está perfectamente enseñada a realizar los trabajos de una casa.

Y aunque en ciertas cosas no presenta demasiado entusiasmo supongo que ese no es ningún problema para una señorita.

Mientras tendía el documento de compra a Milton se imaginó la alegría que sentiría Camana al darse cuenta que la había comprado y se marchaba con ella.

Alegría que ya se encargaría ella de hacer desaparecer llegado el momento oportuno Poco después Blanche se alejaba de la plantación de Milton montada en el burro y seguida alegremente por la esclava que parecía alejarse de aquel lugar con auténtico alivio.

Blanche no cabía en sí de gozo, por primera vez en su vida se sentía dueña de una esclava, a ella la hubiera gustado más que hubiera sido un macho pero para lo que se proponía el macho no era conveniente en esos momentos, además se podía arreglar perfectamente con la hembra.

Con las alforjas llenas de alimentos, regalo de Milton y una alegría desconocida inició la larga andadura por el polvoriento camino que ya empezaba a caldearse por la acción del sol.

Hacia media mañana el camino cruzó un arroyo semiseco a cuyas orillas crecían altos árboles formando una intrincada maraña de vegetación. Saliéndose del camino siguieron el curso de agua durante unos minutos hasta encontrar una charca donde Blanche ordenó a Camana que diera de beber al burro antes de beber ella misma. Quería que desde ese momento quedara claro que para ella era más importante el animal de cuatro patas que el de dos.

Por su parte Blanche no tenía sed, había bebido abundantemente de la todavía fresca cantimplora que Milton la había preparado.

Una vez saciadas las necesidades de sus animales Blanche se dijo que era hora de saciar las suyas así que buscó entre la maraña de vegetación un lugar escondido donde atar el burro de forma que no pudiese ser visto desde el camino y cerca de él encontró un claro cubierto de fina hierba muy a propósito para sus intenciones.

Lo primero que hizo fue ordenar a Camana que se desnudara, cosa fácil si tenemos en cuenta que la esclava llevaba por toda vestimenta un burdo sayón que la cubría desde el cuello hasta media pierna y que estaba acostumbrada a cumplir dicha orden.

Blanche no podía evitar el placer que la producía el ver las miradas de desconfianza que la negra la lanzaba de vez en cuando, Camana era consciente ya que la forma de actuar de su nueva ama estaba en contradicción con sus palabras de la noche anterior pero todavía no había perdido la esperanza de que terminara por liberarla cuando llegaran al Norte.

Cómodamente sentada sobre la fina hierba Blanche la observaba y sonreía sin decir palabra, Camana era una hembra joven pero de formas perfectamente desarrolladas y armónicas con su condición de hembra, incluso de podía decir que en ciertas formas era más abundante y carnosa que su propia ama, ya que Blanche era consciente de que estaba excesivamente flaca.

Sin borrar la sonrisa de sus labios ordenó a Camana que viniera a descalzarla y a darle un suave masaje en los pies.

La negra se apresuró a hacer lo se la ordenaba, en el fondo no quería abandonar la idea de que aquella joven un tanto delgada seguía siendo su benefactora y por la tanto la interesaba estar a bien con ella.

Blanche hizo que el masaje se prolongara mientras la resultó satisfactorio pero llegó un momento que su cuerpo la pidió una reparación más completa, además era ya tiempo de dar a entender a la negra que ni era libre ni estaba en camino de serlo, muy por el contrario fuera cual hubiere sido su vida anterior, la futura sería bastante más dura.

- Lámeme los pies. Ordenó secamente. Durante unos instantes la mirada de la negra se cruzó con la de Blanche expresando sorpresa, pero sólo pudo ver su rostro cínicamente sonriente.

Blanche por su parte golpeó ligeramente con la planta del pie el rostro de la esclava invitándola a cumplir la orden.

Momentos después gozaba del suave contacto que la producía el húmedo apéndice sobre su piel sudorosa y recalentada.

Blanche era consciente de que sus pies no emitían el intenso y desagradable olor que había podido oler en muchos de sus clientes, pero los dias de viaje bajo aquel intenso calor y las nulas condiciones de higiene que había podido aplicar a su cuerpo desde que saliera de Natchez la hacian sospechar que su olor corporal no debía diferenciarse en nada del de los cientos y cientos de hombres que habían sido sus clientes.

Continuara...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

    Relato protegido e inscrito en el registro de propiedad intelectual.